CULTURA Y TÁCTICAS ESTÉTICAS

CULTURA Y TÁCTICAS ESTÉTICAS

José Luis Crespo Fajardo. Coordinador (CV)
Universidad de Cuenca (Ecuador)

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El diseño innato en la construcción de habitáculos  e instrumentos de los animales

Héctor Fernando García Santibáñez Saucedo

Resumen
Esta investigación trata sobre la capacidad instintiva de los animales para generar diseño en sus obras (sean habitáculos o instrumentos) donde a partir de una profundización de los componentes que constituyen dicho comportamiento, se hacen comparaciones con el diseño humano para ir confrontando la validez de sus creaciones como tal, desde un punto de vista filosófico, etológico y de diseño.

Palabras clave: Diseño, instinto, aprendizaje, construcción, animales.

* * * * *

1. Introducción
           
            La noción de instinto es actualmente objeto de controversias, pues históricamente ha pasado por una serie de definiciones e interpretaciones ambiguas que le han encauzado a estar en una situación un tanto contradictoria. De ahí que haya pasado a través de los años por muchos cambios de significación en varios campos de la ciencia, entre los que estarían la psicología, biología, así como la etología por mencionar sólo unas cuantas, donde se han inclinado mejor a emplear el vocablo de comportamiento innato, para referir con mayor precisión los atributos que pudiera aludirle, si bien en general muchos autores siguen utilizando el término de instinto aún en esas ciencias, para referirse a acciones no aprendidas

            Ahora bien, para apreciar de manera más clara la idea de incidencia del comportamiento innato, con las respuestas emitidas como supuesto diseño de los animales, hemos de ver este concepto tanto desde el punto de vista filosófico como del psicológico. Estas dos áreas del conocimiento, presentan atributos que son importantes rescatar para explicar y comprender mejor sus bases conductuales, mismas que exhiben independientemente, conclusiones complementarias que trataremos de vincular para aclarar mejor nuestra posición respecto a este referente.

2. Desarrollo

            Se ha tomado como base, que la naturaleza conduce al animal a cuidar de sí mismo, así como a conservarse a través del instinto, contribuyendo de tal manera a mantener el orden con el todo. Según el filósofo francés Henri Bergson 1  (1859-1941), ganador del Premio Nobel de Literatura de 1928, es en los insectos, y de manera específica en los himenópteros 3 donde se ha generado con mayor eficiencia el desarrollo del instinto, mientras que en los vertebrados y en lo particular en el ser humano,  donde se ha desenvuelto de manera más eficiente la inteligencia. Tal planteamiento es comprendido al exponer que el plano evolutivo se ha encausado hacia dos caminos divergentes uno del otro, donde en un extremo estaría el instinto, y por el otro lado estaría la inteligencia. No obstante, también es probable, como alude este autor, que uno de los errores capitales en el desarrollo de la ciencia haya sido el mantener todavía vigente el planteamiento aristotélico que indica que la vida vegetativa, la vida instintiva y la vida racional sean tres grados sucesivos de una misma tendencia de desarrollo, cuando en realidad se trata de tres direcciones divergentes, no existiendo estrictamente entre ellas una diferencia de intensidad, ni de grado sino principalmente de naturaleza. Por eso menciona Bergson que “no existe ningún signo único y simple por el cual se pueda reconocer que una especie esté más adelantada que otra en la misma línea de evolución”.
            Nicola Abbagnano hace mención igualmente de Bergson2, al referir que por cuestiones naturales, la misma evolución de la vida a alejado mutuamente a la inteligencia del instinto, para desarrollar totalmente los elementos  que en un principio se complementaban. Tal parece que el instinto se ha concentrado en el objetivo de construir, activar y utilizar instrumentos organizados (cuerpo natural) que en general, se presentan con una gran complejidad de detalles aún cuando posea una maravillosa simplicidad de funcionamiento, conservando además una estructura invariable, ya que su modificación, no se produce sin una modificación de la especie, siendo por tanto especializante o en otras palabras, un instrumento para un objeto determinado. Mientras que la inteligencia se ha concentrado en la de fabricar y adoptar instrumentos no organizados (objetos artificiales), que son en general mucho menos perfectos, sin embargo poseen la facultad de poder modificar su forma constantemente para ajustarse a las circunstancias imperantes.

