Contribuciones a las Ciencias Sociales
Abril 2011

DON LORENZO MILANI: SU VIDA, SUS OBRAS, SU MUNDO EN SAN DONATO Y EN BARBIANA
 

Iván Parro Fernández (CV)
ivanpar@terra.es

 

 

ABSTRACT

El sacerdote italiano Lorenzo Milani es un hombre poco conocido, pero que dejó un legado muy importante que aún todavía hoy sigue dando sus frutos. Fue un educador diferente que antepuso su ideal de dar la palabra a los pobres aún a pesar de su vida, pues murió bastante joven víctima de la leucemia.

En este texto proponemos un recorrido por su vida y por algunas de sus obras, como la Escuela Popular o la obra Cartas a una Maestra.

PALABRAS CLAVE

Educación, Solidaridad, Escuela Popular, Obediencia y Clasicismo
 



Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Parro Fernández, I.: Don Lorenzo Milani: su vida, sus obras, su mundo en San Donato y en Barbiana, en Contribuciones a las Ciencias Sociales, abril 2011, www.eumed.net/rev/cccss/12/

UNA INTRODUCCIÓN…

En este texto vamos a presentar a un hombre único e irrepetible, un hombre actual que luchó contra las instituciones del momento para llevar sus ideas y sus convicciones a la máxima expresión.

Este hombre nos enseña el valor de la palabra, el valor de la confianza, de la amistad y de la perseverancia en la resolución de problemas. Don Lorenzo Milani, un humilde sacerdote de la Italia de la postguerra, puede situarse dentro de los renovadores pedagógicos como Paulo Freire, que sentaron unas bases nuevas para educar a niños y jóvenes con dificultades. Él se sitúa en la nueva pedagogía social en la que se abren nuevas perspectivas y nuevos modelos educativos. Se desarrollan en contextos con problemas, en espacios donde ocurren circunstancias específicas. Y ofrecen modelos educativos nuevos o renovados adaptados a las circunstancias particulares de las regiones donde se educa y donde se pueden llevar a cabo proyectos educativos interesantes.

Quizá podríamos pensar que el sacerdote Milani simplemente aplique algunos de los ideales evangélicos o que siga esos mismos mandatos, pero lejos de la religión Lorenzo Milani (llamado Don Milani) es un hombre amigo de los pobres, una persona que toma partido por los que menos tienen, por los que menos recursos tienen, por los que más sufren y más necesidades tienen.

Podemos preguntarnos qué puede aportarnos este sacerdote italiano al mundo de hoy, qué mensaje nos puede transmitir alguien que lleva muerto ya más de cuarenta años, sabiendo que hablamos de escenarios diferentes y de tiempos muy diferentes. La realidad de la aportación de Don Milani es la de un hombre que da testimonio de su vida; es la de un hombre que está profundamente encarnado en la Historia. Su vida nos habla, nos dice mucho en el mundo de hoy, donde el egoísmo y el desinterés priman en nuestras sociedades modernas. Lorenzo Milani toma partido por los pobres, por los últimos, por aquellos que tienen menos recursos. En el ambiente sociopolítico de la Italia de la posguerra, donde hay mucha miseria y donde existen diferencias claras entre clases sociales, entre campo y ciudad, Lorenzo Milani se inventa un espacio novedoso donde niños y jóvenes pobres son acogidos y escuchados; donde ellos reciben una educación completa y eficaz, donde abren sus ojos y su mente al mundo y a la sociedad que les rodea. Surge entonces la Escuela Popular como respuesta a la injusticia y a la marginalidad que se vivían en la sociedad italiana surgida tras el final de la Segunda Guerra Mundial. Hasta su muerte (y murió bastante joven) Lorenzo Milani no paró de trabajar por su pasión: dar voz a los que no tenían voz, dotar del don de la expresión a los que no podían o no sabían expresarse.

