UN NUEVO MODELO DE DESARROLLO LOCAL

UN NUEVO MODELO DE DESARROLLO LOCAL

Alejandro Hernández Renner (CV)

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2.3. LA INNOVACIÓN Y LA TECNOLOGÍA

Es precisamente la innovación la razón por la que se hacen tantos esfuerzos en el ámbito de la dirección del conocimiento, en la perspectiva del desarrollo local. La alternativa más eficaz para incrementar la competitividad y elevar el nivel de vida de un país consiste en fabricar productos de alto valor añadido (fundamentalmente innovadores) (COTEC, 1995). Analizaremos de manera particular las posibilidades que ofrecen a un territorio las dinámicas de redes para la innovación, y en consecuencia para ayudar a su desarrollo.
Porter (1991) define la capacidad competitiva (capacidad de desarrollo, en suma) de una nación, región, u otro tipo de territorio, en función de la capacidad innovadora de empresas, sistemas y agrupamientos. La Nueva teoría del crecimiento coincide en afirmar la importancia esencial de la generación y aplicación de las nuevas ideas para el crecimiento económico. Veremos estas teorías con detalle en el Capítulo 4.
La definición de innovación es una materia que puede abarcar miles de páginas. En mi opinión, sigue siendo perfectamente válida para explicar el papel de la innovación en el desarrollo o desenvolvimiento de un territorio la clásica de Schumpeter: “Producir significa combinar materiales y fuerzas que se hallan a nuestro alcance. Producir otras cosas, o las mismas por métodos distintos, significa combinar en forma diferente dichos materiales y fuerzas. El desenvolvimiento, en nuestro caso, se define por la puesta en práctica de nuevas combinaciones. Este concepto cubre los cinco casos siguientes:
- La introducción de un nuevo bien o de una nueva calidad de un bien;
- La introducción de un nuevo método de producción;
- La apertura de un nuevo mercado;
- La apertura de una nueva fuente de aprovisionamiento de materias primas;
- La creación de una nueva organización de cualquier industria” (Schumpeter, 1944).
Para algunos autores, la lista de Schumpeter se queda corta, al no abarcar las actividades innovadoras de transferencia de tecnología que aprovechan las oportunidades de introducir una tecnología ya disponible y válida en áreas geográficas cuya aptitud para la misma no había sido anteriormente reconocida ni utilizada. También se amplía el contenido de la innovación incluyendo el concepto de los cambios en la estructura organizativa de las empresas y la modificación de las habilidades de las personas. Una última área es la innovación política, que involucra cambios en las estrategias de las empresas para alcanzar sus principales objetivos (COTEC, 1995). 
En todo caso, debo dejar claro que coincido con los que piensan que el concepto de innovación abarca tanto la innovación empresarial como la social, y por otro lado con aquellos que opinan que la innovación va mucho más allá de la I+D y de la tecnología (serían a estos efectos elementos conexos dentro del macroproceso del desarrollo, pero no agotan la noción de innovación). La I+D y la tecnología pueden producir desarrollo, pero también pueden tener un efecto neutro, o incluso desfavorable, si no se estructuran adecuadamente dentro del entorno en el que se desenvuelven, por lo que hay que tener cuidado con el papel y la posición que se asigna a estas actividades y recursos, y huir también de la falsa idea de que siempre “más y más grande es mejor”. En nuestro entorno actual, puede ocurrir que quepa imponer una nueva dirección al desarrollo tecnológico, una nueva dirección que lo reoriente hacia las verdaderas necesidades del hombre, y esto también significa: hacia la verdadera dimensión del hombre. El hombre es pequeño, y, por lo tanto, lo pequeño es hermoso (Schumacher, E.F., 1974).
Particularmente en España, parte de la ideología contemporánea en materia en desarrollo e innovación se ha construido sobre algo que posiblemente obedezca a una mala interpretación. El concepto de I+D+i arrancó del anglosajón 'R&D and innovation', pero su traducción (en mi opinión errónea) al español lo convirtió en una especie de secuencia, donde los tres elementos (investigación, desarrollo e innovación) no sólo se acaban sumando (en lugar de utilizar conjunciones), sino que parecieran constituir necesariamente tres fases sucesivas de un único proceso lógico. Mas no se explica bien el resultado de esta suma, si es que fuera tal: I+D+i = ?. Tampoco se explica que muchas veces la innovación no es la tercera fase del proceso de I+D, y que obedece a mecanismos diferentes, poco o nada lineales. 
La visión clásica sostiene que la innovación es un proceso de descubrimiento que ocurre siguiendo una secuencia lineal y fija de fases. Las características reticulares de la economía basada en el conocimiento han producido cambios radicales en el modelo lineal de la innovación. Vista así, la innovación comienza con nueva investigación científica, progresa secuencialmente a través de etapas de desarrollo de producto, producción y marketing, y termina con una venta realizada con éxito de nuevos productos, procesos  y servicios. Ahora se reconoce que las ideas para innovar pueden provenir de muchas fuentes (...) que la innovación puede asumir muchas formas (...) y que el proceso no es completamente lineal (OCDE, 1996).
La innovación requiere considerable comunicación entre diferentes actores y retroalimentación entre ciencia, ingeniería, desarrollo de producto, producción y marketing. En la economía basada en el conocimiento, las empresas buscan enlaces para promover el aprendizaje inter-organizativo e interactivo, y buscan socios y redes externas para proveerse de activos complementarios. Estas relaciones ayudan a las empresas a repartir los costes y el riesgo asociados a la innovación entre un número mayor de organizaciones, a acceder a nuevos resultados de la investigación, a adquirir los componentes tecnológicos clave de un nuevo producto o proceso, y a compartir activos para la fabricación, el marketing y la distribución. A medida que desarrollan nuevos productos y procesos, las empresas deciden que actividades desarrollarán solas y cuáles en colaboración con otras empresas, con universidades o con el apoyo de la Administración. En su versión más contemporánea, se concibe la innovación como un proceso abierto,  y ya se nos hace complicado conceptualizarla idealmente de una forma que no sea innovación abierta o open innovation (Chesborough, 2003), y que permita aprovechar las ventajas de la inteligencia colectiva.
En el fondo, el nuevo paradigma económico es también un nuevo paradigma organizativo: “los individuos y las pequeñas empresas con acceso a la información y al conocimiento y con habilidades para utilizarlos con creatividad e innovación serán capaces de enfrentarse a las grandes empresas en el mercado global (..) El éxito de las organizaciones en la nueva economía depende, no sólo del acceso a los recursos necesarios y a la tecnología, sino también del conjunto de relaciones de base local y regional” (Dinis, 2004).
El modelo de “Capacidad innovadora nacional” (national innovative capacity framework), definido por Jeffey L. Furman, Michael E. Porter y Scott Stern (2002) abunda en esta concepción no-lineal, adoptando un enfoque más institucional, y me parece especialmente útil para explicar la relación entre innovación y desarrollo de un territorio. Tras un estudio empírico que evalúa las fuentes de diferenciación entre diferentes países en la producción de resultados visibles de innovación, este modelo se fundamenta en tres áreas diferentes de investigación anterior:

