FUNDAMENTOS TEÓRICOS PARA UNA GESTIÓN TURÍSTICA DEL PATRIMONIO CULTURAL DESDE LA PERSPECTIVA DE LA AUTENTICIDAD

FUNDAMENTOS TEÓRICOS PARA UNA GESTIÓN TURÍSTICA DEL PATRIMONIO CULTURAL DESDE LA PERSPECTIVA DE LA AUTENTICIDAD

Laritza Guzmán Vilar
Gelmar García Vidal

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1.3 Autenticidad

En este epígrafe se desarrolla un análisis sobre diferentes acercamientos al término de autenticidad que han realizado diversos autores al profundizar en ésta como objeto de estudio. Martín (2003), considera que al valorar la autenticidad se deben analizar las diferentes vertientes que integran una sociedad, sus lecturas históricas en tiempo y espacios lo que demuestra que es necesario enfocar diferentes perspectivas en el estudio de la autenticidad.
El propio autor, también cuestiona otro aspecto establecido como válido en el Documento de Brasilia (1995), aquel que plantea: “que nos hallamos ante un bien auténtico cuando existe una correspondencia entre el objeto material y su significado” 1 y defiende que no hay nada menos auténtico que el significado, debido a que la cultura, la sociedad y la ciudad son por esencia polisémicas, y que habrá tanto significados como personas que lean el objeto o el acontecimiento.
Además, expone que “la autenticidad alude a todas las vicisitudes que sufriera el bien a lo largo de toda su historia y que no desnaturalizaron su carácter”, tratando en ese caso que las vicisitudes fueran imperceptibles o que algo no funciona en la concepción de la idea, porque para él toda transformación es de por si no natural entendiendo como tal lo que se ajusta a la cualidad o propiedad de las cosas, sin artificios, mezcla o composición ninguna. Aunque reconoce que dicha contradicción se aclara cuando se alude a cuestiones formales (masa, textura y color y técnicas constructivas).
Por su parte MacCannell (1976), se ubica en un estadio superior combinando un enfoque objetivo de la autenticidad del objeto a evaluar con la subjetividad que introduce su evaluador. Sugiere el uso del término “autenticidad escenificada como alteración de la naturaleza del producto” constituyendo este el punto de vista donde radica su  mayor aporte. De acuerdo con lo anterior la escenificación no debe ser vista como una limitación, sino como una vía de cambios positivos que posibilita la evolución, siempre que contenga elementos del patrimonio. Incluso la “autenticidad escenificada” puede convertirse en un método que reviva la historia, partiendo de representaciones ricas cargadas de originalidad.
Hay distintos acercamientos al concepto de la autenticidad (ver Tabla 1.1) pero presentan restricciones porque se dirigen en una sola dirección, olvidando la validez de incluir en sus juicios otras cuestiones que permiten desplegar el fenómeno en todos sus sentidos.
El Documento de Nara2 reduce su trabajo a igualar la autenticidad exclusivamente al respeto de la diversidad cultural, aunque es esencial, esta es solo un aspecto de los diversos elementos que integran el objeto de estudio. Por su parte Martín (2003) iguala la autenticidad con la identidad
cultural, elemento definitorio en la autenticidad, pero no logra una conceptualización acabada, incluso la limita cuando concreta su definición a la “producción de escenas y manifestaciones que ayuden a proveernos de verosimilitud histórica” 3, aunque es esencial lo expresado, es lógico reflexionar e interrogarse si es válido definir a la autenticidad solamente desde esta perspectiva. El caso de Romero (2001), es significativo, pues su estudio aunque pudiera haber abarcado otras aristas referente a la autenticidad, profundiza en lo más elemental del fenómeno “la conservación del patrimonio conjuntamente con su propia evolución” aportando considerablemente al momento de enjuiciar la autenticidad.
Es prudente declarar que Cohen (1988) consigue adentrarse en la complejidad del concepto, pues su trabajo hurga en la autenticidad, partiendo que esta depende de varios factores; sin embargo no logra establecer su integración. Reconoce que la autenticidad esta dotada de subjetividad, alegando que es “creada individualmente como constructo” e incluye que se debe tener en cuenta el “perfil del consumidor” y que es “socialmente construida”. Si bien lo precedente es un avance a la concepción del término, su mayor aporte se intuye a exponer que la autenticidad evoluciona. De ahí su consideración de la “autenticidad emergente” que se puede incluir como contribución  positiva e esencial en la prosperidad del patrimonio.
Se infiere como elemento negativo en sus juicios, no reconocer la presencia de la objetividad en la definición instituida, a tal punto que infiere que la autenticidad es “tan negociable que no existen normas para precisarla”. Tal vez tenga razón cuando alude que “hay incapacidad a la hora de deslindar el significado de autenticidad”, pero lo que si debe quedar claro, es que no se puede perder la esencia del concepto y descansar todo el peso en la subjetividad; porque no sería la solución idónea para remediar la problemática tratada.
Kelner, (2001), plantea que la concepción de la autenticidad en los estudios ha experimentado tres cambios en los últimos cuarenta años iniciando con una visión objetivista, cediendo terreno a una perspectiva social de la construcción y posteriormente  desarrollando concepciones de experiencia o existenciales. La posición del constructivismo transforma la autenticidad de una propiedad inherente a un grupo de significados socialmente construidos comunicado por los objetos.
Algunos autores como MacCannell (1992) se acerca al existencialismo declarando que la autenticidad es mirada como una entidad convenida y objetivamente definida que puede ser obtenida, pero rara vez mostrada en un puro sentido. Otros autores como Chhabra (2005) han colocado la autenticidad desde el contexto de dos ideologías: el constructivismo y el existencialismo.
Según Graburn (2005) la autenticidad tiene dos componentes distintivos:

