Juan Andrés Sosa Pérez (CV) 
               Universidad de Cienfuegos «Carlos Rafael Rodríguez»
			    jasosahg@gmail.com 
                			    
			 
			    
			    
			    
			    
			    
			    Resumen.
 El cultivo de la vid y el uso de sus frutos  como alimento y  bebida es una  actividad que a través de los siglos  ha navegado al lado de la cultura occidental.  Se rememora esa relación y se busca redescubrirla con los nuevos enfoques  sociales  de la ciencia y  la tecnología (CTS), reconocerla en toda su  amplitud y significación. Se muestra como cada época histórica y de desarrollo  de la ciencia enriqueció la actividad con nuevas métodos, técnicas y  tecnologías. En la actualidad en muchas latitudes la agroindustria se ha  convertido en un factor relevante de progreso económico y social.  Las nuevas concepciones vinculan orgánicamente  a la bodega y a la sociedad, la carrera de enología se encuentra en el  currículo de varias universidades y proliferan las investigaciones científicas  y publicaciones temáticas. Por otra parte, el consumo moderado de vino y sus  beneficios fisiológicos están reconocidos. Concluye con la exposición de las  principales características y limitaciones de la actividad en Cuba, en especial  su carácter artesanal y urbano.
Palabras clave: vid, vino,  enología, vinicultura, tecnologías, CTS, agricultura urbana
  El cultivo de  la vid y el uso de sus frutos como alimento y   bebida es una  actividad que a  través de los siglos  ha navegado al lado  de la cultura occidental. El epígrafe   rememora esa relación y se busca redescubrirla con los nuevos enfoques  sociales  de la ciencia y  la tecnología, reconocerla en toda su  amplitud y significación. Se muestra como cada época histórica y de desarrollo  de la ciencia enriqueció la actividad con nuevas métodos, técnicas y  tecnologías. En la actualidad en muchas latitudes la agroindustria se ha  convertido en un factor relevante de progreso económico y social.  Las nuevas concepciones vinculan  orgánicamente a la bodega y a la sociedad, la carrera de enología se encuentra  en el currículo varias universidades y proliferan las investigaciones  científicas y publicaciones dedicadas; por otra parte el consumo moderado de  vino y sus beneficios fisiológicos están reconocidos.  
Como  nunca antes en la historia, la comunidad humana disfruta de un alto grado de  organización social y de bienestar,  la  expresión más avanzada a la que la sociedad madura aspira y ya, de alguna  forma, transita en estos inicios del siglo xxi.  Como es lógico, el florecimiento de que hablamos ha recorrido un largo camino  de varios milenios,  camino sinuoso, de  avances y retrocesos, que más que rectos, parecen los vientos de un huracán  dando vueltas, girando en círculos, y entre girar y girar, ascienden  y también, a veces bajan. Pero ese bamboleo  en vueltas nos ha traído hasta aquí y a la cabeza de ese mar inmenso que es la  humanidad se encuentra la sociedad occidental. 
Son muchos los pilares  sobre los que se asienta la civilización  occidental. Se reconocen a la religión judeo-cristiana, a las universidades;  con la importantísima función de resguardar el conocimiento y transmitirlo,  y  a la cultura greco-latina, entre los  más importantes. Una de las actividades que a través de los siglos  ha navegado al lado y con nuestra cultura  occidental es el cultivo de la vid y el uso de sus frutos como alimento y como  bebida.
Al matrimonio de occidente, con la vid y  sus beneficios al hombre, se le han dedicado páginas célebres desde los tiempos  más remotos. Recordamos las muchas y elegantes menciones que de esa asociación  se hace en  la Biblia. En la cultura  griega una de las fiestas fundamentales; que ha llegado a nuestros tiempos con  el nombre de «dionisiacas»,  era la  celebración por  la culminación de la  vendimia. 
Se propone rememorar esa relación,  descubrirla con los nuevos enfoques sociales  de la ciencia y  la tecnología, reconocerla en toda su  amplitud y significación y por último, dejar   bien plantado desde el inicio, el árbol de la vid y de la vida  occidental. 
