Contribuciones a las Ciencias Sociales
Noviembre 2011

LA LIBERTAD ES VIDA



Alejandro A. Tagliavini (CV)
alextagliavini@gmail.com



RESUMEN

El cosmos tiene un orden maravilloso que puede observarse en la sabiduría con que se desarrolla, espontáneamente, la naturaleza. La violencia, por el contrario, intenta evitar artificialmente (extrínsecamente: coartando la libertad de la persona) este sapientísimo desarrollo, contrariando a la vida.
Pero el racionalismo vino a reafirmar el concepto de "violencia justa" que sería una violencia ("legítima") capaz de destruir al mal y, por tanto, ayudar al bien. Lo que es un contrasentido, pues justo es aquello que se corresponde con su naturaleza que, vimos, excluye a lo violento. Por otro lado, un principio filosófico, básico, dice que el mal no tiene existencia propia, sino que es ausencia de bien, como la oscuridad es ausencia de luz. Distintos haces pueden sumarse provocando otro color y luminosidad, pero la oscuridad (el mal) no le agrega ni le quita nada, en cambio, es eliminada por la luz (el bien) con solo encenderse.
Es decir, que la única y eficaz manera de combatir el mal, es introduciendo bien allí donde falta. La conclusión más destructiva de la teoría maniqueísta, que asegura que el mal también existe y, entonces, puede vencer al bien, es esta justificación de la "violencia justa", necesaria para que el racionalismo pueda coaccionar (por sobre la libertad de la persona) un "orden" social, diseñado por la ingeniería humana, que no se da espontáneamente como el orden de la naturaleza, e imponer una “autoridad” coactiva que no solamente no ordena sino que anarquiza y, finalmente, destruye.
Durante años, la escolástica medieval, fue exitosamente desacreditada por el racionalismo que se vanagloriaba de los aciertos científicos del raciocinio humano. Pero hoy, precisamente, estos avances tecnológicos no solo lo desmienten sino que lo enfrentan. Internet muestra un ordenamiento espontáneo del cosmos, que es muy efectivo, y con verdadera autoridad: la moral, el “liderazgo por influencia” de aquellos que realizan aportes válidos para el desarrollo humano.

Palabras Clave: El bien y el mal, violencia, justo, libertad, autoridad, orden natural, planificación social, orden social, justo, proceso de mercado, recursos infinitos, escolástica, racionalismo, internet



Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
A. Tagliavini, A.: La Libertad es Vida, en Contribuciones a las Ciencias Sociales, octubre 2011, www.eumed.net/rev/cccss/14/

INTRODUCCIÓN

De la antigua Grecia, santo Tomás de Aquino, por nombrar un autor bien sistematizado, toma la idea de que el cosmos tiene un orden maravilloso que puede observarse en la sabiduría con que se desarrolla, espontáneamente, la naturaleza. La violencia, por el contrario, intenta evitar artificialmente (extrínsecamente: coartando la libertad de la persona) este sapientísimo desarrollo, contrariando a la vida. Dice el Aquinate que : "La violencia se opone directamente a lo voluntario como también a lo natural, por cuanto es común a lo voluntario y a lo natural el que uno y otro vengan de un principio intrínseco, y lo violento emana de principio extrínseco" (1). Así, Etienne Gilson asegura que para el doctor de Aquino "Lo natural y lo violento se excluyen, pues, recíprocamente, y no se concibe que algo posea simultáneamente uno y otro de estos caracteres" (2).       
Pero el racionalismo vino a reafirmar el concepto de "violencia justa" que sería una violencia ("legítima") capaz de destruir al mal y, por tanto, ayudar al bien. Lo que es un contrasentido, pues justo es aquello que se corresponde con su naturaleza que, vimos, excluye a lo violento. Por otro lado, un principio filosófico, básico, dice que el mal no tiene existencia propia, sino que es ausencia de bien, como la oscuridad es ausencia de luz. Distintos haces pueden sumarse provocando otro color y luminosidad, pero la oscuridad (el mal) no le agrega ni le quita nada, en cambio, es eliminada por la luz (el bien) con solo encenderse.
Es decir, que la única y eficaz manera de combatir el mal, es introduciendo bien allí donde falta. La conclusión más destructiva de la teoría maniqueísta, que asegura que el mal también existe y, entonces, puede vencer al bien, es esta justificación de la "violencia justa", necesaria para que el racionalismo pueda coaccionar (por sobre la libertad de la persona) un "orden" social, diseñado por la ingeniería humana, que no se da espontáneamente como el orden de la naturaleza ("creado por Dios", según la escolástica).
Durante años, la escolástica medieval, fue exitosamente desacreditada por el racionalismo que se vanagloriaba de los aciertos científicos del raciocinio humano. Pero hoy, precisamente, estos avances tecnológicos no solo lo desmienten sino que lo enfrentan. Internet muestra (e impone, no coactivamente, sino de hecho) un ordenamiento espontáneo del cosmos, que es muy efectivo, en contraposición con la coacción de los gobiernos, que desordena y destruye.

El ordenamiento social

De las leyes del cosmos, de la naturaleza, surge claramente que el hombre tiene una fuerte tendencia a vivir en sociedad desde que, para procrearse, se necesitan dos personas, varón y mujer. Pero, antes, necesita respetar leyes naturales básicas como comer, dormir, etc. Este respeto a la naturaleza, y no otra cosa, es la moral y su adecuación la ética que son, entonces, las reglas necesarias para que la vida se desarrolle, progrese. Así, al necesitar de la sociedad y sabiendo que la violencia destruye a la vida, por una básica cuestión de supervivencia, el hombre necesita basar toda su acción social solamente en la cooperación y el servicio voluntarios.
Es decir que, como el ser humano, tiene un instinto básico de supervivencia y, si bien es claramente imperfecto, desde el momento en que necesita que la sociedad mejore y desde que ha sido creado para perdurar, necesariamente, más allá de los errores, accidentes o excepciones, tendrá una clara y fuerte tendencia hacia la cooperación y el servicio para la vida, que será el modo natural, “normal” (moral) en las relaciones sociales, incluidas las económicas. Aunque fuera por el lado negativo, es decir, que aquellas sociedades compuestas por personas que no tuvieran esta tendencia natural hacia la cooperación y el servicio (hacia la moral) desaparecerían y, con ellas, esta tendencia negativa.
Ahora, siendo que el hombre primitivo era muy violento, y todavía lo somos, siendo que contrariamos a la naturaleza de las cosas tan frecuentemente y tan profundamente, ¿cómo es que, aun así, la civilización progresa? La razón de esto es que el mal, ya lo vimos, en cuanto tal no existe, de modo que cuando actuamos contra las leyes de la naturaleza, en realidad, no las estamos violando (no podemos violar algo que nos supera, por anterior). Lo que estamos haciendo es "nada", es perder nuestro tiempo en acciones que no ayudan a desarrollar la vida. En otras palabras, el accionar (individual) de la persona, en una sociedad en donde la naturaleza se desarrolla normalmente, terminará necesariamente produciendo un resultado positivo para la sociedad porque, en la medida en que su acción sea mala, la naturaleza social se encargará de que desaparezca y, en cambio, sumará aquello de bueno que pudiera tener.
Por caso, cuando Usted pasa frente a un local de venta, normalmente, no sale el comerciante y, haciendo uso de la fuerza, lo obliga a comprarle, ni llama a la policía para que ésta lo obligue a pagarle sin que Usted tenga interés en los productos que vende. Intentará incentivarlo, ofreciéndole aquello que Usted prefiere, de modo de poder venderle, intentará servirlo. Si mi acción consiste en fundar una empresa y esta es buena, es decir, sirve a las personas, o sea que encuadra dentro del orden natural, será exitosa y continuará adelante. Si mi acción es mala, es decir, que la empresa no está dedicada al servicio de la gente, el mercado natural se encargará de que quiebre y mi acción desaparecerá rápidamente sin que quede rastro alguno.
Como consecuencia directa, el hombre necesariamente progresará, porque lo malo desaparecerá y lo bueno irá sumando. De aquí, pues, que el principio del progreso humano se dará aún con nuestros defectos, errores y pecados: puesto que, para no progresar en absoluto, deberíamos no respetar en absoluto a la naturaleza de las cosas, lo que es un absurdo, es decir que, en alguna medida, aunque sea "por error", la respetaremos. Es decir, que la naturaleza sólo registrará las relaciones acordes consigo misma. El resto, las violentas, más tarde o más temprano, quedarán en nada, básicamente, por autodestrucción del agente.
O sea que las situaciones violentas serán controladas por la naturaleza de las cosas, de modo que, un control coercitivo de la violencia no sólo es un contrasentido sino que, al renegar de las reglas preexistentes de convivencia social, interfiere en este proceso de autocontrol, prolongando la duración del mal y ahondando su efecto (de hecho, en sí mismo es un mal).
Por otro lado, de lo que hemos venido estudiando se deduce que, la eficiencia (que significa que se está brindando lo más efectivo para la persona que quiere mejorar su situación), necesariamente, conlleva que las relaciones sean voluntarias por cuanto las surgidas de la violencia solo “nos hacen perder el tiempo”.
Sí que hay seres humanos que prefieren, egoístamente, y realizan voluntariamente cosas que los dañan a ellos y a terceros. Pero, como sus malas acciones desconocerán a la naturaleza (por ello son malas), serán fuertemente impelidos a corregirla (si pretendo vivir sin dormir, me sentiré tan cansado que, finalmente, me dormiré sin quererlo). Pero, si aun así, persisten en sus malas acciones, como lo natural es lo que dirige hacia la vida, de algún modo, se auto eliminarán y sus malas acciones, con ellos, desaparecerán (si continúo sin dormir, finalmente, moriré). En cualquier caso, y éste es el corolario que debe quedar claro, en tanto la persona actúe voluntariamente, finalmente, aunque sea por descarte, prevalecerá el bien, el orden natural. La violencia interrumpe este proceso evolutivo, retrasando el progreso. De modo que pretender que, porque nunca seremos perfectamente no violentos, debemos ser coaccionados (violentados) para intentar inhibir nuestros impulsos violentos, es el mejor modo de interrumpir el proceso evolutivo natural.

