Revista: CCCSS Contribuciones a las Ciencias Sociales
ISSN: 1988-7833


LAS NUEVAS PATOLOGÍAS PSEUDORELIGIOSAS DE CORTE SOCIALISTA.

Autores e infomación del artículo

Francisco Javier Ruiz Durán *

Universidad de Extremadura

pacobadajoz@hotmail.com

Resumen: En el presente artículo se analiza cómo tras la I Guerra Mundial, la pobreza y el relativismo moral produjeron en Europa las nuevas religiones socialistas –marxismo, fascismo y nacional-socialismo-, que perpetraron los mayores horrores de la historia; como en la Inglaterra de 1920 se vivió un notable florecimiento de los programas sociales reformistas, en la línea de la Unión Social Cristiana que culminaría con el Estado del Bienestar, que se instauró en Europa tras 1945; y como ese florecimiento político religioso llegó a Europa continental, tras la II guerra Mundial, presentado en un proyecto de Unión Europea desarrollado sobre los valores de la Democracia Cristiana alentada por la Iglesia católica.
Palabras clave: Religiones políticas, Totalitarismo, Pío XII, Partido Popular, Regímenes autoritarios, Resistencia católica y Unión Europea.

Abstract: In the present article there is analyzed how after the I World war, the poverty and the moral relativism produced in Europe the new socialist religions - marxism, fascism and national- socialism-, that perpetrated the major horrors of the history; as in the England of 1920 there was lived a notable bloom of the social programs reformists, in the line of the Social Christian Union that would culminate with the Welfare State, that was installed in Europe after 1945; and as this political religious bloom it came to continental Europe, after the World War II, presented in a project of European Union developed on the values of the Christian Democracy encouraged by the catholic Church.
Keywords: Political religions, Totalitarianism, Pío XII, People's party, authoritarian Rate, catholic Resistance and European Union.

 


Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:

Francisco Javier Ruiz Durán (2017): “Las nuevas patologías pseudoreligiosas de corte socialista”, Revista Contribuciones a las Ciencias Sociales, (julio-septiembre 2017). En línea:
http://www.eumed.net/rev/cccss/2017/03/patologias-pseudoreligiosas.html

http://hdl.handle.net/20.500.11763/cccss1703patologias-pseudoreligiosas


1. Las religiones políticas.

La I Guerra Mundial provocó la muerte de más de 10 millones de hombres, 28 millones de heridos, tres millones de viudas y seis millones de niños huérfanos. Fue una guerra total que afectó también en forma de aldeas quemadas, fusilamientos como represalia, hundimiento de barcos mercantes o bloqueos navales para diezmar gradualmente, por el hambre, a poblaciones enteras. La guerra total también generó unos valores que se volvieron contra la República de Weimar y el Régimen liberal de Italia en forma de soldados deshumanizados con base en su <<hombre nuevo>>, que no dudaban en imponer su voluntad mediante la violencia. Langmead-Casserley señaló que “<<el totalitarismo se basa no sólo en la voluntad de poder de estadistas autócratas sino también en el deseo de seguridad y la tendencia a adorar y propiciar de las masas de ciudadanos […] La seudodivinidad del Estado moderno quizá más que una divinidad que haya usurpado con arrogancia sea la que le imponen a él masas de individuos inseguros y frustrados, que piden con insistencia algún objeto poderoso y venerable de fe y de confianza>>” 1. Sólo hay que enumerar las situaciones que soportaron los alemanes desde 1918, para comprender la magnitud de la crisis existencial que minaría la fe en la ciencia, en el progreso y en la religión revelada; provocando una <<efervescencia>> social, como la denominó Émile Durkheim en la Revolución francesa.

Por otro lado, como no había enemigos en suelo alemán cuando se desmoronó el frente occidental alemán, aunque si fuesen palpables los efectos de la hambruna en la población civil provocadas por el bloqueo naval aliado, a muchos alemanes la derrota les parecido una traición interna o una conspiración con participación de actores <<raciales>> interrelacionados; que se intensificó cuando el acuerdo de paz de Versalles criminalizó a los alemanes alegremente, mientras entregaba su economía a un dominio extranjero hasta un horizonte cercano a 1988. Así las instituciones más venerables se desmoronaron y los revolucionarios se entregaron a las <<hordas asiáticas>> agitadas desde Rusia, para sembrar el caos en toda Centroeuropa. Es más pronto se relacionó el movimiento bolchevique con los judíos, porque en las nuevas repúblicas socialistas de Munich, Berlín y Budapest muchos de sus dirigentes eran judíos radicalizados,* atraídos por la visión mesiánica del marxismo, en un periodo donde el orden moral cimentado en valores constantes, se desbarató con la caída libre del Reichmark –la moneda alemana-. En este contexto se entiende la indignación de Karl Löwith: “Familias antiguas y bien situadas se quedaron empobrecidas de la noche a la mañana, mientras que jóvenes advenedizos adquirían grandes fortunas mediante la especulación bancaria… Ni siquiera los cuatro años de guerra consiguieron desbaratar la moral y todo este caos enloquecido, que erosiona a diario los fundamentos básicos de los individuos e infundía una falta de escrúpulos y una audacia desesperada a la generación más joven… Las virtudes de la burguesía alemana fueron arrastradas por este torrente, un  torrente marrón y sucio que también arrastraba el movimiento que se formó en torno a Hitler” 2. Y precisamente la devaluación universal socio-económica de Alemania que reseña Löwith, provocó que el nihilismo artístico y el pseudorradicalismo de los artistas modernos vilipendiasen al viejo orden social, promoviendo una nueva generación de <<políticos-artistas>> de izquierdas que contribuyeron a minar a la República de Weimar; mientras la izquierda tildaba de fascista a todo adversario situado a su derecha, subestimando de forma notoria el auténtico fascismo.

Llegados a este punto no se sorprenderán si les digo que la mentalidad apocalíptica desarrollada entre las dos Guerras Mundiales tenía un poso de relativismo moral y cultural muy propio de una guerra civil; donde sobresalían los profetas del fin del mundo en la izquierda. Un ejemplo de ello fueron las palabras del Ministro húngaro Oskar Jaszi, durante la orgía de violencia de Béla Kun en el Budapest soviético: “se ha encendido la chispa del marxismo. De hecho, como todo auténtico movimiento de masas, se inflamó primero con poderes de carácter religioso […] El capitalismo tenía los días contados, la revolución mundial estaba próxima, Lenin no tardaría en unificar las fuerzas obreras de toda Europa en un solo sindicato revolucionario […] En los cerebros de esas personas estaba viva la nueva deidad: la fe en la dialéctica ineludible del llamado desarrollo económico que traerá consigo la caída del malvado capitalismo y, con la inevitabilidad de las leyes de la naturaleza (leyes divinas) dará a la luz la nueva sociedad, soñada por todos los profetas, la tierra de la paz, la igualdad, la hermandad, la sociedad comunista”3 .

En Alemania había una atmósfera secular mesiánica que anhelaba a un caudillo que les guiase en la vieja tradición de Federico Barbarroja o Bismarck. Max Weber indicó la llegada de un futuro Führer durante una charla en una librería de Münich, que formaría parte de <<la política como vocación>>, de la que Karl Löwith escuchó y comprendió en su condición de alumno que: “al final de las conferencias, Max Weber había profetizado lo que pronto sucedería: que aquellos que no eran capaces de soportar la dura suerte de los tiempos volverían a arrojarse en brazos de las viejas iglesias y que los <<políticos de convicción>> que se embriagaban con la revolución en 1919, se convertirían en víctimas de la reacción, cuya irrupción preveía en un plazo de diez años […] era absurdo esperar que los profetas nos contasen lo que debíamos hacer a nuestro mundo desencantado. Weber extraía su lección de esto: deberíamos ponernos a trabajar y abordar <<las exigencias del día>>; esto es claro y simple>>”4 . Pero los jóvenes germanos no siguieron el camino de prudencia que les mostraba Weber y prefirieron soslayar los partidos tradicionales para abandonarse a órdenes y sectas, cultos extraños y partidos políticos que preconizaban la obediencia absoluta. No olvidemos que la crisis económica que deprimió a Alemania desde 1919 a 1933 provocó el fenómeno de los <<profetas>> itinerantes, que deambulaban por todo el país descalzos, melenudos y barbudos cobrando dinero por profetizar el fin del mundo, pedir la renovación moral y la creación de un nuevo tipo de hombre para que desarrollase una nueva sociedad. Dichas profecías era un síntoma peligroso de la condición espiritual que vivía el pueblo alemán. Como dijo Hamlet, ¡El tiempo está dislocado! Y la crisis postbélica llenó Alemania de cientos de miles de vagabundos que en su mayoría propugnaban la desnudez y las relaciones sexuales de corte informal5; a la par que, volvía a unir religión y política, en el plano político generalmente de la izquierda –anarquistas, comunistas, socialistas o nacionalistas- que fue muy bien visto por un clero protestante que admira el entusiasmo de sus seguidores, tanto como por la vanguardia artística de Dada y de la Bauhaus que aprobaban los happenings provocadores. Ahora bien, con el fracaso revolucionario de 1918-1919 la mayoría de los profetas reorientaron sus entusiasmos hacia la conciencia y el desarrollo personal. Pero lo privado y lo personal pronto entró en política con el discurso hitleriano de revolución político-moral.

En 1924 se publicó Religiones ocultas <<Verkappte Religionen>> de Christoph Bry que el profesor Burleigh tilda, cómo uno de los libros más notables y menos conocidos del siglo XX, donde se opuso a la visión del <<hombre nuevo>> por ser un suicidio espiritual disfrazado de una reforma del estado de vida. Bry estudió todas las explicaciones totales del mundo, fuesen políticas –comunismo y fascismo-, pseudorreligiosas –psicoanálisis freudiano y la antropología de Rudolf Steiner- o de estilos de vida alternativos que fomentaban la abstinencia alcohólica, el vegetarismo, el yoga, la homosexualidad y el feminismo. Para Bry había  sido un éxito que Marx transformase “los entusiasmos utópicos incipientes del socialismo inicial en una <<religión oculta>> apoyada por lo que pasaba por <<ciencia>> pero era una forma de profecía que incluía su propio pueblo elegido: el proletario industrial”6 . Pero frente al crecimiento <<elefantiásico>> de las religiones ocultas, Bry terminó pensando como James Joyce cuando en Retrato de un artista adolescente el héroe católico dijo: <<¿Qué clase de liberación sería esa de renunciar a un absurdo que es lógico y coherente para abrazar otro que es ilógico e incoherente?>>.

Por otra parte, desde la década de 1920, Inglaterra vivió un notable florecimiento del trabajo social religioso cuyo propulsor más destacado fue William Temple –obispo de Manchester y York que llegó a ser arzobispo de Canterbury como su padre- que cuando el Partido Laborista llegó al poder por primera vez en 1924 él organizó la Conferencia sobre Ciudadanía, Economía y Política Cristiana –COPEC- bajo la creencia de que el cristianismo debería estar en el corazón de la nación, junto a la idea de que se debía impulsar un programa social reformista y radical. Es más, la COPEC estuvo precedida de un ingente trabajo de preparación por parte de expertos sobre industria, propiedad, delincuencia, ciudadanía y política. La COPEC convocó <<a todos los cristianos a hacer cuanto pudiesen para hallar y aplicar un remedio al paro recurrente, a presionar con vigor para que se pusiesen en marcha planes eficaces de construcción de viviendas por iniciativa del Gobierno central o de la administración local, sobre todo para los adolescentes en paro, cuya situación quizá sea la más lamentable de todas las deplorables características actuales de nuestra vida social […] instamos a que no se eleve de inmediato la edad para finalizar la escuela a los dieciséis años y que se reduzca con la máxima rapidez el tamaño de las clases>>. Recordemos que muchas de esas ideas, devenidas del espíritu de la Unión Social Cristiana del periodo de entreguerras mundiales, fructificaron en el Estado de Bienestar que se instauró en Europa tras 1945; aunque inicialmente se tildaron de inoportunas en Inglaterra.

Sólo con el notable florecimiento de la política católica en Europa tras la II Guerra Mundial, se volvió a presentar una <<Tercera vía>> entre socialismo marxista  -en su versión totalitaria y democrática- y el individualismo atomizante del capitalismo liberal, gracias a su preocupación por las injusticias sociales del liberalismo tanto como por su hostilidad al poder del Estado y a la despersonalización de la burocracia; a través de vehículos como Acción Católica para alcanzar los objetivos espirituales que no abordaban los partidos políticos. Bien es cierto, que se desarrollaron partidos católicos como el belga, el Partido Popular italiano o el Partido del Centro alemán para defender los intereses católicos en la nueva era de masas y Regímenes parlamentarios; pero que se desintegrarían en medio de las tensiones totalitarias que azotaron toda Europa. En este sentido, los votantes italianos del Partido Popular se pasaron al Partido Fascista y el Partido del Centro alemán dio su apoyo para que Hitler alcanzase el poder. Esto confirmó la relación de los movimientos Totalitarios con las Iglesias, como ya había ocurrido con los bolcheviques en Rusia, el primero de los hermanos ilegítimos de la religión que al tomar el poder dejó bien patente los horrores de la racionalidad aplicada.

El filósofo británico Bertrand Russell, como miembro de una delegación del Partido Laborista, estuvo cinco semanas de 1920 en la Rusia bolchevique con las que comprendió, que todo lo valorable de la vida humana se estaba destruyendo para implantar una filosofía simplista e intolerante que impondría una miseria inaudita a muchos millones de seres humanos, como afirmó en su obra Teoría y práctica del bolchevismo. Para entender este hecho Russell estudió los guardianes de Platón, los puritanos de Cromwell, el Directorio francés y la analogía de Alexis de Tocqueville sobre los seguidores de Mahoma; hasta que dio con el Sermón de la Montaña. “Las esperanzas que inspira el comunismo son en general tan admirables como las infundidas por el Sermón de la Montaña, pero se sostienen con el mismo fanatismo y es probable que hagan el mismo daño […] La guerra ha dejado en toda Europa un estado de ánimo de desilusión y desesperanza que pide a gritos una nueva religión como única fuerza capaz de dar a los hombres la energía necesaria para vivir vigorosamente. El bolchevismo ha aportado la nueva religión. Promete cosas gloriosas”7 .

El filósofo religioso ruso Semyon Frank, judío de nacimiento que tras abandonar su marxismo juvenil se convirtió al cristianismo ortodoxo, consideraba al dios judío tan alejado del mundo como las imaginaciones utópicas del socialismo; y no dudó en denunciar el encaprichamiento de la intelectualidad rusa con la <<idea>> socialista de forma clarividente: “al sacrificase por esa idea, no vacilan en sacrificar también por ella a otras personas. Sólo ven entre sus contemporáneos a las víctimas del mal del mundo que sueñan con erradicar a los perturbadores de ese mal […] Este sentimiento de odio a los enemigos del pueblo constituye el cimiento psicológico concreto y activo de su existencia. Así, el gran amor a la humanidad del futuro da origen a un gran odio al pueblo. La pasión por entronizar un paraíso terrestre se convierte en pasión por la destrucción” 8. Frank comprendió que los revolucionarios eran realmente <<monjes militantes de la religión nihilista de la satisfacción terrenal>> que rehuían la realidad de este mundo, mediante una fe idolátrica basada en la incredulidad religiosa y en una satisfacción de sus necesidades materiales mediante la fuerza y la guerra. Como es lógico, Semyon Frank no tardó en verse, camino del Gulag en 1922 por denunciar el milenarismo igualitarista de las sectas religiosas europeas del siglo XVII que siempre estuvieron insertadas en la nueva religión bolchevique, que como en la Ilustración francesa, deseaba convertir al hombre en Dios.

