Contribuciones a las Ciencias Sociales
Abril 2009

 

EL DIÁLOGO COMO BASE DE LA CONVIVENCIA
 


Nuria María Palanco López
jmariohv@yahoo.es


El ser humano es un ser social, nace destinado a compartir la vida con otros seres humanos. Pero es también un ser individual y libre. Por eso, debe aprender a ser autónomo. La autonomía y la socialización son los dos ejes en torno a los cuales se construye la persona. Lo importante es el equilibrio. Ni la autonomía debe impedir o anular la dimensión social del ser humano ni la convivencia debe ser excusa o impedimento para no ser libre o autónomo con todas las consecuencias. Al contrario, la autonomía y la socialización deben exigirse y complementarse mutuamente.

En este proceso, la escuela puede y debe convertirse en el lugar idóneo para que los alumnos aprendan las actitudes y conductas básicas de la convivencia. Tiene la responsabilidad de preparar a los niños y jóvenes para entender el conflicto y la problemática social del mundo al que deberán incorporarse en el futuro como ciudadanos adultos.
  



Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Palanco López, N.M.: El diálogo como base de la convivencia, en Contribuciones a las Ciencias Sociales, abril 2009, www.eumed.net/rev/cccss/04/nmpl2.htm



Educar, pues supone mostrar el camino a los jóvenes para que sean capaces de desarrollar un código de valores propio basado en principios éticos y morales, de educarlos para que adquieran hábitos de comportamiento democráticos y conozcan y asuman las reglas y condiciones mínimas de convivencia pacífica, sin las cuales no hay vida humana digna.

Un objetivo prioritario para una convivencia pacífica es mostrar a los alumnos los mecanismos suficientes para la resolución de conflictos.

Las personas tendemos a responder a estas situaciones con un estilo predominante de aproximación al conflicto. Los cuatro grandes estilos de comportamiento son: la evitación, la acomodación, la competición o confrontación y la solución del problema o colaboración. Cada estilo se manifiesta en un conjunto de comportamientos, y suele mostrarse dominante a lo largo del tiempo; aunque también es cierto, que somos capaces de variar el estilo a medida que un conflicto se desarrolla.

Estos cuatro modelos son:

Evitación: es por definición la no negociación o la negación de la existencia del problema. En esta estrategia la preocupación por la relación, así como por los resultados es muy baja.

Acomodación: en esta estrategia la importancia de la relación es muy alta y la del resultado muy baja. Nuestra prioridad es mantener feliz al otro, o bien, no hacer peligrar nuestra relación por el hecho de intentar alcanzar algún beneficio. Se puede afirmar que es otra forma de negación del conflicto.

Competición: en esta estrategia el resultado de la negociación se impone sobre la relación. Una persona que confronta el conflicto tiende a verlo como un asunto de “pérdida-ganancia”.

Solución del problema: en esta estrategia las partes implicadas consideran el conflicto como algo natural en las relaciones humanas, y resulta igualmente importante tanto el resultado como la relación.

Un mecanismo, esencial para el uso de un estilo idóneo, y llegar a un buen entendimiento, es la utilización del diálogo, como intercambio de opiniones o puntos de vista.

Pero la experiencia nos dice que no dialogamos correctamente. A veces, convertimos el diálogo en conversación de sordos, en monólogo a dos bandas, en pelea verbal. Parece que siempre ha sido así. Nos cuesta salir de nuestro mundo y meternos en el mundo de los demás.

Es aquí donde la escuela debe jugar un papel necesario, fomentando en los alumnos las actitudes y habilidades básicas para dialogar correctamente. Entre estas, son básicas las que enumeramos a continuación:

Escuchar: El diálogo, además de la libertad de hablar, es la buena disposición para escuchar, para atender a lo que se nos dice más que a lo que se va a contestar. Mostrando preocupación y deseo por entendernos. Esto será interpretado normalmente como respetuoso.

Respetar los límites: Significa resistirse a la necesidad de decirlo todo inmediatamente, incluso a través de las expresiones no verbales.

Entender y comprender: Interpretar bien al interlocutor, no tomando las cosas al pie de la letra, procurando comprenderlo todo, incluso lo opuesto a lo que se defiende.

Mostrar empatía: Significa comunicar que eres consciente de los pensamientos, sentimientos y experiencias del otro. Examinar cual es su posición, para aumentar el entendimiento.

Respetar las opiniones: No creyendo tener toda la razón, respetando y tolerando la opinión ajena. Respetar, comienza por no adoptar posturas intransigentes aceptando la parte de verdad que puede haber en las posturas de los demás.

Buscar la verdad: Aceptar que nadie posee toda la verdad, que todos saben algo de ella y que hay que estar abiertos a la verdad de los otros.

Lenguaje común, preciso y claro: El resultado de un diálogo, depende en gran medida de que se establezca un lenguaje común, claro y preciso, evitando, así, dar lugar a interpretaciones erróneas.

Argumentar nuestra postura con hechos: Tratar de convencer aportando siempre hechos, que no pueden discutirse, no a través del grito.

Objetividad y razón: Dialogar de manera razonable, evitando la disputa, sin apasionarse ni descender al terreno personal.

Serenidad y sosiego: Para el éxito del diálogo es fundamental una atmósfera de serenidad y sosiego, manteniendo en todo momento la calma.

En definitiva, la habilidad para comunicarse bien con los otros no es algo innato, puede ser aprendida, y todos poseemos el potencial de poder comunicarnos más eficazmente.

Un buen comienzo para la educación comunicativa en los alumnos podría ser el examen de sus hábitos y pautas actuales. ¿Cómo se comunican en situaciones de conflicto? ¿Interrumpen, pelean, permanecen en silencio? El hecho de responder a tales preguntas y discutir estas cuestiones, les ayudará a entender mejor quienes son, y qué quieren como comunicadores. Deben ser conscientes de sus hábitos, estereotipos y prejuicios; de dónde se originan y cómo estos les afectan en la interacción con otros grupos.

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Editor:
Juan Carlos M. Coll (CV)
ISSN: 1988-7833
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