La planificación social y la violencia institucional

Cuando, por caso, el Estado impone coercitivamente cargas tributarias, supone que conoce (con su ciencia racionalista) y, consecuentemente planifica, las infinitas variables que ocurren (u ocurrirán) en la sociedad. Pero, luego, sucede que un padre tiene que sacar dinero destinado a la alimentación de sus hijos para pagar los impuestos. Y así es como, la planificación social, resulta ser muy dañina. Es decir, mientras que en una sociedad natural cada persona decide según su libre albedrío y así la sociedad se conforma a través de las infinitas decisiones de las millones de personas que la integran, el Estado las suplanta con una sola norma general impuesta a todos de manera uniforme y coactiva.
La persona humana, claramente, es anterior a la sociedad, consecuentemente, tiene derechos naturales anteriores, pero el principio social ("la sociedad es natural"), es anterior al hombre, o sea que ya fue diseñado y éste no lo puede modificar sencillamente porque no puede modificar lo que ya está creado: no puede por caso, hacer nacer a un hombre con dos corazones. Sin duda puede mejorar la condición del hombre, puede sumar sobre lo ya existente, puede desarrollarse, (puede, con aviones, sumarle "alas" al hombre) pero no puede modificarlo (no puede ponerle alas en lugar de brazos). De aquí que no tiene sustento científico (aunque se lo crean los racionalistas) es decir, no tiene sentido la planificación social (en el sentido de crear un orden social), a partir del cerebro de uno o muchos individuos.
Aún más, la misma concepción de “ciencia” del racionalismo está equivocada, de modo que mal pueden planificar cuando ni siquiera saben cuál es la verdad científica y técnica que, para ellos, es precisamente, la base de la planificación.
Por caso, Mario Bunge es un conocido filósofo argentino, radicado en Canadá, que no esconde su materialismo íntimamente ligado a su racionalismo: según él, el alma inmaterial e inmortal es una concepción anticuada y todo se reduce a una mente cuyos procesos son cerebrales. Para Bunge solo la “ciencia” racionalista (la que habitualmente, imponen los gobiernos Occidentales, como la "medicina clásica") es ciencia lo demás es “conocimiento falso”. Por caso, los homeópatas "a una persona con cáncer le dicen que tome té, yerbitas", aseguró Bunge al periódico La Voz del Interior. Pero hay estadísticas serias que dicen que, en el caso de la leucemia, por ejemplo, mueren más por las infecciones que contrae el paciente a consecuencia del bajón en las defensas destruidas por el tratamiento de quimioterapia. Es decir, que mata más el tratamiento de la medicina aprobada por el racionalismo que la enfermedad.
"El argumento principal contra la homeopatía es científico y elemental. Esas diluciones enormes llegan a concentraciones de una molécula por kilómetro cúbico. Las chances de que una molécula dé con el órgano afectado es prácticamente nula", insiste Bunge. Sin embargo, el trabajo de investigadores de la inmunología en los últimos 25 años, confirmaron la existencia de un fenómeno biológico, aun en esas altas diluciones (3). Pero, en fin, no voy a defender a la homeopatía, solo quise mostrar que la discusión está muy lejos de terminada y, por tanto, es por lo menos imprudente terminarla imponiendo coactivamente la ciencia racionalista.
Paul Feyerabend, un epistemólogo de mucha más envergadura que Bunge, ha destrozado la idea racionalista de ciencia, demostrando que no es más que otra fe, aunque bastante falsa desde que pretende ser única, el unicato que quieren imponer quiénes no tienen la verdad y, por tanto, no toleran la competencia. Para Feyerabend, la "ciencia" (la racionalista) no es superior a otras disciplinas, de modo que el encorsetamiento en un marco metodológico sería pernicioso para el desarrollo científico, ya que generaría un sistema más dogmático y menos flexible para el cambio científico. Pero, aunque me parece más razonable Feyerabend que Bunge, tampoco lo voy a defender.
Internet está destruyendo, dejando fuera de moda, al racionalismo, la arcaica “modernidad” que profesa Bunge de manera irracional, y sus correlatos la Ilustración y el Enciclopedismo. No solo porque, con buscadores como Google, queda en evidencia que la memorización de datos es una pérdida de tiempo, que solo sirve para destruir la insaciable búsqueda de la verdad (de investigación real, no racionalista), sino porque destruye de raíz todo el sistema educativo racionalista.
La tecnología potencia el poder democrático de las personas, para expresar sus opiniones y en el mercado, en donde eligen, votan, deciden todos los días, entre los millones de productos y servicios que se ofrecen. El espectacular desarrollo de la red se realiza sin ningún burócrata estatal a cargo, solo con el trabajo de personas naturalmente libres que, en ocasiones, se ponen de acuerdo. Existe espontáneamente sin gobierno aparente, pero no es un caos. Está dirigida, como toda acción humana, por la naturaleza de las cosas, por la ley de la naturaleza que supone un liderazgo moral de hecho, el de aquellos que verdaderamente pueden aportar cosas útiles a esta evolución sobrecogedora.          
Un caso sintomático es Wikipedia la enciclopedia más utilizada del mundo y el quinto sitio más visitado en la web (más de 77 mil millones de visitas al mes). Su concepto del desarrollo, basado en la natural libertad de la persona, conlleva una acertada idea de la seguridad: en lugar de poner obstáculos a la información insegura, facilita la posibilidad de corregir errores. Wikipedia, que ha cumplido 10 años, en la que cualquiera puede escribir y editar, y los millones de usuarios se organizan "automáticamente", básicamente por consenso, demuestra que un orden productivo y entretenido surge espontáneamente de las personas. Pero "no es un experimento de anarquía", como ella misma dice. Efectivamente, la anarquía es lo contrario al ordenamiento natural que sí reconoce jerarquías (la de personas que son seguidas y copiadas por sus aportes reales al progreso de la red) y descree de la violencia (la coacción) que utiliza el anarquismo (y el estatismo) para imponer su utópico mundo.
Internet es real, es un desarrollo tecnológico, científico, verdadero. ¿Quién lo hizo? ¿Algún académico con numerosísimas publicaciones y títulos universitarios? Digámoslo, la hicieron millones de personas desconocidas de manera espontánea y sin “orden” aparente (sin el orden que le gusta al racionalismo, el impuesto por la fuerza desde arriba, desde la ingeniería social del estatismo) no coaccionadas, sin tener que mostrar títulos académicos, ni publicaciones en revistas de prestigio, ni mucho menos rendir examen ante ningún organismo de contralor estatal como le gusta al racionalismo, al estatismo, a Bunge.                 
En cualquier caso, tampoco voy a defender a internet. No soy tan soberbio como el racionalismo para pretender imponer ni siquiera las ideas que me parecen irrefutables. Me quedo tranquilo porque sé que, finalmente, nosotros pasaremos, la "modernidad" del racionalismo terminará de morir, internet continuará y el mundo seguirá progresando de la mano de la verdad, que reflejará mejor Wikipedia que todos los títulos de Bunge, y que jamás será un resultado de la “razón”, como cree “el dogma” (la ficción) racionalista sino de algo superior, precisamente, la Verdad.
De paso, no está demás señalar que las revoluciones son inútiles (y las violentas más aún), son "cambios radicales" para que nada cambie realmente. El mundo solo cambiará, con paciencia, trabajando desde abajo, como los Wikis (pedia, leaks, etc.), para que cada persona, cada día, pueda obviar más a los "lideres" mesiánicos y cooperar con sus congéneres y con el desarrollo tecnológico, como todas las cosas naturales, como aliado incondicional.
Internet, la informática, está potenciando la transmisión de información que es, precisamente, una característica esencial del proceso del mercado que veremos más adelante. El lucro y el servicio a la comunidad, surge de esta capacidad informática de encontrar, por ejemplo, un avance tecnológico y, al mismo tiempo, un grupo de personas que podrían mejorar con él. En el mercado natural cuando, por caso, unos empresarios necesitan una máquina para poder producir y servir al público y lucrar, la demandan provocando un aumento de precio. Esta información transmitida a través del precio, lleva a producir más máquinas. Así se realizan voluntarios y pacíficos acuerdos entre las partes.
Por el contrario, las "transacciones" estatistas son imposiciones coactivas. Por ejemplo, impone (vía monopolio de la violencia) precios máximos que impiden esa informática y desalientan a los fabricantes de máquinas. Así, en el mercado las transacciones son voluntarias y en el estatismo son violentas y reniegan de esa función transmisora de información porque las decisiones (en este caso, sobre los precios) son tomadas por el poder central. De manera que es característica del estatismo producir su propia “información” en contra de las personas, que muchas veces son secretos, engaños y mentiras, de aquí la necesidad de esconderla.
Así, el gran pecado de WikiLeaks es que les ha recordado a los estatistas que, cada vez, será más difícil esconder información y evitar que se haga masiva, será más difícil sostener el estatismo, sostener esquemas basados en la coacción, en la violencia que para sobrevivir necesita de información solo conocida por el poder central. De aquí la importancia de desarrollar esquemas que trasmitan la mayor cantidad de información a la mayor velocidad posible porque la violencia (el estatismo) necesita del secreto para sobrevivir. De qué serviría la represión del Estado policial más fuerte si los ciudadanos pudieran conocer, con anticipación, sus recursos y acciones y, consecuentemente, escapar de sus garras.
Pero hay una cuestión moral, Bunge en todo momento insinúa el imponer coactivamente su idea de ciencia racionalista. Ya sabemos que la violencia es siempre destructiva, por tanto inmoral. Debe quedar claro que el verdadero desarrollo humano necesita de la libertad que tiene Bunge para profesar y difundir su fe racionalista, de modo que trabajaremos por ella. Lo grave no es que propongan fundamentalismos racionalistas, lo grave, y definitivamente inmoral, es que se pretenda imponerlos coactivamente.
Así, lo más desastroso no es la planificación en sí misma, sino la violencia con que se pretende imponer sus “leyes”. Efectivamente, cuando un funcionario estatal planifica el futuro, es seguro que, en mayor o menor medida (generalmente, en gran medida), errará porque no hay manera de que conozca las infinitas variables que hacen a una sociedad. Si no impone coercitivamente su “planificación”, nada malo ocurrirá porque el mercado natural, las personas, irá acomodándose voluntariamente a la realidad “en tiempo real” (si el padre de familia no tiene con qué pagar impuestos, no paga y los hijos comen). El problema surge cuando, al Estado, se le ocurre imponer violentamente su planificación que, como es errada, provocará que la sociedad yerre: el padre de familia deberá pagar impuestos, y sub alimentar a sus hijos, o ir preso.

