Contribuciones a las Ciencias Sociales
Mayo 2011

PLATÓN Y LA UTOPÍA TOTALITARIA SOCIALISTA
 

Mario Luis Marrero Caballero
mmarreroc@vru.uho.edu.cu


 

RESUMEN.

El presente ensayo se atreve a explorar dos realidades distintas en el tiempo pero coincidentes en puntos esenciales: La utopía platónica y el totalsocialismo. Centra su atención en tres paradojas que resultan de la praxis política de los estados socialistas: a) Una sociedad dialéctica que se opone al cambio, b) Un iluminismo que se basa en el control de la educación y de la mitopoiésis, c) Un estado que debe ser extinguido por una clase cuya esencia es la existencia del estado mismo.

Platón, en La república, diseñó un sistema totalitario desde cánones encargados de proteger al poder desde la racionalidad. Los países socialistas del mal llamado socialismo real utilizaron (y todavía lo hacen), mecanismos análogos.

Con este texto, el autor pretende, a pesar de todo riesgo, contribuir a una reflexión filosófica y sociológica que dentro de Cuba es insuficiente.



Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Marrero Caballero, M.L.:
Platón y la utopía totalitaria socialista, en Contribuciones a las Ciencias Sociales, mayo 2011, www.eumed.net/rev/cccss/12/

Introducción

La visión unilineal de la historia y la insistencia obsesiva en la idea de progreso ha traído como consecuencia la imposición de modelos del cambio histórico simplificados en exceso. En el marxismo ortodoxo se impuso el criterio de Engels que ubica varias formas de sociedad en continua evolución.

Esta línea de pensamiento tiene consecuencias fatales para el análisis sociológico. Se impone la tendencia de abordar de manera evolutiva la verdad filosófica. Con esto se pone de manifiesto la idea de la ciencia como acumulación de conocimientos. Se trata de una forma de pensar característica de epistemologías que en estos momentos pierden día a día su hegemonía académica.

En la Grecia Clásica, el pensamiento fluyó como un rio libre y profundo. La incipiente libertad política intervino en gran medida en la emergencia de ideas de amplio nivel de generalidad. Los griegos crearon un entramado ideológico que hoy no puede ser tratado como algo superado.

Platón y Aristóteles deben ser considerados como un manantial profundo que ha acompañado al hombre occidental en casi toda su aventura intelectual posterior. El cristianismo estuvo muy penetrado por esos amplios sistemas. El propio Agustín de Hipona se revela influido por los neoplatónicos, y la escolástica tomista afirmó sus raíces en la filosofía aristotélica.

El caso que ocupa el presente texto es algo diferente. Se trata del reconocimiento de invariantes ideo-políticas en dos épocas tan lejanas como la Antigua Grecia y la Contemporaneidad. Lo singular radica en que la influencia filosófica no sólo no es reconocida sino que puede ser ignorada por los modernos apropiadores.

La república de Platón constituye una especie de arquitectura del poder totalitario. Las fórmulas recomendadas por el filósofo: griego podrían constituir un manual de teocracia socialista. También son válidas para los totalitarismos de derecha y hasta para el sostenimiento de ciertos centros de poder dentro de la democracia.

Aquí se adelantan criterios sobre tres de las múltiples paradojas del totalsocialismo. Primeramente se desarrolla una exposición sobre el insólito hecho de que una sociedad autoproclamada dialéctica se niega al cambio y lo controla rigurosamente; después trata sobre el iluminismo totalsocialista, encargado de apagar la creación de posturas ideológicas alternativas y de controlar la emergencia de mitos; por ultimo, la cacareada idea de la extinción del estado por sus propias manos y a merced de la acción de una clase que existe gracias al estado.

Con el propósito de contribuir a la reflexión sobre temas tan poco frecuentes como el de este ensayo, se exponen al fuego de la polémica las siguientes ideas.

Una sociedad dialéctica que se opone al cambio.

La retórica de las sociedades totalitarias de corte socialista lleva implícita de manera permanente la mención de la justicia como elemento de cambio. El juego con la palabra se desarrolla en dos planos temporales diferentes: el pasado y el futuro. La justicia no existió en el pasado y el presente es el momento de su redefinición conceptual. En el futuro, sólo este sistema será capaz de hacerla emerger. :

La Antigua Grecia fue objeto de frecuentes discusiones sobre este tema. Según Platón, Trasímaco pensaba que la justicia es lo que conviene al más fuerte, por lo tanto, las leyes buenas benefician al estado. Calícles distingue entre lo justo por convención y lo justo por naturaleza. La ley es sólo una red que lanzan los débiles sobre el león para inmovilizarlo. En cambio, Sócrates piensa que la justicia es la suma de todas las virtudes. (Borón, 2006: 50-51).

