DIVERSIDAD CULTURAL Y EMPRESAS FAMILIARES VOL.I

Mónica Colín Salgado
Alejandra López Salazar
María del Carmen Pedroza Gutiérrez

Migraciones Francesas A México En El Siglo XIX: El Caso De Los Barcelonnette. MAE Laura Leticia Laurent Martínez1, Dr. En H. Jorge Loza López y  MAE Enrique Laurent Martínez

Resumen

El presente trabajo se propone describir las diversas corrientes migratorias que,  desde los inicios del siglo XIX y durante más de un siglo, se dieron a partir de los Alpes franceses hacia México para constituir una serie de empresas, en gran parte familiares, que aportaron su granito de arena  en la formación de la industria textil, al inicio, y luego los grandes almacenes que funcionan hasta el día de hoy.  El caso Barcelonnette es la historia de un pueblo migrante, perdido en los Alpes franceses que, a fuerza de trabajo y voluntad, se constituyó como el pilar de los grandes almacenes en México, tales como Liverpool, El Palacio de Hierro, El Puerto de Veracruz, El Centro Mercantil y otros que son símbolo de una época y un ejemplo de vanguardismo en la actualidad. Este trabajo describe la forma como se desarrolló la corriente migratoria de Francia a México y la historia que se conformó a partir de ella, constituyéndose infinidad de empresas familiares que crecieron para dar paso a las grandes empresas de nuestros días.

Palabras clave: corrientes migratorias, industria textil y grandes almacenes, empresa familiar.

 


Introducción

Barcelonnette es una ciudad enclavada en el Valle de Ubaye, en los Alpes franceses, que da origen a una de las aventuras más sorprendentes de la historia de México: la creación del llamado “Empire des barcelonnettes”, que configura parte de la historia industrial, comercial y financiera de nuestro país entre los albores del siglo XIX, ya en la etapa del México independiente y los inicios del siglo XX, aunque sus efectos e instituciones subsisten hasta la fecha.
Barcelonnette quedó permanentemente ligada al país que los acogió; basta recorrer el día de hoy sus calles para entender que una huella indeleble marcó el destino de esa pequeña población y otras muchas del Valle de Ubaye. Es seguramente el único lugar en el mundo, fuera de México, donde existe una avenida Porfirio Díaz y donde en la plaza principal se encuentra un monumento dedicado a los barcelonnettes mexicanos y otros mexicanos que dieron la vida por Francia, y en cuya parte superior se ostente el águila devorando a la serpiente.
Todo comienza con la llegada a la ciudad de México de los hermanos Arnaud, en 1821, para fundar, en asociación de un  tal Maillefert, el Cajón de ropa de las Siete Puertas, en la calle de Porta Coeli. Ellos nunca regresaron a Francia, pero algunos de sus paisanos que trabajaban con ellos, al regresar con enormes fortunas despertaron el interés y la ambición de toda la región y así empezó la corriente migratoria que marcaría para siempre tanto al país que los recibió como a la región de la que provenían. Eugène Caire y Alphonse Jauffred, habían trabajado con los hermanos Arnaud y posteriormente  fundado ellos mismos en 1838, en Portal de las Flores la casa de comercio que fue el lugar de arribo de muchos otros inmigrantes, a los que se les proporcionó orientación, hospitalidad y crédito. Ellos regresan a Barcelonnette en 1845 con una cuantiosa fortuna que da comienzo a la leyenda y acelera la inmigración.
Así aparecen los nombres de Ebrard (1847) que va a fundar uno de los almacenes más conocidos de México: Al Puerto de Liverpool, en la esquina de San Bernardo y Callejuela (hoy Venustiano Carranza), a espaldas del Ayuntamiento de la Ciudad de México; las hermanas Elisa y Virginia Fortoul, quienes abrieron una tienda de modas en la primera calle de Plateros; Jaubert, Pascal, Aubert, Gabriel Derbez, Edouard Gassier, quien funda en 1842 Las Fábricas de Francia; J. Labadie con la droguería de la Profesa; La Tintorería Francesa y las sombrererías de los hermanos Zolly, de Charles Borel y Théophile Pellotier; las mudanzas de los hermanos Caire; la pastelería El Refugio de Charles Plaisant y las librerías Maillefert (Jean Meyer, Los Franceses durante el Siglo XIX, 1974). En poco menos de 30 años, los franceses, en su mayoría barcelonnettes, habían instalado más de venticuatro negocios exitosos en el centro de la Ciudad de México. De entre ellos, los barcelonnettes tenían nueve casas de comercio al menudeo que vendían telas, ropa íntima y artículos para la casa.
“En la calle de Plateros se hallan los cajones o tiendas de objetos de más lujo y de las últimas modas francesas, ostentándose en hermosos aparadores de cristales para tentar el apetito de las elegantes damas. Allí también lucen su habilidad en escogidas muestras las hábiles  modistas francesas en tiendas notables por el buen gusto. Las peluquerías despliegan en la misma calle sus pomos abrillantados de esencias y pomadas y todas las curiosidades propias del tocador, y también pertenecen a franceses. […] En los portales de Mercaderes se encuentran muy buenas librerías, con toda clase de obras selectas; mercerías también y además sombrererías españolas, alemanas, francesas y mexicanas....” (Arroniz, 1858)

