TOPICOS SELECTOS EN ESTUDIOS ORGANIZACIONALES

TOPICOS SELECTOS EN ESTUDIOS ORGANIZACIONALES

Rosalinda Gámez Gastélum (Coordinadora) (CV)
Universidad Autónoma de Sinaloa

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LA LEGITIMITADAD DE LAS ONGS COMO OBJETO DE ESTUDIO ORGANIZACIONAL DEL TERCER SECTOR EN SINALOA

José Luis Robles Ahumada
Gloria Aréchiga Sánchez
Introducción.

Actualmente existen un gran número de organizaciones con características muy particulares comúnmente denominadas Organizaciones No Gubernamentales (ONGs), que no forman parte del Estado ni del mercado y que realizan funciones de utilidad social, y que a pesar de su creciente importancia económica, política, académica y social, no han sido suficientemente estudiadas.  Por lo que el presente artículo tiene el propósito de mostrar como se estructuró un marco teórico para analizar el nivel y el grado de legitimidad social que alcanzan este tipo de organizaciones en el Estado de Sinaloa; se consideró pertinente de entrada incluir a manera de contextualización algunos elementos básicos de la construcción del objeto de estudio, los cuales dan cuenta del rumbo que en esta investigación se ha seguido, cuyos resultados preliminares se dan a conocer en este trabajo.   

1. La construcción del objeto de estudio

El contar con conocimientos suficientes, claros y sistemáticos de la realidad externa e interna de las ONG en Sinaloa, es el primer requisito para dar pasos firmes hacia una buena gestión para asegurar su legitimidad social. El análisis de la realidad externa, incluye detectar los problemas sociales y desde donde emanan las necesidades que la ONG atiende, contempla además el conocimiento de su ideario en términos de su misión, visión, y filosofía. Asimismo, debe incluirse en este ámbito el reconocimiento de las tendencias que dinamizan su contexto, identificando aquellas que la pueden favorecer en su funcionamiento (oportunidades) y cuáles pueden obstaculizarlo (amenazas). La realidad interna, a su vez, implica conocer los recursos de que dispone las ONGS  para llevar a cabo su funciones, donde cobra importancia establecer cuáles son sus orígenes, fortalezas y debilidades, en la idea de potenciar las primeras y disminuir las segundas.

El conocimiento de esa realidad a través de un análisis situacional estratégico, permite a las organizaciones concentrar los esfuerzos en aquellas aéreas deficientes que impiden una satisfactoria operación. Dicho análisis situacional se convierte en un instrumento para conocer la realidad organizacional a partir de la visión de los actores, por lo que se requiere llevarlo a cabo de una manera rigurosa, es decir, de manera  metódica, sistemática y comunicable. Cabe aclarar que en la adopción de esta perspectiva general, su función no es únicamente la realización de un diagnóstico descriptivo, sino a partir de ello, su objetivo prioritario es analizar a las ONGS como sistema 1, en lo referente al logro de los fines establecidos, tomando en cuenta tanto las características del contexto global, la normatividad como los rasgos que le dan identidad y legitimidad a dichas organizaciones sociales.

Por ello, en este proceso indagatorio, se recogerá información procedente del funcionamiento de las ONGs, vertidos por sus principales actores, utilizando una lógica asociativa11 derivada de la teoría general de sistemas, que favorece la observación de la realidad interna/externa de las ONGs, desde aquellos componentes fundamentales que juegan un papel relevante en la mejora de los resultados del sistema. Ya que poder llegar al conocimiento de esa realidad, permite a las propias ONGS, proponer las soluciones más viables a sus problemáticas tomando en cuenta sus necesidades y sus posibilidades reales.

Los objetivos generales son: La construcción y validación de un modelo teórico-metodológico para analizar y conocer el grado de legitimación social de  las ONGS en Sinaloa, precisando los conceptos clave, las categorías e indicadores que lo componen.  Para ello se plantea también los siguientes objetivos particulares: Construir los indicadores que en cada componente del modelo (categorías) darán cuenta de su congruencia interna, y que determinan en gran medida su grado de legitimidad.  Propiciar condiciones para que los miembros de la ONGS reconozcan este proceso participativo como un medio para el desarrollo de sus organizaciones, de sus integrantes y de la sociedad a la que se deben. (responsabilidad social). Generar condiciones para que los miembros de las ONGS desarrollen la conciencia acerca de su responsabilidad social, para que se traduzcan en acciones cooperativas y de ayuda mutua que  les permitan clarificar y definir una estrategia organizacional para lograr su legitimidad. Elaborar recomendaciones y sugerencias para promover ambientes organizacionales,  que favorezcan la sensibilización de los actores, para que a partir de la detección de las necesidades mejoren su gestión en los distintos ámbitos que integran a este tipo de organizaciones.

Las preguntas de investigación se han agrupado por fases: A) Descriptiva 2. De teorización abordada con el método deductivo. Su propósito es construir el sustento teórico de la investigación constituido por los componentes del modelo analítico. En esta fase se plantean las siguientes preguntas:  ¿Cuáles son las principales características organizativas y de gestión de las ONG en Sinaloa? ¿Cuáles son fines (Misión / visión) que persiguen las ONGS? ¿Cuáles son las categorías axiológicas o valores que constituyen la identidad de las ONGS, y de qué manera los actores les dan cumplimiento en su quehacer diario? ¿Cuáles es el grado de legitimidad social de las ONGs en Sinaloa?.  B) Predictiva3 . Es entendida como un proceso generador de líneas de trabajo, por lo que se plantean los siguientes cuestionamientos: ¿Qué contenidos deberá tener el Modelo, para que más allá de su funcionalidad, coadyuve al fortalecimiento de la legitimidad de las ONGS  a través de una gestión adecuada? ¿Cuáles deberán ser los indicadores a considerar en cada ámbito del modelo analítico, para que de manera individual y correlacionados, den cuenta de la congruencia interna de las ONGS? ¿Cuáles deberán ser los niveles de responsabilidad y los ámbitos de intervención de los actores en la realización del análisis organizacional de las ONGS? ¿Cuáles deberán ser los principios éticos que guíen las acciones de los miembros de las ONGS?¿Qué conocimientos, habilidades y actitudes deberán desarrollar los actores internos de las ONGs, para que a partir de la detección de sus necesidades, se articulen en el diseño, implementación, ejecución y seguimiento de los proyectos de desarrollo de sus propias organizaciones?

Los supuestos que se toman como punto de partida son tres: El Proyecto Organizativo de las ONGS, cuestiona la relación entre el perfil profesional de los directivos, especialmente considerando su formación en el área administrativa y el tipo de gestión que realizan para alcanzar su legitimidad. La gestión de las ONGS vincula la formación profesional de sus miembros con las prácticas que ellos privilegian y ambas determinan su congruencia interna. La gestión de las ONGS cuestiona la correspondencia entre sus fines y principios, con: Los documentos que norman las interacciones en las ONGS, con los procesos formativos de los actores y con los mecanismos de comunicación social.

2. Fundamentos teóricos

2.1 Teorías del Tercer Sector

En la literatura existente se encuentra un extenso catálogo de denominaciones para nombrar a las organizaciones que componen el tercer sector: entidades sociales, organizaciones no gubernamentales, organizaciones socio-voluntaria, organizaciones no lucrativas, asociaciones, organizaciones de acción social entre otras. La diferente terminología empleada en los diversos estudios y las imprecisas categorizaciones de las fuentes estadísticas, se constituyen en un obstáculo, al momento de realizar estudios organizacionales, de carácter comparativo, o de cualquier tipo.

Por lo que dilucidar lo que tienen en común este heterogéneo grupo de organizaciones resulta en este apartado un ejercicio obligado. Para ello partimos del que son organizaciones sociales, es decir son sujetos asociativos, con grados diversos de formalización e institucionalización que se sitúan en el espacio público entre el Estado y el Mercado, a este espacio se le ha denominado tercer sector de la economía y /o sociedad civil. Rodríguez (2005) afirma que aunque el uso del término de Tercer sector data de los ochentas, ya para los setenta Etzioni en 1973, hablaba del tercer sector y sus posibles características, igualmente señala que Levitt en 1973,  definía al  tercer sector como  el espacio residual entre el sector privado que corresponde al mercado y el sector público.

En el mismo sentido  Sybille (2001,1) refiere que la aparición por primera vez del término tercer sector en Francia se da a fines de la década de los setentas.  Fue Jacques Delors  quien lo define como “una variación del tema del sector servicios”, y más tarde  como un “tercer sector coexistiendo junto a la economía de mercado y al sector estatal”. En adelante el tercer sector ha sido objeto de estudio, fundamentalmente desde la ciencia económica y se le ha abordado desde las particularidades de la transacción entre los sujetos económicos, subrayando aspectos como la mutualidad económica, la gratuidad, la ausencia de intereses y  finalidad de no lucro. Estos estudios  se inscriben en dos grandes vertientes: La anglosajona promovida sobre todo desde Estados Unidos y la Universidad John Hopkins;  y la europea canadiense (quebequense),  promovida sobre todo desde el Centre International de Recherche etd’ Information sur l’ Économie Publique, Sociale et Coopérative (CIRIEC).

La corriente anglosajona se posiciona desde hace ya un cuarto de siglo como la literatura del non-profit sector o del non-profit organization (entidad no lucrativa, ENL), considerando como tal a aquellas organizaciones privadas que en virtud de sus reglas constitutivas, no pueden distribuir sus beneficios a las personas que las controlan, teniendo que destinarse, a la realización de sus objetivos y/o a la ayuda de personas que no ejerzan ningún control sobre esa organización.