Platón concibió a la justicia como una proporción perfecta entre las partes del alma y la ciudad. (Platón, 1973: 123) Su proyecto totalitario no sólo se detuvo en su deber ser, sino que exploró los límites de lo posible en política. Tanto es así que, de manera consciente o inconsciente, la utopía totalitaria socialista ha recurrido a la maquinaria platónica.

La república construye de forma artificial una ciudad virtuosa por la que vale la pena hacer casi todo, incluso morir. Las virtudes de la ciudad serían: prudencia, valor, templanza y justicia. (123) Un diseño que debe funcionar sobre la base de ideas iusnaturalistas.

Entonces ¨ (…) ¿no es el producir justicia preparar las partes del alma para que cumplan su cometido, según su naturaleza?¨ (124). La nueva ciudad rescatará la verdadera naturaleza espiritual del hombre. El problema reside en qué hacer después de un logro tan sublime.

Ha sentenciado Platón algo que trascendió su especulación para convertirse en clave para la conservación de los sistemas totalitarios: ¨La ciudad estará a salvo mientras esté protegida del cambio, y todo cambio se origina en una disensión de la clase dirigente.¨ (76) Cuidarse del cambio significa ahora deslegitimar el reformismo. La idea de la vuelta al capitalismo desde el socialismo es una amenaza que corroe la dialéctica. Significa considerar que el capitalismo no cambió esencialmente en los países en que no fue derrotado.

Este tipo de regresión escapa a la lógica del cambio unilineal de los simplificadores que operan desde el poder. Cabe en el pensamiento platónico la idea de una dialéctica de la degeneración. Afirmaba que el cambio a partir de la democracia terminaría en la tiranía.

La extrapolación de este criterio al socialismo totalitario se basa en dos argumentos fundamentales: La dialéctica de la degradación aplicada al sistema capitalista y la dialéctica del progreso en el socialismo. Pero este último momento no avanza más allá del criterio hegeliano sobre el estado prusiano o al de Marx con respecto al comunismo como sumum del desarrollo social. Claro que ni Hegel ni Marx pensaron en que el cambio desaparecería sino que ocurriría dentro de los marcos de un sistema social determinado.

Lo que en Cuba, por ejemplo, se ha dado en llamar defender las conquistas del socialismo, en realidad es un ardid para evitar el cambio no controlado por la burocracia. Ya Trotsky había notado esto en los primeros años del socialismo ruso: :

        La mayoría de estos funcionarios que se han elevado por encima de las masas son profundamente conservadores. Tienden a pensar que todo lo que necesitan para el bienestar humano ya está hecho, y a considerar como un enemigo a quien así no lo reconozca. Estos elementos sienten hacia la oposición un odio orgánico, la acusan de sembrar con sus críticas las insatisfacciones de las masas, de minar la estabilidad del régimen y de amenazar las conquistas de Octubre con el espectro de la revolución permanente. (Trotsky, 2002)

Se hace necesario un replanteo del problema del desarrollo en la sociedad. La lógica dialéctica no escapa a la tradición moderna de someter los hechos dentro de un corsé metodológico. Pero ¿hay que renunciar a la dialéctica del cambio? Si se trata de considerarla como el fruto de leyes deterministas (lo que equivaldría a una maldición histórica para la realidad política totalitaria), creo que si. La necesidad histórica de Marx es el resultado del soplo de algún viento positivista. La dogmatización socialista del marxismo soviético ya es positivismo (¿fatalismo?) puro.