Lorenzo Milani es un hombre en el que muchos se han inspirado para vivir concretamente la solidaridad. Su vida, que vamos a conocer a continuación, es una vida que aún nos sigue diciendo mucho en nuestro mundo de hoy, y nos habla realmente si realizamos una escucha asertiva y abierta, libre de complejos y de ideologías, libre de cargas morales o de prejuicios infundados.

INFANCIA Y JUVENTUD DE LORENZO MILANI

Lorenzo Milani nació como todo un niño privilegiado. Nació en su casa, asistido y con todos los ciudados, en la primavera de 1923. Es el segundo hijo del matrimonio Albano Milani y Alicia Weiss. Su padre era hijo de la alta burguesía florentina y su madre procedía de una rica familia judía. A pesar de las diferencias religiosas (uno cristiano, la otra judía), lo cierto es que el matrimonio Milani no era muy creyente. De hecho, Alicia no era creyente. Los dos se declaraban agnósticos. Se casaron por lo civil en 1919 y no bautizaron a ninguno de sus hijos.

Lorenzo Milani cuanta al principio con una nodriza para que le amamantara y más tarde con una institutriz alemana que le empieza a educar. Esto era muy típico en las familias de clase alta de la época, pues los niños aprendían alemán e italiano al mismo tiempo.

El padre de Lorenzo Milani era Licenciado en Química, pero no tuvo nunca que ejercer su profesión, pudiendo vivir únicamente de las rentas. Se dedicó a la poesía y a los ensayos filosóficos. Con la crisis del 29 y la consiguiente recesión económica en la familia, todos se trasladaron a Milán para que Albano Milani trabajara como dirigente en una empresa.

El ascenso de Hitler al poder en Alemania augura malos tiempos para todos. Con la persecución de los judíos en Alemania, los Milani sienten miedo. En el colegio los niños sufren el rechazo y los malos comentarios de sus compañeros. Por ejemplo, el hermano mayor de Lorenzo, llamado Adriano, es considerado herético por su profesor de religión que sabe que no está bautizado. Para evitar males mayores, los Milani se casan por la Iglesia y bautizan a sus tres hijos en el verano de 1933.

La adolescencia de Lorenzo Milani es un período complicado en su vida. En palabras de uno de sus biográfos, Neera Fallaci, lo expresa así: “Durante su período de rebeldía (adolescencia), Lorenzo discutió muchísimo con su padre, a quien acusaba de ser el modelo del mundo burgués. Desde entonces, comenzó a madurar lentamente una elección de vida no burguesa. No tenía muchas ideas claras sobre su futuro, pero sabía que no quería ser licenciado ni intelectual como su padre y como todos los antecesores de la familia. Desde la adolescencia no cesó de buscar por todos los medios su propio camino. Iba en busca de una identidad (…) Se apasionaba por cualquier cosa y de dedicaba a ello plenamente. Después se daba cuenta de que no era lo suyo y lo dejaba”.

Lorenzo Milani nunca fue un gran estudiante. En general, sus calificaciones eran bastante mediocres, y a veces debía estudiar algunas asignaturas ara septiembre. Una de las causas de esto era su mala salud, que le obligaba a faltar al colegio en muchos períodos.

La educación dejó de interesar a Lorenzo con el tiempo, aborreciendo el sistema académico en el que no se primaba la adquisición de conocimientos sino el paso de curso. Y por esto Lorenzo deja de estudiar en el primer curso de Bachillerato, decisión ésta que no gusta a sus padres, que le obligan a terminar el curso.

Con dieciocho años recién cumplidos Lorenzo decide estudiar pintura y no ir a la Universidad. Sus padres le buscan un profesor de pintura, el alemán Straude, que nunca se convence de las aptitudes de su alumno para la pintura y cuya influencia es decisiva para que Lorenzo opte por entrar en el seminario. ¿El por qué de este cambio? En parte, por su apasionamiento en la realización de cualquier acción, y en parte por su propio proceso de búsqueda constante. A un amigo llega a decirle que iba a las iglesias para ver las vestiduras de los cardenales para pintarlas, y que existían esos colores era por una razón, que se puso a buscar.