  • La autenticidad objetiva es una cualidad en la que ponen particular énfasis aquellos sectores   de la clase media que tienen un proyecto educativo y se refiere a la autenticidad de algún objeto o tradición, en comparación con un “original” idealizado, según el parecer de una autoridad designada o conocida.
  • La autenticidad subjetiva, que suele depender, en gran medida, del análisis existencial que realiza su evaluador basado en un conjunto personal de significados y expectativas que aportan a la experiencia.

Chhabra (2005) plantea que deben hacerse investigaciones futuras para establecer una escala que permita ubicar: constructivistas, existencialistas y constructivistas / existencialistas, y poder ubicar definiciones y percepciones de autenticidad. Este estudio puede tener implicaciones significativas en las asociaciones del patrimonio preocupados acerca de la autenticidad de cualquier mercancía tradicional. Se considera que esta escala no sólo funcionaría para este elemento exclusivamente, sino que podría extenderse al patrimonio en general.
De acuerdo con lo anterior se puede arribar a dos conclusiones:

  • La autenticidad posee variables que parten de la relación de la objetividad y la subjetividad,  los cuales equivalen a conservar los orígenes, pero conjuntamente se debe insertar esos principios en cualquier espacio y tiempo. La autenticidad es sinónimo de unicidad, es decir aboga por la diversidad, favorece la diferencia de los diversos grupos que conforman la humanidad. Por su connotación es necesario mostrarla y permitir su apreciación como característica distintiva de los valores portados. Es idónea para despertar efectos de respeto, reconocimiento, pertenencia, además de transmitir experiencias válidas.
  • Si bien es válido lo anterior, también lo es el hecho de que no existe consenso entre los autores relativos al logro de una definición que conceptualice la autenticidad contemplando las diferentes aristas que el término demanda.

1.3.1 La autenticidad en el patrimonio cultural

La correspondencia entre autenticidad y patrimonio cultural es tan trascendental que se debe destacar toda una serie de reglas y derivaciones que coexisten en torno al tema. La autenticidad es lo que permite creer en una obra que corresponde al patrimonio cultural. El Manual para el manejo de los sitios del Patrimonio Cultural Mundial4 , plantea que en cuanto un monumento o sitio histórico concebido como una obra de arte, el ser auténtico puede interpretarse en relación con el proceso creativo que lo produjo como un producto genuino de su tiempo, e incluye los efectos del paso del tiempo histórico.
La autenticidad deriva de la definición del bien, por lo que se puede entender de manera diferente, según el razonamiento de su expresión histórica. Si se trata de un bien patrimonial, su autenticidad histórica debe por lo general reflejar las fases significativas de su construcción y utilización a lo largo de las diferentes fases de su línea del tiempo histórico.
Un bien cultural que ha pasado la prueba de la autenticidad mantiene su integridad original, tal como se creó o como ha evolucionado a lo largo de la línea de su tiempo histórico. Mientras varios aspectos del bien cultural deben ser analizados para poder definir los grados de autenticidad, es importante llegar a un juicio comprensivo, pues un solo aspecto no es suficiente. De acuerdo con las Normas Operativas 5 deben considerarse los cuatro aspectos siguientes:

  • autenticidad del diseño;
  • autenticidad de los materiales;
  • autenticidad de la arquitectura; y
  • autenticidad del entorno.

Para ser nominado en la Lista de Patrimonio Mundial, el bien cultural debe mantener su integridad respecto de estos cuatro tipos de autenticidad. Si por ejemplo el bien original se destruye, una copia no cumplirá con los criterios, pues el material auténtico ya se habrá perdido. La autenticidad en los materiales es un criterio básico de la autenticidad en el diseño y en la construcción, las cuales, junto con la autenticidad del entorno, definen al bien cultural patrimonial. De ahí que se resume en la Tabla 1.2, algunos puntos, que hay que tener en cuenta a la hora de cuestionarla, según las organizaciones rectoras referentes al patrimonio.

El manual que se cita en este epígrafe  refleja que la autenticidad podrá mantenerse si se:

  • Permite que la mayoría del material histórico existente se conserve (autenticidad en los materiales);
  • Asegura la armonía con los diseños originales (color, tono, textura, forma, escala);
  • Impiden adiciones que dominen sobre la fibra original y respete su potencial arqueológico; y
  • Cumple con la prueba de autenticidad en cuanto a diseño, material, factura o implantación en el caso de paisajes culturales, sus características y componentes distintivos.