Los barcelonnettes supieron adaptarse rápidamente a un tipo de clientela muy diferente al europeo. En aquella época existían las grandes haciendas y a lomo de mula les llevaban baúles repletos de telas y otros artículos. Cuando la Intervención Francesa se da en 1862, estos intrépidos comerciantes nunca dieron la espalda al gobierno juarista, pero surtieron copiosamente al ejército francés. Es por esa época que se desarrolla el comercio y el gusto por gastar en ropa de lujo. Una línea naviera: Saint Nazaire – Veracruz permitió el abastecimiento directo de Europa y la eliminación de intermediarios como los alemanes. Paulatinamente, entre 1870 y 1900 el costo del transporte se redujo hasta quince veces, con lo que se incrementó sustancialmente el comercio que se hacía con los europeos.
Para 1890, los barcelonnettes tenían ya 110 casas de comercio y su prosperidad económica seguía creciendo. De aquella época, François Arnaud escribe en 1891 en su obra “Les barcelonnettes au Mexique”: “Las tiendas de los barcelonnettes, incluso las más grandes y activas, no eran lujosas: una manta clavada en un marco de madera colocada a lo largo de toda la casa atraía a los clientes. Arriba había tres, cinco o seis ventanales, abiertos de par en par, sin vitrinas ni aparador, que se cerraban por la noche tras los zaguanes reforzados con hierro y bien asegurados con una tranca de madera. La tienda, blanqueada con cal, estaba dividida en dos, como el maletero de una estación de ferrocarril, por un largo mostrador a todo lo ancho.
“Por un lado, la muchedumbre amontonada, ruidosa, chillona, de indios y de indias, con el cigarrillo en los labios, del otro, los empleados, apurados, ocupados, pero siempre ojo a visor listos para cruzar el mostrador y recuperar un cupón…y regresar tranquilamente a su puesto; todo el día de pie desde las siete de la mañana hasta la noche, entre el mostrador, bajo el cual se encontraba el cajón de dinero, y las repisas de madera pintada de blanco donde se apilaba la mercancía. La cuestión era ver quién vendía más y más caro, por encima de los precios que establecía el patrón, escritos sobre las telas; pues en esas tiendas no había jerarquías ni tratos especiales. Sin duda, eran los recién llegados los que barrían la tienda, descargaban, dormían sobre el mostrador y hacían los trabajos más duros de la casa, pero una vez abierta la tienda el que más ganaba era el que mejor vendía. El recién llegado, por su buen humor y su experiencia, vendía tanto como los demás. Sus capacidades estaban a prueba para obtener un mejor trato o parte de los beneficios. En la noche se juntaba el dinero en la gaveta para entregarlo al patrón o al cajero, si es que había uno. No se llevaba un control, ni se anotaban las ventas diarias en un cuaderno, había una confianza total, que rara vez, muy rara vez, era traicionada.
En la trastienda, se encontraba el comedor, donde empleados y patrón se turnaban para comer y donde, al cerrar la tienda, cenaban todos juntos. En la semana, los empleados no salían o sólo en contadas ocasiones y, cansados, volvían con mucho gusto a sus camas, agrupadas tres o cuatro en pequeñas recámaras; uno o dos dormían sobre el mostrador. El domingo la tienda permanecía cerrada y se aprovechaba la mañana para descargar, inventariar y ordenar la mercancía; en la tarde, cada uno se dedicaba a sus placeres, algunos iban al café, otros al boliche, a las diez a más tardar todos estaban de regreso. Muy pocas festividades interrumpían un poco esta vida de trabajo: el Jueves y el Viernes Santo, el Día de Muertos, Navidad, el Corpus Christi, Año Nuevo, y finalmente el 16 y 27 de septiembre, aniversarios de inicio y del último cañonazo de la independencia mexicana. Pero eso era todo. No frecuentaban a la sociedad mexicana o española, no había tiempo; no se casaban por miedo a las cargas familiares; iban muy poco a los cafés, nunca frecuentaban los círculos, y tampoco viajaban a Europa; no podían pensar en dar una vuelta por su país natal, abrazar a sus padres y regresar: el viaje era demasiado largo.
En conclusión, vivían durante diez o quince años una vida monástica, de trabajos forzados y de ahorros continuos, para hacer fortuna y volver a disfrutarla a Francia, si la edad y la salud lo permitían. 
La vida de quienes se establecían en la provincia mexicana era la misma, sólo que a menudo más turbulenta y peligrosa, a causa de las frecuentes revueltas que asolaban al país. Hasta aproximadamente 1864 había siempre algún pronunciamiento: un general organizaba una revolución y un partido lo seguía, ejerciendo un verdadero saqueo con el pretexto de luchar contra el gobierno.