Bertrand Russell confesaba que:

        No puedo aceptar la filosofía de Marx, y menos aún la de Materialismo y empiriocriticismo de Lenin (…). No creo que haya ninguna necesidad dialéctica en el cambio histórico, esta noción fue tomada por Marx de Hegel, sin su única base lógica, a saber, la primacía de la idea. Marx creía que el próximo estadio del desarrollo humano debe ser en cierto sentido un progreso, yo no creo que exista razón para esa tendencia. (Russell, 2003)

Y no se puede tildar a Russell de metafísico. No dice que el cambio no se produce. Pero ante una situación en que el cambio se acerque a la emergencia de estructuras sociales nuevas, existen varias posibilidades. Si el nuevo orden es mejor o no, eso depende de tres cosas:

1. Del sistema de valores del que evalúa el cambio.

2. De la lógica aplicada a la exégesis del cambio.

3. De la evolución de la nueva dinámica social, cosa que ocurrirá en la interacción constante con múltiples factores cuyas conexiones no son determinables a largo plazo.

A esto hay que agregar el hecho de que los sistemas de pensamiento actuales cada vez se alejan más del relato único en el que caben, a pesar de las excepciones, todos los acontecimientos de la humanidad. El discurso europeizante de Marx pretendió ser universal.

La paradoja que representa la idea de una sociedad con un discurso dialéctico pero que le teme al cambio como el peor de sus fantasmas, es parte de la carne misma del socialismo totalitario. Una de las principales funciones de la burocracia política en este tipo de sistema es la de controlar el cambio. Todo cambio obedece al estudio minucioso de los hilos que sostienen una tela de arañas tan pesada.

La Cuba del siglo XXI se ha visto forzada a aparentar el cambio. El éxito del poder totalitario cubano se basa en sostener una sociedad inmóvil y aparentar que cambia. :

Si la idea de justicia fundamenta la necesidad de un cambio que haría desaparecer el sistema mismo, entonces esta queda relegada al oscuro discurso de los burócratas. Derrida declara su concepción de la justicia de la siguiente forma:

        Lo que llamo justicia es el peso del otro, que dicta mi ley y me hace responsable, me hace responsable del otro, obligándome a hablarle. Así que es el diálogo con el otro, el respeto a la singularidad y la alteridad del otro lo que me empuja, siempre de una forma continua e inadecuada, a intentar ser justo con el otro (o conmigo mismo como otro). (Derrida, 1994)

Una concepción de la justicia basada en el diálogo no cabe dentro del diseño de la utopía totalitaria. Para el burócrata del socialismo lo que se necesita es la educación del otro. Un otro bien educado es la perspectiva lineal del hombre nuevo. La disciplina es el valor que sostiene esa sociedad.

Un iluminismo que se basa en el control de la educación y de la mitopoiésis.

La educación clásica griega se sostuvo sobre la música y la gimnasia. Ambas son formadoras del alma. Platón hace depender la estabilidad de la ciudad de las formas musicales. La manipulación de los estados de ánimo tiene una importancia capital en el diseño de La república.

No obstante, la educación clásica no basta para el hombre nuevo. La cuota de poder que es capaz de diseminar la educación privada (poder que pierde el estado), debe ser rescatada mediante la centralización. Así, la educación se convierte en un instrumento de dominación. (Platón, 1973: 209)

Para Platón, la culpa de los males de la ciudad oligárquica la tienen la falta de educación y la deficiente instrucción. (240) Por eso es natural que ésta deba resolver los problemas de conducta y haga innecesaria en algún momento la represión. (122) Un proyecto totalitario siempre se enfrenta a la necesidad de actuar según cánones ideológicos, pero la realidad social lo condena a la simplificación.

En especial, la manipulación desde los primeros años era muy bien valorada por el filósofo griego. ¨ ¿Y no sabes también que en toda obra lo que importa es el comienzo, especialmente si se trata de jóvenes de la más tierna edad? Pues es entonces cuando se modela el alma revistiéndole de la forma particular que se quiere fijar en ella.¨ (72) La utopía totalitaria socialista ha perfeccionado tal sistema de manipulación. Desde la más temprana infancia se dedican recursos y especialistas para el trabajo ideológico con los infantes.

Alexander Koyré ha escrito:

        Sabemos perfectamente que ahí está la preocupación de Platón. El gran crimen de las ciudades actuales, el gran crimen de Atenas, es, a su entender, el de desentenderse de ella (la educación), y dejarla por entero en manos de particulares. En cambio, el gran mérito de Esparta es el de dar a sus hijos una educación general y dirigida por el estado, igual para todos, y el de hacer que la vigilen los magistrados máximos de la ciudad. (Koyré, 1966: 130)

Platón denigra a la democracia porque ¨ (…) en ese régimen el maestro teme y halaga a sus discípulos, los discípulos se despreocupan según se ha dicho, (…) los jóvenes se comparan con los viejos y disputan con ellos de palabra y de hecho (…) ¨ (Platón, 1973: 259) Un régimen en que la disciplina se erige en valor fundamental y la libertad se enfoca como antivalor, garantizaría la estabilidad del poder sobre todo, si la misión educativa de esa sociedad se cumple.

