Contribuciones a las Ciencias Sociales
Diciembre 2011

LA SEXUALIDAD EN EL ADULTO MAYOR DESDE LA PERSPECTIVA PSICOSOCIAL.



Yaniet Cobas Moreira
yaniet@imias.cug.co.cu



RESUMEN

La sexualidad, definida como un fenómeno bio-psico-social, que forma parte del crecimiento y de la personalidad del ser humano, se ha visto limitada por los prejuicios y tabúes que giran en torno a ella en cualquier etapa de la vida, con énfasis en la adolescencia y en la tercera edad. Pero, la realidad demanda, que detrás de todos estos estereotipos hay falta de preparación para asumir la sexualidad, sobre todo, en los senescentes; de ahí que con esta monografía nos proponemos acercarnos a los cambios fundamentales que ocurren en la sexualidad de este grupo etáreo; así como los comportamientos, actitudes, perjuicios y tabúes relacionados con su sexualidad.

Palabras Clave: sexualidad, adulto mayor, cambios fisiológicos, mitos y estereotipos

   



Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Cobas Moreira, M.: "La sexualidad en el adulto mayor desde la perspectiva psicosocial.", en Contribuciones a las Ciencias Sociales, diciembre 2011, www.eumed.net/rev/cccss/16/

I. INTRODUCCIÓN.
El vertiginoso desarrollo científico técnico que ha caracterizado el pasado siglo XX, con mayor esplendor en su segunda mitad y que marca estos años inaugurales del XXI, ha propiciado que, fundamentalmente en los países desarrollados, y en algunos en vía de desarrollo como el nuestro, pero con importantes conquistas sociales,1 se está produciendo un aumento significativo de la cantidad de personas que viven muy por encima de los 60 años y la esperanza de vida al nacer sobrepasa los 75 años, llegando a 78 y más en varios países de Europa, Japón, Canadá, EUA, Cuba, entre otros.2-3 Esta situación, que además trae aparejado un aumento importante de personas con edades superiores a los 60 años en proporción con el resto de la población, implica que tanto a nivel institucional como social, (siendo este último en creces más importante) deben de operarse cambios y modificaciones que permitan asimilar, de forma adecuada y saludable, la presencia cada vez más frecuente de personas de la tercera edad.4 Por otra parte, la mayoría de las personas que llegan a esta etapa de la vida, no están preparados para enfrentarla adecuadamente.5 Situación muy relacionada con la escasa cultura de envejecimiento que existe y se complica con el carácter pesimista y discriminatorio de los conceptos y representaciones de la vejez que son manejados a nivel poblacional, a pesar de que el actual fenómeno de envejecimiento que se está produciendo ha propiciado un aumento creciente de toma de consciencia sobre este aspecto desde lo social, aunque sin una adecuada interpretación a nivel individual.2 Un aspecto sumamente importante a valorar en esta etapa de la vida, matizado por la deficiente cultura de envejecimiento que poseemos, es la sexualidad.2 Las personas llegan a la ancianidad sin conocer realmente cuales son los cambios psicológicos y fisiológicos que van a afectar, entendido como modificar, no como dañar, su sexualidad. Mucho menos están preparados para interpretarlos. Al efecto, en esta monografía pretendemos acercarnos a los elementos fundamentales que caracterizan los cambios que ocurren en la sexualidad de los ancianos, así como los comportamientos, actitudes, perjuicios, tabúes y estereotipos que hay sobre la sexualidad en el adulto mayor.

II. EL PROBLEMA DE LA SEXUALIDAD EN EL ADULTO MAYOR.
El problema de la influencia del envejecimiento sobre la actividad sexual y sobre las actitudes que hacia la sexualidad muestra el adulto mayor, es un tema que, a pesar de ser sumamente actual y significativo por la tendencia mundial al envejecimiento poblacional, no logra una movilización relevante de científicos y profesionales que trabajan directamente con personas de estas edades.3

El impulso sexual es  uno de los más poderosos motivadores de la conducta a lo largo de toda la vida del individuo. En términos generales, podemos entender la sexualidad como la extraordinaria posibilidad de comunicación que tienen las personas a su disposición  para expresar y compartir muchos y variados deseos, sensaciones, sentimientos, emociones, fantasías, afectos, caricias o ternura.6