Para acabar, la nueva religión aprovechó la gran hambruna de 1921-1922, en gran medida producida por la confiscación de víveres y semillas por parte del Gobierno, para inventariar las propiedades de la Iglesia y prohibir la ayuda de esta a los hambrientos. A la par, Trotski recibió la orden de hinchar una campaña contra la Iglesia y confiscar sus bienes, mientras Lenin presionaba para que se entregasen también los objetos de valor, esenciales para la celebración de la Eucaristía. Pero no debemos olvidar que en los muelles rusos se amontonaba una ayuda extranjera tan ingente, que los rusos no tenían transportes suficientes para poder distribuirla. Eso sí, la confiscación de los bienes eclesiásticos siguió adelante mientras Moscú declinó la oferta del Vaticano de una suma equivalente a los bienes eclesiásticos confiscados9. En 1938 habían perdido la vida ochenta obispos, miles de eclesiásticos estaban encerrados en el campo de trabajo de Solovetski, un antiguo monasterio en una isla del mar Blanco, y la Iglesia era una organización casi clandestina. Los bolcheviques saqueaban las iglesias, hacían un escrutinio científico a los iconos y las reliquias religiosas, abrían los ataúdes y las tumbas eran abiertas para sacar los restos humanos, se  construyeron 44 museos antirreligiosos para el fomento del ateísmo, se convirtieron las iglesias en centros seculares como cines o teatros, se dinamitó a las iglesias más grandes para hacerlas desaparecer y se organizaron contraactividades para hacer olvidar las celebraciones religiosas tradicionales. Estas atrocidades también eran parte del legado de una mitología de izquierda que se remontaba a los jacobinos. Y como ocurrió también en la Francia revolucionaria, Lenin comprobó como el culto utópico del hombre prometeico y sus máquinas, de los trenes rápidos, los tractores y la electricidad, no tenía potencial para enfrentarse a un Dios único; aunque el comunismo le elevase a la condición de Caudillo elegido por la gracia de Dios, hasta el punto de momificarlo tras su muerte y exponerlo públicamente como el <<san Vladimiro de la Revolución de Octubre>>, como dijo Robert Service.

Por su parte, el marxista Benito Mussolini llegó a ser una estrella en ascenso en el ala izquierda revolucionaria del Partido Socialista Italiano, a la par que fue nombrado en 1922 director del Avanti, el principal periódico del socialismo trasalpino. Mussolini era hijo de un herrero anarquista y una maestra piadosa que ejercía de periodista y hablaba con fluidez alemán y francés, y algo de inglés; muy aficionado al darwinismo social –Nietzsche y Georges Sorel- comenzó a disentir del marxismo porque no veía como conciliar el Hombre Nuevo –superior- con el igualitarismo social, las masas y la falta de elemento moral del hombre. Así, fundaría el periódico Popolo d´ Italia que tras regresar del servicio bélico, transformó en un opúsculo político denominado Fasci di Combattimento para reunir a la élite –creada por la Guerra-, que debía regenerar la humanidad bajo una concepción semirreligiosa de la política. Recuerde usted, que la Gran Guerra destruyó el mito de la solidaridad proletaria internacional, creando las condiciones afectivas para el desarrollo del <<credo>> fascista elaborado con la experiencia de la <<trincherocracia>>, donde la sagrada pandilla vivía y moría junta. Esta vocación miliciana pronto se orientó hacia las acciones de terror a la izquierda internacionalista, en las provincias <<rojas>> como el valle del Po o la Italia Central. Así el fascismo afirmaba representar al Partido del Orden, mientras los Partidos Liberales en quiebra, se difuminaban ante un movimiento socialista dividido. Dicha estrategia pronto sería utilizada por Hitler en Alemania. En este contexto, no les extrañará si les recuerdo que en 1921, 35 fascistas penetraron en el Parlamento “como miembros de una <<coalición nacional>> presidida por el veterano estadista liberal Giolitti, que imaginaba que podría asimilar al fascismo. Mediante acuerdos y clientelismo. Predijo así confiadamente: <<Veréis. Los candidatos fascistas serán como fuegos artificiales. Harán un montón de ruido, pero no dejarán nada más que humos>>”10 . Pero Giolitti no comprendía que el fascismo no era más que una forma de continuar la guerra y de transformar sus valores en una religión civil bajo la bandera del patriotismo común, que buscaba trascender los estrechos horizontes de la política convencional de clases. El fascismo era una <<antipolítica>> que lo abarcaba todo bajo potentes mitos de veneración cuasireligiosa que promocionaban una jerarquía militarizada, la abolición de las distinciones entre lo privado y lo público y el uso del carnet del Partido como clave de ascenso en todos los ámbitos de la vida. El fascismo era una forma de culto al Estado o <<estadolatría>> como lo calificó Luigi Sturzo donde los enemigos, reales o imaginarios, eran objeto del control y la violencia del Partido. Recordemos que su argumentario político afirmaba aquello de: <<El puño es la síntesis de nuestra teoría>>. Es decir, la razón era sustituida por la violencia en pro de una Revolución antropológica para desarrollar un hombre nuevo y un corporativismo económico, que superficialmente sintetizaba con el catolicismo social.

En 1926 el nuevo Régimen de Mussolini introdujo un nuevo calendario, donde se proclamaba el octubre de 1922 como el advenimiento del <<Año I>>, en una evocación evidente de sus antepasados jacobinos11; pero con la variante de que el Partido decidió celebrar la Conciliación con la Iglesia, olvidando su tosco anticlericalismo, para asentar su Régimen ante la amenaza roja. Es más, el propio Mussolini afirmó en 1932: “<<El fascismo es una concepción religiosa en la que el hombre establece una relación inmanente con una ley superior y con una Voluntad objetiva que transciende al individuo particular y la eleva a la pertenencia consciente a una sociedad espiritual>>”12 . En esta línea, evitaron la desmesura jacobina y bolchevique de crear un “Dios” propio, o la de erradicar la idea de Dios de la mente y los corazones del pueblo llano; aunque sí siguieron la tradición jacobina y bolchevique de endiosar al <<César>> como también lo haría el nacional-socialismo alemán. Dicho sistema de alianza práctica con la Iglesia bajo un caudillaje político, también llegó a España con el Régimen autoritario, que no fascista, de Franco al que Mussolini apoyó desde la sublevación militar a la que se unió, en 1936.

Pero no debemos olvidar, que la amenaza del bloque de izquierdas radicales –republicanos y socialistas- llevó a Gobiernos liberales como el italiano de 1909 a buscar la alianza con la Iglesia católica, que propició que los liberales introdujesen el sufragio universal en 1912 con el llamado Pacto Gentiloni. Ahora bien, el ambiente anterior a la I Guerra Mundial hizo, que las masas católicas se dividiesen entre cristianos demócratas socialistas, conservadores y nacionalistas, llevando al Vaticano hacia una posición de neutralidad, porque Benedicto XV temía que un conflicto tan terrible desarrollase una vasta Revolución social. Y en este contexto de apoyo católico a la Guerra, la Iglesia se vio abocada a participar directamente en política mediante, la creación del nuevo Partido Popolare Italiano –PPI- creado en 1919 bajo la dirección del sacerdote siciliano Luigi Sturzo, que obtendría el 20 por ciento de los votos en ese mismo año –un quinto de los escaños- que le permitió entrar en la coalición de Gobierno, que  estableció el Partido Socialista de 1919 a 1922, al negarse este a colaborar con los partidos <<burgueses>>. Pero la quiebra moral del Estado italiano no podía impedir que grandes zonas de Italia fuesen dominadas por las bandas fascistas. Además el PPI tenía un ala derecha bajo la figura de Stefano Cavazzoni, el padre Gemelli y el Conde Groscoli que no tardaron en introducirse en el Partido Fascista. En esta sitiuación Luigi Sturzo se vio obligado a emigrar a Londres, De Gasperi tuvo que tomar el mando de lo que quedó del PPI que fueron los que boicotearon la Cámara parlamentaria controlada por los fascistas como protesta por el asesinato de Matteotti, dirigente socialista, hasta que fueron expulsados  y De Gasperi tuvo que pasar al exilio interno. Así, la Iglesia no tuvo más camino, que firmar los Tratados de Letrán y el Concordato de 1929 con Mussolini; y con estos acuerdos se reintrodujeron los crucifijos en las aulas, se permitió la Semana Santa, se devolvieron las propiedades confiscadas a la Iglesia, se ilegalizó la masonería, se prohibido el aborto y los concursos de belleza, se permitió el trabajo de Acción Católica y se concedió la soberanía de la ciudad del Vaticano sobre un territorio de 44 hectáreas.

Por otro lado, no podemos dejar de reseñar que el Vaticano utilizó sus míticas riquezas durante la I Guerra Mundial, para repatriar a los prisioneros de guerra y socorrer a los refugiados civiles por orden de Benedicto XV, mientras que Pío XI no dudó en agotar las arcas vaticanas para ayudar a las masas arruinadas por la inflación en la Alemania de Weimar, tanto como a las masas hambrientas de la Unión Soviética. Y como afirma el profesor Burleigh “sólo la generosidad y el talento financiero de católicos norteamericanos, que aportaron más de la mitad de los ingresos del papado en la década de 1920, impidieron la ruina económica” 13.

En 1936, un académico orientalista de la Academia de Ciencias Soviéticas llamado Krachkovski afirmó “que el presidente será Stalin, que se convertiría de ese modo en José Primero, el nuevo emperador de todos los rusos… El comunismo se está convirtiendo en la religión nacional de Rusia, lo mismo que el fascismo se está convirtiendo en la religión nacional de Alemania y de Italia y el kemalismo en la religión nacional de Turquía. En todos estos movimientos es característico el odio a las religiones preexistentes (ortodoxia, catolicismo, luteranismo, islam), por una parte, y el culto al vozhd, por otra. Porque cuando se llama públicamente a Stalin padre y vozhd de los pueblos, entonces queda eliminada la última línea que les separa del Führer Hitler” 14. De esta forma, debemos volver a incidir en que los partidos totalitarios se reproducían como una evolución sectaria y maniquea de la Iglesia oficial, dividiendo al mundo en bien y mal, nuevo y viejo, luz y oscuridad, para poder demonizar a sus enemigos, especialmente a los <<herejes>> dentro de su propio partido. Por ende, no es de extrañar que muchos expertos contemporáneos intentasen desarrollar similitudes entre los bolcheviques y las comunidades religiosas como la Compañía de Jesús. En este sentido, René Fülop-Miller afirmó que <<el bolchevismo es, por tanto, el resultado de la transferencia de las máximas jesuitas a las tácticas revolucionarias; su espíritu es el mismo que el de la ecclesia militans de Ignacio de Loyola […] el hombre, por tanto, para que sea feliz en el sentido bolchevique, debe obedecer no la verdad interior de la conciencia, sino las órdenes de una serie de autoridades que, por ser más inteligentes, se proclaman capaces de sopesar sobriamente qué es lo mejor y lo más útil para la comunidad>>15. Acordémonos, que uno de los primeros en destacar las características sectarias de la intelectualidad revolucionaria rusa, fue Semyon Frank; pues estos <<monjes-revolucionarios>> practicaban la autodisciplina ascética y proclamaban las doctrinas infalibles de la salvación mientras perseguían con odio, saña e intolerancia a todos los incrédulos. Que Max Weber destacó que un estrato de intelectuales rusos desclasados estaban profesando <<una veneración casi supersticiosa de la ciencia como creadora o profeta de la revolución social, pacífica o violenta, para la salvación del dominio de clase>>16. Y que Lenin pensando que la clase trabajadora sólo podía tener conciencia sindical, necesitaba someterse bajo la tutela de un partido misionero-marxista.

La secta practicaba hacia el mundo exterior la conspiración, la amoralidad y el engaño mientras que para sí misma exigía la transparencia de una prisión panóptica, con todos los miembros expuestos al escrutinio colectivo de su alma revolucionaria mediante prácticas de confesión, purificación y purga. El bolchevismo reprodujo ostensiblemente el poder del dualismo tradicional Iglesia y Estado, pero el desarrollo de la nomenclatura –estructura del Partido paralela e infiltrada en el Estado- instauró en Rusia, como afirmaba Kotkin, <<una especie de teocracia>>, donde el Estado era el responsable de la administración técnica y el Partido de la orientación global hacia la edificación de una sociedad socialista y la ortodoxia ideológica. Así, la secta mutó hasta convertirse en una iglesia hierocrática donde ni los pensamientos quedaban fuera del alcance del Partido. Las reuniones del Partido eran servicios muy ritualizados, celebrados bajo la mirada de los iconos de Marx, Engels, Lenin y Stalin –o los sustitutos locales- y repletos de banderas y demás parafernalia para desarrollar unas reuniones que eran unas extravagantes profesiones de lealtad y de fe. Y para los casos de aparición de cualquier rumor crítico contra la dirección, por haber provocado desbarajustes sociales por la industrialización intensiva y la colectivización forzosa, se practicaban las purgas, como rituales de degradación pública, en una coyuntura en la que sus posiciones internacionales -<<socialfascistas>>- parecían perversas. La Inquisición medieval guardaba cierto parecido con el modus operandi del Partido Comunista; con la única diferencia, de que la Inquisición tenía la tortura como parte integrante, reconocida y legal, de sus actividades, y sólo los herejes que no se arrepentían eran ceremonialmente quemados. Los soviéticos jamás reconocieron públicamente el uso de la tortura y la confesión sólo te otorgaba una muerte rápida o la desaparición en los campos de concentración. Es más, en el universo soviético la confesión era el aporte de la sustancia necesaria para alimentar la quimera de las conspiraciones ramificadas, que permitía la teatralización de la existencia del mal contra el cual la NKVD está desarrollando una lucha buena, tanto como, la depuración de los cuadros dentro de la propia cultura sectaria del Partido.

Por otra parte, desde que en 1917 Lenin pidió una <<guerra a muerte contra los ricos, los ociosos y los parásitos>> en la Unión Soviética se demonizó al <<enemigo de clase>> como perversos insectos, bichos o instrumentos de <<demonios>> extranjeros como el Tío Sam. No olvidemos que la representación del enemigo como ratas, perros, cerdos serpientes… era una forma de deshumanizar a las personas de forma que fuese más fácil privarlo de sus derechos, encarcelarles y eliminarles físicamente. Esto es algo en lo que los bolcheviques y los nacionalsocialistas fueron implacables. La sociedad perfecta, que deseaban los bolcheviques debía alcanzarse erradicando a cualquier cosa o persona que supusiese un obstáculo para alcanzar la <<nueva sociedad>> y el <<hombre nuevo>>. Recuerde usted la admiración de Lenin por el tratado utópico de Tommaso Campanella, La ciudad del sol, donde la familia, el dinero y la propiedad privada eran abolidos, la reproducción se controlaba por la intervención eugenésica, la gente se criaba en dormitorios comunales, todos vestían ropa blanca, la virtud más elevada era la laboriosidad, la sociedad solar era jerárquica y autoritaria… Pero, lo que más impactó a Lenin fue la comunicación de la ideología de Campanella a través de las imágenes; así Lenin comenzó a destruir todo resto del zarismo y comenzó a llenar toda Rusia de placas, imágenes y monumentos de personajes revolucionarios rusos y europeos como Espartaco, Bruto, Babeuf, Blanqui, Danton, Marat, Chernishevski, Lavrov, Marx, Engels, Liebknecht y Rosa de Luxemburgo. Los sueños bolcheviques residían en la creación de un nuevo tipo de hombre medio que se elevaría al nivel de Aristóteles, Goethe y Marx, gracias a la penetración del Partido en la escuela y en la familia para que todos los ciudadanos fuesen reeducados en la <<nueva moralidad>>. Y para la vasta sustitución del <<viejo>> yo por la <<nueva>> personalidad colectiva, los soviéticos se inspiraron, como no, en los Ejercicios de San Ignacio de Loyola. Pero el nuevo hombre comunista tenía una moralidad y una sensibilidad tan terrorífica como la que demostró Stepan Podlubnyi –criado en el movimiento juvenil Komsomol tras la deskulakización de su familia ucraniana- cuando respondió a su madre sobre el hambre que asolaba su Ucrania natal: “la mitad de la gente ha muerto de hambre […] Hay muchos casos de canibalismo […] No se por qué no siento ninguna lástima por esto. Tiene que ser así, porque luego será más fácil rehacer la psicología de pequeño propietario de los campesinos; convirtiéndola en la psicología proletaria que necesitamos. Y a los que mueren de hambre, hay que dejarlos morir […] ¿qué pueden aportar ellos a la sociedad” 17.