            Estos atributos permiten comprender en parte, el porqué los animales que se desenvuelven a través del instinto (o prioritariamente a través de él), no sean conscientes o sean conscientes en una parte muy pequeña proporcionalmente, pues hemos de aceptar que la conciencia evalúa los resultados de la percepción, sean sensibles o racionales, que se realiza en la mente del ser vivo para adoptar una decisión, y así generar la acción ejecutable; en pocas palabras, evalúa entre las distintas posibilidades de ejecutar una acción y la obra realizada. Es por esto que en el instinto tales condiciones son muy escasas, dado que una muy pequeña proporción es dejada a la elección. Aunado a esto, en la misma naturaleza del instinto expuesto por tal autor, si bien la inteligencia se orienta en la conciencia, que es perplejidad y posibilidad de elección, el instinto se orienta en la inconsciencia, manifestándose con una plena seguridad y firmeza. Probablemente es en este punto donde coinciden los criterios que enmarcan el binomio de la inteligencia y el instinto, expuesto elocuentemente en las palabras de Bergson, al referir que “hay cosas que sólo la inteligencia es capaz de buscar, pero que por sí misma, no hallará jamás. Esas cosas sólo las hallaría el instinto, pero éste nunca las buscará” 4, referidas a la capacidad de planear, ejecutar y comprender una acción que nos lleve de manera íntegra al conocimiento completo de una obra.

            Así pues, con frecuencia encontraremos comportamientos que generen alguna duda en cuanto a estos dos componentes, pues no hay inteligencia en el que no se descubran trazas de instinto, ni instinto que no se encuentre envuelto por un velo que aludiría a la inteligencia. Tales son los ejemplos del instinto, en donde encontramos creaciones instrumentales (sea en los ámbitos de los habitáculos, los instrumentos e incluso del mimetismo), donde éstos son generados de manera especializante y casi perfectos, al apoyarse en una representación acorde a sus sentidos que son rodeados por la inconsciencia, por tanto estas respuestas son sentidas, mientras que en las creaciones inteligentes, que son generalmente imperfectas, presentan un amplio número de posibilidades de adecuación por sustentarse en un pensamiento, guiadas por la conciencia que encauzan a generarlas por ser pensadas. No obstante, las dos posturas están enfocadas a resolver problemas para mantener la vida, una mediante medios naturales, y otra mediante medios artificiales, pues las dos manejan información y conocimiento que guían la conducta que ha sido modificada paulatinamente a través de la evolución, ¿o habremos de pensar que el comportamiento innato de algún insecto, surgió exactamente igual desde la aparición de esa especie, con todos y cada uno de sus atributos conductuales con que se manifiestan ahora, sin haberse modificado nunca?

            En general, la ciencia considera que este impulso natural que dirige el comportamiento de los animales, posee tres características específicas, esto es: 1) Es innato, o sea que se manifiesta “siempre” 5 de la misma manera sin que medie “ningún” aprendizaje inicial; por ejemplo la construcción de colmenas por la abejas, las cuales las hacen “siempre” de la “misma” manera. 2) Es uniforme, esto es, que no se perfecciona6, pues la técnica 7 que se emplea en algunos casos, llega a ser con gran frecuencia siempre la misma; por ejemplo la técnica que utilizan los castores para construir sus diques, la cual “no ha progresado” con el tiempo. Y 3) Es específico, es decir, que cada especie de animal presenta sus propias características particulares las cuales le ayudan a desenvolverse de manera más propia y natural, según sus necesidades; por ejemplo aquí estarían las termitas Macrotermes (montículo con concepto de montaña) que realizan de diferente manera sus nidos respecto a las termitas Aminotermes (montículo con concepto de pared), siendo aún así las dos especies termitas, pero de diferente subespecie.

            Otros autores, como es el caso particular de W. H. Thorpe 8, considera que la conducta innata se manifiesta más bien en cuatro aspectos que lo caracterizan: 1) Es hereditario, al reconocerse como un patrón existente en casi todos los miembros de una especie. No obstante, si bien no por ser heredada es completamente rígida. 2) Es predecible, al presentarse como secuencias pautadas en el tiempo. 3) Es adaptativo, cuando sus consecuencias contribuyen a la preservación de la especie, llevando al extremo que si no ejecuta esas acciones hasta cierto punto, sus oportunidades para sobrevivir y reproducirse serían nulas. Este es el caso del nido de las aves, en particular del tejedor macho Malimbus scutatus. Y 4) es espontáneo, al manifestarse de manera natural comportamientos que se revelan cuando no existen oportunidades para aprender, así como de practicar elaborados patrones de conducta que les ayudaría a desenvolverse con mayor decisión. Por ejemplo, en el caso de una oruga que requiere tejer su capullo para sobrevivir, debe llevarlo a la práctica una sola vez en su vida, siendo necesario que su realización sea casi perfecta, pues de ello depende la continuidad de su especie. No obstante, también menciona Thorpe, que hoy en día se sabe que adoptar esta distinción tan rígida, pudiera conducir a errores concluyentes, así como argumentos estériles, porque la conducta de cualquier animal también pudiera verse influenciada por la experiencia que va adquiriendo a cada momento de su vida 9.