La guerra se agrava y el hambre empieza a hacer estragos en todas las partes. En 1943 ocurre una anécdota que marca profundamente a Lorenzo: dibujando en una callejuela de Florencia, sacó un bocadillo y se puso a merendar. Una señora con mucha hambre que pasó por allí le exclamó: - ¡No se viene a comer pan blanco en las calles de los pobres! En ese momento, Lorenzo Milani descubrió el abismo entre ricos y pobres existente en Italia. Y ese mismo año de 1943 Lorenzo ingresa en el seminario. En la familia no se entendió esta decisión y sus amigos recibieron la noticia con disgusto.

LORENZO MILANI SEMINARISTA

El Lorenzo seminarista sigue siendo el mismo Lorenzo crítico y apasionado y no pasaba inadvertido: o despertaba simpatía o total oposición. Pero en su tiempo de seminario obedecía y cumplía todas las normas sin casi discusión.

Durante su período de seminario creo la denominada “cooperativa”. El hambre también llegaba a los seminarios, pero muchos recibían paquetes con alimentos de sus familias. La cooperativa consistía en poner a disposición de todos, en un espacio común, todas las cosas que se recibían para que el hambre no fuera tan grave ni afectara tanto.

También en el seminario fue donde Lorenzo maduró ideas sobre la pobreza, la dignidad humana o el problema de que el clero se forme en una cultura rica que desprecie a los humildes.

YA SACERDOTE… PRIMER DESTINO PARROQUIAL

El 13 de julio de 1947 recibe la ordenación sacerdotal y es destinado a San Donato de Calenzano. En octubre llega y es recibido calurosamente por todo el pueblo. San Donato era un pueblo campesino, que contaba mayoritariamente con obreros textiles. A este pueblo llega un Lorenzo entusiasmado con ganas de comerse el mundo. Quiere saber cómo es y cómo vive la gente. Pero el momento no es precisamente el más adecuado para ello. Tras el final de la guerra, las elecciones de abril de 1948 las gana la Democracia Cristiana, aunque en las fábricas y en otros ambientes de obreros las ideas comunistas de reivindicación de clases son bien arraigadas entre los obreros.

Lorenzo no es indiferente o insensible ante estos problemas. Se da cuenta de que el Estado es una trampa para los más débiles, que se ven obligados a vivir en la miseria. Lorenzo Milani lo expresa de esta forma: “Lo más trágico es que exista un loc. Lo verdaderamente trágico es que un loco pueda disponer impunemente de la vida de los humildes. Lo verdaderamente trágico es que la sociedad esté organizada de forma que el loco quede protegido”.

Una de las cosas que percibe Lorenzo es que la gente cada vez va menos a la Iglesia, en especial la gente humilde. Su actitud no es la del juicio fácil o la de la condena de los que no van a misa, sino que se pregunta por qué no vienen e intenta encontrar una respuesta en la responsabilidad de la Iglesia para que no vengan.

Desde el principio, Lorenzo Milani toma partido por los últimos, por aquellos que tienen menos recursos, por los más pobres. Ésta es la lucha de Lorenzo Milani, la lucha por cambiar el mundo, la lucha por devolver la dignidad humana a los que la han perdido. Milani toma partido por las víctimas del sistema, por los que nada cuentan, a los que nadie escucha. Lorenzo Milani se juntaba con los zapadores, les daba conversación y les ayudaba en su trabajo. No es que tuviera que ser como ellos para ser su amigo sino que les escuchaba y les comprendía estando con ellos.

La reacción de Lorenzo Milani ante todas las injusticias, ante todas estas desigualdades no es resignarse, no es responder de manera pasiva. No le gusta lo que hay ni cómo está hecho, y hay que cambiarlo, ¿pero cómo? Lorenzo tenía una idea de cómo cambiar el mundo: “El mundo injusto debe ser enderezado por los pobres, y lo enderezarán sólo cuando lo hayan juzgado y condenado con una mente abierta y despierta, y una mente así sólo la puede tener un pobre que haya ido a la escuela”.