En este sentido, Goebbels escribió en su novela semiautobiográfica Michael que <<es casi intrascendente en qué creemos, mientras creamos en algo>>. Así, de las virtudes cristianas –fe, esperanza y caridad-, para este católico no practicante, sólo la fe era de absoluta importancia; es más, para Hitler, también católico no practicante, el pueblo necesitaba una fe común –religiosa o no- y el truco radicaba en cómo activarla mediante un credo político persuasivo, que actuase como una cerilla en un montón de paja seca. Deseaba un fuego de <<fe ciega>> y <<fanáticamente religioso>> para imponer su credo político sin permitir, como los comunistas, ninguna discrepancia ni oposición. Otro católico no practicante dentro del universo nacional-socialista fue Artur Dinter cuya novela, Pecado contra la sangre de 1918, propugnaba que se privase a los judíos, y al fruto de los matrimonios entre judíos y alemanes, de su ciudadanía tanto como que se prohibiese que los judíos poseyesen tierras.

Para Hitler, que creía que tenía una relación especial con Dios, la estructura del credo nazi era una especie de soteriología –una historia redentora de liberación y de sufrimiento, un viaje sentimental de la desdicha hacia la gloria y una mística de unión de las almas a través de la sangre, que conducía de la división a la unidad– propia de una nación que no se había unificado políticamente hasta finales del siglo XIX. Y que tras la I Guerra Mundial había quedado de nuevo dividida por conflictos, políticos, culturales y confesionales. Y en este contexto se inserta la creencia de que Dios había elegido a la <<raza ariogermánica>> para desarrollar sus planes divinos, algo que sintonizaba plenamente con la vieja creencia protestante en la <<elección>> divina de la nación alemana y de los órdenes de la creación>> predicados por la teología protestante. Y precisamente en esos <<órdenes de la creación>> que más tarde se ampliaron a la familia, el Estado y la nación, se insertó la eugenesia mucho antes de que los nazis elaboraran sus leyes de esterilización y se desarrolló la santificación de colectividades terrenales que condujo inevitablemente a la desantificación de la vida humana individual. Dicho de otro modo, la <<regresión al humanitarismo universal>> que tanto utiliza el antisemitismo de izquierdas.

En este sentido, no se asombren si les digo, que la santificación de colectividades terrenales también condujo a la protección de las fuerzas del Volk –pueblo- como explicó el científico protestante Bernhard Bavinck, para el cual la colectividad racial o de la nación tenía un derecho superior al del mero individuo en pro de una nueva <<ética orgánica>>. De aquí que para proteger la creación divina de la obra de Dios se tomasen medidas eugenésicas para erradicar los pecados del alcoholismo o de las enfermedades sexuales provocadas por los individuos. No olvidemos, que para Hitler, el ario era <<el fundador de toda la humanidad superior>>, el prometeo de la humanidad y el prototipo de lo que se debía de entender por <<hombre>>: era símbolo del idealismo que propugnaba la abnegación y la cohesión social por las que Alemania suspiraba; y su antónimo era el judío -<<el Anticristo de la historia del mundo>> como decía Goebbels- que era el símbolo del materialismo anti-idealista; el egoísmo y del individualismo.

Teniendo bien presente todo esto comprenderos, que el nacional-socialismo intentó desarrollar el <<verdadero cristianismo>> a través de sus doctrinas socioeconómicas, de trascender la división confesional entre católicos y protestantes, de establecer una Tercera vía entre el capitalismo liberal y el marxismo –ambos de origen judío según ellos- que estableciese <<el socialismo de los hechos>> donde la ética se impondría a la economía, estableciendo una religión política que agrupase a las masas en una formación comunitaria nacional, coreografiadas con desfiles, ritos y rituales18. Las concentraciones nacional-socialistas eran un acto ritual, porque la doctrina  nazi se consideraba una religión, como simbolizaron de forma suprema en los desfiles nocturnos con antorchas –teatralizando la Machtergreifung- y en los desfiles de Nüremberg, donde la razón era sustituida por lo afectivo y lo sensacional propio del irracionalismo nacido de la razón sin frenos. Y la vanguardia megaburocrática de las  SS –mezcla postmoderna de paganismo y cristianismo- fue concebida como un <<orden>> basándose en el modelo de los caballeros teutónicos –caso parecido al de la Cheka soviética- que tuvo como corazón, el castillo de Wewelsburg –cerca de Paderborn- que Himmler denominó como el <<Vaticano negro>> y sede del reducto espiritual para la guerra con <<Asia>> -la URSS-. Es más, la nueva religión nacional-socialista quiso transponerse al cristianismo difuminando sus conmemoraciones y celebraciones con las del calendario cristiano; así, las procesiones del Corpus Christi se convirtieron, en los desfiles por los dieciséis caídos en el fracasado Golpe de estado nazi del 9 de noviembre de 1923 y la navidad, se trocó en la celebración del solsticio de invierno –el Festival de Yule-. Es más, el nacional-socialismo convirtió el Primero de Mayo en el <<Día nacional del Trabajo>> y  derivó el <<Día de la Madre>> hacia el entusiasmo neopagano de los pabellones de maternidad para el desarrollo de la raza aria.

No es de extrañar, visto el panorama, que observadores agudos como Waldemar Gurian, judío asimilado nacido en San Petersburgo, que se convirtió al catolicismo cuando se trasladó a Alemania en 1912, escribiese en su obra Bolchevismo, teoría y práctica, en 1932, que “el ateísmo bolchevique es la expresión de una nueva fe religiosa, la fe del absoluto terrenal que, según creen sus fieles, convierte en algo superfluo, en una alucinación sin contenido, a un Dios creador y sin contenido, a un Dios creador y Señor del mundo y causa final que rige todo lo mundano, en realidad el universo entero […] El nuevo <<Dios>> es la sociedad socialista, el primer principio del comunismo […] La fe en este nuevo <<Dios>> es el poder que condiciona el edifico entero del bolchevismo […] Les permite pasar por alto los fracasos y no admite compromiso alguno en cuestión de principios, sólo espacios de respiro en el combate”19 . Pero esta reflexión sobre el comunismo es válida para las tres religiones totalitarias izquierdistas del siglo XX –comunismo, fascismo y nacional-socialismo-. Es más, tras este libro Gurian tuvo que huir de Alemania, en 1934, y en su exilio suizo publicaría una serie de Cartas alemanas, junto con Otto Knab, que suponen el análisis desde el punto de vista católico de la Alemania nazi.

En esta época, Eric Voegelin publicó su ensayo Las religiones políticas, aunque entonces ya se había ganado el odio de los nacional-socialistas por apoyar el Ständestaat austriaco de Dollfuss como un modelo autoritario de defensa contra las ideologías totalitarias; ya que estos modelos –Dollfuss, Franco y más tarde Pinochet- podían, según Voegelin, evolucionar en una línea más democrática. Voegelin creía que el <<mal>> era un actor palpable del mundo; que las religiones políticas desarrolladas por los totalitarios eran la continuación de las religiones políticas del antiguo Egipto y de las perversiones militaristas, medievales y de la era moderna, del cristianismo; y que estas tentativas temporales y seculares de recrear una comunidad religiosa eran sólo un intento de imponer al hombre una realidad temporal pervertida. Esto es, que la ideología de estas nuevas Iglesias-Partido eran sólo la encarnación de una patética comunidad afectiva sustituta, basada en la quejumbrosa resonancia de la clase, la nación o la raza, donde el atomizado individuo moderno podía reexperimentar al cálido abrazo fraternal del mundo. Eso sí, el nuevo simbolismo positivo de la comunidad político eclesial venía acompañado de un enemigo satánico –la <<antiidea>>- que se oponía a la ideología del <<Bien>>. En este sentido, durante su exilio en Norteamérica Voegelin llegó a la conclusión de que el nazismo era una forma de tribalismo emocional:<<El tribalismo es una respuesta a la inmadurez porque permite al hombre permanecer inmaduro con la sanción del grupo>>. Además, incluyó al marxismo en su análisis de religiones políticas recurriendo concretamente al gnosticismo antiguo y medieval –la creencia en certidumbres ocultas prometidas para los elegidos- para intentar explicar la atroz seguridad de los ideólogos modernos en la búsqueda, de modo similar, de una salvación de la inseguridad existencial de la vida. Estas explicaciones ideológicas de la realidad eran en el fondo una deformación de dicha realidad al limitar la <<explicación>> al mundo temporal. No olvidemos que sin un código moral que emanase de algún Dios trascendente, no quedaba nada que les inhibiese ni les impidiese utilizar cualquier medio para lograr su objetivo, desde la mentira propagandística hasta el asesinato masivo, de poder traer el cielo a la tierra. La verdadera clave de la insana amoralidad que desencadenaron el comunismo y el nacional-socialismo en las sociedades donde impusieron con violencia su irreal sueño ideológico.

Por otra parte, el izquierdista heterodoxo austriaco Franz Borkenau, habitualmente conocido por sus libros sobre la Guerra civil española, cambió su forma de pensar para horror de la izquierda. Borkenau se convirtió en un <<renegado>> al abandonar el departamento de investigación de la Komintern de la Embajada soviética de Berlin tras la subida al poder de Adolf Hitler y tras una vida de exilio –Viena, Londres, París, Panamá, España y Australia- acabó trabajando con los Servicios de Inteligencia anglo-estadounidenses en la campaña de propaganda anti-nazi. Es más, tras la guerra volvió al periodismo en Frankfurt y terminó siendo uno de los primeros intelectuales reclutados para el Congreso por la Libertad Cultural desarrollado por la CIA en Alemania. En este contexto, Borkenau publicaría en 1940, El enemigo totalitario, donde vinculó al marxismo y al nacional-socialismo como una forma que la izquierda consideró herética: <<La esencia de estos credos revolucionarios es la creencia de que ha llegado el día final de salvación, de que el fin del milenio en este mundo está cerca, de que los instrumentos elegidos por Dios deben poner fin a todas las jerarquías y refinamientos de la civilización con el fin de traerlo; y esa felicidad, esa simplicidad y esa virtud completa, pueden lograrse mediante la <<violencia>>. De aquí que pensase que los nacional-socialistas eran <<cristianos negativos>> en un Estado de <<rebelión feroz contra los principios del cristianismo y adoradores por tanto de todo lo que se considera satánico en la tradición cristiana>>. Borkenau llegó a preguntarse <<¿Qué otra cosa era la creencia divina especial del pueblo alemán sino la idea judía del pueblo elegido transferida a Alemania? ¿Y qué era el nazismo sino que los alemanes eran el pueblo elegido por Dios para regir y salvar el mundo bajo la tutela de Hitler, como el profeta elegido por el pueblo elegido?>>.

Finalmente, el tema de las religiones políticas llegó hasta la mente privilegiada del sociólogo conservador liberal galo Raymond Aron, que aprovechó su tiempo en el Ejército francés durante la <<falsa guerra>>20, como Sargento de una unidad meteorológica en la frontera belga, para pensar en por qué Pareto abordaba el socialismo como una especie de religión. Por su condición de judío tuvo que huir a Inglaterra, donde rápidamente se incorporó a los Franceses Libres; y en 1944 publicaron su análisis de <<las religiones seculares>> en La France Libre donde las comprendió como <<doctrinas que, en las almas de nuestros contemporáneos, ocupan el lugar de la fe que ya no existe, situando la salvación de la humanidad en este mundo, en  el futuro más o menos lejano, y en la forma de un orden social aún por inventar>>. No olvidemos que Aron se interesaba mucho por los efectos psicológicos y morales del entusiasmo político: <<Los partidos de todas las religiones harán uso sin escrúpulos de conciencia de cualquier medio, por horrible que sea, ya que nada puede impedir que los medios sean santificados por el fin. Es decir, si entendemos la religión como el establecimiento de los valores más elevados para dirigir la existencia humana, ¿cómo podemos negar que las doctrinas políticas de nuestros días son de un carácter esencialmente religioso?>>. De esta forma Aron comprendió perfectamente que del marxismo confundía deseos y hechos, de ahí que utilizase sus pretensiones de objetividad para ocultar una visión profundamente moralizante del mundo, y lo que realmente era una forma de profecía. Pero en este ambiente surgiría una religión antimarxista y antiinternacionalista basada en una salvación revolucionaria <<desnatada>>, o sólo nacional si lo prefieren, que se denominaría nacional-socialismo.

2. Las relaciones de la Iglesia con los dictadores.

El papel de la Iglesia católica ante la época de los dictadores debe entenderse desde una amplia perspectiva, por ser una institución global en un periodo histórico realmente anómalo, como hizo el novelista católico Graham Greene cuando escribió sobre la persecución religiosa que se desarrolló en México, poco después de la <<guerra religiosa>> de España, y que tituló El poder y la gloria. El conflicto entre la Iglesia y el Estado en México se originó con la Constitución de Querétaro, que habiendo tomado como modelo la separación de Iglesia y Estado de la Francia de 1905 con leyes abiertamente anticlericales**. Pero con la sustitución en la presidencia de México de Álvaro Obregón por Plutarco Elías Calle, de origen libanés, cuyo anticlericalismo visceral se considera producto de su condición de hijo ilegítimo, el enfrentamiento entre Iglesia y Estado se profundizó con el cierre de 73 conventos, 129 colegios religiosos y 92 iglesias a las pocas semanas de llegar al poder; mientras comenzaron a desarrollarse museos del ateísmo, como el que Graham Greene visitó en Chiapas; se prohibió utilizar el <<adiós>>, se prohibió llevar crucifijos, se retiraron las cruces de las tumbas y se hicieron hogueras con santos en  presencia de las Camisas Rojas juveniles de Caníbal. La presión estatal llevó a los católicos hacia una rebelión abierta en los Estados del centro-oeste –Jalisco, Zacatecas, Colima, Michoacán y Guanajuato- bajo el grito de <<Viva Cristo Rey>>*** y la dirección del General Enrique Gorostieta, curiosamente un agnóstico, masón y liberal, que eso sí no era su caudillo. Estos cristeros mantuvieron durante tres años una guerra de guerrillas, con la que acorralaron a las modernizadas tropas gubernamentales en sus enclaves urbanos, derrotándolas incluso en campo abierto, en la que murieron unas 70.000 personas y noventa sacerdotes fueron asesinados por su cargo****. El Vaticano, Chile, Perú y Brasil criticaron abiertamente al Gobierno de Calles, mientras los Gobiernos europeos mantuvieron silencio para no poner en peligro sus inversiones en México. Ejemplo de ello fue la fría respuesta del Ministerio de Asuntos Exteriores británico a la situación de los católicos en México, ya que Calles se había preocupado de que los credos protestantes no fueran objeto de sus acciones anticlericales. Eso sí, los Estados Unidos no dudaron en apoyar al Vaticano para rebajar las agresiones del Gobierno de Calles. Y fue realmente el buen hacer mediador del Embajador estadounidense Dwight Morrow el que permitió que se reanudasen los cultos religiosos, el derecho a recibir instrucción religiosa al menos en las iglesias y el derecho de los clérigos a solicitar la reforma o la derogación de cualquier ley como ciudadanos rehabilitados, cuando Calles fue sustituido de nuevo por Obregón.