            Desde hace tiempo se tiene establecido que tanto los genes como el medio ambiente contribuyen al desarrollo del comportamiento. No obstante en la actualidad también mencionan otros investigadores que existen otras explicaciones que precisan que la conducta no se manifiesta estrictamente de esta manera, aún cuando en general así lo sea 10, pues llegan a presentarse otras variables que dan por lo mismo, otro tipo de interpretaciones a este mismo esquema 11. En términos generales el comportamiento innato, es el componente por el cual un animal emite una respuesta de manera natural, a estímulos que pueden desencadenar y encausar conductas de forma inconsciente con el fin de procurar alguna protección, conseguir su sustento, así como preservar a la prole. Este impulso posee una base genética, ubicada en los genes de cada especie, y es transmitida a través de la herencia que se da de padres a hijos. Este comportamiento puede ser considerado como algo específico, que se manifiesta de manera completa desde la primera vez a partir de cierta edad, por ser motivado al enfrentar a ciertos estímulos. Al ser el comportamiento innato un atributo conductual importante, se caracteriza a su vez por ser realizado de una manera más o menos constante por distintos miembros de una misma especie siendo con frecuencia única para ella sola. Sin embargo, no son iguales los comportamiento innato de una avispa que tiene que realizar su nido aunado a otros “compromisos” en poco tiempo de su vida, con el entrenamiento paulatino de un castor para ejecutar sus construcciones que están inmersas con otros tipos de acciones. En su obra sobre conducta animal, Manning 12 hace alusión a este pensamiento, al decir que “La selección natural ha favorecido una respuesta heredada allí donde la demora propia del aprendizaje podría resultar fatal” (figura 2).
            En opinión de Darwin 13, el instinto es aquél componente conductual que da lugar a un tipo de acción no aprendida, que presenta como objetivo el asegurar la supervivencia del individuo y de su misma especie, al adaptarse eficazmente en el medio. Si bien se ha integrado a la denominada conducta instintiva, ésta se caracteriza por presentar atributos fundamentalmente innatos, es decir, que para que se manifiesten tales respuestas, no necesitan de ciertos aprendizajes previos, además de ser también frecuente encontrarse con reacciones de este tipo que requieren obligatoriamente de un aprendizaje explícito, aunado a muchos otros que se apoyan en valores y procesos culturales. Para esto, se puede aceptar como respuesta innata o no aprendida, en tanto no sea posible identificar un proceso de aprendizaje o de cualquier otra influencia ambiental en su origen.

            Autores como Niko Tinbergen, han establecido que la acción instintiva tendría que ser estereotipada y específica, ajustándose a pautas invariables que pudieran ser compartidas por cada uno de los animales de una misma especie, presentándose tal fenómeno principalmente en especies con poco desarrollo evolutivo respecto a las especies superiores, así como en las primeras etapas de desarrollo individual, que en etapas posteriores. De ahí pues que él interprete el comportamiento innato como “aquel que no ha sido cambiado por procesos de aprendizaje” 14. Es común considerar que las conductas innatas se manifiestan a través de la presencia de estímulos externos e internos, con frecuencia muy específicos, desapareciendo tal ejecución hasta que hayan sido consumado, aún cuando el estímulo que los haya generado, ya no exista. Tal explicación permite comprender asimismo, que el instinto no sería sino un plan de acción involuntario, rígido y heredado, donde las partes que pudieran constituirlo, no podrían reorganizarse ni habría porqué ser aprendido o descubierto, al basarse en sistemas neurológicos jerárquicamente organizados, los cuales comparten una misma fuente de motivación.

            Ante esto, es interesante destacar igualmente las ideas de Ramón Bayes 15 quien ha dicho que, es de suponer que en algún momento de la vida del animal, éste aprende que una información en particular posee un significado especial, y reacciona de acuerdo a la interpretación que ha aprendido que tiene. Por supuesto que muchas de esas conductas no se han constituido durante la vida del animal. Por ejemplo, las secreciones y los movimientos del estómago cuando le llegan los alimentos, no los aprende algún mamífero en su vida extrauterina, así como tampoco aprende a cómo andar. De ahí que comportamientos mucho más complicados como los que se vinculan con la procreación, no los tendrían que aprender, aunque igualmente se ha comprobado que lo relacionado con ciertas técnicas de acoplamiento para que haya físicamente una mejor unión, sí (figura 3) 16. No es de escasa importancia, comenta Bayes en relación a cierta conducta innata que “Les llamemos instintos, [aún cuando éstos han sido aprendidos posteriormente] pero si nos detenemos un poco no podremos distinguirlos de otros comportamientos heredados, que el animal nace con esos comportamientos ya aprendidos”.

