Contribuciones a las Ciencias Sociales
Mayo 2010

EL CAMPESINO Y SU SITUACIÓN GEOGRÁFICA EN EL MAPA SOCIOCULTURAL CUBANO
 

 

Enrique Antonio Lalana Torres (CV)
cdecima@tunet.cult.cu


 

Resumen

Breve acercamiento a las investigaciones socioculturales desde el concepto de tradición y la influencia de la cultura campesina dentro de la identidad cultural cubana. Además nos acercamos a la situación de marginalidad cultural que ha sufrido esta importante cultura dentro del entramado cultural al que Don Fernando Ortiz llamó “Ajiaco”.

Summary

This is an approaching to the countryman culture and his sociocultural situation through the influence of this culture on the Cuban identity and the marginality accidentally suffered in the XX century.
 



Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Lalana Torres, E.A.: El campesino y su situación geográfica en el mapa sociocultural cubano, en Contribuciones a las Ciencias Sociales, mayo 2010, www.eumed.net/rev/cccss/08/ealt.htm 


I. Tradición, breve acercamiento.

La tradición es un “algo” entregado a nosotros por el pasado, un “algo” con determinado valor para aquellos que lo entregan, así como para quienes lo reciben. He aquí la razón por la que debe conservarse y desarrollarse como parte medular de la identidad cultural de los pueblos. La noción de tradición-identidad, implica la existencia de u orden cultural determinado por el desarrollo social; el que modifica al universo imaginario de los pueblos y genera un sistema de valores que conforman un “tejido social” complejo, entrelazado, capaz de “sustentar” el orden simbólico de la Cultura Popular.

Las tradiciones, como elementos representativos de los valores morales y sociales que abrazan las personas de sus predecesores, son conservados, enriquecidos y transmitidos a la siguiente generación como permanencia de una determinada tradición de una realidad propia, única e intransferible, acentúa y conforma los rasgos identitarios de una determinada localidad o nación.

La identidad es el resultado de la relación entre el hombre y las costumbres, tradiciones, valores, que enriquecen y dan vida a la sociedad.

La cultura es el espacio de los simbolismos de la existencia humana; es el ámbito del mundo sensorial y físico del origen del hombre y la civilización donde el papel del trabajo juega un rol fundamental en el proceso de socialización, comunicación y desarrollo del pensamiento

La identidad constituye una resultante del complejo contrapunteo e interacción dinámica del quehacer del individuo y la dinámica de una sociedad que se expresa en la relación entre una autoidentidad (como experiencia variada asimilada subjetivamente) y la interacción con los otros (identidad asignada) que supone acciones de interpelación, evaluación e influencia desde posiciones de poder o de igualdad; es por ello que podemos hablar de identidad cultural e identidad nacional

La identidad cultural de una comunidad humana es la forma en que dicha comunidad asume de forma consciente (con un discurso racional o como vivencia cotidiana), toda manifestación o expresión de su ser espiritual y material, creado durante su devenir histórico, hállese o no organizada como nación o estado. (Zamora, 1996:4.)

Para que este proceso de desarrollo y conservación se manifieste, se hace necesario conocer, en primera instancia que la identidad cultural cubana es un sistema dinámico de síntesis de culturas, que se resuelve teóricamente estableciendo su equivalencia con el proceso de transculturación material y espiritual de las etnias que fueron conformando la población de la isla y que actualmente se evidencia en un proceso similar a partir de la confrontación de nuestra cultura con otras, la necesidad de tal proceso y asimilar las influencias externas creadoramente.

La identidad cultural que es ser (aspecto objetivo), puede concebirse en dos sentidos:

1.-Como sistema de valores y comportamientos con que se identifica la mayoría del pueblo–nación.

2.-Como meta social establecida por las clases y grupos dominantes.

La tradición se construye básicamente desde un presente en curso: cada presente a partir de la totalidad de la cultura recibida, destaca su propia tradición funcional.

tradiciones culturales, las cuales suponen el carácter continuo del desarrollo cultural y la capacidad de los conocimientos acumulados en el pasado, de servir no sólo a las tareas inmediatas del presente, sino también a las del futuro, una vez que hayan experimentado los cambios necesarios conforme a las circunstancias y a la nueva situación. Esta tradición no se funda exclusivamente en la costumbre, ni influye en el pensamiento como fuerza de las ideas, normas y premisas desligadas de la experiencia y opuestas a ellas, sino que es una tradición creadora, ya que fomenta la creación política, filosófica y artística; es por ello que podemos considerarla inseparable del enfoque histórico de cada fenómeno de la vida social

Las tradiciones no son resultado del saber académico, sino que son el caudal y acervo de toda la vida material y espiritual de los hombres que conforman un pueblo, las cuales se colectivizan y perdura su esencia en el tiempo; es por ello que el apego a la tierra de nuestros antepasados, la religión heredada, el destino manifiesto en alguna gesta pasada, determinadas frases, entre otras, son elementos que constituyen esencias nacionales de las cuales la tradición es depositaria.

