Yaritza Aldana Aldana  
				  Resumen 
 
La violencia es un fenómeno que adquiere dimensiones mundiales. Se extiende y 
propaga independientemente del nivel o status social. Son múltiples las causas 
que la originan y son las mujeres y las niñas las principales víctimas. Cuando 
se vivencian situaciones de violencia intrafamiliar se afecta las relaciones 
intrafamiliares y sociales de los miembros de la familia. Debe verse la 
violencia como una de las más crudas realidades que han vivenciado las mujeres 
históricamente. 
 
La violencia es un fenómeno extendido y mundial; pero no resulta fácil reconocer 
que vivenciamos una situación de violencia y mucho más difícil es que intentemos 
cambiarla. Resulta cierto que en el proceso de la violencia no son las mujeres 
las únicas afectadas, pero sería un descuido no advertir que en la socialización 
androcéntrica que sufren ambos sexos, no son precisamente los hombres los más 
perjudicados acerca de la violencia de género se han realizado numerosos 
estudios. En Latinoamérica, 1993 por ejemplo, las investigaciones demuestran que 
apenas un 2% de los hombres fueron maltratados por su pareja, solo un 23 % de 
parejas tuvieron violencia cruzada, y en el 75 % de las parejas fue el hombre 
quien maltrató a la mujer, como el resultado más cruel del poder que desde lo 
real y lo simbólico otorga al hombre nuestra cultural patriarcal. Por otra 
parte, la reseña de 50 investigaciones, provenientes de todo el mundo, señala 
que entre un 10 % y 50 % de las mujeres han sufrido en algún momento de sus 
vidas un acto de violencia física. 
En Cuba, gracias a la revolución que ha permitido la introducción de la 
perspectiva de género en el tratamiento de los problemas sociales, y en especial 
los de las mujeres, ha podido llegarse a reconocer que la violencia contra ellas 
como una violencia que las afecta desproporcionalmente en casi todo el mundo por 
la sola condición de pertenecer al sexo femenino, que inmensa en el contexto de 
una cultura eminentemente patriarcal, las mujeres se sitúan, per. se, en una 
posición social subordinada con respecto a los hombres. He aquí que el 
patriarcado como ideología, sistema de relaciones sociales y sostén cultural de 
las desiguales relaciones de poder entre hombres y mujeres, sea la causa última 
de la violencia contra la mujer, como bien explica Proveyer Cervantes (2000). 
La visibilización y cuestionamiento de la violencia de género constituye un 
resultado de las luchas de las mujeres y muchos hombres en el mundo, que han 
generado esfuerzos importantes de organizaciones internacionales, movimientos 
sociales y gobiernos organizados para contribuir a erradicarla. En 1993, además 
del reconocimiento de los derechos humanos de las mujeres y los niños en Viena, 
también se definió en ese año por primera vez el concepto violencia contra las 
mujeres en el marco de la Asamblea General de las Naciones Unidas como cualquier 
acto de violencia basado en el género que resulte o tenga como resultado, causar 
un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a las mujeres, incluyendo 
amenazas de tales actos, coerción, privación arbitraria de libertad, bien ocurra 
en la vida pública o en la vida privada. Así también se expresa los tres 
contextos específicos en los que ocurre y se legitima: la familia, la comunidad 
y el Estado. 
En 1998 se define la violencia de género como ejercicio de la violencia que 
refleja la asimetría existente en las relaciones de poder entre varones y 
mujeres, y que perpetúa la subordinación y desvalorización de lo femenino frente 
a lo masculino (PANOS No.2, 1998). Esta definición, contextualiza la violencia 
contra las mujeres en el ámbito de la desigualdad relacionada con el género 
desde una dimensión política, que trae consigo consecuencias desde lo social, lo 
psicológico y la salud en general para las mismas. 
Asumir, este concepto de violencia de género, y no otro, permite intrínsecamente 
develar todo el complejo de significaciones que tras esta violencia se esconde y 
que resulta vital descubrir en tanto constituye también un problema político en 
su esencia, aunque ella sea más, en términos individuales, un proceso, pero que 
finalmente no hace sino responder al contexto general del patriarcado como un 
sistema simbólico que determina un conjunto de prácticas cotidianas concretas, 
que niegan los derechos de las mujeres y reproducen el desequilibrio y la 
inequidad existente entre los sexos, cuya diferencia con otras formas de 
violencia estriba en que es ella el factor de riesgo o vulnerabilidad es el solo 
hecho de ser mujer (PANOS; 1998). 
Aún hoy existe un gran debate alrededor de la terminología adecuada sobre la 
violencia basada en el género aceptada de forma universal. Se plantea que en los 
países latinoamericanos, por ejemplo, la mayoría de las leyes y políticas 
emplean el término “violencia intrafamiliar” para referirse principalmente a la 
violencia contra la mujer perpetrada por su pareja, pero se considera que es un 
concepto demasiado general que puede solapar cuestiones relativas a la violencia 
que se práctica contra las mujeres, que van más allá de lo grupal por su 
complejidad desde diferentes dimensiones y construcciones.  
La Organización Panamericana de la Salud utilizó inicialmente el término 
“violencia intrafamiliar”, pero luego cambió al empleo del concepto “violencia 
basada en el género o “violencia contra las mujeres” para referirse a toda la 
gama de actos de los que comúnmente resultan victimas las mujeres y las niñas, 
realizados tanto por su pareja y los miembros de la familia como individuos 
ajenos a ella. En general, la mayor parte de las veces solo se habla de 
violencia en aquellos casos en que es visible y se asocia con la lesión física, 
por la cual esta forma de interpretar hace que solo los actos sangrientos y 
letales sean considerados como violencia, y no así otras formas igualmente 
enajenantes y degradantes de la calidad de vida y la condición humana como lo 
constituye la violencia psicológica, sexual y otras menos perceptibles, con lo 
que se invisibilizan de alguna forma muchos aspectos relevantes de la violencia 