La Autoridad

Está claro que todos queremos conseguir la perfección (el último fin, el bien), de modo que seguiremos, de muy buen grado, a quién mejor nos conduzca hacia y dentro de la naturaleza de las cosas, quién tenga más autoridad moral. Por ejemplo, de muy buen grado seguiremos a un baqueano cuando nos encontremos perdidos en medio del desierto. Por el contrario, quienes no sigan a la verdadera autoridad, se alejarán de la moral, de la naturaleza y, consecuentemente, terminarán desapareciendo y con ellos (de modo espontáneo, natural) el no respeto a la verdadera autoridad.
Claramente, la naturaleza está ordenada, no es una anarquía, por tanto es obvio que existe la autoridad. Por caso, como todos los seres humanos tenemos ideas diferentes, por el libre albedrío, pero al mismo tiempo nos urge ser sociales, necesitamos alguien que, finalmente, decida el camino a seguir. Si es que decidimos seguir uno en conjunto ya que, si bien, debido a nuestra naturaleza social, en algún momento deberíamos hacerlo, la imposibilidad de asociarnos con todos en todo momento, nos obligan a decidir cuándo y con quiénes.
De todo lo dicho hasta ahora surgen varias cosas que es importante recalcar, porque hacen al fundamento de la autoridad. En primer lugar, existe una reunión voluntaria (natural) de personas, porque han descubierto que, de esa manera, pueden potenciar sus recursos. Es decir, que la autoridad de la reunión surge de la decisión, voluntaria de las partes, de aceptar sus directivas. Y, de hecho, cualquiera podría, en cualquier momento, retirarse llevándose lo propio.
En otras palabras, la autoridad, la sociedad, si bien es anterior al hombre individual, en cuanto que hace a la naturaleza de las cosas, la posibilidad de su ejercicio surge de manera inexcusable de la persona y no a la inversa. En otras palabras, la sociedad no es imponible (esto significaría contradecir al orden de la naturaleza que dice, precisamente, que la sociedad es anterior a cualquier imposición), es decir, que la iniciativa será siempre de la persona y nunca podrá ser delegada. Así, al contrario de lo que comúnmente se cree hoy en día, no puede haber ni gobierno, ni gobernantes, ni gobernados dónde no impera, y en la medida en que no lo hay, libre albedrío. Es decir, que el desarrollo natural supone que cada persona adhiere, por propia y personal decisión y en cada acto, a la ley, a cada ley.
Sería un contrasentido, pues, imponerle coactivamente, coercitivamente, nada social al hombre, por el contrario esto significaría destruir su verdadera naturaleza social. Por otro lado, afirmar que la violencia es necesaria porque, de otro modo, la autoridad sería ilusoria, significa lo mismo que afirmar que la autoridad moral no tiene suficiente efectividad o no tiene poder suficiente, es decir, que no existe realmente. Lo que equivale a afirmar que la moral no es verdadera.
Cuando lo cierto es que la autoridad moral tiene la mayor fuerza que existe en este mundo. En contraposición, la concepción coactiva de la “autoridad” es una concepción materialista desde que se cree que, por ejemplo, la intención de dirigir una cosa hacia un lugar determinado debe, necesariamente, concretarse de modo físico (debo forzar con mi mano la de otro para que levante la cuchara). Así, para ejercer la “autoridad” coactiva es necesario el correspondiente poder de policía, es decir, armas, es decir, materia pura. Cuando la naturaleza de las cosas plantea lo opuesto: la autoridad es todo lo contrario, la autoridad es, esencialmente y definitivamente, moral.
"Es la función propia del maestro de espiritualidad y moral el mostrar a los hombres lo inútil de algunas cosas que desean. Que la autoridad temporal impida la adquisición de estas cosas tiende a causar el quebrantamiento de la ley y a crear un complejo de intereses criminales... Más aún, es bien sabido que cualquier intento por cambiar las acciones del hombre por medios que no sean el cambio en su espíritu es usualmente inútil y de cualquier modo no un mejoramiento moral", afirma Bertrand De Jouvenel (4).
Veamos el supuesto poder real y efectivo de la violencia, de la coerción. Todos sabemos que las leyes coercitivas de los Estados han sido “hechas para violarse”. Basta que la censura estatal coactiva diga que determinado largometraje de cine está prohibido, para que se convierta en la mayor atracción del momento. Alguno dirá que, si existiera la autoridad moral y, por ejemplo, ésta decidiera cobrar impuestos, un gran porcentaje no pagaría. Me pregunto ¿cuántos pagan hoy?, poco más del 40%, calculan los analistas más creíbles, en muchos países.
Lo cierto es que toda evidencia empírica demuestra claramente que, cuando la autoridad es verdaderamente moral consigue mucho más que cuando es coercitiva. ¿Qué es lo más importante en su vida? Si es su familia ¿la cuida porque, coercitivamente, se lo imponen o porque la ama? Si es su profesión ¿la ejerce porque lo fuerzan coactivamente o porque así lo quiere? Está claro, pues, que las cosas más importantes de su vida, sus más importantes acciones, sus más importantes energías, recursos y movimientos los dirige (y todos nosotros) por “razones morales”, a la vez que, por todos los medios posibles, intentamos evitar las acciones que pretende imponer la violencia coercitiva (precisamente, por eso lo quieren imponer: porque va contra el deseo natural).
De existir una autoridad verdadera que diera directivas, por ejemplo, con respecto al pago de impuestos esta acción supondría el respeto a la naturaleza por cuanto, al no ser coercitiva, finalmente, la persona actuará en uso de su libre albedrío. La “autoridad” coercitiva, por el contrario, está hecha, precisamente, para violar la naturaleza de las cosas, por cuanto está hecha para obligar a aquellas personas que no pensaban actuar de ese modo. Así, si la autoridad es moral, quien no deba pagar los impuestos, porque hacerlo significaría dejar de alimentar a su familia, no lo hará. 
Para ver lo inútil de la violencia estudiemos su máxima expresión: la guerra. Empecemos por aclarar que, históricamente hablando, los "pacifistas", al igual que los partidarios de la guerra, han creído en la violencia. Por caso, los que se oponían a la guerra en Vietnam, en parte eran digitados por la URSS cuya "no violencia" era el sometimiento, "en paz", a su poder militar y policial y era parte de la guerra fría resultado de la Segunda Guerra Mundial (SGM) de la que, el derechista actor Charlton Heston, se lamentaba porque no fue el fin de las contiendas, ni de los imperios del mal sino, por el contrario, el fortalecimiento del peor: la URSS, que finalmente cayó sin guerras ni violencia.
Como la violencia (el mal) "no existe", nunca puede resultar eficiente, nunca puede, lo que "no existe", obtener un resultado. Así, además de los datos empíricos mostrando que los conflictos son contraproducentes, el avance científico ha logrado claros argumentos dejando anticuada, primitiva, la idea de que "la violencia puede traer paz". Durante el siglo XX, la Escuela Austríaca de economía hizo excelentes aportes a la ciencia, luego extendidos al comportamiento social general.