Mientras tanto el ex –presidente Calles viajó por toda Europa convirtiéndose en un ferviente admirador de Hiltler hasta que el Presidente Cárdenas lo detuvo y expulsó a los Estados Unidos. Tras cinco años de destierro pudo volver a México. Por su parte, Graham Greene viajó a España, escenario de las peores violencias anticlericales tras la Rusia bolchevique y el México revolucionario, donde sus simpatías por la izquierda católica le llevaron a congeniar con los vascos españoles, cuando el General Mola rodeó Bilbao durante la Guerra civil española. Pero Greene esta vez parece que no tuvo en cuenta que la II República española permitió, que la turba revolucionaria saqueara y quemara, más de cien propiedades eclesiásticas en Madrid en 1931 afirmando, incluido algunos Ministros católicos, que “todos los conventos de Madrid no valen la vida de un republicano”21. Ni que sus vascos españoles, eran un grupo político ultraconservador y ultracatólico, aliado de las fuerzas republicanas de izquierdas con el fin de obtener la independencia de España. No olvidemos que, el Frente Popular en el que se unieron todas las izquierdas españolas, por obra y gracia de la Internacional Comunista dirigida desde Moscú, convirtió el primer experimento democrático de España en un Gobierno anticlerical y revolucionario, que en la Constitución de 1931 excluyó a la Iglesia de la educación, limitó sus derechos de propiedad e inversiones, prohibió a los jesuitas, legalizaron el divorcio y el matrimonio civil, obligaron a pedir un permiso oficial para cualquier celebración religiosa, nacionalizó las propiedades de la Iglesia en una ley suplementaria de 1933, secularizó los cementerios, gravó al clero con impuestos, tomó medidas contra las obras de beneficencia de la Iglesia católica… Así convirtieron a España en uno de los lados del terrible triángulo, junto a Rusia y México, cuyo objetivo era erradicar la religión; y el dirigente socialista español Manuel Azaña pudo aclarar que las leyes de 1931 habían hecho que España hubiese dejado de ser católica. En estas circunstancias no se sorprenderán si les digo, que la opinión católica abrumadoramente se alineó con el conservadurismo español, que con estas leyes anticlericales y su programa político revolucionario, consiguió que en 1933 Gil Robles uniese a unos cuarenta grupos derechistas en la denominada, Confederación Española de Derechas Autónomas, -CEDA- que también atrajo mayoritariamente el voto de la mujer, que permitiría en el periodo que estuvieron en el poder durante la II República22.

Un claro indicio de la verdadera concepción revolucionaria marxista, de las izquierdas españolas en la II República, puede observarse en que cuando la CEDA ganó las elecciones de 1933, lo consideraron un Golpe de estado del <<clerical-fascismo>> y promocionaron levantamientos independentistas y obreros en Asturias y Cataluña. En este contexto, las elecciones de febrero de 1936 le concedió una mayoría relativa al Frente Popular que se negó a participar en un Gobierno <<burgués>> que tras el asesinato político de Gil Robles, jefe de la CEDA, hizo estallar un Golpe de estado militar que derivó en una Guerra civil que duró de 1936 a 1939. La izquierda revolucionaria española –comunistas, anarquistas, socialistas…- contestaron desarrollando “el mayor ejemplo de violencia anticlerical de la historia moderna”23 a manos de delincuentes y presos políticos amnistiados por la II República. Para que se hagan una idea, entre julio y diciembre de 1936 los republicanos asesinaron a casi siete mil eclesiásticos, 4.000 de ellos fueron párrocos diocesanos, 2.365 hombres del clero regular, 283 monjas y 13 obispos. Estas cifras*, como señala el profesor Burleigh, llegaron a eclipsar a las atrocidades anticlericales de los jacobinos. Y no olviden que el clero no colaboró en el levantamiento militar español. Un icono de esta violencia anticlerical, por derecho propio, es la foto de los milicianos republicanos fusilando la imagen del Sagrado Corazón de Jesús del Cerro de los Ángeles**, cerca de Madrid. En Barcelona, Lérida y Tarragona fue donde se asesinó al mayor número de eclesiásticos, casi el 88 por ciento del clero diocesano en Barcelona y un 66 por ciento en las otras dos. Y en el resto de España,  cientos de iglesias fueron incendiadas, se destruyó su iconoclasia y se profanaron sus tumbas –sacando los cadáveres a las calles para que fuesen objetos de todo tipo de obscenidades innombrables- como registró el corresponsal británico del Daily Telegraph republicano Cedric Salter o el propio Franz Borkenau que todavía era miembro de la Komintern. Eran autos de fe donde los revolucionarios quemaban y destruían los anacronismos obstaculizadores y agobiantes que detenían el progreso de la civilización que tanto ansiaban. Es decir, su sueño utópico de traer el cielo a la tierra con los dolores propios del parto de la historia. La clave de bóveda del pensamiento marxista. También es cierto que los sublevados por su situación de inferioridad avanzaban rápidamente casi sin hacer prisioneros entre las tropas republicanas, cosa común en ambos bandos, tanto como que la cúpula militar del Golpe no era muy religiosa. El General Cabanellas era incluso un masón liberal de corte moderado, Franco sólo dio muestras de fervor católico tras su matrimonio con Carmen Polo y el General Mola se acordó de la religión cuando comenzó a dar discursos radiofónicos para alentar el levantamiento popular.

Tampoco debemos olvidar que el Vaticano siguió reconociendo a la II República, e incluso llegó a no otorgar acreditación a los enviados de los nacionales, durante el levantamiento, aunque Pío XI deplorase públicamente, el eje del mal que se extendía desde Rusia, España y México, o el Cardenal Gomá denunciase la existencia de una conspiración de la Komintern para hacer de España una República comunista. Es más, el Cardenal Gomá dejó bien claro que apoyaba la rebelión, recurriendo a la teología de Tomas de Aquino, a pesar de que a veces incurría en <<excesos>>, para que se acabase con las espeluznantes atrocidades republicanas y siempre que sus intenciones fueran, restaurar la tradición sin inclinarse a <<ideologías extranjeras>> que les apoyaban. La izquierda nacionalista –fascista y nacional-socialista- que convirtieron la Guerra civil española en una confrontación fraticida, entre las tres versiones socialistas totalitarias que buscando el dominio de Europa; terminaron provocando la II Guerra Mundial.

En 1938 el bando sublevado derogó la legislación anticlerical del Gobierno republicano, lo que hizo que el Vaticano se fuese inclinando por los militares españoles que luchaban bajo la idea de una <<guerra santa>> o <<cruzada>>. En este contexto, Portugal, nuestro país hermano, tuvo un nuevo Régimen republicano desde 1911 que no tardó en introducir algunas leyes anticlericales, al nacionalizar las propiedades de la Iglesia, en abolir la famosa facultad de teología de la Universidad de Coimbra, se expulsó a los jesuitas, se introdujo el divorcio y el matrimonio civil, se prohibió la enseñanza religiosa en todos los colegios, se anuló el voto a las mujeres para destruir la base electoral católica, se rompierón las relaciones diplomáticas con Roma en 1913… Pero las medidas laicistas de corte francés que intentaron imponer una minoría radicalizada, provocó la reacción entre los estudiantes devotamente católicos del norte, especialmente en Coimbra, de donde surgieron Manuel Gonçalves Cerejeira y Antonio de Oliveira Salazar que desde el Centro Académico de la Democracia Cristiana, avanzaron hasta crear el partido del Centro Católico Portugués que junto a las tribulaciones de la Primera Guerra Mundial, provocó que la República restaurase las relaciones diplomáticas con el Vaticano.

Salazar era un profesor universitario de economía que, veía la democracia como <<un fenómeno irreversible>> pero la inmensa corrupción de la República, hizo que el mismo día que fue elegido parlamentario en 1921 dimitiese por la repugnancia que le provocó acudir a la sesión de investidura del Parlamento. Es más, de 1911 a 1926, Portugal vivió ocho Presidentes, 44 Gobiernos y 20 intentos de Golpe de estado hasta que en 1926, el General Manuel de Oliveira Gomes de Costa disolvió la republica parlamentaria. La nueva dictadura mantuvo la separación Iglesia-Estado, desmovilizó a la opinión pública mediante la creación de un partido único –Unión Nacional- y la Iglesia tuvo que centrarse en el trabajo de Acción Católica para reconquistar a la sociedad portuguesa. Pero la austeridad de las medidas económicas del profesor Salazar hizo que los portugueses cifraran sus esperanzas en las camisas azules nacionalsindicalistas –un movimiento fascista- que Salazar disolvería en 1934, tras atraerse a los miembros más oportunistas. En este sentido el profesor Salazar acertó de pleno cuando se preguntó sobre el Estado totalitario: <<¿No podría traer eso un absolutismo peor que el que precedido a los regímenes liberales?. Así comprendió perfectamente, que un Estado como ese, sería esencialmente pagano, incompatible por su naturaleza con el carácter de la civilización cristiana y produciría, tarde o temprano,  la Revolución. Y con toda la razón del mundo el tranquilo profesor de economía veía muy pocas diferencias entre comunistas, fascistas y nacional-socialistas, todos los cuales estaban entregados a un ideal totalitario. No debemos obviar que el Régimen portugués no tenía ambiciones imperiales, –ya era el cuarto Imperio del mundo en extensión- y no sólo no aceptó el antisemitismo nacional-socialista, sino que dio la bienvenida a los refugiados políticos que huían de la opresión. La razón era que el Régimen de Salazar no buscaba implantar un <<Hombre Nuevo>>, sino asentar e intensificar los valores católicos conservadores y mantener una economía equilibrada y contraria a la modernización. Todo ello lo mantuvo tranquilamente en el poder hasta 1968.

Junto a Portugal, la Iglesia católica bendijo al Estado austriaco de Engelbert Dollfuss que volvió a equilibrar su país, tras el terremoto de la I República austriaca, bajo el poder del socialismo ateo en conciliación con la Liga Agraria y los pangermanistas donde resaltó la <<Viena Roja>>. Dollfuss tuvo que reprimir las organizaciones políticas nacional-socialistas y marxistas, junto a sus peligrosísimas formaciones paramilitares, creando un nuevo <<Frente de la patria>> para atraer a toda la derecha como hicieron Primo de Rivera en España, Pilsudski en Polonia o Salazar en Portugal, entre la década de 1920 y 1930. Así añadió la alternativa corporativa social-católica que había esbozado Pío XI a la encíclica de 1931, Quadragesimo Anno ante el capitalismo darwiniano y el socialismo marxista. Pero el terrorismo nacional-socialista alentado desde Alemania terminó con la vida del Canciller el 25 de julio de 1934. El camino a la anexión de Austria estaba abierto para Hitler. Inmediatamente Salazar aplastó con discreción a los nacional-sindicalistas en Portugal. Irlanda siguió el ejemplo de Dollfuss y desarrolló un programa de reforma política y económica basada en los mismos principios católicos, aunque la Iglesia tuvo que condenar la violencia del IRA. El Sinn Fein se escindió y el grupo mayoritario se adhirió al nuevo presidente Eamon de Valera, un devoto y austero político que siguiendo el ejemplo de Salazar intentó mantener a raya el mundo moderno, celebrando el catolicismo nacional y las virtudes de la agricultura familiar a pequeña escala. Ahora bien, la Iglesia católica tuvo que convivir con el anticlericalismo francés, la protestante Checoslovaquia, la ortodoxa Yugoslavia, el movimiento fascista Ustcha de la católica Croacia, la división política de la católica Bélgica y  el Frente Popular en Francia.

Durante la Guerra civil española los desmanes de los comunistas terminaron conmoviendo las conciencias de izquierdistas como Arthur Koestler y George Orwell que llegaron a España para combatir al fascismo; pero aún así, los conservadores tuvieron la difícil papeleta de apoyar a los nacionales sublevados sin caer en la trampa de apoyar a sus aliados –nacional-socialistas y fascistas-. En este sentido los católicos británicos apoyaron a los militares sublevados pero como dijo el propio cardenal Hinsley, que tenía en su escritorio de la catedral de Westminster una foto del General Franco, ellos no querían elegir entre los dos males gemelos que representaban el comunismo y el fascismo. Pero en este ambiente se produjo la traición de los intelectuales franceses como Maritain, que ante el sacrilegio de las iglesias y la matanza de eclesiásticos, criticaban la pretensión nacional española de cruzada como también hicieron los nacionalistas católicos François Mauriac y Georges Bernanos; o como Mounier que elogió la causa anarquista para la salvación de España; o como el izquierdista Julies Benda que se negó a condenar las matanzas republicanas para no ayudar a Franco.

El Papa Pío XI tuvo que navegar entre el ejemplo austriaco, portugués e irlandés, la furia anticlerical de Rusia, España y México y el ateísmo neopagano de fascistas y nacional-socialistas. Recordemos que Mussolini llegó a suprimir a Acción Católica, por considerarla el mayor reto subversivo contra el Estado Totalitario fascista y que el Vaticano tuvo graves enfrentamientos con los que denominó <<falsos profetas del nazismo>> por conducir a las masas a la condenación eterna, a la par que el católico partido germano de centro se deslizaba hacia las fauces del nacional-socialismo, basado en las anticristianas políticas eugenésicas y antisemitas, que violan las doctrinas del derecho natural, tan decisivas en el desarrollo de la autonomía y la integridad de la familia de la que se empapaba la Iglesia católica.

Los nacional-socialistas no tardaron en contestar a estas intromisiones católicas controlando la red de beneficencia de Cáritas, cerrando los asilos y las instituciones católicas, encargando a la Gestapo el soborno de niños para alentar una campaña contra los abusos sexuales de la Iglesia católica, incluyendo a las organizaciones católicas juveniles en las Juventudes Hitlerianas, clausurando las publicaciones y periódicos católicos –en 1935 ya no existía ninguno de los cuatrocientos diarios católicos-, se humilló a la famosa <<Virgen negra>> de Czestochowa, se identificó a los jesuitas con los judíos, se tildó al futuro Pío XI, secretario de Estado Pacelli, de comunista y se presionó a los padres alemanes para que apoyasen la laicización de las escuelas. Eso sí, todas estas medidas más la violencia de grupos nacional-socialistas contra las reuniones de grupos o procesiones católicas, terminó provocando una campaña de desobediencia civil que hizo que el Partido Nacional Socialista de los Trabajadores Alemanes –NSDAP-, diese marcha atrás en esta campaña anticlerical; mientras que el Santo Oficio –la antigua Inquisición- condenaba a las ideologías marxistas y nacional-socialista de <<herejías sociales>> que alumbró el camino de la encíclica de Pío XI, Mit brennender Sorge. En ella, pero sin señalar a nadie, el Papa subrayó ante los católicos alemanes la primacía del derecho natural, el carácter sacrosanto de la familia, el derecho a elegir la educación de los hijos, la importancia de la personalidad humana individual; y señalaba que el comunismo reducía al individuo a una mera <<pieza de máquina>> a la par que desarrollaba una realidad de <<odio y una locura destructora>> que representaba la degradación de la personalidad humana y la privación  de  los derechos del ser humano con su nuevo evangelio ateo para la humanidad. De esta forma el Santo Padre denunció de forma astuta a las dos nuevas religiones políticas, como doctrinas inmorales por tergiversar las raíces religiosas del hombre, al pedirle que se convirtieran en un nuevo dios que trajese el cielo a la tierra24. Este internacionalismo católico fue cristalizado por el jesuita muniqués Rupert Mayer, condecorado con la Cruz de Hierro por sus graves heridas en la I Guerra Mundial, gracias a sus durísimos sermones que finalmente le condujeron varias veces a la cárcel y luego al campo de concentración de Dachau.