de género. A ello se añade que no toda las mujeres víctimas de la violencia 
denuncian sus situaciones y el alcance de las acciones para la lucha contra 
ellas entonces se limita en medida considerable. A partir de esta circunstancia, 
se le ha llamado internacionalmente epidemia invisible. Según PANOS, 1998, la 
violencia de género causa más muerte e incapacidades entre las mujeres de 15 a 
44 años que el cáncer, la malaria, los accidentes de tráfico y la guerra. 
Generalmente las personas asocian las violencias y el género, relacionando lo 
primero con torturas, muertes; y lo segundo con femenino o masculino. Es difícil 
que se manejen conceptos como fuerza, poder, control, maldecir, roles asignados 
socialmente y asumidos, construcción social de lo que significa ser hombre o 
mujer. Hoy día la violencia se asocia a problemas de personalidad, dificultades 
económicas y sociales. No se vincula a los estereotipos asignados a hombres y 
mujeres. Es común hablar de un porcentaje alto de mujeres víctimas de la 
violencia doméstica. 
En muchas relaciones que se vuelven violentas, es frecuente que el primer ataque 
aparezca como un hecho aislado. En muchos casos, se desarrolla el ciclo de 
violencia descrito por Leonore Walter Psicóloga norteamericana, quien lo 
describió en tres frases: 
1- Acumulación de tensión: enojo, discusiones, acusaciones, maldecir. 
2- Explosión de la violencia: pegar, cachetear, patear, herir, abuso sexual, 
abuso verbal, y puede llegar hasta el homicidio. 
3- Período de calma: que se le dice de luna de miel o de reconciliación, el 
hombre niega la violencia, se disculpa promete que no va a volver a suceder.  
Generalmente, el abuso o maltrato se manifiesta de 3 formas (Artiles de León, 
J.I., 1998): 
- Abuso emocional o psicológico; cuando alguien amenaza, humilla, aísla o 
descuida a otra persona. 
- Abuso físico: cuando se lastima el cuerpo (le pegan, hieren, empujan a otra 
persona). 
- Abuso sexual: cuando alguien obliga a otra persona a participar en contra de 
su voluntad en actos sexuales con o sin penetración. 
Numerosos estudios han demostrado que la mayor parte de la violencia doméstica o 
violencia intrafamiliar es violencia de género, traducida en violencia dirigida 
de un hombre hacia una mujer o niña. Aunque la violencia puede dirigirse en 
contra de cualquier que tenga menos status o menor poder que el abusador, 
incluyendo a niños, hombres o madres y padres ancianos. (Artiles de León, J.I., 
1998). Se entiende por violencia de género el ejercicio de la violencia que 
refleja las diferencias en las relaciones de poder entre hombres y mujeres, y 
que perpetúa la subordinación y desvalorización de lo femenino frente a lo 
masculino. 
Se caracteriza por responder al patriarcado como sistema simbólico, que 
determina un conjunto de prácticas cotidianas concretas, que niegan los derechos 
de las mujeres y reproducen el desequilibrio y la inequidad existente entre los 
sexos. La diferencia entre este tipo de violencia y otras formas de agresión y 
coerción estriba en que en este caso el factor de riesgo y vulnerabilidad es el 
solo hecho de ser mujer (PANOS, 1998).  
La construcción socio- histórica del género encierra en su contenido 
supeditación, discriminación y minimización de un sexo por el otro, y pone de 
manifiesto una relación de dominación que trasciende todas las esferas de la 
vida y que, sin lugar a dudas, favorece al hombre, contribuyendo a la 
desvalorización de la condición de mujer, en la mayoría de las sociedades. 
Finkelhor (1985) indica que la victimización sexual y su amenaza son útiles para 
ejercer el control sobre la mujer, pues desde su punto de vista es un vehículo 
para poder castigarla, ponerla en orden y socializarla dentro de una categoría 
subordinada. Este mismo autor plantea que la victimización sexual: 
“Ya sea que funcione o no para mantener la dominación masculina [...] 
ciertamente resulta más fácil la explotación sexual de mujeres y niños dentro de 
una sociedad dominada por los hombres. En cualquier sociedad el sexo era una 
mercancía de valor, y un grupo como puede ser el de los hombres, tratara de 
arreglar las cosas de modo que pueda maximizar su acceso a ellas. Las creencias 
culturales que sostienen un sistema de dominio masculino contribuyen a hacer a 
mujeres y niños vulnerables sexualmente. Por ejemplo, en la medida en que los 
miembros de una familia son vistos como posesiones, en ese grado los hombres 
pueden tomarse libertades, rara y comúnmente no detectadas con relación a ellos. 
El hecho de que la urgencia sexual masculina es vista como predominante y 
necesitada de ser satisfecha, le permite al hombre justificar conductas 
antisociales, tales como el abuso sexual. En un sistema de desigualdad sexual y 
generacional grave, la mujer y los niños no cuentan con los medios para 
defenderse contra tal victimizacion. 
La sociedad, la comunidad y las familias, así como los numerosos vínculos que 
establecemos a lo largo de nuestra vida, por lo general, propician la 
desvalorización de la condición de mujer y a una sobre valoración, a veces sin 
límites, de lo masculino que se erige sin barreras como norma social, además de 
asignar a las mujeres papeles sociales que la han llevado a ocupar una por sus 
parejas (Heise, Ellsberg y Gottemoeller). 
Nada de exageración, sino de estadísticas, ahora mismo una mujer muere a causa 
de un aborto clandestino, sufre los maltratos de su pareja, o es victima de una 
violación. La violencia contra la mujer es una cara fea, conformada por los más 
diversos rasgos, intemperancias en el hogar, prostitucion, embarazos forzados, 
discriminaciones laborales, asesinatos, esclavitud sexual. 
Mientras esto ocurre tanto en los países desarrollados como en los países en 
desarrollo, una buena parte de los medios de comunicación prefieren hurgar en la 
vida de los famosos que emprender sólidas campañas de denuncia. 
Transcurren los años, se celebran las cumbres, las promesas no faltan, continúan 
los llamados a la comunidad internacional a evitar la violación de las 
libertades fundamentales de las mujeres, y pese a los esfuerzos de algunos 
gobiernos, el problema persiste. 
 
