MAPA DE APROXIMACIÓN A LA ARQUITECTURA SOSTENIBLE: Una mirada crítica a sus conceptos y tendencias

MAPA DE APROXIMACIÓN A LA ARQUITECTURA SOSTENIBLE: Una mirada crítica a sus conceptos y tendencias

Rigoberto Lárraga Lara (CV)
Universidad Autónoma de San Luis Potosí

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LAS DIMENSIONES DE LA SOSTENIBILIDAD EN LA ARQUITECTURA: un modelo que aproxima al diseñador hacia la sostenibilidad

La sostenibilidad presenta diversas dimensiones dada su complejidad. Para definir cabalmente la sostenibilidad es necesario considerar todas sus dimensiones de manera articulada, dado que en caso contrario, se cae en reduccionismos inconducentes.

En este tenor en la última década se han hecho reflexiones cada vez más profundas en torno a la sostenibilidad y sus dimensiones. La sostenibilidad de la arquitectural se revisa en torno a la sostenibilidad ambiental, cultural, económica, social y política ya que en estas dimensiones se encuentra los componentes observados.

Sostenibilidad económica. Foladori (2001) menciona que la desocupación y la pobreza son síntomas de un modelo económico en crisis (neoclásico) que la teoría de que el mercado debe organizar la producción a través de la “mano invisible” ha originado una sociedad de consumo, desempleo, contaminación y depredación de los recursos naturales. Foladori (2001) menciona entre las alternativas a la economía política y a la economía ecológica; la primera pretende frenar la depredación y la contaminación, poniendo precio a los recursos que antes no lo tenían y haciendo diferencia entre los recursos renovables y no renovables para su manejo, haciendo frente así a las externalidades no contempladas por el modelo Keynesiano; la segunda, es la economía ecológica quien considera una relación directa entre poluyentes y afectados, a través de políticas de comando control del uso de recursos naturales y generación de desechos.
El reto de la sostenibilidad económica es enfrentar la dificultad técnica de cómo ponerle precio a las futuras generaciones aún no presentes en la negociación, por lo que la Economía ecológica propone una economía dinámica que intenta poner precio a los distintos ritmos naturales (distinción entre los recursos renovables y no renovables), así como a la velocidad y recicle de los desechos. Otros autores profundizan en el tema de la sostenibilidad económica como Daly (2005), Ochoa (2008), ONU (2006), Perry (2006), Romero (2002), Barkin (1998) quienes reflexionan con distintos enfoques y perspectivas hacia una sostenibilidad.
El debate economía - medio ambiente es uno de los que ha suscitado las polémicas más arduas en términos de su relación con la sostenibilidad. Se ha señalado con razón que aún la ciencia económica no tiene una respuesta convincente a la crítica ecológica. La economía falla al valorar la riqueza global de las naciones, sus recursos naturales y especialmente los precios de las materias primas. Por ejemplo, si nos referimos al precio de los recursos energéticos agotables, es evidente que su valoración siempre es menor que la real en términos de su preservación para las futuras generaciones. También es posible cuestionarse si el precio que las industrias tienen que pagar por insertar residuos no reciclados al ambiente tampoco sea el racional. Entonces, cuáles serán los precios adecuados. Aquí se incorpora usualmente la noción de externalidades como los aspectos ambientales que no tienen valoración cuantitativa en la contabilidad o en el proceso de producción. De allí la importancia de valorizar los recursos al menos por su costo de reposición y construir con ellos por ejemplo, cuentas del patrimonio natural para saber qué y cuánto tenemos, cómo lo podríamos usar en diferentes alternativas y cuánto nos queda en cada caso.