Entre los principales establecimientos que crearon los barcelonnettes destacan:
En 1847, Jean Baptiste Ebrard y F. Fortolis fundan Al Puerto de Liverpool, así nombrado por la costumbre de surtirse en el puerto de Liverpool en Inglaterra, y que es considerada como la más antigua de las casas francesas de México. Es de notar que este establecimiento, el más antiguo sigue siendo el más importante en la vida comercial de los grandes almacenes. En la actualidad cuenta con 57 almacenes Liverpool, 23 Fábricas de Francia y 5 Duty Free. Tiene más de 35000 empleados y cotiza en bolsa, aunque siguen teniendo el control las familias Michel, Brémond, David y Guichard. Cuenta con tres divisiones: comercial, inmobiliaria y de crédito.
“encajes, granadinas y todos los pequeños adornos que en aquellos años de 1865 a 1867 acompañaban a los vestidos de las damas: escarabajos, mariposas, gotas de agua, campanitas, todos adornados de lentejuelas, de madre perlas e incluso, entre las más ricas, pequeños diamantes. Y, por supuesto la más rica variedad de flores y plumas para los tocados que se usaban en el cabello. Y, ¡qué decir de la riqueza de los sombreros, como las solicitadas tartanas que abarcaban toda la cabeza atándose a la barbilla con nubes de gasa, tules y bandas de todos los colores del arco iris! “ (150 años de costumbres…)
En 1889 Joseph Tron, junto con su hermano Jules y Joseph Léautaud, viendo el progreso del país mandaron construir un  gran edificio de estilo moderno, el primero en tener el acero como su elemento principal, lo que causó sorpresa y admiración entre los transeúntes, de ahí que se decidió que la nueva tienda se llamara El Palacio de Hierro. La empresa tenía su propio taller, que tuvo hasta 1000 obreros y en donde se elaboraba ropa para damas y caballeros, lencería y principalmente muebles. En la tienda también se encontraban gran variedad de tapetes, telas para tapizar, tintes, artículos para alumbrado, candiles y bronces artísticos, al igual que cristalería, cerámica y porcelanas.
Las Fábricas Universales (México), que inicia sus actividades en 1893 y que pronto gozó de gran reputación. Para 1897 los señores Reynaud ya tenían una casa de compras en París, que les surtía de las mejores mercancías francesas. En 1896 Alexandre Reynaud ya tenía intereses en la fábrica textil de Santa Rosa.
El Centro Mercantil, actualmente el Gran Hotel Ciudad de México, fue fundado en 1899 por un grupo de inversionistas encabezados por Sébastien Robert y se consideraba como uno de los más importantes almacenes, no solo de México sino de toda América, incluso por encima de los almacenes de Estados Unidos y Canadá de la época, además de ubicarse en el más suntuoso edificio de la capital. Aún conserva su vitral Tiffany en el plafón, atribuido a Jacques Graber de la escuela de Nancy y un elevador Art Nouveau de 1895. Se dice que era el almacén preferido de Porfirio Díaz.
“El florecimiento de los comercios franceses durante el Porfiriato, ayudaron a la diversificación de la comunidad gala, con la llegada de un millar de inmigrantes de la guerra franco-prusiana. También contribuyó el clima de paz y prosperidad, el cual fomentó el consumo así como la modernización de la ciudad. En 1881 el alumbrado de las nocturnas calles cambió el rostro del centro: los almacenes de ropa y novedades se esmeraron en presentar las mejores vitrinas, iluminadas, y en ganar la clientela más adinerada de la sociedad capitalina. La moda cambió del abultamiento de los miriñaques, típicos durante el Segundo Imperio, a los vestidos pegados, largos y de enormes colas que tenían la ventaja de descubrir las formas femeninas sensuales. Modas fueron impulsadas por los almacenistas, las modistas, las tiendas de sombreros, las de paraguas y las de todo tipo de productos de importación francesa”. Para 1890, el viajero francés Emile Chabrand enumera los “negocios de los galos en la ciudad de México, señalando algunas calles, como la primera de Monterilla, el Portal de las Flores y la de Capuchinas, casi ocupadas por enormes y lujosas tiendas. Había 16 grandes almacenes vendiendo al mayoreo o al menudeo todo tipo de telas nacionales y francesas y de artículos venidos de París, cinco casas de comisionistas, una importante sombrerería, dos casas de confección, una papelería, una fábrica de aceites, otra de tapones, tres panaderías, una cafetería y una carpintería.” En total,  Chabrand enumera 32 establecimientos barcelonnettes localizados en el primer cuadro de la metrópoli”.