De ahí que se conozca la necesidad de abordar el problema de los derechos 
humanos desde una perspectiva de género y en especial Hoy en los ojos de muchas 
mujeres se refleja la tristeza, la angustia y el dolor de quienes sufren las 
formas más crueles de violencia, pero también la esperanza de quienes confían en 
que la justicia, llegara. 
 
Conclusiones. 
 
- La violencia basada en el género, constituye un problema complejo y entre 
otros resulta un serio problema de salud. 
- Es un fenómeno que obedece a múltiples causas, mediatizadas por factores 
sociales, económicos, psicológicos, jurídicos, culturales y biológicos.  
- El problema de la violencia debe verse como una de las más acuciantes 
realidades que han afrontado las mujeres históricamente, una de las violaciones 
más flagrantes de los derechos humanos. 
 
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Disponible en: http://www.cholonautas.edu.pe/modulo/up load/scott.pdf. 				
				
					
yaldana@ismm.edu.cu 
 
		
			
		
			
		
			Para citar este artículo puede utilizar el 
			siguiente formato:
			
				
				Aldana Aldana, Y.: 
									La violencia de género, una verdad 
				ineludible, en 
			Contribuciones a las Ciencias Sociales, 
				mayo 2011,
			www.eumed.net/rev/cccss/12/
				
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