Marlien de la Caridad Rodríguez Figueredo   (CV)
            mrodriguezf@udg.co.cu
            
Universidad de Granma
                  
                                 
		      
			
			
			
Resumen
El género constituye  una categoría histórica que debe ser valorada como proceso y producto, dado el  largo proceso necesario para su consideración como categoría científica que  designa las características del hombre y la mujer. Esto se incorpora de manera  individual tomando como referencia el desarrollo de la personalidad a partir de  la formación psicológica definida como identidad de género. Este trabajo  representa una sistematización de la identidad de género como integración de  las necesidades, intereses, motivos y características personológicas con las  cualidades que distinguen la masculinidad o feminidad.  
Palabras clave: género, identidad de género, masculinidad, feminidad, rol de género.
Introducción
El comportamiento  humano es expresión de la subjetividad de cada sujeto, la que a su vez refleja  formaciones psicológicas que se gestan en el proceso de socialización y  tributan al desarrollo personológico. La personalidad es la formación más  estable, integra a otras con un menor nivel de complejidad; la misma es única e  irrepetible y constituye el sistema más complejo de organización de los  contenidos psicológicos. Se desarrolla a partir de la acción de los  determinantes biológico, psicológico y social, como resultado de la unidad de  los procesos cognoscitivos y afectivos. Esta unión da lugar a la constitución  dinámica de los sentidos psicológicos, que se expresan en unidades psicológicas  primarias y formaciones motivacionales, las que denotan mayor complejidad1 .  Una de estas formaciones complejas es la identidad de género en la que se  resume una representación individual de cómo debe ser el hombre y la mujer,  refleja el yo de cada sujeto y condiciona las necesidades, intereses, valores,  normas y actitudes a partir de su acción reguladora. 
Todas las  asignaciones y contenidos que refleja el género toman cuerpo en la identidad de  género, esta  formación psicológica es  considerada un proceso social, ya que expresa una continua relación entre los  sujetos y entre estos y la sociedad. Para comprenderla es necesario la apropiación  de qué es el género y cómo evolucionó su definición. Para esto hay que tener en  cuenta el largo proceso por el que atravesó el concepto de género, en el que se  registra la existencia de movimientos feministas, luego estudios de mujer, los  que más tarde se convierten en estudios de mujeres, hasta que finalmente se  evidencian estudios de género. Al inicio sólo se consideraba su determinación  biológica y con el transcurso de los estudios se van insertando los factores  socioculturales y psicológicos.
La palabra género  aunque es antigua, desde el punto de vista de la filosofía se considera nueva  su definición, la que a su vez ha sido resultado de los movimientos feministas  mencionados, los que se consideran “movimientos  intelectuales que plasman la evolución filosófica y política del género”2 . Es por  esto que en la literatura se reconocen las feministas estadounidenses como  protagonistas del concepto, ya que lo utilizaban como instrumento para  establecer reflexiones sobre los sexos. Sin embargo, en esos momentos existía  el conflicto con respecto a los siguientes idiomas: francés, alemán e inglés.  En cada uno le otorgaban diferentes sentidos y significados a partir de lo que  se quería expresar con la conceptualización del género.  A pesar de las contradicciones generadas por  el término, el hecho de definir el género como concepto diferente al sexo  permitió desde esa época afirmar que el primero no se refiere únicamente a las  mujeres o a los hombres como seres sexuados. Por otra parte, se debe tener  presente el contexto histórico en el que se desarrolla este concepto,  caracterizado por la división sexual del trabajo como parte de la estructura  social y cultural imperante. Esta producción de conocimientos inicia en los  países del primer mundo, extendiéndose luego a los continentes de América Latina  y el Caribe, al africano y al asiático.
A partir de tal  análisis se pretende con este trabajo valorar  la identidad de género como reflejo subjetivo del género como proceso y  producto para comprender los contenidos que se expresan en su definición que se interioriza de manera diferente en  cada sujeto. 
