DOCUMENTOS SOBRE ARTE Y SOCIEDAD

DOCUMENTOS SOBRE ARTE Y SOCIEDAD

José Luis Crespo Fajardo (CV)
Universidad de Cuenca (Ecuador)

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El dibujante de prensa y su libertad de expresión

José Luis Crespo Fajardo

Resumen:
Este artículo discute el papel del dibujante de prensa como agente de la libertad de expresión. En la medida que el dibujante es libre para practicar crítica política puede valorarse el estado de salud de un régimen democrático. A lo largo de la historia las autoridades y la caricatura de prensa han estado en constante fricción. Sin embargo, la crítica a la clase política, a las circunstancias sociales y a los poderes fácticos es una misión valiente, una pugna por expandir los límites de la libertad de expresión, en donde el dibujante que no se contiene corre grandes riesgos. Analizamos este tema detalladamente, a través de algunos casos paradigmáticos. El propósito es considerar el papel social contestatario de los dibujantes de viñetas de prensa, pues después de todo reaccionar ante los sucesos de actualidad es connatural a su oficio.

Palabras clave: dibujante, prensa, censura, política, libertad.

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1. Introducción

La historia del periódico es una constante lucha por ganar mayores cotas de libertad de expresión, una incesable pugna contra la censura y las leyes de prensa restrictivas usualmente impuestas por los estados para controlar la información. Sin embargo, por su cariz popular, los periódicos nunca han sido fáciles de dominar. Hoy sigue habiendo dificultades para ejercer la crítica desde el dibujo de prensa. En números países se intimida a los caricaturistas con amenazas severas y acciones legales para que no puedas expresar opiniones de índole política. Pero al menos vemos que en la mayoría de los regímenes democráticos occidentales los gobernantes y políticos son más proclives a aceptar otras opiniones. La represión se practica más por editores y directivos de medios (de acuerdo a sus propios intereses particulares, políticos o económicos) que por gobernantes. Y sobre todo en los últimos tiempos hemos visto cómo debido a la presión de colectivos sociales y religiosos han surgido nuevas restricciones a la libertad de expresión.

2. Los excesos

El humor de las viñetas suele contener una fuerte carga de crítica ante cuestiones de actualidad, si bien debido a sus connotaciones humorísticas (y quizá a la reminiscencia a la infancia propia del dibujo) con la caricatura la sátira adquiere un tono más templado. Pese a todo, en ocasiones ciertas viñetas llegan a cotas de expresión gráfica ofensivas, soliviantando la sensibilidad de figuras políticas y motivando condenas, censuras y represiones al ejercicio de la libertad de expresión. En cualquier caso, las viñetas de prensa, ya sean de espíritu burlesco o incluso groseras, son un indicador inigualable del estado de madurez y liberalismo de una democracia, y su nivel de osadía coopera en que los límites de la libertad de prensa puedan expandirse. Evidentemente el código deontológico que se aplica al periodismo puede asimismo extrapolarse al contenido de las viñetas. Pero para determinados casos, si se ha incurrido en un delito de ofensas lo justo es que se dirima en los tribunales, y si ha habido un exceso lo lógico es que se solucione con una petición de disculpas pública en el periódico.

Hay casos donde las disculpas parecen no bastar. En 2005, cuando se publicaron unas caricaturas de Mahoma en el diario danés Jyllands Posten, se desencadenaron en diferentes partes del mundo violentas protestas por parte de radicales islámicos contra la política occidental, cobrándose un saldo de más de un centenar de muertos. A pesar de que no aparece en el Corán, está explícitamente prohibido por unos hadith (textos islámicos) dibujar o crear imágenes de Mahoma. Y aunque la libertad de expresión está recogida en el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en el mundo musulmán rigen códigos como la Declaración de los Derechos Humanos en el Islam, o la Declaración Islámica Universal de los Derechos Humanos, que establecen el derecho fundamental de "ordenar lo correcto y prohibir lo censurable". Principio en el que se apoyan los fundamentalistas para justificar sus abusos.

