Alexander Abreu Pupo (CV)
                  
                                 
apupo@fh.uho.edu.cu 
                			    
			 
			    
			    
			    
			    
			    
			     Resumen
Las guerras de  independencia del siglo XIX en Cuba han sido objeto de innumerables análisis  historiográficos, destacándose el estudio del pensamiento de Martí. Tanto las  guerras, como la vida y obra del Apóstol han transitado desde perspectivas  predominantemente positivista del fenómeno hasta valoraciones más  interpretativas. 
En este artículo  se realiza una síntesis de lo que hemos entendido como la teoría martiana sobre  la guerra, no como suceso bélico, sino, como construcción política e ideológica  en la conciencia nacional, lo que lo convierten en un historiador de profundo  método dialéctico. 
Palabras claves: José Martí, guerra, república, pueblo, revolución.
La guerra cubana de  1895 ha  sido estudiada con profundidad factológica por la historiografía nacional y  algunos autores extranjeros interesados en los temas cubanos. Uno de los puntos  más resaltados ha sido la labor de José Martí en la organización y  estructuración del movimiento que desembocó en aquella gesta independentista,  siendo el PRC la organización  política que más ha centrado la mirada de la historiografía.
Los estudios  martianos son abundantes y polifacéticos, alcanzando espacios disímiles como el  aspecto biográfico, la filosofía, literatura, ciencias naturales, lingüística,  política. Es en este último caso donde la historiografía parece haber avanzado  más. La razón se justifica a partir de que el Apóstol fue en primera instancia  un hombre de la política, elemento que se consolidó aún más por la tarea y las  condicionantes históricas en que vivió. 
En Cuba existe el Centro de Estudios Martianos, cuya  labor ha sido fundamental en la profundización del legado del Apóstol, sus Anuarios Martianos son un punto de  referencia esencial en la bibliografía que se pretenda consultar para conocer  el pensamiento y la acción del más grande de los cubanos; a ellos se une la Revista Honda editada por la Sociedad Cultural  José Martí. 
En términos de  autores, destacados son los estudios de Cintio Vitier, resaltando una de sus  últimas publicaciones Vida y Obra de José Martí, un  trabajo que ayuda al investigador a conocer la vida de Martí sin ser  exactamente un estudio biográfico. En la consulta de fuentes nos encontramos  con el libro, Con el Remo de Proa, del ensayista Luís Toledo Sande. En este  texto centramos la atención en el ensayo Martí, combatiente del 68, brindando  algunas claves para la comprensión del pensamiento independentista de Martí  antes del período que media entre 1878 y 1895. 
En la definición  de las concepciones militares sostenidas por el Héroe de Dos Ríos, destacamos  la obra El pensamiento militar del Mayor General José Martí, del  investigador Fernando Rodríguez Portela, y las diferentes Circulares emitidas  por el propio Martí a los diferentes jefes y oficiales. 
En la búsqueda  bibliográfica notamos que está ausente con sistematicidad la concepción que  tenía Martí sobre la guerra, vista como un fenómeno que más que bélico, debía  ser de concepto socio- político. En el instante de entrar a valorar la guerra  que Martí organizó, las categorías establecidas no superan el ámbito  descriptivo, careciendo de una penetración interpretativa en cuanto al  significado que le daba el Héroe de Dos Ríos a aquella gesta. Quizás, el  estudio más cercano a nuestro objeto de investigación lo tenemos en La Revolución Pospuesta de Ramón de Armas, este trabajo constituyó un importante presupuesto teórico y  metodológico en la construcción de la tesis que deseamos defender. 
Una lectura  profunda de la obra martiana nos ha indicado que son muchos y hasta  contradictorios los calificativos, definiciones o conceptos que Martí acuñó a  la gesta del 95. El investigador podrá tener una idea clara de lo que fue la  guerra para Martí, llegando a la conclusión que la idea que cimentó su  conciencia política superaba por mucho el criterio de sus contemporáneos,  incluso los más adelantados en el plano intelectual, no es un puro  sentimentalismo el de Gómez cuando fijó para la historia que aquella era la  guerra de Martí. 
