Instituto Tecnológico de Celaya
El siguiente artículo es una ensayo  cuento, en donde existe un encuentro de  formas de actuar y de pensar,  donde se  manifiesta que uno no es lo que muchas veces le han dicho, o no se quiere  aceptar el papel que representa ante una  sociedad donde ellos mismos se identifican. El ensayo es resumen de varios  escritos.  En él hubo una serie de  “enfrentamientos” entre varios autores como: Alfred Adler, Sigmund Freud, Soren  Kierkegaard, Erich Fromm, Herbert Marcuse. No es ningún enfrentamiento, es una  serie de pensamientos base retomados para darles un contenido a ciertos  protagonistas de este tiempo. Empecemos el cuento.       
        Qué te sucede, te ves muy vasallo, más rutinario, más tradicional, más  humano, más creyente, que como siempre acostumbras. Se te nota una rigidez en  tus reacciones,  como si nunca hicieras  ejercicio, también esa falta de reacción frente a las situaciones a que te  enfrentas; se ve esa discrepancia que te acompaña dando la impresión de que tú  mismo eres un obstáculo para el camino al que te diriges.
        Te has vuelto inseguro, se manifiesta en ese sentimiento de  inferioridad, en la   forma de actuar por  medio de tu incompetencia, por  las  estupideces que dices,  sintiéndote menos  que los demás, a tal grado que si te ves al espejo  sientes que tú fealdad ha crecido. Vives en  las lamentaciones, de todo te preocupas, aun cuando alardees de lo que haces o  dices, es simplemente con el fin de impresionar,  en donde manifiestas que cuentas con ciertos  atributos, como el tener muchos bienes, demasiadas mujeres, o conocimiento por  encima de los  que te rodean.
        Siempre tratando de imponerte o imponer tus ideas, tus deseos, tus  pretensiones, haciendo cosas en tú propio interés, como el criticar, opinar,  mandar. Esa necedad que tienes por un lado está en constante a pego a la  incapacidad de recibir una crítica, no  aceptas nada extraño que no vaya en beneficio tuyo, y por otro lado eso que  siempre pregonabas que hacías, como el de   tratar de obtener lo que muchos ni siquiera lo intentan, como el soportar  dolores que lindan en los extremos, tanto físicos como psicológicos, así como  el de querer terminar lo que empezaste, el no detenerte a descansar, el buscar  soluciones a los problemas obtenidos, pero de pronto todo cambiaba, te  dejabas llevar por temores sin sentido, como  el de creer que en cualquier momento te quedarías  sin dinero, o   que te dejara  la persona a quien  amabas sin que te diera  ninguna  explicación, o el que pudieras sufrir un accidente sin intentar algo que lo  pudiera producir.     
        Otra manifestación muy palpable, es tú agresividad, siempre te diriges  contra las personas en una conducta de ataque, ya sea ofendiéndola u  hostilizándola. Te gusta verte agresivo, dominador y además exigente, por medio  del mandato, del engaño o la crítica. Piensas que todos los que te rodean  son igual que tú, en donde te sientes  engañado, dominado, despreciado o humillado.
        Lo que menos haces notar en tú conducta   son las cuestiones sexuales,    evitas que la  privacidad  se haga pública, pero así como te conozco,  eres contradictorio, por un lado, sé muy bien que   tus deseos compulsivos de tener actividad  sexual se salen de contexto, y por otro,   te manifiestas de una manera diferente o sea inhibiéndote,  como cuando te  aproximas a una persona del sexo opuesto y  siempre tratas de  huir, o al estar en el  mismo acto sexual cuando el placer está presente  lo tratas de reprimir.
        Te ves cómico cuando te veo acompañado por las frecuentes sensaciones  físicas de temblor, sudor y palpitaciones cardiacas, debido a que te atemorizas  por determinadas situaciones, como el estar en una determinada altura, subes a  un puente por poca altura que tenga, no quieres mirar hacia abajo, ni siquiera  al piso del mismo porque piensas que se va a caer, ver algún insecto o animal  al que le tomaste  fobia, como las arañas  o las víboras, o esas imágenes que crees ver en la noche porque te enseñaron  que algo diabólico existía en el manto de la oscuridad, al igual de  las distintas supersticiones que  adquiriste,  donde  inmediatamente reaccionas a eso creyendo que  te encuentras en  peligro, inclusive  tu  reacción es a una angustia obtenida  por  riesgos imaginarios, las cuales se  salen de control. Mientras que el miedo que en realidad deberías de tener o sea  a esa reacción  proporcionada por peligro  al que  debes  enfrentarte, en cualquier caso, en donde el  peligro en realidad es evidente y objetivo, ni siquiera lo tomas en cuenta.