Para desarrollar el tema de la dimensión económica hacia una arquitectura sustentable se puede plantear la pregunta: ¿es posible la sostenibilidad ambiental con la economía de mercado inmobiliario neoliberal? Esta cuestión requiere de un debate en el que se requiere admitir como modelo económico sostenible desde el punto de vista ambiental a aquél que se adecua a los ciclos biogeoquímicos de la materia, y le permite así perpetuarse en el tiempo. Existen una serie de acuerdos que al establecer determinadas metas ambientales, de manera de influir en las formas, productos y subproductos de las actividades económicas. Existen también normas que promueven influir en la mejora ambiental de la actividad de una empresa, pero cuya aceptación y desarrollo son plenamente voluntarias, (normas ISO 14000). A otra escala, también existen procedimientos de evaluación de los impactos ambientales generados por un proyecto o actividad.
Pero sin duda la pregunta trae a colación, según el mismo autor, otra que plantea: ¿es posible hacer sostenible la relación que mantienen la economía y el medio natural sin cambiar el modelo económico? El modelo económico actual se basa en la búsqueda de la plusvalía. Toda actividad está hecha a través de esta lógica, en la que además el interés privado prevalece sobre el interés colectivo. El dueño de los recursos tiene derecho a explotarlos de la forma que mejor convenga a sus intereses, es decir de la forma que mayor plusvalía obtenga. Visto el panorama, las administraciones parecen intentar hacer lo posible por que la mayor plusvalía se obtenga realizando actividades sostenibles, ya sea mediante ayudas a la mejora tecnológica o certificando sellos que mejoren la imagen de la empresa. Pero el camino andado en este sentido ya que sólo se producen mejoras parciales y el modelo económico sigue siendo insostenible.
Por ultimo surgen algunas preguntas más ¿puede haber equidad sin asequebilidad a la habitabilidad? ¿la disparidad económica y la distancia cada vez mayor entre ricos y pobres permiten el ejercicio libre y democrático para diseñar nuestras ciudades?.
Que sucede con grandes ciudades y ostentosas construcciones como las de Dubai, donde en medio del desierto se producen los caprichos más extravagantes a costa incluso de la esclavitud laboral. ¿cómo hablaremos de arquitectura sostenible en estas condiciones?.

Sostenibilidad política. De acuerdo con WRI (2003) todas nuestras decisiones involucran a una gran cantidad de actores y cada  uno de ellos tiene intereses diferentes, diversos ámbitos de autoridad y diferente acceso a la información, estableciéndose entre ellos relaciones que interactúan de manera compleja y dejan en desventaja a los sistemas ecológicos que mantienen los sistemas naturales de los que depende el hombre para su sobrevivencia.
Además de los actores involucrados en la toma decisiones existen factores que determinan ventajas u obstáculos en la gestión de los recursos naturales, entre los que menciona WRI (2003) están: ciencia y tecnología, actividades delictivas, condiciones naturales, condiciones sociales y económicas, voz y acceso y la estabilidad política. La interacción de los distintos niveles de poder, los intereses de los actores y el acceso a la información con los distintos factores físicos, económicos y sociales dan como resultado las condiciones ambientales actuales.
Es necesaria la gestión ambiental la cual se ocupe de quienes tienen la responsabilidad, cómo utilizan su poder y cómo se les puede hacer responsable de sus decisiones (WRI :2003).
Por lo tanto la participación de la sociedad es el elemento clave para el manejo de los recursos naturales, y esto solo puede darse en un ambiente de democracia la cual sigue siendo un reto para muchos países. Las políticas deben ser equitativas participativas y consensuadas. Es necesario un compromiso ético-político que conjugue el medio ambiente con el conjunto de políticas sociales que tienen por objetivo defender lo más vulnerable, proteger lo más amenazado, conservar lo imprescindible que es la vida. En torno a a la sostenibilidad política, gobernanza participación autores como Najam et al. (2006), Leff (2001), Gudynas (2002), Gosseries (2008), Singh (2008), Arnold, Denise (2005), hacen aportaciones a la reflexión hacia una sostenibilidad política.