La escuela, este es el medio para cambiar el mundo elegido por Lorenzo Milani. Escuela para todos, y especialmente para los más pobres; una escuela que remediase el atraso y las carencias que los pobres tenían. Lorenzo Milani toma partido en la lucha contra la indiferencia, la lucha para vencer el abismo entre ricos y pobres, que para él era una cuestión más cualitativa. La diferencia entre saber leer o no saber no era sólo un problema de no conocer las letras: “Existe un gran estrato de la población que no está en condiciones de leer. No me refiero a aquellos denominados analfabetos o semianalfabetos. En estadística se llama analfabeto al que no ha terminado tercero, y alfabetizado al que ha terminado quinto. Pero éstas son distinciones estadísticas con muy poco fundamento real, porque yo no considero que uno que sabe leer un diario deportivo sepa ya leer. Estos periódicos tienen un vocabulario específico que no supera las doscientas palabras, por tanto, uno puede comprender estas revistas hasta el final sin grandes dificultades. Son siempre las mismas palabras que se repiten, por esto saber leer la prensa deportiva no significa saber leer. Saber leer significa, como poco, entender el periódico desde la primera hasta la última página o, al menos, entender la primera página”.

Lorenzo Milani ve al mundo y a la sociedad con ojos críticos y con su ideal de justicia concreta, y se da cuenta de las diferencias que existen entre todas las personas. Los que parecían iguales, es decir, alfabetizados, a la hora de la verdad vivían en mundos muy diferentes y distintos. Y no era por capacidades distintas, sino porque unos habían sido mejor preparados que los otros.

La Escuela Popular de San Donato era una escuela de conocimientos pero también una escuela de humanidad. Se aprendían materias como lengua o matemática, pero también se aprendía a pensar y a reflexionar. Según palabras de Milani: “La Escuela Popular es una especie de empresa, una compañía, un partido, una comunidad religiosa, una logia masónica, un cenáculo de apóstoles. Es algo de todo eso y nada de todo eso”.

Los viernes se organizaban conferencias o charlas en las que algunos invitados venían a la parroquia para ofrecer una disertación sobre algún tema. Se hablaba de todo. Lo mejor y más constructivo era el debate tras la charla. Los chicos de la escuela preparaban días antes el tema de debate, de tal modo que iban muy preparados a la charla. De este modo, se daba voz a los que no la tenían en ese momento. Los hijos de obreros y de campesinos bien instruidos solían poner en aprietos a los conferenciantes. Una vez se invitó a Héctor Bernabei, el director del “Il Diario del Mattino” (“El periódico de la mañana”). Tras acabar la conferencia, uno de los jóvenes le dijo que no era aceptable que un periódico católico publicara cosas como que los obreros vivían bien porque todos tenían motocicletas. El mismo joven le argumentó que por qué no aparecían noticias de sindicatos en el periódico o por qué no denunciaban la explotación laboral de menores en las fábricas, ya que llegaban a trabajar hasta doce diarias o hacían turnos de noche. Tras esto, el director del periódico publicó un artículo en su diario hablando de la escuela de San Donato. Al final se hizo amigo de Lorenzo Milani.

La Escuela Popular es la respuesta de Lorenzo Milani a la indiferencia del mundo, a la indiferencia frente a la ignorancia. Y pensaba formar personas críticas y abiertas, personas con ideas que supieran del mundo y pudieran tener más facilidades de acceso al mundo, al mercado de trabajo y a la sociedad que no admitía de buena gana a los pobres o a los más necesitados. Lorenzo Milani era un sacerdote maestro preocupado por temas como el paro, el analfabetismo, la explotación laboral, el problema de la vivienda, del hambre, de la indiferencia religiosa, etc. Su esperanza era que los jóvenes a los que enseñaba se dieran cuenta de su enorme potencial una vez formados y que tuvieran el poder de cambiar, de borrar, de modificar o de transformar una vida fea o insana en una nueva vida diferente y más completa. Pero para ello había que hacer escuela, y para ello estaba la Escuela Popular, para ser el inicio del cambio, de la renovación.