La guerra que estalló  el 24 de febrero de 1895, le costó 17 años de ardua labor política, aunque no  debe descartarse la tesis del ensayista cubano Luís Toledo Sande que Martí  también fue un combatiente de la guerra anterior, dejando por sentado que la  lucha ideológica que sostuvo Martí durante el período 1868- 1878 fue también  una forma de participar en la guerra que llamó “sagrada madre nuestra”. 
Estamos  persuadidos que una de las razones por las que la historiografía no ha  incursionado con la fuerza que amerita en la concepción social y política de la  guerra es que se han presentado con bastante solidez los estudios del  pensamiento militar de José Martí, hecho teórico muy positivo, sin embargo  creemos que eso ha influido  en la comunidad  de historiadores para considerar la guerra como hecho bélico y no en la  magnitud política- ideológica y cultural con la que la apreció Martí. 
Un organizador de  una guerra puede verse como un guerrerista y el que la evita como un pacifista,  en Martí encontramos de los dos elementos. Sin embargo, para él la guerra  contra la dominación colonial española era la única salida que imponía la  necesidad histórica, para fundar la república democrática que debía erguirse a  través de la búsqueda constante de una nación cuyo gobierno soberano la conduzca  por los caminos del desarrollo, la paz y la justicia, sin intromisiones ajenas  y con respeto al resto de los demás pueblos.
Si la guerra de  1895 costó trabajo organizarla es porque su principal actor social es el  hombre, cuya naturaleza conoció bien, lo consideró imperfecto pero capaz de  realizar los mayores sacrificios en su lucha por encontrar la mayor suma de  felicidad posible. 
La guerra de  Martí trataba de crear un pueblo distinto, con sinceros principios  democráticos. Trasmitió el constante mensaje de que el logro o frustración de  cualquier proyecto dependía de la participación conciente de todos los que lo  integraban. Sus desvelos están en saber que una guerra armada se libra con  recursos pero cuando estos no sean suficientes se impondría la guerra  ideológica. 
El soldado de la  revolución Martí lo concibe como polémico, consciente, poseedor de criterio  propio, integrado al proceso, capaz de sobrepasar los limites del  individualismo, deudor de su pueblo y devoto a los principios de la patria. Con  este soldado se libraría la guerra pero también se reconstruiría la nación y se  construiría la república que tanto anhelaba. 
Aquella república,  fundada desde los inicios mismos de la guerra, no la concebía como forma de  gobierno, sino, como un tipo de sociedad. Razón esta que permite comprender su  empeño en preparar una guerra que sirva de ejemplo a todos los que la  estudiaran o tomaran como referencia.
La guerra la  concebía con conducción y espíritu republicano. Desde antes de desembarcar ya  había sugerido formar gobierno, su intención es clara, educar a los miembros  del ejército libertador en el método republicano de elegir sistemáticamente a  sus representantes.  Errado concebimos el  camino de los estudiosos que intenten explicar el concepto de Martí sobre república  como organización estatal, lo acertado es verlo como forma de comportarse,  actitud ante los deberes de una nación.
Un estudio  despacioso de su obra nos hace encontrarnos con varios adjetivos que acuñó al  concepto de guerra. A esta la llamó revolucionaria, terrible, juiciosa,  democrática, violenta, prematura, fanática, útil, rápida y brillante,  necesaria, imprescindible, republicana, hermosa y honrada, personal y  descompuesta, culta, vigorosa, renaciente, justa e injusta, etc. En 1887 en  carta a José Dolores Poyo refleja con comprensión total la esencia de la guerra  inminente al expresarle que la guerra en Cuba ya había dejado de ser un suceso  militar para convertirse en un problema político. 