En 1850 emigra a México Joseph Ollivier, quien comienza como empleado en La Ciudad de Londres y más tarde se asocia con su propietario Jauffred para convertirla en una de las más avanzadas de su época. Tenía en Manchester, Inglaterra, una casa de compras que a la fecha aún existe y en París hace lo mismo, con lo que garantizaba el suministro de sus mercancías. Ollivier también fue accionista principal de Río Blanco, de la fábrica de papel San Rafael, de la azucarera El Pánuco. No podía faltar El Puerto de Veracruz, fundado por Signoret y Honnorat.
También en provincia hubo inversiones fuertes: La Ciudad de Londres en San Luis Potosí, que pertenecía a los sucesores de los señores Blanc y Garcin, que ofrecía una amplia variedad de mercancía francesa, en el sector textil. Además contaba con su propio sastre, que confeccionaba vestidos y ropa para dama, pero también en el departamento de caballeros contaba con gran variedad de corbatas, cinturones, bastones, bonetería, zapatos, etc.
También en Guadalajara existía La Ciudad de Londres, fundada por los señores Lèbre y Dandoulf, y cuya especialidad era la venta al mayoreo de artículos nacionales como la bonetería y la rebocería. Además el señor Lèbre es miembro de la junta del banco de Londres y México en Guadalajara y poseedor de acciones de esa institución.
En 1878 se funda en Guadalajara la tienda de novedades Las Fábricas de Francia, en uno de los edificios más notables de la ciudad. Esta empresa cuenta en París con una casa encargada de las compras en Francia, Inglaterra y Alemania, lo que elimina intermediarios. Sus propietarios los señores Fortoul, Bec y Cia, instalaron también una fábrica de bonetería, en donde trabajaban hasta 300 obreros en la confección de medias, zapatos, chalecos, colchas, etc. A su vez los señores Fortoul y Bec eran los representantes de la Compañía Francesa La Unión.
Puebla fue otra de las ciudades preferidas de los barcelonnettes. Allí tuvieron el almacén La Ciudad de México los hermanos Eugène, Jules y Antoine Lions, uno de los cuales, Eugène, a su regreso a Francia funda la Banque de Barcelonnette y allí mismo se hace construir la casa Puebla, que le sirve de retiro.
Otro negocio del grupo es La Gran Sombrerería Francesa, fundada por Barthelemy Rebattu, Leon Baptiste Esmenjaud y más adelante Isidore Couttolenc.
“Este proceso inicia en la ciudad de México. Vemos a Sebastien Robert, propietario de El Centro Mercantil, fundar tres fábricas en Tizapán, al sur de la ciudad: “La Alpina”, fábrica de sábanas, con 500 obreros; “La Hormiga”, fábrica de algodón, con 200 operarios, y La Corona”, de bonetería, también con 200 empleados.  Las tres alimentadas por plantas hidroeléctricas propias. Lo mismo hizo el activo empresario barcelonnette J. Ollivier, propietario de La Ciudad de Londres, quien  además había concentrado varios establecimientos, entre  ellos la Cristalería Moderna, La Sorpresa y La Primavera, y una “Gran fábrica de Loza”, ubicada en la calle de Niño Perdido. La sociedad de Jean Veyan, propietaria de La Francia Marítima, invirtió sus ahorros en dos fábricas de  ropa: “Santa Teresa” y “La Magdalena”, ubicadas en lo que hoy es la delegación Contreras. L. Foudon, propietario de El Gran Oriental, almacén de novedades, tejidos de lana, seda, algodón, bonetería y camisería, fundó la “Gran fábrica de Paraguas y Sombrillas”. Otro activo comerciante, Emilio Manuel, propietario de la  Sedería y Corsetería francesa, tenía una Gran fábrica de  corsés “La Princesse”. En fin, que decir de El Palacio de Hierro que además del gigantesco almacén, contaba con sus propios talleres de confección y fábricas, donde empleaba a miles de obreros” (Pérez Siller 1999)