Las noticias más antiguas de la relación  entre el hombre y la vid están referidas a la región montañosa que hoy  conocemos como Transcaucasia en la costa norte del Mar Caspio. Al parecer se  remontan a algunos milenios antes de Cristo.   En esos montes comienza esta larga odisea, ya que por esa época comenzó  la domesticación de la vid. El hombre comenzó a cultivarla y a reproducir las  plantas que mejor le servían. De esa forma tuvieron lugar las primeras  selecciones no naturales. Junto a ello también comenzaron  a crearse rudimentarias técnicas de cultivo  para aumentar el volumen de la producción y también las formas de empleo que  imaginamos serían como “fruto fresco” y “jugos”; los primeros utensilios  utilizados fueros cuescos de cerámica primitiva y barro. 
Pasaron los siglos y llegó el cultivo de  la vid a las costas del mar Mediterráneo.   Desde los inicios de la civilización griega se fusionan la vid, los  viñedos, el vino y las fiestas de cosecha con los mitos y las leyendas. Palas  Ateneas era adorada como la diosa de la agricultura y la fertilidad. El dios  Dionisio regía las danzas y los vinos, en su nombre efectuaban los griegos las  fiestas llamadas «dionisiacas». Estas fiestas eran celebraciones populares por  el fin de la vendimia. Ya desde aquella época recoger el fruto producido por la  vid  era una  actividad social importante, que demandaba  organización y planificación. Durante las fiestas se elegía,  además, a la reina de belleza y se derivaban  actos de reunión  y convivencia social.  Se hace notar que ya se habla de “vinos”, lo que implica el desarrollo de una  nueva actividad humana. 
 La elaboración y el consumo de vinos han  tenido desde entonces una historia común con la humanidad. La geografía en la  que se desarrolla la civilización griega no era de las mejores para la  agricultura, terrenos poco fértiles, montañas   abruptas y escarpadas y la fuente de la vida, el agua, muy escasa. Las  precipitaciones en la península de los Balcanes y en general en los centros del  mundo griego en aquel entonces, como ahora, eran muy pocas para la agricultura.  Esta característica diferenciaba a los griegos de otras grandes civilizaciones  que les precedieron, ya que mientras aquellas se asentaron siempre en los  valles de grandes ríos donde pudieron desarrollar la agricultura como principal  actividad económica, para los griegos esa actividad fundamental fue el  comercio. Las tierras griegas, secas y poco fértiles, eran en cambio  suficientes para un cultivo poco exigente de lluvias y tolerante a los suelos  salinos. Esa planta fue la vid, con  su  sistema radicular que  puede crecer  ampliamente y es capaz de absorber el agua por poca o profunda que esté en la  tierra y las hojas de sus ramas son capaces de aprovechar la fuerte radiación  luminosa que les llega para realizar una intensa actividad fotosintética  (Hidalgo, 1999). La consecuencia de esta actividad es el alto grado de dulzor,  alrededor de veintiún grados brix, que puede alcanzar el fruto de la vid, la  uva. 
Si repasáramos detenidamente los hechos  podemos resumir que los griegos desarrollaron el “cultivo de la vid” porque era  uno de los  que en sus condiciones mejor  se podía realizar. Tanto el cultivo y cosecha de la vid, como la “elaboración  de vinos” exige el desarrollo de métodos y técnicas. Las personas tuvieron que  desarrollar nuevos oficios como el de viñador, curador, alfarero  y   catador.
 La vinificación se realiza exprimiendo las  uvas hasta extraerle todo el jugo y luego realizando sobre ese mosto una  “fermentación anaerobia o fermentación alcohólica”. Las uvas se pisaban para  ser exprimidas y el jugo extraído se   fermentaba en vasijas por la acción de las enzimas de las levaduras  naturales.  El vino desempeñó un papel  importante como bebida regocijante y también para sustituir aguas de dudosa  calidad para la salud. El último aspecto se refiere a que, como el vino  contiene alcohol, elimina micro-organismos que pudieran injerirse en los  líquidos. Además,  ya le eran reconocidas  sus facultades para entonar el estómago y facilitar la digestión. Las semillas  de la vid y el vino en garrafas navegaron por   todas las costas del mar Mediterráneo.
En una línea del tiempo paralela a la  cultura griega se encuentra el desarrollo de la religión judía. El libro  principal de esta religión que es la   Biblia recoge infinidad de veces apartados sobre el vino y la  viña.  Se les canta y se les acoge con  aprecio y distinción. 
