Ricardo Contreras Soto (CV)
			Universidad de Guanajuato
			Facultad de Ciencias Administrativas
			Área de investigación
			
			
						En la historia cultural de Celaya, otra de las desigualdades que hemos 
encontrado es en la cuestión con el género femenino, aún con los diversos 
matices de prácticas que hay entre clases predomina cierto patrón de 
comportamiento dividido por el género, que diferencia los roles sociales entre 
unos y otros, dentro de conjunto de coacciones sociales, roles asignados, 
prácticas limitadas, instituciones, discursos ideológicos y subordinaciones en 
las posiciones de las relaciones sociales existentes. Para esta argumentación 
retomo nuevamente a (Alberro 1988: 289) quien había detectado prácticas y 
relaciones diferenciadas en los géneros, desde la época de la colonia:
“Mientras los varones jóvenes actividades variadas (faenas agrícolas, viajes, negocios, juegos, participación en la vida cívica, deportes, etcétera), viendo así sus energías dedicadas a intereses diversos, las mozas, solteras, casadas o viudas viven recogidas según la tradición hispánica y tienen un campo de actividad muy limitado”.
En la sociedad se reconfigura históricamente “el rol femenino” en ciertas prácticas y espacios en las actividades agrícolas (principalmente las clases subalternas), así como en las domésticas:
Pues así bien, bien pus no, pero que nos salíamos a trabajar con nuestra familia al campo, las tierras desde la mañanita y yaaaaaaa hasta tarde nos recogíamos pa dentro y nos quedábamos en la casa ya, ya no salíamos aquí en la casa si. (Entrevista 55) (Clementina Doñatés García, 61 años, 3ro.de Primaria).
			
			Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
			Contreras Soto, R.: Análisis Crítico de la Cultura. Las 2 Celayas: Las desigualdades culturales de las mujeres, 
			en Contribuciones a las Ciencias Sociales, diciembre 2007. 
			www.eumed.net/rev/cccss/0712/rcs2.htm
			 “No pues de todo me acuerdo, pues aquí me tenían encerrada”. (Entrevista 71) 
(Antonia Valencia, 82 años, ama de casa). Las familias vivían separadas en las casas, en cada casa bajo la autoridad del 
padre como jefe de familia y paradójicamente es la madre quien supervisa la 
formación (machista) de sus hijos:   “Pues mire señorita yo nunca tuve amigos mi mamá no nos dejaba salir de andar de 
callejeros, y pues mi familia pues eran muy buenas gentes mi madre, mis abuelos, 
mis tíos, eran muy buenas gentes vivíamos todos en una casa, teníamos cada quien 
su cuarto, pero era un solo patio éramos muy unidos”. (Entrevista 43) (Esperanza 
Molina Olvera, 69 años, Femenino, Primaria). En algunas de las casas estaban diseñadas para tener espacios amplios como los 
patios a los que hace referencia el testimonio anterior, es en estos espacios 
donde se van a recrear los hijos y al mismo tiempo para evitar intromisiones 
ajenas. “Pos que quieres que te diga pues nomás a misa nuestra casa, pues si por que no 
había libertad más antes, así que pos nomás a misa y vámonos”. (Aproximadamente 
1937). (Entrevista 15) (Carmen Santana Macías, 78 años, campesina, Celaya). 
			Pocas oportunidades tenían el común de las mujeres de salir de sus casas, por 
ejemplo, en alguna actividad domestica como ir al mercado, la otra principal era 
ir al templo religioso, este adquiere una importancia porque va ser el espacio 
de resocialización y convivencia con otras personas, ir a misa le permite ver, 
observar y conocer a otras personas, de ahí en parte que adquiere su 
significancia. Las prácticas religiosas van a configurar las formas de pensar 
determinantes en las mujeres (por ejemplo: con el Jesús en la boca, es decir su 
constante referencia al mundo divino para adjetivar el mundo cotidiano). Las 
instituciones: iglesia, estado y familia en la comunidad determinan la “buena” 
de la “mala” mujer y valóralas dentro de estos márgenes interpretativos únicos. 