Los componentes étnicos que dieron origen a la nación cubana, constituyen un necesario marco de referencia para conocer el desarrollo de la cultura nacional. Las principales manifestaciones de índole material y espiritual, están estrechamente vinculadas con el proceso poblamiento de Cuba.

Según el Dr. Juan Antonio Alvarado Ramos en el Atlas Etnográfico de Cuba, el poblamiento generó la conformación y desarrollo de los asentamientos rurales, resultado de un largo proceso que comenzó desde el inicio de la Conquista y Colonización de la Isla, a principios del siglo XVI.

Con este trabajo no se pretende hacer un estudio de la muy estudiada población cubana, sino hacer hincapié en algunos de los procesos migratorios que formaron parte de la formación de la identidad cultural cubana.

El estudio de la composición étnica abarca el enfoque sincrónico-diacrónico (histórico, geográfico y demográfico) del poblamiento aborigen, hispánico, africano, chino-filipino y antillano; de otros lugares de América, Europa y Asia, así como el más importante de todos: el poblamiento cubano; es decir, la base humana que constituye hoy el principal componente étnico de la nación. (Atlas etnográfico)

El componente hispánico jugó un papel preponderante en la formación de la nacionalidad cubana, no solo por ser ellos los que “descubrieron” América, en su sentido geográfico y cultural, sino porque en un profundo proceso de transculturación propiciaron el desarrollo de nuevas culturas, por llamarlo de una forma, entre las que se encuentra la cubana.

Para algunos la cultura tradicional campesina es lo que usualmente vemos en las efímeras (disculpen el término) jornadas Cucalambeanas, una semana en que la “nostalgia” nos lleva, superficialmente, a un modo de vivir y pensar implantado por los medios de comunicación masiva. No es que estos no defiendan lo popular, lo “tradicional”, pero ase ha olvidado un poco lo auténtico, lo cubano. La danza, el paso doble, la güajira, el punto cubano, la décima son parte inseparable de la tradición bucólica cubana. Lo que a la hora de representarla los medios olvidan por completo cómo se desarrollaban las canturías, cómo realmente bailaban nuestros campesinos, qué era realmente lo que comían nuestros campesinos, porque, tal vez sea irse al extremo, ningún campesino tenía realmente dinero para romper una canturía en su casa sin un consenso. También la forma de cocinar los alimentos no es la misma. Las costumbres culinarias varían de una región a otra del país teniendo en cuenta las características socioculturales, etnográficas, físicas de la región. Incluso la forma de vestir es diferente en el oriente de Cuba que en el occidente, la forma de construir las viviendas. No podemos olvidar que durante muchos años el occidente del país estuvo más propenso al desarrollo económico teniendo en cuenta la influencia de la capital en la zona, por otra parte para el siglo XX, el oriente de Cuba se vio “beneficiada” por el asentamiento de empresas norteamericanas que le aportaron a la zona un auge económico-social de gran envergadura, teniendo en cuenta la influencia que ejerció dicha presencia en aspectos tales como desarrollo económico, la migración, la arquitectura y la propia presencia de nativos norteamericanos en el territorio que le aportaron matices nuevos, en compañía de los diferente emigrantes caribeños que llegaron a la zona (dígase Haití, Jamaica), que forman parte del entramado cultural que es la cultura popular campesina cubana.

Las tradiciones son elementos que representan los valores morales y sociales que aprehenden las personas de sus antecesores, las que son conservadas, enriquecidas y transmitidas de generación en generación. La permanencia de una determinada tradición en cierta y determinada realidad propia, única e intransferible, acentúa y conforma los rasgos identitarios de una localidad, región o nación.

Las tradiciones no son más que el producto de la relación hombre, sociedad, naturaleza, cultura dando origen a los rasgos identitarios de los pueblos. Es la cultura el espacio simbólico de la existencia humana y el ámbito tanto sensorial como físico que da origen al hombre y la civilización desde un papel metafísico donde el trabajo juega un rol fundamental en el proceso de socialización, comunicación y desarrollo del pensamiento y a la vez en el proceso de formación de la identidad tanto cultural como nacional, términos semejantes aunque no iguales.

