ANÁLISIS TEÓRICO E HISTÓRICO DEL DESARROLLO DEL CAPITALISMO EN AMÉRICA LATINA 
EN EL SIGLO XX

ANÁLISIS TEÓRICO E HISTÓRICO DEL DESARROLLO DEL CAPITALISMO EN AMÉRICA LATINA EN EL SIGLO XX

Lucina Aguilar Orejel (CV)
Universidad Autónoma de Nayarit

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CAPÍTULO 3.
RECORRIDO HISTÓRICO DEL CONTEXTO DE LAS PRINCIPALES TENDENCIAS DE LOS PROCESOS DE INTEGRACIÓN ECONÓMICA LATINOAMERICANOS Y SEGÚN EL PERIODO DE CRECIMIENTO ENSAYADO.

Al igual que en los modelos de desarrollo, se pueden estudiar 3 etapas bien diferenciadas de la integración económica regional 1:
1) La primera de los años 1950 a 1975, transcurrió en un ambiente económico internacional expansivo que favoreció la idea de crecimiento desde adentro. Fue, por tanto, una etapa en que la integración se combinó con el mercado mundial en una proporción mayor, apoyándose en la industrialización sustitutiva.
2) La segunda convencionalmente corresponde a la década de 1980, en la que la integración se devaluó políticamente y en los hechos involucionó. Ya en la segunda mitad de los años setenta la integración había comenzado a exhibir cierta fatiga y un conflicto entre la opción del crecimiento desde adentro o el retorno al viejo estilo de exportaciones primarias al mercado mundial.
3) Finalmente la tercera etapa ha transcurrido de los años noventa a nuestros días en un ambiente económico internacional de expansión irregular y claro predominio de la liberalización, lo que favoreció la idea de crecimiento desde fuera. Es, por tanto, una etapa en que el mercado mundial tiene más importancia en la combinación con la integración.

  • DE LOS AÑOS DE 1950 A 1975.

3.1.1 El fin de un ciclo.
El contexto visto en los dos decenios de posguerra englobó: la expansión general de la economía mundial (entre 1950 y 1970 la economía mundial creció a razón de 5.5% anual); la polarización de ese crecimiento, al menos en términos relativos; la diferenciación interna del conjunto de países industrializados de economías de mercado (ó capitalistas); el crecimiento y la gravitación de un área de países socialistas o de economías centralmente planificadas; la marginalización relativa de los países en vías de desarrollo, combinada con nuevas formas de inserción en el sistema global; y la diferenciación interna de los países en desarrollo.

Entre avances y retrocesos, cambios y continuidades gestadas en dicho periodo se desenvolvieron los procesos de internacionalización del capital2 . Los cuales han sido una respuesta a la crisis gestada en los decenios de los ’50s y los ’60s, e inevitablemente evidenciada en los ’70s. Por lo que por muy contradictorio que parezca en el mismo seno del periodo expansivo de 1930-1960, se agudizaron las contradicciones que en 1960-1970 ocasionaron la crisis de las condiciones que hasta entonces habían facilitado la expansión.

En específico el funcionamiento del sistema capitalista, en dichos decenios expansivos, arroja la paulatina erosión de la hegemonía de Estados Unidos (EU) que es desafiada por un oligopolio mundial, heterogéneo y altamente inestable, en el que la emergencia de Europa y Japón, con instalaciones y equipos nuevos más eficientes que Estados Unidos, y gastos militares menores, provoca que las empresas norteamericanas, japonesas y europeas estén en condiciones para luchar entre sí por colocarse a la cabeza.

Es decir los compromisos políticos, militares y económicos de EU en el extranjero, lo mismo que la expansión internacional de las empresas transnacionales estadounidenses, que dieron origen a crecientes y aceleradas salidas anuales de capital privado y público, hecho que estuvo asociado a la expansión de las empresas transnacionales de Estados Unidos que orientaron sus estrategias principalmente hacia Europa, presentaron indicios de desgaste debido a que desde los ’70s más y más empresas europeas y japonesas desafiaron el liderazgo estadounidense.

La decadencia de la incuestionable hegemonía estadounidense empieza a manifestarse: 1) en que las reservas totales de oro y divisas de Estados Unidos, que en 1949 constituían la mitad de las reservas totales mundiales, cayeron hasta 21% 20 años después, y las de Europa occidental aumentaron de 11% a 37%; 2) durante la segunda mitad de la década de los 60 la cuenta corriente de EU comenzó a deteriorarse. El significado y trascendencia de este cambio no se comprendió de inmediato. En un principio se creyó que ayudaba a mantener el funcionamiento del sistema económico mundial, pues lo lubricaba al diseminar dólares por doquier. Crasso error; 3) El déficit fiscal creció cuantiosamente, eso estimuló la actividad interna pero se tradujo, también, en un incremento de las importaciones. De esta manera, el superávit de la balanza de pagos en la cuenta de exportación e importación de mercancías, desapareció en solo 5 años después (en 1969); 4) Cuando en 1969 asumió la presidencia Richard Nixon, se instaló en la Casa Blanca un pensamiento arrogante que anteponía ante todo el poder y la ventaja nacional; y que juzgaba sospechosa la cooperación internacional e inútiles a las instituciones internacionales. Lo que Nixon consiguió con su arrogancia3 fue llevar a su límite el papel de Estados Unidos como centro de reserva. La enorme acumulación de dólares en otras economías los hacía cada vez menos deseables en éstas, colocando a EU en la vulnerable posición de que los demás países ya no quisieran hacerle concesiones. El dólar se debilitó, y los países decidieron presionar a EU para que implantara un nuevo programa económico: rebajas tributarias para impulsar el empleo; congelamiento por tres meses de los precios y los salarios; un sobrecargo de 10% a las importaciones para desalentarlas; limitaciones en el uso de las reservas internacionales oro de EU; y la notificación al FMI de que en lo sucesivo no habría más libre compra y venta de oro en EU. En una palabra: el fin de Bretton Woods (BW)4 , en agosto de 1971.