En general los medios de comunicación occidentales procuraron no reproducir las imágenes del profeta al informar de los hechos, con la intención de evitar soliviantar a la comunidad islámica. Especialmente recriminado fue el dibujo que identificaba a Mahoma con el terrorismo al ponerle una bomba en el turbante. De diversas instituciones clamó una llamada al respeto a las sensibilidades religiosas, proponiendo tácitamente restricciones a la libertad de expresión en pro del bienestar de la sociedad occidental. El peor anatema fue quizá culpar a los dibujantes de ofender al Islam, alegando que la libertad de expresión no debía ponerse al servicio de malintencionados y provocadores. Con argumentos así se daba legitimación a la coerción violenta de fundamentalistas islámicos ante un dibujo.
La libertad de expresión es un valor democrático que sólo puede ser determinado por las leyes de cada estado y no debe ser restringido para satisfacer a ninguna religión. El derecho a la información y la libertad de prensa no se basan en el respeto, sino en la tolerancia de las diferentes ideas y opiniones, las cuales no estamos obligados a compartir. Así lo creyó el semanario Charlie Hebdo, que republicó y tradujo las caricaturas del periódico danés. Ante la denuncia formal de colectivos islamistas la justicia francesa consideró que Charlie Hebdo estaba amparado por la libertad de expresión. Las caricaturas fueron también reproducidas otros medios internacionales, como el diario noruego Aftenposten, el francés France Soir, el italiano Libero… A pesar de todo Charlie Hebdo recibe constantes amenazas y recientemente su sede ha sufrido graves daños tras ser atacada con cócteles molotov. De la misma forma, el dibujante danés que puso a Mahoma la bomba en el turbante, Kurt Westergaard, sufrió un intento de asesinato. Otro caso es el del sueco Lars Vilks, que tras caricaturizar a Mahoma con cuerpo de perro vive con la certidumbre de que Al Qaeda ha puesto precio a su cabeza.

Todo esto lleva a cuestionarse si en estas circunstancias vale la pena ejercer la libertad de expresión o es preferible la autocensura, la renuncia de las cotas de libertad alcanzadas en la cultura occidental. Hoy cualquier dibujante, perfectamente consciente de que un dibujo sobre Mahoma puede ser motivo de una fatwa o causar decenas de muertos, preferiría no hacerlo. Para protestar contra las limitaciones de la libertad de expresión, recientemente se ha puesto en marcha una iniciativa que podría ofrecer una solución alternativa: el "Día de Dibujar a Mahoma". Surgió a raíz de la censura impuesta en Estados Unidos al programa de dibujos animados South Park, tras amenazas de los radicales islamistas. Así, desde abril de 2010 se publican dibujos de Mahoma en Internet en la creencia de que si miles de dibujantes lo representan, los terroristas no podrán asesinarlos a todos y sus amenazas se harán cada vez menos realistas. Un tribunal de Pakistán como reacción bloqueó quinientos mil portales virtuales, entre ellos Facebook, Youtube y Wikipedia.

Jyllands Posten suscitó el debate sobre la responsabilidad del dibujante, y demostró que el temor a las reacciones violentas de determinados colectivos inducía a la autocensura. Quizá una cuestión de fondo subyazca en que las caricaturas se publicaron en un periódico de tirada nacional, ya que en revistas satíricas como la española El Jueves o la mexicana El Chamuco habitualmente tienen cabida bromas excesivas y chistes abiertamente en contra de los valores burgueses y lo políticamente correcto sin que apenas haya resonancia social. El humor debe ser libre, pero dado el carácter ampliamente divulgativo de los periódicos, su nivel de atrevimiento suele contener una cierta dosis de responsabilidad, tratando de evitar, por ejemplo, bromas que induzcan a lecturas discriminatorias sobre determinados grupos sociales. A diferencia del periódico, más formal y de gran alcance, una revista satírica goza de mayor libertad para desplegar un humor atrevido e inconformista.

3. Los caricaturistas como iniciadores de respuestas

La caricatura de prensa es un instrumento de alto valor ideológico que alcanza con fuerza a la opinión pública gracias al poder de la imagen. El dibujo es un lenguaje internacional y su posibilidad de comprensión es global, por lo que el dibujante de prensa profesa un oficio capaz de rebasar todas las fronteras.

Para los caricaturistas la crítica libre es sencillamente consustancial a su trabajo, y por ello la defienden activamente. Con espíritu contestatario suelen tener especial cercanía a las demandas sociales del pueblo. Un caso paradigmático es el movimiento No+sangre, surgido en México a raíz de la guerra velada contra el narcotráfico que desde el 2006 lleva a cabo el estado, y que ha dejado un saldo de 30.000 muertos y altísimas cotas de inseguridad ciudadana. La campaña No+sangre fue iniciativa de un grupo de caricaturistas mexicanos capitaneados por Rius. Se basa ciertamente en la reacción esperable de un dibujante, cuyo oficio se fundamenta en la libertad de expresar una primera respuesta ante los acontecimientos políticos y sociales. Los dibujantes de prensa han puesto sus obras a disposición de todos para su reproducción, y alientan a que se hagan carteles con el lema No+sangre, o Basta ya de sangre.