Ya para entonces los nombres de los grandes empresarios que hicieron fortuna se conocen muy bien: Joseph Ollivier, Sébastien Robert, Alexandre Reynaud, Adolphe Richaud, Joseph Tron, Joseph Léautaud, Jules Tron, Léon Signoret, Joseph Signoret, Henri Tron, Auguste Garcin, Alphonse Michel, Emile Meyran, Joseph Couttolenc, Gratien Guichard.
“llegan entonces a la cifra notable de 98, de las cuales 16 almacenes de ropa al por mayor y menor, 11 casas de  comisiones, 8 mercerías, 7 sastrerías, 2 farmacias, 7 almacenes de vinos y licores, 4 restaurantes, 4 zapaterías, 2 joyerías, 3 librerías, 3 paragüerías, 3 carpinterías, 2 mueblerías, 2 curtidurías, 2 imprentas litográficas,  2 armerías y varias sombrererías, papelerías, dulcerías y pastelerías, panaderías, hoteles, casas de  huéspedes, etc.; además de una fábrica de aceite, una de tapones, una de productos químicos, dos de perfumería y tres de licores.” (Auguste Genin 1933)
La reconfiguración de la industria textil en México, obligó a los barcelonnettes a prepararse ellos mismos para no depender de los artículos de empresas que marcaran el ritmo del comercio. Así, una de las primeras cosas que hicieron fue enviar a sus jóvenes a formarse en la  École de Tissage et de Filature de Mulhose.  Para no caer en el monopolio de otros se unieron a varios inversionistas que habían comprado la empresa Cerritos, creando la Compañía Industrial de Orizaba SA CIDOSA en 1889. Entre los inversionistas barcelonnettes estaban Joseph Tron del Palacio de Hierro; Ebrard del Puerto de Liverpool; J Ollivier de la Ciudad de Londres; Signoret y Honnorat de El Puerto de Veracruz; Lambert del Correo Francés, y otros más. CIDOSA creó posteriormente la Fábrica de Río Blanco, una de las más importantes empresas en materia textil en el país.
“Durante los años de expansión comercial, los franceses incursionaron en la industria y la banca. La crisis de  1883-1886 frenó sus ventas por falta de abastecimiento y  los forzó a organizarse. Algunos negociantes se decidieron entonces a comprar una fábrica textil, que les dio un inmediato y excelente resultado. Ese gesto lo repitieron en grupo, sumaron sus ahorros y, a fines de esa década –favorecidos por la política fiscal de fomento a nuevas inversiones –, crearon varias sociedades anónimas y transformaron viejas fábricas en industrias. Así, durante los años 1890 y la primera década del siglo XX, reinvirtieron sus ganancias y se transformaron en directores, gerentes, accionistas o propietarios de las industrias de bines de consumo masivo más modernas del país”. (Bianconi, 1907)

