Contribuciones a las Ciencias Sociales
Noviembre 2009

 

APUNTES SOBRE LOS PROBLEMAS DEL URBANISMO EN LA ACTUALIDAD
 


Ignacio Casado Galván (CV)
dphicg@yahoo.es
 



Resumen
: El urbanismo es un mecanismo reduccionista de la diversidad y complejidad de las ciudades, tiene el propósito de anular “el efecto territorio”, minimizando incluso la distancia. En una competición en que las “ciudades internacionales” necesitan crear y mantener una imagen de sí mismas para atraer al capital trasnacional, por lo que desarrollan toda una estrategia cultural. Además estamos asistiendo al predominio de la urbanización universal, interdependiente y difusa que hace estallar los límites antiguamente precisos de la ciudad tradicional. La mundialización económica es responsable de unos procesos de urbanización incontrolados que se aceleran de forma exponencial a la vez que se profundizan las relaciones de dominación centro periferia

Palabras clave: urbanismo, globalización, insostenibilidad., hiperurbanización, gentrificación.
 



Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Casado Galván, I.: Apuntes sobre los problemas del urbanismo en la actualidad, en Contribuciones a las Ciencias Sociales, noviembre 2009, www.eumed.net/rev/cccss/06/icg5.htm



El papel del urbanismo en la “globalización”.

El urbanismo, siguiendo a Roch (1997), siempre fue un instrumento de dominación de la burguesía: un mecanismo reduccionista de la diversidad y complejidad de las ciudades, paralelo a la teoría del valor en lo económico, para la que todo es sustituible por su equivalente pecuniario, como una segunda naturaleza de la que hubieran desaparecido las peculiaridades de los componentes para pasar a ser simples proporciones de una sustancia universal homogénea e intercambiable, sustituible por una proporción monetaria que se fija según las leyes del mercado.

En la actualidad el urbanismo tiene el propósito de anular “el efecto territorio”, minimizando incluso la distancia (en lo que es fiel continuador del urbanismo fordista ), para lo cual adopta tres modalidades principales (Roch, 1997):

1- proyectos urbanos de transformación estratégica de los centros históricos (áreas deprimidas, viejas instalaciones fabriles, portuarias, etc) que “contribuya a mejorar su marketing en la pugna y si puede ser añadir un montón de metros cuadrados del mejor terciario disponible”

2- nuevas extensiones periféricas que pretenden renovar la retórica del hábitat para seguir alimentando la máquina inmobiliaria

3- estrategias territoriales al servicio de un cambio de escala (de lo nacional a lo mundial), mediante una serie de artefactos para gestionar los flujos masivos que se esperan.

La planificación que se desarrolla a escala estatal se ocupa de los elementos clave que impulsan el proyecto globalizador de la economía mundial : transporte, energía y telecomunicaciones (Fernández Durán y Vega Pindado, 1995).

Es indudablemente el transporte motorizado –grandes infraestructuras viarias, trenes de alta velocidad, superpuertos, grandes aeropuertos, polígonos de actividades logísticas...- el que se lleva el grueso de la inversión pública. En este sector, la lógica dominante es la potenciación del transporte por carretera, aunque las inversiones en este terreno sean costosísimas y absurdas, pues al mismo tiempo se deja morir el ferrocarril convencional, salvo en determinados ámbitos –cercanías- o para ciertos servicios –los grandes flujos de mercancías.

Además ese creciente predominio de la actividad económica a gran escala lleva aparejada un cada día mayor consumo energético, pues por un lado sustituye trabajo humano por capital y por otro incentiva las necesidades de transporte y, por consiguiente, la demanda de combustibles fósiles, en concreto derivados del petróleo.

Por último, las telecomunicaciones se convierten en un elemento trascendental en esta etapa de globalización económica. No solo porque sin ellas no sería factible ni la gestión centralizada, desde las principales metrópolis mundiales, de una producción deslocalizada a escala planetaria, ni la expansión de la economía financiera. Sino porque se abre un área de negocio, o mejor dicho de posibilidades de acumulación, de primer orden en los próximos años. Aquí se asiste a una división curiosa de funciones. Este servicio hasta ahora público se reestructura, segregando los fragmentos más rentables –televisión por cables, telefonía móvil...- para que los desarrolle la gran iniciativa privada. Mientras el sector público toma a su cargo aquellos elementos infraestructurales más costosos, para que pueda funcionar todo el sistema, haciendo recaer su financiación sobre el pequeño usuario residencial.