            Llega a ser mucho más difícil hablar propiamente de instintos, cuando aumenta la complejidad de una especie y se sube en la escala adaptativa, pues la capacidad de explicar satisfactoria­mente la variedad de los lineamientos conductuales de una especie superior, hace que varíe en su sentido cuando se habla de especies inferiores. Si bien es común considerar también, aunado a la opinión general de varios autores, que la expe­riencia y los procesos de aprendizaje no desempeñan ningún papel fundamental en el comportamiento innato, también es válido vincular entre otros elementos, a los reflejos y automa­tismos que acompañan  a este tipo de conducta, donde ésta es liberada a través de la percepción de signos de carácter químico, acústico, cinético y óptico, entre otros, de los cuales po­see el animal un conocimiento de manera innata. Tales conclusiones permiten comprender un poco más las pe­culiaridades del llamado “instinto”, en cuanto a su posibilidad de tener que ser aprendido en parte para poder ser utilizado.
            Los resultados obtenidos por un equipo de investigadores en­cabezados por Jack P. Hailman 17, conducen a pensar con ma­yor firmeza que esta perspectiva no está tan alejada de la realidad, pues se sabe que el comportamiento instintivo de alimentación de las crías de la gaviota de mar (sea la gaviota sonriente Larus atricilla, o la gaviota argéntea Larus argentatus), “no está completamente desarrollado en el nacimiento”. Investigaciones realizadas en los primeros siete días de estas pequeñas aves, permitieron com­probar que el desarrollo normal de la conducta innata, “está fuertemente afectado por la experiencia del polluelo”, donde después de las primeras experiencias en su vida, éstas podían igualmente aprender de manera rápida a identificar la comida o por lo menos a localizarla para desarrollarse normalmente 18, independientemente de otro posible método que se emplearía, conocido como “ensayo y error” (figuras 4 y 5)

            Ahora bien, menciona igualmente este investigador, que este pollito tiene asimismo una vaga imagen mental de los padres quie­nes lo alimentan, y que ésta se vuelve con el paso del tiempo y la experiencia, más nítida y precisa, existiendo del mismo modo un componente de aprendizaje en el desarrollo de los otros instintos, los cuales se presentan quizás, sólo de manera es­quemática, aunque con el paso del tiempo, estos modelos conductuales se reafirman y afinan dando sus respuestas en cada animal. Este refinamiento del instinto o mejor dicho, su transformación paulatina en indicios que ya suponen un aprendizaje, se ejemplifica claramente en otras especies de aves. Lorenz 19 comenta que los movimientos de vuelo que realizan las grajillas (Coloeus monedula) cuando se alzan, giran y caen estrepitosamente sobre el vacío, puede ser propiamente un juego en el sentido propio de la palabra, con el fin de practicar movimientos que disfrutan ellos mismos, pues

(...) debemos advertir categóricamente que se trata de movimientos aprendidos, no de instintos innatos. Pues todo lo que practican estas aves en las alturas, la utilización del viento, la apreciación exacta de las distancias y, sobre todo, el conocimiento de las condiciones locales en los distintos puntos donde, para una determinada dirección del viento, existen movimientos ascendentes, baches o torbellinos, todo ello no es patrimonio heredado, sino que lleva el sello de lo que se ha adquirido individualmente.

 

3. A manera de conclusión

            Sin embargo, pudiera parecer muy simplista el otorgar el resultado de todas las soluciones de los animales al instinto sin un poco de injerencia de una cultura y una representación mental por parte de algunas especies superiores, pues poco a poco vamos comprobando que las palabras de Voltaire referidas a este tipo de conducta, estaban en lo cierto: “Los animales perfeccionan su instinto por el uso”. Tal reflexión permite aludir que los movimientos básicos son el resultado de la información heredada que se manifiesta en la conducta innata, pero los movimientos exactos no, pues éstos son el resultado de la práctica y la experiencia que obliga al animal a alcanzar el dominio de su uso. En opinión de la Dra. Montserrat Colell Mimó de la Universidad de Barcelona, si bien el alimoche o buitre egipcio (Neophron percnopterus) posee de manera innata la tendencia de aventar piedras sobre huevos, es la experiencia y la representación mental del problema, que permite ajustar la dirección de la piedra para atinarle al huevo de avestruz (fig. 6).

