LOS RIESGOS EN EL VIAJE TURÍSTICO: DECONSTRUYENDO LA PARADOJA PROFESIONAL

LOS RIESGOS EN EL VIAJE TURÍSTICO: DECONSTRUYENDO LA PARADOJA PROFESIONAL

Maximiliano E Korstanje
Universidad de Palermo, Argentina

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INTRODUCCION

Para mediados del siglo XX, los diversos avances técnico-científicos en Europa y Estados Unidos, asociados con una reducción en el tiempo de trabajo, mayor comodidad y tiempo de ocio como así también un aumento progresivo de los salarios, se han constituido en factores de peso para consolidar al turismo (o industria de los viajes) como una actividad masiva y comercial a nivel mundial. En consecuencia, dentro de la comunidad académica existe consenso en afirmar que el viaje y el desplazamiento son parte inherente al turismo como fenómeno orientado a lo lúdico y placentero (Santana-Talavera, 2006); la cantidad de turistas y viajeros en todo el mundo no sólo se ha incrementado en las últimas décadas sino que también continúa en asenso como muestra de las mejoras en el nivel de vida de las sociedades industrializadas (Frechtling, 1993) (Khatchikian, 2000: 250) (Getino, 2002:17) (Schluter, 2003: 42-46) (Korstanje, 2007:25) (Urry, 2007: 20). Al respecto, J. Urry afirma “anualmente se consignan más de 600 millones de arribos de pasajeros internacionales (compárese con los 25 millones de 1950); a toda hora 300.000 personas sobrevuelan los Estados Unidos (cantidad equivalente a la población de una importante ciudad); medio millón de nuevas habitaciones de hotel son construidas cada año en el mundo entero” (Urry, 2007: 17).

Según número de la Organización Mundial de Turismo en 1974 se registraban un total de 515 millones de pasajeros aéreos transportados en todo el mundo, mientras en 1976 ese monto subió a 576 millones, en 1979 a 754 millones y en 1984 a 860 millones. Asimismo en kilómetros recorridos por pasajero, en 1974 se registraban 790 kilómetros, mientras 1976 ese número ascendía a 825 kms, en 1979 a 874 y en 1984 a 907.
Según datos de la Secretaria de Turismo de la Nación, la capacidad hotelera destinada al alberge de viajeros y turistas en la República Argentina, ha crecido considerablemente. En 1998 la cantidad de establecimientos era de 6.767, cifra que sube levemente en 1999 hasta 6.970, en 2000 había 7.398 y en 2005 se contaban 9.538 establecimientos. En número de plazas, la hotelería argentina contaba con 376.823 plazas en 1998, 386.826 en 1999 y posteriormente en 2005 se contabilizaban 475.551 plazas.  En 2005 la variación anual en cantidad de establecimientos con respecto al año anterior fue de 6.9% mientras en ese mismo año la variación anual con respecto a la cantidad de plazas también creció un 3.41%. Los datos expuestos confirman que el turismo y la industria de los viajes han crecido no sólo en todo el mundo sino también en la Argentina.

A pesar de lo expuesto, para algunas personas viajar no es sinónimo de placer, prestigio y descanso, sino de tensión, preocupación y riesgo. Al respecto es reveladora la celebre frase del antropólogo belga C. Lévi Strauss “el viaje y los viajeros son dos cosas que aborrezco… sin embargo aquí me tienen, dispuesto a contarla historia de mis expediciones” (Lévi-Strauss, 1958: 17). El acto de viajar puede ser vinculado al desplazamiento geográfico-temporal por el cual el sujeto sufre una dislocación identitaria. Por un lado, el viaje “turístico” se constituye como atractivo debido a las expectativas y deseos de conocer lugares o personas nuevas mientras por el otro invade al viajero con sentimientos negativos como la incertidumbre y la posibilidad de ser mal recibido o ser agredido. Desde los romanos hasta nuestros días, una gran cantidad de culturas y grupos humanos diversos como los Lodagaa en África o los Aymará en América, observan en el viaje una institución ambigua generadora de profundas preocupaciones. Relatos variados existen sobre la presencia de entes, espíritus, o demonios que acosan a los viajeros durante sus desplazamientos  sobre todo cuando las muertes han sido producto de “desastres, catástrofes” repentinas (Albó, 1992: 93) (Goody, 1995) (Fernández Juárez, 2000: 157). A. J. Taylor sugiere que dichas creencias, extendidas en la mayoría de las culturas, son una forma eficaz de simbolizar la tragedia y digerir el trauma que supone la pérdida de vidas humanas. De esta manera se preserva la identidad de la víctima y su representatividad dentro de un territorio determinado el cual le es propio (Taylor, 2000).