Por caso, la inflación no se soluciona reprimiendo precios: los problemas no se solucionan reprimiendo efectos. Tampoco, la inflación (la oferta de dinero por sobre la demanda del mercado), se soluciona eliminando al funcionario que decide la emisión ni a su estructura: los problemas no se solucionan atacando a la cabeza que provoca la circunstancia, ni a su estructura.
La inflación se soluciona desarmando los esquemas coactivos (precisamente, emanados del monopolio de la violencia estatal) que impiden que el mercado, de manera "automática", corrija los atisbos de inflación: los problemas sociales se solucionan desarmando los esquemas coactivos (emanados de la violencia estatal) que impiden que la sociedad, de manera "automática", corrija los atisbos de conflictos ya que la sociedad, dentro del ordenamiento natural del cosmos, es un organismo de cooperación pacífica y voluntaria en pos del progreso.
Tomemos como caso de estudio la guerra contra el terrorismo. Decir que el islamismo, como religión, es violento no resiste el análisis ni de la teología ni de la filosofía. Más, como recuerda Alberto Benegas Lynch (h) (5), Ibn Khaldún, entre otros musulmanes, fue un célebre egipcio medieval que enseñó los principios de la sociedad abierta. Sí hay fanáticos musulmanes, y cristianos y judíos.
El terrorismo prende en los lugares más oprimidos. Recibí uno de esos correos en cadena que argumentaba: "prohibido tomar alcohol y los bares, prohibida la televisión e internet, y los deportes, fiestas, prohibido tocar bocina y comer carne de chancho, prohibida la música y la radio…  harapos en vez de ropa, gritos de agonía de un enfermo sin médico, mujeres que deben usar vestidos como bolsas y velos... De pronto, te dicen que cuando mueres vas al paraíso ¿No te suicidarías?"
La persona, usando su natural libertad, al realizar su vocación promoverá la vida. Pero si coactivamente (violentamente) lo oprimen (imponen leyes laborales creando desocupación, impuestos que rebajan los salarios, etc.) en algún momento estallará. De aquí que, mientras persistan estas opresiones graves, como en Arabia Saudita y otros regímenes sostenidos por Occidente en el mundo árabe, el terrorismo seguirá. Los problemas se solucionan con más libertad, no con armas que siempre, absolutamente siempre, son liberticidas.
Ahora, si no te suicidas puedes emigrar... Aunque, la Unión Europa y EE.UU. te pillarán y te repatriaran. A cambio, darán a los gobiernos que te oprimen ayudas “para que tengas mejores condiciones de vida” pero que, en realidad, financiarán a los que te seguirán oprimiendo. Si Occidente no puede recibir inmigrantes es porque su propia falta de libertad (leyes laborales y seguridad social, etc.) provoca desocupación y marginalidad.
Este 2011, la población mundial llegará a 6.934.196.000 personas, según la ONU. 42% son menores de 25 años de los cuales 90% vive en países subdesarrollados. Se ha desacelerado: en los 90, cada año había 89 millones de habitantes más, ahora el crecimiento es de 78 millones. 97% de los nacimientos ocurren en países no desarrollados. Por caso, Alemania y Etiopía hoy tienen 82 y 85 millones de habitantes respectivamente, para 2050, la población alemana disminuirá a 70 millones, mientras que los etíopes llegarán a 174 millones.
Desde la Gran Muralla China pasando por el Muro de Berlín, el mundo ha sido saturado de barreras para impedir la llegada de "invasores", terroristas, narcotraficantes o inmigrantes. Barreras aduaneras, para "proteger la industria nacional", visados y pasaportes sin los cuales no se puede entrar ni salir de ningún país. Son todas construcciones de los políticos que impiden la integración y la entremezcla natural de los pueblos, desarticulando la paz. No podía ser de otra manera, ya que lo hacen utilizando su "autoridad", es decir, el monopolio de la violencia que se atribuyen los Estados. Y la violencia, ya lo sabemos, siempre destruye.
Quizás las barreras más irónicas son las que impiden el ingreso al "mundo de la libertad", la cerca de alta tecnología que EE.UU. comenzó a construir en la frontera mexicana para tratar de frenar una inmigración que –irónicamente– crecía, demostrando que las prohibiciones a la libertad tienen patas cortas, hasta que la crisis económica hizo recular a los inmigrantes. Pocos años atrás Bush firmó la construcción de este muro de unos 1.200 kilómetros en diferentes tramos a lo largo de la tercera parte de la frontera con México, a un costo mayor a los 6.000 millones de dólares. Me recuerda al muro de Berlín y a los que murieron al intentar cruzarlo. El número de inmigrantes que mueren al intentar entrar a EE.UU. hoy son casi 400 al año, en general por agotamiento en el desierto, frente a los 241 que se registraron en 1999. Unos meses atrás, Obama ordenó el envío de 1.200 efectivos de la Guardia Nacional a la zona fronteriza, presionado por los republicanos que pretendían no menos de 6.000.
Según la ONU, hay unos 200 millones de inmigrantes en el mundo, y es a EE.UU. adonde más han ido, 40 millones (20% de la migración mundial), luego a Rusia fueron 13,3 millones, y Alemania 7,3 millones. Así, en la primera potencia global, las minorías, que hoy suman un tercio de la población, en 2050 alcanzarán el 54% del total. La población hispana, que constituye hoy el 15%, prácticamente se triplicará: de 46,7 millones en 2008 a 132,8. Con ese crecimiento, los hispanos serán el 30% del total. Los afroamericanos avanzarán muy poco, del 14% de hoy (41,1 millones) al 15% (65,7 millones) en 2050.
Ahora, resulta que las remesas que envían quienes emigraron a EE.UU. representan para algunas naciones la segunda fuente de financiación externa, después de las inversiones directas. México es el país que más recibe (unos 15.000 millones de dólares anuales). Estos envíos significan el 13% del PIB para El Salvador, el 12% para república Dominicana y 10% para Guatemala, Honduras y Nicaragua. En total, las remesas hacia Latinoamérica llegan a unos 40.000 millones de dólares anuales. Así, la movilidad humana resulta ser un factor decisivo para la expansión económica global, la reducción de la pobreza y el afianzamiento de la paz. Movilidad que desmiente al populismo demagógico, ya que todos los inmigrantes salen de países donde el mercado sufre fuerte intervencionismo ("protecciones") para radicarse donde hay más respeto por la libertad personal.
Según el Foro Económico Mundial, famoso por sus reuniones en Davos (Suiza), en un ranking de 125 países, Singapur es el país menos "proteccionista" del mundo, seguido por Hong Kong, Dinamarca, Suecia, Suiza, Nueva Zelanda, Noruega, Canadá, Luxemburgo y los Países Bajos. Chile es el mejor de América Latina, en el puesto 18, mientras que los países netamente proveedores de migrantes están muy por debajo: Brasil 87, Colombia 91, Argentina 95, Bolivia 98, y Venezuela 121.