Desarrollo
    Concepto  de género, una aproximación a su origen
    El género es definido  como el “conjunto de características sociales,  culturales, políticas, psicológicas, jurídicas, económicas asignadas a las personas  en forma diferenciada de acuerdo al sexo, siendo una construcción sociocultural  de las diferencias entre mujeres y hombres” 3. Esta  definición se asume a partir de la comprensión de su plurideterminación, pues  el contenido que encierra es reflejo de la cultura y el contexto en el que se  analice. La sociedad a través de esta categoría muestra su percepción del ser  hombre o mujer, de forma tal que la misma es depositaria de las asignaciones a  uno y otro sexo, ya que el género trasciende al sexo.
   El inicio del proceso  de construcción del género como categoría científica se vincula con la primera  ola feminista, que si bien no tuvo un fundamento teórico que permitiera  definirlo claramente, devela las realidades que vivían hombres y mujeres,  sentando las bases para lo que hoy se ha convertido en su definición. En esta  época se pedía el derecho a la educación superior y al voto. Como hechos  significativos que se distinguen en la literatura aparecen los siguientes: la  definición que ofrece Robert Stoller, quien en 1968 en su libro “Sex and  Gender” establece una distinción entre el sexo y el género, marcando el origen  del debate terminológico y filosófico con respecto a la categoría género. Este  reconocido psicoanalista asocia el sexo con lo biológico y el género con lo  cultural, marcando las diferencias entre la naturaleza y la cultura y por tanto  entre ambos. Esta concepción está muy relacionada con los planteamientos que  defendió Jhon Money, considerado el primero en utilizar el término “género”  para referirse en 1951 a  la influencia educativa en la formación de la identidad sexual4 . Su  concepción resalta el papel de los otros en la transmisión de los contenidos  que se recogen en este término así como su influencia en la educación y  desarrollo individual. En este caso se concibe al género portador de  información que se integra para la asunción de la identidad sexual, por tanto  se convierte en mediatizador de esta formación individual. Estas dos  aportaciones ubican en el centro de su reflexión a la cultura, como condicionante  primaria de la influencia social en cada sujeto. 
    En los años 70 se  registran estudios de mujer, lo que provocó el desarrollo de las ciencias  sociales y humanísticas, por lo que es válido señalar el papel de la  antropología, la historia y la literatura, ciencias protagonistas de  cuestionamientos y análisis encaminados a eliminar la invisibilidad femenina.  En esta época se gesta la relectura de importantes obras disciplinarias para  constatar la ausencia de la mujer o invisibilidad analítica5.  Las mujeres sí producían conocimientos  científicos, solo que en esa época existían dificultades en la comprensión e  identificación de ellas como autoras de importantes trabajos científicos. Es  por esto que las intelectuales que impulsan los estudios de la mujer se  encargan de descubrir la ausencia de modelos interpretativos pertinentes para  un acercamiento verídico a la realidad femenina, así como a las causas de la  invisibilidad de ellas en la ciencia. La antropología se dedica al análisis de  las diferencias existentes en los escritos de hombres y mujeres y plantea dos  prejuicios existentes: androcentrismo y etnocentrismo 6,  uno ofrece una visión centrada y desde lo masculino y el otro defiende el punto  de vista de la cultura occidental, totalmente patriarcal. Ambos situaban a las  mujeres en una posición inferior y de subordinación a partir de la  consideración de relaciones totalmente asimétricas y desiguales. Por tanto era  necesario revertir estas consideraciones y es a partir de este momento en que  aparecen diferentes formas de deconstrucción de las posiciones teóricas  existentes. Es  gracias a este análisis que aparece la crítica al evolucionismo y a la teoría  de Darwin; también se comienzan a estudiar las particularidades de la posición  asumida por las mujeres, el carácter de la relación de estas con los hombres y  la opresión de la que eran víctimas. 