Sabido es que el origen de los problemas ambientales guarda una relación estrecha con los estilos de desarrollo de las sociedades de los países ricos y pobres. Mientras en las primeras el sobreconsumo provoca insostenibilidad, en las segundas es la pobreza la causa primaria de la subutilización de los recursos naturales y de situaciones de ausencia de cobertura de las necesidades básicas que dan lugar a problemas como la deforestación, la contaminación o la erosión de los suelos.
En relación con la sostenibilidad social de la arquitectura, debemos tener en cuenta que ella implica promover un nuevo estilo de consumo que favorezca el acceso y uso de los recursos naturales y la preservación de la biodiversidad y que sea “socialmente sustentable en la asequibilidad de la vivienda digna, reducción de la pobreza patrimonial y de las desigualdades sociales y promueva la justicia y la equidad; que sea culturalmente sustentable en la conservación del sistema de valores, prácticas y símbolos de identidad que, pese a su evolución y reactualización permanente, determinan la integración nacional a través de los tiempos; y que sea políticamente sustentable al profundizar la democracia y garantizar el acceso y la participación de todos en la toma de decisiones públicas. Este nuevo estilo de habitabilidad tiene como norte una nueva ética, una ética en la cual los objetivos económicos del progreso estén subordinados a las leyes de funcionamiento de los sistemas naturales y a los criterios de respeto a la dignidad humana y de mejoría de la calidad de vida de las personas”.

Pero no sólo la sostenibilidad deberá promover cambios cualitativos en el bienestar de las sociedades y afianzar el equilibrio ambiental planetario, sino que deberá considerar la dimensión social en su más profundo sentido. Esto se comprende si se expresa que es natural que un ser humano en situación de extrema pobreza, exclusión o marginalidad no pueda tener un compromiso estrecho con la sostenibilidad. Por ejemplo, no se le podrá pedir a quienes no tienen leña para calefaccionar sus hogares que no talen de manera desmedida los árboles cercanos a sus casas o sobreconsuman las especies y sobrepastoreen los suelos con sus ganados. En sentido contrario, en situaciones de riqueza, las poblaciones tienden al sobreconsumo y, por lo tanto, tampoco se comprometerán con la sostenibilidad, hecho que es notorio en las grandes ciudades, en las que la cultura del shopping, la comida chatarra, el gasto exagerado de energía y agua es moneda corriente.

En términos de la relación entre estos dos extremos de la sociedad, no hay duda que la inserción privilegiada de unos –los ricos-, en el proceso de acumulación, y por ende en el acceso y uso de los recursos y servicios de la naturaleza, les permite transferir a los otros –los pobres-, los costos sociales y ambientales de la insostenibilidad a los sectores subordinados o excluidos. Ello implica, especialmente en los países periféricos, con graves problemas de pobreza, desigualdad y exclusión, que los fundamentos sociales de la sostenibilidad suponen postular como criterios básicos de política pública los de la justicia distributiva, para el caso de bienes y de servicios, y los de la universalización de cobertura, para las políticas globales de educación, salud, vivienda y seguridad social.

Guimarães (1998) aporta el concepto de actores sociales de la sostenibilidad al referirse a los componentes básicos de la sostenibilidad, como son el sustento del stock de recursos y la calidad ambiental para la satisfacción de las necesidades básicas de las poblaciones. Desde este punto de vista es necesario considerar a las generaciones actuales y futuras, que son extrañas al mercado, ya que responden a la asignación óptima de recursos en el corto plazo y no en el largo plazo. Lo mismo se aplica, con mayor razón, al tipo específico de escasez actual. Si la escasez de recursos naturales puede, aunque imperfectamente, ser afrontada en el mercado, elementos como el equilibrio climático, la capa de ozono, la biodiversidad o la capacidad de recuperación del ecosistema trascienden a la acción del mercado.

Hoy convivimos con dos realidades contrapuestas. Por un lado, los actores sociales concuerdan en que el estilo actual se ha agotado y es decididamente insustentable, no sólo desde el punto de vista económico y ambiental, sino principalmente en lo que se refiere a la justicia social. (Guimares, 1998) Por el otro, no se adoptan las medidas requeridas para la transformación de las instituciones que dieron sustento al estilo de vida actual. El concepto de sostenibilidad supondría una restricción ambiental al proceso económico, sin afrontar todavía los procesos institucionales y políticos que regulan la propiedad, control, acceso y uso de los recursos naturales y de los servicios ambientales.