A su vez llego a su fin el prolongado periodo histórico de expansión de la economía mundial debido a:
1) Las cataclísmicas decisiones de la OPEP en 1973-1974, que cuadruplicaron los precios del petróleo; y los triplicaron en 1979-1980.
Hasta entonces las sociedades opulentas habían derrochado la energía sin preocuparse por su agotamiento, pero de pronto, en tan sólo 10 años, el precio del barril de crudo subió de 2.5 dólares en 1970 a 41 dólares en 1980. Tan espectacular incremento de precios provocó una afluencia no menos espectacular de divisas, desde los países desarrollados a los subdesarrollados productores del crudo; lo que por un momento pudo pensarse que terminaría acumulando las reservas mundiales de divisas en esos países, poniendo al mundo al revés. Sin embargo, los países industriales reaccionaron rápidamente. Redujeron su consumo de hidrocarburos y se dieron a la tarea de vender a los nuevos ricos todo lo imaginable5 .

2) La pérdida de dinamismo de la productividad, primero de EU en los ’60s y luego de otros países desarrollados, en la década siguiente. Lo anterior se relacionó con la pérdida de aliento de las innovaciones tecnológicas en las industrias en que había descansado la expansión económica de posguerra, fenómeno que se presento primero en la industria química pesada hacia finales de la década de los 60, después en la industria del automóvil y también en la mecánica eléctrica. Por otra parte, el propio sistema fordista de producción fue exhibiendo una creciente rigidez; la excesiva estratificación taylorista de la administración de las empresas terminó por entorpecer su funcionamiento.

3) Las estructuras de poder conocidas (FMI, GATT, otras) al inicio de la posguerra se habían modificado profundamente con el resurgimiento de Europa y Japón.

4) Aunque la guerra fría y la coexistencia con la Unión Soviética, fueron un poderoso acicate para movilizar sus recursos internos, desarrollar la ciencia y la tecnología, elevar el nivel de bienestar de las poblaciones y profundizar los rasgos democráticos de los sistemas políticos de occidente, a fin de contrarrestar la influencia de un sistema que se proponía desterrarlos de la historia; el hecho de que hacia 1950 la mayoría de los países, con excepción de Alemania y Japón, hubieran restablecido su economía en el nivel que tenían antes de la guerra, provoco la rompimiento del fordismo y la agudización de la crisis de hegemonía en el plano productivo y comercial de Estados Unidos.

El antiguo sistema de dominación y acumulación se agoto, Ad hoc al inicio de los ’70s la CEPAL advertía que el antiguo orden estaba en crisis, y que vivía un periodo de transición. El instrumental Keynesiano había perdido efectividad y apoyo público ante su impotencia para contrarrestar las tendencias inflacionarias, esta vez asociadas con el incremento de la desocupación y la caída de las tasas de crecimiento, lo que se denomino como estanflación.

La administración Carter6 en EU queriendo ponerle fin a la crisis agudizada por la antigua administración tomó dos medidas de profundas consecuencias:
1) La reserva federal aplicó una política contraccionista a la economía estadounidense a fin de reducir la inflación, lo que en efecto consiguió, pero a costa de una elevación sin precedentes de las tasas de interés. Esto provocó la crisis de deuda externa7 en los países subdesarrollados (la deuda externa de los países en desarrollo creció desmesuradamente entre 1950 y 1969) y el retiro subsiguiente de la banca internacional como proveedora de fondos frescos, espantada por la magnitud de la deuda que había caído o podía caer a corto plazo en moratoria. La explosión de las tasa de interés, por otra parte, produjo astringencia de liquidez en las empresas y un alza extraordinaria del tipo de cambio del dólar, lo que a su vez estimuló las importaciones con la consiguiente expansión del déficit comercial de EU.

2) La segunda medida contra la estanflación fue la desregulación de las operaciones financieras, del transporte, las comunicaciones y otros sectores. La desregulación financiera imprimió un poderoso impulso a la creación de mercados financieros off-shore 8 y del euromercado y a la circulación de ahorro y capitales fuera del control de las autoridades monetarias. La desregulación aceleró la globalización financiera.

