LOS RIESGOS EN EL VIAJE TURÍSTICO: DECONSTRUYENDO LA PARADOJA PROFESIONAL

LOS RIESGOS EN EL VIAJE TURÍSTICO: DECONSTRUYENDO LA PARADOJA PROFESIONAL

Maximiliano E Korstanje
Universidad de Palermo, Argentina

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CAPITULO II - EL RIESGO EN LOS VIAJES

La Teoría de la Percepción del Riesgo.
La teoría de la percepción del riesgo tiene una trayectoria de 40 años de investigación en la psicología cognitiva. No obstante, no fue antes del ataque a Nueva York en Septiembre de 2001 que los investigadores comenzaron a aplicar sus contribuciones a la forma en que los viajeros perciben los destinos turísticos y vacacionales como así los riesgos que implican esos desplazamientos (Dolnicar, 2005a; 2005b) (Domínguez, Burguette y Bernard, 2003) (Kuto y Groves, 2004) (Somnez, 1998) (Hall, 2002; 2003) (Aziz, 1995) (Castaño, 2005) (Robson, 2005) (McCartney, 2008) (Floyd y Pennington-Gray, 2004) (Paraskevas y Arendell, 2007) (Sackett y Botterill, 2006) (Essner, 2003) (Domínguez, Burguette y Bernard, 2003) (Araña y León, 2008) (Bhattarai, Conway y Shrestha, 2005) (Goldblatt y Hu, 2005) (Bhattarai, Conway and Shrestha, 2005) (Floyd, Gibson, Pennington-Gray and Thapa, 2003) (Prideaux, 2005) (Kozak, Crotts y Law, 2007) (Yuan, 2005) (Lee, 2008) (Boniface y Cooper, 2009).

El concepto de riesgo y su aplicación a los fenómenos sociales parece no ser nuevo aun cuando si lo sea su adopción por parte de la disciplina turística. Siguiendo a S. Dolnicar de la Universidad de Wollongong en Australia, existe un paralelo entre el riesgo y el temor en el proceso de compra cuando el producto se torna intangible. En este sentido, el autor clasifica diferentes tipos de riesgo en el proceso de elaboración del producto turístico: a) riesgo financiero, b) riesgo social, c) riesgo psicológico, d) riesgo corporal o físico, e) riesgo funcional, f) riesgo en demoras, g) riesgo situacional, h) riesgo turístico real o percibido y i) terrorismo (Dolnicar, 2005a). En esta misma línea, Fuchs y Reichel clasifican los riesgos en inducidos por el hombre, financieros, calidad de servicio, socio-psicológicos, desastres naturales y problemas alimenticios o climáticos. Esta clasificación puede ser reducida a dos principales grupos. Los riesgos inducidos por el hombre van desde el crimen hasta la desestabilización política o el terrorismo o cualquier aspecto que atente contra la integridad física del viajero, mientras que los riesgos financieros abarcan cuestiones las cuales se refieren a malas experiencias producto de “huelgas”, o problemas en la atención. El motivo del viaje y la cohesión se presentan como dos factores importantes a la hora de observar cuan riesgoso es un destino turístico (Fuchs y Reichel, 2010: 214).

En los últimos años, la industria turística ha sufrido diversas crisis debido a atentados contra población civil, desastres naturales, aparición de nuevos virus, y crisis financieras entre otras. Dentro de ese contexto, J. Henderson considera que la evaluación de potenciales “riesgos” debe ser considerada una estrategia preliminar para hacer frente a la catástrofe y poder llevar a la práctica un oportuno plan de manejo de crisis cuando ésta ocurra. La percepción del riesgo, en otras palabras, evita que “lo peor ocurra” activando el sistema de alarma de la sociedad hacia ciertas amenazas internas o externas (Henderson, 2008: 127). 