    En este período a pesar de profundizarse en el estudio de  la mujer, se critica la universalización y esencialismo7  de los estudios.  Esta particularidad de  las investigaciones se expresaban no solo en el hecho de que aun persistía la  figura masculina como protagonista en el campo de las investigaciones, sino en  las teorías que sustentaban los estudios y en el lenguaje que se utiliza,  prevalece los modelos masculinos para estudiar la realidad humana de esos  tiempos, situación que reduce la importancia de los descubrimientos a los que  se pudieran arribar. ¿Cómo se iba a pretender entonces estudiar la realidad  femenina desde un modelo masculino? Estos estudios solo podían comparar a la  mujer con esos modelos preestablecidos, o sea, con ser hombre, como si la  figura masculina fuera perfecta y digna de imitar o alcanzar. A partir de aquí  aparece el conflicto sobre quién debía estudiar a las mujeres: si ellas mismas  o los hombres. Sin embargo la esencia del fenómeno no estaba en quien dirigiría  las investigaciones sino en la eliminación del modelo masculino como referente  para poder romper los falsos patrones que guiaban las investigaciones.  Alrededor de este particular se suscita gran polémica, sin que se llegara a  ningún consenso, ya que como se señala el problema no se podía reducir a quien  realizara la investigación sino en qué se investigaba y a través de qué. 
    En las circunstancias antes planteadas, en los años 70 las  intelectuales negras abren una nueva brecha al conocimiento científico a partir  del análisis de la universalidad del concepto de mujer, resaltando la necesidad  de reconocer la individualidad a la hora de estudiar cualquier fenómeno. Hasta  ese momento se valoraba la realidad femenina como hecho universal e idéntico en  cada mujer, siendo ellas mismas quienes al estudiarse descubren sus  diferencias. Es en estas circunstancias y a partir de tal supuesto que se  reconoce la necesidad de estudiar a la mujer desde las diferencias, surgiendo  los estudios de mujeres. Este hecho implica la eliminación de la universalidad  de los problemas que padecen las mujeres, así como la descentralización de las  investigaciones, ya que como mismo existen mujeres, aparecen diferentes  problemas y experiencias que se deben analizar. Como resultado de este análisis  aparece la categoría “experiencia vivida8 ”,  ya que es más fácil estudiar algo basado en la propia vivencia del  investigador. A partir de aquí ya era necesario tener en cuenta factores como  el contexto, la raza, la situación económica y cualquier otro que condicionara  la realidad femenina.
    Con los años se retoma el concepto de género y se provoca  la ruptura con las formas de comprender la posición de las mujeres en la  sociedad. Esto supone modificaciones en la ciencia y se relaciona con el inicio  de los estudios de género. Al respecto es válido mencionar autoras que  brillaron por sus aportes para la comprensión de la desigualdad imperante. Se  evidencia el trabajo de Gayle Rubin, la que valora la división sexual del  trabajo como tabú, mediatizando este hecho la subordinación femenina a partir  de las diferencias que implica la determinación biológica del trabajo, realiza  además un análisis de sobre el sistema sexo – género, núcleo central de su  explicación de la opresión femenina. Esta autora explica la posición de la  mujer a partir de las relaciones sociales que establecen, para lo que se apoya  en las obras de Freud y Levi Strauss, quienes representan sus principales  referentes teóricos para describir la vida social en la que transcurre la  opresión femenina, siendo en este contexto donde identifica el sistema  sexo-género. Para definir esta categoría como contenido del campo social, se  apoya en lo que Engels define como “segundo aspecto de la vida material” 9,  es decir en la sexualidad, planteando la siguiente definición: “el sistema sexo  género es el conjunto de disposiciones por el que una sociedad transforma la  sexualidad biológica en productos de la actividad humana…10 ”  Esta definición clarifica la posición de la autora, así como su rechazo a la  determinación biológica de la división social, niega el valor de la rígida  asociación establecida entre actividad laboral y sexo, de este modo resalta las  capacidades de la mujer que hasta ese momento se invisibilizaban por resaltar a  la figura masculina. 