En tiempos de Jesucristo, los romanos  habían asimilado completamente el cultivo de la vid y la elaboración de vinos.  Ellos expandieron la actividad por todo su imperio, que  abarcó el Mediterráneo, la Galia, el norte  de los Balcanes y el Oriente Medio. En esta  época se almacenaba en barricas de roble y se   transportaba en garrafas de barro. 
Al igual que los griegos, los romanos  acercaban las vides a su vida, al punto que también las cultivaban  ornamentalmente en sus casas y palacios más regios.
El vino surgió en Europa y allí es  conceptualizado como la bebida obtenida por la fermentación del jugo del fruto  de  la vid por la acción de las levaduras  ().  La fermentación de jugos de otras  frutas también produce bebidas que son llamadas por los enólogos de varias  formas,  pero nunca como vinos.  Para quien escribe,  habría que hacer una concesión de caballeros.  Si los de frutas son vinos, entonces están  adulterados; si y sólo, si además de jugos contaron con la adición  de azúcar y agua.
Los vinos cruzaron el Atlántico junto  con Colón en sus viajes de descubrimiento, donde formaron parte fundamental de  la dieta de la tripulación. Seguidamente llegaron a América las variedades de  la única especie europea de vid (Vitis  vinífera).
La revolución francesa de 1789 ejerció  una inesperada e importante influencia en la actividad vitícola o cultivo de la  vid y en la ciencia de la elaboración y conservación de los vinos. Con el  triunfo y radicalización de dicha   revolución, la nobleza francesa quedó como una clase desplazada del  poder, de las ciudades y de  muchas de  las actividades particulares que ejercía, por ello quedó listo el escenario  para que individuos con gran y exquisita cultura  se refugiaran en la actividad vitivinícola, y  a ella dedicaran sus energías  y su  pasión. Fue así como nació un nuevo campo del saber humano, la enología. La  enología abarca tanto a la parte del cultivo de la vid, como a la parte de la  elaboración del vino y su conservación. 
Las tierras francesas son sumamente  fértiles y el cultivo de la vid encontró y encuentra allí satisfechas sus  necesidades agronómicas. La nueva etapa perfila todos los elementos de la  industria moderna del vino. Los paladares refinados contribuyeron a buscar  aromas  y sabores exquisitos. La  organización mental, el razonamiento y los bienes patrimoniales y financieros  permitieron desarrollar ciclos completos desde selección de variedades,  plantación, elaboración, almacenamiento, añejamiento, embalaje, transporte  y por último comercialización. 
Ya en pleno siglo xix, el desarrollo de la ciencia trae  numerosas facilidades a la industria. Los acertados descubrimientos y  postulados de Pasteur sobre los microorganismos, permitieron desarrollar  técnicas de esterilización tanto para los alimentos como para los envases. La  industria del vidrio permitió embotellar y guardar el vino por largos períodos  de tiempo. También se avanzó en la separación de cepas de levaduras y en su  cultivo en forma artificial. Las levaduras son microorganismos fundamentales  para la industria de las bebidas, ya que son responsables durante su proceso  fisiológico de respiración de desdoblar los monosacáridos azucarados en alcohol  y dióxido de carbono. Ello ocurre por la acción de las enzimas de la pared  celular de las levaduras sobre las cadenas de glucosa o fructuosa (Jorgensen  y Hansen, 1978). 
Todos  los aditivos que recibe el vino, en su presentación, se conocen como valores  agregados que aumentan su valor y precio de comercialización. Una idea más  clara de la importancia de las nuevas técnicas y metodologías puede ser  observada si comparamos la producción de  vinos entre  las regiones españolas de La Rioja y Cataluña. Los  productores riojanos por la década de 1840 contrataron a un enólogo francés y  bajo la dirección de esté, dejaron de vender los vinos en la misma  temporada de vinificación, en lugar de ello  se indicó guardarlos en toneles de roble por varios meses o años. A esa técnica  se le llama añejamiento. Luego de algún tiempo y después de un proceso final de  mezclado,  los vinos se embotellan y  taponan. Al producto se le agrega un juego de etiquetas donde se informa de  varios elementos de identidad: cepas, elaboración  y posible maridaje de consumición. Toda la  labor de producción, añejamiento, embotellamiento y comercialización le permitieron  a los vinos riojanos desde entonces abrirse oportunidades a lo ancho de todo el  planeta,  y junto con ello, consolidar la  actividad y ganar buenos precios, que llegan aún a nuestros días.  En contraposición con   los vinos catalanes, que  en su gran mayoría continuaron almacenándose  en barricas y comercializándose a granel hasta entrada la década de los 70 del  siglo xx. Como es lógico, con  precios muy bajos y escasa propagación nacional e internacional. 