Río Blanco llegó a constituir el modelo de empresa en su giro, contando con toda clase de maquinaria moderna y otros elementos que le permiten producir artículos de la mejor calidad, capaces de competir con productos similares de las industrias extranjeras.
Uniendo Río Blanco con otras empresas del grupo como Cerritos, San Lorenzo y Cocolapam, se llegó a registrar una nómina de 6000 empleados. Se tuvieron 3700 telares  con sus talleres respectivos de hilado, de aderezo, de lavado, entintado, impresión, etc.
Su confección principal era de  artículos de algodón y algunas especialidades de lino. Se llegaron a producir hasta dos millones de piezas de diferentes géneros y calidades, desde los artículos más comunes hasta telas muy finas y de múltiples estampados.
En 1896, otros barcelonnettes crearon la Compañía Industrial Veracruzana SA (CIVSA), en Santa Rosa, cerca de Orizaba, que fue inaugurada por el presidente Porfirio Díaz en 1898. Su principal actividad es la hiladura de algodón, así como la fabricación de telas estampadas. Llegó a tener hasta 2500 obreros. Entre sus socios figuran los nombres de Reynaud, Robert, Jacques, Manuel, Richaud y Desdier.
Lo anterior hace que, a principios del siglo XX, los barcelonnettes encabezaban el 70% de las fábricas textiles  y de las mayores tiendas de México.
Es importante resaltar la forma como los barcelonnettes se unen para crear nuevas empresas y la forma de trabajo tan peculiar, pareciera que formaban todos una misma familia, que de alguna manera era cierto pues en el Valle de Ubaye todas las familias estaban emparentadas de una u otra forma. Además, su costumbre de regresar al terruño a casarse hacía todavía más enmarañada la relación de unos y otros.
De ahí que podemos afirmar que los barcelonnettes crearon una serie de empresas familiares, que a su vez crearon otras, siempre con miembros del grupo, no solo en los sectores comercial e industrial, sino que también incursionaron en el sector financiero.
Los barcelonnettes vivieron una época de zozobra social, política y económica. Las continuas guerras y enfrentamientos entre los partidos políticos habían hecho de México un país inestable. No fue sino hasta la presidencia de Porfirio Díaz y gracias a las medidas tomadas por su ministro de finanzas José Yves Limantour que se consiguieron equilibrar las finanzas públicas. Fue en ese entonces cuando el gobierno de Díaz decidió suprimir los impuestos aduanales para las mercancías de importación, medida que benefició grandemente a los barcelonnettes, quienes traían de Francia e Inglaterra principalmente, la mayor parte de su mercancía que distribuían en todo el país.
“Integrándose a la alta sociedad mexicana, a la clase de propietarios y a la clase dirigente, ese dinámico grupo jugó un papel de primera importancia en el crecimiento económico del Porfiriato y participó a la formación del  proletariado mexicano que engendra y dirige con empleados e ingenieros franceses.” Jean Meyer, 1974.