Para justificar la negligencia, el abuso, el fracaso… oficialmente se propago un discurso que a todas luces es excluyente: las utilidades eran demasiado bajas porque los trabajadores eran demasiado fuertes y esto, a su vez, era así porque las reglas del juego eran demasiado rígidas.

Por consiguiente, la solución se hizo depender de la flexibilidad laboral, que para todo efecto práctico consistió en quebrar la capacidad de negociación de los sindicatos, impugnar las normas que regulaban el crecimiento de los salarios, liberalizar los procedimientos de despido, revisar los sistemas de seguridad social, proliferar los empleos precarios, etc. La ofensiva inició en EU y Gran Bretaña (GB), luego les siguieron otros países de la OCDE.

Todo indicaba que había llegado la hora de denunciar el fin de la era fordista del desarrollo capitalista.

3.1.2 PARADIGMA FORDISTA DE ORGANIZACIÓN INDUSTRIAL.
El capitalismo fordista fue la estructura económica internacionalmente dominante después de la segunda guerra mundial; y se puede analizar desde tres distintos planos: 1) la estructura social de acumulación9 , 2) el principio general de organización del trabajo, y 3) el modo de regulación10 .

Como régimen de acumulación o estructura social de acumulación el fordismo implicó salarios reales crecientes vinculados con el crecimiento de la productividad laboral. La reproducción de la fuerza de trabajo pasó a ser parte integrante de la reproducción del capital con base en un modelo de consumo generalizado; en otras palabras permitió la producción en masa junto con el crecimiento del consumo de masas.

El régimen de acumulación descansó en un conjunto de principios generales de organización del trabajo y de la técnica, en un paradigma tecnológico o paradigma industrial, y en este sentido el capitalismo fordista fue taylorismo11 mecanizado.

Las características determinantes de la estructura hegemónica fordista fueron un intenso proceso de concentración y constitución de grandes empresas, el desarrollo de sindicatos con gran poder de negociación, el compromiso de pleno empleo y crecimiento, la expansión del Estado Keynesiano de bienestar y el control global del proceso económico de producción. Fue también una característica esencial la inclusión de los trabajadores sindicalizados en el proceso de decisiones estatales, inclusión que obtuvieron los partidos socialdemócratas y afines, y asimismo una estable legitimización de la relación sociopolítica que se apoyaba en el crecimiento económico, el consumo y el conflicto clasista institucionalizado de manera reformista. Todo ello garantizó la estabilidad de la tasa de ganancia, la elevación del nivel de vida general y un equilibrio relativo en el proceso económico de reproducción durante una fase bastante prolongada.

Es decir por todo un periodo el sistema fordista descansó en el mercado interno, el comercio internacional tenía una importancia relativa menor; no obstante la situación comenzó a cambiar al equipararse la competitividad de Estados Unidos, Europa y Japón, de tal modo que el fordismo entra en crisis en los ’70s. Así en lo sucesivo el crecimiento de los mercados internos, mediante la política de salarios, se vio comprometida por la necesidad de equilibrar las balanzas de comercio exterior.

Para hacer frente, se intentó inicialmente coordinar el mantenimiento de la demanda, esta vez a escala mundial, pero no fue posible pues al declinar la productividad en Estados Unidos a fines de los ’60s, y posteriormente en los otros países de la OCDE, cayó la tasa promedio de ganancia. A su reducción contribuyeron la elevación de los precios de las materias primas, sobre todo el petróleo; la elevación del coeficiente capital/producto como resultado de las inversiones masivas en maquinaria y equipo para aumentar la producción; el rezago de las innovaciones tecnológicas en los sectores que fueron la base del dinamismo industrial y del liderazgo competitivo de Estados Unidos desde la segunda guerra mundial; la elevación de los costos al implantarse normas más estrictas de protección ambiental y de seguridad en el trabajo, y otros más.

Frente a estos problemas los medios empresariales reaccionaron atribuyendo la reducción de las utilidades al crecimiento de los salarios. Por lo que pugnaron por quebrar la capacidad de negociación de los sindicatos, impugnar las normas que regulaban el crecimiento de los salarios, liberalizar los procedimientos de despido, revisar los sistemas de seguridad social, hacer que proliferaran los empleos precarios, etc. Los abanderados del cambio fueron EU y GB.

Desde otra perspectiva: el fordismo impulsó la expansión de la economía desde el lado de la demanda (inversión y consumo), lo que al entrar en crisis el sistema sustituyó por su contrario, la política reaganiana de estimular la expansión desde el lado de la oferta. Lo que significo desplazar el centro de interés de la elevación del ingreso de los trabajadores y sus familias, al de la concentración de políticas para reducir los costos y elevar los ingresos de las empresas.

Lo que quedó al sucumbir la estructura económica del modelo fordista fue el resurgido liberalismo económico, según el cual “la libre empresa garantiza el bienestar universal automáticamente”. Si con anterioridad el progreso técnico se había justificado con el progreso social, en lo sucesivo carecía de sentido explicar una cosa por la otra, pues el productivismo liberal es por sí mismo “una ley” y no requiere justificación social. Pero lo que el mundo ha presenciado con justificada aprehensión es la automaticidad con que el liberalismo económico ha destrozado los salarios, la ocupación y el bienestar.