Las relaciones sexuales son ante todo una manera íntima, privada y sincera de decirle al otro: te quiero, te amo, te deseo, me encanta estar junto a ti o simplemente decirle a la vez todas esas cosas con las manos,  con toda la  piel. Por tanto, cuando hablamos de sexualidad, estamos hablando de amor, cariño, amistad, relación.6

La sexualidad es una parte esencial  de la necesidad de establecer relaciones que tenemos todos los seres humanos. Es un componente fundamental de satisfacción de necesidades de amor y afecto. Es una dimensión global que matiza la totalidad  del ser humano, su capacidad de sentir, de vivir, expresar y compartir sensaciones  corporales, afecto y ternura, independientemente de la edad que se tenga.6

Como ya abordábamos en la introducción a esta monografía, el ser humano se enfrenta hoy, de forma súbita,  a una prolongación cada vez mayor de su vida con muy escasos conocimientos  sobre su capacidad fisiológica e influido por  un patrón cultural donde  se integran rígidos  conceptos sobre la sexualidad,  trasmitidos de pasadas generaciones.3

En efecto, nuestras culturas occidentales  están impregnadas de valores religiosos  o cristianos que han extendido el sexo vinculado exclusivamente a la reproducción, visión reduccionista que  limita la sexualidad no sólo a la  heterosexualidad, enfatizando  en lo genital con un predominio  marcado del modelo masculino, sino además considera a las personas  mayores, agotadas en su productividad en la  trasmisión de vida (aunque no es tan cierto en el caso del varón), incapaces de procrear, y por tanto, sin tenencia o  necesidad de   sexualidad.6-7

Criterios de esta índole han propiciado que persistan a través de los años  y muy a pesar del desarrollo de la ciencia y sus grandes logros, actitudes retrógradas  similares a las que existían hace un siglo, que tienden a rechazar, burlarse, o en el mejor de los casos, ignorar  la existencia de actividad sexual en los ancianos.8

Esta negación de la sexualidad  en la tercera edad, que adquiere mayor fortaleza  en las mujeres, pudiera ser explicada no sólo desde la asociación incorrecta  que se ha establecido entre sexualidad y  reproducción, como ya hemos referido anteriormente, sino también a partir del prejuicio generalizado de viejo-enfermo, que de tan fuerte se instala  en los destinatarios,  e incluso, en el resto de los que le rodean,9 o mediante  el modelo que propone Díaz Noriega2, 7 a partir de la modificación que hace  del propuesto por Atucha10 incluyendo, además de los componentes  heterosexual-matrimonial- monogámico, del modelo original, el componente juvenil.

Entre los tantos conceptos equívocos  relacionados con la sexualidad  en el adulto mayor, está el que plantea que toda  actividad sexual debe desaparecer  a esa edad, considerándose no natural y fisiológico, moral y socialmente mal visto.3

La sexualidad puede vivirse en todas las edades, de manera individual, en pareja, sea o no heterosexual y sin que sean las necesidades meramente masculinas las que tengan que ser privilegiadas. 6

 

El arribo a la tercera edad, para muchas personas, independientemente de su sexo, es un importante generador de ansiedad, que aunque no sólo se centra en la sexualidad, si tiene mucho que ver con ella y en el caso fundamental de los hombres, constituye un factor trascendental en el mantenimiento de su autoestima y la representación que de si mismo pueda tener.11 Además, estos mismos estados emocionales negativos relacionados con la edad, que pueden vincularse a factores tan aparentemente normales como la jubilación, pudieran provocar el inicio de trastornos de la función sexual  o la percepción de algunos  ya existentes, que unidos al desconcierto,  y mediados por la ansiedad que esto genera  a modo de círculo vicioso, ponen frenos a la actividad sexual del sujeto, o incluso, al no tener  claridad del origen de estos cambios, los puede interpretar como  señales de decadencia física y mental.12

Ahora: ¿Cuáles son los  cambios fisiológicos  que tienen lugar en la sexualidad con la llegada a la tercera edad?