Este enfoque excluye a las organizaciones que distribuyen beneficios a sus socios bajo cualquier modalidad, con lo que se descarta a la mayoría de las cooperativas como uno de las componentes del tercer sector. Al mismo tiempo, el enfoque de ENL más divulgado (Salamon; Anheier, 1999) establecen cinco requisitos básicos para evidenciar a una organización como parte integrante del tercer sector:

a) Organizaciones.- Ya que poseen una presencia y una estructura institucionales; b) Privadas.- Están separadas institucionalmente del Estado; c) Que no reparten beneficios.- No generan beneficios para sus gestores o el conjunto de «titulares» de las mismas; d) Autónomas.- Definen y controlan sus propias actividades y; e) Con participación de voluntarios.-La pertenencia a ellas no está legalmente impuesta y atraen un cierto nivel de aportaciones voluntarias de tiempo o dinero. Nótese que en esta clasificación no se encuentra presente un elemento que es característico de la visión Europea como es el carácter democrático de la organización. De acuerdo con este requisito difícilmente podrían incluirse en el tercer sector a entidades tan significativas como las fundaciones o las entidades religiosas (órdenes y congregaciones religiosas, fundaciones canónicas).

En el ámbito europeo esta delimitación conceptual del tercer sector comenzó a establecerse en Francia y en Bélgica en la década de los ochenta ante la necesidad de instituir un denominador común. Al respecto  Jiménez  (2008), citando a Monzón (1987), refiere que el Comité Nacional de Enlace de las Actividades Mutualistas, Cooperativas y Asociativas (CNLAMCA) aprobó en 1982 la Carta de la Economía Social, que define a éste sector como “el conjunto de entidades no pertenecientes al sector público que, con funcionamiento y gestión democráticos e igualdad de derechos y deberes de los socios, practican un régimen especial de propiedad y distribución de las ganancias, empleando los excedentes de ejercicio para el crecimiento de la entidad y la mejora de los servicios a los socios y a la sociedad”. Jiménez  (2008:     ). También en Bélgica, el Conseil Wallon de l’ Économie Sociale (1990) estableció las siguientes características  para delimitar el sector de la Economía Social: finalidad de servicio a sus miembros o a la colectividad antes que de lucro; autonomía de gestión; procesos de decisión democráticos; primacía de las personas y del trabajo sobre el capital en el reparto de las rentas.

Bonamusa y Villar (1998), revisando a una serie de autores concluyen que,  dentro del campo de reflexión académica cuyo objeto de análisis es el Tercer Sector, en la última década, más que nuevos desarrollos, se han producido refinamientos de viejas teorías y acumulación de un importante cuerpo de material empírico.  Sobresalen entre estas teorías la de los bienes públicos de Weisbrod (1986),  basada en las fallas del gobierno y del mercado; la de Hansmann (1986), elaborada a partir de las fallas contractuales; la de James (1987), que incorpora la oferta institucional como parte de la explicación y la de Salamón (1987) que busca explicar la interdependencia entre el Tercer Sector y el gobierno.

Estas teorías se han elaborado para dar una racionalidad a la existencia del tercer sector, buscan entender y explicar la existencia de ese sector en relación al gobierno y al sector privado. Para realizar ese trabajo, las teorías mencionadas, privilegian la función de prestación de servicios para realizar el análisis de las diferencias que tienen las organizaciones del tercer sector en relación con las del gobierno y las del sector privado. La pregunta que guía esas teorías es por qué algunos servicios son prestados por Entidades Sin Ánimo de Lucro (ESAL) y no por el gobierno o por el sector privado con ánimo de lucro, y por qué existen entidades sin ánimo de lucro produciendo un tipo especial de bienes en ciertas áreas de la economía y no en otras. Las teorías presentadas, hacen de la producción de bienes y la prestación de servicios sociales el eje de su análisis, con lo cual desconocen el importante papel de las organizaciones del Tercer Sector en la generación de valores, en la cohesión social, en la movilización de intereses, en la formación y apoyo de organizaciones sociales, en la creación de opinión pública, en la influencia directa de políticas, y en las labores de control del Estado.

Los atributos específicos de las organizaciones que componen el llamado Tercer Sectorno estarían en su sustancia sino en las similitudes y diferencias con respecto a los otros dos sectores. Así, comparten con las empresas su condición de organizaciones privadas y con el Estado el interés por temáticas que encuentran alguna referencia directa o indirecta, y a veces casi imperceptible, con lo público. Complementariamente, la condición de no gubernamental la distancia del Estado y la no lucratividad de las empresas. Son estas características comunes, identificadas a partir de las luces y las sombras que proyectan los otros dos sectores, las que justificarían considerar a estas organizaciones como un conjunto bajo una misma denominación.

Emerge recientemente una nueva teoría del Tercer Sector, que se corresponde con las exigencias de un «tercer punto de vista», diferente del individual (liberal) y del holístico (estatal), que se centra en las relaciones sociales como tales. Esta nueva teoríatrata de comprender el Tercer Sector desde una visión más general, cuya naturaleza es Sociológica  y se construye  desde una mirada interna al sector (no externa como es el caso de las teorías económicas), y  se expresa por un lado,como un modo de ser positivo y propositivo de la sociedad (antes que como un tipo de relaciones sociales que se definen por reacción negativa o por salida respecto a otras relaciones o  instituciones sociales), y por otro lado se expresa tambiéncomo una forma social emergente, que nace de la exigencia de diversificar las respuestas a necesidades sociales específicas, que siguen dinámicas de descomposición y multiplicación y que, al mismo tiempo, requieren constantemente nuevas relaciones.(Donati 1979).

Si bien es cierto que el Tercer Sector responde a las exigencias primarias de la relacionalidad social, no es menos importante que con la complejización de la sociedad en un sistema funcionalmente diferenciado, éste viene a especificarse en un sector con instituciones sociales propias. En resumen, el Tercer Sector debe ser comprendido y explicado como el producto de la diferenciación societaria en condiciones de creciente complejidad social.

Al igual que los autores de las teorías económicas mencionados con anterioridad, Donati, para poder explicar la naturaleza del Tercer Sector recurre al análisis de las atribuciones más características de cada esfera de la sociedad. Este autor plantea  que el rasgo distintivo del tercer sector respecto de los otros, es la naturaleza del tipo de bienes que produce. Son bienes específicos que no pueden ser producidos por los otros sectores; esto son, los bienes relacionales. Se trata de bienes que sólo pueden ser producidos y disfrutados por aquellos que son los mismos productores y usuarios, a través de las relaciones que conectan a los sujetos participantes basadas en “el compartir”. El bien relacional se posiciona como el bien común cuya generación y gestión está vinculada al carácter comunitario y primario. Así, de acuerdo con   Donati que logra huir de las definiciones residuales, se plantea como directriz distintiva y específica de las relaciones del Tercer Sector, la solidaridad social Donati (1997).

Esta perspectiva de análisis, comprende y explica al tercer sector, partiendo de una representación de la sociedad como un sistema, y lo delimita a las organizaciones de solidaridad; que no se contrapone a las organizaciones públicas y privadas. Esta posición, postula una relación de coparticipación de tres actores: Estado, mercado y sociedad; y que, se diferencia de aquellas denominaciones sesgadas por su carácter negativo y por el énfasis en la confrontación entre dichos actores como son, los términos de organizaciones no gubernamentales (ONGs) u organizaciones no lucrativas" . Es por ello que, esta concepción de tercer sector parte de una visión positiva del término; obviando la disputa por el significado del mismo, aunque la propia idea de solidaridad da origen a interpretaciones de diversos tipos y a cierta ambigüedad.

Desde esta misma perspectiva del análisis de la naturaleza de los bienes que produce el Tercer Sector, destaca también la postura del autor García Roca (1994). Para él, la lógica de asignación de recursos no puede limitarse a las reglas formales, ni por tanto al dilema Estado-Mercado puesto que, en su opinión, hay bienes que por su naturaleza no pueden ser sometidos a la lógica del mercado ni a la de la administración.  Existen para este autor tres lógicas de asignación de recursos con motivaciones para la acción diferentes que se sustancian en tres espacios y que funcionan como vectores de la acción social. A saber: la lógica del don, la lógica del intercambio y la lógica del derecho. La primera compete a la distribución de bienes sociales caracterizados por la proximidad, la comunicación y la personalización; la lógica del intercambio procede en los casos en que la decisión y la preferencia pertenecen a la naturaleza del interés particular; la del derecho preside la asignación de bienes que deben ser garantizados jurídicamente y universalizados al responder a las necesidades humanas fundamentales.

Siguiendo de nuevo a García Roca (1994), estas tres lógicas se sustancian en espacios: de mundos vitales, del mercado y del estado. La lógica del don se desarrolla en los mundos vitales y crea los espacios comunitarios, su racionalidad viene dada por estructuras de sentido y por valores como el altruismo, la mutualidad y la reciprocidad, su tipo de acción es la comunicativa. Por su parte, el escenario del mercado responde a la lógica del intercambio y crea los espacios mercantilizados basados en la negociación contractual, sus atribuciones características son la eficiencia económica, la competencia y el incentivo, su motivación para la acción se fundamenta en el ánimo de lucro. La lógica del derecho se concreta en el escenario del Estado y crea los espacios administrados que se estructuran sobre la función reguladora y distribuidora bajo la racionalidad de la ley y la garantía jurídica frente a los riesgos, su motivación para la acción es el mandato legal.