En su inigualable  oración “Nuestra América” describe de manera muy precisa y sintética las  características y realidades de su tiempo que “(…) no son para acostarse con el  pañuelo a la cabeza, sino con las armas de almohada (…) Trincheras de ideas  valen más que trincheras de piedras. No hay proa que taje una nube de ideas  (…)”1 .  Comprenderá el papel que juega la divulgación de las ideas revolucionarias,  haciendo uso de la prensa y fiel a su idea de que ¨ (…) las revoluciones van  sobre caminos de papeles (…)”.2  
La fundación del  periódico Patria no es una improvisación, es la madura idea de defender con la  palabra la revolución, de proclamar la limpieza y honradez de sus fines porque  los medios debieron ser ocultos. El Apóstol consideraba como una guerra el  decir y probar públicamente las verdades, el organizarse, esperar el momento  indicado con paciencia, el lograr incorporar afines a los proyectos que se  esbozaban y él conducía. A través de Patria se divulgó el Manifiesto de  Montecristi.
En los finales de  1891, se publicó el libro A pie y Descalzo del  coronel de la Guerra Grande3  Ramón  Roa, ya Martí lo había conocido en 1878 mientras se trasladaba a España en su  segundo destierro y por las expresiones de confianza en el pueblo y en el  futuro de la patria que emitió, Roa lo llamó Cristo inútil. Ahora en esta fecha  de preparación y organización se editaba y salía a luz pública un texto que era  una narración de los avatares y sinsabores de los mambises en aquella gesta. El  libro visto desde nuestro tiempo no parece tener nada de dañino, pero visto  desde el tiempo de Martí era una total contradicción con lo que predicaba el  Apóstol con respecto a las motivaciones del pueblo para lanzarse a una nueva  contienda. 
La respuesta  martiana que tuvo el amargo “(…) deber de censurar públicamente a quien  desalienta a su pueblo en la hora en que parece que van a serle muy necesarios  los alientos (…)¨4 , levantó asperezas en un grupo de veteranos que no es objetivo de  este trabajo detallar, lo cierto y más fructífero de todo aquel contrapunteo de  criterios es que, Martí se mostró en un aspecto hasta ese instante algo  irreconocido por muchos, que esperaban que el momento llegara para comprobar si  era capaz el Héroe de Dos Ríos de mostrarse ejemplar en el campo de batalla  como lo hacía en el campo de las ideas.  
No es motivo de  discusión el haberse planteado desde hace mucho tiempo que la obra más original  y creadora de Martí se resumió en la fundación del PRC el 10 de abril de 1892.  No es fecha cualquiera la escogida por él para proclamar en público su  fundación, se cumplían veintitrés años de la Asamblea de Guáimaro,  primer intento de construcción republicana y democrática. La idea de fundar un  partido no le era nueva, fue elaborándola durante más de diez años y la  concibió como la fuerza suprema que guiaría la guerra. 
En sus Bases se  recogen todas las enseñanzas y experiencias pasadas, su motor impulsor es ¨(…)  los esfuerzos reunidos de todos los hombres de buena voluntad, la independencia  absoluta de la Isla  de Cuba, y fomentar y auxiliar la de Puerto Rico (…) ¨5 . El  carácter político y social de la guerra dado por Martí lo reafirman todos los  artículos de sus Bases en los cuales anuncia reunir ¨ (…) los elementos de  revolución hoy existentes y allegará sin compromisos inmorales con pueblo u  hombre alguno…, a fin de fundar en Cuba por una guerra de espíritu y métodos  republicanos, una nación capaz de asegurar la dicha durable de sus hijos y de  cumplir, en la vida histórica del continente, los deberes difíciles que su  situación geográfica le señala (…) ¨.6   
No se encuentra  en la obra martiana nada que contradiga alguno de los artículos de las Bases  del PRC. El 17 de abril de 1894 publica en el periódico Patria su trabajo “El  tercer año del Partido Revolucionario Cubano”, es quizás este uno de sus  trabajos donde mejor se exprese el espíritu republicano, democrático y  conciliatorio de José Martí. Confirma una tesis que muchos luego olvidaron y la  historia les pasó la cuenta: “(…) A su pueblo se ha de ajustar todo partido  público, y no es la política más, o no ha de ser, que el arte de guiar, con  sacrificio propio, los factores diversos u opuestos de un país… Un pueblo no es  la voluntad de un hombre solo, por pura que ella sea… Un pueblo es la  composición de muchas voluntades (…)”.7 