Según un estudio realizado por Anderson, Juaneda y Sastre, una de las mayores preocupaciones de los turísticas por las cuales se ven obligados a contratar servicios de todo incluido se encuentra las diferencias idiomáticas, los problemas suscitados en el transporte y la sanidad en de la alimentación. Los paquetes Todo-Incluido en la industria del turismo han servido desde sus inicios como mecanismos capaces de reducir la vulnerabilidad percibida del turista en un territorio desconocido. No obstante, a medida que el viajero se familiariza con el destino turístico por medio de nuevos viajes, la propensión a contratar paquetes turísticos disminuye (Anderson, Juaneda y Sastre, 2009: 12). Cabe mencionar que en una muestra de 350 estudiantes estadounidenses consultados sobre China, Qi, Gibson y Zhang encontraron uno de los factores de mayor preocupación a la hora de viajar a un destino extranjero es la higiene y sanidad, seguida de la inestabilidad política y la posibilidad que países vecinos estén en guerra y las barreras propias del lenguaje. Asimismo, los investigadores enfatizan que las mujeres perciben mayor riesgo que los hombres en cuestiones vinculadas a la violencia mientras que los hombres se ven más preocupados que las mujeres por las condiciones sanitarias del destino (Qi, Gibson, y Zhang, 2009: 58)

El turismo se encuentra vinculado a los conceptos de seguridad y es -en parte- sensible a los potenciales peligros que pueden caer sobre los viajeros. Una de las características de nuestro tiempo es la expansión del miedo a zonas ajenas a lugares donde se original los riesgos. Por ejemplo, el SARS detectado en Hong Kong pronto se ha expandido por toda la red área incluyendo países europeos y en América del Norte perjudicando seriamente a la industria de los viajes en todo el mundo. Por ese motivo, toda ínter-conectividad del sistema turístico implica que las cuestiones de seguridad sean un problema de difícil abordaje. Un evento sucedido en un punto geográfico determinado, seguramente trasciende las fronteras y afecta al sistema todo. En ese contexto, Hall, Timothy y Duval sugieren que es necesaria una nueva forma de comprender las amenazas en la industria de los viajes y el turismo; se viven tiempos “complicados e inseguros”. El problema de la seguridad debe ser analizado en forma integral asociando el sistema turístico a otros sistemas más amplios como el político y el económico. Los autores enfatizan que las cuestiones de seguridad se encuentran vinculadas al desarrollo del turismo sustentable. Una población sumergida en la pobreza que se caracterice por un alto índice delictivo o condiciones de salud delicadas pueden convertirse en una amenaza para los potenciales visitantes. Así, las amenazas que puede sufrir un turista deben ser concebidas como una cuestión de Estado que garantice la estabilidad tanto para los residentes locales como para los turistas (Hall, Timothy y Duval, 2003: 8-16).

El Rol del viajero y los lazos familiares
Una de las primeras cuestiones a examinar es el rol que cumple el viajero y su vinculación a la percepción del riesgo. Desde esta perspectiva, se asume que los viajeros de placer contrastan en la construcción de su idea de riesgo de otra clase de viajeros turísticos como ser hombre de negocios, mochileros, misioneros, peregrinos, y exploradores entre otros subtipos. Cada viajero dependiendo del rol que ejerce y el motivo por el cual viaja construye diferentes expectativas en torno al viaje turístico (Castaño, 2006: 79).

Dos de los autores pioneros en trabajar la relación existente entre el rol del viajero y la percepción del riesgo aplicada a los viajes y destinos turísticos, fueron Roehl y Fesenmaier (1992) quienes en una muestra de 258 voluntarios dedujeron que los viajes de placer o descanso en ciertos grupos son considerados como de mayor riesgo en comparación con otros. Con una tasa de respuesta del 63.9%, los autores conformaron tres grupos (clusters) acorde a la forma en que los participantes percibían los riesgos y sobre los factores que incidían en ese proceso. El primer grupo denominado “place risks” (21 casos) estaba basado en aquellos para los cuales las vacaciones eran percibidas como de mayor riesgo, el segundo grupo (functional risks) se formó con personas (52 casos) que pusieron énfasis en los riesgos físicos o de equipamiento en planta turística mientras que el tercer grupo (risk neutrals) manifestaban un grado menor de riesgo percibido que los dos anteriores (165 casos). En este contexto, edad, género y estructura familiar se conformaban como tres variables importantes para explicar el grado de percepción del riesgo. El grupo “functional risk” con una fuerte presencia de niños menores a 6 años demostraban mayor predisposición a tomar viajes de más de un día a diferencia de los otros dos grupos. Por otro lado, los integrantes del “risk neutrals” consideraban en general a todos los viajes como seguros aún aquellos que se hacían por primera vez; estos participantes manifestaban cierta tendencia a experimentar en sus viajes novedad, excitación y aventura. En líneas generales, los resultados del estudio revelaron que existen pocas diferencias entre en la importancia que revisten las reservaciones previas como formas de disminuir la ansiedad y el riesgo en los tres grupos, pero es el “place risk” aquel en donde se acude a la visita de familiares y amigos como forma de disminuir el riesgo ante lo desconocido.