En esta misma lógica de la acción tripartita destacan  las aportaciones de   Pestoff (1992).  Este autor, para trazar los límites y características que son propios del Tercer Sector, se centra de nuevo en los diversos aspectos de las relaciones implicadas en las tres esferas de lo social: Estado, Mercado, Sociedad Civil. El Tercer Sector se configura así, como el espacio de intersección entre ellas. En el esquema que ya es clásico y comúnmente aceptado entre la mayoría de los estudiosos del tema, Pestoff  combina tres pares de variables que identifican a cada ámbito de la vida social: público/privado; formal/informal; lucrativo/no lucrativo. En la intersección quedará un espacio formal, no lucrativo y privado, al que se viene denominado Tercer Sector que junto con el Estado y el Mercado configuran los espacios o agentes institucionalizados que intervienen en el bienestar en las sociedades complejas.

Es conveniente señalar respecto de la delimitación de Pestoff, que la utilización de un concepto tan polisémico como Sociedad Civil, lejos de aclarar puede inducir a confusiones ya que, existen distintas versiones del concepto. En nuestro caso nos inclinamos por la versión restringida manejada por Arato (1995), que excluye todos aquellos elementos gubernamentales y del mercado económico, reduciendo la sociedad civil al tejido asociativo de carácter voluntario y a los movimientos sociales. Por lo tanto, entendemos que es más conveniente referirse al vértice inferior con términos como los de ciudadanía o redes informales o cuarto sector.

El tercer sector no queda definido sin explicitar su relación con aquel sector que pudiese considerarse como el cuarto sector social, es decir, sin contemplar aquellos sujetos sociales que no se ubican en ninguno de los tres sectores ya señalados  (familias, grupos  y otros).  Por lo que, Noguera y Rambla (2000:33) adoptan una concepción “mixta” de la estructura social que incluye cuatro esferas que denominan: mercantil, estatal, doméstico-familiar y relacional.

Siguiendo la clasificación en subsistemas postulada por Donati (1997:117), en este trabajo se comparte ampliamente el reconocimiento de cuatro esferas: Estado, Mercado, Redes Informales (que incluiría a la familia, las ayudas individualizadas como la donación individualizada, los grupos de iguales y otros relaciones comunitarias no institucionalizadas) y Tercer Sector, que comprendería el tipo de acciones sociales supra individuales o modos de acción social colectiva organizada formalmente. Así, las características, límites y potencialidades teóricas de cada esfera de la acción social quedarían como se recoge en el siguiente cuadro.

Los aportes anteriores que se consignan de manera resumida en la tabla, ponen  de manifiesto que lo que se conoce como Tercer Sector está constituido por un conjunto de organizaciones muy heterogéneas, con múltiples orígenes, valores, campos de acción, niveles de capacidad y tipo de funciones. Por lo que la delimitación conceptual del tercer sector continúa  siendo un tema abierto al debate y dista mucho de estar resuelto presentando todavía unos perfiles borrosos y no suficientemente definidos.  Debido a ello, en este estudio que nos proponemos realizar, ante el reconocimiento de esas carencias conceptuales del tercer sector, nos exige de entrada identificar adecuadamente los elementos y características que lo definen.

 El Tercer Sector, es considerado una categoría descriptiva que define un conglomerado de organizaciones sin especificar valores, ni espacios de acción, ni tipo de relaciones especificas con los gobiernos, las empresas privadas, o con los usuarios. Actualmente la definición estructural operativa de Salamon y Anheier (1992),  es la que más se está extendiendo entre los estudiosos del tema, especialmente por ser la que utilizan en los estudios comparativos sobre el Tercer Sector desarrollados por estos autores en veintidós países y que son una referencia importante sobre esta temática. Estos autores hacen una caracterización del Tercer Sector que denominan estructural-operativa en la que combinan otras dimensiones. Dicha caracterización es, a nuestro juicio, mucho más clarificadora, acertada y completa, por lo que nos resulta muy útil, especialmente a la hora de realizar investigaciones empíricas sobre las organizaciones que componen el Tercer Sector, como la que aquí se propone realizar.  Ya que según estos autores, las organizaciones que pertenezcan al Tercer Sector debe reunir todos y cada uno de los siguientes requisitos:

- ser organizaciones formales: deben tener cierto grado de institucionalización; aunque se refiere a un nivel de organización que podríamos decir de “mínimos, muy flexible y a un cierto ánimo de continuidad, pero ya excluiría las formas más básicas de ayuda, como las familiares, de vecindad, de grupos de iguales o las meras reuniones puntuales.
- de carácter privado: institucionalmente separadas del gobierno, jurídicamente separadas de la administración pública y por tanto, no regidas por el Derecho Administrativo sino por el Derecho Privado.
- autogobernadas: que sean capaces de tomar sus decisiones y controlar sus propias actividades; que tengan órganos de gobierno propios y que no estén controladas por organizaciones externas.
- sin ánimo de lucro: los miembros de estas organizaciones no deben distribuirse los beneficios procedentes de la venta de bienes y servicios, aunque esto no implica que la organización no pueda obtener beneficios, sino que en el caso de que los haya deberán ser empleados con la máxima utilidad social.
- con un componente importante de voluntarios. Deben tener un input voluntario ya sea en términos de trabajo, y/o de donaciones monetarias. Sobre este tema, Rodríguez Cabrero (1996) entiende que también podrían incluirse las organizaciones cuyo fin es el interés general.

2.2. Teorías Sociales de la  Organización y de su gestión

La  teoría de la organización y la teoría de la gestión4 conforman un núcleo duro,  que  permiten caracterizar una definición operativa de las organizaciones del tercer sector. Si la definición de éste sector se origina del  contraste con el  sector mercado y Estado, nuestra caracterización operativa del tercer sector habrá de hacerse en el mismo sentido, esto nos posibilita también orientar su análisis posterior. Por lo que se considera que este marco teórico aún está incompleto,  debido a  que muchos de los conceptos de las teorías de la organización y de la gestión quedan comprendidos o forman parte de un conjunto más amplio de conceptos, que podríamos denominar Teoría Social, que por cierto no es única sino varias, y las cuales en este apartado se presentan de manera resumida.

La sociología ofrece, en primer lugar, un buen abanico de conocimientos en torno a las organizaciones humanas. Mucho de los conocimientos de la teoría de la organización y de la gestión han sido producidos como sociología (sociología de las organizaciones, sociología industrial, sociología de la empresa, entre otras denominaciones), y dado que el foco de nuestro estudio se centra en organizaciones que se dedican a intervenir socialmente, a intentar producir  cambios sociales (al menos micro sociales) en relación con fenómenos que han sido denominados de diferentes maneras, como por ejemplo, exclusión o marginación, nos parece de inicio lo más adecuado, es decir, retomamos la sociología para recorrer esos territorios de los problemas sociales y el cambio social. Rodríguez (2006).

En el origen de la teoría propiamente organizacional se presentan tres vertientes distintas: Una proveniente de la Sociología, con orientación académica y con intenciones de comprender el fenómeno social en todas sus manifestaciones, en que lo organizacional constituía un importante pero parcial aspecto a ser considerado en su relación con el todo social: Max Weber y su clásico estudio de la burocracia. Otra; inscrita disciplinariamente en la Administración, está relacionada con el intento de encontrar nuevas formas y cada vez más eficientes de conseguir que las organizaciones lograran sus objetivos: La Escuela Clásica de Administración Científica, Taylor y Fayol. Una tercera; apoyada en la Psicología Social, que nace de la misma preocupación por la búsqueda de los factores que inciden en la productividad y que deriva en consideraciones referidas al comportamiento grupal de los hombres en su ambiente de trabajo: Mayo, Lewin y la Escuela de Relaciones Humanas.

Al respecto, Ibarra y Montaño (1991,50)  señalan que los desarrollos teóricos de las organizaciones han avanzado a lo largo del siglo por medio de rupturas5 , entrecruzamientos y vicisitudes que le otorgan una especificidad propia como disciplina. Esos estudios se inscriben en la visión volitiva del enfoque convencional que promueve la supremacía del individuo en el acto organizacional. Este es dotado de una  alta racionalidad instrumental que le permite lograr elevados niveles de negociación política.  Por lo que dichos autores opinan, que  la orientación voluntarista que ha caracterizado a este tipo de   análisis ignora por completo el análisis que actualmente se hace en el terreno de las ciencias sociales, acerca tanto de la aparente irracionalidad del comportamiento humano como de la importancia que revisten las estructuras en el comportamiento, incluyendo las especificidades simbólicas y culturales (Ibarra y Montaño, 1992: 51).

Tomando en consideración los anteriores elementos se considera conveniente describir a continuación algunos de los rasgos de las organizciones del tercer sector, en contraste con las que presentan el resto de las organizaciones de otros sectores, con lo cual se deja asentada una postura propia que defina los enfances analíticos de este estudio.

A. Las entidades del tercer sector son organizaciones formales. Algunos de los rasgos definitorios propuestos hacen referencia al propio carácter de las organizaciones como tales. Así se habla de fines, un cierto grado de diferenciación, formalización y estructuración, tal y como se aprecian en la siguiente tabla.