    Nancy Chodorrow, por su parte, también intenta explicar  la subordinación femenina, pero desde la consideración del carácter universal  de la causa de esta, la que se identificaba con el momento del nacimiento de  cada sujeto, a partir de la relación que establece con la madre en la que la  niña se identifica con roles femeninos, de los que además se apropia y el niño  en cambio los rechaza. También se destacan Sherry Ortner y Michelle Rosaldo. La  primera, considerada la principal exponente del simbolismo genérico ofrece una  explicación magnífica de la asimetría en la que aparecen hombres y mujeres, a  partir de la relación entre la gestación y la lactancia con la opresión  femenina, ya que esas actividades eran consideradas naturales y por tanto  inferiores a las que realizaba el hombre que tenían que ver con la cultura, ya  que se consideraba que lo cultural prevalecía por perdurar en el tiempo. Para  la segunda autora los roles masculinos y femeninos en la sociedad denotan la  oposición entre los terrenos domésticos y públicos, razón por la cual las  mujeres al desempeñar roles en el hogar circunscriben su actuación al espacio  doméstico, hecho que marca la asimetría de poder entre ambos sexos, pues las  actividades en cualquier contexto se asociaban al vínculo femenino con el hogar  y las labores domésticas, suposición que limitaba su actuación social. 
    Los estudios referidos y otros que se gestaron dan  cuentas de una nueva perspectiva para el estudio de las mujeres, en esta época  se aportan 4 cambios fundamentales11 :  idea de variabilidad y de posicionamiento, a partir de la consideración de las  diferencias individuales y de la acción de la cultura y el contexto en el que  se desarrolla cada hombre y mujer; idea relacional, ya que es necesario atender  a las relaciones que se establecen entre uno y otro sexo como determinante de  las desigualdades o igualdades; principio de la multiplicidad de elementos que  construyen la identidad del sujeto, haciendo alusión a la multiplicidad de  factores que influyen en la construcción de la identidad de género como  categoría que explica la feminidad y masculinidad. A partir de tales supuestos  se refleja la necesidad de realizar estudios multidisciplinarios para  profundizar en el ser hombre y mujer, por lo que será preciso además potenciar  la realización de estudios cualitativos para recrear la vivencia de pertenecer  a uno u otro género, tomando como referencia categorías que permitan modelar  estas experiencias. No por casualidad este estudio pretende resaltar la  identidad de género como categoría, ya que llegado a este punto y a partir de  la comprensión del lugar de este concepto en la historia del género como  categoría más global y básica para el estudio de hombres y mujeres se hace  necesario precisar qué es la identidad de género y como se expresa, así como  las implicaciones de este concepto para los fines de las investigaciones  científicas sobre el hombre y la mujer.
  La identidad de  género como incorporación individual del género para la regulación del  comportamiento humano.
    Cada ser humano siempre se preocupa por definirse como  ser diferente, pues a pesar de reconocer que forma parte de una sociedad en la  que existen semejanzas, es necesario establecer las diferencias raciales,  políticas, religiosas, culturales y de género. La identidad se define a partir  de establecer el por qué, cuánto y cómo de los otros tiene cada individuo12 .  Se construye a partir del reconocimiento de las diferencias individuales, por  lo que es considerada una categoría que señala los límites existentes entre los  seres humanos. Estos límites van a estar marcados necesariamente por el género,  ya que en la historia de cada individuo el hecho de ser hombre y mujer  condiciona la forma de percibir y vivir la vida, así como el modo en el que los  demás intervienen en el desarrollo de la personalidad de un sujeto específico;  razón por la cual se tomará como eje central la identidad de género para  mostrar las implicaciones de esta en la formación de la identidad personal.