El Partido Fascista tenía afiliados unos diez mil judíos italianos antes de 1922 pero Mussolini, introdujo las leyes raciales en 1938 -de forma sorprendente- contra una minoría judía sumamente asimilada. Tengamos en cuenta, que en la marcha sobre Roma que llevó a Mussolini al poder había 230 judíos, tanto como que entre los mártires ur-fascistas, fascistas eternos, se encontraban tres judíos. La reacción de la Iglesia fue una condena inequívoca de Pío XI de las leyes raciales, por considerarlas contrarias a la doctrina católica fundamental. Es más, Pío XI llegó a decir, que lo peor del racionalismo y el nacionalismo es el espíritu que los dicta; al ser, exageradamente anticristiano, irreligioso y separatista, siendo inhumano. Varios intelectuales judíos afectados por la leyes raciales fueron rápidamente acomodados en el Vaticano: el cartógrafo Roberto Almagia, el profesor Giorgio del Vecchio, el arabista Giorgio Levi della Vida, el físico Tullio Levi-Civita, el matemático Vito Volterra… mientras Pío XI, escribió, con la ayuda de los jesuitas La Farge, Gustave Desbuquois y Gustav Gundlach, la encíclica Humani generis unitas donde el Papa reseñó que los cristianos, no podían participar en el antisemitismo porque <<somos espiritualmente judíos>>. La acción continua de denuncia de Pío XI contra el racismo nacional-socialista hizo que el rabino jefe de Gran Bretaña Hertz, escribiese en un  mensaje de condolencia al cardenal Hinsley: <<los judíos de todo el mundo reverenciaran el noble recuerdo del Papa como un temido paladín de la justicia contra los poderes de la irreligiosidad, el racismo y la inhumanidad>>. Mientras tanto, la mayoría de las Iglesias protestantes alemanas se agruparon con el Partido Nacional Socialista, motivo por el cual se explica, por qué los expertos no encuentran pruebas de persecución a las Iglesias protestantes.

Otra crítica inteligente y bien formada al nazismo vino del teólogo calvinista suizo Adolf Séller, que señalaba que las multitudes tiemblan, albergan miedo en sus corazones y convierten ese miedo en odio; además su miedo es un desafío, una superstición y finalmente una huida para salvar la vida. Y eso fue lo que Hitler controló. Y por su puesto, Winston Churchill desde la Cámara de Comercio de Leeds en 1937, siguiendo la línea de Karl Barth y Frederick Voigt, afirmó: “Es extraño que ciertas partes del mundo tengan ahora que querer revivir las viejas guerras de religión. Hay esas religiones sin Dios del nazismo y el comunismo […] Repudio ambas y no quiero tener nada que ver con ninguna de ellas […] Son tan parecidas como dos guisantes. No existe prácticamente ninguna diferencia entre ellas. Dejan fuera a Dios y  reemplazan al Demonio” 25.

Los cristianos alemanes tuvieron que enfrentarse al hecho, de que una religión política había conseguido confundirse con la identidad, la historia y el destino de la nación; recordemos que los reformistas no tenían ninguna jerarquía religiosa protestante, ni recursos teológicos suficientes, que se pudiera oponer a la opresión del nacional-socialismo. Bien es verdad, que el teólogo suizo Karl Barth, que enseñaba en Bonn, redactó la declaración de Barmen donde fue uno de los pocos que alzó su voz contra la pretensión del Estado, de ser <<el orden único y totalitario de la vida humana>> así como las pretensiones de los <<cristianos alemanes>> de integrarse dentro del Estado nacional-socialista. Pero la mayoría protestante se inclinaba por pastores como Martin Niemöller que en sus sermones a su congregación de Dahlem afirmaban, que los judíos han sido la causa de la crucifixión de Cristo y portan esa maldición porque sus padres rechazaron el perdón. Por otra parte, el clero anglicano fue total y profundamente hostil al Totalitarismo tanto como a las ideas raciales germanas. En este sentido, el obispo conservador Herbert Hensley Henson destacó por ser el más franco cuando afirmó, que los nazis eran <<pederastas neopaganos>>, los fascistas <<unos matones>> o que si <<un italiano patriota>> matase a Mussolini o un <<alemán en pro de la moral más elemental>> matase a Hitler, él <<les daría sepultura cristiana sin vacilación>>.

En este contexto, debemos recordar, aunque no sea políticamente correcto, que Sigmund Freud tras sus escritos contra la religión, terminó en 1938 reconociendo que la Iglesia católica fue <<la que alza una poderosa defensa contra la expansión de este peligro [totalitario] para la civilización>>; y en una segunda carta a su hijo añadió la esperanza de que <<la Iglesia católica es muy fuerte y ofrecerá una resistencia firme>>. O que Albert Einstein dijo en la revista Time que “<<sólo la Iglesia se mantuvo firme frente a la campaña de Hitler por ocultar la verdad. Yo nunca había sentido antes ningún interés especial por la Iglesia, pero ahora siento una gran admiración por ella, porque ha sido la única que ha tenido el valor y tenacidad para defender la libertad moral y la verdad intelectual. Me veo obligado a confesar que lo que en otros tiempos desprecié lo alabo ahora sin reservas>>”26

Durante la II Guerra Mundial el Imperio Británico pudo in extremis evitar la invasión de las islas bajo el mando de Winston Churchill. El primer Ministro era un hombre religioso muy peculiar, pues como llegó a decir, prefería apoyar a la Iglesia desde fuera a modo de arbotante. En este sentido cuando se acercaba, la <<batalla de Inglaterra>> afirmó que esa batalla era crucial para la supervivencia de la civilización cristiana tanto como para evitar que Europa se hunda en el abismo de una nueva Edad Media, que será más siniestra y más prolongada por la acción de las luces de una ciencia pervertida. Prueba de la fidelidad de estas palabras la tenemos en Polonia donde, crucificada entre dos ladrones, se pudo ver como nacional-socialistas y comunistas compitieron por erradicar el cristianismo.

Con la invasión de Polonia facilitada por la alianza totalitaria de Hitler y Stalin; Pío XII tuvo que crear la Comisión Pontificia de Ayuda para proporcionar alimentos, albergue y ropa a las muchedumbres de refugiados desesperados de polacos que se esparcieron por toda Europa, así como reactivó la Oficina de Información Vaticana para reunir a las personas separadas por la invasión. Esta Oficina, en paralelo a la Cruz Roja Internacional, atendió y localizó a dos millones de prisioneros de guerra; y Radio Vaticano llegó a emitir 30.000 mensajes mensuales para localizar a personas desaparecidas. Dicha labor fue extendida a Grecia y al norte de África cuando italianos y alemanes comenzaron  sus invasiones. La Santa Sede también organizó la creación de comités nacionales de ayuda para facilitar la emigración a los judíos bautizados. En este punto destacó Brasil que concedió tres mil visados. No olvidemos que Pío XII afirmó en su encíclica Summi pontificatus de 1939 la unidad esencial del género humano citando el pasaje de Gálatas 3, 28: <<Ya no hay judío, ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, porque todos sois uno en Cristo Jesús>>. Hitler clamó contra los mensajes de Pío XII denunciándolo públicamente por haber abandonado toda pretensión de neutralidad al denunciar los crímenes y deportaciones masivas que tenían lugar en la indefensa Polonia. Es más, uno de los episodios menos conocido de la resistencia católica al nacional-socialismo comenzó, cuando a finales de 1939 el abogado bávaro Josef Müller, miembro de la inteligencia militar germana en asuntos italianos, estableció contacto en sus continuos viajes con Ludwig Kass, exiliado al cargo de la Basílica de San Pedro, que servirían para encubrir los contactos de la resistencia conservadora alemana con los representantes de las potencias occidentales. En este contexto, el secretario de Pío XII, el jesuita Robert Leiber, informó al Gobierno británico de la intención de este grupo de dar un Golpe de estado tanto como, de sondear si Gran Bretaña lo apoyaría si tuviese éxito. El Papa se involucró personalmente en esta conspiración al comunicarle al Embajador británico en el Vaticano, D´ Arcy Osborne, que había mantenido una reunión con varios Generales alemanes –entre ellos al General Ludwig Beck viejo amigo suyo– donde se pidieron garantías, de un acuerdo de paz honorable mediante la restauración de Checoslovaquia y Polonia, la permanencia de la unión de Alemania y Austria y la formación de un Gobierno federal democrático y conservador. Desgraciadamente la oportunidad se perdió. Pero el <<Papa de Hitler>> siguió en contacto con esta organización y cuando fue informado en marzo de 1940 de la fecha de la ofensiva en el oeste, pasó de inmediato la información a Londres y París para desbaratarla.27

El irracionalismo que la razón dibujó en las fantasías nacional-socialistas permitieron la concepción de Europa, como una <<tabula rasa>> donde experimentar el <<nuevo orden>> alemán, donde se eliminaron las Iglesias, se prohibió la enseñanza religiosa, se segregaron las razas, se internó a 1.700 sacerdotes en Dachau, se creo un campo especial para monjas, se prohibió a funcionarios y profesores del III Reich pertenecer a ninguna Iglesia, se desarrollaron programas médicos para la eliminación de <<la vida indigna>> y la esterilización eugenésica… para poder implantar las tendencias cientificistas y apocalípticas de la nueva profecía que contrariaban todos los derechos positivos y naturales del ser humano, como denunció el Santo Oficio el 6 de diciembre de 1940. En esta línea, el célebre obispo August Clemens Graf von Galen de Münster, ante los embargos eclesiales de la Gestapo en 1941, comenzó a dar una serie de sermones en Pro de la justicia y denunciando los asesinatos eugenésicos del III Reich como signo del <<materialismo repugnante>> contra el orden moral, en el  que se cimentaba la sociedad. Y gracias a ejemplos como este, poco a poco, se fue conociendo la profundidad de las atrocidades hitlerianas y el Presidente norteamericano Theodor Roosevelt acordó con Pío XII que trabajase en la neutralidad italiana.

Con la invasión alemana de Rusia, el metropolitano Serguéi envió un mensaje a todas las parroquias ortodoxas, recordándoles que no podían abandonar al pueblo y que debían defender las fronteras de la <<Madre Patria>>. El 26 de junio, Serguéi dijo en la Catedral de la Epifanía a unas 12.000 personas que imaginarse como alternativa la liberación de los alemanes no era una opción. Y es más, ambas acciones fueron realizadas antes de que Stalin se recobrase del colapso mental que le produjo la traición de su gran aliado. Y casualidades de la vida, cuando Stalin volvió a aparecer en la plaza Roja invocó al patriotismo y a la religión para mover al pueblo a la lucha por la supervivencia del marxismo-leninismo. Eso sí, no sin antes haber deportado al campo de Ulianosk al metropolitano Serguéi, y poner al metropolitano Nikolai como jerarca ortodoxo, para que trabajase como el principal propagandista eclesiástico de la política exterior del Régimen. En este contexto deben insertarse la exhortación conjunta, de los diecinueve obispos ortodoxos que bajo la dirección del antiguo seminarista Stalin, pidieron a todos los cristianos del mundo unirse contra Hitler. A la par, mientras los alemanes iban avanzando dentro de la Unión Soviética, comenzó a florecer un resurgir religioso que la Inteligencia Militar germana fomentó para crear enormes satrapías étnico-religiosas locales, desde el Báltico hasta el mar Negro. Era la vieja política romana de, divide et impera. Eso sí, la cúpula nacional-socialista creía en su paranoia, que el Vaticano había desarrollado un plan –que denominaron <<plan Tisserant>> en honor al cardenal francés que dirigía la Congregación para las Iglesias Orientales- para formar un bloque católico desde el este hasta el oeste –Croacia, Eslovaquia, Francia, Italia y Portugal- para contrarrestar la hegemonía germana. Al mismo tiempo, los nacional-socialistas pensaban que los capellanes castrenses de muchos países católicos que servían en el frente oriental, tenían la idea de ganarse a los rusos para el catolicismo28. Para ello señalaron que el Vaticano había enviado a Rusia, en los años veinte, varias misiones que acabaron con el fusilamiento de los sacerdotes enviados; en 1929 Pío XI creó el <<Russicum>> o Colegio Pontifico Ruso y el Colegio Pontificio Ruteno para los ucranianos, junto a una red de abadías clandestinas donde se formaban a los futuros sacerdotes como misioneros, la mayoría desaparecerían en Siberia.

El 10 de julio de 1940 se proclamó al Mariscal Phiplippe Petain como jefe del Estado francés. Su Régimen se asentó en Vichy con el apoyo de Estados Unidos, el Vaticano y la URSS y cambió el lema de <<libertad, igualdad y fraternidad>> por <<patria, familia y trabajo>>. En este Régimen la Iglesia católica pudo volver a ejercer la enseñanza y el cuidado de enfermos  y recibió del Estado todas las propiedades que la comuna y los municipios le habían expropiados. Otro dato importante fue que la mayoría de los 300.000 judíos de Francia fueron apoyados y escondidos por sus compatriotas cristianos en la <<zona libre>> incluso después de que los alemanes la invadieran en 1942; así se explica que sobreviviesen el 70 por ciento de ellos. Y cuando el Régimen de Vichy fue obligado a tomar las medidas raciales impuestas por los alemanes, el cardenal Gerlier afirmó <<no se si pertenecían a nuestro clero religioso, pero reconozco en ellos a mis hermanos en Cristo, que murieron para expiar crímenes de los que eran inocentes>>; mientras intelectuales de la talla de Claudel, Mounier y Maritain expresaron su desaprobación pública. En los Países Bajos había noventa mil judíos –unos 11.000 vivían en Amsterdam- que vivían de sus modestos trabajos, cuando el antisemitismo alemán provocó la llegada de 30.000 refugiados judíos a Holanda. Los nazis tras la invasión comenzaron las redadas contra la población judía a plena luz del día, que el Partido Comunista respondió organizando huelgas que atrajeron un gran apoyo de los holandeses en general, hasta que la policía alemana y las SS acabaron con ellas. En este ambiente, todas las Iglesias del país comenzaron a bautizar judíos para intentar salvarlos; aunque no serviría de nada. Seiscientos católicos judíos, incluida la filósofa y monja conversa Edith Stein, perecieron en Auschwitz.

En honor  a la verdad, no podemos pasar por alto que en aquellos momentos el exterminio judío estaba difuminado por toda la gama de atrocidades que se desarrollaban en toda Europa. Aunque también es cierto que Stalin hizo eliminar todos los informes de lo que estaba ocurriendo con los judíos en Polonia. Pero cuando el Departamento de Estado norteamericano recibió el telegrama Riegner en agosto de 1942 donde se comunicaba, como alto secreto, la conspiración para asesinar a los judíos europeos; sólo tardó cuatro meses, donde investigó la información, en realizar una condena conjunta de los aliados el 17 de diciembre de 1942. El Vaticano mientras tanto  recopilaba información, enviaba ayuda a los representantes judíos, como el de Eslovaquia, que se la solicitaban y soportaba una gran presión por todos los bandos para que se condenasen las atrocidades del otro bando. En las navidades de 1942 los informes que llegaron a manos de Pío XII, le llevaron a denunciar en su alocución de navidad el asesinato de los judíos. Este gesto llevó al New York Times a dedicarle un editorial, donde describió al Papa como <<esa voz solitaria que clama en el silencio del continente>>29. En este contexto, el Vaticano no cejó en sus intentos de conciliación y presión con los Regímenes autoritarios de Petain, Dollfuss, Salazar, Franco… para ir conteniendo el antisemitismo y el anticlericalismo que Hitler intentaba expandir incluso en la Italia de Mussolini. Ni de condenar los desmanes y asesinatos masivos de los Regímenes húngaros, eslovacos, croatas y rumanos en su afán de fortalecer sus países y congraciarse con los alemanes. Y es por ello, que el Vaticano terminó rodeado por los paracaidistas de élite del Ejército germano mientras el Papa dio instrucciones a los obispos italianos, para que refugiasen a los judíos en conventos y monasterios. Es más, quinientos judíos encontraron refugio en la residencia de verano del Papa –en Castel Gandolfo-. Así un tercio de los judíos romanos fueron protegidos por la Iglesia católica. Unos cinco mil judíos. Es más, el gran rabino de Roma, Israel Zolli alabó el papel de Pío XII y escogió su nombre de pila cuando se convirtió al cristianismo en febrero de 1945; y por las mismas razones el Estado de Israel lo reconocería como <<justo entre las naciones>>.