Tras un tiempo en San Donato y el encuentro con la realidad de ese pueblo y de su época, Lorenzo Milani escribe “Experiencias Pastorales”, que es una radiografía y un excelente análisis sociológico de los problemas, las contradicciones y los errores de la sociedad italiana tras la guerra. Una parte del libro la dedica a la Escuela Popular, y entre otras cosas afirma: “A menudo los amigos me preguntan cómo consigo hacer la escuela y cómo consigo tenerla llena. Me insisten para que yo les escriba un método, un manual. Se equivocan al hacerme la pregunta, no deberían preocuparse de qué hay que hacer para llevar a cabo la escuela, sino sólo de cómo hay que ser para poder hacer la escuela. Hay que ser. No se puede explicar en dos palabras cómo hay que ser. Hace falta tener ideas claras sobre los problemas sociales y políticos. Hay que tener un fuerte ansia de elevar al pobre a un nivel superior, más humano, más espiritual, más cristiano, más de todo”.

CAMBIO DE DESTINO… A BARBIANA

En 1954 es enviado como párroco a Barbiana, una aldea en la montaña de la Toscana. Allí Lorenzo cree que su nuevo destino es un castigo por su oposición al comentario en las homilías del voto partidista en las elecciones municipales de 1951. Pero allí Lorenzo encuentra una oportunidad para estar más cerca de los más pobres. Nadie en el pueblo le recibe y la casa en la que se instala no tiene ni luz ni agua corriente.

La situación social en Barbiana no era muy diferente a la de muchas ciudades italianas del momento: familias enfermas, con problemas de alcohol, delincuencia o con personas hambrientas. Eran todas familias que vivían en el abandono total. La gente de Barbiana se iluminaba con lámparas de aceite y tenía que andar más de una hora para ir a buscar agua en pleno siglo XX. Existía un grave problema de incomunicación con esa gente, y Lorenzo Milani peleó hasta el final para vencer esas barreras en la comunicación y para desenvolverse con más soltura en su vida. Lorenzo se preocupaba verdaderamente de esa gente y de sus problemas. Por ejemplo, en las elecciones de 1963 pasó una semana entera explicando a una persona con problemas mentales cómo tenía que votar. El día de las elecciones no le dejaron votar por su problema, y el hombre se puso a gritar y a llorar.

En Barbiana Lorenzo crea una nueva Escuela Popular en los locales de la parroquia. Es la escuela de los últimos y la que realmente cambiará la vida de todos esos jóvenes campesinos y ganaderos. En palabras del amigo de Lorenzo Milani, el profesor Agustín Ammannati: “La escuela de Don Milani consistía sobre todo en enseñar la lengua italiana a los pobres. El principio en el que se basaba era éste: grandes masas de hombres no han tenido nunca voz en la sociedad porque no estaban en condiciones de expresarse, de poder dominar el lenguaje. El bienestar y las ventajas que la vida moderna ofrece no bastan para eliminar las injusticias por las que sufren muchos que se sienten explotados: hay que darles la palabra, el sentido de la igualdad ante quien sabe hablar”.

La Escuela Popular de Barbiana era una escuela muy particular. Era como una familia. Lorenzo era para los niños de la escuela padre y madre al mismo tiempo, les quería como auténticos hijos, de hecho, los llamaba “hijitos”.