2-Se insiste en su carácter no gubernamental. Las organizaciones han de ser privadas, es decir, no han de formar parte o depender de las administraciones públicas ni regirse por el derecho administrativo, sino, en principio, por el derecho privado. En algunas definiciones la autonomía o independencia no se afirma únicamente respecto de las organizaciones públicas, sino también respecto de otras organizaciones privadas.
3- Se hace referencia a la ausencia de ánimo de lucro. Las organizaciones no han de distribuir beneficios entre sus propietarios, administradores o directivos. Ello no implica que, desde un punto de vista económico, no se produzcan beneficios, sino que estos no se han de repartir sino reinvertirse en función de la misión de la entidad.
4- Se afirma que las organizaciones han de buscar algún tipo de impacto social de interés general o de mejora en calidad de vida de personas o comunidades. Vinculado a este carácter, que suele ser denominado altruista o solidario, aparece el que las organizaciones estén regidas al más alto nivel por personas que no obtienen beneficio económico o que cuenten con la colaboración de voluntariado.

De acuerdo a lo expuesto hasta aquí, se esbozan los rasgos distintivos de una definición operativa propia de las organizaciones del tercer sector, y  se impone el reto de encontrar las teorías sociales más apropiadas para tratar de superar las limitaciones que impone, este campo tan fragmentado y de orientación volutiva de los análisis organizacionales.

Resumiendo nuestra postura, como elementos orientadores para el análisis de las organizaciones del tercer sector  consideramos que sus estructuras deberán reflejar el tipo de problema a los que se va a enfrentar y para los que está diseñada, se reconoce también que las situaciones a menudo son inestables, a medida que los problemas cambian la estructura también necesita cambiar,  y sobre todo es de nuestro interés dejar asentado, que el énfasis de este estudio parte del reconocimiento que la organización en su funcionamiento debe adaptarse a la cultura y a las preferencias de los seres humanos que la conforman (actores).

De acuerdo con lo anterior, los voluntarios hoy en día tienen mayor educación, son menos conformistas y tienen mayor confianza en sí mismos que las generaciones anteriores;  por lo que esperan tener mayor autonomía, mayor campo para el despliegue de sus capacidades y valores que los cohesionan, mayores oportunidades para participar en las decisiones  que contribuyan al logro de los propósitos de la organización y al manejo del conjunto de  relaciones sociales.  Esto  resulta condición básica para integrar un modelo de gestión para el logro de su  legitimidad6 interna y externa.

2.3 Teorías de la gestión de las organizaciones

Es común actualmente referirse a la gestión de un modo tan natural que pareciera que todos entienden lo mismo cuando se habla de ella, pero esto no es así, ya que una de las confusiones más frecuentes es entenderla como sinónimos de administración, esta perspectiva, conlleva a una visión mecánica al percibirlas como simple aplicación del proceso administrativo en las organizaciones7 , por lo que en el inicio de este apartado se decide hacer una distinción de ambos conceptos, con el propósito de explicitar la postura que se tiene en torno al modelo de gestión que requieren las organizaciones que conforman el tercer sector para alcanzar e incrementar su legitimidad.

Para alcanzar esos propósitos,  es necesario ubicar su génesis de la administración y de la gestión, que se da entre el desarrollo de la modernidad y posmodernidad respectivamente. La modernidad tiene sus antecedentes en el movimiento grecolatino del Renacimiento; sus bases filosóficas son respaldadas por teóricos como Descartes, Locke, Hegel y Kant, su auge se presenta durante la edad media, que va gestando su propia ruptura al apoyar la conformación de la nación, en lugar de los feudos; el inicio de una economía de mercado, en lugar de una economía de autoconsumo; la república, en lugar de la monarquía; la individualidad urbana, en lugar de la identidad colectiva agraria; el predominio de la ciencia sobre la filosofía, siguiendo esa lógica se puede afirmar, que después de la Revolución Francesa las características de la modernidad han sido la racionalidad, el conocimiento producido empíricamente y el lenguaje como representación.

Es en ese contexto de la modernidad a fines del siglo XVIII europeo, se dan las pautas para el desarrollo científico y tecnológico, es precisamente en donde se gesta la disciplina social llamada administración con una doble vertiente. Por un lado, la administración de empresas emanada de la revolución industrial, y por el otro, el surgimiento de los Estados nación, dan origen a la Administración Pública, a partir de aplicar categorías como la división social del trabajo, la relación entre trabajo y capital,  lo cual demuestra que la administración es una disciplina eminentemente moderna.

La administración como campo del conocimiento tiene un impresionante despegue teórico en el siglo XIX, pues la modernidad le ha generado las ideologías gerenciales que a su vez, han llevado a la postulación de distintos enfoques entre los más importantes están los estructuralistas, legalistas y funcionalistas; que han servido para atar al individuo a la organización, a través de una cultura corporativa, que produce seres eficientistas y manipulables, que expresa una gran necesidad de control. Donde acuerdo con (Nuñez 2000:22) los hacedores de significado cultural dirigen la fragmentación y la alienación que entraña el surgimiento de la gerencia moderna mediante el uso de mitos e historias, y del simbolismo que resultan útiles para preservar el orden institucional a través de los rituales, los emblemas, los valores, los iconos y por supuesto las leyendas que  hacen en los individuos marcas indelebles, el ejemplo más significativo está en el mito épico de la conquista de la excelencia o de la calidad total.8

Por otra parte, la posmodernidad, enmarcada en el contexto de guerras mundiales, y expresada en el pensamiento de Nietzche, Freud y Heidegger; que anticipan el advenimiento de teóricos como: Vátimo, Liotard y Levinas, entre otros; que desalentados por las promesas incumplidas de la modernidad se dejan llevar por el desencanto en todas sus manifestaciones, con un enfoque que privilegia la racionalidad comunal, la construcción social y el lenguaje como acción.

De ahí que la posmodernidad propició una cultura contrainstitucional, -esbozado ya en Nietzche que coloca los valores modernos de cabeza-, en el que el pesimismo se convierte en una de sus principales características; un ejemplo claro de tal manifestación se expresó con una falta de confianza en las instituciones, por ejemplo en el terreno educativo,  se pone en entredicho a la escuela, Ivan Illich cuestiona severamente el papel de la institución educativa por excelencia, aquí el simbolismo ya no es épico sino más bien trágico. (Nuñez, 2000).

Ante esta visión histórica, entre las posiciones de la modernidad y la posmodernidad, entre la “cultura corporativa y la contrainstitucional”, se ubica la génesis de la administración y de la gestión, lo cual cobra importancia  en este trabajo para asumir de entrada un concepto de gestión que se reivindique para propiciar una “cultura de la formación de sujetos”, que al tomar conciencia de sí mismos y de la realidad en que viven se conviertan, no en sujetos de la modernidad y de la posmodernidad; sino en sujetos que se resuelven a sí mismos en esa búsqueda de la proporcionalidad, en un equilibrio siempre inestable que requiere de una síntesis, ante un panorama que se presenta cada vez más incierto y complejo, que impacta la búsqueda de soluciones a los problemas organizacionales,  para lo cual tendrán que abordar su trabajo dentro de la organización con una actitud de apertura y de flexibilidad, a ello contribuye la gestión de las organizaciones.

Para seguir argumentando esta postura de que la adminsitracion y la gestión no son sinonimos, es necesario revisar previamente el  contenido del Diccionario de la Real Academia de la Lengua Espa­ñola (1984:29) en donde se establece que “gestión es un acto de gestionar o efecto de administrar, y que gestionar es un acto de hacer diligencias conducentes al logro de un negocio o deseo cualquiera”. Aquí se esta de acuerdo con este sentido lato de la gestión, que alude a un mecanismo de impulso hacia la ejecución. Aunque gestión también es una dicción española que se utiliza para traducir la voz inglesa “management”  que se utiliza a su vez para referirse a los actos admi­nistrativos, como ya se asentó líneas arribas en este trabajo se difiere de tal postura, ya que, la gestión como sinónimo del “magnament”, se le define en general, como un conjunto de prácticas y actividades fundadas sobre un cierto número de principios que apuntan a una finalidad: la prosecución de la eficacia, la mayor de las  veces económica de las organizaciones.

Encontraparte existe una segunda acepción, de ese mismo término “management”, que en Francés sig­nifica disponer, regular con cuidado o maña; este significado hace pen­sar en el concepto de gestión como dirección, pero mencionar que el término “management”, no designa únicamente prácticas o procesos, se refiere igualmente a las personas o actores sociales, lo que nos acerca más al encuadre teórico de este trabajo, es decir, son los protagonistas quienes conducen y participan de las funciones de gestión, los que tienen capacidad y realizan la ejecución de las acciones que direccionan una organización.

Por lo que esta tercera acepción de la gestión, la cual se comparte ampliamente implica una perspectiva de acción social o humana, que funciona mediante el establecimiento de relaciones y compromisos de participación del colectivo, sin él no hay gestión. La participación en la toma de decisiones conlleva compromisos en la definición de rumbos para la organización (dirección), en la selección de los medios para el desarrollo de las actividades, en el  diseño de estrategias para atender los vínculos internos y externos entre distintos actores sociales (toma de decisiones).

Desde esta perspectiva la gestión debe responder a la satisfacción de necesidades reales y potenciales (presentes y futuras), como un impulsor del dinamismo interno de las organizaciones, porque su capital más importante lo constituyen las acciones de los actores. Cuya participación efectiva se resume por su grado de participación en el gobierno9, para hacer que las cosas funcionen, con capacidad para generar procesos de transformación tanto internos como de la realidad que circunda a las organizaciones. La gestión bajo esta mirada es delimitada en este trabajo como el gobierno de las organizaciones que permiten la consecución de su legitimidad interna y externa.