       Lo que no alcanzo a comprender el por qué  tienes tantos remordimientos de conciencia, sabes bien que no puedes dejar de  consumar una acción después de haberla iniciado, ni del valor que le des si  muchas veces fracasas sobre eso, o de las   consecuencias que  puedan ocurrir.  En todo lo que te sale mal es muy fácil que pierdas  el camino de lo que  hiciste. Bien sabes que el remordimiento de  conciencia es una mala forma de ver las cosas. No puedes respetar aquello en lo  que  has   fracasado, por el hecho de haber fracasado.
        Esa aflicción  que te cargas en  ocasiones crece, se vuelve  proporcional  al significado que le das a  la situación  en la que te encuentras y la manera en cómo te afecta, aunque bien sabes que  ignoras las razones de lo que te está provocando ese malestar. Por  las pláticas que hemos tenido, las ansiedades  que sufriste en tu infancia, y todas   esas costumbres adquiridas, que se fueron manifestando en ese acoso de  angustia, como el miedo a las alturas, el cruzar una calle, hablar en público,  no querer ir a la escuela por las burlas que hacían contigo,  comer algo y pensar que te puede afectar,  sufrir alguna depresión, sentirte incapaz en cualquier  trabajo o en lo sexual, hicieron que te  volvieras irracional.
      Me  acuerdo que una vez te puse de apodo el escapista, para todo lo que hacías  siempre buscabas una salida a lo que te  ocurría, pero en nada has cambiado,  una  forma de actuar  era tratar de encontrar  un recurso para quitarte toda responsabilidad, convirtiendo tu aflicción en un  temor racional, en donde no admitías que tu actitud era irracional, y  en tu necedad sentías que eras racional y de  ese modo te justificabas, pero te vuelvo a mencionar, sigues sin cambiar.   
        Un argumento que te favorecía según tú, era la negación, la que no  tratabas de excluirla de la conciencia, buscabas a través de un esfuerzo de  voluntad, procurar vencer tus temores negándolos. Pero los múltiples achaques  como ese orinar con frecuencia, el sufrir nauseas cuando viajabas, las  sofocaciones que sufrías, la inquietud que te dominaba y te paralizaba por algo  que no sabías, que era el proceso que debías superar no lo lograbas. Aún los  sigues repitiendo.
        Como era común que no te   funcionaran las cosas,  buscabas  otro camino, que normalmente era equivocado, como el refugiarte  en el alcohol, en las drogas u otro recurso  que tuviera la misma función, lo que importaba era que anduvieras narcotizado  para soportar lo que te ocurría, otro tipo de narcótico  que   buscaste fue ese ahogarte en lecturas vanas, en el trabajo, o el  relacionarte socialmente, en donde no había un fin de semana que te embriagaras,  fueras a algún antro a tratar de que pasara el tiempo, porque no sabías que  hacer, el   buscar con quien  convivir,  porque temías  quedarte sólo.
        El peor argumento y donde más me reí, fue cuando te escondías de la  situación de trabajo, de estudio, en donde   tratabas de esquivar toda actividad que fueras a realizar, te volviste  el rey de los pretextos. Veía que no podías tomar decisión alguna, siempre  buscando con quien  consultar, otras  opiniones en que apoyarte, dándole vuelta indefinidamente en  procurar   una solución a un determinado asunto,   tampoco podías  <fingir>  despojar subjetivamente de toda importancia a la  actividad inminente que tenias. Como no  sabías qué camino tomar, buscaste en la inhibición una solución, en esa  incapacidad de hacer, de sentir o de pensar determinadas cosas, y donde su  función era  evitar la angustia que te  produciría si pretendieses hacerla, sentirla o pensarla. No tenías conciencia  de la pena, ni eras capaz de superar la   inhibición mediante un esfuerzo consciente. Fue de este modo que me di  cuenta por lo que pasabas, como esa   frigidez, esa impotencia, ese mutismo, la falta de concentración, o esa  forma de expresarte y relacionarte con los demás. También por medio de ciertos  actos que realizabas, comprendí  que  tus inhibiciones  te impedían desarrollarte, como esas  ambiciones que no  podías satisfacer, o  esa timidez  que se imponía para  expresarte, o los pensamientos críticos que no sacabas y después comentabas.  Otro punto era, el aceptar los hechos como algo inmutable, donde argumentabas  que la angustia que te producía, te llevaba a una fatiga intensa, como dije  antes, puras justificaciones. 