Los vínculos sociales se constituyen como un aspecto importante a ser estudiado empíricamente en los viajes. Como han demostrado los estudios de Roehl y Fesenmaier (1992) y Yuan (2005), los viajeros que se desplazan para visitar familiares o amigos como motivo principal o viajan acompañados con sus seres queridos perciben al viaje como menos amenazantes que aquellos que se desplazan solos. Mismos resultados son encontrados por una investigación de Park y Reisinger con una muestra compuesta por 354 turistas mayores de 18 años en la Península de Florida. Los sujetos que se desplazan solos perciben un riesgo socio-psicológico mayor a sufrir algún desastre natural que aquellos quienes se mueven en grupo. Su sentimiento de vulnerabilidad se hace mayor cuando visitan un lugar desconocido por primera vez. Asimismo, los divorciados perciben mayores riesgos políticos que los casados o los solteros1 . Según los investigadores, ello se debe a que no quieren verse involucrados a ningún tipo de asuntos legales  producto de su separación. Estos hallazgos convalidan la hipótesis que el lazo social y de consanguinidad juegan un rol importante en la construcción socio-psicológica del riesgo durante los viajes (Park y Reisinger, 2010: 19).

Si bien, los lazos familiares juegan un rol importante en la disminución de la percepción de riesgo, otros autores sugieren lo contrario. Un estudio llevado a cabo sobre 165 turistas franceses revela que quienes viajan con familiares tienen una mayor propensión a evitar riesgos, sobre todo si viajan con niños. Aquellos quienes viajan solos tienen una mayor aceptación de los riesgos que implica su viaje en comparación de quienes viajan con amigos o familiares. Asimismo, la experiencia previa en viajes internacionales es otro factor de peso a la hora de cancelar o continuar un viaje ante elementos de cierto riesgo como puede ser un atentado o una crisis política en el destino visitado (Abdel-Azim, 2010).

Según M. Hall, existen tres períodos históricos en los cuales se marca un claro impacto de eventos políticos y económicos en la industria de los viajes y el turismo: a) la recesión económica en América del norte en la década de los 80, b) la recesión laboral en Asia en la década de los 90, y c) los ataques al Word Trade Center en Septiembre de 2001 y la posterior guerra contra el terrorismo que generó la última crisis en 2009 (Hall, 2010: 409). En concordancia con Hall, R. Schluter sugiere que es necesario considerar la posibilidad que el Turismo sea un fenómeno retráctil. Es decir, que se contraiga ante eventos y situaciones que impliquen amenazas para los viajeros como ser atentados, robos, asesinatos, crímenes u actos de otra naturaleza. Según nuestra autora, el protagonismo actual de la actividad puede verse condicionado por variables que el propio mercado no puede controlar. El consumo, y sobre todo el turístico, es un “acto voluntario” sensible por demás a la publicidad negativa de los destinos. La idea de hacer del viaje un momento memorable y positivo como recuerdo es el factor principal por el cual una persona elige (generalmente) un destino seguro (Schluter, 2008: 147-150).

Esta interesante hipótesis es respaldada por un estudio empírico llevado a cabo por Domínguez, Burguette y Bernard en donde se demuestra que los viajes de placer presentan una sensibilidad mayor a los eventos trágicos en comparación con aquellos llevados por negocios. Según los investigadores esto se debe a la gran dependencia que tiene la economía turística mexicana de los viajeros o turistas estadounidenses (Domínguez, Burguette y Bernard, 2003:336). Con un manejo de literatura suficiente sobre el tema, los investigadores preparan el estudio en base a las ciudades de Cancún, Puerto Vallarta, México, Monterrey, Puebla, y Los Cabos. La información por último es sometida a un índice estadístico P. Value (regresión múltiple binaria de 0 a 1). Según los hallazgos, los autores sostienen que el mercado de negocios parece menos sensible a los atentados o eventos negativos en comparación a los viajes de placer o vacacionales (Domínguez, Burguette y Bernard, 2003). No obstante los alances de la investigación llevada a cabo por Domínguez, Burguette y Bernard (2003) merecen ser reconsiderados nuevamente.