Ya que en todos los casos el concepto de gestión está orientado a una acción de individuos que establecen relaciones de transformación sobre un campo determinado para alcanzar un propósito también determinado. Así se habla de gestión de las empresas, de las instituciones y de las asociaciones. Históricamente, siempre se ha dado importancia a las teorías de la gestión de las empresas consideradas como organizaciones lucrativas. De acuerdo con Mendoza (1990:283). Las técnicas de gestión empresarial se pueden clasificar en dos grandes grupos: por un lado, se agrupan las técnicas de dirección general de la organización que específicamente son las más gerenciales, y por el otro lado, están las técnicas correspondientes a una función o área especializada de la empresa. Por su relevancia práctica, a estos dos grupos se debería añadir un tercero: el de las técnicas de desarrollo de habilidades directivas. 

El grupo de las técnicas de dirección general se caracteriza por considerar a la organización en su conjunto, centrándose en la capacidad de anticiparse y adaptarse a los cambios del entorno (perspectiva estratégica), y en garantizar tanto el buen desarrollo de las operaciones como el logro de los objetivos organizativos establecidos (perspectiva operativa). En este grupo, las técnicas principales son: planificación estratégica, gestión de los procesos de cambio organizativo, dirección por objetivos (DPO), y Dirección de proyectos.

En el grupo de las técnicas específicas relativas a una determinada función o actividad empresarial se destacan las siguientes: marketing, dirección de operaciones, diseño organizativo, dirección de recursos humanos, gestión financiera, gestión de sistemas de información,control de gestión. Por último, vale la pena señalar que las técnicas de desarrollo de habilidades directivas están adquiriendo una importancia cada vez mayor, debido a que de la capacitación para ejercer la función directiva se está pasando de manera creciente a la capacitación para el liderazgo del cambio organizativo. Dichas técnicas se centran en desarrollar, entre otras, las habilidades de toma de decisiones (análisis y resolución de problemas); negociación y gestión del conflicto; liderazgo (dirección de equipos, técnicas de comunicación, dirección de reuniones); trabajo en equipo; creatividad e innovación; y capacidad de asumir la complejidad, la ambigüedad y la incertidumbre tanto de las propias organizaciones como del contexto en que se encuentran inmersas.

A la gestión de las organizaciones públicas y más a las que integran el tercer sector se le ha relegado dándoles poca importancia, en contraste con la importancia que se le ha otorgado a la gestión de las organizaciones privadas. De manera implícita se supone que la preocupación por la gestión era algo que correspondía de forma casi exclusiva a los empresarios privados y de manera residual a la acción del Estado y más recientemente se ha venido incorporando al tercer sector.  La gestión parecía estar marcada por el sello del afán de lucro, lo que era mal visto por quienes dedicaban su vida al quehacer voluntario, donde se pensaba- debía existir un ánimo altruista, de preocupación por los demás y por los grandes problemas que enfrenta la sociedad.

Los argumentos que se inscriben en contra de aplicar las técnicas de la gestión privada y de la pública a estas organizaciones del tercer sector,  se hacen desde la advertencia de los riesgos de su desnaturalización, en la medida en que se difuminan sus diferencias respecto de los tres ámbitos que las caracterizan, es decir, en la medida en que pierden su carácter de organización más o menos formalizada y se confunden con el tejido comunitario, en la medida en que pierden su condición no gubernamental y se convierten en apéndices de las administraciones públicas, y en la medida en que se orientan exclusiva o primordialmente a la demanda solvente en régimen de mercado y que funcionan como las empresas con ánimo de lucro. 

En estas valoraciones negativas, algunos pese al crecimiento de las organizaciones del tercer sector ven con recelo la aplicación de las técnicas de la gestión, ya que creen y temen, que estas organizaciones representan un modo a través del cual se debilita la lealtad política al Estado y disminuye el interés por las grandes burocracias públicas y, en general, temen que se produzca una desafección o un alejamiento de la gente respecto a las instituciones (civiles y políticas) o, por el contrario, que las organizaciones del tercer sector sirven al Estado Social y a otras instituciones como instrumentos para delegar sus responsabilidades en otros.  Estas  dinámicas han sido, en ocasiones, calificadas como patologías de las organizaciones del sector no lucrativo, que las puede llevar respectivamente, a la disolución, mercantilización y burocratización.

Sólo en años recientes, el tema de la gestión de las organizaciones del tercer sector empieza a cobrar importancia en este contexto, resultando curioso que los que argumentan a favor de la incorporación de las técnicas de la gestión privada y pública a este tipo de organizaciones,  parten de  los mismos supuestos que caracterizan al tercer sector, pero en sentido positivo. Las organizaciones no lucrativas, para poder recibir ese triple reconocimiento, necesitan simultáneamente: 

A) Cultivar sus conexiones peculiares con el tejido social, familiar y comunitario (territorios y colectivos) del que se nutren y reciben recursos y legitimación, contribuyendo a reproducir en el tejido social las condiciones (por ejemplo la cultura de la solidaridad) que las originan y sostienen, entendiéndose que hay un continuo que va de las redes informales a las organizaciones formales, lo cual les permite sostenerse eficientemente.
B) Las organizaciones no lucrativas están, en mayor o menor medida, presentes en el mercado, en los diferentes mercados y en ellos intercambian, cooperan y compiten con otras entidades no lucrativas, lucrativas y públicas, intentando defender su especificidad en cuanto a los bienes y servicios y las formas de producción o prestación (de generación de valor o creación de riqueza) que les son propias.
C) Mantener y mejorar su interlocución con las administraciones públicas en un continuo, que va desde la denuncia y la reivindicación hasta la colaboración o prestación de servicios públicos, entendiéndose, en todo caso, que las organizaciones no gubernamentales son cauces de participación prepolítica o política y participan en la cosa pública y son (o deben ser) fomentadas y reguladas por las administraciones públicas. Para esquematizar este planteamiento, en la  siguiente tabla se resumen las tensiones que enfrentan la  gestión de las organizaciones del tercer sector. 

Tal y como se aprecia en la tabla las organizaciones del tercer sector, están situadas en un contexto complejo constituido, entre otros factores, por una relación contradictoria con la administración (financiadora y competidora a la vez), por la eclosión de nuevas organizaciones de muy diverso tipo en el sector de la intervención sobre la exclusión (empresas privadas, o muy especializadas que funcionan de manera aislada),  por el desarrollo de nuevas y diversas demandas y necesidades de los diferentes colectivos, por restricciones en la financiación, coexistiendo con nuevas fuentes precarias de financiamiento. Este contexto condiciona a las organizaciones del tercer sector, las cuales para ser eficaces en la práctica, deben ser muy flexibles y capaces de efectuar adaptaciones y cambios rápidos, así como establecer y estrechar las relaciones con otras organizaciones que inciden en ese sector.

Dado que las organizaciones del tercer sector disponen de una tecnología imperfecta y muestran incertidumbre sobre las consecuencias de introducción de las nuevas tecnologías, coexisten prácticas muy avanzadas y sistemas de evaluación perfeccionados con prácticas basadas en el paternalismo y en la ausencia de planteamientos metodológicos. En la práctica, esta característica se traduce en la necesidad de investigar permanentemente, de incorporar nuevos conceptos y metodologías y de evaluar los resultados que están alcanzando este tipo de organizaciones.  

El proceso de producción de las organizaciones del tercer sector, consiste mayoritariamente en la prestación de servicios, lo cual tiene marcadas diferencias con la elaboración de productos. En la prestación de un servicio, la producción y la entrega del servicio se realizan simultáneamente, por lo tanto, al contrario que en la elaboración de productos, no es posible el almacenamiento de lo que se entrega al usuario. El servicio se entrega y se consume en el mismo acto, cada servicio debe ser producido en el momento oportuno, y a la medida de las necesidades y expectativas del usuario. Por estas razones, la comprobación o el control son sensiblemente diferentes a las que se utilizan en los procesos de elaboración de productos tangibles. No obstante, en las organizaciones del tercer sector también es posible establecer mecanismos que favorezcan un resultado de calidad en el servicio, pero esencialmente la calidad será inherente al impacto que produce ese servicio, el cual es valorado a partir de la percepción del mismo que tenga la persona cliente/usuaria/beneficiaria, sobre su contribución a la mejora de la calidad y dignidad de su vida.

Por ello, es muy relevante las competencias que tenga el profesional que presta el servicio en este tipo de organizaciones, de su capacidad de operar de forma autónoma y en sintonía con la Misión depende la atención que se brinda al usuario y el poder cumplir con sus expectativas y necesidades que previamente deberá tener identificadas. Debido a la diversidad de usuarios y de servicios que prestan este tipo de organizaciones, es necesario poner en funcionamiento y mantener, tanto los tipos de apoyo (en intensidad y duración) que necesitan los diferentes usuarios como sus repercusiones y necesidades de adaptación de la organización a la evolución y crisis vitales que dichos usuarios experimentan y a la evolución que presenta el contexto. El reconocimiento de esta situación emplaza a las organizaciones del tercer sector para que sean, a la vez especializadas y versátiles, que ofrezcan distintos tipos de servicios, y mantengan sistemas eficaces de colaboración y concertación con otras organizaciones.