3.1.3 FACHADA MODERNIZADORA EN VEZ DE FORDISMO EN AMÉRICA LATINA.
El sistema fordista fue propio de los países capitalistas desarrollados. En América Latina no fue posible su aplicación debido a sus restricciones estructurales. Aunque hubo en los ’50s y ’60s un desarrollo del capitalismo corporativo y una afluencia significativa de inversiones extranjeras, en ningún caso los salarios fueron una fuente de demanda interna de la producción de los medios de producción industrial. La producción solo se ajustó a las necesidades y preferencias del segmento de población que tenía poder de compra.

Es decir, la producción masiva moderna y el consumo interno de masas (características distintivas del fordismo) no se adoptaron conjuntamente, solo hubo una solitaria industrialización marginal que ni remotamente dio como resultado el crecimiento autosostenido en Latinoamérica; del consumo de masas ni se hable de que fue significativo en el modelo de crecimiento hacia adentro experimentado por América Latina.

3.1.4 “LA ÉPOCA DE LAS MANZANAS DE ORO” Y LAS MANZANAS PODRIDAS EN AMÉRICA LATINA, FRUTOS DEL MODELO DE CRECIMIENTO HACIA DENTRO.
Entre 1950 y 1980 la expansión de la economía latinoamericana fue impresionante: creció a más de cuatro veces la producción global (entre 1960-70 se tuvo un ritmo de crecimiento a precios constantes de 5.7%, de 1970-80 de 6%)12 ; la industria se quintuplico; en la agricultura las antiguas haciendas se transformaron en empresas con nuevas tecnologías de producción y administración; en el sector externo hubo diversificación de las exportaciones, los países se vincularon entre sí mucho más (por la vía de la integración o simplemente del comercio); se constituyó un sector financiero fuerte y dinámico, y tuvo lugar un extraordinario desarrollo y diversificación de los servicios.

Tuvieron también gran trascendencia los cambios operados en las sociedades latinoamericanas: se enriquecieron las estructuras sociales con el ingreso de las nuevas clases y la segmentación de algunas anteriores; se aceleraron los procesos de urbanización, y hubo una intensa asimilación de formas de vida transferidas de los países industrializados.

Empero la expansión de la economía fue acompañada de una concentración del ingreso y de la propiedad; la modernización de la agricultura conllevó un doloroso proceso de proletarización y de empobrecimiento, el subempleo y la marginalidad, y los intentos de democratización real y de corrección a fondo de los desequilibrios sociales generalmente tuvieron como contrapartida una represión desmedida. Y a pesar de que América Latina conoció algunas transformaciones económicas y sociales importantes, todo ocurrió parejas con una creciente brecha comercial, financiera y tecnológica entre los países centrales y los latinoamericanos; se profundizo la heterogeneidad estructural; y los frutos del progreso técnico se concentraron.

¿Por qué ocurrió así? En última instancia porque los cambios han transcurrido bajo ciertos condicionamientos fundamentales. Uno de ellos es que el desarrollo capitalista de América Latina se ha operado modificando sólo en lo indispensable las estructuras precapitalistas.

Históricamente América Latina ha seguido un “desarrollo por adaptación” de sus estructuras económicas y políticas precapitalistas, a diferencia de Europa, cuyo desarrollo descansó en una ruptura total con el pasado. En tales condiciones el desarrollo no tiene continuidad, se avanza por tramos históricos, que son resultado de cambios parciales que los factores con vocación y potencialidad de desarrollo logran introducir (cambio de un sentido “modernizante”, como los que apareja la “industrialización”, para mencionar solo uno de ellos). Sin embargo, tal avance agota sus posibilidades al cabo de cierto tiempo; de ahí que se trata de un desarrollo discontinuo, por tramos históricos.

Es innegable que gracias a esos cambios parciales América Latina ha ganado amplios espacios en su “modernización” (de manera notable en el periodo 1950-1975), pero este avance se sobrepuso a las herencias del pasado (se trato de un desarrollo aditivo, como acertadamente ha calificado la CEPAL).

El segundo gran condicionamiento se localiza en el sector externo. La inserción de América Latina en la economía mundial a partir del siglo XIX tuvo como consecuencia que la vida económica interna dependiera en muy alto grado de las exportaciones de unos pocos productos primarios, y que se dependiera de decisiones tomadas más allá de sus frontera, en los grandes centros del capitalismo de la época.

Entre 1974 y 1975, al ocurrir la primera crisis petrolera en América Latina, se tuvieron que hacer los ajustes necesarios para “salir bien” del mal paso, ya que se opto por superar la crisis sin contraer la producción, el empleo y los salarios, ello gracias al alto grado de liquidez internacional y al moderado nivel de endeudamiento de América Latina. Los bancos se encargaron de facilitar créditos sin preocuparse por el destino que se les daba, ni la capacidad de los deudores para amortizarla. En los países desarrollados la tasa de inflación era muy reducida, lo mismo que las tasas de interés. Con tales medidas la deuda externa de América Latina creció aceleradamente. La exposición de los bancos también, pero por entonces ninguno dio muestras de preocupación.