        Era tanta la influencia, que cuando iniciabas una actividad, en donde el  esfuerzo, la fatiga o el agotamiento se veían involucrados, no es que  fueran  atribuidos en realidad al  esfuerzo mismo, más bien era  por la  angustia que esta provocaba, y muchas de las actividades que realizabas te  entrañaban determinado sentir, que puede llevar a un trastorno, como  cuando  impartías órdenes, las cuales  dabas de forma tímida e ineficaz, variando el impedimento que tenías para  realizar tu tarea, o que la actividad fuera malograda. Así que  cualquier cosa que hacías  con angustia se convertía en un tormento, en  cambio, había momentos en que te olvidabas de ella y lo que hacías sin tenerla,  era cuando alcanzabas   placer aun cuando  existiera cualquier tipo de  dolor. Lo  que si aceptabas, eran los factores culturales, que coincidías con las formas  colectivamente aceptadas o con las ideologías imperantes en ese medio.
           Pero en tu necedad, encubrías lo que te pasaba tras sentimientos de  malestar físico, como las palpitaciones y la fatiga repentina; diciendo que la  hallabas escondida bajo una serie de temores que mencionabas que eran  racionales y justificados y que podrían ser la fuerza oculta que te llevo a las  drogas y al alcoholismo o a esa precipitación de toda clase de distracciones,  las que hallaste con frecuencia, lo que causaron la incapacidad de hacer o  gozar ciertas cosas, y que siempre te encontraste en ellas como factor causal  de tus inhibiciones.    
        Lo que siempre has cargado, es ese sentimiento que entraña esencialmente  un factor subjetivo. Tus manifestaciones evidentes como lo dije antes, el temor  de adquirir alguna enfermedad, o las fobias, serán siempre un peso que lleves,  como esos factores de que un peligro abrumador te acecha y el no saber  defenderte frente al mismo. Algunos proceden del exterior, como ese sentir que  te puede ocurrir un accidente, miedo a las tormentas, ruidos confusos, o el de  adquirir alguna enfermedad incurable; otras amenazas que sufres desde tus  propios impulsos, es como ya lo había mencionado, el miedo a las alturas, el de  ofender o golpear a alguien; sabiendo que todos tus peligros eran  tan vagos e intangibles, y lo único que  tenías era un simple acceso de angustia que residía por tú propio impulso  instintivo. 
        Te has vuelto tan hostil que crees que fingiendo todo va anda bien, así  te abstienes de luchar, cuando deseas hacerlo, lo que cargas te lleva a esa  tendencia de  humillar a quien está  cerca. Eso que pasa  no resulta del temor  a tu impulso, más bien es al temor a esos impulsos reprimidos que tienes, como  también a cualquier impulso que te lleve a un peligro exterior que pueda producirte  más pena. Caíste en un círculo vicioso, una inquietud  resultante   de una hostilidad anterior que te lleva a otra y así sucesivamente, se  dejan percibir desde tú infancia, como la hostilidad de tus padres al preferir  a tus hermanos, allí fue donde  nacieron  tus celos,  motivo por el cual  odiaste,   sufriste en esos rechazos injustos por   el incumplimiento de promesas que te hicieron, en donde no te tomaban  atención, o por las múltiples   interferencias  con tus deseos,  pero lo que más te dolía, era esa continua intromisión que hacían cuando tus  amigos estaban presentes, al ridiculizar tus ideas, el que te quitaran el  interés por cual actividad emprendida, ya fuera artística, deportiva,  intelectual, lo que llevaron a debilitar tu   voluntad. Otro punto importante fue lo que nunca se platica, la  cuestión  sexual, en donde la misma  curiosidad sexual te llevo a la masturbación, a esos  juegos eróticos prohibidos, y donde te privaron  de varias cosas.  Mientras que tus  hermanos  no se preocupaban por cierto castigo,  debido a que se sentían seguro de que eran amado.
        Una de las cosas peores, es que te desarrollaste en una continua  dependencia,   en donde permaneciste sujeto a tus padres debido a que te infantilizaron  hasta una edad no común, después de los veinte años,  no te volviste fuerte, valiente,  independiente y capaz para poder enfrentarte a cualquier situación. Las  intimidaciones continuas fueron las que te colocaron en un estado de  dependencia emocional, ya que entre más indefenso permanecieras, tanto menos te  atrevías a sentir o mostrar cierta oposición, reprimías la hostilidad.
        Tus continuos miedos eran provocados por las amenazas, las prohibiciones  y los castigos, o las continuas escenas violentas presenciadas, acompañadas de  lo que dije antes, las intimidaciones directas o indirectas. Sabiendo que eras  demasiado tímido, menos te atrevías a mostrarte e inclusive a sufrir  hostilidad, que además  no tenías el  suficiente amor de parte de tus padres, el cual   reemplazaban con  verbo en un  sinfín de palabras, en donde te manifestaban lo mucho que se habían sacrificado  por ti, en tus cuidados, tu educación, etc. De esta  manera   reprimías tu hostilidad, ya que tenías   miedo de perder el poco amor que sentían por ti.