Según Master y Jonson13, el ciclo de la respuesta sexual humana  consta de 4 fases:

  1. Excitación.
  2. Meseta.
  3. Orgasmo.
  4. Resolución.

La excitación se desarrolla a partir de una estimulación somatigénica o socogénica, siendo el factor estimulante de la mayor importancia  para que se produzca un incremento  de la tensión sexual durante el ciclo. Si esta estimulación se adecua a la demanda  individual, la intensidad de la respuesta aumenta con rapidez, resultando la fase acelerada o rápida. Si la estimulación no es efectiva, puede prolongarse mucho o no producirse.

Si la excitación sexual efectiva continúa, de la excitación se pasa a la fase de meseta. En esta la tensión sexual se intensifica y llega al máximo, después de la cual aparece el orgasmo. La duración de esta fase depende de la calidad del estímulo empleado, combinado con  el factor de canalización individual  para la culminación del incremento de la tensión sexual.

Cuando el estímulo o la canalización son inadecuados o si es interrumpido, la persona no llega al orgasmo y pasa, poco a poco de la tensión de la  fase de meseta   a una fase de resolución excesivamente prolongada.

El orgasmo es un fase que se limita a los escasos segundos  durante los cuales la vasocongestión  y la miotonia desarrollada por  el estímulo sexual son liberadas. Esta situación involuntaria, se alcanza a un nivel que representa el  máximo de tensión  sexual para cada situación particular.

El comienzo subjetivo del orgasmo es pélvico y se concreta  de modo específico en el clítoris, vagina,  útero en la mujer y en el pene, próstata y vesículas seminales  en el hombre, experimentándose subjetivamente  una respuesta  de todo el organismo a la tensión sexual. De la expresión orgásmica se pasa a  la fase de resolución. Este es un período involuntario de pérdida de la tensión sexual que lleva al individuo a un estado de inestabilidad.

En el caso de la mujer, hay una respuesta potencial que le permite volver al estado de orgasmo en cualquier punto de la fase de resolución si se le aplica  un estímulo efectivo. En el hombre, la fase de resolución incluye  un período refractario, teniendo por regla general, menos posibilidad que la mujer para responder  a la reestimulación.

Durante el proceso de envejecimiento, tanto en el hombre, como en la mujer, tienen lugar cambios importantes en su respuesta sexual, relacionados  con el modo en que se experimentan las cuatro fases del ciclo antes expuestas. En el caso de la mujer, contrario a criterios ampliamente difundidos, la disminución de la función ovárica a partir del climaterio, no es causa necesaria de  cambios importantes en su actividad sexual, si no está acompañado  de trastornos psíquicos, mala información sobre la fisiología sexual o de patrones culturales y educacionales erróneos.14 

La fase  de excitación en la mujer se hace más lenta. Si antes necesitaba no más de 20-25  segundos de excitación para lubricar su vagina, en la edad avanzada puede demorar hasta 5 minutos15  y la lubricación es menos abundante, al extremo, que incluso  puede pensar que no ha lubricado en absoluto, cuando en realidad, al haber una  menor producción de sustancias, no se exterioriza como es normal en otras etapas de su vida. La erección del pezón, aunque es de modo general similar  a edades anteriores, es menos intensa, así como el aumento del tamaño de las mamas.  

Otro cambio es el debilitamiento de la musculatura vaginal y de la zona perineal, por lo que existen menos contracciones en la vagina  durante la fase orgásmica. También es menor  la elevación uterina,  fenómeno fisiológico en la fase de meseta orgásmica y las contracciones uterinas del orgasmo  se hacen más débiles y en ocasiones dolorosas, por ser más espásmicas que rítmicas. Sin embargo, estos sucesos no eliminan el orgasmo, ni suprimen la sensación de placer, por lo que no se puede afirmar que el avance de los años  en la vida de la mujer pone límite preciso a  su sexualidad.16

En los hombres, al igual que en la mujer, puede haber  un período climatérico cuando se llega a cierta edad, solo que  no se generaliza en la mayoría como ocurre en el caso de las féminas. Esta condición se caracteriza por cansancio, falta de apetito, disminución del deseo sexual, menoscabo y pérdida de la potencia, irritabilidad, dificultad en la concentración entre otros síntomas. 17,18.

