RESEÑAS BIOGRÁFICAS DE FIGURAS SIGNIFICATIVAS EN LA HISTORIA DE CUBA (SEGUNDA PARTE)

Raúl Quintana Suárez

Jorge Anckerman Rafart


 

Pianista, contrabajista y director de orquesta. Autor de boleros, rumbas, claves, pregones, criollas, guajiras, danzones y danzas. Considerado el más fecundo compositor de Cuba.   Nace en el barrio del Santo Ángel, en La Habana, el 22 de marzo de 1877. Comenzó estudios de música en 1875 con su padre, el violinista, clarinetista y pedagogo mallorquín Carlos Anckermann (1829-1909). Más tarde, éste iniciaría en la música a Fernando, su hermano menor (1890-1933), que llegó a ser contrabajista, pianista y compositor. A los diez años de edad ya formaba parte de un terceto, y en 1892, con sólo quince años, era director musical de la compañía de bufos de Narciso López, con la cual realizó una gira por México. Sus danzones fueron en buena medida responsables del éxito conseguido por los bufos cubanos desde su debut en el circo Orrín, de Ciudad México. Además del piano, Anckermann tocaba contrabajo y violín. Tras presentarse en ciudades de varios estados mexicanos, la compañía parte rumbo  a California para presentar su espectáculo ante la comunidad latina. Después Anckermann regresa a Ciudad México, donde durante dos años se dedica a impartir lecciones de música. A los diecisiete años escribe la partitura de su primera obra teatral, La gran rumba (parodia de la revista española La Gran Vía), que se estrenó en el teatro Tacón, de La Habana. Da a conocer sus composiciones al público habanero con una pequeña orquesta que forma, con Luís Casas Romero en la flauta, para acompañar proyecciones de películas silentes. Entre las funciones del cinematógrafo, Anckermann tocaba algunas de sus vivaces danzas para piano, y también danzones; así se da a conocer en el ambiente musical habanero y comienza a relacionarse con gente de teatro, como los hermanos Gustavo y Francisco Robreño, quienes le encargan la composición de la música de la revista Ni loros, ni gallos, estrenada en septiembre de 1899 en el teatro Lara. Para esta obra compuso una guajira que le granjea el inmediato favor del público En noviembre de 1900 reabrió sus puertas el teatro Alhambra -cerrado desde el estallido de la Guerra de Independencia de 1895-, con Manuel Mauri como director musical. En 1908 se estrena en ese escenario la parodia, Napoleón, con libreto de los hermanos Robreño y música de Jorge Anckermann. Al año siguiente, se pone en escena La segunda república, también con partitura suya, y libreto de su hermano Guillermo .En 1909, Anckermann obtuvo el primer premio en un concurso convocado por el Ayuntamiento de La Habana, con su obra Aires cubanos. En septiembre de 1911 el maestro Manuel Mauri abandona su plaza en el Alhambra, por desavenencias con los empresarios, y fue al “hijo del viejo Anckermann” a quien se convocó apresuradamente para dirigir la orquesta y salvar la temporada de La revolución china (con libreto de Federico Villoch). Jorge Anckermann permanece como director musical del coliseo hasta que éste cierra sus puertas en 1935. En julio de 1912 se estrena su obra La casita criolla, con libreto de Villoch, que constituye un gran éxito. La obra trataba en burlas la reelección del presidente José Miguel Gómez, y al mismo tiempo, hacía propaganda electoral a favor de Mario García Menocal, el presidente que prometía honradez y enarbolaba su humilde origen en su “casita criolla”. Para la obra, Anckermann crea un género nuevo: el tango- congo, que se hizo muy popular en la interpretación de Blanca Becerra: En el teatro Alhambra encuentran  su reflejo sucesos y asuntos de actualidad, tanto nacionales como internacionales. Cada tres o cuatro meses se presentaba una obra “en grande”, cuyo libreto era invariablemente, a partir de 1911, de Villoch o los hermanos Robreño, y la música de Jorge Ankermann; entre cada estreno se glosaban acontecimientos sociales y políticos a través pequeños sainetes o simpáticas revistas que se presentaban cada viernes. La partitura de aquellas puestas semanales, que constaban de cinco o seis números musicales, también era compuesta por Anckermann. Su obra musical por entonces ya incluía casi todos los géneros populares cubanos, afincada en “lo criollo”, e insertaba el “choteo” -la burla simpática, la alusión pícara, la intertextualidad del habla popular-, en ambientes musicales o dramáticos “refinados”. En los días de la Primera Guerra Mundial se llevó a cabo, en una habitación del Hotel Plaza, de La Habana, una serie de grabaciones de piezas de Anckermann procedentes de sainetes estrenados en Alhambra, como Aliados y alemanes. La orquesta del teatro Alhambra estaba compuesta generalmente por ocho profesores, pero al decir de Robreño, gracias a la dirección de Anckermann “sonaba como una sinfónica”. Las obras de mayor duración tenían un promedio de diez números musicales, y las más breves, de cinco a seis, la mayor parte de los cuales eran originales. A partir de 1913 algunos de los artistas de Alhambra comenzaron a grabar en discos números de Anckermann, con su propia dirección orquestal; entre ellos, Adolfo Colombo, “El isleño”; Luz Gil, “La mexicana”; Hortensia Valerón, Blanca Vázquez y Blanca Becerra. Anckermann transcribe durante años obras de compositores populares que no sabían escribir música, sobre todo de la trova; o instrumentaba, para la escena de Alhambra, composiciones de Alberto Villalón, Rosendo Ruiz, Manuel Corona, Graciano Gómez, Eusebio Delfín y Sindo Garay. En varias de sus crónicas Alejo Carpentier se refiere a la faena de Anckermann como músico, elogia sus trepidantes danzones, que servían de obertura a los espectáculos, y asegura “que sabía contrapunto y fuga, que sabía instrumentar”. El «Patria» en España (1913), Flor de té (1915), La danza de los millones (1916), El rico hacendado (1919), Delirio de automóvil (1921), La señorita de Maupin y Las enseñanzas de Liborio (ambas de 1922), son algunas de las obras que con música de Anckermann estrenó el Alhambra en esa época. El 28 de febrero de 1923 se estrenó, con partitura de Anckermann y libreto de Federico Villoch, una de las obras más exitosas de la historia del teatro musical cubano: La isla de las cotorras, recreada mucho después, en 1989, en la película La bella del Alhambra, de Enrique Pineda Barnet. Esta obra fue repuesta en agosto de 1962, con la dirección de Francisco Morín, y Gilberto Valdés como director de orquesta. Fragmentos de esa reposición aparecen en el documental Cuentos del Alambra (1963), de Manuel Octavio Gómez, que recoge un conmovedor homenaje a varias figuras del famoso teatro entonces aún vivas. Jorge Ánckermann fallece en 1941. Seis años antes, el 18 de febrero de 1935, el pórtico de Alhambra y una parte de la platea se habían desplomado tras terminar una función.

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