Los principales volúmenes de inversión y gasto público son dirigidos a las grandes regiones metropolitanas o a los elementos de interconexión entre las mismas, cada una de las cuales se dota de una batería de instrumentos para actuar sobre el territorio con el fin de crear las condiciones óptimas para que aterrice en ellas el capital trasnacional. De esta forma se crean agencias públicas con el fin de impulsar los procesos de concentración-mundialización, asumiendo abultadas inversiones de escasa rentabilidad en las que no está directamente interesada la iniciativa privada, pero que son necesarias para que la globalización prospere.El planeamiento urbanístico adquiere un carácter flexible para adaptarse a las condiciones cambiantes de la economía y dar respuesta a los grandes intereses privados sobre determinadas áreas de la ciudad, aquellas que desean conectar con la aldea global. Se busca la competitividad del territorio no el equilibrio territorial, para lo cual se pretende fortalecer las metrópolis, lo que lleva a la expulsión de los actuales habitantes de los centros históricos para atraer al terciario avanzado y a tratar el medio ambiente como jardinería ambiental para atraer actividades globales (Fernández Durán y Vega Pindado, 1995).

En esta competición las “ciudades internacionales” necesitan crear y mantener una imagen de sí mismas para atraer al capital trasnacional, por lo que desarrollan (codo con codo los poderes públicos y el capital privado) toda una estrategia cultural, “porque la cultura se ha convertido en un componente importante del proceso de desarrollo de las inversiones inmobiliarias, así como en una instancia crucial en la competencia entre las diversas élites y centros regionales” (Davis, 2003, 53).

El espacio mercantilizado.

Como ya puso de manifisto Guy Debord (1999) a finales de los sesenta la producción capitalista ha unificado el espacio para conseguir el espacio libre de la mercancía. Esto lo consiguió mediante un proceso de banalización , para el cual tuvo que disolver las cualidades y la autonomía de los lugares, es decir, el capitalismo ha reconstruido “la totalidad del espacio como su propio decorado” (. El urbanismo habría logrado su objetivo de salvaguardar el poder de clase, mediante la supresión de la calle, mediante el aislamiento de los trabajadores para su posterior reagrupamiento conforme a las necesidades de la producción y el consumo.

Este urbanismo autoritario explica la autodestrucción del medio urbano mediante su dispersión: “la dictadura del automóvil [...] se inscribe en el territorio con el dominio de la autopista, que disloca los antiguos centros urbanos y pone en marcha una dispersión siempre creciente. Al mismo tiempo, los momentos de reorganización parcial del tejido urbano se polarizan provisionalmente en torno a esas industrias de la distribución que son los supermercados gigantescos, edificados en descampados, sobre un pedestal de aparcamientos; y estos templos del consumo acelerado están ellos mismos en fuga permanente...” (Debord, 1999, 147).

La ciudad se extiende por el espacio haciendo desaparecer la oposición campo ciudad, surge en su lugar un seudocampo en el cual desaparecen tanto las relaciones naturales del campo antiguo como las relaciones sociales implicadas directa o indirectamente en la ciudad histórica cuyo objetivo es crear un nuevo campesinado: “la dispersión espacial y la mentalidad limitada, que desde siempre impidieron al campesinado emprender acciones independientes y afirmarse como un poder histórico creador, vuelven a ser las características de los productores –el movimiento del mundo que fabrican queda tan lejos de su alcance como lo estaba el ritmo natural de los trabajos en la sociedad agraria-. Pero su apatía es ahora una apatía históricamente fabricada y mantenida; la ignorancia natural ha sido sustituida por el espectáculo organizado del error. Las nuevas ciudades del seudocampesinado tecnológico se inscriben claramente en el terreno de la ruptura con el tiempo histórico, que es el terreno en que se construyen; su divisa podría ser: Nada ha pasado aquí nunca, y nunca pasará nada”.

La insostenibilidad del modelo urbanístico.