La utopía totalitaria socialista dedica la cantidad necesaria de recursos y de tiempo a un programa de ilustración que parte de los siguientes aspectos:

    1. Colocar a la educación como núcleo esencial del proyecto.

    2. Seleccionar los contenidos necesarios para la instrucción política. Cualquier masificación tiene como objetivo la inserción en la psicología social de sentimientos, más que de conocimientos.

    3. Establecer mecanismos necesarios para la sistematización del trabajo ideológico. Quizá las dos únicas cosas que son sistemáticas en el totalitarismo socialista son el cuidado del ejército y la manipulación político-ideológica.

    4. Establecer la metapropaganda. Con este término me refiero a la propaganda que legitima la propaganda del sistema. Hacer creer que la transparencia y la verdad son las características de la prensa socialista y deslegitimizar cualquier prensa que diga lo contrario es la misión fundamental del mecanismo aducido.

El propio Marx se asombra de la novedad de la propuesta del programa de Gotha. En marzo de 1875, los dos partidos obreros que existían en Alemania (el Partido Obrero Socialdemócrata y la Unión General de Obreros Alemanes) pretendieron establecer líneas de pensamiento y de acción. En el informe mandado a Bracke Marx escribe:

        Eso de educación popular a cargo del estado es absolutamente inadmisible. ¡Una cosa es determinar, por medio de una ley general, los recursos de las escuelas públicas, las condiciones de capacidad del personal docente, las materias de enseñanza, etc., y velar por el cumplimiento de estas prescripciones legales mediante inspectores del estado, como se hace en los Estados Unidos, y otra cosa, completamente distinta, es nombrar al estado educador del pueblo!. Lejos de esto, lo que hay que hacer es substraer la escuela a toda influencia por parte del estado y de la Iglesia. (Marx, 1963: 245)

Me gustaría hacer de este texto dos comentarios. En primer lugar, si Marx se refiere a que el estado capitalista es el que no debe tener influencia sobre la educación (cosa que no creo que se desprenda de la totalidad del informe), sería el reconocimiento cínico de la manipulación estatal socialista. Es segundo lugar, si Marx hace justicia a su extenso conocimiento sobre Historia Universal, lo que denuncia es la sempiterna intención del poder estatal totalitario de hacer ley su verdad.

No se debe olvidad que el marxismo de Marx es una especie de anarquía a largo plazo. ¨La libertad consiste en convertir el estado de órgano que está por encima de la sociedad en un órgano completamente subordinado a ella (…).¨ (242) Entonces, la dictadura del proletariado es un mal necesario y transitorio. Lo que se ha observado hasta ahora es que a medida que el proyecto totalitario socialista se desarrolla y fortalece, el estado toma protagonismo y se convierte en más manipulador y represivo. La experiencia del imperio soviético muestra como se repiten en este tipo de sociedad las ansias expansionistas que compartieron y comparten otros imperios.

También el uso y el control de la mitopoiésis por parte del socialismo totalitario hunde sus raíces en La república. Crear mitos y difundirlos forma parte de la dimensión artística del sistema.

Leemos de Platón:

        En primer lugar, por tanto, hemos de vigilar a los que inventan las fábulas, aceptándoles sólo las que se estiman convenientes y rechazando las otras; en segundo lugar, trataremos de convencer a las nodrizas y a las madres para que lean a los niños fábulas escogidas y modelen sus almas con mucho más cuidado que el que se pone para formar sus cuerpos. (Platón, 1973: 72)

El totalsocialismo (discúlpeseme el invento del término pero es mucho más corto que el utilizado hasta ahora), construye los mitos de los héroes, de las acciones heroicas, de la legitimidad histórica de su sistema, del enemigo mercenario, del compatriota anexionista, del regreso al capitalismo salvaje, etc. Elimina las historias y mitos que no le conviene como el del capitalismo humanitario, las ventajas del mercado, la libertad absoluta, la democracia perfecta, etc.