En la escuela de Barbiana no había vacaciones y tenía un horario muy duro y apretado. Hasta quinto grado había una única clase para todos. Los que salían de quinto grado podían saber mucho de la vida del bosque, pero en la ciudad no sabían ni abrir un grifo. Se les consideraba ciudadanos de segunda y la respuesta de Lorenzo ante este problema era: “Vacaciones nunca. Juegos nunca. Y no porque yo se los prohíba, sobre todo porque yo no se los propongo, y así de esta forma ni siquiera les pasa por la cabeza la idea de gastar un día en vacaciones. ¿Para qué? ¿Para ir a dónde? La vida no tiene para ellos más alternativa que el trabajo o la escuela. La una hace de recreo de la otra y viceversa”.

Lorenzo Milani quería lo mejor para esos chavales. Les enseñaba de todo y organizaba clases prácticas sobre temas concretos. A veces las clases las daba en el campo o en otros lugares distintos a los del local. Dentro del local había una frase que resumía el sentido de la relación que establecía Lorenzo Milani con los chavales y con cualquiera que se acercara a la Escuela Popular: “I care” (Me importas, Me interesas, Te presto atención). Cualquier alumno de la escuela era para Lorenzo como de la familia y así como tal les trataba. Ellos le apreciaban mucho y le respetaban.

Cuando un niño no iba a la escuela Lorenzo se disgustaba mucho, y a veces hasta organizaba huelgas de hambre para que el niño fuera a la escuela. Un amigo de don Milani nos cuenta lo sucedido con un muchacho que no podía ir a la escuela porque sus padre le obligaban a que trabajara: “Por uno de sus alumnos don Milani ha hecho huelga de hambre. Primero fue a hablar con sus padres para convencerles de que le dejaran ir a la escuela. Pero no lo consiguió. Entonces, una mañana, enfermo como estaba, se colocó una manta encima y se sentó a la puerta de la casa empezando así su huelga de hambre. Cuando los padres del muchacho le vieron se dirigió a ellos de esta forma: “Estaré aquí hasta que no enviéis a vuestro hijo a la escuela”.

En 1957 don Milani decide abrir una escuela de formación profesional para aquellos chavales que habían terminado la escuela primaria. Asistieron seis alumnos. Estos seis a su vez ayudaban a los nuevos que llegaban a estudiar.

Una vez los chicos de don Milani escribieron el siguiente documento: “Don Milani nos propone un ideal más alto: buscar el conocimiento sólo para ponerlo al servicio del prójimo. Por ejemplo, dedicarnos de mayores a la enseñanza, a la política, al sindicato, al apostolado y similares. Por esto aquí recordamos mucho y nos ponemos siempre de la parte del más débil: africanos, asiáticos, italianos del sur, obreros, agricultores, ganaderos. Pero don Milani dice que no podremos hacer nada por el prójimo en ningún aspecto hasta que no sepamos comunicar”.

Los chicos solían hacer viajes al extranjero al finalizar sus estudios. El viaje a otro país era como el examen final para estos muchachos. Servía para que los chicos practicaran otro idioma y se desenvolvieran en la vida, ya que trabajaban para pagarse sus gastos. El intercambio de cartas era intenso y constante. Los chicos estaban obligados a contar por carta lo que vivían fuera. A Eduardo, un chico que estaba en Londres, le escribía así: ”Querido Eduardo, de tus cartas sólo me ha gustado la del viaje. Se puede leer y está escrita con el deseo de ambientarnos. Las demás dan asco. Te cansas al leerlas, son brevísimas y no hablan de tu vida. No se comprende en qué trabajas; no nos has contado cómo fue el primer encuentro con el jefe; no nos dices si comprendes el idioma ni si te haces comprender; si comes bien o si pasas necesidad; los peligros que has encontrado; si te aburres o si te diviertes; si estás a gusto o si quieres volverte; si te cansas demasiado… No nos has dicho cómo es tu casa, ni dices nada de la City ni de sus subterráneos (…) Escribe más. No te quejes del cansancio. No te quejes de nada. Escribe que todo es maravilloso. La clase obrera no debe desanimarse, ya lo está demasiado. Si quieres quejarte o contar tus porquerías escríbeme una carta reservada, la leeré y acto seguido la quemaré”.