La segunda crisis petrolera en 1979 tuvo lugar en un escenario radicalmente diferente. En los países centrales la inflación se había disparado, la aplicación intensiva de los instrumentos monetarios para estabilizar la economía de Estados Unidos llevó las tasas de interés a un nivel sin precedente histórico. Los países latinoamericanos estaban fuertemente endeudados, el servicio de la deuda subió desmesuradamente debido no sólo al nivel de las tasas de interés, sino al hecho de haberse contratado a tasas variables.

“El endeudamiento masivo de los 70 terminó de sellar el destino latinoamericano para lo que resta del siglo XX. Se dice a menudo que hay que crecer para pagar, pero no se crece porque se paga. Los países latinoamericanos hacen una y otra vez solemnes advertencias de que puede llegar el momento en que ya no se pueda pagar, pero en tanto el riesgo se materializa, la banca transnacional prefiere seguir extrayendo recursos de América Latina, mediante los cuales, llegado el momento, podrá hacer frente a la moratoria. La banca no aspira a cobrar hasta el último centavo, sino se propone cobrar hasta el último momento”.13

“Los organismos culparon al comportamiento equivocado de los deudores. ¿Y la peligrosa sobreexposición de los bancos estadounidenses no indicaba claramente la irresponsabilidad con que fue canalizada la liquidez internacional sin indagar siquiera cuáles eran las condiciones de los países receptores?”. 14

Y en este escenario de manzanas podridas, el FMI, después de renegociar la deuda con los países latinoamericanos, emprendió en 1986 la tarea de reestructurarlos mediante una nueva modalidad crediticia: los préstamos de ajuste estructural, muy parecidos a los créditos para el mismo fin del Banco Mundial (BM). En el corto plazo el fin perseguido fue ajustar a los países a los imperativos del nuevo modo de acumulación del capitalismo, además de reducir el déficit fiscal y el gasto público, aplicar una estricta política monetaria antiinflacionaria, una tasa real de interés positiva y un tipo de cambio real “adecuado”. En el mediano plazo era convertir las exportaciones en el motor de crecimiento económico; liberalizar el comercio exterior; promover al máximo el uso del mercado con el fin de llegar a contar con una estructura de precios “sin distorsiones”; con el mismo fin se pretendió reducir las regulaciones estatales.

3.1.4.1 LAS TRASNACIONALES EN ACCIÓN.
La industrialización transcurrió bajo el signo de la sustitución de importaciones, con lo que se perseguía dotar a América Latina de una mayor capacidad de autosustentación del desarrollo. Sin embargo, el momento histórico de pasar a una fase más avanzada de la industrialización sustitutiva en los países que ya habían avanzado en ese proceso, y de acelerar o de iniciar el desarrollo industrial en los restantes países, coincidió con el periodo de expansión de las empresas transnacionales hacia los países subdesarrollados. Así pues, cuando se buscaba dar a las economías latinoamericanas una mayor independencia mediante el desarrollo industrial, en definitiva se abrió un periodo de evolución hacia una nueva manera de ser dependiente.

En el siglo XX la sustitución de importaciones aportó cierta capacidad endógena de crecimiento, pero a partir de los 60, una vez completada la reconstrucción de Europa, las empresas transnacionales mostraron creciente interés por América Latina, se hicieron de fuertes posiciones en su economía, particularmente en su industria, y se inauguró una etapa de predominio no cuestionado ni disputado de dichas empresa en la región.

Con otras palabras en América Latina la inversión extranjera siguió una estrategia sobre la cual guarda silencio la crítica neoliberal del desarrollo latinoamericano; las empresas transnacionales siguieron casi invariablemente la norma de dominar el mercado interno de los países receptores lo mismo que el de las agrupaciones de integración económica. Por consiguiente, su contribución a la inserción externa de América Latina mediante una nueva generación de exportaciones fue entre modesta e inexistente. La orientación hacia afuera la conservaron las exportaciones de productos primarios. La orientación hacia adentro la retuvo la industria transnacionalizada.

En tal evolución se conjugaron los intereses de las transnacionales y de sectores empresariales y políticos locales. A menudo las cosas se presentan como si la dinámica del capital internacional se proyectará con fuerza irresistible hacia el Tercer Mundo, en particular hacia la industria y los servicios de esos países; pero no hay que perder de vista que las élites estratégicas de América Latina, con la rara excepción de algunos segmentos de las mismas, estimularon la corriente de inversiones extranjeras porque así convenía al tipo de desarrollo económico elegido y a sus propios intereses. “Los agentes sociales del cambio conservador encuentran en las inversiones foráneas los medios que su propio país podría darles sólo con cambios que no desean promover”15 .