Otra medida tomada en esa época, concerniente al sistema monetario, logró que la nación tuviera un verdadero signo monetario,  permitiendo la entrada de capitales extranjeros a fin de asegurar el desarrollo de la industria y el comercio.
En efecto, la ley promulgada el 25 de marzo de 1905, a la letra decía” El comerciante que tenga una base firme para sus transacciones no deberá temer más los avatares y no se verá obligado a elevar inconsideradamente los precios de sus mercancías, al contrario, podrá reducirlos y establecer una competencia que será provechosa tanto para él como para el consumidor. Y, como la baja de los precios aumenta la venta, es seguro que el número de las operaciones comerciales aumentará considerablemente. La inmigración del capital propiciará la creación de industrias nuevas que participarán en la competencia comercial. Luego, la importación de las máquinas, las materias primas, las demandas de obreros, el aumento de los salarios, etc., darán también origen a un aumento constante de todos los recursos que pueden constituir nuestra riqueza nacional.”
Esta ley, más la del 19 de marzo de 1897, ya promulgada y que abolía el monopolio de la banca, autorizando la creación de una red de bancos permitió el desarrollo del sector financiero. Hasta entonces sólo existían dos bancos: el Banco Nacional de México y el Banco de Londres y México. Unos años después ya había 32 instituciones bancarias.
Las anteriores reformas dieron a los barcelonnettes una oportunidad de incorporarse a un sector hasta ese momento desconocido para ellos, pero que rápidamente aprendieron.
El Banco de Londres y México es el pionero de la banca privada en México. Fue fundado en 1864 como sucursal de The Bank of London, México and South América. Sin embargo, un grupo de barcelonnettes y de comerciantes españoles adquirieron la mayoría de las acciones del banco, llegando a controlar las tres cuartas partes, entre ellos figuraban Léon Signoret, Henri Tron, Mateo Lambert, Léon Ollivier, Alphonse Michel, Léon Honnorat, y Gratien Guichard y en 1907 su capital alcanzaba más de 21 millones de pesos. Gratien Guichard será su presidente hasta 1952.
En 1881, el entonces presidente Manuel González, firmó un contrato de concesión por 30 años para la creación del Banco Nacional de México, con capital de la Banque Franco-Egyptienne  de París. El BNM tenía facultades de emisión de billetes pagables al portador y a la vista, en diversas denominaciones, y en proporción de tres millones por cada millón que hubiera en sus cajas. El gobierno mexicano tenía una cuenta corriente en el banco. El BNM abrió sus puertas al público en el Palacio de Iturbide, el 23 de febrero de 1882 y como miembro de su primer consejo de administración se encontraba Sébastien Robert. En 1906 el banco había crecido considerablemente y en su consejo figuraban también Auguste Garcin y Ernest Pugibet, fundador del Buen Tono.
En 1899 se constituye el Banco Central Mexicano, que tuvo relación con el Deutsche Bank de Berlín. Este banco ya no tenía derecho a emitir moneda, por disposición de ley, pero si tuvo un sistema de bonos de caja para operaciones de crédito. Allí encontramos a Joseph Signoret y a Émile  Meyran.
El Banco Agrícola e Hipotecario, creado a partir de la ley de 1897, emitía bonos que representaban créditos con garantía hipotecaria. En su consejo de administración estaban Joseph Signoret  y Alphonse Michel.
Pero también hubo capitales de los barcelonnettes en otras actividades, tales como la elaboración del tabaco. Ernest Pugibet crea El Buen Tono, en el sitio en donde actualmente existe en la ciudad de México la colonia Tabacalera.
…”La más espectacular de todas es, sin duda, “El Buen Tono” fábrica de cigarros. Fue fundada en 1873 por Ernest Pugibet, quien la convirtió en sociedad anónima en 1894, ampliando su capital a un millón de pesos. Trajo máquinas de Francia para pegar los cigarrillos y, en poco tiempo, desarrolló su propia tecnología. A principios del siglo XX, aumentó su capital a cinco millones y comenzó a expandirse, al grado de absorber la enorme Cigarrera Mexicana”. (Bouligny, 1910).
“El Buen Tono con su fábrica en la Plaza de San Juan (hoy colonia tabacalera), abarcaba toda la manzana y albergaba en su seno: talleres, bodegas, patios, oficinas, habitaciones para empleados, caballerizas, “todos los departamentos son dignos de visitarse, por el lujo con que están montados y la limpieza sin igual.
 “Bajo las anchas naves de la gran fábrica, se mueven en sus labores 600 hombres, 1,200 mujeres y 70  empleados en las oficinas”. (Bianconi, 1907).