Cuando se analiza las características de  las etiquetas del siglo  xix y primera mitad del xx denota el uso de pocos colores y  mucho equilibrio, debido a que cada   placa de color utilizada en la imprenta encarecía la tirada. En este  campo, se ha desarrollado a través de los años toda una cultura del diseño. La  sobriedad y seriedad de todo el conjunto que incluye botella, tapón y vino es  anunciación de calidad y propuesta. Las modernas tecnologías de impresión  permiten ahora nuevos diseños.
La revolución verde llegó  temprano a las vides. Luego de los años 50,  la demanda de consumo debido al aumento del poder adquisitivo de amplios  sectores, tanto en países desarrollados como en vías de desarrollo,  estimuló la búsqueda de altos rendimientos en  el campo. La universalización de las variedades más populares y la creación de  nuevos oficios. Ya para entonces la diversificación de usos de la uva es  completa: del mosto exprimido se hacen jugos, vinos y jarabes; de las  semillas,  aceite;  de los pámpanos,  se alimenta   a los rumiantes,  y  los residuos de cosecha se utilizan en compós  para la fertilización de suelos.   Además,  las uvas se consumen  directamente como frutas frescas o deshidratadas en forma de pasas. 
El desarrollo tecnológico ha jugado un  papel fundamental en la explotación de las potencialidades de la uva y en que  millones de personas puedan disfrutar de esos beneficios. Para el laboreo en el  campo se han creado todo tipo de máquinas como roturadoras,  fumigadoras e incluso,  enormes recolectoras que liberan al hombre de  los trabajos más rudos y disminuyen el costo de producción. En la  elaboración,  los avances son aún  mayores: cubas de acero automatizadas, líneas completas de embotellado, tapado,  etiquetado y embalaje continuo, que alcanzan producciones de miles por hora.  Las condiciones de transportación y almacenado a temperaturas óptimas son  celosamente observadas. La actividad enológica, desde un inicio  y hasta nuestros días,  ha sido desarrollada por la más amplia y diversa  masa de productores, personas enamoradas de su profesión, desde sencillos  productores hasta grandes consorcios. Se reconocen las bondades del oficio y se  retribuyen con la incorporación inmediata de cada adelanto tecnológico  disponible.
Un caso donde la vid y el vino jugaron  un papel destacado en la transformación de la sociedad lo constituye el campo  español (Proenza, 1998 y 2002). En las primeras décadas del siglo xx,   el atraso de España con respecto a otros países europeos era evidente en  desarrollo, en salario per cápita, en nivel de vida, en educación e  investigaciones y patentes. En las zonas rurales el atraso era más evidente  aún: muy escasa tecnología, rendimientos bajos y pobreza en cuanto al nivel de  vida. Esta situación  cambió  radicalmente. El boom de los vinos  también contribuyó, puesto que al conseguir mayor aceptación y buenos precios  aumentó  la renta de  todos los eslabones de la cadena productiva  de la agroindustria vitivinícola. Las casas productoras generalmente se  encuentran cerca de las plantaciones, donde se instala la bodega y en la que  transcurren las distintas etapas de elaboración.  Las bodegas se cuentan por centenas,  distribuidas por toda la geografía del país ibérico. Esto último es  importante,  pues asegura una amplia distribución  de los ingresos y una gran rivalidad y competitividad. La cantidad de puestos  de trabajo son decenas de miles y diversos, lo que constituye todo un sistema  (). Las bodegas en  muchos casos son  atendidas por familias enteras, donde se distribuyen distintas aristas del  negocio como son viticultor, enólogo, contador, sommelier, comercial, abogado,  entre otros. Se da a menudo el caso en que los bienes patrimoniales y el oficio  son pasados de generación en generación, lo que   potencia que el sentimiento de pertenencia sea muy fuerte. Esta  transmisión de viejos experimentados a otros más jóvenes, conocedores del  oficio y abiertos a las novedades,  es  una garantía para el buen hacer. Las tierras; que muchas, por  siempre han sido de poca fertilidad y lluvias  escasas,  proporcionan bajos rendimientos  agrícolas y son, no obstante,  suficientes  para la vid. Ello se debe a que en la vid no solo se tienen en cuenta sus  rendimientos volumétricos,  sino también  su valor organoléptico y a esté último demasiada agua le afecta. En España los  soles del verano y las altas temperaturas disminuyen la incidencia de  enfermedades micóticas y una fuerte fotosíntesis en las viñas.  La cadena productiva incluye todas las  necesidades de transporte, venta en la Bodega, supermercados, restaurantes, tiendas  especializadas, y hasta el envío a domicilio; la propaganda se realiza en todo  tipo de medios de difusión, incluyendo revistas dedicadas,  y periodistas  especializados. Con regularidad se realizan concursos y degustaciones. Proenza,  1999). 