            Al igual el Pinzón de Darwin (Cactospiza pallida), quien también por cuestiones hereditarias posee la inclinación a escarbar o pinchar sobre un agujero, la selección de la espina para utilizarla con mayor precisión (en cuanto al espesor, el largo, la dureza, la flexibilidad, etc.) es cuestión de aprendizaje, vinculado con una visualización quizás muy elemental, del problema a enfrentar 20, quedando finalmente una pregunta en el aire, ¿podrá también diseñar instintivamente el ser humano? Si es así, ¿qué tipo de resultados se obtendrían?

Notas

1. Bergson, Henri. La evolución creadora. Ed. Planeta Agostini. Barcelona, 1985, pp. 125-126
2. Donde se encuentran especies como las abejas, las avispas y las hormigas.
3. Bergson, H. “L’évolution créatrice” 1911, 8ª ed., p. 157, en Abbagnano, Nicola. Diccionario de Filosofía, Ed. Fondo de Cultura Económica. México DF, 1989, p. 689.
4. Bergson, H. ob. cit. p. 141.
5. Entendido con cautela este adverbio de tiempo.
6. Esto en el entendido de que si no se perfecciona, es que ha alcanzado la eficiencia máxima en su desempeño, bajo las condiciones que se necesitan, pues si no fuera así, no le funcionaría a esa especie. Al entender por perfección lo que le es propio a algo que está “acabado” y “completado”, tal peculiaridad implica asimismo que no le faltara nada así como tampoco le sobrara ningún elemento para ser exactamente lo que es, pues ha alcanzado su fin. Esto también nos conduce a interpretarlo como lo mejor en su género, pues no habría nada que pudiera superarlo, pues al cambiar lo perfecto, se introduciría una imperfección, y si esto fuera así ¿porqué es necesario modificar lo que está bien? Desde mi propia apreciación y ajustada hacia la óptica del diseño, la perfección relativa a que se alude, en lugar de ser una desventaja, se presentaría como un bien. Sin embargo, creo que esto incluso sería muy difícil de lograr, pues al estar cambiando las variables ambientales, cada individuo o cada especie, tendría que ajustar las soluciones que responderían apropiadamente a tales circunstancias, teniendo que generar varias hasta encontrar la adecuada. En todo caso, volveríamos a recaer en una interpretación donde se aplique el diseño, con la cual se dé respuesta a la nueva problemática.
7. La técnica forma parte de la manera en que se expresa y se produce el diseño, pero no es el diseño en sí. Ferrater Mora, menciona que pudieran existir varios tipos de perfección, donde se integraría la llamada perfección técnica, la cual “consiste en ejecutar, con máxima eficiencia, una tarea determinada”. Ferrater Mora, José. Diccionario de Filosofía, tomo III, Ed. Ariel, Barcelona, p. 2751.
8. Thorpe, W.H. Naturaleza animal y naturaleza humana. Ed. Alianza, Madrid, 1974, p. 144.
9. Thorpe, W.H. ob. cit, p. 158.
10. Alcock, John. Comportamiento animal / Enfoque evolutivo. Salvat editores, Barcelona 1978, p. 69.
11. Tales como la teoría de los Memes. Para ello ver a Blackmore, Susan. “El poder de los Memes”, en Investigación y Ciencia (Scientific American), # 291, diciembre 2000, pp. 44-53. O También en Blackmore, Susan. La máquina de los Memes. Ed. Paidós, Barcelona, 2000. 356 pp.
12. Manning, Aubrey. Introducción a la conducta animal. Ed. Alianza Universidad. Madrid, 1977, p. 33.
13. Darwin, Charles. El Origen de las Especies. Editorial Porrúa. México D.F., 2010.
14. Niko Tinbergen. El estudio del instinto. Ed. Siglo XXI. México DF, 1970, p. 7.
15. Bayes, Ramón. Iniciación a la farmacología del comportamiento. Ed. Fontanella, Barcelona, 1977, pp. 15-16.
16. Heymer, Armin. Diccionario etológico. Ed. Omega. Barcelona, 1982, p. 138.
17. Hailman, Jack, P. “Como se aprende un instinto”, en Scientific American, Diciembre, 1969. (Versión en castellano en Comportamiento animal / Investigación y Ciencia, Ed. Blume, Madrid 1978, pp. 290-300.
18. Hailman, Jack, P., ibidem, p. 299.
19. Lorenz, Konrad. El anillo del rey Salomón. Estudios de psicología animal. Op. Cit., p. 64.
20. Entrevista con la etóloga Dra. Montserrat Colell Mimó de la Universidad de Barcelona, en mayo del 2003.

Bibliografía

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