¿Cómo citar estas
tesis doctorales?

¿Cómo poner un
enlace a esta página?

 



 

Esta página web carece de formato, gráficos, tablas y notas.

Puede bajarse el libro completo en formato DOC comprimido ZIP Pulsando aquí (1570 Kb)

Modelo integral de competitividad económica para las empresas

Fernando Hernández Contreras

 

2.7 Análisis del Comportamiento del Mercado Global.

2.7.1 El Carácter Histórico de la Globalización.

Hoy en día quien observe con detenimiento el mundo en el que vive, podrá darse cuenta de que las fronteras nacionales han desaparecido .

En estos momentos, se están dando cambios, que podían haber estado incubándose durante decenios incluso siglos, se aceleran y precipitan. En esos períodos el impacto social de algún acontecimiento puntual trascendente repercute con especial intensidad y puede llegar a marcar una nueva concepción incluso una nueva fase de la historia.

El descubrimiento de América (1492) y la circunnavegación de la tierra (1522) pusieron un límite al planeta y abrieron el paso a una nueva concepción del mismo. La primera feria mundial en Londres (1852), la entrada en funcionamiento del primer cable telegráfico transoceánico (1866) o la inauguración de los vuelos regulares transoceánicos (1919), por ejemplo, marcan una segunda fase de percepción social de los límites de nuestro planeta. Finalmente, el inicio de la era de los satélites de telecomunicaciones (1977), la primera foto desde el exterior de la tierra (1966), la introducción de la web (1991), el descubrimiento del agujero de ozono sobre el continente Antártico (1987), o las sucesivas crisis financieras vividas en tiempo real por todo el planeta (el crash financiero de Wall Street en 1987 marca el inicio de ese nuevo tipo y estilo de crisis financieras), entre otros muchos acontecimientos darán lugar a una nueva visión del mundo y permitirán que se implanten nuevos términos e ideas.

En el terreno político-económico, sin embargo, esos cambios pueden tardar siglos en consolidarse. Así, el marco renacentista que sustentaba toda una nueva concepción del mundo científico, de las libertades sociales y personales, de las interacciones entre países, de las relaciones con la Iglesia, en definitiva, del hombre en sí mismo y con los demás no superará la teocrática República Cristiana medieval hasta los tratados de paz de Westfalia (1648).

De igual forma, a pesar de las profundas transformaciones vividas por las sociedades en los últimos 150 años, seguimos siendo tributarios de los tres grandes principios articulados y acordados en ese nuevo orden internacional (NOI):

• Primero, el mundo está dividido en estados centralizados, cada uno regido por gobiernos separados, que cuentan con el monopolio legal y de defensa en su territorio.

• Segundo, la separación entre Estado y religión.

• Tercero, el siempre debatido principio de la soberanía nacional, que implica el ejercicio dentro de su territorio de un control completo (abarca todos los campos), supremo (no existe autoridad superior), incondicional (los demás estados no interfieren) y exclusivo (no compartido con otras esferas) .

Ese nuevo orden internacional emanado de los acuerdos de Westfalia será el que abra las puertas a todos los tratados internacionales del siglo XVIII aceptando la libertad de navegación, la libertad de pesca, la inviolabilidad de los embajadores, los derechos de la población civil no beligerante, o el derecho y las condiciones del bloqueo, entre otros muchos. Mientras el espíritu renacentista impulsó la era de las exploraciones y descubrimientos europeos de los siglos XVI y XVII, y acuñó conceptos tan importantes como el de actividad global o el término internacional por Jeremy Bentham, (1870) para referirse a las transacciones efectuadas entre las fronteras de estados soberanos, los cambios iniciados a mediados del siglo XIX y acelerados a lo largo de los últimos decenios del siglo XX, han traído consigo nuevos conceptos, nuevos términos y nuevas ideas, como el de aldea global de Marshall McLuhan (1964) o el navío espacial de Kenneth Boulding (1966) , o la sociedad de la información o sociedad del conocimiento (en los años 70), o la globalización, que, aunque en su acepción moderna puede rastrearse su origen durante los años ochenta, se utiliza con todo su significado en los trabajos de Michael Porter (1990) o Kenichi Ohmae (1990) .

Ese viejo modelo y orden internacional heredado del siglo XVII está siendo superado por una realidad y unos cambios que las sociedades/países no acaban de controlar. El realismo y neorrealismo político, con su defensa de un marco internacional presidido por los estados como los principales agentes y actores, difícilmente pueden coexistir con un mundo que internacionaliza las relaciones económicas, mundializa las comunicaciones en tiempo real con cualquier parte del planeta, impulsa una cultura cosmopolita o apoya organismos con crecientes competencias supranacionales. Para los defensores del liberalismo político, este nuevo escenario significa el fin de los estados, tal y como los conocemos, que han dejado de ser los principales actores en beneficio de otros organismos, organizaciones, o simplemente empresas.

Esto es, las teorías explicativas y organizativas tradicionales están siendo superadas por una realidad cada vez más compleja y no se dispone de un recambio de unos nuevos tratados de Westfalia que den carta de naturaleza a esta realidad. Incluso el propio concepto de soberanía se ha visto seriamente afectado y recortado. Por ejemplo, el marco en el que actúan las telecomunicaciones gestionadas por empresas multinacionales, mediante redes transnacionales y satélites, superan los artificiales límites de los estados y operan en un contexto mundial de muy difícil control. De idéntica forma, la liberalización de los flujos de capitales y los avances tecnológicos han determinado que los mercados financieros estén interconectados en tiempo real y los agentes puedan mover sus fondos sin limitaciones de un país a otro mediante terminales ubicadas en cualquier rincón del planeta. Cualquier noticia en cualquier mercado contagia al resto, las crisis se trasladan inmediatamente de un país a otro. Esas repetidas crisis y los desajustes en variables básicas (por ejemplo, en los tipos de cambio) han obligado a la creación de foros de consulta y coordinación (G-7) o al rediseño de algunos ya existentes (el Banco de Pagos Internacionales de Basilea) con el objeto de poder afrontar conjuntamente dichos desequilibrios económicos.

Antes de profundizar en el tema, resulta obligado diferenciar una serie de conceptos, utilizados indistintamente, pero cuyos significados no son semejantes. La liberalización de los mercados implica la simple supresión de restricciones impuestas por los gobiernos a los movimientos de bienes, servicios, factores productivos, personas, o ideas entre estados. Ese proceso de liberalización al ser aceptado por un número relevante de países, facilita y promueve la internacionalización de las empresas, de las economías, de la sociedad, entendiendo por tal el incremento de las relaciones de todo tipo entre los estados. La internacionalización se traduce en una mayor interdependencia. Una mayor internacionalización implica una mayor interdependencia.

Finalmente, la internacionalización, por su parte, puede acabar por transformar las sociedades en globales. La globalización de las sociedades implica que las relaciones entre las personas poco a poco pierden sus nexos territoriales concretos, superan el marco nacional o estatal, y se transforman en mundiales. Desde esta perspectiva la sociedad se universaliza, supera los marcos territoriales y los individuos se sienten cada vez más ciudadanos de un solo mundo.


Volver al índice de la tesis doctoral Modelo integral de competitividad económica para las empresas

Volver al menú de Tesis Doctorales

Volver a la Enciclopedia y Biblioteca de Economía EMVI


Google

Web www.eumed.net