La creciente importancia dada a los criterios de consumo y de producción sustentable es un objetivo que los países alcanzarán cuando comiencen a reconocer que la sostenibilidad demanda un enfoque estratégico a largo plazo para transformar las causas que provocan los problemas ambientales. En relación con el tema de los patrones de consumo es posible señalar que ellos están determinado por una red de actores y mecanismos que pueden sintetizarse en: el precio de los bienes y servicios, las características de la infraestructura (vivienda, energía, transportes), los presupuestos individuales y empresariales, el perfil de actividad de los particulares y las empresas y las alternativas en los modos de vida. Los diferentes niveles de influencias y vínculos de interdependencia dentro de estas redes destacan aspectos condicionantes que los gobiernos deben considerar para operar los cambios sustentables

Sostenibilidad ambiental. Takács (2004) menciona que la transformación de la biosfera ha pasado por lo menos por 6 transiciones importantes: el fuego; el lenguaje; la agricultura; las conquistas europeas; la transición científica tecnológica, la cual permitió el crecimiento exponencial de la población y así mayor presión sobre los recursos y mayor poder de extracción de los mismos con la utilización de fertilizantes y plaguicidas; por último la transición actual donde se produce más alimento que en ningún otro tiempo de la historia, y al mismo tiempo existe más número de personas que no tienen un acceso digno a éste. Muchos han planteado el problema como un problema tecnológico, pero la historia nos enseña que no es la cantidad solamente sino la mala distribución lo que está agotando y deteriorando al medio ambiente y al ser humano que lo habita. Las transformaciones de las biosfera han sido en mayor medida en las últimas décadas que en toda la historia del planeta, las externalidades de la producción de consumos en la civilización actual está poniendo en riesgo la sostenibilidad de la vida humana como lo reflexionan autores como: Fiisher et al. (2005), Rosales (2006), Balée (2006) y Verhagen (2008).

La dimensión ecológica de la sostenibilidad promueve la protección de los recursos naturales necesarios para la seguridad alimentaria y energética y, al mismo tiempo, comprende el requerimiento de la expansión de la producción para satisfacer a las poblaciones en crecimiento demográfico. Se intenta así superar la dicotomía medio ambiente-desarrollo, aspecto nada sencillo a juzgar por los impactos ambientales de los modelos económicos neoliberales vigentes en el mundo contemporáneo.

La dimensión ecológica de arquitectura hacia la sostenibilidad está condicionada por la provisión de recursos naturales y de servicios ambientales de un espacio geográfico. Es posible advertir que si bien la abundancia de recursos naturales no garantiza el carácter endógeno del desarrollo sustentable, como lo demuestra la circunstancia de tantos países subdesarrollados que poseen una importante dotación de recursos hídricos, minerales o energéticos; no hay duda que constituye el potencial básico del desarrollo territorial y el bienestar humano.
Es fundamental incorporar la dimensión ecológica en la toma de decisiones políticas y, asimismo, es necesario examinar las consecuencias ambientales de la apropiación de los recursos naturales que cada sociedad promueve en las distintas etapas históricas.
La sostenibilidad ecológica se refiere a la relación con la capacidad de carga de los ecosistemas, es decir, a la magnitud de la naturaleza para absorber y recomponerse de las influencias antrópicas.
La capacidad de carga es el máximo número de personas que pueden ser soportadas por los recursos de un territorio y se define normalmente en relación a la máxima población sustentable, al mínimo nivel de vida imprescindible para la supervivencia. El concepto de capacidad de carga permite evaluar los límites máximos del crecimiento de la población según diversos niveles tecnológicos (Duran, Lara 2002).
La capacidad de carga puede tener también varios significados. Cuando se trata de recursos renovables (reservas de aguas subterráneas, árboles y vegetales diversos, peces y otros animales) este concepto se refiere al rendimiento máximo que se puede obtener indefinidamente sin poner en peligro el capital futuro de cada recurso. En el caso de la contaminación (vertidos líquidos y gaseosos en ríos, lagos, océanos y en la atmósfera) la capacidad de carga se refiere a las cantidades de productos contaminantes que estos receptores pueden absorber antes de ser irremediablemente alterados.
Para el caso de los recursos naturales renovables, la tasa de utilización debiera ser equivalente a la tasa de recomposición del recurso. Para los recursos naturales no renovables, la tasa de utilización debe equivaler a la tasa de sustitución del recurso en el proceso productivo, por el período de tiempo previsto para su agotamiento (medido por las reservas actuales y por la tasa de utilización). Si se toma en cuenta que su propio carácter de “no renovable” impide un uso indefinidamente sustentable, hay que limitar el ritmo de utilización del recurso al período estimado para la aparición de nuevos sustitutos. Esto requiere, entre otros aspectos, que las inversiones realizadas para la explotación de recursos naturales no renovables, a fin de resultar sustentables, deben ser proporcionales a las inversiones asignadas para la búsqueda de sustitutos, en particular las inversiones en ciencia y tecnología (Guimares,1998).