Por otro lado, tampoco debemos olvidar el papel de los cristianos en los movimientos de resistencia en casi toda Europa, para defender la reconstrucción de una Europa federal basada en la idea de una cristiandad medieval, basada en los valores humanos, el trabajo,  el derecho y la libertad de expresión, reunión y asociación. Esta fue la línea de pensamiento de Maritain desde Washintong, Maurice Schuman en Londres o André Colin en Beirut. A la vía guerrillera los cristianos le unieron la resistencia activa mediante la caridad y la ayuda a los refugiados, resistentes o militares aliados en sus transcurrir por las rutas que la conducían a Suiza o España, que llevó a la muerte a tantos eclesiásticos y seglares que eligieron cumplir con su conciencia, y con dicha elección muchos católicos se basaron en el concepto de <<humanismo>> para hacer causa común, con los comunistas, masones, protestantes, judíos o socialistas en organizaciones como el Mouvement Républicain Populaire cristianodemócrata francés. Aunque nunca olvidaron que los comunistas debían lealtad a una potencia totalitaria, tanto como que lo que deseaban realmente, era desarrollar una dictadura del proletariado contraria a la libertad del ser humano, como bien sabía Robert Schuman. Miembro del Mouvement y uno de los futuros padres de Europa. En esta línea, en las navidades de 1943 se celebró una reunión secreta en el Palacio De Letrán, donde unos doscientos políticos de la oposición italiana hablaron del futuro de Italia tras la guerra. Stalin ordenó a Palmiro Togliatti apoyar al Gobierno monárquico para no poner en peligro el desembarco aliado en Francia. Eso sí, tras la victoria los aliados no olvidaron desarmar a los partisanos comunistas, para evitar sus planes de Revolución social; que no impediría que su depuración de antiguos fascistas provocase más de 12.000 asesinatos. Comenzaba a dibujarse la alianza entre Washington y el Vaticano para reconducir a Italia, y a toda Europa, hacia la democracia. Los norteamericanos, a finales del conflicto, comenzaron a entender el veredicto condenatorio de Pío XII sobre el comunismo –el mayor peligro para la civilización cristiana europea en su conjunto-. Así nacería el partido de la Democracia Cristiana de Alcide de Gasperi que dominaría Italia de 1945 hasta 1953; se alimentó cuidadosamente desde el Vaticano a la Federación de Estudiantes Universitarios –FUCI- presidida por Giulio Andreotti y apoyado por Giovanni Battista Montini –futuro Pablo VI-; y se agrupó con discreción a artistas, médicos, campesinos, empresarios y profesores –la clase media- en organizaciones como la Acción Católica de Luigi Gedda. Desgraciadamente, las turbulencias de la Guerra Fría y el poder del Partido Comunista italiano, llevaron a los aliados a contactar con la Mafia para asegurarse el control anticomunista de las ciudades industriales del norte, las regiones meridionales y el valle del Po; a prever que Sicilia y Cerdeña se convirtiesen en dos <<taiwanes>> si los comunistas daban el Golpe de estado; a rearmar y apoyar al Ejército Italiano; a entregar cien millones de liras  al Banco Vaticano… para asegurar la victoria de la Democracia Cristiana en Italia.

Esta línea fue la que siguió el Círculo Kreisan de Helmuth James von Moltke para el desarrollo de una Alemania postnacional-socialista, que le costaría la vida a Moltke y al jesuita Delp. En este grupo estuvieron también aquellos cristianos que atentaron contra Hitler en julio de 1944. A pesar de todo, las Iglesias descubrieron que la democracia era una nueva forma de defensa de la civilización occidental contra el Totalitarismo –la secularización del orden moral decretada por Dios, que manipulada por demagogos y orientada por deshonestos simulacros de religión llevó a las masas a una fúnebre degradación moral- . Y así lo entendió Konrad Adenauer, que en su primer discurso como presidente provisional de la Unión Cristianodemócrata en la Universidad de Colonia, abogó por la comunión de protestantes y católicos frente al materialismo ateo; que aunó junto con Adenauer a De Gasperi y a Robert Schuman en un proyecto político basado en la justicia social y el capitalismo suavizado en una economía social de mercado que apoyaba la iniciativa privada, la libertad religiosa, el rearme, el avance hacia Europa y la OTAN… El problema fue que los socialdemócratas germanos, como otros muchos en el Viejo Continente, volvieron a la vida pública sin abandonar su dogma marxista.

A su vez, la Iglesia comenzó a trabajar con el Régimen reaccionario del General Franco en España para definir una identidad <<nacional-católica>> que lentamente se fueron introduciendo en la sociedad internacional de postguerra y que permitiría que Estados Unidos otorgase una ayuda de dos mil millones de dólares al Régimen. No olvidemos que tras la II Guerra Mundial la mitad de Europa pertenecía al Régimen totalitario soviético y la caída no controlada de Portugal y España tanto como la pérdida de Italia o Grecia, podían suponer el camino hacia la servidumbre total de Europa, ante las Democracias Populares  alentadas por Moscú30. Un ejemplo de la libertad de las Democracias Populares devenidas de las concepciones políticas jacobinas-marxistas, lo tenemos en el hecho de que el Gobierno checo fuese convocado a Moscú para explicar, por qué había mostrado interés en el Plan Marshall norteamericano. El resultado final lo resumió el Ministro de Asuntos Exteriores checo Jan Masaryk en su célebre comentario de: <<fui a Moscú como Ministro de Exteriores de un Estado soberano independiente; regresé como lacayo del Gobierno soviético>>. Poco después Masaryk apareció muerto al pie de una ventana muy alta.

3. La Guerra Fría.

La nueva religión política marxista que llevaba consigo el victorioso Ejército Rojo, ocupó los países de Europa del Este como la afirmación de que la dictadura del proletariado, era históricamente inevitable. Así mismo, para destruir a los adversarios políticos, desorganizados por la ocupación nacional-socialista o los fascismos autónomos, mientras se absorbían los fragmentos de esas mayorías contrarias. Esto es lo que el dirigente comunista húngaro Mátyas Rakosi denominó <<táctica del salami>>. Una rodaja cada vez para evitar la indigestión. No olvidemos que la izquierda utilizó la acusación de <<fascismo>> desde la década de 1930 para destruir y marginar a todo el espectro político adversario, a la par que, la venganza <<judicial>> organizada tras la II Guerra Mundial fue una cobertura moral y políticamente impecable para eliminar a un gran abanico de adversarios políticos. Otra de las grandes tácticas de Moscú era, la ya conocida en el periodo de entreguerras mundiales, la creación de Frentes Populares, infiltrándose en los otros partidos socialistas para obligarlos a la fusión y así hinchar artificialmente su base y liquidar todo partido no comunista. De esta manera, junto con la intimidación y el fraude, es como el Frente Popular hizo realidad todas las <<democracias populares>>.

Las mismas tácticas para acabar con los partidos políticos rivales, las utilizó el Partido Comunista contra las Iglesias. En el bloque del Este los eclesiásticos y las monjas sufrieron los campos de concentración y el asesinato; los nuevos Gobiernos marxistas destruyeron muchos santuarios rurales, promocionaron el ateísmo en las escuelas, introdujeron el matrimonio civil, nacionalizaron la tierras de la Iglesia, expropiaron miles de colegios religiosos y excomulgaron a miles de profesores que no comulgaban con el nuevo dogma marxista. Como guinda del pastel, la actuación de infiltración y toma de poder comunista no estuvo completa hasta que pudieron organizar un juicio-farsa-espectáculo con sensacionales confesiones. Ejemplo de ello lo tenemos en el juicio contra el Cardenal Jozef Mindszenty que tras un mes de torturas firmó unos documentos -que luego fueron modificados para su proceso condenatorio preparado de antemano por los comunistas-, siendo por ello condenado a cadena perpetua31. “Un grupo de eclesiásticos británicos visitantes y el órgano comunista italiano L´Unitá declararon justo el juicio; el primer ministro italiano De Gasperi lo calificó, con más exactitud, de <<juicio que sería inadmisible con cualquier gobierno occidental, una sentencia que sería inimaginable en cualquier país gobernado por la leyes equitativas, un desafío a la conciencia cívica del mundo>>” 32. Y como Moscú no podía tolerar que la Iglesia defendiese los derechos humanos y la libertad, en medio del poder de Stalin, dio pie para que la Policía Secreta soviética iniciase una sombría campaña de propaganda contra Pío XII, al que acusaron de haber participado en el Holocausto con su supuesto silencio y de ser el capellán de la nueva Alianza del Atlántico Norte. Pero la Iglesia católica aguantó y ese Telón de Acero que se impuso brutalmente a la mitad de Europa mediante la fuerza y el engaño, terminaría cayendo cuarenta años después.

Es cierto que el socialismo disfrutó de su veranillo de San Martín el mayo del 68 donde “una serie de gurús de la revolución, vehementes pero siniestramente estúpidos, desde Jürgen Habermas a Herbert Marcuse, suministraron ideas sofisticadas como <<tolerancia represiva>> y <<violencia estructural>> para cuadrar el círculo de tener que casar las exigencias de libertad sin la amenaza de la violencia con el recurso a la violencia hasta, incluso, el terrorismo que perturbaría la década de 1970”33 . Ejemplo de ese relativismo con el <<Totalitarismo democrático>> sería la vía terrorista con el apoyo encubierto del Servicio Secreto de la República Democrática de Alemania, simbolizada en el secuestro de los atletas israelíes de las olimpiadas de Munich. Así, el cambio de la <<revolución cultural>> que encarnaron, vino a fetichizarse por el cambio en sí dirigido, como dice el profesor Burleigh, <<en un interés vampírico>> por la persuasión de las vanguardias morales que pretendían cooptar y dirigir hacia la tierra prometida desde una posición de élite sumamente indeseable y nepotista, que encubriría su propia ascensión al poder, la influencia y al dinero. A la par, estos <<innovadores>> y autotitulados <<revolucionarios>> rara vez examinaron las consecuencias destructivas de sus planteamientos, a largo plazo, al identificarse ellos mismos como el <<futuro>>.

Las Iglesias se vieron confrontadas a la Ley del aborto, el uso de anticonceptivos, las leyes favorables al juego, el divorcio, el consumo de droga, la satisfacción sexual… devenida de la <<Revolución cultural>> de los setenta, donde John Lenon encarnó un grupo de pop que pretendía mejorar el Karma colectivo de este mundo desde su cama, en una época donde muchos cultos religiosos se convirtieron en un <<palmoteo feliz>> que cristianos de todos los matices, coronaron con la creación de nuevas organizaciones benéficas como Amnistía Internacional, Oxfam, los Cyrenians, Shelter, Samatitans y Hospice Movement, ello supuso una impresionante manifestación de caridad cristiana.

A la par, el marxismo siguió sembrando especialmente en África –Angola, Mozambique y Etiopía- las fuerzas de <<liberación>> que asolaron todos los lugares del globo donde arriaron mediante decenios de guerras civiles postcoloniales. Y en este contexto, en la Europa liberal se abrió la senda al liberalismo secular con residuos cristianos que reconocía como válidas todas las grandes religiones para la salvación. También lo fue que pocos europeos se convirtieron al islam o al hinduismo, si es cierto que en los años setenta se produjo una apertura mental hacia las religiones orientales que llevó a miles de jóvenes británicos en peregrinación a la India. Y preparó el camino para que en los setenta se desarrollasen los credos de la Nueva Era en las librerías de Occidente fusionando el ocultismo, la astrología, la ecología, la psicoterapia y el misticismo oriental de forma ecléctica, holística y egocéntrica para el confort de la clase media; que encubría una búsqueda marxista actualizada del final de la alienación simbolizada en la conciencia colectiva que representaba la diosa Tierra -Gaia-. Dicha vuelta superficial a las creencias románticas de una ex oriente lux, cuya sabiduría espiritual se podía adquirir en un centro de meditación en un fin de semana, que deja fuera cualquier idea de elevación real a la conciencia espiritual como la que propugnaba San Ignacio de Loyola, se debe insertar el intento de Juan XII en 1959 por convocar un Concilio general para conducir a la Iglesia católica a una mayor adecuación con los tiempos modernos, se invitó para ello a los representantes ortodoxos y anglicanos, y desarrollar el consejo para el Diálogo Interreligioso creado en 1964 para promover una mejor relación con el islam y el judaísmo.

En el caso de Iberoamérica, hogar de la mitad de los más de mil millones de católicos del mundo y de las dos mayores iglesias nacionales –Brasil y México-, el Concilio Vaticano II tuvo repercusiones muy significativas por que parte del clero consideraba con escepticismo, como muchos intelectuales seculares, que los problemas de Hispanoamérica se pudiesen resolver sólo mediante el <<desarrollo>>. Por otra parte, la Revolución cubana parecía ofrecer una mayor perspectiva de éxito que las cautas reformas de los pocos cristianodemócratas latinoamericanos. Y aquí debe insertarse el papel de tantos y tantos sacerdotes individuales, que avanzaron por la <<Teología de la Liberación>> y compartieron la vía guerrillera del Che Guevara. No olvidemos que la problemática <<Teología de la Liberación>> fue desarrollada por teólogos católicos y protestantes –Clodovis, Leonardo Boff, Juan Luis Segundo, Gustavo Gutiérrez y Rubén Alves- que con una formación mayoritariamente europea repudiaron el <<eurocentrismo>> para centrarse en una reducción de la ortodoxia doctrinal favorable a la que denominaron <<ortopraxis>>, o necesidades prácticas de las sociedades <<jóvenes>>; lo que el marxismo-leninismo denominaba propaganda por los hechos34. Dicho interés teológico por la <<práctica>>, terminó degenerando en una noción ahistórica de Jesucristo como imagen del revolucionario protomarxista, que combatía la extraña concepción del <<pecado estructural>> devenida por el cambio de los evangelios, por las concepciones económicas y sociológicas marxistas en las mentes de estos teólogos, que desacralizaron el mensaje de la Iglesia católica para traer el cielo a la tierra. Ante tal camino hacia la herejía, como ejemplificó Brasil, terminaron contestando Juan Pablo II y Josef Ratzinger- prefecto de la Congregación de la Fe- que conociendo en primera persona la realidad del Totalitarismo señalaron con decisión que la Iglesia tenía doctrinas perfectamente adecuadas para la defensa tanto de la dignidad humana como para la ayuda y protección de los pobres. Es decir, “no hacía falta préstamos dialécticos de credos seculares que habían desembocado en hecatombes de cadáveres y pauperización material y espiritual de las masas por toda Europa oriental, Rusia y China, así como la contaminación de las universidades occidentales con agitprop disfrazada de erudición” 35. En este contexto, el papel de la Iglesia en Iberoamérica siguió en paralelo a las disyuntivas de la Guerra Fría: en Argentina y en Chile la Iglesia apoyó las dictaduras militares anticomunistas; cuatro sacerdotes estaban en la cúpula del Régimen marxista-sandinista de Nicaragua en contra del parecer del Vaticano; y el Arzobispo conservador –cercano al Opus Dei- Óscar Arnulfo Romero fue asesinado en El Salvador por un escuadrón de la muerte.