 El vino es una de las bebidas alcohólicas  que más se consume, tanto sola como en  comidas. Hoy día,  junto al turismo, la  industria de la vid y el vino se erige como uno de los pilares más sólidos  de la economía de España. 
Los estudios sobre los beneficios de  ingerir  vino mesuradamente se han  certificado con amplitud. Se conoce que es beneficioso ingerir uno o dos vasos  de vino antes de las comidas, puesto que se estimulan los jugos gástricos,  pancreáticos y de la bilis, con lo que resulta en una digestión más rápida y  eficiente del bolo alimenticio. Se admite que el consumo de vinos tintos es  bueno para tratar enfermedades coronarias. Y en general, en las uvas y en otras  frutas rojas, las antocianas; que son las sustancias de color rojo, son  antioxidantes que contribuyen a eliminar radicales libres. Según la OMS (2004 y 2005) y la OPS (2005) la ingestión de 500  mililitros de vino de alrededor de 11º alc/vol, equivale a ingerir 40 gramos de alcohol  puro, esa cantidad demora entre cuatro y cinco horas en ser eliminada  completamente del cuerpo, en dependencia (fundamentalmente, pero  entre otros factores) del peso corporal. El  alcohol no es asimilado por el organismo humano, sino que este debe eliminarlo  por secreciones o por la lisis de proteínas. La ingesta de una cantidad mayor de  la citada,  necesita para su eliminación,  de la intervención del hígado,  y en  casos extremos; de gran intoxicación, de la lisis de proteínas. Los estudios  psicosociales sobre el consumo moderado de vino no son concluyentes, pero sí  reconocen que las personas que lo practican diariamente (conducta normal  ante el consumo) además de una mejor  digestión, disfrutan  del placer de  saborear, de la satisfacción de los sentidos, de la posibilidad de retraerse  del estrés de la agitada modernidad. Por demás es el vino, dentro de las  bebidas alcohólicas, de las más sanas.
Las últimas décadas vieron el  surgimiento de las preocupaciones por las producciones ecológicas y el regreso  a prácticas más sanas. La sobrevaloración de los productos libres de químicos y  el enunciado en las etiquetas sobre el particular, así como el reconocimiento  de efectos colaterales dañinos a la salud humana por el uso de productos  químicos y biosintéticos,  es un elemento  representativo de nuestro tiempo. Otros elementos de la  modernidad lo constituyen la amplia gama de  investigaciones sobre este campo y el que la enología se ha constituido en una  carrera universitaria. 
Según Reynier (1995), en el mundo  entero  la producción de uvas alcanza 60  millones de toneladas,  el cuarto lugar  entre las frutas por su volumen de producción y están cultivadas en todos los  continentes,  en alrededor de 8,2  millones de hectáreas de terreno. En la actualidad las compañías modernas  productoras de vinos y genéricos se nombran Bodegas. En los gobiernos,  se encarga al Ministerio de  Agricultura regir la actividad  vitivinícola.  La producción de vinos  está regida por consejos reguladores constituidos en cada región. Estos  consejos emiten una denominación de origen que certifica la calidad,  pertinencia e identidad del producto y están entre  las asociaciones reguladoras más antiguas y  completas que se han constituido para productos agroindustriales.