En primer lugar, en el trabajo de campo no se detallan de qué manera han compuesto su muestra y los métodos de recolección de datos. En segundo lugar, según los datos presentados la variación en porcentaje de ocupación del destino negocios es del 2% con respecto al destino vacacional del 6%. Esta diferencia parece no ser sustancial para afirmar que el turismo vacacional posee mayor sensibilidad en comparación al de negocios. Asimismo, la variación con respecto a la tarifa efectiva en el destino negocios es de $-12 mientras que la variación en el destino vacacional es de $-14. Por último, los autores sostienen arbitrariamente que destinos como México deben ser considerados de negocios mientras otros como puerto Vallarta de placer o vacacional. Esta división ad-hoc no sólo invalida y dificulta establecer relaciones fiables entre un segmento y otro, desde el momento que la ciudad de México concentra ambos tipos de segmentos, sino que también muestra serias dificultades para ser replicadas y repetidas en otros contextos. Por ese motivo, deben admitir (de hecho lo hacen) que los datos no son tan claros como se esperaban. No obstante, el trabajo introduce el “rol del viajero” como una variable a tener en cuenta en el estudio de los riesgos. Otros estudios relativizan los resultados de Domínguez, Burguette y Bernard. Por ejemplo, Gut y Jarell sostienen que el 11 de Septiembre no significó un quiebre sustancial para la forma de hacer turismo en Estados Unidos, ya que muchos flujos turísticos fueron re-encauzados hacia centros turísticos rurales como ser el Chimney Rock Park en Carolina del Norte. Luego de este evento, la confianza en los destinos urbanos fue en declive mientras que aumentó la valoración positiva sobre destinos turísticos rurales. Por ese motivo, los autores advierten que los flujos turísticos no parecen ser un asunto tan simple como algunos asumen (Gut y Jarell, 2010); incluso para ciertos turistas, el riesgo es considerado una categoría positiva de atracción y no de rechazo.
 
Siguiendo esta línea de análisis, Reichel, Fuchs y Uriely conducen una investigación con el fin de dilucidar la manera en que los mochileros conciben el riesgo y compara los datos con segmentos del turismo masivo. La muestra estaba compuesta por 579 mochileros israelíes de entre 19 y 39 años de edad, 302 (52.2%) hombres y 277 (47.8%) mujeres.  A los participantes se les aplicó un cuestionario estructurado de 34 preguntas bajo escala lickert, organizadas en 8 factores de riesgo2 . El 94% de la muestra había cumplido el servicio militar obligatorio mientras que de ese porcentaje sólo el 37% había experimentado una situación real de batalla. Los resultados de la investigación arrojaron las siguientes conclusiones: Aquellos que viajan acompañados se preocupan más por los daños físicos (factor 3), las expectativas (factor 4) y masificación del destino (factor 7). Por su parte, aquellos que viajan acompañados por “extranjeros” perciben con mayor riesgo socio-psicológico (factor 2), daño físico (factor 3), y problemas políticos (factor 5). Por último, aquellos que ya habían tenido una experiencia previa como mochileros se preocupaban por la masificación del destino (factor 7), riesgos financieros (factor 6), comportamiento personal (factor 8), expectativas (factor 4) mientras que aquellos quienes viajaban como mochileros por vez primera percibían mayor riesgo de daño físico (factor 3), riesgo asociado al lugar (factor 1), y riesgo socio-psicológico (factor 2). Por último, los hombres asociaban el riesgo a como se toma la decisión de viajar y los factores intervinientes en ese proceso como así también a cuestiones del propio comportamiento frente a amigos, familiares y seres queridos mientras las mujeres construían su idea de riesgo en base a la posibilidad de sufrir daños reales o problemas de salud (Reichel, Fuchs y Uriely, 2007: 223-225).