Don Milani exigía a sus alumnos porque quería que fueran los mejores y los más sabios, los que mejor se pudieran desenvolver en la sociedad y que no fueran considerados ya nunca más ciudadanos de segunda categoría.

En febrero de 1965 aparece en el periódico “La Nazione” un comunicado de los capellanes castrenses de la Toscana con el título “Los capellanes castrenses y la objeción de conciencia”, en el que consideraban un insulto a la Patria dicha forma de objeción. Don Milani y sus alumnos de la escuela leyeron juntos el documento y decidieron escribir una respuesta. La Respuesta a los Capellanes es un largo escrito fruto de la reflexión y el pensamiento y el diálogo profundo sobre el tema. La Respuesta acaba con esa reflexión final: “Deseamos todo lo contrario de lo que vosotros deseáis. Deseamos que terminen las discriminaciones y las divisiones de Patrias ante los soldados de todos los frentes y de todas las divisas que muriendo se han sacrificado por los sagrados ideales del Justicia, Libertad y Verdad.

Respetamos el sufrimiento y la muerte, pero delante de los jóvenes que nos miran no hagamos confusiones peligrosas entre el bien y el mal, entre la verdad y el amor, entre la muerte de un agresor y la de su víctima”.

Pronto llegaron a Barbiana muchas cartas con insultos y con amenazas de muerte a Don Milani. Un grupo de excombatientes presentó una denuncia formal contra Don Milani y tanto él como el director de la revista que publicó la respuesta fueron acusados. El juicio se celebró el 30 de octubre de 1965. La precaria salud de Don Lorenzo le impidió asistir al juzgado, pero escribió un largo documento llamado “Carta a los jueces”, donde contestaba punto por punto a todas las afirmaciones del documento antes citado, y no es más que la defensa ante la opresión de los pobres. Algunos argumentos: “La escuela es el arte delicado de conducir a los chicos sobre el filo de una navaja: por un lado, infundirles el sentido de la legalidad (y en esto se asemeja a vuestra función), y por otro el deseo de que haya leyes mejores, es decir, el sentido político (y en esto se diferencia de vuestra función).

La tragedia de vuestro oficio de jueces es que sabéis que tenéis que juzgar con leyes que todavía no son totalmente justas. La Patria es una criatura que vale menos que Dios, es decir, es un ídolo si se le adora. Yo pienso que no se puede dar la vida por algo que vale menos que Dios. Pero aunque aceptáramos que se puede dar la vida por un ídolo bueno (la Patria), desde luego no se puede aceptar que se pueda dar la vida por un ídolo malo (la especulación industrial)”.

Y la Carta a los jueces acaba así: “Espero de todo corazón que me absolveréis. No me divierte la idea de ir a hacer de héroe en la cárcel, pero no puedo dejar de declararos de una forma explícita que seguiré enseñando a mis muchachos lo que les he enseñado hasta ahora. Es decir, que si un oficial les da órdenes de paranoico, sólo tienen el deber de atarlo bien fuerte y llevarlo a una clínica”.

El juicio concluyó en febrero de 1966 y Lorenzo Milani fue absuelto, pero el fiscal recurrió la sentencia y se acordó celebrar un nuevo juicio, pero Don Milani no llegó a verlo porque murió antes. Antes de su muerte, Don Milani se embarca en uno de sus grandes proyectos de vida, que es la escritura de una carta dedicada a una maestra en la que se denuncian la diferencias a nivel académico y social de los hijos de los pobres con respecto de las clases más altas.

La Carta a una Maestra es un libro que provoca resentimientos, preocupaciones, discusiones, contrastes y reflexión. ¿Qué propone? La Carta sugiere tres reformas principales: que no haya más niños repetidores; que a los que vayan peor se les dedique más tiempo y mejor empleado y darle una finalidad a los vagos, es decir, un proyecto, una orientación concreta.