En la Unión Soviética la mayoría de las casas eran de subvención pública y consistían en barracones de hormigón anónimos y primitivos; los ríos y los lagos estaban contaminados por desechos químicos; el aire de Leipzig hedía al peligrosísimo combustible de lignitio por su extracción a cielo abierto; en Bitterfeld la lectura química del agua freática daba un resultado entre la batería de un coche y el vinagre; en Cracovia los humos industriales hacían desaparecer el sol las tardes calurosas; la escasez de alimentos básicos como de los artículos de consumo, era casi crónica; el alcoholismo era algo omnipresente… Realmente, como afirma el profesor Burleigh, <<el Imperio soviético era un tugurio de proporciones continentales>>; así no es de extrañar que el crítico cultural británico Jonathan Meades denominara como la <<orinocracia>> a un Régimen gerontocrático que vivía en opulentas ciudades cerradas con cotos de caza privados y tiendas llenas con artículos de lujo occidentales; amén de sustentarse en un Estado policial que en la Alemania Oriental terminó levantando un muro para impedir que sus ciudadanos huyeran en masa del paraíso de los obreros. No olvidemos, que las revoluciones de 1989-1990, fueron provocadas por disidentes mayoritariamente de clase obrera como el electricista Lech Walesa en Polonia, pues la mayoría de la <<inteligencia>> de los países soviéticos equivalía a la no oposición al Régimen. Ni, que dichas revoluciones comenzaron con el Acta final de la Conferencia Europea sobre Seguridad y Cooperación, firmada en Helsinki en agosto de 1975, que aparentemente sólo consiguió arrancar de Leonid Brezhenev una serie de acuerdos sobre los derechos humanos, y unos mecanismos de control para supervisarlos, que a la larga aportó una capa de legitimidad a los grupos que deseaban la libertad como los checos de la Carta 77, entre los que destacaron el dramaturgo Václav Havel y el filósofo Jan Patocka. Por consiguiente, como muy bien indica el profesor Burleigh, aunque los realistas de ambos lados del Telón de Acero preferían ver la Guerra Fría como una partida de ajedrez, con reminiscencias de la era del sistema postnapoleónico del Congreso de Viena; los Acuerdos de Helsinki demostraron que las cuestiones sobre moralidad y libertad, siempre siguen importando.

Por entonces, Pablo VI comenzó un dialogo con los Regímenes comunistas, acabando con  la línea política de Pío XII, con la intención de volver a orientar al marxismo hacia sus raíces <<cristianas>>. Desgraciadamente este diálogo se hizo, mediante el desplazamiento de personajes tan íntegros como Mindszenty para favorecer a grupos de jóvenes, cuya fe en la sabiduría de las ciencias sociales era realmente ingenua. Pero con el nombramiento para la silla de San Pedro del Cardenal arzobispo de Cracovia, Karol Wojtyla, en octubre de 1978, las refinadas tradiciones católicas de la filosofía política polaca, llegaron al Vaticano para que este volviese a la aversión total, al comunismo, que tan importante sería para derribar el Muro de Berlín. Y esto fue posible como dijo Lech Walesa porque: “<<la invocación de un orden moral era la repuesta más revolucionaria que se podía dar al socialismo cada vez más dogmático […] y esta ola de resurgimiento moral arrastró a la gente, expresándola cada cual a su manera, en el trabajo o en el hogar, en las relaciones profesionales y en las personales>>” 36. Recordemos que Juan Pablo II, pasó su juventud bajo la ocupación nacional-socialista militando en la resistencia cristiana no católica, mientras trabaja en una cantera, en una planta química y se doctoraba en los aspectos filosóficos de la elección moral que tan crucial sería en la lucha mundial contra el Totalitarismo comunista. Ya siendo arzobispo de Cracovia, intensificó los contactos con los intelectuales de la izquierda secular no comunista, mientras luchaba contra el nuevo suburbio de ingeniería social comunista llamado Nowa Huta, donde terminó introduciendo la cruz de Cristo tras veinte años de confrontación y de misas al aire libre. En 1977 pudo consagrar la <<Iglesia del Arca>>. En este contexto, comprenderemos mejor por qué, después de su primera misa como Papa, dijo aquello de <<no temáis>>; y la otra clave para su lucha por la libertad bajo la opresión del Totalitarismo fue, que además de estar contra el comunismo no se podía olvidar la renovación moral que debía ir pareja. Dicha renovación era una crítica al materialismo occidental tanto como, una defensa clara de los derechos y la dignidad de los trabajadores, que incidiría en los Acuerdos de Helsinki y abandonaría la <<Ostpolotik>> de Pablo VI para hacer hincapié en la cultura cristiana común de Europa, sin menospreciar el carácter nacional distintivo de sus pueblos. Era su receta contra la doctrina ajena y evanescente de la vacía generalidad universilizante que representaba el marxismo-leninismo.

A la par, en los años setenta, tras decenios de deriva centrista, apareció en el poder una derecha conservadora en Estados Unidos y Gran Bretaña, bajo el liderazgo de Ronald Reagan y Margaret Thatcher que se enfrentó a todos los dogmas supuestamente <<progresistas>> establecidos en sus sociedades por sus élites académicas, en la línea que marcó Reagan en su discurso de Notre Dame en 1981: <<Occidente no contendrá el comunísmo, lo trascenderá. No se molestará […] en criticarlo, lo desdeñará como un capítulo extraño de la historia humana cuyas últimas páginas ya se están escribiendo>>. Palabras que resultarían proféticas. Reagan y Thatcher se apoyaron en el conocimiento sobre la realidad de Europa del Este y de la Unión Soviética de Robert Conquest y Richard Pipes, abandonando las deslumbrantes concepciones políticas de Noam Chomsky, Harold Pinter, Eric Hobsbawm y de todo el resto del sector de las relaciones internacionales de la élite académica. Por hechos como este, las refinadas eminencias de Occidente como Valéry Giscard d´ Estaing o Helmut Schimidt, trataron a Reagan como a un <<vaquero arrogante>> y a Thatcher como una <<ama de casa>>. No comprendieron su sentido churchilliano  del bien y del mal, la claridad moral con la que hablaban sobre la <<libertad>> ni su insistencia en apoyar las revistas y a los escritores que desvelaban al mundo el horror del mundo comunista, sobre unos  cien millones de seres humanos a los que oprimían en un sistema moral y económicamente en bancarrota. Esta silenciosa transformación moral acabó por infiltrarse en la <<sociedad civil>> de todo Occidente, incluidos los que estaban tras el telón de acero, que comenzó a deshacerse de la relativización de la inhumanidad marxista, tejida por los intelectuales de izquierdas de todo el mundo.

Pero tras la caída del Muro de Berlín comenzó a larvarse una versión totalitaria de las viejas religiones políticas. “Durante su periodo de cárcel Qutb escribió dos obras que ejercerían una gran influencia  […] Una de ellas, Ma´alim fi-l-Tariq (en español sería <<Hitos>> o <<Jalones>>) es en los círculos islamistas algo similar al Manifiesto Comunista 37. Como “la fe era la garante del yo más interior del verdadero creyente en un mundo de otredad falsaria. Se retomó la palabra yahilliya (empleada por el profeta para describir la Arabia pagana preislámica, y aplicada luego en el siglo XIII a  los mongoles que adoptaron el islam pero no el derecho musulmán, la sharía) para describir el ignorante caos de los modernos incrédulos y de aquellos del mundo islámico contaminado por ellos” 38. Y aunque originalmente el término idólatras señalaba a los que rendían culto a diversos dioses falsos, terminó denominando a los que buscan conscientemente sustituir a Alá por el culto a las cosas. De esta forma, recuperar la pureza perdida tras el periodo de los <<cuatro Califas bien guiados>> que sucedieron a Mahoma, era el deber de una vanguardia piadosa e ilustrada a modo de una versión islamista, de la idea de la vanguardia revolucionaria del marxismo-leninismo para elevar la conciencia del proletariado más ignorante.

En este sentido, la invasión soviética de Afganistán fue como un regalo, para el Régimen absolutista wahabí de Arabia Saudí que mediante sus petrodólares pudo, como contrapunto al islam político chií del Ayatolá Jomeini, extender sus concepciones políticas y religiosas en el campo sunni. Pero como contraprestación mientras saudíes y norteamericanos se centraban en derrocar al enemigo marxista y ateo, Bin Laden consolidó, junto con Azzam, una red de financiación internacional denominada la <<Cadena de Oro>> para proporcionarle dinero y armas a los combatientes que reclutaban mediante la MAK -Oficina de Servicios-, que terminó proporcionándole un Estado Benefactor alternativo en Afganistán, tal y como hicieron los barones de la cocaína en Colombia. En este contexto, “Al Qaeda fue la primera organización terrorista mundial auténtica, formada por individuos desplazados y alienados fieles a ello y que podían aparecer en cualquier parte con identidades nuevas proporcionadas por las autoridades sudanesas, que les facilitaban pasaportes falsos. Al Qaeda parecía trascender la división histórica entre musulmanes suníes y chiíes. Sus operativos aprendieron a fabricar bombas y explosivos de Hezbolá en el Líbano y tenían amplios contactos con agentes secretos iraníes. También mantenían relaciones más irregulares con los servicios de inteligencia de Sadam Husein, cuya relación con los militantes islámicos era característicamente oportunista, cuando de nacionalsocialista pasó a convertirse en un presunto Saladino” 39. Pero es más, “Bin Laden describió en octubre de 2001 las Torres Gemelas […] como el Hubal de la época>>, una alusión al gran dios de la luna de piedra, uno de los 360 ídolos a los que rendían culto los árabes en el periodo comprendido entre Abraham y la llegada del profeta. Los viles gobernantes de La Meca se habían negado a destruir el ídolo porque eso podría hacer disminuir el tráfico de peregrinos. Y los santos hipócritas de la Medina no ayudaron tampoco al profeta a destruir el ídolo. A pesar de todos ellos, el profeta regresó a La Meca, derrotó a los paganos y echó abajo a Hubal”40 . Es decir, el 11-S fue un caso de propaganda por los hechos mediante el cual se desafiaba la imaginación del mundo con una demostración gráfica de la fe absoluta en Dios.

Eso sí, el problema fundamental ha sido, que el Totalitarismo que planean imponer los islamistas a miles de millones de musulmanes, así como las versiones socialistas que aterraron a Europa en el siglo XX, ha provocado una crisis de identidad en Occidente simbolizada por esa izquierda decepcionante, como la de Zapatero, que piensa que pueden apaciguar al mismo islam militante que ha inaugurado el <<choque de civilizaciones>> mediante una <<alianza de civilizaciones>> en la misma línea que Chamberlain negoció su tratado de paz con Hitler. A esta izquierda le recomendaría, si se me permite, visitar la catedral de Orvieto, en Umbría, para que reflexionase sobre el magistral fresco pintado por el toscano Luca Signorelli, sobre el 1500, donde aparece el Anticristo predicando, mientras Satanás le cuchichea al oído. No olvide usted, que el terrorismo islámico ha recogido la idea de <<vanguardismo>> de la tradición marxista-leninista. En esta línea algunos expertos denominan a los terroristas islamistas como islamo-bolcheviques, pues aprecian similitudes con los bolcheviques así como con sus precursores nihilistas rusos, mientras otros los denominan islamo-fascistas.

Por su parte, la derecha religiosa norteamericana, surgió de las provocaciones liberales como la prohibición del rezo de oraciones en  las escuelas públicas, por parte del tribunal Supremo en 1963, o la sentencia del Tribunal Supremo que en 1973 derogó las leyes contra el aborto. Además en Estados Unidos existe una impresionante gama de intelectuales religiosos públicos como George Weigel, Richard Neuhaus, Stephen Carter y William Buckley. En Europa por el contrario, aunque contamos con intelectuales cristianos de la talla de Leszek Kolakowski, Josef Ratinger o Hans Maier, la cultura está denominada por secularistas que se mofan de todo lo religioso y se vuelcan en campañas políticas simbolizadas por actores y dramaturgos, como en los mejores tiempos de la Komintern. Es más, como afirma el profesor Burleigh es menos impactante el nombramiento de un asesino de la ETA o el IRA o de un grupo de neofascistas como miembro del Parlamento Europeo, que el nombramiento de un solo profesor católico, asunto que se torna vergonzante cuando vemos, como muchos medios de comunicación animan y jalean con una sonrisa suficiente a estos grupos que ejercen la violencia política, mientras denuncian todo lo religioso a la par que se califican de liberales. Y es curioso que las élites liberales pregonen con tanto énfasis sus mantras monopolísticos, de la tolerancia, los derechos humanos y la diversidad; sin darse cuenta hasta qué punto son fruto de una cultura cristiana muchísimo más profunda. En palabras del gran filosofo contemporáneo francés Marcel Gauchet, si lo prefieren: <<La sociedad moderna no es una sociedad sin religión, sino una sociedad cuyas articulaciones importantes se formaron metabolizando la función religiosa>>.

Un gran ejemplo de las provocaciones liberales a la religión lo tenemos en la Constitución Europea, que provocaron la indignación de España, Polonia, Italia y del Papa Juan Pablo II, que provocó que los redactores tuviesen que incluir una mínima alusión de quince siglos de cristianismo en el Viejo Continente. Es más, el ateo presidente polaco Alexander Kwásniewski llegó a afirmar que <<no hay ninguna excusa para el hecho de hacer alusiones a la Grecia y a la Roma de la Antigüedad y a la Ilustración sin aludir a los valores cristianos, que son tan importantes para el desarrollo de Europa>>. Los políticos seculares liberales omitieron conscientemente la importante aportación a la identidad y a la dignidad sagrada de los individuos autónomos, independientemente de su raza; a la alabanza o denuncia de los ejemplos morales de buen gobierno y pérfidas tiranías; al desarrollo de una sociedad civil fuera del ámbito estatal durante el enfrentamiento del siglo XI entre el Emperador Enrique IV y el Papa Gregorio VII; a la creación de las teorías de la resistencia contra los tiranos de los teólogos jesuitas del siglo XVII; y a la ayuda social de los más necesitados durante siglos. En este contexto, no debemos olvidar tampoco la existencia de un <<cristianismo cultural>> en el arte, la mística y la literatura universal que hacen incomprensibles a Rafael, Rubens, Haendel, Bach, Messiaen y Ronalt, sin el conocimiento de la cultura sacra cristiana. Lo cual hace todavía más deshonesto intelectualmente, los intentos de borrar el cristianismo del registro histórico. A la par, este ejército de abogados, implementan sin cesar un multiculturalismo liberal, que ha terminado desarrollando una minoría agresiva que intenta crear zonas culturales propias –guetos-, su sistema bancario islámico o su derecho basado en la sharia; una vez más las sociedades occidentales toleraron el desarrollo de plagas y demonios en su propio ecosistema, hasta que la durísima realidad le ha estallado en las manos. Entonces y sólo entonces, los Gobiernos europeos han comenzado a expulsar la paja para mantener al trigo41 .

Conclusiones.