Esta ciudad que desarrolla el capitalismo de consumo es insostenible, crea tanto desorden en el entorno que ya casi no cabe más, tanto de materia-energía (contaminación física y biológica; residuos radiactivos, plásticos no biodegradables, pesticidas y detergentes; alimentos sintéticos; especies vegetales y animales que desaparecen; agujeros en la capa de ozono, amenaza a la vida marítima...) como de información (circula tanta información y está tan adulterada que, o bien no podemos asimilarla o bien si la asimilamos nos intoxica) (Ibáñez, 1997 ). El orden aparente del modelo se sustenta en un aumento constante del consumo de energía que engendra a la vez un creciente desorden interno –económico y social- y externo –ambiental- que se manifiesta de forma preponderante en las grandes concentraciones urbanas. Lo que se conoce como “progreso” consiste en la creación de islas de orden aparente a costa de provocar océanos de desorden cada vez mayores (Rifkin, 1990).

La mundialización económica es responsable de unos procesos de urbanización incontrolados que se aceleran de forma exponencial a la vez que se profundizan las relaciones de dominación centro periferia. Esto es particularmente grave en la periferia ya que implica altos impactos ambientales, disolución de las estructuras productivas previas y desplazamientos de importantes contingentes de población hacia las ciudades (al desaparecer su base local de subsistencia) y por ello una hiperurbanización que se acentúa a su vez con la deslocalización industrial y la explosión demográfica (Fernández Durán y Vega Pindado, 1995, 70). Por otra parte este modelo acentúa enormemente los impactos ambientales de la actividad económica humana .

Este proceso provoca así tres tipos de crisis: económica –por los cada día mayores desequilibrios que provoca-, la sociopolítica –por la creciente ingobernabilidad que desata- y ambiental –por el progresivo agotamiento de recursos no renovables y deterioro del entorno que su funcionamiento supone-. “Las metrópolis se convertirán en los espacios privilegiados donde se concentre la conflictividad, difusa y puntual que se derive de estas crisis y en suma de la ingobernabilidad de lo social como manifestación última que previsiblemente se deduzca de todas ellas” (Fernández Durán y Vega Pindado, 1995, 86).

En lo espacial las metrópolis se desparraman por el territorio como consecuencia de los procesos de descentralización productiva (fabrica difusa), según un proceso de crecimiento en forma de mancha de aceite incentivado también por el desarrollo de nuevas tipologías edificatorias –urbanizaciones unifamiliares, chalets adosados-, de grandes centros de distribución comercial orientados para el uso del automóvil, de fórmulas de comercialización del ocio en las periferias metropolitanas y la desmesurada inversión en infraestructura viaria. Las áreas centrales se ven sometidas a una fortísima transformación para localizar el terciario avanzado y sectores ligados con la actividad financiera y, paralelamente, los barrios donde habitaba el proletariado industrial, y los cascos antiguos poblados por sectores populares, se ven sometidos a la precarización y la exclusión:

“En definitiva, las antiguas metrópolis Fordistas del “Norte” [...] se han transformado en vastas conurbaciones o regiones metropolitanas, consumiendo una gran cantidad de espacio natural. [...] Se han convertido en territorios que cada vez consumen más recursos de todo tipo –y en concreto de energía y agua- y que generan cantidades crecientes de residuos, lo que implica un impacto ambiental en constante aumento. Se han consagrado como aquellos espacios donde, a pesar de los ingentes volúmenes de inversión habidos, se destruye y precariza más empleo y donde se concentran las desigualdades sociales más extremas y se condensa la ingobernabilidad social. Y se han consolidado como enclaves tremendamente costosos de mantener en términos económicos, absorbiendo recursos públicos del resto de los territorios...” (Fernández Durán y Vega Pindado, 1995, 73).

Estamos asistiendo al predominio de la urbanización universal, interdependiente y difusa que hace estallar los límites antiguamente precisos de la ciudad tradicional. Pero este crecimiento desmesurado de la ciudad pone en cuestión la propia idea de ciudad: la ciudad tiene que tener unos límites y si estos no se establecen en su exterior se establecerán en su exterior como, por ejemplo, Los Ángeles que se extiende ya sobre 90 kilómetros, pero resurgen en su interior nuevas fronteras: las bandas, las clases sociales o étnicas... (Virilio, 1997, 72).