La enología como ciencia se incluye en  el currículo de varias universidades de los principales países productores del  mundo. En ellas principalmente y con el apoyo de financistas privados,  se realizan investigaciones de todo tipo,  como son el estudio de bioestimulantes foliares, de sistemas de riego y poda,  de reguladores biológicos y químicos para plagas y enfermedades; también  se  hacen determinaciones de variedades  por marcadores genéticos.
Paralelamente se desarrolló toda una  industria de propaganda y publicidad a través de revistas genéricas que  orientan al lector sobre la calidad de los vinos, los precios, las  características de las regiones, etc. En estas revistas es común encontrar  elementos de la historia local, las costumbres, incluso las personas que han  contribuido con su talento al desarrollo de la actividad.
Los directivos de los consorcios no  dejan escapar ningún elemento y se mantienen al tanto de las últimas tendencias  de la ciencia y la tecnología. Para ilustrar como se manifiesta el enfoque  social de la ciencia y la tecnología, se trae a colación el caso de Bodegas  Torres.
Bodegas Torres cuenta una historia de  más de 100 años que se inició con el capital que el primer Torres llevó desde  Cuba hasta Cataluña, en el año 1870. Con el capital compró tierras en Cataluña  e inició una bodega. Para principios del siglo xx  su negocio de vinos había crecido y se hallaba completamente establecido. En la  actualidad el negocio es regido por la tercera generación de Torres, y cuenta  ya    con    5 000 hectáreas de  viñedo en España, otras 1   500 hectáreas en Chile y alrededor de 300 hectáreas en California. Tiene además; en  España, laboratorios propios para análisis de suelos y análisis organolépticos,  para investigaciones genéticas de variedades, etcétera. La investigación y el  ensayo no cesan y constituyen un puntal para mantenerse entre los primeros del  mundo. La compañía difunde documentales propios, que además  de presentar la producción y la investigación  alcanzan el maridaje entre  vinos y  comidas. Pero lo que hace un verdadero maridaje con la nueva época, es la  creación de  un museo en la ciudad de  Barcelona, donde se reviven todas las etapas de la actividad, así como plantea  un recorrido del desarrollo de  las  tecnologías utilizadas en cada período.   Además  de cursos de catá para  diversos niveles de conocimiento, el museo se vincula orgánicamente a la vida  cultural y educacional de Barcelona (Torres, 2004a y 2004b). 
En Latinoamérica se destacan Chile,  Argentina y Brasil por sus producciones vitivinícolas. Chile, en particular,  realiza una factura anual por venta de vinos de 300 millones de dólares y de  400 millones de dólares en uva de mesa, jugos y mostos (Esterio, Auger y Muñoz, 2004). En correspondencia con el  desarrollo en el sector, Chile cuenta con prestigiosos investigadores de nivel  mundial. Por otra parte, la actividad docente e investigativa está ampliamente  institucionalizada y participa de la colaboración de las  principales empresas suministradoras de  insumos químicos en el mundo (Drogett, 1996). La revista chilena Agricultura  Técnica; indexada en SCIELO, sirve de vehículo fundamental para la divulgación  de resultados científicos. Estos logros pueden servir de guía al desarrollo de  la ciencia, la tecnología en América Latina, desarrollo que muchos  especialistas consideran complejo (Albornoz, 2001). 
En Cuba durante los primeros tiempos de  la colonia se intentó desarrollar viñedos y producir vinos, pero estos intentos  fueron mayormente fallidos por las enfermedades en la plantación;  ello incitó la producción de vinos a partir  de otras frutas. Se reconoce la existencia en la república de varias  casas productoras de vinos de frutas,  sobresale el de frutabomba (carica papaya).  Estos vinos gozaban de buena aceptación entre los nacionales y tenían una  difícil competencia con vinos extranjeros baratos y de gran calidad. Otra  arista de competencia era, y lo es aún hoy,   la producción en Cuba de  ron ligero  de gran calidad, aceptación y reconocimiento nacional y mundial. Las casas  productoras mencionadas eran ya «bodegas», puesto que algunas contaban con  decenas de barriles de roble y empleados forjados en el oficio. Luego de 1959,  la nacionalización de las empresas privadas eliminó casi por completo la  producción vinícola y los toneles fueron redistribuidos a empresas productoras  de ron.