En el varón, también similar a la mujer, la excitación sexual se hace más lenta con el paso de los años. Para lograr una erección necesita mucho más tiempo y estimulación, las erecciones son menos firmes  que en otras etapas de su vida, hay una reducción  de la cantidad de semen y disminuye la intensidad  y la fuerza de la eyaculación, observándose una menor necesidad física  de eyacular, con una prolongación importante del período refractario, y una disminución  de la tensión muscular durante la excitación sexual.17, 18.

Estos síntomas son motivo de inquietud en los hombres  que empiezan a experimentarlos, e incluso pueden llegar a preocupar a su pareja sexual, si no es consciente del proceso fisiológico subyacente, pensando que carece de atractivos  o su desempeño  como amante no es el más adecuado. 3

Estos cambios que tienen lugar durante el envejecimiento en la función sexual de las personas, tienen mayor trascendencia para el hombre que para la mujer. Muchos no tienen idea de cómo debe ser su sexualidad en esta etapa y pretenden mantener  el vigor  de sus erecciones de los 30 años, la rapidez de excitación en toda las situaciones sexuales y se aterran cuando no pueden tener coito dos veces en una noche. La errónea interpretación de los cambios  funcionales del hombre en la tercera edad  lo lleva a mostrar síntomas de angustia anticipatoria  sobre su desempeño  sexual. 3

 

Aparejados a las particularidades que desde el punto de vista  fisiológico adquiere la sexualidad humana  con la llegada a la tercera edad y los cambios psicológicos que son propios de esta etapa de la vida, se añaden otros factores que se interponen en el desarrollo normal de la  vida sexual tanto del hombre como de la  mujer, e incluso, su influencia podría hacerla desaparecer.8

Uno de estos factores es la falta de pareja, la cual es la mayor causa de abstinencia sexual, fundamentalmente en las mujeres adultas mayores. Esta particularidad se asocia con la tendencia  a que el hombre muera varios años antes que la mujer, después de lo cual, la anciana viuda, fundamentalmente por patrones inadecuados o presión social,  no trata de buscar pareja y en caso de que aparezca, generalmente la rechaza. 8

En el caso de los hombres, la pérdida de la pareja también puede desencadenar en un período importante de inactividad sexual, que puede estar motivado, no por presiones sociales, como generalmente sucede con las mujeres (es bastante aceptado que  el hombre busque pareja nuevamente, incluso hasta más joven). Ante el deseo de iniciar relaciones de pareja con otra persona se pueden presentar dificultades para lograrlo, que pueden estar relacionadas perfectamente con problemas de la erección o con el temor a “no responder como se espera que lo haga un hombre”. 3 La angustia por no tener una repuesta  eréctil  con las características que el cree que puede alcanzar, hace que en muchas ocasiones se abstenga de buscar pareja. 10

Otro factor  está relacionado con el deterioro de la relación matrimonial, en el caso de los ancianos con esta condición. La falta de estímulos sexuales, provocados por una vida sexual monótona o poco variada, puede llevar a  una pérdida del interés  en la actividad sexual. Una menor intensidad de las relaciones sociales, la pérdida de atractivos corporales de la pareja y la creencia  de que es incorrecto tener fantasías sexuales en esa etapa, se unen para disminuir la búsqueda del acto sexual. 3

También el agotamiento físico y psíquico propio de  la etapa disminuye el interés por el contacto sexual y crea serios temores por el cansancio extra que pueda producirse y las consecuencias físicas.19 Además, la preocupación, ya sea por el trabajo, o en caso de jubilación, por las cuestiones económicas, desvían el interés  sobre el sexo. 3

Los problemas de salud son otro  factor importante. Es un hecho real que a estas edades aparecen varias patologías, muchas con carácter crónico que mutilan seriamente la sexualidad de la persona, fundamentalmente más por desconocimiento y falta de orientación, que por imposibilidad real de tener relaciones sexuales.8 Aunque no es de extrañar que personas que durante toda su vida  asumieron las relaciones sexuales como un modo de cumplir con su pareja, vean como un alivio poder prescindir de ellas poniendo como  justificación, una enfermedad, o malestares que son normales en la tercera edad. 8