La apocalíptica ciudad global profetizada en las novelas de ciencia-ficción aparece cada vez más próxima, el tejido urbano en forma de mallas amenaza con cubrir con sus filamentos todo el territorio, pero además corroe, disuelve al campo: “la vida urbana penetra en la vida campesina desposeyéndola de sus elementos tradicionales” (Lefebvre, 1978, 89), con ello la centralidad y la desigualdad no solo no desaparecen sino que se refuerzan: el centro de decisión y el centro de consumo se reúnen. Los nuevos amos detentan toda la propiedad de este espacio privilegiado y sobre todo tienen el privilegio de poseer el tiempo (un uno por ciento de la población activa entre directores, jefes, presidentes de esto y lo otro, élites, grandes escritores y artistas, grandes animadores e informadores). Luego tendríamos alrededor de un cuatro por ciento de executive-men, administradores e ingenieros, sabios..., de estos solo los más eminentes son admitidos en el corazón de la Ciudad, el resto, subordinados privilegiados, son situados un guetto para intelectuales: ciudades científicas, campus universitarios... La masa por su parte condicionada por múltiples coacciones se aloja espontáneamente en ciudades satélites, en arrabales programados, en guettos más o menos “residenciales” , a ella le resta el espacio medido con cuidado; el tiempo se le escapa: “estas masas que no merecen el nombre de pueblo, ni de popular, ni de clase obrera, viven “relativamente bien”, fuera ya del hecho de que su vida cotidiana está teleguiada y sobre ella pesa la amenaza permanente del paro, que contribuye al terror latente y generalizado” (Lefebvre 1978, 144).

En este espacio urbanizado va desapareciendo paulatinamente la vida urbana, por la destrucción creciente de cualquier espacio público de relación social, al ser sustituidos por los “no-espacios infraestructurales donde se enseñorea la movilidad motorizada”. A la vez estas metrópolis del centro adoptan la gestión y el consumo como actividades hegemónicas difuminándose las actividades directamente productivas lo que acentúa su dependencia de territorios cada vez más lejanos, subordinándose acusadamente lo local a lo global. Este proceso que jerarquiza el territorio ya que beneficia a enclaves específicos “enganchados a las redes de gestión espacial del modelo” contamina sin embargo al resto de los espacios a través de los mass media, que proyectan los “valores urbanos” sobre el territorio en su conjunto. Y la alienación que el habitante de la metrópoli tiene respecto de su entorno natural y en relación con los ciclos vitales se traslada cada vez más a las áreas rurales, en paralelo con el predominio de la agricultura industrial y al agroturismo, con las consecuencias sociales y ambientales que de ello se derivan.

Bibliografía.

- Davis, Mike, (2001) Control urbano: la ecología del miedo. Más allá de Blade Runner. Virus.

(2003)Ciudad de cuarzo. Arqueología del futuro en Los Ángeles, Lengua de Trapo

(2007) Planeta de ciudades miseria, Foca.

- Debord, Guy

(1999) La sociedad del espectáculo, Valencia: Pre-Textos.

(1999) Comentarios sobre la sociedad del espectáculo, Barcelona: Anagrama.

- Fernández Durán, Ramón (1991) La explosión del desorden: la metrópoli como espacio de la crisis global, Fundamentos.

- Gosse, Marc (1997) Introducción a la mesa: El territorio como periferia, en AAVV. Conferencia Internacional sobre Conservación de Centros Históricos y del Patrimonio Edificado, Universidad de Valladolid.

- Lefebvre, Henri, (1978) El derecho a la ciudad, Península.

- Ortega Valcárcel, José, (1997) El patrimonio territorial: el territorio como recurso cultural y económico, en AAVV. Conferencia Internacional sobre Conservación de Centros Históricos y del Patrimonio Edificado, Universidad de Valladolid.

- Roch, Fernando (1997), El territorio como recurso, en AAVV. Conferencia Internacional sobre Conservación de Centros Históricos y del Patrimonio.

- Vega Pindado, Pilar y Fernández Durán, Ramón (1994) Modernización-globalización versus transformación ecológica y social del territorio, en El futuro de la ciudad entre la miseria y la utopía, FIM.

- Virilio, Paul (1997), El cibermundo, la política de lo peor, Madrid: Cátedra.

 


Editor:
Juan Carlos M. Coll (CV)
ISSN: 1988-7833
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