Entre las ideas principales de la Carta aquí destacamos:

“Es cómodo decir a un chico: No estás hecho para esta materia. El chico lo acepta porque es perezoso como el maestro, pero comprende que el maestro no le considera igual. No es educativo decir a un chaval: Estás hecho para esta materia. Si se apasiona por una materia hay que prohibirle estudiarla. Llamadle limitado o desequilibrado. Hay mucho tiempo luego para encerrarse en las especializaciones.

Sabéis de sobra que para explicar todo el programa a todos no bastan las dos horas diarias de la escuela actual. Hasta ahora habéis resuelto el problema de un modo clasista. A los pobres les hacéis repetir curso. A la pequeña burguesía les dais clases particulares. Para la clase más alta no hace falta, todo es repetición”.

En Carta a una Maestra se define también lo que es la cultura: “La verdadera cultura, la que todavía nadie ha poseído, se compone de dos cosas: pertenecer a la masa y poseer la palabra. Una escuela que selecciona destruye la cultura. A los pobres les quita el medio de expresión. A los ricos les quita el conocimiento de las cosas”.

Lorenzo Milani muere el 26 de junio de 1967 a los 44 años de edad. Tuvo una dolorosa y cruel agonía por los dolores producidos por el tumor. Dos días antes de morir murmuró: “Un gran milagro está ocurriendo en esta habitación: un camello está pasando por el ojo de una aguja”.

Dejó órdenes que se le vistiera con los ornamentos sagrados y con zapatos de montaña para enterrarle. Le trasladaron a Barbiana, y esta vez mucha gente le estaba esperando. Tras la misa de difuntos, fueron sus muchachos los que trasladaron el féretro hasta el cementerio, donde fue enterrado y cuya tumba hoy se puede visitar en Barbiana.

En su testamento que escribió a los chicos indica lo que podría ser el resumen de su vida y de sus obras: “Os he querido a vosotros más que a Dios, pero tengo la esperanza de que Él lo tenga escrito todo en su cuenta”.

ALGUNAS FECHAS IMPORTANTES EN LA VIDA DE LORENZO MILANI

1923 El 27 de mayo nace en Florencia.

1933 Los padres de Lorenzo Milani se casan por la Iglesia y bautizan a sus tres hijos por miedo a las leyes nazistas.

1941 Lorenzo aprueba Bachiller pero no quiere ir a la Universidad. Decide estudiar pintura.

1943 Lorenzo conoce a Monseñor Rafael Bensi, su director espiritual. El 9 de noviembre ingresa en el seminario de Cestello.

1947 El 2 de marzo muere Albano Milani, el padre de Lorenzo. El 13 de julio recibe su ordenación sacerdotal y es enviado a San Donato. Funda la primera Escuela Popular.

1954 Don Milani es enviado a Barbiana.

1958 Se publica “Experiencias Pastorales” en marzo y se secuestra en diciembre. El 28 de octubre es nombrado Papa Giuseppe Roncalli, que tomará el nombre de Juan XXIII y que renovará la Iglesia.

1960 Se manifiestan los primeros síntomas del cáncer.

1965 “La Nación” publica el comunicado de los capellanes castrenses de la Toscana. Don Milani elabora la Respuesta a los Capellanes castrenses. Se le denuncia.

1966 Se celebra el juicio contra Lorenzo Milani. Le declaran absuelto de los cargos.

1967 Se publica en mayo “Carta a una Maestra”. El 26 de junio muere de leucemia.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Fallaci, Neera. Vita del prete Lorenzo Milani, Biblioteca Universale Rizzoli, Milán, 1993.

Dar la palabra a los pobres. Cartas de Lorenzo Milani, Acción Cultural Cristiana, Madrid, 1995.

Martí, Miquel. El maestro de Barbiana, Editorial Nova Terra, Barcelona, 1972.

VV.AA. Don Lorenzo Milani, tra Chiesa, cultura e scuola, Universidad Católica, Milán, 1983.

 


Editor:
Juan Carlos M. Coll (CV)
ISSN: 1988-7833
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