Para la mitopoiésis y su control, el totalsocialismo nacionaliza toda la prensa. Persigue cualquier intento de expresión diferente y sobre todo, condena su divulgación. Lleva al extremo la idea platónica de que ¨ Pues son mucho menos, en realidad, las cosas buenas que las cosas malas, las primeras únicamente a la divinidad han de atribuirse, las causas de las malas habrá de buscarse en otra parte y en otro ser que no sea divino.¨ (75) De ahí que, en un sistema ateo, la divinidad encarne en el dictador. Es por eso que es infalible, invicto, padre espiritual, etc.

La deificación del dictador es un proceso que marcha a la par de la sacralización del sistema. Estos caminos coinciden en el punto en que el dictador (y lo que dice y hace) se convierte en la patria, en el bien y la bondad, en el guía seguro y carismático. Examinemos brevemente como eso funcionó en Cuba.

En 1959, la idea de la transformación socialista estaba latente pero hubo que esperar un corto tiempo para crear las condiciones y hacerla explícita. ¿Cómo fueron creadas estas condiciones en los años sucesivos? Las purgas de las disidencias dentro de los partidarios del sistema y de los que nunca lo fueron, se realizaron a través del exilio (voluntario o involuntario), de los encarcelamientos y fusilamientos. Una estrategia más inteligente que la del dictador anterior se llevó a cabo: un decreto que condenaba al fusilamiento a cualquier grupo que se alzase en armas. Si Batista hubiera hecho esto, jamás Fidel Castro hubiera tomado el poder.

A lo anterior se agrega la circunstancia de que los primeros diecisiete años de la revolución fueron liderados por un gobierno provisional y en ausencia absoluta de constitución. Fundir los poderes legislativo, ejecutivo y judicial permitió al totalsocialismo cubano (y permite), evitar las masacres sangrientas al estilo batistiano. Las masacres sangrientas ahora se producen a través de la aplicación de la ley. No se necesita que asesinen en los cuarteles porque cuando hace falta la muerte, ésta llega como veredicto de un tribunal.

En este ensayo se hace un paralelo entre dos sociedades que se sostienen sobre la mentira. La mentira necesaria ya fue santificada por Platón

        (…) hemos de procurar convencerles de que no existió nunca ciudadano alguno que haya odiado a otro y de que no es lícito que lo haga, y esto, sobre todo, es lo que deben narrar a los niños desde su más tierna edad. (…) Después, una vez llegada a la mayoría de edad, se impondría a los poetas la obligación de que sus relatos sean adecuados a aquella. (73-74)

Cuando un funcionario público dice que cierto criterio está referido al exterior, cuando se censuran los censos o se manipulan los datos, el sistema se fortalece. No obstante, la brecha entre la realidad y su construcción debe ser rellenada por la propaganda mitológica del socialismo.

Esta paradoja entre el proclamado iluminismo y el uso de la mitología político-ideológica tiene coordenadas para su estudio en la escuela de Frankfurt. Horkheimer y Adorno plantean dos tesis sobre el mito: a) El mito ya es iluminismo, b) El iluminismo vuelve a convertirse en mito.

        (…) el iluminismo ha quemado hasta el último resto de su altisonancia. Sólo el pensamiento que se hace violencia a sí mismo es lo suficientemente duro para traspasar los mitos. Frente al actual triunfo del sentido de los hechos, incluso el credo nominalista de Bacon resultaría sospechoso de metafísico y caería bajo la acusación de vanidad que él mismo formuló contra la escolástica. (Horkheimer y Adorno, 2002)

La coincidencia visceral entre las aspiraciones del totalsocialismo y del positivismo extremo contribuyó en gran medida al diseño de la estrategia de manipulación. Por un lado, el positivismo se convierte en una especie de vanguardia de la filosofía de la ciencia, por lo que también lo es del iluminismo; por el otro, se convierte en un sistema escolástico que reduce la libertad de investigación y simplifica en grado sumo la concepción humana sobre la verdad. Ahora los hechos mandan, pero los hechos no son otra cosa que construcciones.

La condición de que el pensamiento se haga violencia a sí mismo para trascender el mito, es sepultada en el proyecto totalsocialista a costa de la creación de un nuevo aparato conceptual. Cada concepto ha sido simplificado. Por ejemplo, la dignidad ha pasado a ser el orgullo de una élite política, la verdad es la correspondencia con la realidad construida e impuesta. Por trabajo con los valores se entiende la formación e inserción de los mismos en la conciencia de cada presunto ciudadano.