    En el proceso de aparición y concreción de la identidad  de género como categoría  se ha observado  una tendencia a la desestructuración de la identidad femenina patriarcal, lo  que se demuestra con los movimientos feministas señalados, donde el objetivo  central era deconstruir todo lo que hacía prevalecer la opresión y  subordinación femenina. Con este propósito Gayle Rubin en su trabajo “Tráfico  de mujeres” refiere a la identidad de género como resultado o producto de la  sociedad, define además su influencia en la vida sexual de hombres y mujeres a  partir de los roles que para unos y otros se imponen, así como las actividades  en los espacios públicos y domésticos y de este modo como agente reforzador de  la asimetría de poder. Esta autora considera que la identidad de género lejos  de ser una expresión de las diferencias naturales es expresión de la supresión  de las semejanzas naturales13 .  De esta forma se deshecha la idea de la naturalización de las diferencias, ya  que se niega la determinación natural y biológica, se rechaza por tanto el  supuesto de que nacemos diferentes. Para esto se apoya del psicoanálisis, para  demostrar como desde etapas infantiles cada individuo va adquiriendo los  conocimientos que sustentan su identidad. Esta aseveración otorga un papel  central a la determinación social y se opone a la explicación biologicista de  las diferencias. Entonces sería importante preguntarse por qué persiste la  cultura patriarcal y es que independientemente de los cambios sociales en la  masculinidad y en la feminidad, la ideología genérica patriarcal parece  inalterada y vigente, la cual sintetiza separaciones simbólicas que no  corresponden a la complejidad genérica de los sujetos. 
    Para comprender estas y otras situaciones primeramente  debe definirse la identidad de género y sus determinantes. Marcela Lagarde  considera que la identidad de género es resultado de la relación que existe  entre la subjetividad, la identidad y la condición histórica de cada sujeto. Le  otorga vital importancia a su determinación social y señala que es en las  relaciones y actividades sociales donde se desarrolla. Establece dos categorías  básicas: identidades asignadas y experiencias vividas14 .  Estos supuestos remiten nuevamente a la sociedad y sus asignaciones que se  transmiten de generación en generación y que son asimiladas e incorporadas de  manera individual a través de la vivencia 15,  razón por la que no se debe analizar al individuo al margen de su historia  personal y del contexto y momento histórico en el que transcurre su desarrollo  personológico. El determinante social debe analizarse a través de las  relaciones  del individuo en los  diferentes agentes o contextos de socialización: familia, escuela, comunidad,  centro laboral, grupo de coetáneos. En estos diferentes escenarios se evidencian  los pasos que se dan en función de la construcción de la identidad de género y  se manifiestan sus otros dos determinantes: biológico y psicológico. 
    La literatura recoge tres etapas para demostrar la  formación y desarrollo de la identidad de género16 ,  en cada una de ellas se puede constatar la prevalencia de uno de los factores  antes identificados, así como la relación entre la edad y la identidad de  género. La situación social del desarrollo se concibe como un determinante más  de la formación personológica objeto de estudio, ya que ninguna configuración  de la personalidad debe estudiarse al margen de los logros de cada etapa del  desarrollo y por tanto La integración del género en la personalidad debe ser  valorada de la misma forma. 
    Con respecto a las fases de la formación y desarrollo de  la identidad de género se denomina la primera etapa como asignación de género.  La misma comienza  con el nacimiento del  bebé y se extiende hasta aproximadamente el primer año de vida, se apoya en la  identificación genital, alrededor de la cual giran las expectativas y  aspiraciones de los padres en función del sexo. Este hecho obedece a la  determinación biológica de la identidad de género, ya que a partir de los  órganos y formaciones naturales del individuo se definen una serie de conductas  que se supone posteriormente deberán ser   asumidas. 