Más adelante  lanza una idea que será parte principal en toda su obra desde su participación  en las Conferencias Panamericanas y su artículo sobre la Conferencia Monetaria  de Washington ocurridas entre 1889 y 1891, la idea del equilibrio del mundo y  el papel que iba a jugar la guerra de Cuba en el mismo. Sin dudas, Martí le  acuña a la futura gesta un papel continental “(…) Es un mundo lo que estamos  equilibrando: no son solo dos islas las que vamos a libertar (…) Un error en  Cuba es un error en América, es un error en la humanidad moderna (…).”8 
Será el  Manifiesto de Montecristi, redactado junto a Gómez en tierras quisqueyanas el  resumen de toda su obra. Por el estilo en que está escrito y las ideas que  esboza me inclino a pensar que Gómez se limitó a aprobarlo y la autoría  principal en toda su extensión es de Martí. Desde sus inicios considera a la  guerra como un suceso político, no halla ruptura entre una etapa de lucha y  otra, a pesar de haber sido dos las guerras y muchos los intentos, los ve  conectados en sus objetivos, solo los diferencia la forma en que se condujeron.
Vuelve a explicar  con retórica de maestro que “(…) La guerra no es, en el concepto sereno de los  que aún hoy la representan, y de la revolución pública y responsable que los  eligió el insano triunfo de un partido cubano sobre otro, o la humillación  siquiera de un grupo equivocado de cubanos; sino la demostración solemne de la  voluntad de un país harto probado en la guerra anterior para lanzarse (…) La  guerra no es la tentativa caprichosa de una independencia más temible que útil  (…); sino la resolución de hombres enteros que en el reposo de la experiencia  se han decidido a encarar otra vez los peligros que conocen (…)”.9 
El 18 de mayo de  1895 cuando la muerte se le acercaba y él le aceptaba el reto, dedicó tiempo  para escribir a quien fue su hermano del alma, el mexicano Manuel Mercado. La  carta quedó inconclusa, pero las ideas que en ella se recogen muestran a un  Martí totalmente maduro en sus concepciones políticas, seguro de la obra que  había impulsado, feliz de estar cumpliendo con su deber. La guerra ha comenzado  y él es parte indisoluble de ella. Martí es la guerra, la guerra es Martí. Ella  es el producto completo de su pensamiento, de sus sufrimientos silenciosos,  ella es la obra final que coronaría la fundación del PRC tres años antes.
No escapa a  ningún estudioso de esta personalidad mimada de la historia los temas que trata  en la carta, cuando advierte por última vez de los peligros que representaban  los Estados Unidos para el continente y el equilibrio mundial. Sabe Martí que  el estar en los campos de batalla implicaba que la vida se pudiera perder en el  momento menos esperado, pero ¿quién mejor que él para desafiar este reto? A  Mercado, le califica a los Estados Unidos como un monstruo en el que vivió, al  cual conoce y que su lugar es con los pobres de la tierra. La guerra en este  documento, según Martí, no solo era contra el colonialismo español sino que  este hecho “(…) ha venido a su hora en América, para evitar, aun contra el  empleo franco de todas esas fuerzas, la anexión de Cuba a los Estados Unidos  (…)”.10 
1 Cintio Vitier: Selección Cuadernos Martianos III Preuniversitario, Pág. 121
2 José Martí: Epistolario (5tomos), T- 3, Pág. 21
3 En Cuba la historiografía, a partir de conceptos establecidos en el período de 1878 a 1895, le ha denominado al período bélico de 1868 a 1878 como Guerra Grande.
4 Cintio Vitier: Selección. Cuadernos Martianos III Preuniversitario, Pág. 164
5 Ibídem, Pág. 161
6 Ibídem, ág. 161
7 Ibídem, Pág. 168
8 Ibídem, Pág. 181- 182
9 Ibídem, Pág. 192- 193
10 Ibídem, Pág. 247