CUESTIONES

Francisco Javier Contreras H.

LA PLAZA

Una cosa es que yo quiera que la plaza esté limpia, y otra cosa es que yo quiera que todos piensen que yo la limpié.

Son dos cosas diferentes, pero se pueden confundir entre sí.

En la primera hay un deseo de que se mejore algo; en la segunda hay un deseo de sobresalir yo y ser reconocido por los demás; y para lograr que todos se fijen en mi, entonces propongo que se limpie la plaza.

En el primer ejemplo, como lo que yo quiero es que se limpie la plaza, no lucirme, voy a agradecer a cualquiera que tome una escoba y se ponga a limpiar. Veré con simpatía a cualquier colaborador, y los veré como amigos, nunca como adversarios. Podré hacer equipo con ellos, podremos platicar y hacer planes para que la plaza permanezca limpia.

En el segundo ejemplo, como lo que yo quiero es lucirme, aparentar para quedar bien ante los demás, y para lograrlo propuse que limpiemos la plaza, entonces cualquier persona quien quiera colaborar, tome una escoba y se ponga por su cuenta a limpiar, lo veré como un adversario, alguien que cuando barre me quita puntos, y entonces, lejos de reconocerle su buena labor, notaré lo que me estorba su actividad y trataré de atacarlo en público para que los demás no vean como buena obra lo que hace y no me reste méritos a mí.

En este segundo caso, nunca consideraré como mi amigo al que se interese en limpiar por mejorar su ciudad, no podré hacer equipo con él, no le apoyaré en lo que haga y nunca podremos coincidir en nada, pues aunque cada uno tuviera una escoba igual que la del otro y limpiáramos con el mismo entusiasmo, nuestros intereses son tan diferentes que yo por resentimiento ante lo que él estorba a mis planes, sólo expresaré malos comentarios sobre él, con la fútil esperanza de que si logro que los demás lo tengan en mal concepto, al dañar su imagen, la mía esté mejor considerada que la suya ante los ojos de los demás. Esto es un interés mezquino. Todo lo contrario a la grandeza. Pues no soy capaz de concebir grandes cosas para mi gente, sino de resaltar las deficiencias de los otros, para que mis tonterías aparenten ser menores.

Y si los ciudadanos, por falta de conocimiento de mis verdaderas intenciones y de la gran labor que hace aquella otra persona que lucha por su comunidad, me creen a mí y desprecian al otro, habrán escogido al malo disfrazado de bueno y perderían al que de verdad quería hacerles un bien porque yo los habría engañado.

Y todo esto, ¿a qué viene?

A que en nuestra sociedad, (como en todas) tenemos a hombres y mujeres públicos. Personas que de una u otra manera realizan actividades de servicio a la sociedad, pero que podemos dividirlos en dos grandes equipos: los que aspiran con sinceridad a servir a su comunidad y los quieren servirse de ella para sus intereses personales. Ambos se confunden unos con otros y quizá consigo mismos. (Porque la mayoría de las personas no nos podemos vernos a nosotros mismos y creemos que los demás tienen una determinada impresión de nosotros, y casi siempre no nos podemos ver como los demás nos ven.- así, si alguien nos filmara sin que nos diéramos cuenta, actuando normalmente, cuando nos viéramos en la película, nos sorprenderíamos de lo diferente que nos vemos en la realidad a cómo creíamos o esperábamos vernos-.

El punto es que en todas las sociedades pasa lo mismo: hay dos tipos de gente; los buenos y los malos. Todos creemos que nosotros y nuestros amigos somos de los buenos y que los que piensan diferente son los malos. Lo creemos y nos lo creemos. Y así seguiremos por los siglos de los siglos, hasta que tengamos la oportunidad de vernos a nosotros mismos como los demás nos ven; y eso no va a suceder, hasta que… o alcancemos la sabiduría (que a ver quien lo ve) o que alguien nos filme en secreto y luego nos veamos a nosotros mismos tal como somos y corroboremos que ni nuestra forma de estar parado nos gusta.