La libertad

"¿Qué es ser libre?... es libre quien puede hacer únicamente lo que quiere sin ser impedido por ninguna coacción exterior...Lo contrario a la libertad sería así la dependencia de nuestra voluntad ante una voluntad ajena...Pero, el hombre ¿sabe siempre lo que quiere?...el hombre debe aprender a que la voluntad concuerde con su naturaleza", dice la Instrucción Sobre Libertad Cristiana y Liberación de la Congregación Para la Doctrina de la Fe (6).
Es decir que, por un lado, la libertad, como ausencia de coacción externa, tiene que ver con aquello de que lo violento es contrario a lo voluntario y a lo natural: la violencia es, pues, siempre liberticida. Pero, tengamos en cuenta que también lo voluntario puede ser contrario a lo natural en cuyo caso, finalmente, como que todo lo que sea contrario a la propia naturaleza destruirá al ser en cuestión, terminará con la propia capacidad de ser libre. O sea, que la libertad no solo puede ser destruida por una persona ajena sino por la propia persona. Pero el orden del cosmos no será violentado por la propia decisión como sí lo será por la decisión ajena. Por ejemplo, si el Estado decide imponer precios máximos por debajo de los del mercado, provocará el quiebre de todo el sistema, pero si una empresa decide auto imponerse ese precio máximo lo único que ocurrirá es que solo esa empresa quebrará, desaparecerá y con ella su libertad pero también el afán liberticida, y la sociedad continuará con su rumbo natural. 
Podría decirse que la libertad tiene dos orígenes. La ausencia de coacción exterior y, otro, como capacidad interior de ser o hacer cosas (cuya máxima expresión se transforma en la capacidad de crear cosas): ¿soy “libre” de volar? Si nadie me lo impide coactivamente, quiero hacerlo como un pájaro y me tiro desde cien metros de altura ¿lo lograré o moriré al caer? Querer el mal por propia voluntad es un signo de 'libertad', pero al obrar el mal moral (es decir, si finalmente opta por el mal), el sujeto pierde libertad (al destruirse su naturaleza, capaz de ser libre), aunque nadie lo haya coaccionado a ello. 
En otras palabras, eventualmente la voluntad puede ir contra lo natural, pero, en la medida en que esto ocurra (aun cuando tenga su origen en la legítima libertad), se destruirá la naturaleza de la persona en cuestión y, consecuentemente, su capacidad de ser libre. Así, el libertinaje es la supuesta “libertad” que tiene el hombre a partir de su razón y supone que con ella puede todo y, en consecuencia, puede gobernarse absolutamente sin que importe nada externo a su ego, es decir, sin que importe la naturaleza de las cosas, ni su naturaleza humana. Muy por el contrario, la verdad es que, si el hombre desconoce lo que existe externa y anteriormente a él, se encamina al suicidio, de modo necesario. El libertinaje, claro está, es el racionalismo.
El corolario es que, al contrario de lo que supone el libertinaje, la mayor libertad es consecuencia (o supone) del mayor respeto (adhesión) a la verdadera autoridad, la autoridad moral. Sobre todo si tenemos en cuenta a la eficiencia. Y esto sintetiza los “dos orígenes” de la libertad. Efectivamente, por un lado, la verdadera autoridad se opone a la violencia, a la coerción, de modo que, de suyo, implica la “libertad del exterior”. Y por el otro, ya lo vimos, respetar la autoridad real es el mejor modo de ser eficientes, de hacer la mayor cantidad de cosas posibles y lo mejor posible, es decir, que implica la verdadera libertad, en su máxima potencia.
Por cierto que, la contrapartida de la autoridad, es la obediencia. Así, cuando santa Teresa de Jesús, escribió "¡Oh virtud de obedecer, que todo lo puedes!" (7), no deliraba. Sucede que, si la verdadera autoridad (moral) se opone a la coerción y si es lo más eficiente, cuanto más obedezcamos, más libres y efectivos seremos. El amor a la verdadera obediencia, por tanto, supone la abominación de la coerción, por cuanto, si verdaderamente queremos obedecer (o que nos obedezcan) debemos tener la oportunidad de hacerlo, es decir, debemos tener la libertad para decidir. Y así se realiza el círculo virtuoso de la naturaleza: moral, autoridad, libertad y obediencia se confunden para fortalecer al ser humano y conducirlo a su fin (el bien). Y se oponen, todas juntas y a la vez, a la violencia, a la coerción.
Juan Pablo II asegura que "las tendencias culturales... que contraponen y separan entre sí libertad y ley… llevan a una interpretación 'creativa' de la conciencia moral… De este modo se instaura en algunos casos una separación, o incluso una oposición, entre la doctrina del precepto válido en general y la norma de la conciencia individual, que decidiría de hecho, en última instancia, sobre el bien y el mal" (8).
Este carácter “creativo”, este suponer que la razón humana puede “crear” un orden “moral” por encima de lo natural, no es sino el racionalismo, la planificación de la que venimos hablando. Así, claro, niegan los juicios de la conciencia moral (en cuanto a la adhesión a la ley de la naturaleza) reemplazándolos por “decisiones” sobre qué debe contener la “moral” por ellos creada. Así, visto que la violencia es necesariamente arbitraria (desde que es impuesta por una persona, no es el resultado del acuerdo voluntario entre las partes propio de la cooperación social en las sociedades naturales), y su “moral” está basada en ella, sus “juicios morales” dejan de ser leyes naturales objetivas para pasar a ser decisiones egocéntricas, habitualmente disfrazadas de “democráticas” en cuanto surgidas del voto popular.
Por ejemplo, cuando una autoridad, en función del bien común juzga que, quienes tienen más bienes materiales, deberían dar a los que tienen necesidades urgentes, realiza un juicio de acuerdo con la conciencia moral (en el mercado natural, esto se concreta a través de las inversiones que los ricos realizan aumentando la calidad de vida de los marginales). Pero, si ésta autoridad se transforma en coercitiva, y decide que los ricos serán obligados a pagar más impuestos para solventar los gastos de los más necesitados, claramente ha tomado una “decisión moral” olvidándose del juicio natural de la conciencia que manda evitar la violencia. Esta “autoridad” se cree “libre” de tomar tales decisiones, ha “creado” (planificado) un “orden” por cuanto nadie puede sustraerse a su cumplimiento “necesario” (coercitivo).

El derecho de propiedad

Sin duda (como lo estableció la bula 'Quia vir reprobus' de Juan XXII, en el año 1329), el derecho de propiedad se funda en la propia naturaleza humana, y se extiende hasta donde lo hagan las acciones del hombre en el mundo material. La propiedad privada, bueno es recordarlo, surge del derecho al trabajo ya que resulta de él (ya que las personas trabajan para obtener un resultado: una propiedad) de tal modo que es imposible hablar del derecho al trabajo si se niega su resultado: la propiedad, el derecho a la propiedad. De todo lo dicho hasta ahora, surge que la propiedad privada es la única lícita, en oposición a la propiedad obtenida y sostenida por vía violenta, coercitiva, que es mal habida ya que se lo hace contra la naturaleza.
Un escolástico español, el dominico Domingo de Soto, escribió, refiriéndose a algún tipo de propiedad coercitivamente común, aparentemente propuesta por algunos filósofos como Platón e, incluso, Aristóteles, que "Si quisieran que los terrenos fueran comunes, los hombres tomarían motivo de aquí para la desidia y flojedad, porque es indecible el amor ardiente que se tiene por las cosas propias y lo desidioso y flojo que es para las cosas comunes...Y como consecuencia uno arrebataría cuantos frutos le fuera posible, cosa que en esta ocasión intentarían todos en provecho propio, dada la sed de riquezas de los hombres. Por este camino era inevitable que se perturbara la paz y tranquilidad entre los ciudadanos y la amistad..."(9).
Cerca de mi casa hay un museo, estatal, con un bellísimo parque y un palacete que solía ser residencia de una familia. Pero siempre prefiero circular por la vereda de enfrente, en donde hay casas privadas. No por ideología, ni proselitismo, simplemente para no ensuciarme con los excrementos de los perros, que nadie limpia, en la vereda a cargo del gobierno. Eso sí, los que transitamos somos "público" y el "sector privado" nos da un mejor servicio. Prácticamente toda actividad es de utilidad pública. Los zapateros trabajan para reparar zapatos a sus clientes, el público, y lo mismo hacen los bancos, sirven al público. Ahora, a estos servicios ¿debe brindarlos el mercado o el Estado en base a la coacción del monopolio estatal de la violencia? La eficiencia se produce cuando las relaciones son voluntarias y cada uno maximiza su beneficio. Por caso, cuando una persona compra un auto, gana porque lo prefiere al dinero que entrega a cambio, pero también gana quién vende ya que prefiere el dinero. Por el contrario, cuando las relaciones son forzadas (como los impuestos), una de las partes no maximiza su beneficio, por eso ha sido forzada, porque no lo haría voluntariamente: no son relaciones eficientes
Sobre el origen “histórico” de la propiedad, un discípulo del Aquinate, Juan de París (Jean Quidort, ca. 1250-1306), afirmó que la propiedad hasta entonces sin dueño "la adquiere el sujeto individual mediante su propia habilidad, industria y diligencia, y los individuos, en cuanto individuos, tienen sobre ella derecho y poder, y ejercen sobre ella un dominio válido... a voluntad, siempre y cuando no cause ningún daño a otro". Así, el derecho a la propiedad no es absoluto, como pretende el racionalismo, como que nada es absoluto en este mundo. Probablemente, en occidente, la idea de la propiedad “privada absoluta” comienza a ser legislada en el derecho romano “privado” (no privado en el sentido natural, sino coactivamente garantizado por el Estado) entre los siglos I y III d.C. Esta idea racionalista de “propiedad privada absoluta” es la que justifica, por ejemplo, a la esclavitud puesto que supone el abuso del propio ego contra la naturaleza. Pero, que no sea absoluto no significa que alguno, ni siquiera el Estado con fines altruistas, puede violentamente, coercitivamente, cambiar el derecho sobre una propiedad cualquiera. Los cambios deben ser siempre dentro del mercado, voluntarios y resultado del acuerdo entre las partes, porque esto hace a la naturaleza de las cosas (10).
En definitiva, la propiedad (privada, que es la única ética y moral) hace a la naturaleza, justamente, en cuanto significa que, como resultado de la acción de cooperación y servicio entre las personas, voluntaria, que caracteriza a la sociedad natural, una propiedad ha resultado asignada, a determinada persona o personas, en forma circunstancial. Así, la propiedad no es absoluta en su justo sentido, esto es que, siendo el mercado natural el mejor "asignador" de los recursos sociales vía la eficiencia, dará en forma transitoria una propiedad a determinada persona, solamente durante el tiempo en que sea utilizada de modo eficiente a los fines de la sociedad en general. En el momento en que esta persona deje de utilizarla con eficacia el mercado lo hará quebrar obligándolo a transferir su derecho a quien lo utilice correctamente.
Ya Clemente de Alejandría (ca. 150-215) aseguraba que "...los bienes se llaman así por el bien que hacen, pues han sido provistos por Dios para beneficio de todos: están a nuestra disposición, sirviendo de instrumento material para hacer el bien en manos de aquel que sabe cómo usarlos". O ¿acaso Usted mantendría libremente la propiedad de un terreno que le está haciendo perder su dinero cuando podría venderlo e invertir ese capital en algo que le rinda intereses? De aquí también la ilegitimidad de la propiedad adquirida coactivamente: por la simple razón de que, de esta manera, la asignación de los derechos de propiedad dejan de quedar determinados en función de la eficiencia social para pasar a ser un simple acto egocéntrico de quién ejerce el poder coactivo, por muchos argumentos “morales” y “legales” que esgrima.
En rigor la única “propiedad privada” absoluta que existe es la llamada propiedad “publica” (estatal) que, verdaderamente pertenece a los políticos (es privada de ellos) quienes utilizan la coerción estatal para evitar que se la someta a la eficiente asignación y reasignación del mercado.

