EL NACIMIETO DEL LIBERALISMO ECONÓMICO EN ANDALUCÍA

EL NACIMIETO DEL LIBERALISMO ECONÓMICO EN ANDALUCÍA

Eduardo Escartín González (CV)
Francisco Velasco Morente
Luis González Abril

Universidad de Sevilla

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Economía estática y dinámica

Lo que se entiende por dinámica económica no tiene nada que ver con el crecimiento o decrecimiento de la economía. El sistema económico recién descrito, pese a su crecimiento o decrecimiento, es estático, porque todas las decisiones y magnitudes afectan al mismo periodo. Todo se decide y resuelve dentro del mismo lapso temporal. El sistema sería dinámico cuando algunas variables (o subdivisiones de ellas) afectaran a periodos diferentes, anteriores o posteriores. En economía es muy normal que una variable dependa del incremento de alguna otra y del valor de esa misma variable en el periodo anterior o posterior. Por ejemplo, el nivel de precios esperado (Pt+1) puede depender del incremento previsto de la demanda real (DR,t+1–DR,t), lo que influye a su vez en el aumento del coste de la oferta (Ct+1–Ct), de la diferencia entre la demanda y la oferta monetarias (Dt+1–Dt) y del propio nivel de precios que se acaba de alcanzar (Pt): Pt+1=f(Pt, Ct, Ct+1, Dt+1, Dt, DR,t, DR,t+1). En resumen, la dinámica económica implica desfases temporales entre variables. El principal desfase es debido al tiempo empleado en la producción; ésta primero se planea, luego se ejecuta y después se vende. Producir requiere tiempo y no es posible materializar la venta de algo si antes no se ha producido. Por otra parte, los gastos de un periodo suelen planearse en función de los ingresos ya percibidos; pero con el trabajo pasa lo contrario: primero se hace el trabajo (o se empieza a hacer) y luego se cobra, ora al terminar la jornada, ora al concluir la semana, ora a final de mes. También es frecuente que la producción de un periodo se realice en función del gasto habido en el periodo anterior, o bien según los beneficios esperados en el próximo periodo. Además, nunca puede asegurarse que lo producido en un periodo sea igual a lo que va a consumirse en el mismo, puesto que las decisiones las toman personas distintas en momentos diferentes y la venta puede acaecer en un lapso contablemente posterior; en consecuencia, no se sabe a priori si sobrará o faltará producto (de hecho, la práctica comercial de las rebajas pretende dar salida a la producción no vendida en el periodo deseado). Si todo esto ocurre, se rompe la igualdad expresada en (1), ya que, por ejemplo, si sobra producto el PIB será mayor que el GN y que la RN, según se indica en la fórmula (4).
Un ejemplo, aprovechando el modelo simplificado de la Figura 1, acabará por aclararnos este concepto de dinámica económica. Supongamos que los albañiles quisieran hacer más construcciones y se las ofrecieran a los agricultores. Éstos rechazan la oferta aduciendo que con lo que ingresan en ese año no tienen para pagar más construcciones. La respuesta de los albañiles es que eso no importa, que ya se lo pagarán el año que viene. Ante tal facilidad los agricultores aceptan y las construcciones se ejecutan. Ahora tenemos una producción realizada y consumida en un periodo y unos ingresos que en parte (la de las nuevas construcciones) han sido diferidos, de forma que afectarán al periodo siguiente. Como resultado, la igualdad básica establecida en (1) se ha modificado, de modo que:
                                            PIB = GB > RN                                               (2)
Comparando con el periodo anterior el PIB y el GB han aumentado, pero los ingresos han permanecido iguales, ya que el aumento de la producción aún no se ha pagado. Por consiguiente, se sigue disponiendo del mismo poder adquisitivo y se puede consumir toda la producción anterior y también las nuevas construcciones, pero posponiendo el pago de esta últimas. Las ventas a crédito o mediante el fiado (y también las efectuadas con dinero prestado) trasladan a otro momento el problema.
Al año siguiente, si no hay más propuestas ni decisiones novedosas y quedando todo lo demás igual, los agricultores tienen que reducir su consumo, en construcciones por ejemplo, en la cuantía de la deuda en la que incurrieron el año anterior, y si necesitan algo, que antes provenía del sector afectado por dicha reducción del consumo, tendrán que hacerlo ellos mismos elaborando para el autoconsumo porque no tienen dinero para pagar en el mercado. Parte de los albañiles dejan de producir y quedarán en paro, pero como en conjunto ingresan lo pendiente del ejercicio anterior pueden mantener su nivel de gasto en todo lo demás, de suerte que el resto de los sectores no se ve afectado ni en su producción ni en sus ventas. En este periodo hay un desfase temporal en algunas variables, ya que parte de los ingresos del año han servido para liquidar la parte de la producción del ejercicio anterior que había quedado sin pagar. El balance en este nuevo periodo es que la producción y el gasto han disminuido respecto al año anterior, pero los ingresos computables en el año son superiores a los de la producción y el gasto:
                                           RN > PIB = GB                                               (3)
Como se ve el sistema económico recién descrito experimenta paro y merma de la producción sólo en el sector de las construcciones y que si ello no repercute en los demás sectores es gracias a que en aquel sector se ingresó lo suficiente para mantener el nivel de consumo adecuado al resto de la producción en los demás sectores. Este detalle es de suma importancia, porque desde el punto de vista de la conveniencia para el conjunto del sistema económico no es aconsejable seguir la máxima de «el que no trabaja no coma»1 , interpretada en el sentido de que si estás en paro y no produces, no ingresas y no consumes. El paro, origina dramas sociales y contribuye mucho a la desintegración del sistema. En el ámbito macro-económico no conviene que la falta de gasto de unos se propague, porque el consumo de éstos constituye el ingreso de otros que, si falta, tampoco pueden consumir, y si no se consume no se produce. Así es que si, por cualquier motivo y a pesar de la publicidad, la gente se acomodara a consumir pocas cosas o poca cantidad de ellas, es obvio, según Malthus (1958 [1820]: 8-9) que los empresarios no invertirían en producir algo que nadie está demandando. De ahí que entre los objetivos estratégicos de la Unión Europea para superar la crisis económica se encuentre en primer lugar el estímulo de la demanda, según constatan Serrano y Navarro (2009, p. 21). Por lo tanto, resumiendo esta idea, se puede enunciar el siguiente principio económico: si no hay demanda no se produce. Este principio económico no contradice el enunciado al final del epígrafe 2, a saber: cuanto más se produce más se demanda y más población ocupada hay. No hay incongruencia porque se inscriben en contextos diferentes. El principio recién enunciado se refiere al corto plazo, en el que la demanda y la obtención de beneficios inmediatos son el principal estímulo de la producción. En cambio, el del epígrafe 2 se refiere al crecimiento a lo largo de décadas, en el que cobra gran importancia la inversión en investigación y desarrollo de nuevas tecnologías, su materialización en capital productivo y en las expectativas de beneficio a largo plazo.
Ahora bien, si se produce algo nuevo sería necesario: 1) darlo a conocer con publicidad u otras medidas que creen la necesidad de tal producto y 2) generar el suficiente poder adquisitivo para que el consumo de lo nuevo no merme el de otros bienes y servicios que ya se producían, porque, si falta poder adquisitivo, el consumo de los nuevos bienes sustituiría al de los antiguos y en los sectores que los elaboran surgiría paro. La economía de mercado necesita crear continuamente más necesidades para sostener el empleo y aumentarlo produciendo más o nuevas cosas, de las cuales muchas son perfectamente prescindibles (es como ir en bicicleta, que siempre necesita impulso pues si éste cesa y la bici se para el ciclista se cae). De ahí la debilidad intrínseca de nuestro sistema económico y su propensión al paro, puesto que en cuanto toca apretarse el cinturón se puede dejar de consumir muchísimas cosas que apenas afectan a la vida de uno pero que en su producción muchos se ganaban la vida.
Examinemos un nuevo supuesto en la misma línea de lo que se acaba de decir. Supongamos que algunos sastres deciden ahorrar, porque así, acumulando ahorros, se harán más ricos. Esta decisión, al reducir el gasto, lleva a que los demás grupos vendan (e ingresen) menos de lo esperado, con lo cual les sobrará parte de la producción. Nuevamente nos encontramos ante un desfase, ya que todo lo producido en este periodo no se vende y queda su consumo pendiente para el ejercicio siguiente. En esta circunstancia sobra producto, de modo que en el sistema global la producción del periodo es superior a la renta que es igual al gasto:
                                             PIB > RN = GB                                              (4)
Al año siguiente se producirá menos que en el anterior y surgirá paro, porque se inicia el nuevo periodo con existencias no vendidas que serán las primeras que se intente sacar antes de producir más de algo que no se expendió anteriormente.