La prioridad es establecer el valor cultural por el cual el sito ha sido incluido en la Lista del Patrimonio Mundial. Todos los tratamientos de conservación (por ejemplo, protección, consolidación o restauración) deben garantizar la autenticidad del sitio cultural, prolongando la duración de su integridad y preparándolo para su interpretación.
A un bien cultural le debe ser permitido continuar con su uso tradicional, si éste no causa daños a su integridad histórica. Si la continuidad de su función no es posible, debe ser adaptado a un uso apropiado como parte de un plan cuidadosamente concebido que reconozca su valor universal y su papel educativo.
Según Martín (2003a) la supuesta autenticidad puede sufrir cinco tropiezos:

  • Idealiza algún momento del pasado y lo propone como paradigma sociocultural del presente, decide que todos los testimonios atribuidos son auténticos y guardan por eso un valor estético, religioso o mágico insustituible.
  • Elimina demasiado rápido (con la velocidad del prejuicio), todas las oportunidades de ampliar el acceso a la experiencia y la comprensión del propio pasado, y de otras culturas, que ofrecen las técnicas de reproducción contemporáneas (original y copia).
  • Puede olvidar que toda cultura es el resultado de una selección y una combinación, siempre renovada, de sus fuentes (congelar la escena urbana).
  • Un objeto original puede ocultar el sentido que tuvo - original, pero sin relación con el origen - porque se lo descontextualiza, o porque ha perdido su contexto.
  • Las narrativas históricas que cambian con la investigación (se van haciendo auténticas cada vez más) no llegan a los folletos y a los guías patrimoniales, por tanto, a veces tampoco es auténtico, no ya el patrimonio, sino lo que se cuenta de él.

Según Martín (2003a) el concepto de autenticidad no puede ser el mismo para diferentes tipos de patrimonio cultural. Y lo explica mediante un monumento histórico, con importancia cultural debido a su papel en la historia nacional o regional, en relación a este ejemplo el considera que la autenticidad debe ajustarse al concepto de lo genuino, teniendo en cuenta: materiales, diseño, métodos constructivos y artísticos y el entorno, tal como lo establece “La Carta de Venecia de 1964”.
En cambio un monumento religioso con importancia cultural en la sociedad actual sobre la base de su uso y funciones originales, en contradicción con el ejemplo anterior señala que la autenticidad podría incorporar al concepto de permitir añadidos, modificaciones y evoluciones culturales que se efectúen según normas y preceptos coherentes con los originales del monumento en cuestión. Esto es adaptable cuando estos monumentos continúan teniendo importancia vital en el desarrollo de las ciudades locales en sus aspectos religiosos, artísticos y laborales, en este caso seria arbitrario por parte de cualquier autoridad el limitar la función del monumento religioso a la de un museo, cuando su función original religiosa continua siendo la principal razón de ser del monumento y la voluntad de la comunidad continua siendo el de utilizarlo en su función original (Carta de Brasilia, 1995).
El estudio de Martín (2003a) aclara que el análisis de la autenticidad necesariamente se concentra en el entendimiento de los elementos principales de ciertos procesos dinámicos, y no en los atributos estáticos de la forma y los materiales. Es válido señalar que este autor profundiza en que el problema de la autenticidad en patrimonio histórico no se resuelve entre verdadero y falso, sino en encontrar pautas para una mejor comprensión y actualización de lo que se entiende por autenticidad.
Para finalizar es recomendable enunciar que hay tantos elementos que se deben tener en cuanta para determinar la subsistencia de la autenticidad y su repercusión, que ha sido necesario su atención por organizaciones y documentos internacionales que establecen normas que determinan si un bien patrimonial es auténtico o no. A raíz de esto se han señalado criterios de algunos autores (Asplet y Cooper, 2000; DeLyser, 1999; Hitchcock, 2005; Kelner, 2001; Martín, 2003; Naoi, 2003) que emiten que esta no se puede evaluar de forma estática, puesto que es necesario tener en cuanta componentes que incluso pueden variar según el bien patrimonial.

1 Documento Regional del Cono Sur sobre Autenticidad.

2  Documento  sobre Autenticidad, el cual enfatiza en la credibilidad o la veracidad de fuentes de información para la evaluación de la autenticidad, Japón, noviembre de 1994.

3 MARTÍN, M. Autenticidad. En el Boletín de Interpretación. Asociación para la Interpretación del Patrimonio. No.9, España. p. 23-26. Disponible en: www.interpretaciondelpatrimonio.com, 2003.

4 Este Manual fue publicado por ICCROM, UNESCO, Centro del Patrimonio Mundial e ICOMOS, 2003.

5 Normas que reflejan aspectos del bien cultural que deben ser analizados para poder definir los grados de autenticidad según el ICCROM, UNESCO, Centro del Patrimonio Mundial e ICOMOS.