Otro fenómeno importante y que debe ser muy tenido en cuenta es la calidad de la relación sexual previa de la persona, el modo en que vivió y asumió su sexualidad desde los inicios de su vida sexual. Como bien señala Simone de Beauvoir, 20  según sea la sexualidad en la  juventud, así será la vejez.  Una mujer poco dada a la sexualidad durante su juventud, que utilizaba cualquier pretexto para evitar el intercambio sexual con su pareja, cuando sea anciana se mantendrá poco atraída por la sexualidad.

Una mujer con altos deseos sexuales, que a pesar del agotamiento físico por un día rudo de trabajo, de las preocupaciones laborales o de otro tipo, desea y realiza actividades coitales con su pareja, cuando llegue a anciana  será muy dada a la sexualidad. 2

Según Díaz Noriega, 2 la temperatura sexual es prácticamente constante durante todo el ciclo vital, lógicamente, en caso de que no tenga lugar algún acontecimiento que pueda modificar tal actitud ante el sexo. Un hombre saludable, que ha sido sexualmente activo, puede de alguna forma seguir expresando  su actividad sexual en edades avanzadas. 21

 

Los patrones sexuales que se trasmiten de generación en generación, dan la impresión de que el desarrollo se detiene en un momento dado y que el adulto se convierta en un ser relativamente estático. De esa forma se considera que la manera de reaccionar, las necesidades, los estímulos necesarios en un anciano, deben ser en principio, iguales a los de un adulto joven. Estas expectativas que son mantenidas, incluso por los mismos ancianos son un elemento altamente generador de angustias, pues fisiológicamente  no puede haber las mismas necesidades ni respuestas  y preparan el terreno para que la imagen de si mismo y de su pareja se deteriore, dando lugar a depresión, cerrando así un círculo vicioso. 7

Si bien son importantes los cambios fisiológicos que tienen lugar en el ciclo de la respuesta sexual con el paso de la edad, los aspectos psicosociales en relación con la sexualidad de los ancianos tienen un valor fundamental. Las personas llegan a la vejez  sin estar preparadas  para asumir la etapa, además de que los conceptos que maneja la población general sobre esta etapa de la vida  son pesimistas y discriminatorios. 2 Existen mitos, prejuicios, estereotipos sobre la sexualidad  de los ancianos que se trasmiten a cada individuo desde edades tempranas de la vida, que  luego son interiorizados  y contribuyen a privar a este sector poblacional del disfrute  de una vida sexual plena. 2

Anteriormente abordábamos diversos factores que se interponen en el desarrollo normal de la sexualidad en el anciano, además de los cambios fisiológicos que se operan. Uno de estos es la no tenencia de pareja sexual, que fundamentalmente en esta etapa tiene lugar por la muerte de la pareja.

En este tipo de situaciones, el comportamiento y la aceptación social de conductas de búsqueda sexual en el hombre es diferente al de la mujer. Cuando la anciana enviuda, una vez pasado el período de duelo, en muchas ocasiones se enfrenta  a un dilema: de un lado la sociedad, con su enorme poder represivo, espera y exige que se convierta en un ser asexuado, de otro lado, aparecen fantasías, sueños eróticos, deseos sexuales que ella, por su condición cultural, por los prejuicios sociales que no sólo operan desde fuera, sino muy desde dentro, al ser patrones aprendidos y enraizados en nuestra sociedad, siente la obligación de reprimir sus ganas. 2 En este sentido, la pérdida de pareja sexual obliga a la anciana a la abstinencia.

En el cado de los hombres en esta situación de viudez, aunq ue si existe algún rechazo a comportamientos de búsqueda sexual, fundamentalmente en el medio familiar, no es tan fuerte el rechazo y existen mucho menos prejuicios al respecto. En este caso   la presión sobre el hombre es netamente personal y se centra en su rendimiento sexual. El temor a  no responder  adecuadamente a demandas sexuales lo lleva a abstenerse de la búsqueda de pareja, aspecto que mucho tiene que ver con la interiorización de mitos y prejuicios sobre el rendimiento sexual a los que está sometida la persona  desde que comienza su vida social.