El uso sistemático de lo que Althusser llamó Aparatos Ideológicos de Estado, provoca una especie de narcosis colectiva y de falsificación de la realidad individual. ¨Designamos con el nombre de Aparatos Ideológicos de Estado a cierto número de realidades que se presentan al observador inmediato bajo la forma de instituciones distintas y especializadas.¨ (Althusser, 2004) Estos mecanismos se diferencian del aparato represivo en que, según Althusser, existe un aparato represivo y múltiples aparatos ideológicos. Además, mientras que el aparato represivo pertenece por entero al dominio público, la mayor parte de los Aparatos Ideológicos de Estado provienen del dominio privado.

La peculiaridad del totalsocialismo está en hacer cumplir para todos los espacios públicos la función de Aparato Ideológico de Estado y de eliminar esta función de el dominio privado. Además, se aumenta considerablemente el carácter represivo de los mismos.

El sueño de un socialismo liberador (no tiene que ser liberal), sigue flotando como alternativa válida en sectores amplios de la sociedad. Evoquemos a Bakunin cuando decía:

        Nos apresuramos en agregar aquí que enérgicamente rechazamos cualquier tentativa de organización social que no admita la libertad más amplia tanto de los individuos como de las organizaciones, o que requiera la instauración de cualquier régimen de poder. En nombre de la libertad, la cual reconocemos como fundamento único y único principio creativo de la organización, económica o política. Protestaremos contra todo aquello que remotamente pueda parecerse al comunismo estatista, o al socialismo estatista. (Bakunin, 2000)

Pero el reto siempre estará en evitar la simplificación de los conceptos. La libertad más amplia no es el conocimiento de la necesidad ni la ejecución disciplinada de las leyes divinas. Un socialismo libre y un capitalismo humano se dan la mano en esta coyuntura. Si nombrar es obligatorio, será necesario también caracterizar y definir de forma plural.

Un estado que debe ser extinguido por una clase cuya esencia es la existencia del estado mismo.

Al parecer, esta paradoja no atañe al proyecto platónico. Pero si hurgamos en su esencia, los elementos teórico-prácticos en que se basa están presentes de una forma u otra en La república.

Se trata, entre otras cosas, en la suposición de la racionalidad de la sociedad. El poder y sus mecanismos son inteligibles porque son racionales. Por lo tanto, la utopía pensada y soñada por el filósofo griego explora un mundo que debe adecuarse al intelecto humano, y así, seguir sus reglas.

Es pertinente preguntarse ¿por qué el afán de abolir la propiedad privada? Platón llegó a concebir hasta la comunidad de las mujeres. Pero no parece existir un ideal de justicia en el fondo de esta propuesta. Sí una estratagema importante para proteger el poder totalitario. ¨ (…) no debe permitirse, desde luego, que los hombres sean venales y amantes de la riqueza¨. (Platón, 1973: 86) Esto traería la división de la ciudad en varias ciudades: la ciudad de los pobres y la de los ricos. (118)

Una sociedad dividida siempre lo es respecto a algo. Por ejemplo, Platón se refiere a la división económica pero también a todo lo que se deriva de ella. El poder totalitario se protege de las disidencias que surgen de manera potencial o real. Se trata del desprestigio de los disidentes que no tienen derecho a réplica, de la difusión de criterios que deslegitiman el cambio, etc.

Para Platón el problema de la propiedad no sólo es importante sino que es el mayor mal de una ciudad. El mayor bien sería ¨aquello que la agrupa y uniformiza¨ (…) y de dónde tomará origen esa desunión sino de que los ciudadanos no coincidan en la pronunciación de la palabra mío y no mío (…).¨ (156-157)

El gran problema del totalsocialismo no radica en abolir la propiedad privada, sino el de construir o hacer emerger la propiedad social. Se sabe que la propiedad estatal en tan vieja como el estado. En ese sentido, el Egipto antiguo es tan socialista como lo fue la URSS. Pero tanto Marx como Engels definieron qué no era para ello el comunismo. ¨Para nosotros, el comunismo no es un estado que debe implantarse, un ideal al que haya de sujetarse la realidad.¨ (Marx y Engels, 1982: 36) El leninismo consiste precisamente en lo contrario, en implantar una sociedad sobre la base de leyes, manipulaciones y represiones.