Sin lugar a dudas, la identidad cultural es la forma en que cierta y determinado grupo, comunidad, región, nación asumen de forma consciente (como discurso racional o vivencia cotidiana), todas las manifestaciones y expresiones de su ser desde el punto de vista espiritual y material.

La identidad cultural cubana es un sistema sui géneris de síntesis de culturas, conceptualizado genialmente por Don Fernando Ortiz a través del proceso de transculturación (material y espiritual) de las diferentes etnias que fueron conformando la población de la isla y que actualmente se evidencia en un proceso similar a partir de la confrontación de nuestra cultura con la de otras regiones de la América latina y el Caribe.

Esta identidad se construyó, básicamente, desde tradiciones que suponen el carácter continuo del desarrollo cultural de “la isla”, a través de cambios conceptuales generacionales necesarios conforme a las circunstancias y a las nuevas situaciones según el período histórico.

Los componentes étnicos constituyen un necesario marco de referencia para conocer el desarrollo de la cultura nacional y a la vez de la identidad cultural y nacional. Las principales manifestaciones de índole material y espiritual de estas, están estrechamente vinculadas con el proceso poblamiento de Cuba.

Según el Dr. Juan Antonio Alvarado Ramos en el Atlas Etnográfico de Cuba, el poblamiento generó la conformación y desarrollo de los asentamientos rurales, resultado de un largo proceso que comenzó desde el inicio de la Conquista y Colonización de la Isla, a principios del siglo XVI.

Con este trabajo no se pretende hacer un estudio de la muy estudiada población cubana, sino hacer hincapié en algunos de los procesos migratorios que formaron parte de la formación de la identidad cultural cubana.

El estudio de la composición étnica abarca el enfoque sincrónico-diacrónico (histórico, geográfico y demográfico) del poblamiento aborigen, hispánico, africano, chino-filipino y antillano; de otros lugares de América, Europa y Asia, así como el más importante de todos: el poblamiento cubano; es decir, la base humana que constituye hoy el principal componente étnico de la nación. (Atlas etnográfico)

El componente hispánico jugó un papel preponderante en la formación de la nacionalidad cubana, no solo por ser ellos los que “descubrieron” América, en su sentido geográfico y cultural, sino porque en un profundo proceso de transculturación propiciaron el desarrollo de nuevas culturas, por llamarlo de una forma, entre las que se encuentra la cubana.

II. Marginalidad en la cultura popular.

Un estudio de la historia de nuestro país, revela que el surgimiento de la cultura popular como concepto, se produce a fines del siglo XIX, momento en que la formación nacional se acelera. La Sociedad Económica Amigos del País, que en ningún momento descuidó la misión que se había impuesto en favor de la cultura ensanchó la esfera de sus tareas al acordar en 1830 la creación de una Comisión Permanente de Literatura, imponiéndose como tendencia el criollismo, inspirados en las cosas y costumbres propias del país, fue un intento de cubanizar la literatura.

En la Republicana, 1902-1959, las tradiciones y costumbres del campesino eran consideradas como típicas reproducción idílicas, romántica, de una vida irreal que no reflejaba su verdadera realidad. En la República, los estudios científicos estaban mediatizados como toda la vida del país. No obstante, en este período surge una intelectualidad progresista que denuncia los males de que corroen el país a través de métodos vanguardistas.

No es hasta la década de los años 20 que las investigaciones antropológicas vuelven al interés de los intelectuales cubanos de la mano del Dr. Fernando Ortiz, quien funda la Sociedad del Folclor Cubano el 6 de enero de 1923, teniendo a su cargo la publicación de la revista Archivo del Folklore Cubano (1924 – 1930) de la que se publicaron 19 números; donde aparecieron diversos artículos sobre costumbres, leyendas, refranes, décimas y ensayos en los más variados aspectos del quehacer popular cubano, polemizando sobre el negro, el desarrollo del arte, lo nacional, el antimperialismo. Al respecto expresa Jesús Guanche:

Esta publicación reflejó la corriente nacionalista de los años 30, mediante la búsqueda y definición de lo cubano, como defensa ante la tremenda penetración imperialista, a través de descripciones y recopilaciones de costumbres, juegos, creencias, farmacopea curativa y toda manifestación de la cultura popular tradicional. (Guanche; 1983: 457)

Cuando consideramos a la cultura campesina un fenómeno cultural de gran envergadura en nuestro país, la vemos como el proceso que dió inicio a principios de los años 60 del pasado siglo XX y la firma de las dos leyes de reforma agraria que sin lugar a dudas mejoraron la vida del campesino sobremanera en comparación con años anteriores.