3.1.5 LA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL, LA EXPERIENCIA INAUGURAL DESDE LOS AÑOS ’50S A LOS AÑOS ’70S.
La economía de los países desarrollados fue muy dinámica hasta 1973, su demanda de productos latinoamericanos fue muy activa, lo que dio por resultado que no se agudizara el deterioro de los términos del intercambio y por ello se sostuvo la capacidad de compra de las exportaciones. Así gracias a que se contaba con un significativo ingreso externo se activo a su vez la demanda interna en América Latina (creció el consumo y aumentó la inversión). En esos “años de bonanza económica” se creó en la mayoría de los países su sector moderno (en la minería, la industria y el turismo), pero en la práctica no se integró realmente a la economía nacional. Este crecimiento sin mayores transformaciones indujo a pensar en la necesidad de un desarrollo “externamente menos dependiente (...) que involucrara mayores esfuerzos de autosustentación y el desarrollo de centros locales de decisión”. De ese nuevo enfoque derivó la promoción de cooperativas, la renegociación de contratos con las firmas extranjeras, la creación de empresas estatales, y un papel más determinante del Estado. Lamentablemente, este esfuerzo de interiorización de las fuentes de crecimiento ocurrió en el umbral de un cambio desfavorable del contexto internacional.

No obstante el período de 1945-1973 se singularizó, entre otras cosas, porque durante él se planteó con mucha fuerza, como un acto conciente de voluntad para superar los rezagos históricos, el desarrollo; y se planteó además, como la opción para impulsarlo, la integración económica regional.

La primera etapa de la regionalización latinoamericana transcurre en el marco del modo de acumulación fordista. A partir de 1945 el comercio y la inversión internacional crecieron a tasas anuales elevadas, pero a partir de los años ’60S se estableció un sistema internacional profundamente discriminatorio de los países en desarrollo. La causa fue que el abatimiento relativamente acelerado de las elevadas barreras levantadas en los años ’30s imprimió un fuerte impulso al comercio y la inversión internacional entre los países desarrollados, con el resultado de que en éstos se concentraron ambas corrientes en más de dos terceras partes. El objetivo principal de la inversión que fluyo hacia Latinoamérica no fue exportar, sino el dominio del mercado interno de los países grandes y del regional de los países centroamericanos y andinos. Al contexto internacional del periodo correspondió un modelo de integración regional orientado “hacia adentro”, pues en el pensamiento económico de la época tenía mucha fuerza la idea de que la industrialización era el núcleo del desarrollo económico.

Desde su formulación en los años ’50s la teoría Latinoamericana de integración ha puesto énfasis en el desarrollo mediante los recursos de la región, pero este volverse de América Latina hacia sí mismo no ha sido nunca una alternativa a su extroversión hacia el resto del mundo. De ahí el significado fundamental de la industrialización, no es ella un fin en sí misma sino el único medio de que se dispone éstos para ir captando una parte del progreso técnico y elevando progresivamente el nivel de vida de las masas.

En las condiciones de los años cincuenta, ante una perspectiva de debilitamiento progresivo de los impulsos que desde el siglo XIX se recibían del mercado mundial, la idea de desarrollo se asoció a la necesidad de incrementar la capacidad de producción y distribución internacional de los países. Se abrió así un periodo muy importante de la historia económica de América Latina. El sector externo evolucionó en forma distinta de la anticipada, pero ello no resta trascendencia a los planteamientos teóricos de aquellos años, pues lo que importa son las categorías analíticas de las ciencias sociales y no sus predicciones. La categoría de “desarrollo hacia adentro”, y en los planteamientos de la CEPAL la categoría de integración, constituyeron el fundamento teórico de la política de desarrollo a lo largo de unas dos décadas aproximadamente, y en algunos países más aún.

“"La propagación universal del progreso técnico desde los países originarios al resto del mundo ha sido relativamente lento e irregular (...) En el largo período que transcurre desde la revolución industrial hasta la primera guerra, las nuevas formas de producir en que la técnica ha venido manifestándose incesantemente sólo han abarcado una proporción reducida de la población mundial".16 Con estas palabras se inauguró un período de profundas reflexiones teóricas sobre las causas y consecuencias del atraso secular de América Latina. La Comisión Económica para América Latina (CEPAL) encabezó esta labor. Sobre todo en sus primeros años, fue un período de fecundo trabajo teórico, audazmente innovador, y al decirlo así le rendimos merecido homenaje pues romper con los paradigmas, en aquel entonces la teoría clásica del comercio internacional, siempre ha requerido audacia y profundidad”17 .