Mientras que Marx concibió al comunismo como resultado de la evolución de la sociedad, es decir, del desarrollo de las fuerzas productivas; Lenin y sus seguidores invirtieron en la práctica tal teoría. El socialismo deberá ser quien traiga el desarrollo de las fuerzas productivas a estas regiones atrasadas de Dios.

El problema de la socialización ya es bastante difícil, sin embargo, coincido con Jorge Luis Cerletty cuando escribe que ¨ (…) la socialización de los medios de producción sin que se socialice el poder es una tarea impracticable.¨ (Cerletty, 1997: 45) Eso es lo que ha faltado al socialismo totalitario. La propiedad social no es un invento sino una posibilidad. Los límites borrosos que definen la propiedad pública actual y la pretendida propiedad social, se encuentran en una zona en la que el uso público de cualquier bien o institución se acompaña del sentimiento individual de pertenencia.

Socializar el poder es socializar el estado, por lo tanto, la tendencia del desarrollo de una sociedad socialista debe ser hacia la horizontalización del poder y de las relaciones de dominio. Pero lo que marca el desarrollo del socialismo que conocemos es la tendencia hacia la verticalización. Eso hace pensar que el totalsocialismo está más lejos de la socialización de la propiedad que el capitalismo mismo.

Atilio Boron ha hecho la siguiente lectura de la teoría marxista del estado:

        (…) para la filosofía política marxista, el Estado, cualquiera que sea su forma o su régimen de gobierno, nunca deja de ser un mal, necesario e inevitable en la sociedad de clases, pero mal al fin (…) la conclusión del análisis marxista es pues terminante: todo Estado es una dictadura, aún cuando se recubra con una institucionalidad que otorgue ciertos derechos y aún en el caso en que estos, como ocurre en los capitalismos más desarrollados, sean efectivamente ejercidos por los titulares de los mismos. (Boron, 2007: 362)

Es verdad que de cierta forma todo estado es una dictadura. La tendencia hacia la democracia tiene comportamiento asintótico, es decir, es una región a la que la curva democrática puede acercarse ilimitadamente pero que nunca la toca. El llamado Teorema de Arrow habla de la imposibilidad de la democracia.

Pero la pendiente de la recta que puede ser el comportamiento de la relaciones de poder, puede variar. El totalsocialismo, como todos los totalitarismos, tiene una pendiente máxima. Disminuir la pendiente significa repartir el poder de una forma más efectiva.

Para Derrida, la democracia es una esperanza. ¨Tenemos un poco de democracia, disponemos de una tradición y una idea de democracia. Cuando afirmo que nunca estuvo presente, actual y adecuadamente, ello no significa que no exista democracia. Hay una tendencia, signos, movimientos que sobresalen (…).¨ (Derrida, 1994) Los criterios maniqueos que condenan a la existencia o no de la democracia tienen parte de su base en la atávica lógica bivalente estoica y aristotélica. ¿Por qué no hablar como lo hace la lógica fuzzi, en términos de conjuntos borrosos? Tendría una enorme importancia metodológica para los estudios sociales.

La racionalidad del poder garantiza su inteligibilidad. Pero sólo se trata de la aplicación del método positivista. La creencia en leyes objetivas y deterministas de la historia y la sociedad en general llevó al marxismo, junto con otras escuelas filosóficas y sociológicas, a creer que marchábamos hacia un fin. Tal teleología significó la simplificación de los estudios sociales y los limitó durante un largo período a buscar las invariantes que sostienen la marcha de la sociedad.

Vattimo ha relacionado el autoritarismo socialista con la creencia en las leyes objetivas de la historia.

        El autoritarismo comunista real deriva de la persistente fe de Marx y de muchos marxistas en la existencia de una verdad objetiva de la historia, del estado, en fin, de la propia esencia humana (…). Si existe una verdad absoluta sobre la historia, el estado, la naturaleza, es fatal que se constituya una nueva clase privilegiada de expertos, de vanguardias, exponentes del proletariado auténtico incluso contra el proletariado empírico. (Vattimo, 2006: 33)

En el criterio nuestro, otros factores también favorecen el mencionado autoritarismo. El intento de construir la sociedad como un edificio, pegando a la fuerza bloques y garantizando la estabilidad con acero no puede terminar en una estructura flexible y horizontal. Refiriéndose a la implantación del imaginario socialista ha escrito Cerletty que ¨ (…) lo que cae fuera de lo pragmático y de los modelos son las relaciones reales de dominio que se sitúan en una franja mucho más oscura e impredecible: abarca los sentimientos y lo inconsciente de la psiquis hasta las tradiciones culturales arraigadas y las particularidades históricas.¨ (Cerletty, 1997: 47) Estos y otros múltiples factores interactúan de manera no lineal. No creo que deba aplicarse la relación clásica causa-efecto a las relaciones entre los componentes del sistema social.