El mercado natural

"Abolido el cambio mutuo de productos, la sociedad sería imposible, y viviríamos todos inquietos, congojosos, sin que nosotros fiáramos de nuestros hijos, ni nuestros hijos de sus padres. ¿Por qué pues ha sido constituida la sociedad, sino porque no bastándose uno a sí mismo para procurarse los elementos necesarios de la vida pudiéramos suplir la escasez con el recíproco cambio de lo que cada cual tuviese y le sobrase?", asegura el jesuita Juan de Mariana, escolástico español (11).
En otras palabras, a la sociedad conformada naturalmente, vista desde el punto de vista de la economía, es decir, de la “creación”, distribución y utilización de los recursos (de los que siempre hay para “crear” porque el hombre es imperfecto y la distancia entre la imperfección y la perfección, que es lo que el hombre busca, es infinita) es el mercado natural.
Israel M. Kirzner afirma que "La teoría del mercado... se basa en la intuición fundamental de que los fenómenos del mercado se pueden 'comprender' como manifestaciones de relaciones sistemáticas. Los fenómenos observables del mercado... (son) resultado de determinados procesos que pueden, en principio, captarse y comprenderse" (12). El mercado, no es una situación caótica sino que tiene un orden, unas leyes naturales, que puede 'en principio, captarse y comprenderse'. Así, en lugar de 'crear un orden' que suplante el 'caos' a través de la razón humana ('planificar'), debe respetarse el ordenamiento de la naturaleza, anterior al hombre.
Pero Kirzner avanza todavía más y “descubre” que el mercado no es una situación estática, de equilibrio, sino un “proceso creativo”. Personalmente agregaría que el mercado natural no es solo un 'proceso sistemático creativo', sino bastante más, es un orden que de suyo (con su propia fuerza, la mano invisible de Adam Smith, y la autoridad moral que supone) conduce al hombre, a la sociedad, hacia el bien. Obviamente me refiero a la autoridad (moral) aquella que, de muy buen grado, seguimos (por caso, nuestro asesor financiero cuando queremos ganar dinero… ¡o perderlo!).

El proceso creativo en el mercado natural

La naturaleza implica crecimiento (lo que no crece, muere), o sea, el desarrollo de un movimiento continuo que, finalmente, autoridad verdadera de por medio, nos conduce al bien. En ésta búsqueda del bien, de lo perfecto (a lo que obviamente nunca llegaremos), de lo que se trata es de superar las imperfecciones propias de la persona actual. Resumidamente, la imperfección del hombre se traduce de dos modos: en la vulnerabilidad de su cuerpo (necesita alimentarse, educarse, vestirse, sanarse y demás) y en la descoordinación con sus semejantes, o mejor dicho, en la necesidad de coordinar sus actividades con sus congéneres en función de su inevitable carácter y vocación social.
En consecuencia, el proceso de mercado, en la búsqueda de la perfección, será un proceso, que comienza orientado a la búsqueda de la verdad (la información, el conocimiento) que le permita fortalecer su débil naturaleza humana y coordinarse con sus congéneres para potenciarse. Y esta búsqueda de la verdad es un proceso creativo en cuanto supone, no la creación de la verdad pues esta ya existe, sino la máxima creación a la que puede aspirar el hombre, esto es: encontrar verdades que antes ni siquiera sabíamos que existían: descifrar los misterios de la naturaleza.  
Desde cierto punto de vista, el proceso de mercado ha sido descrito y simplificado a través de la curva de oferta y demanda (OD), según la cual, cuanto más alto es el precio de un bien, más gente sale a vender, provocando una sobreoferta que presiona el precio hacia la baja. Y cuanto más gente quiere comprar, más aumenta el precio. Y las inversas. Produciéndose de este modo un “equilibrio” entre oferta y demanda.
Pero la verdad es que no existe tal equilibrio, sino algo diferente: un entorno puntual con tendencia al equilibrio. En rigor, el equilibrio, “no existe con anterioridad”, es decir, que no existe porque no existe la oferta (porque esto supondría el conocimiento exacto del stock actual) sino una “presión de oferta”, y no existe la demanda (por el mismo motivo, porque esto supondría conocer exactamente los deseos actuales de las personas cuando, suponiendo que pudiéramos saberlo, para cuando nos enteramos del último, el primero ya cambió) sino una presión de demanda. Ahora, estas presiones son, de suyo (porque, según vimos, son imprecisas), incapaces de producir un equilibrio, de modo que el equilibrio nunca se dará, pero sí son equilibrantes en el sentido de que la acción humana natural, voluntaria, tiende a la cooperación social utilizando las capacidades de todos para satisfacer todas las necesidades.
Por otro lado, no es bueno el equilibrio de la OD, porque significaría que el mercado permanecería estático y el progreso, por el contrario, implica movimiento. Lo bueno del mercado es que tiene una inercia natural equilibrante (cuando el precio de un producto aumenta, todos quieren vender, hasta que el precio baja por tanta oferta), pero al mismo tiempo, dadas las infinitas variables (endógenas y exógenas) que influyen en el proceso como, por ejemplo, en el caso de que un producto determinado hubiera alcanzado un precio casi estático, los empresarios, en su afán de lucro, intentarán desplazar a la competencia produciendo avances tecnológicos o mejorando su organización de modo de bajar costos y poder ofrecer el producto a más bajo precio, así el equilibrio nunca se logrará. Es decir que, de no existir la tendencia equilibrante el mercado sería caótico, pero de existir un equilibrio estático, no existiría movimiento y, consecuentemente, el progreso sería imposible.
En otras palabras, esta natural tendencia equilibrante del mercado es, justamente, la que obliga a los empresarios a moverse hacia el progreso, si es que quieren mayor lucro. De aquí la ética del lucro, por cuanto supone que el hombre participa (de la creación) del progreso de la sociedad. Por el contrario, como todo este proceso natural es imposible de ser reproducido por cerebro humano alguno, de existir una fuerza (extrínseca a la naturaleza humana, al mercado) coercitiva que imponga distorsiones, el lucro dejará de ser este incentivo que mueve en el sentido positivo, para convertirse, simplemente, ahora sí, en el aprovechamiento egocéntrico de un mercado distorsionado.
En este proceso, precisamente, al contrario de lo que nos dice el racionalismo, el hecho de no poder anticipar el futuro es lo que provoca el progreso. Porque, la función empresarial, el desarrollo tecnológico y, finalmente, el proceso de la creación se basa, justamente, en la posibilidad de encontrar información desconocida y coordinarla con las distintas fuerzas sociales. De no existir lo desconocido, si pudiéramos con la mente planificar todo, anticipar todo (“superando” a Dios) no podría existir ni el desarrollo tecnológico, ni la función empresarial ni ningún progreso. Si un burócrata estatal me dice “tiene que fabricar tornillos de este tamaño, con este material y los tiene que vender a este precio y, entre tanto, por vía aduanera, yo le garantizo que no tendrá que innovarse y mejorar con respecto a la competencia externa” entonces de la única creación que participaré es de la “razón” del burócrata en cuestión.
Israel M. Kirzner lo explica del siguiente modo: "El rasgo central del proceso de mercado... se refiere al papel que desempeñan en él la ignorancia y el descubrimiento… el desequilibrio consiste en la ignorancia... Por eso, el proceso de mercado consiste en aquellos cambios que expresan la secuencia de los descubrimientos surgidos a partir de la ignorancia inicial que constituye el estado de desequilibrio… (l)a secuencia de descubrimientos… (es) constitutiva de un proceso equilibrante... Sin duda reconocemos que los seres humanos están motivados para enterarse de aquello que les conviene... Un mercado libre ofrece incentivos de descubrimiento rentables a sus participantes" (13).
Estas “propiedades coordinadoras del mercado”, son, precisamente, las que hacen posible y necesaria (por el principio de supervivencia) a la sociedad. Es decir que, en la medida en que los seres humanos nos “coordinamos”, hacemos posible y nos beneficiamos con la sociedad (a la que, a su vez, necesitamos). 
Por otro lado, es importante notar que la “desinformación” más importante, más urgente, más necesaria, es aquella que nos aleja más de la vida, por cuanto la naturaleza es la vida (de no serlo ya habría muerto, desaparecido, y no estaríamos hablando de ella). Y, consecuentemente, el proceso de mercado intentará eliminar más rápidamente la desinformación más importante, incentivado y guiado por la posibilidad de mayor lucro. Por ejemplo, si una persona está por morirse, lo más urgente que necesita es eliminar la desinformación que existe con respecto a su enfermedad y tratamiento para su recuperación, y estará dispuesta a pagar por esta información toda su fortuna.
Por todo lo dicho, a verdadera justicia surge del acto “creativo” que “de la nada” aporta algo nuevo en beneficio del “creador” y sus congéneres, y no en el reparto de lo ya existente. De este modo, el hombre participa en la Creación desde la nada (en rigor, sólo Dios puede crear desde la nada, de modo que el hombre sólo participa de esta creación: descubriendo verdades que antes ni siquiera sabíamos que existían). Los inventores de internet, por ejemplo, produjeron un hecho que antes no existía ni en el mejor de los sueños. Ganando ellos y toda la sociedad. El productor agropecuario hace crecer trigo dónde antes sólo había tierra. Ganando él y toda la sociedad.
Así, resulta lógica la afirmación de Alberto Benegas Lynch (h): “El proceso de mercado… debe verse como un proceso de suma positiva, a diferencia de lo que ocurre cuando los procesos no son voluntarios, esto es… el resultado es la suma cero: lo que gana uno, necesariamente, lo pierde el otro. Los arreglos libres y voluntarios hacen que ambas partes ganen, lo cual eleva la riqueza conjunta y, como queda dicho, los procesos de capitalización hacen que los fuertes transmitan su fortaleza a los débiles como una consecuencia impensada (y muchas veces no querida)…” (14).
La característica del supuesto estado de equilibrio es suponer que las acciones y los planes se basan sobre una previsión correcta del futuro, es decir, en definitiva, en la creencia de que el ser humano es capaz de conocimiento perfecto y, consecuentemente, adelantar el futuro. De manera que, la información imperfecta se convierte en un impedimento para el equilibrio, cuando lo cierto es que, justamente, la información imperfecta es la que permite el proceso “creativo” del mercado, es decir, el movimiento hacia la búsqueda de la perfección.
Esto es lo que ocurre, por ejemplo, cuando hay precios máximos y mínimos impuestos coactivamente por el Estado: el empresario ya no tiene que coordinar (dado que “ya conoce la información” de “equilibrio”) los precios, con los proveedores y clientes, sino que puede actuar individualmente, egocéntricamente. La verdadera acción empresaria, por el contrario, es la acción humana vista desde el punto de vista de la incertidumbre inherente a toda acción.
En definitiva, el neoclasicismo (que hoy es la teoría económica casi hegemónica en el “Occidente capitalista”) ve al mercado como una lucha entre individuos para el reparto de lo que está, de antemano, dado y conocido. Cuando el mercado natural es algo absolutamente impredecible, pero con la certeza de la existencia de un orden anterior a la razón humana, espontáneo y de ocurrencia necesaria, y con el bien como fin y, consecuentemente, la ventaja de coordinar el bien con (el prójimo) el resto de la sociedad, de modo de avanzar en el sentido del progreso de la vida.
En cuanto a la tendencia al equilibrio (no el equilibrio) viene dada porque, por el principio de supervivencia (de tendencia hacia el bien, la perfección), y en función de la necesaria coordinación social, los errores empresariales tienden a ser sistemáticamente eliminados, porque, la experiencia, va poniendo de manifiesto la imposibilidad de tales cursos de acción (o ya sea porque, la competencia, los deja fuera del mercado).
Así, Israel M. Kirzner, afirma que "...esa tendencia sistemática que se manifiesta en una serie sucesiva de sorpresas y que se plasma en el proceso equilibrador que se da en el mercado… esa perspicacia natural para descubrir posibles oportunidades de beneficio (o para evitar el peligro de posibles pérdidas) y que es característica inherente de todo ser humano" (15). Nótese la importancia de la 'perspicacia natural... característica inherente de todo ser humano,,, (que) se manifiesta en la imaginación y en el atrevimiento'. 
Ahora, como la perfección está infinitamente lejos, el conocimiento (la información) necesaria es infinita, esto implica que existe información (conocimiento) del que, todavía, ni siquiera sospechamos su existencia. Es decir que, en el futuro, conoceremos cosas que hoy ni siquiera imaginamos. Justamente, en este proceso de descubrimiento “sorprendente y sorpresivo” se basa el proceso de mercado. Es este tipo de conocimiento el que le permite, al empresario, avanzar en el perfeccionamiento propio y social, porque avanzar sobre conocimiento ya conocido (por ejemplo, el que establece un planificador estatal), de suyo, no implica avance sino, por el contrario, estancamiento en un supuesto equilibrio.