 La   actividad vitícola que había estado olvidada por siglos, primero por  causas económicas al ser relegado el cultivo de la vid por el de la caña de  azúcar y luego por la no existencia de una cultura propiamente dicha del  cultivo, se hizo casi inexistente. Aún   no existe una política estatal que favorezca este  cultivo, con las consecuencias que la falta  de ese apoyo provoca: menos productos fungicidas y de fertilización, menos  profesionales, menos conocimientos y menor volumen de producción. En los  últimos años,   productores privados de  varias provincias  cubanas  se han   lanzado al cultivo de la vid: Pinar del Río, La Habana, Villa Clara y  Granma, cultivan sobre todo variedades europeas para el consumo directo como  uva de mesa (De la Fé,  2001). Se han creado también algunas pocas asociaciones estatales con entidades  vinícolas europeas para el cultivo de vides en suelo cubano y la posterior  producción de vinos (De la Rosa,  2006). Existe además una modalidad de cultivo urbano, conducido en pérgolas  sobre las azoteas,  muy expandida por  todo el país y  donde predomina el  cultivo de una variedad americana más tolerante a las enfermedades (Morales,  2008; Sosa y Casanovas, 2011). Se emplea tanto para vinos caseros como para  consumo fresco. Las temperaturas entre los 25° C y los 30° C, unidas a una alta  humedad y temporales lluviosos de varios días en primavera y verano,  facilitan el desarrollo de  las enfermedades fungosas, que son el  principal enemigo natural de las vides en zonas tropicales.
El análisis  de la actividad vitivinícola en Cuba podría  plantearse como un tema de Estudios de Ciencia, Tecnología y Sociedad ya que la  producción de vinos se realiza como una manifestación de resistencia y de  tradición de la sociedad. Desde la década   de 1990 en que se permitió la   instauración de pequeñas casas productoras y comercializadoras privadas  son centenares las familias que a lo largo de todo el país se dedican con éxito  a esta actividad, la cual  se convirtió  en la base de sus economías y de sus proyectos de vida. 
Un dato distintivo es que esa producción  es mayormente elaborada en las ciudades. La producción constituye un servicio a  la sociedad,  a la que brinda distintos  tipos de vino, vinagre y encurtidos. La constitución en 1993 de la Coordinadora  Nacional de Clubes de Vinicultores de Cuba (Sosa y Miranda, 2002), a la que  están afiliados actualmente unos 300 vinicultores  de once provincias ha facilitado la  socialización de la actividad; con ello se propicia un ciclo positivo de  crecimiento caracterizado por aceptación, consumo, producción. La principal  tarea de la Coordinadora Nacional es organizar y realizar los festivales  nacionales anuales de Clubes de Vinicultores de Cuba, en los cuales en la  actualidad se compite en ocho categorías   de vinos y una categoría para ponencias. Los conocimientos científicos  alcanzados y aplicados en la industria mundial son transferidos de alguna forma  mediática y parcialmente aplicados, puesto que las técnicas que se emplean para  la producción de vinos y el resto de las actividades son completamente  artesanales. Se establece así un diálogo de saberes, donde se presentan  conocimientos basados en la empírea, que en ocasiones  no son justificados bajo métodos  científicos,  pero que son pertinentes y  válidos. Los resultados competitivos de todos los festivales están asentados en  registro (Morales, 2011) y las ponencias compiladas.
 Entre las limitaciones mayores que presenta la  actividad en el país está  la falta de  sistema, desde el campo hasta la vidriera.   Esta limitante  afecta   la existencia y compenetración de todas las  etapas. Los productores de vid en el campo no desarrollan la parte vinícola y  los productores urbanos de vino no tienen garantizadas las materias primas y  fundamentalmente las uvas para sus elaboraciones. Para el embotellado y la  comercialización utilizan técnicas muy simples. Por otro lado,  al no existir consejos reguladores o  entidades que certifiquen los productos privados,  que son muy variables  en calidad y volumen entre los productores y  hasta dentro de un mismo productor, se hace muy difícil la comercialización a  gran escala, e incluso, impensable la exportación.  Vencer   las dificultades citadas solo podría efectuarse bajo un nuevo desarrollo  cualitativo. 
Referencias
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