También se encuentran inversiones en la fábrica de papel San Rafael, en el estado de México, una de las más importantes en el país, y en la Cervecería Moctezuma.
En 1887 Clemente Jacques, originario de Saint-Ours, en el valle de Ubaye, crea la primera fábrica procesadora de alimentos en México, que se convirtió en pionera de la industria de conservas en América Latina. En ella se producían los muy conocidos chiles jalapeños, y después una gran cantidad de alimentos enlatados como frutas en almíbar, aceitunas, patés, verduras, atún y otros. En Morelia todavía existe el molino y la fábrica de aceites La Torre, que originalmente adquirieron los hermanos Ollivier.
Los barcelonnettes crearon, con otros miembros de la comunidad francesa, lugares tales como el Casino Francés, donde se congregaban los jóvenes y que Auguste Genin califica como “casa matriz de la colonia”. La Sociedad de Beneficencia es otra institución creada por la comunidad francesa, así como el Liceo Franco Mexicano, el Panteón de la Piedad, la Sociedad Hípica Francesa, el Club France y muchas otras.
La caída del régimen de Porfirio Díaz y la posterior Revolución Mexicana, la I Guerra Mundial, y otros acontecimientos provocaron el declive de las pujantes empresas de los hijos del valle de Ubaye, y así como muchos barcelonnettes tuvieron éxito, hubo muchos otros que nunca lograron realizar sus sueños de riqueza.
A la fecha se alzan en todo el valle, pero principalmente en Barcelonnette, las magníficas villas de los “mexicanos” que regresaron al terruño a pasar sus últimos días. Son mudos testigos de una época y de una hazaña que cambió las vidas de sus habitantes, que pasaron de pastores y agricultores a boyantes empresarios, y ayudaron a consolidar el comercio y la industria en su país de adopción, en una etapa en donde tanto se necesitaba.


1 Profesores Investigadores de la Universidad Autónoma del Estado de México. Instituto Literario No. 100. Toluca Estado de México CP 50000. Correos Electrónicos: cuerpoacademico@yahoo.com.mx, lozajorge42@gmail.com, elaurentm@hotmail.com.

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