Desde esta perspectiva, los investigadores enfatizan en que el rol del viajero y la experiencia que tenga en ese rol son dos variables fundamentales a la hora de comprender su disposición evitativa al destino. Asimismo, la relación de género también cumple un rol importante en el estudio del fenómeno. No obstante, los autores admiten que la investigación se encuentra condicionada por el cumplimiento del servicio militar en la gran mayoría de los participantes cuya separación en un grupo con situaciones de batalla y otro formado por participantes que no comparten dicha experiencia no arrojan resultados significativos.   

Nacionalidad y diferencias culturales
En 2006 se publicó un interesante trabajo de H. Sackett y D. Botterill en donde se reveló, respecto a dos muestras de 39 (Estados Unidos) y 59 (en Reino Unido) respectivamente, que la percepción de riesgo aumenta con respecto a la lejanía y proximidad de un destino. Para ser más exactos, el estudio ha medido la percepción de dos muestras de turistas cuya nacionalidad es estadounidense (n= 39) y británica (n=59) considerando la posición de riesgo con respecto a una batería de destinos turísticos. Como se ha demostrado en otros estudios, un mayor porcentaje de americanos (72%) responden que el riesgo ha crecido luego del 11-09 en los británicos (42%); asimismo los americanos perciben de mayor riesgo los viajes internacionales (28%) que los británicos (12%). Ambos grupos acuerdan con un 46% que sin importar la distancia geográfica con respecto a su destino turístico, un inminente acto terrorista puede disuadirlos de realizar su viaje de vacaciones o placer (Sacket y Botterill, 2006). Si bien los resultados del estudio concuerdan con las observaciones de Schluter (2008) y Domínguez, Burguette y Bernard (2003), lo cierto es que existen fallas metodólogicas en cuanto a que Sacket y Botterill no dan datos específicos de cómo se ha seleccionado la muestra: a) la cantidad de integrantes en la muestra americana y británica es desproporcionada (n= 39-59), hecho que afecta notablemente los porcentajes de respuesta; b) no existe información de los criterios usados por los investigadores para la selección de las mismas, c) las muestras no parecen estadísticamente representativas, y d) no existen datos sobre los atributos de los participantes (género, edad, educación). Por estos motivos, los resultados del trabajo deben ser seriamente cuestionados.   

Ertuna y Ertuna enfatizan en la relación que existe entre la percepción del riesgo y la afiliación nacional-cultural sosteniendo que en general ante la exposición mediática los televidentes demuestran una propensión a captar con mayor detalle las noticias negativas vinculadas a shocks o catástrofes que las positivas. Asimismo, la nacionalidad o la afiliación cultural es una variable que juega un papel principal en la recepción y en la percepción de dichas noticias. Siguiendo los estudios previos de Carlsen y Hughes sobre la percepción del Tsunami de 2004, Ertuna y Ertuna afirman que los viajeros de nacionalidad británica se muestran mas insensibles a eventos de desastre en comparación con los viajeros de nacionalidad alemana, italiana y francesa en quienes no sólo el impacto es mayor sino también el período de recuperación para retornar el destino. Por el contrario, los británicos, rusos y chinos demuestran pocas fluctuaciones en cuanto a la demanda de servicios turísticos en zonas comprometidas (Ertuna y Ertuna, 2009: 19-21).  

Una extensa investigación llevada a cabo sobre 348 hogares clasificó a los consultados según el riesgo percibido a la hora de elegir un destino turístico. En forma general, los tipos con mayor ponderación fueron el riesgo a sufrir un accidente (3.5-2.95) y a sufrir un atentado (3.45-2.61). Pero en lo particular, el cluster 1 varía en consideración con el 2. Si bien, se acuerda que el viaje es un factor de riesgo y la seguridad es un aspecto más que importante a la hora de vacacionar en el primer grupo (cluster 1), el segundo grupo (Cluster 2) la percepción del riesgo es notablemente menor. El grupo número 1 estuvo formado en su mayoría por jóvenes, mujeres y personas semi o desocupadas mientras el segundo se conformaba con personas de mayor edad, jubilados o empleados full-time. Dentro de estas consideraciones, Floyd y Pennington-Gray (2004) sugieren que la edad, la ocupación y el género son variables influyentes en la percepción de riesgo. Pero nuevamente, el trabajo muestra fallas epistemológicas serias que sesgan los resultados. En primer lugar, las dos muestras (clusters) son desproporcionadas (n1= 134 y n2= 214). Aun cuando los autores den detalles sobre su conformación etárea y generacional, el método de recolección de información parece poco fiable. Los investigadores han recolectado la información por teléfono, y no especifican cuantas personas se han negado a participar. 