En este artículo habrán podido comprobar cómo tras la I Guerra Mundial se generaron unos valores que se volvieron contra la República de Weimar y el Régimen liberal de Italia, en forma de soldados deshumanizados con base en su <<hombre nuevo>>, que no dudaba en imponer su voluntad mediante la violencia. En esta línea, la extremada dureza de los acuerdos de Versalles terminó por derribar todo freno para los revolucionarios, en una Alemania cuyo nivel de pobreza llegó a tales extremos que convirtió a la sociedad más industrializada de su época, en una masa de individuos inseguros y frustrados que pedían con insistencia una fe venerable. Esta nueva religión desarrolló una mentalidad apocalíptica sobre la base de un relativismo moral y cultural, donde sobresalieron los profetas del fin del mundo de la izquierda; de facto, Max Weber comprendió que en esa atmósfera secular mesiánica, en la vieja tradición de Barbarroja y Bismarck, la mayoría no sería capaz de soportar la dureza de la postguerra y abandonaría el camino de la prudencia, para abrazar la obediencia absoluta de las nuevas sectas políticas, que volvieron a unir religión y política en el plano de la izquierda –anarquistas, comunistas, socialistas, nacional-socialistas o fascistas-. Por todo ello, Christoph Bry se opuso al <<hombre nuevo>> por considerarlo un suicidio espiritual disfrazado, a la par que denunció que con él, Marx transformó los entusiasmos utópicos del socialismo inicial en una <<religión oculta>>, con apariencia de ciencia, pero que no era más que una profecía para un nuevo pueblo elegido. Por otra parte, en la Inglaterra de la década de 1920 se vivió un notable florecimiento del trabajo social bajo la dirección del obispo William Temple, que organizó la Conferencia sobre Ciudadanía, Economía y Política Cristiana –COPEC- para impulsar un programa social reformista, que seguía la línea de la Unión Social Cristiana, y culminaría con el Estado del Bienestar que se instauraría en Europa tras 1945. Y cuando este florecimiento de la política cristiana llegó de nuevo a Europa continental tras la II Guerra Mundial, se volvió a presentar una <<Tercera Vía>> entre el socialismo totalitario marxista y el individualismo atomizante del capitalismo liberal, gracias a su preocupación por las injusticias sociales a través de vehículos como Acción Católica; así como, con el desarrollo de nuevos partidos políticos católicos en Bélgica, Italia o Alemania, ya que los anteriores habían terminado desintegrándose en medio de las tensiones totalitarias que azotaron toda Europa continental. En este contexto, autores como Bertrand Russell, Seymon Frank, Raymond Aron, Frederick Voigt o Eric Voegelin, denunciaron que las nuevas religiones políticas socialistas eran una ideología basada en una patética comunidad afectiva sustituta, sostenida en los desatinos de la clase o la raza, donde el atomizado individuo moderno podía  reexperimentar el cálido abrazo fraternal del mundo. Es decir, que el Marxismo y el nacional-socialismo eran una forma de tribalismo emocional que representaba una respuesta a la inmadurez que permitía al hombre permanecer inmaduro con la sanción del grupo. Y este, al acabar con la moral cristiana, ya no tuvo nada que le impidiese utilizar cualquier medio para lograr su objetivo, desde la mentira propagandística hasta el asesinato masivo, de poder traer el cielo a la tierra.

Con todo ello bien presente, también hemos analizado las relaciones de la Iglesia católica con los Regímenes autoritarios como el de Dollfus, Franco, Salazar, Pétain o Pinochet, en la línea de contener la expansión de las matanzas religiosas y las Guerras civiles, perpetradas por los Gobiernos republicanos de Rusia, México y España, en paralelo a los Frentes Populares alentados por Stalin para obtener el poder en Europa continental. Hecho que llevó a personas como Sigmund Freud o Albert Einstein a retractarse de sus críticas a la Iglesia y a alabar públicamente, su valor para denunciar e intentar contener la expansión del mayor peligro para la civilización, el Totalitarismo socialista. A la par, los grupos cristianos colaboraron con la Resistencia contra Hitler, encabezados por el propio Pío XII que dirigió los contactos entre los políticos alemanes que intentaron matar a Hitler para firmar la paz y los dirigentes aliados. Y finalmente, que la Iglesia fue quien ensalzó los valores de la Europa medieval –valores humanos, trabajo, derecho y libertad- que recogieron Schuman, de Gasperi y Adenauer para crear un proyecto político basado en la justicia social y el capitalismo suavizado en una economía social de mercado que apoya la iniciativa privada, la libertad religiosa, el rearme, el avance hacia una Europa unificada y la OTAN; para contener el avance comunista sobre Europa tras la II Guerra Mundial.

Bibliografía.

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Wright, Jonathan. Los jesuitas. Barcelona, Debate, 2013.

* Licenciatura en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad de Granada. Tesina por la Universidad de Granada: Aproximación al pensamiento de Erich Fromm: Humanismo socialista. Doctor en Filosofía por la Universidad de Extremadura, Departamento de Historia: El Humanismo socialista. Profesor del Máster Criminalidad y Seguridad Pública de la UNEX. Consejero internacional de la Revista “Política y estrategia” de la Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos de Chile. Tesis doctoral publicada, en 2011, por la Editorial académica española: El papel de los intelectuales en la guerra fría cultural. Cuius regio eius religio. ISBN: 978-3-8465-6830-9 Tesina publicada, en 2012, por la por la Editorial académica española Aproximación al pensamiento de Erich Fromm. El humanismo socialista. ISBN: 978-3-659-05619-2

1 Burleigh, Michael. Causas sagradas, pp. 41.

2* Las obras y opiniones de personajes como Gobineau, Wagner o Paul Lagarde desarrollaron la simiente del antisemitismo moderno como se ejemplificó en el Reichstag, cuando en 1895 el diputado Hermann Ahlwardt pidió el exterminio de los judíos o en 1889, el Partido Alemán de Reforma Social pidió una <<solución final>> de la <<cuestión judía>>. Lo curioso es que la población judía de Alemania sólo representaba el 1 por ciento –las grandes comunidades judías estaban en Rusia y en la zona oriental del Imperio Austro-húngaro-; que cuando en 1875 el II Reich legalizó el matrimonio con judíos sus cifras llegaron a ser las más altas del mundo; que el proceso de asimilación fue tan bien recibido en Alemania que se aceptó de buen grado las enseñanzas seculares e igualitarias de Karl Marx –un apóstata judío casado con una gentil-; que en el II Reich estaba prohibida toda forma de discriminación y por ello los judíos pudieron prosperar en la universidad y en las profesiones superiores… De facto, miles de judíos rusos comenzaron a emigrar hacia Alemania y Austro-hungría donde iniciaron su asimilación racial por el debilitamiento de sus prácticas tradicionales. Y por su éxito al prosperar dentro de la primera globalización, la izquierda, indignada por el predominio de los banqueros judíos, llegó a señalar al verdadero judío con el capitalista, como hizo el propio Marx en su artículo sobre la cuestión judía. De aquí que Hannah Arendt viese el antisemitismo como la envidia de quienes no alcanzaban ese nivel; algo que se evidenciaría por el éxito político de los antisemitas tras la Gran Guerra. Eso sí, no debemos olvidar que el éxito de los judíos en Alemania –para el comercio de bienes- devino del proyecto de libre comercio que desarrolló Bismarck en 1834 para atraer a la federación alemana con Prusia, y crear a Alemania como la nación que hoy conocemos; pero tampoco que en el mundo de la cultura se reverenciaba a los judíos cultos y asimilados como: Einstein, Freud, Kafka, Mahler, Wittgenstein, Karl Gaus, Joseph Roth, Arthur Schnitzler… Pues los Imperios de la época se basaban en la multiplicidad de lenguas, culturas y pueblos, “como dijo Keynes, <<un episodio extraordinario>>. Lástima que no durara>>” Ferguson, Niall. La guerra del mundo, pp. 116. En este contexto, el antisemitismo se implementaría también por su hiperrepresentación en la Revolución bolchevique, pues vieron en ella la vía para escapar de las durísimas condiciones de vida, así como de las tremendas persecuciones, a las que les tenían sometido el Régimen zarista. Recordemos que eran el 11 por ciento de los delegados bolcheviques y el 23 por ciento de los mencheviques durante el V Congreso del Partido Socialdemócrata Ruso de 1907; y tenían otros 59 delegados de la Liga de trabajadores judíos socialistas. Es decir, un total de 338 delegados que representaban el 29 por ciento de la población rusa. Por tanto, fue el deseo de homogenización de los nuevos Estados-nación, desarrollados tras el final de las sociedades multiétnicas imperiales, lo que llevó hasta el extremo el antisemitismo, la planificación, la autarquía y el terrorismo. Y en el caso turco, la minoría armenia cristiana fue exterminada por su éxito en el comercio y vivir cerca de la frontera de la cristiana Rusia. Este genocidio llegó a ser conocido porque el Nuncio apostólico Eugenio Pacelli, futuro Pío XII, recibiría el informe del teólogo bávaro Josef Engert donde se relataba el asesinato de un millón de armenios, la venta de mujeres y niñas para los harenes y la entrega de niños en orfanatos para convertidos al Islam.
Burleigh, Michael. Causas sagradas, pp. 43.

3 Burleigh, Michael. Causas sagradas, pp. 44.

4 Burleigh, Michael. Causas sagradas, pp. 46.

5 El profesor Burleigh nos indica el paralelismo con los movimientos estudiantiles de mayo de 1968 en Francia donde alumnos y profesores mezclaron sexo y lecturas de Sartre.

6 Burleigh, Michael. Causas sagradas, pp. 58.

7 Burleigh, Michael. Causas sagradas, pp. 66.

8 Burleigh, Michael. Causas sagradas, pp. 67.

9 El hecho de que el precio de los bienes de la Iglesia confiscados sólo llegase a un millón de rublos mientras que toda la campaña publicitaria le costó a los bolcheviques diez veces esta cifra deja bien claro que la campaña de confiscación no tenía nada que ver con el hambre que azotaba a millones de rusos.

10 Burleigh, Michael. Causas sagradas, pp. 85.

11 El fascismo tomó como imagen talismán las faces lictoriales, consistentes en un hacha atada a un haz de varas, de la antigua Roma, como habían hecho los jacobinos en su época.

12 Burleigh, Michael. Causas sagradas, pp. 92.

13 Burleigh, Michael. Causas sagradas, pp. 100.

14 Burleigh, Michael. Causas sagradas, pp. 102.

15 Dicha definición del funcionamiento del Partido Comunista puede encontrarse también en los estudios sobre el stalinismo de historiadores contemporáneos como Marc Lazar, Stephen Kotkin, Klaus-George Riegel, Robert Service y Robert Tucker.

16 El Partido era como agua bendita en la que los intelectuales desarraigados y el esporádico trabajador serían bautizados incorporándose a la vanguardia proletaria destinada a volver a forjar la humanidad y la sociedad por medio de la violencia revolucionaria apocalíptica.

17 Burleigh, Michael. Causas sagradas, pp. 126.

18  En este aspecto se recomienda ver el estremecedor documental de Leni Riefenstahl titulado El triunfo de la voluntad.

19 Waldemar, Gurian. Bolshevism. Theory and Practice, pp. 226-227.

20 En Francia se denomina <<falsa guerra>> al periodo entre la declaración de guerra aliada a Alemania por su invasión de Polonia y el inmediatamente anterior a la invasión relámpago nazi de Francia.
** El artículo 3 secularizó la educación; el artículo 5 suprimió las órdenes religiosas; el artículo 24 confinó el culto a las iglesias; el 130 prohibía vestir el hábito eclesiástico, privaba de voto al clero y prohibía a las publicaciones católicas hacer comentarios políticos.
*** De este grito sus oponentes políticos les denominaron <<cristeros>>.
**** Graham Greene relató la detención y asesinato en 1926 de un jesuita de veinticinco años llamado Miguel Pro.

21 Alcalá-Zamora, Niceto. Asalto a la república. Los diarios robados del presidente de la II República. Enero-Abril de 1936, pp 158.

22 Cierto es que Gil Robles fue invitado a las concentraciones nazis de Nüremberg, que le causaron honda impresión, y que algunos de sus partidarios clericales propagaron la idea de la conspiración judeo-masónica; pero la CEDA rechazó de plano la creencia nazi de la superioridad racial de los arios.

23 Burleigh, Michael. Causas sagradas, pp. 169.

 

* Estas cifras pueden corroborarse en la obra de  Sánchez, de Jose M. The Spanish Civil War as a Religious Tragedy. University of Notre Dame Press,  Notre Dame, 1987; tanto como en la obra de José Javier Esparza. El libro negro de la izquierda española. Crónica, Barcelona, 2011.
** Si me lo permiten, les vuelvo a recordar que el sagrado Corazón fue el emblema que llevaban los campesinos franceses de la Vendeé en sus combates contra las tropas revolucionarias en 1795. 

24 Hitler se indignó tanto ante la encíclica del Papa, que ordenó la detención de cualquiera al que se le descubriese leyéndola o difundiéndola.

25 Burleigh, Michael. Causas sagradas, pp. 254.

26 Burleigh, Michael. Causas sagradas, pp. 259. Recogido del artículo de la revista Times <<Germen Martyrs>>, Time, 23 de diciembre de 1940, pp 38.

27 Para más información le recomendamos la obra de Mark Riebling. Iglesia de espías. La guerra secreta del Papa contra Hitler. Barcelona, Stella Maris, 2016.

28 El profesor Wrihgt afirma que los sacerdotes católicos tenían prohibido ser Capellanes en los Ejércitos del III Reich tanto como que la “Gestapo mantuvo un fichero especial dedicado a los sacerdotes jesuitas”. Para más detalles vean  Wright, Jonathan. Los jesuitas, pp. 291 y ss.

29 En este sentido, tampoco podemos olvidar la alianza de los Hermanos Musulmanes con el nacional-socialismo, gracias al líder árabe Haj Amin al Hussaini que promovió las masacres de judíos en las revueltas árabes de 1929 y 1936, visitó a Hitler el 28 de noviembre de 1941, conoció los planes de exterminio nazi directamente de Adolf Eichmann, donaba cincuenta mil marcos mensuales a los nazis de las donaciones que hacían sus fieles, organizó varias Brigadas musulmanas para la Waffen SS que combatieron en los Balcanes. Evitó que unos cinco mil niños judíos fuesen evacuados de Bulgaria, Rumanía y Hungría por la Cruz Roja –acabaron en las cámaras de gas- y refugió a decenas de nazis tras su derrota. Haj Amin al Hussaini murió tranquilamente en Beirut en 1974, pero para entonces su legado de exterminio antisemita ya había sido recogido por su sobrino Yasser Arafat –realmente Muhammad Abd-ar-Raüf Qudwa al Hussainí-. Para profundizar en el tema, humildemente, si me lo permiten, reseñaría la obra de Ruiz, Francisco J. Orígenes, desarrollo y consecuencias de la guerra fría secreta. Eae, Alemania, 2012.

30 En cierta ocasión un joven comunista alemán dijo: <<Tiene que parecer democrático, pero debemos tenerlo todo bajo nuestro control>>. Y Milovan Djilas afirmó en 1945:<<Nosotros los comunistas no necesitamos oposición>>.

31 A Mindazenty lo fueron cambiando de prisión hasta que la Revolución húngara de 1956, le permitió refugiarse en la Embajada Norteamericana en Budapest, durante quince años, hasta que un acuerdo le permitió viajar hacia la libertad.

32 Burleigh, Michael. Causas sagradas, pp. 393.

33 Burleigh, Michael. Causas sagradas, pp. 409.

34 La difusión de las ideas comunistas y socialistas produciría en la Compañía la transformación que la alejaría de su decimonónica imagen de instrumento de élite al servicio del Papa.

35 Burleigh, Michael. Causas sagradas, pp. 434.

36 Burleigh, Michael. Causas sagradas, pp. 489.

37 Burleigh, Michael. Causas sagradas, pp. 538.

38 Burleigh, Michael. Causas sagradas, pp. 538.

39 Burleigh, Michael. Causas sagradas, pp. 542.

40 Burleigh, Michael. Causas sagradas, pp. 544.

Cf. Burleigh, Michael. Causas sagradas, pp. 40 y ss.

 


Recibido: 01/07/2017 Aceptado: 29/08/2017 Publicado: Agosto de 2017


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