“En igual sentido se manifiesta Marini, un destacado crítico de la CEPAL desde las posiciones de la teoría de la dependencia, quien afirma que "la contribución más importante de la CEPAL es su crítica a la teoría clásica del comercio internacional".18 La CEPAL asumió la misión de "verdadera creadora de ideología", afirma Marini, pues al centrar su atención en las especificidades de América Latina se apartó de la tarea que se le había confiado a las Comisiones regionales de Naciones Unidas de difundir la teoría del desarrollo elaborada en los países desarrollados, teniendo como modelo “el camino recorrido por éstos”

“Una segunda ruptura con el pensamiento clásico pensamos, por nuestra parte, que fue la propuesta de acompañar la industrialización con la integración económica regional, en lo que se conoce como modelo de desarrollo siguiendo un proceso de sustitución de importaciones. A tal fin los países latinoamericanos debían abrir entre sí sus mercados (integrándolos) y proteger la industria naciente con una adecuada protección arancelaria. Se apartaban así de la teoría económica neoclásica según la cual los países no deben imponer restricciones arancelarias si tienen abierta la opción del libre comercio, y en caso de tener aranceles no deben ingresar a las uniones aduaneras sino optar por una eliminación arancelaria unilateral. Y, sin embargo, ningún país se atiene a esos preceptos, de donde se concluye que no es la realidad la que está equivocada”. 19

Asimismo los resultados de los procesos de integración regional se entienden si se considera que están determinados ante todo por dos grandes condicionamientos. El primero es el entorno internacional, el modo de acumulación capitalista predominante en los países centrales. El segundo es el cuadro estructural de las economías latinoamericanas debido a que históricamente han seguido un “desarrollo por adaptación” de las estructuras económicas y políticas precapitalistas, “adaptación” “incompleta”. Lo anterior no significa que la integración carezca de dinámica propia. La tiene, puede influir y ha influido en la evolución de las economías latinoamericanas desde los ’50s (con la primera etapa de integración se inicia el pensamiento latinoamericano sobre integración).

Además, la mayor parte de los países de América Latina no tenían ni tienen capacidad instalada para penetrar en un mercado agresivamente oligopolizado, a menos que potencien sus capacidades nacionales mediante acuerdos de integración regional. Si utilizan sus recursos humanos, si amplían la infraestructura tecnológica y científica y acumulan los medios financieros indispensables, a todo lo cual puede contribuir en gran medida la integración regional, los países latinoamericanos tienen posibilidades de acceso al oligopolio mundial de tecnología en diversas ramas industriales.

Para América Latina el punto de inflexión de la curva de crecimiento se localiza en 1974. La demanda de los países industrializados se debilitó al entrar su economía en un periodo recesivo.

A partir de 1976 se abrió un nuevo periodo para las economías latinoamericanas. Las economías centrales salieron de la recesión de 1974-1975, pero sin recuperar el dinamismo de los años anteriores. En América Latina también hubo recuperación económica, pero el ritmo de crecimiento se operó a un ritmo menor que antes de 1974. Dicho crecimiento fue afectado por la gran inestabilidad de corto plazo que tuvo la relación de intercambio, lo cual desestabilizó las economías de la región.

No obstante que las exportaciones aumentaron, su valor fue superado todos los años por el de las importaciones. En parte ello se debió a que los países acudieron al endeudamiento externo para mantener su ritmo de crecimiento económico. El acceso al crédito externo era limitado y estaba sujeto a diversas restricciones, de manera que si en un periodo dado el déficit en la balanza comercia no se podía compensar con ingresos adecuados de capital, era obligado a reducir las importaciones y a moderar el crecimiento. Sin embargo, la fácil obtención de crédito en fuentes internacionales, sobre todo en la banca comercial, permitió mantener un alto nivel de importaciones.
En el segundo quinquenio de los ’70s la integración siguió avanzando, aunque con marcadas diferencias de un esquema a otro.

En general los ’70s presentaron un cambio en el dinamismo de las exportaciones tradicionales y las facilidades del mercado financiero internacional, por lo que al tiempo que la sustitución de importaciones tropezaba con dificultades, se indujeron replanteamientos en las políticas de desarrollo, que establecieron la prioridad del sector externo y debilitaron el interés en la integración.

La posibilidad de utilizar el financiamiento externo con amplias facilidades y la expectativa compartida por muchos gobiernos de que el desarrollo de la economía mundial garantizaba una expansión sostenida a largo plazo de las exportaciones indujeron a esos gobiernos a cambiar sus estrategias de desarrollo. Pero el endeudamiento se convirtió en una bomba de tiempo, que al iniciarse los ’80s provocó la adopción de medidas que afectaron seriamente a la integración.

En resumen las bases y las características principales de la integración regional en su primera etapa (1950-1980) son: su objetivo, cerrar o impedir que se siguieran profundizando las diferencias de ingreso con los grandes centros industriales; los medios elegidos, la integración regional y la industrialización; el complemento del esfuerzo interno, la inversión extranjera directa; el desenlace de todo esto fue la crisis de los convenios por el choque con los acondicionamientos básicos internos y externos del desarrollo, la disociación de la norma y la realidad, y como remate el cambio de modelo de crecimiento por el de “desarrollo hacia afuera”.

1 América Latina: regionalizar la globalización. De la trayectoria histórica a la utopía convocante. Alfredo Guerra-Borges.

2 La tendencia a la internacionalización del capital, es una respuesta a las limitantes que existen en un sistema cerrado para incrementar la tasa de ganancia. Este proceso de internacionalización ha establecido desde un principio relaciones subordinadas con territorios desde los inicios de la expansión capitalista, generándose formas de apropiación territorial y de establecimiento de dinámicas sociales diferenciadas en los países, pero bajo la égida del capitalismo mundial, en donde existen relaciones de poder económicas, sociales y políticas, que se refuerzan y establecen la naturaleza de las relaciones de dependencia entre las naciones.