Sostenibilidad social. Principalmente la sostenibilidad relacionada con las sociedades rulares (que en esta tesis nos interesa revisar y analizar) encontramos los siguientes autores: Sevilla (2000) Barkin (2002) Altieri (2000) Toledo et.al. (2002) Toledo (1996, 2002) quienes han profundizado en la relación de la sociedad con el medio ambiente y su apropiación agroecológica vs la agro industrial.

Toledo (1996) plantean algunos principios y criterios que permiten un acercamiento al “deber ser” de las comunidades en la búsqueda de su desarrollo, este enfoque a diferencia del status quo permite, busca o fortalece los principios de: diversidad, autosuficiencia, integración, equidad, justicia económica, equilibrio espacial, equilibrio productivo, equilibrio comunitario y equilibrio familiar como eje prioritario en el desarrollo comunitario sustentable (DCS). La característica más sobresaliente del DCS es su carácter endógeno donde la comunidad toma o recupera el control de los procesos que la determinan o afectan, ya que, la autodeterminación o autogestión, concebida como una “toma de control” es el objetivo central de todo desarrollo comunitario, se propone 6 dimensiones que difícilmente existen unas sin las otras para retomar el control de manera integral estas son: 1-control del territorio y sus límites, 2-control del uso de los recursos (diagnostico, inventario) 3- control cultural salvaguarden sus propios valores culturales,.4- control social incremento de la calidad de vida 5- control económico, en la fijación de precios, subsidios, impuestos, prestamos, 6 control político, normas, reglas principios, participación, democracia, autonomía y ejecución del derecho consuetudinario.
De acuerdo con Toledo et al. (2002) La apropiación de la naturaleza es el eje de lo rural, la apropiación es una fracción del proceso general de producción es el momento en que los humanos se articulan con la naturaleza a través del trabajo. Es el acto en que el sujeto hace suyo una “cosa” la apropiación se transforma en producción en el momento el hombre hace transitar un fragmento de materia o energía desde el “espacio natural” al “espacio social”. El fenómeno de apropiación tiene un carácter multidimensional, los autores mencionan por lo  menos 7 y estos son: 1- apropiación de la naturaleza, 2 –población, 3- intercambio de materiales o energías, 4- tecnologías, 5-conocimientos empleados, 6- cosmovisión, 7- Instituciones que regulan las normas locales.

La “sociedad sustentable” es propuesta como mediación entre “tradición” y “modernidad” y se constituye en un nuevo modo de apropiación de la naturaleza solo podido entender en términos de la multidisciplinariedad (Toledo 1996).
A medida que podamos entender el metabolismo de la apropiación que las sociedades rurales tienen de su medio ambiente, podremos colaborar en el fortalecimiento y recuperación de estas sociedades del control de su territorio, economía, cultura, política, sociedad, ambiente.