Uno de los antecedentes históricos más antiguos sobre los peligros experimentadas por los viajeros se registra durante el Alto-Imperio Romano; más allá de tener a su disposición toda la seguridad de su guardia personal, el Emperador Octavio-Augusto en uno de sus viajes por las noches fue víctima de un rayo que casi le quita la vida. Desde ese entonces, cuenta Cayo Suetonio, el Emperador se rehusó a emprender cualquier tipo de viaje si las condiciones climáticas no eran propicias: “por lo que toca a sus supersticiones, he aquí lo que se dice: temía de modo insensato a los truenos y relámpagos, cuyos peligros creía conjurar llevando siempre consigo una piel de vaca marina. Al aproximarse la tempestad se escondía en paraje subterráneo y abovedado; este miedo procedía de haber visto en otro tiempo caer el rayo cerca de él durante un viaje nocturno” (Suetonio, XC, 104). En esta misma línea, el antropólogo inglés J. Goody explica que entre los Lodagaa en el Norte de Ghana, existe la costumbre de darle agua o en su lugar cerveza al extranjero como señal de hospitalidad. Mediante un intercambio verbal generalmente éste extraño, del cual nada se sabe, es reconducido al estatus de extranjero y en tal sentido una persona protegida por los dioses locales. En ciertos casos, si los viajeros no son bien recibidos basta con comer un puñado de tierra autóctona a la vista de todos para invocar la protección de los dioses. De esta forma, la gente evitará dañar a quien ha sido agraciado con la hospitalidad divina (Goody, 1995: 101). La ingesta de tierra tiene una función simbólica de protección con respecto a la extranjería y las amenazas que generalmente se asocian cuando se está en tierras lejanas. El ritual de bienvenida o de hospitalidad tiene una doble función, reducir la cuota de incertidumbre tanto en el viajero quien no conoce el destino en su totalidad como en los residentes quienes desconocen los “antecedentes” del extranjero (Derrida, 2006).

Dentro de este contexto han surgido las siguientes preguntas: ¿qué diferencia existe entre riesgo, miedo, angustia y amenaza?, ¿cuáles son los motivos que llevan a las personas a desarrollar fobias a los viajes?, ¿existe alguna diferencia entre la forma en que los profesionales del turismo perciben el viaje en comparación con otros entrevistados (lego)?, ¿Cuál es el rol de la muerte en dicho proceso?

En una primera fase, con el objetivo de reforzar y complementar las variables que se desprenden del análisis teórico (López-Alonso; 2005: 71), se conduce una observación participante y no participante de carácter descriptiva en las terminales de ómnibus de Retiro, y los aeropuertos Jorge Newbery con respecto a las situaciones que puedan surgir de los viajeros antes de su partida. Estas metodologías tienen la ventaja de no ser obstructivas incluyendo el material recolectado de una forma no estructurada como así permite un gran acopio de información1 . La observación se realizará entre los meses de enero, febrero, marzo de 2010, los días sábado, domingos o martes durante 2 horas alternando observación no participante con entrevistas informales. En la medida en que la situación lo permitan las entrevistas serán grabadas. En una segunda fase descriptivo-explicativa, presentamos el caso de tres agentes de viaje (seleccionados de un total de 45 entrevistas) que han desarrollado cierta aversión a viajar. La metodología empleada ha sido la observación participante etnográfica acompañada de 3 historias de vida. El tiempo de trabajo de campo ha llevado 10 largos años.

Desde el momento en que los objetivos de la investigación no requieren de muestras estadísticas, el trabajo se abordará desde un enfoque cualitativo. Por otro lado, indagar sobre temas vinculados a lo emocional desde una perspectiva cuantitativa posee ciertas desventajas por cuanto el encuestado asume como propia una categoría que se encuentra presente en el imaginario social pero que no comparte o ha experimentado. La mayor debilidad en la conducción de cuestionarios en temas vinculadas al riesgo se encuentra asociado a replicar ciertas categorías que los entrevistados conciben como natural y aceptable pero que en el fondo no comparten (Kessler, 2009: 90). Asimismo, Graham y Clemente sostienen que si bien las grandes encuestas apuntan al género femenino como más sensible a la percepción de riesgo, lo cierto es que las mujeres por estar socializadas dentro de un parámetro que las vincula al cuidado del hogar y los hijos, perciben mayores riesgos que los hombres cuando los miembros de la familia están en peligro (Graham y Clemente, 1996: 4).  Por lo expuesto, se ha elegido una perspectiva cualitativa para la investigación.

En la actualidad existe un cuerpo teórico incipiente sobre la relación entre la “percepción del riesgo” y la elección del destino vacacional o turístico; sin embargo existen diversos problemas metodológicos y epistemológicos en estos trabajos que ameritan ser discutidos. La superficialidad de estos estudios se encuentran vinculada a mejorar la utilidad económica de los destinos turísticos que a comprender el fenómeno. En ocasiones, se confunde conceptualmente riesgo, miedo, amenazas hecho por el cual se ven sesgados los resultados de dichos estudios. Ciertamente, no existe todavía un abordaje descriptivo que estudie los riesgos al viaje desde la perspectiva de quienes precisamente organizan viajes y están en contacto cotidiano con viajeros. La falta de un enfoque cualitativo que permita una mayor comprensión del problema continúa siendo una limitación en los estudios de percepción de riesgo aplicado a los viajes y el turismo. Por tal motivo, el presente trabajo se presenta no sólo como original al introducir por vez primera en el debate al conocimiento profesional en la percepción de riesgos sino también necesario. Por su complejidad y con base en la psicología social, el trabajo intentará tomar las contribuciones de diferentes disciplinas tales como la filosofía, la antropología, la psicología de las emociones, la geografía social, el estudio de la política, los estudios culturales, la psicología ambiental, la literatura, la sociología, y el turismo. 

1 La ventaja de la observación, argumenta López-Alonso (p. 260) radica en ser un método de recolección de información de primera base dando “pistas legítimas” para ser continuadas a la vez que abre un canal directo de investigación con el entorno natural y cotidiano. La riqueza del método es que las observaciones realizadas se dan en el contexto en el que interactúan los actores.