    La segunda etapa se define conformación de la identidad  de género, en esta juegan un papel fundamental los miembros del contexto  familiar, se enmarca desde los dos y hasta los cuatro años. Durante este tiempo  las personas que rodean al niño, como portadoras de las influencias sociales,  se encargan de reforzar lo culturalmente establecido para niños y niñas. En  esta fase se conjugan los determinantes biológico y social, ya que las influencias  sociales están condicionadas por la información biológica que portan los  sujetos y que se configuran en la identidad sexual. 
    La última etapa o “fase de la adquisición del papel de  género” se produce cuando se extiende el proceso de socialización, emergiendo  la acción de la escuela, el grupo de amigos y la comunidad. En este período se  aprenden los roles de género, definidos como “el conjunto de reglas y  disposiciones que la sociedad y la cultura dictaminan sobre las actitudes y  acciones de mujeres y hombres 17”.  De esta forma queda definido lo que se debe hacer por pertenecer a uno u otro  género. En este momento ya el sujeto es capaz de asumir una posición activa  ante la asunción de estos patrones comportamentales, ya que realiza la  subjetivación de las exigencias que le impone la sociedad, hecho que demuestra  la acción del determinante psicológico. Es por esto que cada individuo  configura de manera individual su identidad de género, a partir de la  representación individual de los roles que va a asumir. No se puede negar que  la condición biológica continúa vigente, la que se expresa en interrelación con  las asignaciones sociales. Finalmente es necesario precisar que la identidad  masculina o femenina se define a partir de los determinantes biológico, psicológico  y social; siendo reflejo del momento histórico, el contexto y las  interrelaciones que tiene el individuo a lo largo de su historia personal, ya  que “lo que determina la identidad y comportamiento de mujeres y hombres no es  el sexo biológico, sino el hecho de haber vivido desde el nacimiento las  experiencias, mitos, ritos y costumbres atribuidos a alguno de los géneros18 ”. 
    Es a partir de la identificación como hombres o mujeres  que cada sujeto expresa su feminidad o masculinidad y en función de esto regula  su comportamiento. La concepción del mundo, las creencias, necesidades y  aspiraciones van a estar condicionadas por la vivencia de ser hombres o  mujeres, así como por identificarse con roles masculinos o femeninos, a través  de los cuales se expresan las concepciones de género. Es de esta forma que se  podrá verificar si se reproducen estereotipos y mitos o si se está en presencia  de un individuo libre, que se manifiesta según sus convicciones y conciente de  su libertad a la hora de concebir al género como regulador comportamental.
    En la actualidad si bien las mujeres han logrado ocupar  lugares antes no soñados aun prevalecen consideraciones patriarcales que han  quedado inscritas en las identidades de géneros. De ahí el miedo a marcar la  diferencia por la falsa creencia generalizada de que cambiar es comportarse  como sujetos del sexo opuesto. Es por eso que todavía en el siglo veintiuno los  hombres mantienen prejuicios sobre su papel en el cuidado de los hijos y en el  hogar, así como en sus relaciones de pareja y el cambio de la masculinidad  patriarcal  es vivida con sufrimiento y de manera conflictiva. Por otro lado se perciben  transformaciones en la expresión de la sexualidad, de la maternidad y la  paternidad, se modifican las relaciones de poder y dominio como reacción  opuesta a la asimetría de poder que antes existía. La sexualidad femenina  cambia, rompiendo el nexo rígido entre procreación y erotismo, han surgido  movimientos feministas gay y de liberación sexual. Estos pequeños pero  significativos avances se constatan en la familia actual, la que ha cambiado,  hoy prevalecen las familias monoparentales, los elevados índices de divorcios,  las uniones consensuales19 se  han incrementado, entre otros fenómenos que conllevan a los más tradicionales a  hablar de crisis en la familia, ya que no conciben a una sociedad cambiada a  partir de la modificación del rol de mujer. Es por todo esto que muchos hablan  de crisis de identidad, lo que sería cierto en el sentido de concebir la crisis  como impulsora del posterior desarrollo en la manera de asumir y mostrar la  feminidad y masculinidad a partir del logro de una mayor libertad que rompa  represiones y termine con las conductas estereotipadas, teniendo plena  conciencia de que los contenidos que se reflejan en la identidad de género son  resultado de la teoría de género como producto social que se incorpora en cada  sujeto de manera independiente.