Si a la situación descrita por la igualdad de tres términos expresada en (1) le asignamos convencionalmente el atributo de equilibrio, entonces podemos afirmar con rotundidad que el desequilibrio es consustancial con la economía dinámica, porque nunca alguna de esas macromagnitudes es igual a todas las restantes.
El supuesto del ahorro recién descrito nos permite comprobar que, en el ámbito macroeconómico, las cosas no tienen porqué suceder de forma similar a lo que ocurre en el campo de la microeconomía. En éste, los sujetos se enriquecen ahorrando pero el sistema económico, en su globalidad, se empobrece al depender del mercado para efectuar la distribución de las rentas y el intercambio de los bienes y servicios producidos, porque el importe que alguien deja de gastar hace que otro no lo ingrese y así sucesivamente el consumo y luego la producción se reducen. Téngase en cuenta que las sumas dinerarias debidas a la corrupción y la fuga de capitales causan los mismos efectos que el ahorro; pero con mucha mayor nocividad, porque éste, si no se esteriliza metiéndolo en un cofre, se puede canalizar hacia la inversión, mientras que aquellas difícilmente revierten al sistema económico.
El sistema de mercado recién descrito se podría haber mantenido en sus niveles anteriores, pese al ahorro de unos cuantos, si desde otros sectores se hubiera proporcionado (por ejemplo, mediante donaciones) el poder adquisitivo suficiente para mantener el gasto que retirara toda la producción realizada. Bien es cierto que un sistema puro de mercado también habría podido solventar el problema vendiendo a crédito y trasladando así las dificultades a ejercicios posteriores (casos ya analizados anteriormente, donde se vio que más tarde, en periodos siguientes, al retraerse la demanda, se deja de producir y se incurre en paro). La economía española presenta un altísimo grado de ventas a plazos o mediante hipotecas y otros créditos. Mientras éstos sigan concediéndose o renovándose con facilidad no surge de inmediato el problema, tan sólo se aplaza. No se puede predecir hasta cuando, pero, tarde o temprano, dado que el futuro se hipotecó, el problema acabará por saltar y con él la disminución del consumo y la producción y luego vendrá el paro. Una economía basada en el crédito sólo se puede mantener si los créditos se pagan a su vencimiento, pero se desploma fácilmente en cuanto se propaga el incumplimiento del pago (basta una ligera subida de la tasa de interés para que así suceda, pues los sujetos económicos suelen estar compelidos a endeudarse al máximo de sus posibilidades). Tal inconveniente se solucionaría concediendo más créditos para pagar los antiguos. Pero, en una economía de mercado ¿quién concede crédito a un insolvente? ¿O a qué precio? En estos casos enseguida se aplica la prima de riesgo, que es una forma de elevar la tasa de interés. Lo que no cabe duda es que un sistema de economía mixta tiene más posibilidades de superar los contratiempos que uno de economía pura de mercado, simplemente porque tiene a su alcance más mecanismos correctores, como otorgar créditos sin o a bajo interés, o condonar los viejos o sustituirlos por otros nuevos o incurrir el estado en déficit (es decir, tirar de la Fábrica de Moneda y Timbre), lo cual suele ocurrir en beneficio del sistema financiero pero raramente en el del público en general. Aun así, esto no es la panacea, puesto que estas medidas tienen un límite y el endeudamiento del sector público por encima de lo razonable acaba por constituir una rémora para el crecimiento económico y la eliminación del paro, porque generan inflación y ahorro forzoso. Ya se ha visto que el ahorro (y también el forzoso), si no se devuelve al sistema económico, acaba provocando merma del consumo, luego de la producción y, al final, paro. La economía de las donaciones, o economía integradora, contribuye en gran medida a aliviar las tensiones que se originan en una economía pura de mercado. En ésta el capitalismo tiene una compulsión irresistible a estrujar tanto a la gallina de los huevos de oro que la mata.
El sostenimiento de nuestro sistema económico descansa en el gasto (en exprimir al consumidor). Sin el consumo la economía de mercado se derrumbaría (es como la fuerza que impulsa la bici); y para que el mercado cumpla su misión fluidamente se requiere que las personas tengan poder adquisitivo y si no se obtiene trabajando será preciso proporcionarlo mediante créditos, subsidios, subvenciones u otras donaciones. Pero cualquiera de estas soluciones encierra en sí misma su propio talón de Aquiles, puesto que generan inflación y a la larga disminución del PIB y aumento del paro.

1 San Pablo (2 Tes. 3,10) la expresó algo diferente: «el que no quiere trabajar no coma».