La expectativa interiorizada durante años  de que el hombre  debe estar siempre presto  a la relación sexual y debe exhibir erecciones firmes es un hecho común. Según el modelo  descrito por Aller Atucha  que impone la sociedad al hombre su sexualidad debe ser matrimonial-heterosexual-reproductivo. 10 Desde el punto de vista sexual, en el caso de los ancianos, este modelo lleva incluido expectativas  de respuestas eróticas  características de la juventud, ya que se exigen erecciones pétreas y duraderas, deseos sexuales inagotables, períodos refractarios fugaces, eyaculaciones abundantes y a altas presiones. 2

Todas esas exigencias establecen una contradicción entre  las posibilidades biológicas reales  y las aspiraciones  interiorizadas por los individuos,  debido a la errónea educación informal recibida a lo largo de toda  la vida. Esto conduce a incluir, dentro de este modelo un nuevo componente, el juvenil. 2

Dos razones justifican la inclusión de este componente. Primero, excluye  la posibilidad de que la sexualidad sea practicada por ancianos, y además, exige que quien practique la sexualidad  lo haga utilizando patrones  de conducta sexual juvenil, con deseos sexuales inagotables. 7

De modo general,  entre la serie de normas  sociales (perneadas por el enfoque de género) sobre lo que se le permite o no  a ancianos y ancianas en materia de sexualidad, y que son condicionantes  de su conducta  y su tendencia a la autorepresión, podemos incluir que:

A pesar de todos estos aspectos, la expresión más concreta de discriminación y prejuicios sobre la sexualidad en los ancianos y ancianas, lo constituye en que muchos grupos de sexología, constituidos por un personal que se supone  es portador de las ideas más avanzadas en este campo, niega en muchas ocasiones la asistencia  a ancianos que la solicita, poniendo límites  en la edad de los pacientes que reciben en sus consultas.

II. EL PROBLEMA DE LA SEXUALIDAD EN EL ADULTO MAYOR.

Flores colombino21 plantea que  la tercera edad es “la edad del erotismo”. Significando con esa expresión que al desaparecer los intereses  o las preocupaciones reproductivas, la sexualidad  en esa etapa tiene como único  fin, el dar y recibir placer. Para disfrutar una vida plena  en la tercera edad  tan solo es necesaria una salud razonablemente buena, tener intereses sexuales y tener una pareja que resulte interesante. 20.

Se puede afirmar que un hombre o una mujer, capaces física y psíquicamente pueden mantener  una vida sexual activa  mucho después de los 60 años. Esta es una posibilidad más que comprobada, si son personas libres de estereotipos, prejuicios y tabúes sociales y culturales. 15

El deseo, el placer y la capacidad sexual pueden durar toda la vida y las relaciones pueden desarrollarse y mantenerse con éxito hasta el final. Se acepta que la sexualidad, como cualquier  otro proceso psicofisiológico experimenta modificaciones a lo largo del ciclo vital, cambios modulados, como expusimos, por factores que nada tienen que ver con lo orgánico, pero la sexualidad no desaparece ni se pierde con el devenir de los años, sino que adopta  formas distintas,  se expresa de modo diferente según las personas  se van haciendo mayores. No hay disminución de la lívido ni la capacidad sexual en las mujeres cuya salud sexual es buena, no obstante de  la disminución gradual de la frecuencia del interés sexual  y un aumento relativo de disfunciones sexuales. 6.

En resumen, podríamos considerar que  la sexualidad y la afectividad pueden mantenerse  durante la vejez y que la satisfacción sexual no tiene por qué disminuir. De hecho, diferentes informes  y las propias personas de la tercera edad,  expresan que la mayoría  de las personas son capaces de  tener relaciones y de sentir placer en una amplia gama de actividades eróticas.  Incluso se informa una mejoría de sus vivencias sexuales. Todo ello en razón de que la calidad de la actividad sexual en la vejez depende más  de factores psicológicos y sociales  que de la edad, siempre que no existan enfermedades discapacitantes.

VI. REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS.

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