3 En opinión del Dr. Alfredo Guerra-Borges, “para Nixón la economía internacional era tan sólo un espacio más del poder político”.

4 Para alcanzar la estabilidad monetaria internacional se suscribieron los acuerdos de Bretón Woods en las postrimerías de la segunda guerra mundial, en virtud de los cuales se estableció un sistema de tipos de cambio fijos pero ajustables pegados al dólar de Estados Unidos. El objetivo no podía alcanzarse de inmediato pues entre 1945 y 1958 Europa y Japón tuvieron que poner de nuevo en pie sus devastadas economías y restablecer la convertibilidad de sus monedas. Por consiguiente el sistema de Bretón Woods operó a plenitud solamente unos 13 años entre 1958 y 1971, después de lo cual entró en crisis.
Las causas que destruyeron el sistema monetario fueron:

  • El sistema carecía de suficiente flexibilidad. Los tipos de cambio se endurecieron demasiado porque nadie quería modificarlos, a menos que se presentaran circunstancias extraordinarias.
  • La expansión monetaria de EU a fines de los 70, asociada con la guerra de Vietnam, y un enfoque negligente de la política monetaria, frente a la crisis de tipos de cambio de 1971.
  • La magnitud que alcanzaron los movimientos internacionales de capital, ya que una premisa del funcionamiento normal de BW era que esas corrientes fueran moderadas. Más aun, la visión original del BW era que los movimientos transfronterizos de capital debían sujetarse a un control sustancial y de largo plazo. Pero a fines de los años 60 los principales actores de las finanzas internacionales consideraban indeseable la imposición de regulaciones. Los movimientos de capital eran vistos como un riesgo propio del mercado internacional y como un instrumento de poder político.

5 Los países “no desarrollados” eran incapaces de utilizar con eficiencia la masa gigantesca de recursos financieros que fluían hacia ellos, por lo que los reciclaron a la banca internacional. Sin perdida de tiempo, los emisarios de ésta se dispersaron por el mundo embriagando con deuda externa a los países en desarrollo, hasta que la crisis de endeudamiento de 1982 los despertó a la cruda realidad de que la abundancia de recursos financieros no era ilimitada ni era indefinida, como llegaron a pensar.

6 Jimmy Carter, presidente de Estados Unidos en el periodo 1977-1981.

7 La carga del servicio de la deuda externa ha sido tan grande, que ajustar el desequilibrio de la balanza de pagos se volvió imposible o sumamente precario e inestable. La forma drástica en que ha actuado el FMI no ha restablecido el equilibrio, pero ha garantizado a los bancos acreedores que no se interrumpa la corriente de los pagos latinoamericanos.

8 Off shore se le llama a la sociedad que está fuera de las fronteras de un país. Así, una sociedad off shore es una entidad situada en el exterior, sujeta a un régimen legal diferente, extraterritorial en relación al país de domicilio de sus asociados. Pero la expresión es aplicada más a sociedades constituidas en los “paraísos fiscales”, donde gozan de privilegios tributarios (impuestos reducidos o hasta misma exoneración de impuestos). Y eso sólo se tornó posible cuando algunas naciones adoptaron la política de exoneración tributaria, para atraer inversiones y capitales extranjeros.

9 El régimen de acumulación (ó estructura social de acumulación) es el modo de transformación, estable durante periodos prolongados, de las normas de producción, distribución e intercambio de la economía capitalista de mercado.

10 El modo de regulación es el conjunto de normas implícitas y explícitas y de instituciones que de manera regular ajustan las anticipaciones y conductas individuales a la lógica general del régimen de acumulación.

11 El taylorismo estableció la rígida separación de las dos funciones principales del proceso de producción, por una parte la concepción de éste, que se asigno con exclusividad a las instancias directivas y técnicas de las empresas; y por otra, la ejecución directa del proceso productivo, que se reservo a los trabajadores de planta.

12 No obstante ser muy importante el crecimiento logrado, la distancia que media entre la economía latinoamericana y las de los principales centros mundiales de poder económico es muy grande. En 1980 el PIB de los 25 países más económicamente sobresalientes de América Latina fue apenas el 20% del PIB de EU, y casi lo mismo también del de la Comunidad Económica Europea (CEE).

13 Guerra-Borges, Alfredo. “Globalización e integración latinoamericana”. 1ª ed. ED. Siglo XXI. 2002.

14 Ibid.

15 Ibid.

16 CEPAL, Estudio Económco de América Latina, 1949, reproducido en Cincuenta años de pensamiento de la CEPAL. Textos seleccionados,Chile, Fondo de Cultura Económica S.A, 1998

17 Ibid, p. 125

18 Ibid, p.140

19 Alfredo Guerra-Borges, Reseña crítica de la teoría neoclásica de la integración, vol. 34, n° 133, Problemas del Desarrollo, México, Instituto de Investigaciones Económicas, 2003