Estas propuestas parten de una valoración positiva del crecimiento y de la necesidad de gestión de las organizaciones del tercer sector, se considera su crecimiento y su gestión como un fenómeno ireversible, que se valora desde su misma raíz, ya que representa el surgimiento de una sociedad civil más auto-organizada y responsable. Para quien adopta esta visión, la creación, desarrollo y consolidación de las organizaciones del tercer sector no es sólo un modo de ir al encuentro de las demandas no satisfechas y de imposible satisfacción por parte de los otros sectores, sino también de aumentar el sentido de autonomía y civismo, la libertad y responsabilidad personal, familiar y comunal, que es esencial en una sociedad cada vez más insegura y expuesta como la que nos toca vivir.

Sólo los destinatarios de este tipo de organizaciones están en condiciones de valorar los impactos que estan teniendo si realizan ciertos servicios y prestaciones de las organizaciones del tercer sector, es decir, a quién y cómo, en qué circunstancias y bajo que condiciones se prestan y las repercuciones que tienen en el mejoramiento de su calidad de vida y de dignidad personal. Las organizaciones del Tercer Sector son consideradas como un modo de hacer crecer la propia capacidad de respuesta a las elecciones sociales de los sujetos, que se encuentran en riesgo de dependencia, desastre y marginación. Son por tanto, una vía para la emancipación y la liberación, siempre y cuando que los otros sectores, el mercado y el Estado, cumplan y realicen su deber, lo que lleva a una situación de corresponsabilidad y de ayuda mutua.

En efecto, las organizaciones del tercer sector son valoradas como legitimas sólo a condición de que su gestión se oriente a que realicen exclusivamente las tareas que les son propias y no se planteen reducir sus objetivos o sustituir a los otros sectores en juego. Esta valoración de naturaleza positiva, que se ha detallado en este apartado, resulta una toma de postura en el presente trabajo, por considerarla como la opción más apropiadas para la elaboración y aplicación de un modelo de gestión en las organizaciones del tercer sector, siempre y cuando se adopte de forma prudente, es decir, que vaya acompañado de una clara conciencia de que el fenómeno de crecimiento, (surgimiento y consolidación) de las organizaciones del tercer sector puede ser apoyado con la incorporación de técnicas de gestión, aunque hacerlo puede conducir a una ambivalencia, es decir, si la gestión no es conducida adecuadamente puede llevar a producir efectos negativos, como sería la desnaturalización de dichas organizaciones.

Debido a la naturaleza y especificidad de muchos de los problemas que atraviesan las organizaciones del tercer sector  se pone de manifiesto la imposibilidad de encontrar soluciones iguales a las problemáticas que enfrentan el sector privado y el Estado, lo que trae como consecuencia, que las organizaciones no lucrativas deberían adaptar sustancialmente las técnicas de la gestión privadas y publicas o construir sus propios modelos de gestión. Ello, daría lugar a un proceso de experimentación y de aprendizaje social y organizacional, en el que la gestión de las organizaciones del tercer sector se constituya en un enfoque propio, que haga de esa gestión un modelo distintivo, que se esfuerce por responder a la especificidad y complejidad de las  organizaciones del tercer sector y del contexto en que éstas operan.

De acuerdo con lo dicho hasta ahora, los actores que participan en las organizaciones del Tercer Sector deben expresar formas organizativas y adoptar o crear modelos de gestión específicos para poder  llevar a cabo su propia  misión.  Sobre este punto todavía no hay mucha claridad, en efecto, la mayor parte de los estudios sobre las organizaciones desarrollan por lo general sus análisis aplicando a las organizaciones del Tercer Sector los esquemas de las empresas de mercado o el de las organizaciones públicas.

Lo que si existe es un gran número de prescripciones en torno al buen funcionamiento de las organizaciones del tercer sector  y que se constituyen en los principales referentes  que sirven para armar distintos modelos de gestión, utilizando ya sea de manera adaptativa  o innovativa el conjunto de técnicas anteriormente mencionadas.  Al respecto, Anheier (2000: 9) propone como solución el desarrollo de herramientas administrativas y de gestión específicas para estas organizaciones tomando en cuenta cuatro dimensiones:

A) La constituida por una visión holística de la organización, que enfatiza las relaciones entre ella y su entorno, la diversidad de componentes dentro y fuera de la organización y la complejidad de las demandas que enfrenta;
B) Una dimensión normativa de la administración, que incluye no sólo los aspectos económicos, sino también la importancia de los valores y los factores políticos. Esta dimensión advierte acerca de las limitaciones de imitar los conceptos, estilos y herramientas de gestión del sector público y privado de manera acrítica;
C) Una dimensión estratégica de desarrollo que permite concebir a la organización como una entidad en constante cambio y;
D) Una dimensión operativa, que se refiere a las tareas cotidianas de administración.

De acuerdo con Donati (1997), la consideración de cómo el tercer sector se relaciona con la sociedad sugiere que la gestión de una acción solidaria organizada debe tener las siguientes características): bajo el aspecto económico (la eficiencia) debe poder disponer de sus propios medios instrumentales, incluyendo los medios de financiación o el recurso al dinero como medio simbólico generalizado de intercambio; bajo el aspecto político (la eficacia) debe ser capaz de movilizar recursos (humanos y materiales) para la realización de sus propias metas; bajo el aspecto regulador (la integración interna) debe poder contar con una articulación específica de normas formales e informales y; bajo el aspecto cultural (el compromiso con ciertos valores) debe hacer referencia a ciertos modelos de valores, es decir, debe poder recurrir aciertas pautas (patterns) de «valoración» de bienes y de relaciones sociales.

Como conclusión de este apartado, encontramos que no hay un modelo de gestión mejor o peor para las organizaciones del tercer sector, el diseño organizacional adecuado y la gestión de cada organización que compone el tercer sector, consistirá entonces en elaborar distintas combinaciones de las dimensiones y componentes propuestos por los autores citados, que se constituyen en los dilemas que se deben resolver para poder alcanzar la legitimidad interna y externa de este tipo de organizaciones.

2.4 Teorías de la legitimidad social de las organizaciones

El paradigma Parsoniano de los cuatro requisitos funcionales sintetiza los procesos sociales y organizativos básicos. El primero, define los procesos de producción económica, que aseguran los recursos necesarios al sistema mediante su adaptación al entorno. El segundo, da origen a procesos políticos, mediante los cuales la organización y la sociedad establecen sus objetivos. Ambos procesos son de carácter instrumental y se definen por su nivel de eficiencia en la realización de sus tareas específicas: la obtención y la asignación de los recursos necesarios. Los otros dos procesos se refieren al funcionamiento interno del sistema y buscan su estabilidad a través de la integración social y el mantenimiento de los valores culturales. 

Diferentes perspectivas analíticas han prestado atención a uno o dos de estos requisitos, según el tipo de organización de que se trate,  pero muy pocas han tratado de estudiar en las organizaciones específicamente en el  tercer sector sistemáticamente los cuatro elementos que postula este enfoque funcional de las organizaciones.

Por ello, en los elementos protocolarios como en cualquiera de los otros componentes del marco teórico que se han explicitado en los apartados previos  de este trabajo, existe una doble voluntad: por una parte, abarcar de la manera más completa (holista) y más comprensiva que sea posible el fenómeno organizacional en el tercer sector; por otra parte;  reducir en la medida de lo posible el número de variables para explicar la organización, de modo que se eviten las redundancias y se llegue a los ejes fundamentales. 

Se trata en esencia de aplicar las eternas labores de análisis y de síntesis, por lo que en este caso, se opta por una u otra manera para ordenar y nombrar las cosas. Sobre lo que sí hay un consenso generalizado y una evidencia empírica abrumadora es acerca de la interdependencia dinámica entre las diferentes variables, cuestión subrayada y analizada explícitamente  por la teoría de la contingencia que aquí se comparte ampliamente.

Como este apartado persigue compaginar los elementos teóricos y metodológicos a continuación se establecen dos supuestos que sirven de guía a este estudio. El primer supuesto considera que el factor o indicador  “eficacia”  de la organización está más ligada a la coherencia entre los estados que presentan estas distintas variables que al estado que pueda presentar individualmente cada una de ellas.  El segundo supuesto considera la eficacia, como sinónimo de legitimidad de la organización. Este segundo supuesto parte de la base del concepto de organización10 seleccionado en el que se considera que el fin último de la organización es  el cumplimiento de sus fines (eficacia). En todo caso, se asuma el esquema que proponemos u otro, es necesario explicitar  como es que las distintas organizaciones  que componen  el tercer sector consiguen legitimarse.

La llamada teoría institucional, cuyos orígenes pueden encontrarse en el trabajo de Selznick (1957), representa una ampliación de la teoría de la dependencia de los recursos. Para la perspectiva institucional, el entorno aporta una visión, más o menos compartida, de cómo deben aparecer o comportarse las organizaciones. El seguimiento de las normas, más o menos implícitas, en que se fundamenta esta visión, supone la aprobación social de la organización por el entorno, este hecho puede entenderse como la captación por parte de la organización de un recurso más del entorno, esto es la legitimidad social (Scott 1992).

Tomando en consideración lo anterior, puede definirse un marco más amplio de las demandas del entorno hacia la organización: a ésta se le hacen, por una parte, demandas económicas y técnicas que requieren de las organizaciones, por norma general, la producción de bienes y servicios y su intercambio en los mercados. En entornos dominados por este tipo de demandas, las organizaciones son premiadas en función de cómo suministren esos bienes o servicios.