Y no es que esté mal que alguien quiera vivir del servicio público, lo criticable es que su pequeñez de miras haga que piense como un depredador, alguien que sólo piensa en comerse lo que está a la vista y no es capaz de imaginarse sembrando para que en el futuro, tanto él como los demás tengan que comer. Porque hay quien piensa y dice: “a comer a puños hoy que hay de dónde, que sobre el mañana luego platicamos”; y entonces ven a cualquier otro activista político como un potencial enemigo que depredará también en su botín y por ello le dejará menos de donde acaparar; en vez de verlo como un compañero sembrador, que al unírsenos en la tarea, hará que la superficie sembrada se multiplique, y por ende habrá más cosecha para todos.

Regresando al tema, decíamos que buenos (para los intereses de la sociedad) y malos se confunden; y va a haber ocasiones en que creamos estar viendo a un bueno, pero sea un malo disfrazado de bueno; o creamos estar viendo a un malo y en realidad sea un bueno, que nuestra corta visión nos impida catar adecuadamente o que la propaganda de los malos nos haya confundido y no seamos capaces de valorarlo adecuadamente.

¿Cómo le hacemos para distinguirlos sabiamente?

Podemos conocer a la gente por sus frutos, pero estos nos permiten darnos cuenta de que alguien no sirve, hasta mucho después que le dimos nuestro apoyo, ya cuando tardíamente vimos que no dio fruto bueno; o cuando nos lamentemos de no haberle dado nuestro apoyo al que en verdad nos quería ayudar.

¿Cómo le podemos conocer con tiempo?

Con el ejemplo de la limpieza de la plaza. Si la persona intenta hacer equipo con todo el que quiera colaborar, aunque piensen diferente o no sean de “su gente”; entonces punto a favor. Si el político en cuestión quiere hacerlo todo a su modo y trata de excluir a los demás de la toma de decisiones; punto en contra.

Si el tipo piensa que está sembrando, que la vida es sembrar para un futuro mejor, agradecerá que los demás se acerquen a ayudarle; punto a favor; si cree que porque llegó al puesto o porque tiene tal o cual amigo, él ya está cosechando; que ya no hay futuro, que él va a ser eterno en el puesto, entonces verá con desagrado a los posibles colaboradores, porque sentirá que ya no necesita que le ayuden porque ya llegó y que más gente en el equipo solo son elementos que le quitarán su ganancia, entonces tratará de alejarlos; punto en contra.

¿Y a qué con todo esto?

En las sociedades evolucionadas socialmente hablando, se parte de la idea de que todos son una sola entidad, con un sólo presente y un sólo futuro y que el desarrollo es un asunto a largo plazo y por ello hay que trabajar pensando en el mañana; en las sociedades que están en desarrollo (como en muchos países de África por ejemplo) se parte de la idea de que ahora que llegó mi tribu al poder, es el momento del desquite contra la otra tribu que antes nos tuvo en sus garras. O ahora es el turno de mi grupo contra el grupo anterior. Y más que pensar en continuar construyendo lo que hicieron mis predecesores, lo declaro todo malo, expongo que yo si voy a hacer las cosas bien y vuelvo a empezar de cero. Y luego al rato, la otra tribu retoma el poder, y descalifica lo hecho previamente y volvemos a empezar.

Esos países, con líderes con una mente tan pequeña, siempre están con un eterno volver a empezar y sin lograr nada a largo plazo. Y como siempre se desgastan pegándose golpes bajos entre sí; ahí, quien en realidad gobierna, es la desconfianza y los planes inmediatistas, y por ello son presa fácil de los países avanzados que llegan a hacer mole con ellos cada que se les viene en gana… y es que en realidad dicen que quieren que la plaza esté limpia, pero en realidad lo que desean es que se diga que ellos fueron los que la limpiaron.

Bueno, eso dicen que pasa en África, nada que ver con nosotros, desde luego.

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