A modo de  conclusiones
    La categoría “género” es considerada una categoría  histórica, dadas las etapas que atraviesa su concreción como conocimiento  científico. Es resultado de importantes movimientos feministas que finalmente  promueven estudios de género, a través de los cuales se defiende el papel de la  cultura y el contexto en su contenido. A partir de su determinación sociocultural  y del papel activo de cada sujeto en el proceso de asunción de los roles de  género se debe concebir como proceso y producto. Para visualizar su carácter de  producto es necesario valorarlo como resultado de la acción conjunta de tres determinantes  fundamentales: el biológico, como expresión del sexo y definido por los órganos  sexuales desde el nacimiento; el  social  por el papel de la sociedad, la cultura, la política y el contexto en la  concepción que se sostiene y en tercer lugar el psicológico, por la asunción  individual y subjetiva de los supuestos que definen a cada sujeto como hombre o  mujer. Por otra parte, su carácter procesal lo obtiene por las etapas que  transita la incorporación de su contenido, que se concretan en la historia  personal individual. Es a través del sistema de políticas, normas, reglas,  representaciones y símbolos que se enseñan y reproducen las formas de ser  hembra o varón, las que se integran en la personalidad humana para regular y  autorregular la conducta. Es por esto que se toma la categoría identidad de  género como formación personológica que interviene en la regulación  comportamental para demostrar la interiorización individual en la personalidad  de las expectativas de ser hombre o mujer que se declaran en la categoría género  y que deben cumplirse para ser aceptados por la sociedad. 
Bibliografía
Referencias bibliográficas
2 Fríase, G. El concepto filosófico del género, pág. 1.
3 Definición ofrecida por la Dra. Norma Vasallo Barrueta en la conferencia No1 del curso “Subjetividad y género en la tercera edición de la maestría sobre estudios de género”.
4 Lamas, M. La antropología feminista y la categoría género, pág. 2.
5 Montecino, S. Devenir conceptual: de la mujer al género, “Los estudios de la mujer. La invisibilidad analítica”, pág. 3.
6 Montecino, S. Devenir conceptual: de la mujer al género, “Los estudios de la mujer. La invisibilidad analítica”, pág. 4.
7 Montecino, S. Devenir conceptual: de la mujer al género, “Los estudios de la mujer. La invisibilidad analítica”, pág. 5.
8 Categoría definida en la conferencia No1 de la maestría sobre estudios de género en su tercera edición en el curso “Género y subjetividad” por la Dra. Norma Vasallo Barrueta, la que destaca la importancia de su consideración en las investigaciones con enfoque de género.
9 Citado en la conferencia No 2 de la maestría sobre estudios de género en su tercera edición en el curso “Género y subjetividad” impartido por la Dra. Norma Vasallo Barrueta.
10 Rubin G. El tráfico de mujeres, notas sobre la economía política del sexo. Página 2.
11 Montecino, S. Devenir conceptual: de la mujer al género, “Los estudios de la mujer. La invisibilidad analítica”, pág. 8.
12 Lagarde M. Identidad femenina, página 1.
13 Citado en la conferencia No 2 de la maestría sobre estudios de género en su tercera edición en el curso “Género y subjetividad” impartido por la Dra. Norma Vasallo Barrueta.
14 Lagarde M. La construcción de la identidad de género.
15 Categoría vigotzquiana que define la relación afectiva del individuo con el medio.
16 García Aguilar M. La crisis de identidad de los géneros; página 3.
17 García Aguilar M. La crisis de identidad de los géneros; página 3.
18 García Aguilar M. La crisis de identidad de los géneros; página 3.
19 Arés Muzio, P. Psicología de la familia; página 8.