Sostenibilidad cultural. De acuerdo con Chiu (2004), Galafassi (2001) los atributos de la cultura en general tienen relevancia en el concepto de sostenibilidad. En primer lugar, la cultura se almacena, y se trasmite de una generación a otra. En el proceso se acumula, y mejora o evoluciona con el tiempo y el espacio, pero también puede extinguirse. Otro atributo es la diversidad de la cultura: hay muchas culturas separadas y cada una es diferente a las demás. Por lo tanto la cultura da identidad a un lugar en diferentes periodos de tiempo, atributo importante de la cultura particularmente para la perspectiva de la sostenibilidad, La cultura de un lugar es también inseparable del medio ambiente natural y sin duda tiene un papel fundamental en la búsqueda de la sostenibilidad ambiental de un lugar.
El concepto de sostenibilidad cultural según Delgado et.al. (2005)  puede equipararse al de "apoderamiento" del entorno cultural; ejercicio que tiene su expresión más evidente en los fenómenos identitarios, pero que se expresa en una multiplicidad de actos privados y públicos objeto de otras lecturas políticas, económicas y sociales. Los elementos culturales de la identidad deben ser utilizados, enseñados y renovados de forma permanente, y la colectividad tiene el derecho y la obligación de adoptar las decisiones necesarias para hacer presente la memoria, enriquecer los lenguajes cotidianos y fomentar a sus creadores.

La evolución de la sociedad hacia estilos de producción y consumo sustentables implica un cambio en el modelo de civilización hoy dominante, particularmente en lo que se refiere a los patrones culturales de relación sociedad-naturaleza. “La adecuada comprensión de la crisis supone pues el reconocimiento de que ésta se refiere al agotamiento de un estilo de desarrollo ecológicamente depredador, socialmente perverso, políticamente injusto, culturalmente alienado y éticamente repulsivo. Lo que está en juego es la superación de los paradigmas de la modernidad que han estado definiendo la orientación del proceso de desarrollo. En ese sentido, quizás la modernidad emergente en el Tercer Milenio sea la `modernidad de la sostenibilidad´, en donde el ser humano vuelva a ser parte de la naturaleza” (Guimares1998).

La sostenibilidad no sólo debería promover la productividad de la base de los recursos y la integridad de los sistemas ecológicos, sino también los patrones culturales y la diversidad cultural de los pueblos.

Actualmente, la principal causa de la insostenibilidad posee una dimensión cultural, según cómo sea la cosmovisión o forma de ver el mundo. Desde ésta perspectiva, la cultura occidental contemporánea es insustentable. Su relación con el entorno se fundamenta en la idea de la apropiación de la naturaleza como una inagotable fuente de recursos.

La sostenibilidad cultural comprende la situación de equidad que promueve que los miembros de una comunidad o país, tengan acceso igual a oportunidades de educación y aprendizaje de valores congruentes con un mundo crecientemente multicultural y multilingüe y de una noción de respeto y solidaridad en términos de sus modos de vida y formas de relación con la naturaleza.

Concluimos que la verdadera riqueza del concepto de la sostenibilidad está en la diversidad de enfoques y posturas que nos permiten construir nuestro “deber ser”; queda muy clara la meta que se persigue, y cómo está en la mesa de discusión en todos los niveles y escalas; cada aportación individual, a final de cuentas, es una contribución hacia la sostenibilidad.

Ahora nos toca a nosotros, cambiar el rumbo, hacia una arquitectura más vinculada con los problemas sociales y económicos que estamos viviendo, y que muchas veces no será construir edificios.
Tenemos cimientos claros, pero hay que desarrollar nuevas ideas e innovar hacia una mejor manera de hacer arquitectura.
Hay muchos que nos pueden ayudar en la búsqueda, como diseñadores, artesanos e ingenieros. Tenemos que dejar de lado la idea del arquitecto estrella y empezar a pensar en conjunto, en cooperación entre las diferentes disciplinas, en trabajar en equipo para hallar soluciones más elaboradas, y no pensar en la firma de un solo personaje y mucho menos vincularlo a una marca.

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