Por otra parte, las organizaciones se ven sometidas a demandas sociales y culturales, que les obligan a actuar en la sociedad de determinada manera y a mantener ciertas apariencias externas. Los entornos en que predominan las demandas de tipo social premian a las organizaciones por adaptarse a los valores, normas, reglas y creencias de la sociedad. La satisfacción de las demandas de tipo social hace que las actividades de la organización sufran un proceso de institucionalización, definido como “proceso por el que se repiten una serie de acciones a las que se les da un significado particular para uno mismo y los demás.” (Scott 1992:117).

Dicho proceso ocurre porque existe una serie de fuerzas sociales que lo impulsan, Dimaggio y Powell (1983, inHatch (1997:84) distinguen tres tipos de fuerzas institucionales: Presiones coercitivas: procedentes de leyes o regulaciones gubernamentales. Presiones normativas: procedentes de expectativas culturales vehiculadas, por ejemplo, a través de la formación académica o profesional de los miembros de la organización. Presiones miméticas: se trata de respuestas a la incertidumbre por parte de la organización consistentes en copiar estructuras organizativas, o determinadas prácticas o productos.

Si en un entorno determinado las demandas técnicas y económicas privan sobre las sociales y culturales, se impondrá en la organización una dirección basada en la toma de decisiones racional, si por el contrario, predominan las demandas de tipo social y cultural, se impondrá una dirección simbólica (o política), dirigida a la obtención de la conformidad social. Se trata de la aplicación del principio de contingencia, antes aplicado a la estructura organizativa, al estilo de dirección. En el siguiente cuadros se condensan los elementos básicos que ayudan a explicar cómo las organizaciones consiguen su legitimidad social.

Las empresas actúan o se supone que actúan de acuerdo con la bien conocida racionalidad económica a la que obliga la disponibilidad de recursos limitados para usos alternativos, lo que vale tanto como decir con arreglo a una racionalidad instrumental, de supeditación y adecuación de los medios a los fines. La acción es evaluada en términos de eficiencia, y se presume que hay siempre una manera mejor que todas las demás de conseguir los objetivos, the one best way,11 lo cual no impide que pueda haber otras también eficaces o parecidamente eficaces. En términos weberianos diríamos que se trata de una acción racional con arreglo a fines.

Las instituciones tienen otro tipo de racionalidad. Meyer y Rowan señalan que éstas utilizan más bien racionalizaciones (rationales), relatos que hacen comprensibles y aceptables para otros las acciones realizadas por las organizaciones y por sus participantes.  No cabe decir entonces que haya una manera mejor, porque sólo hay una manera buena, la manera adecuada, the right way, que excluye a todas las demás. La acción, por tanto, no se justifica ya en términos de eficacia, sino de proceso: atenerse al reglamento en las instituciones totales, seguir las pautas establecidas en las actuaciones profesionales propias de las instituciones tutelares (“el paciente murió, pero la operación fue un éxito”) o el escrúpulo procedimental en las instituciones administrativas (el ritualismo burocrático descrito por Merton). En términos weberianos, diríamos que la acciones de tipo tradicional (aunque la tradición venga de ayer mismo), en suma, hay que hacerlo así porque así es como se viene haciendo.
 
Las asociaciones por su parte, someten su acción a otro criterio. Digamos que ésta ha de ser razonable, en el sentido que da al término John Rawls,  Sea en defensa de intereses generales, sectoriales o conviviales, la asociación no necesita ni demostrar que su acción es la mejor manera de alcanzar algún fin (racionalidad), ni que es la manera habitual de actuar (tradición), sino simplemente que entra dentro de lo que gente racional quiere o podría querer hacer (y que no atenta contra lo que quieren o podrían querer otros). Esto se consigue cuando se actúa de acuerdo con un conjunto de valores compartidos (por toda la sociedad o por la mayoría de ella) o simplemente aceptados (como guía de la acción de una parte de ella por el resto).

En términos weberianos diríamos que la acción puede ser de tres tipos: racional con arreglo a valores (wertrational), concretamente en el caso de las asociaciones mixta, es decir, racional con arreglo a valores y a fines y afectiva a la vez, en el caso de las asociaciones sectoriales, ya que en éstas la acción procede en parte del deseo de hacer avanzar el propio interés (racional con arreglo a fines), de la probable convicción de que estos intereses coinciden con los intereses generales (racional con arreglo a valores) y del sentimiento comunitario que produce su defensa (afectiva). Aquí la acción es evaluada por sus resultados, incluso cuando no hay conexión aparente con los medios empleados; de ahí que podamos decir, que el criterio es que bien está lo que bien acaba.

Luego entonces, lo que legitima a las normas de las organizaciones y las hace ser obedecidas es que se trata de normas acordadas (o, si se quiere, establecidas participativa o democráticamente). Ya que la cooperación humana necesaria para alcanzar fines que trasciendan a la dimensión individual, se alcanza con mucha mayor facilidad en la medida en que quienes han de cooperar convengan los términos en que hayan de hacerlo. Por el contrario, tanto más difícil será tal cooperación cuanto mayor sea la proporción de normas impuestas unilateralmente. No basta con que exista una norma para que sea obedecida sin fricciones, sino que el modo de su establecimiento es decisivo para su legitimidad, por lo que la negociación y el acuerdo se constituyen así en los factores que explican el predominio de conflicto y el consenso.

Obviamente ello implica, una legitimidad muy distinta de la que ampara el cumplimiento de las normas en los modelos de las empresas e instituciones, la obediencia a las normas no descansa en el hecho de que sean normas,  que pretendan estar rigurosamente establecidas, ni en el sentimiento de pertenencia, sino en la participación en la toma de decisiones12 . Es claro que dicha participación, no excluye el conflicto, supone una considerable extensión del ámbito de la participación y una suerte de autodisciplina en el cumplimiento de las normas organizacionales que se legitiman por su origen negociado. Negociación que no consiste sólo en un compromiso entre exigencias contrapuestas, sino en una gestión  democrática 13, y eficaz en la articulación y agregación de expectativas y demandas relativas al trabajo en la organización.

En un trabajo realizado por Ramos (2007:81),  se expone  que durante la década de 1970 y 1980  aparece en el campo de la eficacia de la organización, el modelo de componentes múltiples, o componentes estratégicos o de valores múltiples 14”. El modelo de componentes múltiples sostiene que una organización es eficaz cuando satisface las demandas y expectativas de sus componentes, entendiendo por componentes aquellos individuos o grupos que resultan son críticos para la supervivencia de  la organización (empleados, directivos, financiadores, usuarios de los servicios y otros agentes externos). En este modelo la eficacia estaría entonces definida tanto por los constituyentes internos como externos.

Los desarrollos teóricos en este campo incluyen trabajos que estudian a distintos tipos de de organizaciones.  Ramos (2007),  citando a Kanter (1979),  menciona que con respecto a las organizaciones no lucrativas se han identificado varias propuestas para medir la eficacia, y cada una de las cuales requiere componentes y medidas diferentes. El modelo de eficacia de componentes múltiples basado en valores y que contribuye a  garantizar la legitimidad interna y externa de las organizaciones del tercer sector se perfila a continuación.

La  legitimidad social de las OTS se fundamenta  en el mantenimiento de las señas de identidad basadas en los valores de solidaridad, justicia social y fomento de derechos de ciudadanía que les dieron origen(pertinencia), en la integración al interior de la organización de sujetos con motivaciones de carácter solidario  en el cumplimiento  de los fines y mantenimiento de las relaciones sociales (coherencia organizativa); en una  administración eficiente y transparente de los recursos que le han sido conferidos (responsabilidad social)  y  en la prestación de servicios que satisfagan las expectativas de los usuarios(calidad del servicio) .

El primer componente lo constituye su función de latencia mediante el despliegue de valores.  Efectivamente las OTS realizan una función de tipo axiológico, en donde las  motivaciones y los valores culturales son, por lo general, aquellos que hacen ir al encuentro de las necesidades del otro a través de ayudas que sean concretas y que, en el más alto grado posible, estén relacionadas intersubjetivamente. El altruismo, el don, la solidaridad, la confianza y la reciprocidad son —por regla general— las motivaciones y los valores en los que se inspira la acción  Donati (1997).

En este sentido, las OTS no sólo contribuyen a que no se pierdan las tendencias solidarias ya existentes en muchas personas, sino que, además, en multitud de ocasiones, y a través de la participación de estos sujetos en las mismas, las desarrollan y fortalecen. Asimismo, suscitan y despiertan inclinaciones solidarias en otros muchos agentes sociales, que hasta ese momento no las habían desarrollado, de manera resumida puede afirmarse que la cultura del Tercer Sector está inspirada en los valores.
 
No obstante, se aspira más bien a combinar ciertas motivaciones ideales con formas de intervención eficaz, dotadas de estabilidad, que responden también, por su específica relacionalidad, a necesidades sociales no ocasionales, sino profundamente enraizadas en el tejido social en el que están inmersas las organizaciones del tercer sector.

Dentro del  mismo rol  social  las OTS  tienen, al menos, dos grandes conjuntos de funciones que, de forma compleja, definen el significado de una estrategia social, a través de la cual hacen salir a los individuos, familias y grupos informales de la condición de destinatarios pasivos de ayuda,  para realizar funciones de advocacy, es decir, de tutela y promoción de los derechos, por tanto, las OTS expresan y organizan las difusas demandas colectivas de los ciudadanos, promueven la tutela y la solidaridad recíproca, así como funciones de auto organizaciónde la actividad y de los servicios de la vida cotidiana, las OTS promueven y gestionan empresas sociales que producen bienes y servicios propios.

