EL DESARROLLO LOCAL COMPLEMENTARIO

Mario Blacutt Mendoza

Algunas percepciones epistemológicas sobre la naturaleza de la economía

En primer término es preciso anotar la diferencia que hago entre lo que es gnoseo-logía y epistemología: al igual que varios autores, guaro la primera para el estudio del conocimiento en general; la segunda, para el estudio del conocimiento científico; en este caso de la ciencia económica. Con esta diferenciación y avalado por mi afir-mación de que todos perciben todo de acuerdo con sus intereses y circunstancias, debo hacer pequeños análisis sobre algunas de las principales percepciones que sobre la Economía han sido formuladas en la historia del pensamiento económico.

La Visión de los Clásicos

El nacimiento de la Economía Política como una ciencia social, exige la considera-ción de las percepciones epistemológicas para establecer su campo metodológico. Adam Smith, recurre a las ciencias naturales y, sobre todo, a las leyes de Newton, para aplicarlas a la Economía. Eso es lo que hace, cuando aplica el interés personal en la “Investigación…” y en el principio de la Empatía en “La teoría de los Senti-miento Morales”, aunque desde una perspectiva típicamente deductiva, que es el principio que singulariza la epistemología de los fundadores del clasicismo.

Algunos años después, J. S. Mill sigue con atención el debate de Ricardo y Malthus sobre varios temas concernientes a la Economía Política a los que se suman aquéllos que se entablan entre los economistas y los reformadores sociales. Su ensayo “On the Definition of Political Economy” continúa la tradición que había impuesto Betham y Comte, lo que le exige basar sus percepciones en “la realidad positiva” y desechar el apriorismo kantiano, pues considera de que el conocimiento pueda partir de la intuición, independientemente de la experiencia, es una proposición falsa. Pero eso no significa que deje de lado algunos de los fundamentos a priori en sus consideraciones sobre la ciencia económica; así por ejemplo, considera que el nervio motor de la acción humana sería el deseo de la riqueza, la que estaría limitada por el ocio y los deseos de consumir. Tal como puede verse, aunque estos principios partirían de una observación de la experiencia, no pueden verificarse. Así, el principio abstracto, a priori, obtenido por introspección puede sólo pueden observarse en la realidad en algunas ocasiones, por la presencia simultánea de muchas otras circunstancias. De esta afirmación deduciría que las leyes económicas deben y pueden ser verificadas, pero el hecho de que una circunstancia particular no la verifique no implica que la ley deba ser descartada.

Marshall (1948), en sus “Principios” si bien no se refiere con mucha profundidad a las cuestiones metodológicas ni a la comprobación de las teorías, sigue una línea conciliadora con la escuela histórica, aunque la economía que propone es una en la cual se parte de algunos principios básicos derivados de la introspección, que son elaborados matemáticamente, aunque se exponen prescindiendo de esa herramien-ta, y que luego se verifican con ejemplos, y si bien sostiene el principio de la unidad de la ciencia atribuye a las leyes económicas el carácter de tendencias, que son mu-cho más imprecisas que en la física. Se refiere al ejemplo de la ley de la gravedad, que dada la existencia de fricción y de otras fuerzas se transforma en una tendencia, igual que -sostiene- sucede con las mareas, que tienen un componente aleatorio.

Pareto, que no puede definirse estrictamente como un continuador de la tradición clásica, realiza tempranamente un análisis del rol de la comprobación empírica que resulta por demás interesante. En su Manual de Economía Política  sostiene que hay tres formas de hacer economía: buscando el bienestar de una persona o de una empresa, el de toda la sociedad o “solamente la búsqueda de uniformidades que presentan los fenómenos sin tener como fin ninguna utilidad práctica directa”, es decir que se persigue la finalidad exclusivamente científica de aumentar el conoci-miento por sí. Pareto aboga por esta última posición, y -afirma- se separa así de Smith y de Stuart Mill, quienes si bien se refieren en la mayor parte de los casos al tercero de los enfoques enunciados, también adoptan en varios pasajes de sus obras al primero y al segundo. Cuando se refiere más adelante a la comprobación empí-rica lo hace de esta manera: “Hay que añadir que las teorías no son sino medios para conocer y estudiar los fenómenos. Una teoría puede ser buena para alcanzar cierto fin. Otra puede serlo para alcanzar otro. Pero de todas maneras deben estar de acuerdo con los hechos, porque si no, no tendrían ninguna utilidad. El estudio cualitativo debe ser sustituido por el estudio cuantitativo, y buscar en qué medida la teoría se aparta de la realidad. De dos teorías escogeremos la que se aparte menos.

La Percepción Axiomático-Deductiva

La percepción axiomático-deductiva se construye sobre axiomas (proposiciones “evidentes por sí mismas”) teoremas (proposiciones deducidas de los axiomas) y definiciones y reglas de estructuración interna. La singularidad de este modo de conocer es que, en contraposición al método positivista, no requiere, necesariamen-te, recurrir a “la realidad” para establecer sus bases teóricas, ejecutar sus procesos y llegar a sus resultados, pues confía en que las reglas y el uso adecuado de a deducción sistemática hablarán por sí solos.

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