			“De aquí, pues que te diré las iglesias, mi papá nos llevaba al Carmen muy 
tempranito a misa a la primer misa, nos llevaba y nos traía, y yo nada más 
conocía las calles de mi casa al (templo del) Carmen y del Carmen a mi casa, yo 
mas calles no conocía”. (Entrevista 54) (Elvira Zarate, 71 años, Femenino, 
Primaria completa, Costurera). La autoridad de los padres se imponía en las decisiones para poder visitar los 
espacios públicos, para instaurar normas, violencias simbólicas y físicas de 
prevención y corrección de conductas, las hijas se vuelven sus rehenes, quienes 
tenían que ir acompañadas (custodiadas) de un miembro de la familia cuando 
“corrían peligro”. El arbitrio cultural era recompensado en poder cuando fueran 
ellos padres y madres respectivamente, una autoridad que en el nombre de la 
rectitud se edificaba. “Tenia uno que pedir permiso para salir a la calle y más las mujeres tenia que 
salir con chaparon”. (Entrevista 43) (Esperanza Molina Olvera, 69 años, 
Femenino, Primaria, ama de casa, Celaya). “Los papás eran muy estrictos, te traían bien cortito muy checadito, un ejemplo 
cuando íbamos a echar reja porque así se le decía cuando ibas a ver a las 
muchachas, ya en la actualidad ya es bien diferente, desde chavitos (niños) ya 
tienen su novia y se la presentan a la familia”. (Entrevista 105) (Francisco 
Mandujano, 60 Años, Masculino, Panadero, Paletero, Pintor, Rotulista). 
			En el fondo gravitaba una malla de representaciones que van a predominar el 
entramado cultural, sobre todo el imaginario colectivo, como relato (de las 
personas, mujeres, familia) donde el miedo de que su hija tuviera relaciones 
sexuales con hombres que no aprobaran los padres y que no fuera por la vía del 
matrimonio, al no hacerlo de esta manera permitida, era “burlada y deshonrada” 
por ellos, la trama de la vida se valoraba maldición, tragedia y pecado al ser 
madre soltera, curiosamente ese confinamiento en el hogar propiciaba la 
idealización del amor en los actos de liberación del hogar (deseos latentes de 
mirar constantemente por la ventana [afuera] para ver llegar a su príncipe azul 
y liberarla del yugo familiar, para que habitara otro hogar / celda 
posteriormente), en algunos casos se tornaba en profecía cumplida ese miedo, 
convocaba irremediablemente a la trama de la tragedia. El matrimonio y la 
reproducción era el fin de la mujer. “Pos ya ni me acuerdo, como una historia, pues en si yo se me un montón, pero te 
voy a tener todo el día aquí, mira el que se casa debe de respetar a su esposa, 
y la mujer que se casa debe de respetar a su esposo, atenderlo, coserlo, 
remendarlo, sus pantalones, sus calzones, sus camisas, almidonárselas, pero que 
no peleen, hoy a penas se casan y ya quieren divorciarse, la mujer de antes 
aguantaba, criaba a sus animalitos, para que cuando el llegara tuviera sus 
calditos, un puerco que mataran todo, pero ahora ve lo que te estas comiendo 
ahora, pues ya no te comes unos bistés buenos, solamente que tu críes a los 
animales, pues en aquel entonces todo era fresco el animal, que mates debe de 
colgarse para que escurra toda la sangre, pa que se escurra bien, para que no se 
desperdicie nada la coses con tomillo y mejorana, o el chivito, para que un 
caldo sepa sabroso, debes de criar tu al pollo, lavarle las tripitas bien, el 
guajolote ya vez, pues eso es todo hijo”. (Entrevista 84) (Maria Lorenza 
Remedios Gomes León, 65 años, Femenino, Trabajadora Doméstica, Celaya). 
			En la reproducción cultural se daba en un contrato de supuesto respeto, donde la 
obligación del mantenimiento económico (por parte del hombre) y la atención en 
una cadena de servicios personales (por parte de la mujer), pudieran mantener 
los roles o papales de la institución familiar, el núcleo duro de la sociedad. 
			“La costura, en la escuela o en mi casa. Por lo que acabo de decir, que no nos 
dejaban seguir estudiando y se volvió mi pasatiempo”. (Entrevista 38) (Cristina 
Martínez Carrillo, 62 años, Femenino, 6to. de primaria). 
			Las restricciones sociales establecidas a las mujeres en cuanto a los límites de 
su formación, preparación o de participación laboral, confinándolas a las tareas 
de mantenimiento (lavar, planchar, barrer, etcétera), generaban por otro lado, 
el discurso de sus desventajas dadas por sus imposibilidades, atrofias, 
desconocimientos, inconsistencias, inexperiencias e imprácticas que permitían 
argumentar su debilidad de manera “natural”, es decir su lugar subordinado con 
cierta familiaridad, de acuerdo a sus habitus que la circunscribía en las tareas 
a realizar de acuerdo a sus capacidades demostradas - asignadas. 