A manera de conclusiones.

Para instrumentar estas teorías relacionadas con la legitimidad de las organizaciones que componen el tercer sector, que de manera resumida se ha presentado en los apartados anteriores y para concretar una toma de postura de acuerdo con los elementos protocolarios mostrados de inicio, nos emplaza a  seguir avanzando en el establecimiento de ciertas precisiones teóricas y metodológicas, consecuentemente se establecen, a manera de conclusión, cuatro criterios de medida que sentarán las base para la realización del trabajo empírico de este estudio de las organizaciones del tercer sector en el Estado de Sinaloa.

El primer criterio de medida es la pertinencia de la organización, es decir, el cumplimiento cabal de su rol social, por lo que conviene indagar la relación entre los propósitos sociales y el quehacer de las organizaciones que conforman el tercer sector. Por ello, la legitimidad de las OTS se fundamenta en el cumplimiento de su misión, efectivamente  las OTS se caracterizan por tener una misión que se convierte en su razón de ser, cohesionando las motivaciones y expectativas de los distintos colectivos que se integran en ella. Por lo que, la percepción de que dicha misión se está cumpliendo adecuadamente es determinante para su cohesión interna y su supervivencia, ya que se constituye como el principal elemento incentivador para que varios colectivos (empleados, directivos, financiadores, usuarios de los servicios y otros agentes externos.) dediquen sus ‘energías’ a la organización. 

En este sentido, la misión tiene un carácter ilusionante, y para que ésta ilusión se produzca, los distintas estructuras organizativas y arreglos de los factores  productivos( recursos y procesos) no sólo deben ser combinados adecuadamente ‘desde arriba’ (la dirección de la entidad) sino que tienen que tener una mayor implicación y percepción respecto a lo que la entidad realiza hacia fuera (el qué se hace y cómo se hace), pues esto es lo que les lleva, fundamentalmente, a implicarse en las organizaciones del tercer sector.

Desde esta perspectiva, los miembros de estas organizaciones se ven mucho más llamados a participar en los procesos de decisión del gobierno de las actividades que encarnan el ejercicio del poder compartido.  De esta forma,  el cumplimiento de la misión y la satisfacción de los miembros de la organización irán normalmente parejos.

El segundo criterio de medida del estudio de las organizaciones del tercer sector será la coherencia organizacional, para determinarlo conviene conocer el nivel y el grado de participación de los actores  sociales en las decisiones de gobierno y en el cumplimiento de su misión. La legitimidad de las OTS se fundamenta en la prestación de los servicios con calidad, efectivamente, entre las principales decisiones que los miembros de OTS  toman se encaminan a asegurar la prestación del mejor servicio posible en función de los recursos disponibles,   ya que  no se busca la maximización del beneficio y dado que  el éxito tampoco se mide en términos de incremento de beneficios,  la eficacia habrá de reflejarse  en  el número deservicios producidos y por el modo de hacerlo.

Actualmente, la demanda que ejercen los usuarios por más y mejores servicios sociales, presiona a las OTS a cambiar progresivamente su  enfoque de intervención  en los servicios sociales de tipo  caritativo o de beneficencia, centrado en el beneficiario, a otro orientado al ejercicio pleno de derechos de ciudadanía, en el que la perspectiva del cliente, sus preferencias y su grado de satisfacción son los factores que determinan el nivel de calidad de los servicios que se ofertan. Por lo que el tercer criterio de medida será la calidad de los servicios, lo que conlleva a determinar el  grado  de satisfacción de los usuarios con respecto a los servicios ofrecidos por las OTS.

La legitimidad de las OTS se fundamenta en la consecución de recursos para el desarrollo de sus actividades, por que al ser las OTS, organizaciones sin fines de lucro,  en  primer lugar, el problema de responsabilidad social primario o deriva del uso del dinero de otras personas. Ya que las organizaciones no lucrativas usan a menudo fondos confiados a ellos para buenos propósitos, los donantes pueden querer ver que su dinero está siendo convenientemente gastado. 

En años recientes ha crecido la demanda pública por una mayor transparencia y rigor en el funcionamiento de estas organizaciones, debido a que por una parte, la sociedad desea verificar la utilidad social de su labor a través de la constatación de resultados e impactos concretos y por otra, los financiadores (administraciones públicas y otras entidades y personas donantes) además de exigir estrictos controles legales y de rendición de cuentas a las organizaciones no lucrativas, exigen la adopción también de eficientes sistemas de gestión.

El cuarto criterio de medida será la responsabilidad social. Conviene indagar en qué medida las OTS se apegan a los principios de responsabilidad social para dar cuenta de legalidad y la transparencia en el ejercicio de los recursos financieros.

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1 La teoría general de los sistemas como ciencia general de la totalidad, define a los sistemas como “conjuntos de elementos en interacción mutua”. Estudiar a los grupos sociales desde una lógica asociativa o relacional, propuesta por esta teoría general, implica aceptar que cuentan con las características de la organización, es decir: totalidad, crecimiento, diferenciación, orden jerárquico, dominancia, control y competencia. (Bertalanffy, 1986)

2 La investigación descriptiva enfatiza el análisis de los datos con los cuales se presentan los fenómenos o hechos de la realidad. El manejo adecuado de estos datos se realiza a partir del
registro sistemático de su descripción (Tamayo, 1998: 60).

3 La finalidad de los estudios predictivos es proyectar la realidad del presente hacia el futuro (Tamayo, 1998: 55).

4 La división es ilustrativa,  ya que en la literatura no existen límites definidos entre una y otra teoría. Algunos autores incluyen desarrollo y técnicas como parte  de la teoría de la organización, mientras que  para otros, esos mismos elementos lo consideran como parte de la teoría de la gestión.

5 A las rupturas del enfoque convencional, que privilegian ciertos aspectos del fenómeno, tales como la reconstrucción del proceso de trabajo:Taylor, 1972; Ford, 1987), la administración de los grupos informales Roehlisberger y Dickson, 1976; Mayo, 1972, 1977), el combate contra los círculos burocraticos (Merton, 1965; Selznick, 1949; Blau, 1963; Gouldner, 1964; Crozier, 1974), la elaboración de modelos para la toma de decisiones (Simon, 1984; March y Simon, 1977; Cyert y March, 1965; March y Olsen, 1976; Petttigrew, 1973), en análisis de las estructuras y la gestión del contexto (Woodward, 1965; Pugh y Hichson, 1979; Emery y Trist, 1965; Perrow, 1967), la formulación de las estrategias (Ansoff, 1976; Steiner y Miner 1977) y, finalmente, el diseño de estructuras flexibles (Herzxberg 1966; Argyris, 1957, 1964; Bennis, 1963; Likert, 1968), se superpone el análisis y la gestión de un conjunto de procesos considerados como fundamentales en la organización, aunque analizados generalmente de manera aislada. Tal es el caso del poder (Bacharach y Lawer, 1980; Crozier, 1974; Crozier y Friedberg, 1977; Mintzberg, 1983), el conflicto (Follett, 1965, March y Simon, 1977; Cyeret y March, 1965;  Pondy, 1967; Crozier, 1974; Lawsrence y Lorsch, 1973) y la comunicación (Leavitt, 1977; Guetzkow y Simon, 1977; Shaw et al., 1977).


6 Legitimidad, se refiere a la presunción o percepción generalizada de que las acciones de un actor social, son deseables o apropiadas dentro de ciertos sistemas socialmente construidos de normas, valores, creencias y definiciones. La legitimidad puede ser medida, según la atribución de un grado de deseabilidad de las acciones del actor, tanto para la organización (legitimidad microsocial), como para la sociedad como actor (legitimidad macrosocial

7 Siguiendo Chiavenato que citando a Farol señala que “administrar es prever, organizar, mandar, coordinar y controlar”. CHIAVENATO Idalberto. Introducción a la Teoría General de la Administración. México. Mc Graw Hill 1995. P. 67.

8 NUÑEZ, Hector. “Aproximación posmoderna a la teoría de la organización”. En revista Gestión y estrategia. Número 17 México, UAM Enero – junio 2000. P. 22

9 El gobierno aquí es entendido como la participación por parte de los actores, en el mantenimiento de las relaciones internas y externas de la organización, y en el desarrollo de prácticas efectivas que llevan a cabo para asegurar el logro de sus propósitos.

10 Las  organizaciones son colectividades cuyos participantes comparten un interés común en la supervivencia del sistema y están involucradas en actividades colectivas, estructuradas formal e informalmente, para asegurar tal fin (logro de la eficacia).

12 Se refiere a la participación en la toma de decisiones que  implica compromisos en la definición de rumbos para la organización, en la selección de los medios para el desarrollo de las actividades, en l diseño de estrategias para atender los vínculos internos y externos  entre distintos actores sociales. La participación efectiva de los actores se resume en un vector: “por el grado de participación en el gobierno de la relaciones y en la administración de la organización”. La gestión bajo esta mirada es concebida como el gobierno de las organizaciones que permiten su legitimidad interna y externa.

13 La gestión bajo esta mirada es concebida como el gobierno de las organizaciones que permiten su legitimidad interna y externa.

14 En el modelo de componentes múltiples se contemplan múltiples alternativa de valores entre ellos los criterios meta para evaluar la eficacia: relativismo, poder, justicia social criterio evolutivo entre otros.