Aunque consideramos que el proceso de pérdida de valores y tradiciones en el campesinado cubano ha sido paulatino, no es menos cierto que la década de los 90 del siglo pasado fue un catalizador para el recrudecimiento de este fenómeno sociocultural.

La cultura popular tradicional toca todo un conjunto de zonas de conformación de la identidad, en la que también persiste una tendencia a verla como algo estático, fijo, al vincularla solo a la tradición. Sobre este aspecto la Dra. Alisa Delgado Tornés plantea: Muchas conceptualizaciones, (…) siguen situadas solo en el pasado, conservar tradiciones; y no apreciar la dialéctica de lo tradicional, la renovación, reconstrucción de la cultura, porque la identidad cultural es una construcción social; no lineal sino en espiral, motivada por los cambios que se operan en las sociedades.

Con frecuencia se olvida en los análisis culturales el concreto e inalienable fenómeno del arte. El proceso de producción artística es tan prodigioso que el consumo queda encandilado por el producto, y el estudio prioriza el consenso. Le inquieta la copla, pero no el coplero; atiende al ánfora, y desdeña al artesano. Cuando la belleza no se ha distinguido de lo ancilar, el artífice desaparece con frecuencia de los ojos de aquel que escruta y admira. Es el caso del artista popular, de cuya mentalidad conocemos poco. Del escaso saber que existe sobre la psicología de la creación, le corresponde la porción menor. Pero sin artista no hay arte. Él lo conserva incandescente en los rincones más inhóspitos, en los espacios más devorados por el desprecio. Gracias a su presencia el arte irradia su atracción benéfica, sobrevive las penurias y el desamparo, arremete quijotescamente contra las resistencias más atroces. Él garantiza su liquidez prodigiosa, su capacidad de amoldarse a los límites y seguir generando transparencia. Con su propio aliento lo sostiene. A partir de épicas renuncias, lo propaga en el milagro que surge de sus dedos, de su voz, de sus ojos, de su corazón, de su frente. Bajo su permanente impulso los minerales, los árboles, los animales, las conductas, los sueños van entrando transfigurados en impalpable cornucopia. Los instrumentos se arriman silenciosos desde sus propias manos. Pierde la vista con las agujas, se cuece en los hornos, se envenena con los pigmentos, suelda su cerviz a las mesas, gasta su garganta contra el aire, rompe sus huesos en los malos giros, deja sus tobillos en los caminos, su sangre entra en las materias, sus voces y sus gestos en una memoria que anilla el olvido. Y todo esto es un añadido a la saga cotidiana, a la lidia por la sobrevivencia, pues rara vez puede consagrarse limpiamente a lo que ama. Cuando puede hacerlo, su medio y su virtud técnica le pueden granjear dos actitudes: la admiración respetuosa de sus convivientes, o la sorna y repulsa por encontrarse faltando a deberes que la comunidad estatuye como sacros. Sufre, con enorme frecuencia, en unas manifestaciones más que en otras, su vocación arrasadora. Se necesita carácter para llevar las vocaciones a buen destino.

Incluso no se busca un discurso epistemológico único, ni una interpretación casuística del desarrollo de las investigaciones sobre la cultura popular. Se pretende demostrar alguna de las posibles variantes investigativas a explotar en las investigaciones de la cultura campesina en Cuba. Se podría fundamentar la necesidad de un modo alternativo de trabajar para propiciar el auge dentro de las investigaciones con estas temáticas, en busca de una praxis coherente y un apoyo institucional dirigidas a preservar lo más autóctono de nuestra cultura popular. Esto constituye un reto y a la vez surge una interrogante clave: ¿Puede existir un fenómeno cultural como es la décima, en sus dos variantes, y la cultura campesina que ignore los procesos investigativos existentes en las ciencias sociales del mundo de hoy?

Bibliografía

- Atlas etnográfico de Cuba. Fundación Fernando Ortiz, 2000.

- Cabrera, Pérez, Orlando V.: “Conferencia de la Edición Municipal del Congreso Cultura y Desarrollo”. Cumanayagua. Cuba.18 de Marzo de 2009.

- Lara Hernández, Rafael: Retos actuales en la labor de la Cultura popular tradicional en Cuba en www.casasdecultura.cu

- Regueira Millán, Salvador Reynaldo: Composición etnográfica de Las Tunas en 1862 y 1963 a partir de concepciones antropológicas. [Inédito], noviembre 2004.

 


Editor:
Juan Carlos M. Coll (CV)
ISSN: 1988-7833
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