La expresión máxima de la racionalidad del poder radica en la instauración por la fuerza del marxismo como filosofía oficial. Como en la utopía platónica, la cúspide gobernante del totalsocialismo es una casta de dirigentes filósofos.

La URSS creó sus manuales para difundir dentro del inmenso país y dentro de su imperio internacional, la versión del marxismo que era cierta. A inicio de los noventa, el Comité Central del P.C de Cuba censuró la utilización de ciertos manuales soviéticos. Pero los programas de clases se mantuvieron con los mismos contenidos. Todavía en 2008, en universidades y hasta en las escuelas del partido, se siguen utilizando los manuales.

Resulta interesante lo que escribe el filósofo marxista Fernando Martínez Heredia.

        En 1961 ser socialista implicaba ser marxistas, y serlo aliados a los soviéticos incluía ser marxistas-leninistas, aunque la mayoría no conociera nada de marxismo. Este comenzó entonces a formar parte de la instrucción sistemática de las personas, a considerarse la materia acertada de ver al mundo y la guía de la política, y también un buen paradigma para historiadores y economistas. Se crearon instituciones especializadas para enseñar marxismo. (Martínez, 2001: 93)

Primero, el marxismo se instituye como filosofía oficial, luego se manipula hasta que las personas lo acepten como catecismo. La enseñanza manualística en el socialismo totalitario es una necesidad. La filosofía se reduce a un conjunto de leyes y mecanismos que te permiten conocer y actuar dentro de los cánones del sistema. La función heurística de la filosofía se pierde en el intríngulis de normas y procedimientos racionalizadores.

Una pregunta que resuma la dificultad fáctica e ideológica fundamental de la teoría del desarrollo del socialismo podría ser ¿cómo el socialismo va a abolir un estado que mantiene el sistema en su artificialidad? Nunca un grupo social en el poder entregó sus privilegios voluntariamente. El estado sigue siendo el aparato de dominio de una clase social: la burocracia político-administrativa.

El totalsocialismo es incompatible con la abolición del estado porque él mismo es el estado. Ese sistema no reparte el poder, por eso no permite la propiedad privada ni la existencia de una sociedad civil. En el proceso de horizontalización de las relaciones de dominación y de mando, nada tiene que aportar.

El estado socialista digiere a todas sus instituciones y las recicla sólo para mantenerse vivo y funcional. Conservarse es su misión principal. El anarquismo a largo plazo de Marx no funciona para los aparatos políticos unipartidistas. Manipular y reprimir son los mecanismos constitutivos del poder totalitario.

Epílogo

Durante el presente trabajo he pretendido reflexionar sobre tres de las incontables paradojas que pueden encontrarse en el discurso oficial y en la práctica política de los sistemas totalitarios socialistas. Un sistema que pretende cerrarse ante sus ciudadanos y que se abre al mundo mediante un discurso plagado de manipulaciones y falsedades es un objeto de estudio interesante dentro del conjunto de naciones que participan de un grado mucho mayor de democracia.

Para los que nos ha tocado vivir en este sistema, el hecho de poder tomar distancia (una distancia que siempre es clandestina); y tratar de ver más allá de la densa niebla de las fronteras de la manipulación ideológica, constituye una forma de exorcismo. Vivir toda la vida entre lemas y consignas, ser agradecidos por obligación, soportar la indignidad de la corrupción generalizada, ver podrirse las mismas caras en el poder, asfixiarse dentro de una ideología que no aceptas pero que no te permite alternativas, exponerse a las calumnias sin derecho a la réplica, etc. son pesadas cruces sobre el ciudadano que piensa diferente en el totalsocialismo.

BIBLIOGRAFÍA

1. Althusser, Louis. “Ideología y Aparatos Ideológicos del Estado, Freud y Lacan”. (2004). s.pag. Online. Internet.(2004). En: http://www. monografias.com.

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ISSN: 1988-7833
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