			“Pues lo que mas me gustaba hacer de muy chica brincar a la reata y jugar 
canicas por que por que no había otros pasatiempos los juguetes que antes nos 
distraían los juguetes que entonces habían, pues no se comparan todo era hecho 
por carpinteros la reata sobre todo a los encantados, a la víbora de la mar, eso 
era lo que me gustaba como juegos de la infancia y posteriormente como ama de 
casa dedicarme a mis hijos, antes raras veces trabajaban las mujeres fuera de su 
casa”. (Entrevista 103) (Amelia Gasca Yánez, 77 Años, Femenino, Primer Año de 
Comercio, Venta de telas, Celaya). La interrupción brutal de actividades significativas y lúdicas, hace un canto 
triste, melancólico que remota al recuerdo (como vida vivida, no como vida 
mantenida y restringida), de vez en cuando busca la expresión latente en el 
espacio de permitido: “Lo que mas me gusta es el baile la música, siempre me a gustado, me gusta 
practicarlo, cuando tengo fiestecitas aprovecho la ocasión, y hasta a veces 
cuando tengo humor en mi casa, me gusta porque el corazón lo siente la alegría”. 
(Entrevista 13) (Josefina García Palma, 69 años, femenino, 5º primaria, empleada 
doméstica, Celaya, Gto.) “Sra. María: mis amigos, todavía conservo algunos, tuve muchos amigos, muchas 
amigas, de joven me gustaba mucho la pachanga, me gustaba, este irme de 
pachanga, anteriormente no eran discos, anteriormente eran tardeadas, empezaban 
a las cuatro de la tarde y yo tenía que llegar a las nueve de la noche, pero 
cosas muy limpias porque eran, éramos muy sanos, o sea si a caso la única, ora 
sí que la única cosa mala para mi, era que te fumaras un cigarro, o que te 
tomaras una cuba, y las entradas, eran de que si una señorita llegaba con una 
rosa en la mano entraba gratis a la tardeada, pero eran fiestas muy sanas, 
porque ahora que les dices a que hora vas a llegar, tres cuatro de la mañana y 
eso es temprano, anteriormente no, se hacían en él están de la feria, se hacían 
en él están de los electricistas, pero eran tardeadas y pues no éramos así como 
ahorita, respetábamos a los papas, que nos decían a las 9 de la noche, (muchacho 
haciendo ruidos) a las nueve de la noche ahí estábamos, no sé si era miedo o 
respeto pero ahí estábamos”. (Entrevista 42) (María Carmen Vargas Navarrete, 
Celaya) La sexualidad era el tema tabú que alimenta el imaginario de las relaciones 
cotidianas en la cultura en las groserías, en los chistes, el chisme, el 
recuento de vidas, la crónica del pueblo, etcétera, el blanco móvil eran las 
mujeres (más objeto que sujeto), en el entramado simbólico se califica a las 
mujeres por su desenlace en esta suerte: casada – soltera; casada – madre 
soltera; mujer de buenas costumbres – puta; puta barata, puta insaciable, 
ninfomanía, puta perdida, perdida, abandonada. Por eso las restricciones 
moralinas circulan en el trabajo, en la escuela, en la iglesia en los espacios 
públicos. La sanción, el estigma, el repudio, el rechazo, son los mecanismos de 
censura:   “Mira pues me acuerdo que cuando estaba chica que ya pasaron quien sabe cuantos 
años estando yo en la primaria fuimos a un evento que se iba a ser un evento 
cívico que se iba a hacer en el puente Eduardo Tresguerras después del evento 
cayó un aguacero pero terrible y no había en que venirnos veníamos a pie todas 
mojadas he yo venia como con otras 3 o 4 amigas entonces paso un tío de una de 
las muchachas, ¡(dijo) súbanse! pero nos encontramos ya rumbo regreso a la 
escuela, nos encontramos a una maestra y a otras de nuestras compañeras que iban 
a pie todas empapadas, y nos vieron pasar en la camioneta entonces al día 
siguiente casi nos expulsaban de la escuela, por nada mas fíjate por haber 
aceptado un aventón de unos desconocidos, hasta que tuvimos que comprobar que 
era el un pariente de uno de una de las muchachas que nos invito a subirnos a la 
camioneta, así que si no ha sido por que se identifico ese pariente, fíjate nada 
mas nos hubieran expulsado”. (Entrevista 103) (Amelia Gasca Yánez, 77 Años, 
Femenino, Primer Año de Comercio, Venta de telas, Celaya) 
			“Pues el hecho de ver a una mujer con zapatos claros y vestido un poco corto ya 
decían que era una mujer pública”. (Entrevista 83) (Abraham Tovar Jesús, 93 
Años, Masculino, Artesano, Celaya). La balanza de la historia cultural apunta a rupturas con los discursos 
ideológicos que encierran a las personas y a la imaginación en condiciones de 
subordinación, para desarrollarse en reivindicaciones de otro sentido. Para no 
eternizar los roles desiguales, ni ahistorizar la cuestión femenina.
			El espacio de la vida cotidiana es la casa familiar, es en donde se va dar el 
confinamiento de las mujeres:
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