  • la teoría del crecimiento endógeno basado en el conocimiento (Romer, 1990)
  • la teoría de los agrupamientos (clusters) y la ventaja competitiva industrial nacional (Porter, 1990)
  • y la investigación sobre los sistemas nacionales de innovación (Nelson, 1993).

Dado que con posterioridad nos extenderemos (Cap. 6) en la explicación de las dos primeras teorías, aquí haré sólo referencia de manera detallada a la tercera.
La visión sobre los sistemas nacionales de innovación se inicia con una descripción detallada de la organización y las rutinas de actividad que contribuyen al comportamiento innovador en los países, identificando las instituciones y actores que tienen roles destacados en determinados sectores industriales, y señalando las diferencias entre los enfoques nacionales con respecto a la innovación.
A diferencia de teorías anteriores, la literatura sobre los sistemas nacionales de innovación enfatiza el papel activo que juegan políticas gubernamentales e instituciones específicas. Por ello, presta especial atención a cuestiones como el sistema universitario, la protección de la propiedad intelectual, o la división de tareas entre las industrias, la administración pública y las universidades en la financiación y resultados de la I+D.
En cualquier caso, las tres áreas de investigación (nueva teoría del crecimiento, agrupamientos, y sistemas nacionales) coinciden en el papel central que juega para la innovación la existencia de personas altamente cualificadas para realizar la I+D, así como en el de la presencia una sólida base tecnológica local. Las tres perspectivas también reconocen la importancia de que incidan factores políticos y económicos por igual. Pero al definir el modelo de capacidad innovadora nacional se quiere dar un paso más hacia delante, explicando cómo los elementos mencionados interactúan permitiendo alcanzar una determinada tasa de innovación en una determinada economía (Furman et al., 2002). La capacidad innovadora nacional se define así como la capacidad –tanto económica como política- de un país para producir un flujo de innovaciones con trascendencia comercial, con lo que se distingue tanto de los avances tecnológicos y científicos per se, como de la ventaja competitiva industrial nacional.
Los factores determinantes de la capacidad innovadora nacional se dividen en tres grupos:

  • la infraestructura innovadora colectiva: instituciones, recursos comprometidos y políticas públicas
  • los entornos innovadores específicos de los agrupamientos (o clusters) industriales residentes en el país
  • la calidad de las relaciones entre la infraestructura innovadora colectiva y los entornos innovadores específicos de los agrupamientos.

El modelo de Furman, Porter y Stern estima la relación existente entre la producción de patentes internacionales y una serie de factores mensurables que describen la capacidad innovadora nacional. El establecimiento de este modelo les permite realizar el estudio empírico de las fuentes de diferenciación entre diferentes países en la producción de resultados visibles de innovación.
Parten para ello de la función de producción de conocimiento de la nueva teoría del crecimiento, pero con una formulación más general que la de Romer, (que hemos visto más arriba), con esta composición:
Å j,t= d j,t(Xinf  j,t , Yclus j,t , Zlink j,t) H A j,t l Af j,t
donde Å j,t es el flujo de tecnologías totalmente innovadoras (new-to-the-world) aparecidas en el país “j” en el año “t”,  H A j,t el total de capital y trabajo dedicado al sector de las ideas o del conocimiento en la economía, y A j,t son las existencias totales de conocimiento en un momento dado, conocimiento que servirá para la producción de nuevas ideas. A la ecuación original añaden Xinf o total de recursos y opciones de política pública que constituyen la infraestructura innovadora común, Yclus que son los entornos innovadores específicos de los agrupamientos industriales residentes en el país, y Zlink que se refiere a la intensidad y calidad de las relaciones entre la infraestructura innovadora colectiva y los entornos innovadores específicos de los agrupamientos. La hipótesis de los autores es que todos los elementos de la capacidad innovadora nacional son complementarios, en el sentido de que el crecimiento marginal en la producción de ideas derivado de aumentar uno de los factores incrementa el nivel de todos los demás (siguiendo la idea de base de Romer de rendimientos crecientes).
Uno de los principales retos que deben afrontar hoy las comunidades y las autoridades públicas es el de remover o reducir las barreras y los obstáculos a la innovación. Entre estas barreras destacan: los altos costes de la innovación; la escasez de fuentes financieras para la innovación; la falta de personal cualificado para realizar las innovaciones en la empresa; y la falta de receptividad de los clientes a nuevos productos (Silva et al., 2008).
Otra cuestión que merece mencionarse en relación con la innovación es dónde se concentra ésta, que es en las ciudades. La ciudad ofrece proximidad y relaciones, ofrece diversidad, y es el lugar de interacción por excelencia. La mejor garantía para la mejora de la eficiencia en la dinámica de las empresas y sistemas locales de empresas viene quizás dada por la capacidad de las ciudades para propiciar el surgimiento de innovaciones, para favorecer los procesos de aprendizaje y, en definitiva, para favorecer la difusión del conocimiento por el tejido productivo local (Vázquez, 2005). Por las razones mencionadas, son las ciudades y no las áreas rurales los espacios en principio más propicios para la aparición de innovaciones. De este argumento puede derivarse la necesidad de crear condiciones y espacios innovadores en áreas rurales, es decir, de “urbanizar” las áreas rurales, haciendo accesibles tecnologías y conocimientos, y propiciando dinámicas innovadoras tanto empresariales como sociales, a fin de mejorar su posición competitiva y sus posibilidades para alcanzar un adecuado desarrollo.