David Steiner, en sus respectivos trabajos, ha sugerido que la nacionalidad puede ser una variable secundaria a la hora de percibir ciertos riesgos en comparación con la residencia. El autor examinó en detalle el caso de la inversión turística en Egipto, un país que ha sido testigo de varios ataques a turistas extranjeros, encontrando dos puntos importantes. El 11 de Septiembre de 2001 puede ser comprendido como un hito que ha instalado un discurso político claro, “cualquier y en cualquier momento puede ser víctima de un atentado sin importar el lugar de residencia” mientras que por el otro una persona sometida a riesgos constantes tiende a suavizar su percepción generando un umbral de tolerancia ante el evento. Por ese motivo, Egipto a pesar de “la violencia política” no ha declinado como destino internacional turístico (Steiner, 2007) (Steiner, 2009).  Una investigación conducida por Fuchs y Reichel enfatiza en el poder explicativo que adquiere la variable religión en ciertos grupos desplazando a la nacionalidad y al destino en sí mismo. Los resultados del trabajo revelan que los cristianos, ello quiere decir católicos y protestantes poseen una mayor aversión al riesgo que otros grupos. Por su parte, los alemanes como grupo demuestran una mayor aversión al riesgo que ingleses y estadounidenses. El estudio concluye que la afiliación religiosa se constituye como un factor clave para comprender las actitudes sociales (Fuchs y Reichel, 2004: 26). Como limitación principal, cabe señalar no existe una comparación exhaustiva entre católicos y protestantes ya que ambos integraron una misma muestra.

Por su parte, G. Fuchs, Uriely, Reichel y Maoz (2012) explican que la racionalización de las situaciones de peligro adquiere aspectos ideológicos que deben ser estudiados. El primer elemento generador de temor en un turista es el límite entre el mundo conocido y el desconocido, la frontera entre su país y los otros; en este sentido, la afiliación política del turista juega un rol importante en la construcción de los riesgos. Según una muestra de 489 turistas con destino a Israel (en zona fronteriza de Sinaí), los autores consideran que la “ideología política” es una variable significativa a la hora de percibir mayor o menor peligro. Aquellos turistas ideológicamente marcados por la “derecha” percibían mayores riesgos en comparación con la “izquierda”.

1 Park y Reisinger consideran 13 tipos principales de riesgos aplicados a los viajes. El riesgo político hace referencia a que el viajero se vea involucrado en alguna huelga o tumulto en el momento que visita un lugar. A su vez, el Riesgo psicológico se vincula a la posibilidad que la experiencia final del viaje no refleje la propia imagen o las expectativas de refuerzo del estatus.

2 Entre los factores de riesgo “asociados al lugar” (factor 1) se encontraban la intoxicación por ingesta de comida, crimen y enfermedades. El factor 2 “Sociopsicológico” incluía preguntas tendientes a medir la compatibilidad del viaje con la propia imagen e identidad como por la influencia del viaje en la amistad o la familia. El factor 3 “daño físico” se refería a accidentes viales o aéreos, desastres naturales y actos de terrorismo. El factor 4, “expectativas” incluía preguntas vinculadas a problemas puntuales o desinteligencias en la organización del viaje. Factor 5 “problemas políticos” hacía referencia a los aspectos socio-políticos que pudieran generar miedo en el viajero. Factor 6 “riesgo financiero” se vincula a problemas de financiación del viaje como ser tarifas o gastos imprevistos. El factor 7 “masificación del destino” se preocupa por incluir la percepción de los viajeros hacia sitios de concurrencia masiva. Por último el factor 8 “comportamiento personal” cubre las preguntas que hace referencia al abuso de drogas o comportamientos delictivos que puedan afectar la propia imagen del turista frente a los residentes locales.