La caridad, bien entendida, empieza por el mercado natural

William Easterly, profesor de economía de la Universidad de Nueva York, ya había demostrado el fracaso de la política de ayudas estatales. Occidente ha gastado más de 2,3 billones (millones de millones) de dólares en ayuda externa, durante las últimas seis décadas, y el resultado es que los países que más dinero recibieron hoy tienen más problemas, mientras los que mejor se han desarrollado recibieron menos
La economista africana Dambisa Moyo, en su libro Dead Aid, rechaza las ayudas económicas de los países desarrollados porque, según su tesis, están matando a África. El principal argumento es que la mayoría de gobernantes africanos siguen en sus puestos porque el dinero sigue llegando desde Occidente. 50.000 millones de dólares de ayuda internacional llegan a África cada año y la evidencia abrumadora muestra que esta ayuda ha hecho más pobres a los pobres, deja a los países más endeudados, más propensos a la inflación, y son poco atractivos para recibir inversión extranjera.
Ya Benjamin Powell y Matt Ryan, del Independent Institute, habían señalado que EEUU. y sus socios en la OECD han contribuido con ayuda a regímenes como el de Sudán, el peor dictador del mundo, otorgándole más de 6 mil millones de dólares. La OECD contribuyó con asistencia a todos los 20 peores dictadores del mundo que, en conjunto, recibieron cerca de 55 mil millones de dólares (17).
La evidencia histórica muestra que la ayuda por razones caritativas debe quedar exclusivamente en instituciones privadas y voluntarias, para no fortalecer a Estados parasitarios, y debe ser distribuida exclusivamente por el sector privado, para evitar que los funcionarios utilicen los fondos políticamente, sin importar la eficiencia de los resultados. Sucede que la "ayuda" cuando no es natural, cuando no es el resultado de la acción libre y espontánea de las personas sino que es estatal, es decir, que se realiza por decisión arbitraria de algún funcionario y con dinero coactivamente retirado a las personas por vía impositiva, entonces, se convierte en destructiva.
Pero, mucho mejor que las ayudas caritativas, es el mercado natural. Efectivamente, el comercio (el mercado) implica un bien humano superior a las obras de caridad de, por ejemplo, la madre Teresa de Calcuta. Tiene que ver con que, si el hombre fuera perfectamente justo (diera a cada uno lo que le corresponde según su naturaleza), la caridad sería innecesaria. El trabajo, el comercio y el necesario afán de lucro (ínsito, en la naturaleza humana, como sana motivación para mejorar el servicio al cliente, al prójimo) son los instrumentos naturales para que el hombre coopere, pacíficamente y en comunidad, en la creación.
Esto no significa menoscabar la obra heroica de quién, sin dudas, llegará a estar en los altares, sino que es una necesaria dignificación de algo que, en la práctica, "alabamos" muchas veces cuando, gracias al comercio, comemos, nos vestimos y tantas cosas más. Son miles a los que les llega la caridad, pero miles de millones los que viven gracias al comercio. Si los gobiernos unilateralmente, hoy mismo, destrabaran el comercio mundial, algunos expertos calculan que aumentarían los ingresos anuales de los países en desarrollo en 400.000 millones de dólares y el de los países ricos en 200.000 millones de dólares, sacando de la pobreza a 150 millones de personas alrededor del mundo.
Si el dinero de las ayudas estatales no se le quitara, a través de impuestos, al sector privado, ello resultaría infinitamente más beneficioso porque multiplicaría, por ejemplo, los 25.000 millones de dólares anuales en inversiones norteamericanas en América Latina, los 40.000 millones de dólares en remesas que anualmente envían a sus países los latinoamericanos y los 300.000 millones de dólares en exportaciones latinoamericanas que EE.UU. compra todos los años. Sobre todo si tenemos en cuenta que pocas cosas hay más injustas que los impuestos coactivos. Porque, al ser recursos obtenidos vía violencia monopolizada por el Estado, provoca que quiénes tienen mayor capacidad, deriven las cargas fiscales hacia abajo. Los empresarios, por caso, suben los precios y bajan los salarios impactando con más fuerza sobre quién más pobre e indefenso es.
En definitiva, no hay mejor ayuda que un mercado natural donde todas las personas puedan desarrollar todo su potencial sin la interferencia coactiva, destructiva, del gobierno. Según el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola de la ONU, la cifra de hambrientos en el mundo ha superado ampliamente el record de 1200 millones de 2010. Unas 25.000 personas mueren cada día por hambre o causas relacionadas, 75% son niños menores de cinco meses. Semejante atrocidad se debe a la extrema pobreza, que no es natural, sino provocada por la destructiva violencia humana.  
La producción de alimentos hoy crece al 5% anual, y la población mundial solo al 2%. Entre 1950-1985, producción de cereales aumentó mucho más rápidamente que la población, pasando de 700 a 1.800 millones de toneladas. Sumados los tubérculos o raíces, la producción global llegó a 500 kg por cabeza anuales, suficiente para una ración calórica, para toda la humanidad. Esto demuestra que la naturaleza (el mercado, el hombre), está preparada para alimentar a todos y que no es cierto que la miseria sea una condición humana “natural” e inevitable. Existe sí, un serio problema de distribución, provocado por la coacción estatal que fuerza el desvío artificial, del desarrollo espontáneo del cosmos. Por citar dos casos de interferencias estatales, además de los impuestos, los subsidios a la producción de etanol provocan un aumento en la demanda de cereales, y los Bancos Centrales bajan tanto las tasas de interés que los inversores especulativos encuentran en los productos agrícolas mayor rentabilidad, haciendo subir los precios.
Un caso vergonzoso es el de Argentina que, con solo por 40 millones de habitantes, produce alimentos para 300 millones y, sin embargo, debido a las distorsiones que introduce el Estado, ocho niños mueren a diario a consecuencia de enfermedades ligadas con la desnutrición. De modo que, si el hambre existe, se debe a gobiernos que, apelando al monopolio de la violencia que se arrogan, han impuesto vía fuerza del Estado policial, todo tipo de regulaciones e impuestos que, consecuentemente, han destrozado la capacidad productiva y distributiva del mercado provocando el efecto contrario: sacarle a los pobres para entregárselo a privilegiados.