En otras manifestaciones de protesta social, como las surgidas en las revoluciones de la Primavera Árabe, en el Movimiento 15 M o en Occupy Wall Street, los dibujantes han sido elementos inspiradores. Por ejemplo Andrés Rábago, El Roto, se implicó con el 15M y sus viñetas reivindicativas para el periódico español El País se llegaron a utilizar para portadas, carteles, panfletos y para hacer gigantografías y exhibirlas en las manifestaciones. El caricaturista Carlos Lattuf, comprometido con estas causas de trascendencia global, se ha dedicado a generar dibujos que puedan asumir un papel activo durante los acontecimientos. Produce caricaturas que divulga en Internet como imágenes copyleft (sin derechos de autor), posibilitando que se empleen en todo tipo de publicaciones relacionadas con sucesos de actualidad. Imágenes suyas llegaron a utilizarse en pancartas durante las protestas egipcias contra el régimen de Mubarak.

4. El valor del dibujante

En ciertos países con regímenes opresores articular en un dibujo lo que se piensa supone todo un riesgo. Se precisa gran valor para disentir o formular sentimientos de disconformidad política. La represión hacia el dibujante de prensa puede ser oficial o extraoficial. En el primer caso una viñeta crítica sobre determinadas cuestiones puede suponer a su autor un proceso judicial, y en el segundo amenazas, agresiones físicas o la muerte. Una estrategia de los gobiernos autoritarios es responsabilizar a los editores de las posibles injerencias en los contenidos, de manera que la censura estatal se sustituye por un sistema de autocensura interna.

En la actualidad, diversas fundaciones pro defensa de la libertad de prensa denuncian las agresiones contra periodistas y dibujantes, aportando estadísticas y estudios reveladores. De los casos recientes, podemos referir el del caricaturista Zunar, quien utiliza la caricatura para denunciar la corrupción y los abusos del gobierno de Malasia. Durante los últimos doce años ha estado bajo vigilancia, sometido a fuertes medidas de censura que ha sorteado con ingenio y creatividad. Cuando en 2010 fue detenido y prohibida la reproducción de sus dibujos en todos los periódicos, Zunar lanzó una recopilación de sus caricaturas en forma de opúsculo o folleto accesible para todo el pueblo. Sus libros han sido decomisados por el estado, que amenaza a los editores y vendedores que distribuyan sus obras. Sin embargo Zunar sigue resistiendo, convencido de que con la caricatura lucha contra la injusticia.

Los dibujantes de prensa han sido los objetivos favoritos de los fundamentalistas y los dirigentes de estados árabes tiránicos. Un ejemplo representativo es el caso del dibujante palestino Nayi al-Ali, quien fue uno de los primeros caricaturistas árabes en tratar cuestiones políticas, resaltando en sus viñetas la corrupción, la falta de libertad, la pobreza y las malas gestiones de los cabecillas de la OLP. Todo esto le valió el exilio, hasta que en 1987 fue asesinado a tiros en Londres. En la actualidad otro caso similar es el del caricaturista palestino, Bahaa Boukhari, que ha llegado a afrontar penas de cárcel por sus viñetas críticas a Hamas.

En Siria, donde la guerra civil se cobra muertos cada día, ejercer la caricatura política es una ocupación cuanto menos temeraria. Sin embargo, el dibujante Ali Ferzat, activista pro-derechos humanos, criticó con numerosas caricaturas al dictador Bachar El Asad. En 2011 sufrió una brutal agresión por parte de comandos afines al régimen, y en la paliza se ensañaron especialmente con sus dedos y brazos, amenazándole con cortarle las manos si continuaba dibujando. Las fotografías de Ali Ferzat hospitalizado dieron la vuelta al mundo y provocaron una intensa ola de solidaridad entre sus colegas. Su valentía fue reconocida con el Premio Reporteros sin Fronteras a la Libertad de Prensa, así como el galardón Gebran Tueni Award 2012, premio con el que la Asociación Mundial de Periódicos y Editores de Noticias reconoce la valentía de los dibujantes de prensa.

Bibliografía

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