La libertad, como la vida, es un recurso infinito

El racionalismo es necesariamente deprimente porque, al ir contra la naturaleza, está inevitablemente direccionado al fracaso, así ha exagerado ideas negativas como, por ejemplo, que la economía es el estudio de la utilización de los recursos "escasos". Y, claro, si los recursos son escasos sólo queda decidir cómo asignarlos, planteándose una verdadera lucha violenta entre las personas, de modo de ver quién se queda con lo poco que hay (la “suma cero”, lo que tiene una persona se lo ha quitado a otros). Pero la verdad es que, si bien los bienes actuales son escasos, los recursos son infinitos y, por tanto, hay en demasía para cada uno de modo que es ilógico luchar por quedarse con lo de otros cuando cada uno tiene en sobreabundancia.
Esta cultura racionalista de la depresión, decía en su momento que, cuando el carbón se acabara, la civilización correría el riesgo de desaparecer. Pero apareció el petróleo que, gracias al desarrollo tecnológico, se convirtió en una fuente de energía muy superior. Y el mundo progresó increíblemente. Luego vino Henry Ford y anunció que fabricaría autos para la clase media; y lo tomaron por loco. "¿Para qué quiere el mundo autos fabricados en forma masiva? Si hoy nadie los usa, ni siquiera tenemos rutas". Unos años atrás, dijeron que las reservas de petróleo eran suficientes sólo para cuarenta años más. Hoy resulta que, gracias al avance tecnológico, tenemos reservas, por lo menos, para noventa años más. Y, además, se están desarrollando nuevas fuentes de energía.
Cuántos profetizaron acerca de epidemias y “fenómenos naturales” apocalípticos, superpoblación y los problemas de hambre que acarrearía. En 1850, el 65% de la población de EE.UU. se dedicaba al cultivo de la tierra. A medida que avanzaba la industrialización, los depresivos de siempre decían que si continuaba el éxodo de los obreros del campo hacia la ciudad, caería la producción de alimentos a la vez que aumentaría la población para alimentar en las ciudades, lo que provocaría una hambruna. Hoy, sólo el 3% de la población de EE.UU. trabaja la tierra y resulta que la cantidad de alimentos no sólo no disminuyó sino que aumentaron el consumo interno y también la exportación, desmintiendo a Malthus, y esto gracias al avance tecnológico, creado por la mente humana que, con innovaciones tecnológicas, ha conseguido que en la misma cantidad de tierra y con mucho menos mano de obra se produzca mucho más.
Está claro pues, que los recursos, la riqueza, son una invención de la mente humana y, en consecuencia, nunca podrán terminarse. De hecho, la empresa del futuro, la empresa posmoderna, es la empresa virtual, cuyo capital más importante, si no el único, es el equipo de mentes humanas que la conforman, y donde los bienes materiales serán absolutamente secundarios, si es que los tienen.  Así "...lo que el sistema económico produce no son cosas materiales, sino conocimiento inmaterial", asegura Frank Tipler (18), mientras que N. Rosenberg y E. Birdzell, Jr. afirman que "... los recursos económicos de una sociedad (son) una relación, interna a la sociedad, entre sus recursos naturales y sus habilidades organizativas y tecnológicas" (19).
Ahora, en la medida en que los Estados sean los aparatos político institucionales que, vía monopolio de la violencia, pretenden organizar a la sociedad, es decir, hagan uso de la coacción como método, en esta medida estarán destruyendo. Y así, a pesar de pertenecer a una humanidad con potencial de recursos ilimitados, seguiremos viviendo en la escasez y la penuria resultantes de la violencia humana.
En contraposición con lo que ocurrió en EE.UU., a pesar de que Rusia cuenta con algunas de las tierras más ricas del mundo y que antes de la revolución bolchevique era el principal exportador mundial de granos, al aumentar la coacción (el uso del monopolio estatal de la violencia) sobre la sociedad, el mercado, durante el comunismo no sólo no llegaba ni siquiera a producir lo suficiente para el consumo interno, sino que pasó a ser el principal importador mundial. Entre 1920 y 1930 murieron en Rusia entre 5 y 10 millones de personas por inanición, mientras que otra cantidad similar se salvó de la muerte gracias a las donaciones de alimentos por parte de los países occidentales. Rusia utilizaba el 25% de su fuerza laboral en tareas agrícolas. Luego la URSS llegó a autorizar la existencia de mini chacras privadas y éstas, a pesar de que totalizaban sólo el 3% de las tierras cultivables, producían el 27% de los alimentos nacionales.
De modo que es hora de terminar con toda violencia que, siempre y necesariamente, destruye a la naturaleza y, consecuentemente, es la acción que elimina la vida y la libertad. Y en la medida en que logremos esto advertiremos que la creación es infinita… sí, sí, dije infinita, no tiene ninguna clase de límite superior.

NOTAS

(1) S.Th., I-II, q. 6, a. 5. Por otro lado, "Y así, siempre que fuera de los seres existe una causa que los obliga a ejecutar lo que contraría su naturaleza o su voluntad, se dice que estos seres hacen por fuerza lo que hacen... Esta será, pues, para nosotros la definición de la violencia y de la coacción: hay violencia siempre que la causa que obliga a los seres a hacer lo que hacen es exterior a ellos; y no hay violencia desde el momento que la causa es interior y que está  en los seres mismos que obran", 'La Gran Moral', I, XIII (en Aristóteles, 'Moral', Espasa-Calpe Argentina SA, Buenos Aires 1945, p. 46).
(2) 'El tomismo', Segunda Parte, Capítulo VIII, EUNSA, Pamplona 1989, p. 438.
(3) J. Sainte-Laudy y Ph. Belon, "Inhibition of basophil activation by histamine: a sensitive and reproducible model for the study of the biological activity of high dilutions"; Homeopathy 2009; 98:186- 197.
(4) Ver 'The Treatment of Capitalism by Continental Intellectuals', en 'Capitalism and the Historians', F. A. Hayek, Editor, The University of Chicago Press, 1974, p. 95.
(5) ver “El petróleo y los avatares de Egipto”, Diario de América, Nueva York, 10/02/2011.
(6) Roma 1986, C. II, I, art. 25, firmado Ioseph Card. Ratzinger, Alberto Bovone, Arzobispo. (7) Vida, 18, 7.
(8) Encíclica 'Veritatis Splendor', nn. 54, 55 y 56, Roma 1993.
(9) 'De Iustitia et Iure' (Libro V, Cuestión III); citado por A. A. Chafuén en 'Argumentos post Tomistas en favor de la propiedad privada', Libertas, no. 3, ESEADE, Buenos Aires, Octubre de 1985, p. 184.
(10) "no existe nada más conforme a la justicia natural que respetar la voluntad de una persona que desea transferir el dominio de sus bienes"..."Toda persona tiene el derecho natural de donar o transferir en la manera que le venga en gana las cosas que legalmente posee", Domingo de Soto, escolástico español, 'De Iustitia', Libro IV, qu. V, fol, 110 (citado por A. A. Chafuén, en 'Argumentos post-Tomistas en favor de la propiedad privada', Libertas, no. 3, ESEADE, Buenos Aires, Octubre de 1985, p. 196).
(11) 'Del Rey y de la Institución Real', en Biblioteca de Autores Españoles, Madrid, Atlas, 1950, vol. 31, p. 560.
(12) 'Competencia y Empresarialidad', Unión Editorial, Madrid 1998, p. 17.
(13) 'El significado del proceso de mercado', Libertas, no. 27, ESEADE, Buenos Aires, Octubre de 1997, pp. 128-9-133-4-5-8-9.
(14) 'Socialismo de Mercado', Libertas no. 27, ESEADE, Buenos Aires, octubre de 1997, p. 167.
(15) 'El Descubrimiento Empresarial y el Proceso Competitivo de Mercado: el punto de vista Austriaco', en 'Competencia y Empresarialidad', Unión Editorial, Madrid 1998, p. 275.
(16) Why Doesn’t Aid Work?, Cato Unbound, April 3rd, 2006.
(17) U.S. Money Aids World’s Worst Dictators, The Independent Institute, February 13, 2006.
(18) 'A Liberal Utopia', en "A Special Symposium on 'The Fatal Conceit' by F. A. Hayek", Human Studies Review, volumen 6, no. 2, invierno 1988-1989, pp. 4-5 (citado por Jesús Huerta de Soto en 'Socialismo, Cálculo Económico y Función Empresarial', Unión Editorial, Madrid 1992, pie de p. 79).
(19) 'How the West Grew Rich: The Economic Transformation of the Industrial World', New York: Basic Books Inc. 1986, p. 10.