        Fue como  adquiriste un  sentimiento de culpa,  factor que hizo  que fueras lo que eres. Eso hizo que todo sentimiento de hostilidad u oposición  se escondieran, ya que  te sentías  indigno o despreciable ante ti mismo por tener algún resentimiento y hasta  pensamiento contra tus padres o no estar de acuerdo con  ellos. Tanto te indujeron a sentir culpa que  cuando te metieron  en terrenos  prohibidos, no te atreviste a acusar a tus padres. En lo sexual y lo religioso  es donde más te crearon  esa culpa, las  amenazas eran continuas y los castigos expresados, esto hizo  que se te quitaran la curiosidad,  manifestando que  era sucio y despreciable al incurrir en eso,  o el de contradecir las reglas impuestas por costumbre. Siempre achacándote,  que eras un niño malo.
        Llego el momento en que reaccionaste contra tus padres, poniéndote en  contra con ciertos actos, pero también  acompañado de esa actitud de rencor y  desconfianza ante toda la gente, te aislaste, haciendo que creciera esa  angustia al mundo exterior. Dejaste de creer  en el aprecio, en el querer, en el interpretar de un modo erróneo cualquier  cosa que te dijeran, todo te parecía  una  ofensa, lo que no te dabas cuenta es de que   seguías tolerando con más a esa angustia que crecía.
        No encontrando salida a lo que te pasaba, recurriste a lo que  fuera, como el buscar el cariño de cualquier  modo,  pensando que sería una forma de  precaución contra la angustia; como ese   someterte a algo o alguien, como el seguir  las normas tradicionales, o la religión, o la  gente poderosa, en donde buscabas sentirte obligado a ser <bueno>; lo  mismo trataste de arribar al sentimiento de seguridad por medio de algún  poder o un éxito obtenido, y a través esto el  de la admiración, o por medio de posesiones adquiridas, o por el recurso más  difícil que era la superioridad intelectual; pero como ninguno te funciono,  cuál va siendo tu sorpresa, te fuiste por el camino más fácil que fue el del  aislamiento, en donde la sumisión y la complacencia mandaban, en donde  renunciabas y te supeditabas a los deseos ajenos a fin de sentirte seguro, y  llegar a tratar de ser <bueno>.  A  esto recurriste, para encontrar esa ansiada tranquilidad, pero todo esto te  llevo a otro lugar muy distinto que fue el   empobrecimiento de tú personalidad.
         Por encima de todo lo ocurrido, seguiste con la misma postura, en buscar  ese deseo de ser amado, recurriendo a cualquier recurso para satisfacer ese  deseo, sin importar en lo que pudieras ceder, someterte, o adoptar alguna  forma,  dejando atrás esos anhelos de  ambición de éxito, de poder o posesión, como el mismo aislamiento con las  personas. Se te notaba  ese anhelo de  recibir afecto y cariño, aun cuando el desconsuelo reinante se advertía y  sentías  que el mundo te amenazaba,  seguías insistiendo en eso. Dominado por la tristeza y en busca de ese cariño  ajeno como medio protector, caías en constante contradicción,   configurando   una necesidad e impidiendo una satisfacción.  
        Deseabas ser querido como todos los seres,  dando como   resultado de que en la obtención de ese cariño no iba a ser un lujo, ni  un placer, sino una urgencia vital, pero en esa búsqueda te alcanzo la  compulsividad. A toda costa querías esa felicidad y esa seguridad en donde  se te apreciaran y te quisieran.
        Hubo un tiempo en que el desconsuelo lo manifestabas en ese ocultarte  tras el desprecio o la indiferencia para con el sexo opuesto, no sabías que  hacer, fue entonces que la homosexualidad te alcanzo, vedando el acercamiento  al sexo opuesto. En tu necedad de obtener cariño, adoptaste una actitud de  sumisión o de dependencia emocional, en la que no criticabas en nada, mostrando  devoción, admiración y docilidad con quien estabas.
        No contento con lo “obtenido”, caes en la insaciabilidad, por medio de  la codicia, a través de la voracidad. Buscas la forma de llamar la atención,  exigiendo atención, enfadándote con todo, nada seguro te sientes que seas  querido  sin tener esa satisfacción  necesaria,  tu compulsividad aumentó. 
        Anhelas cariño sin importar la forma de obtenerlo, de la misma manera  sigues o más bien lo persigues, a tal grado que en ocasiones te apartas de  todos para aferrarte a las cosas, tratando de obtener algo; en ocasiones son  tan grandes tus heridas que desconfías de cualquier muestra de afecto, que  llegas a pensar, con que no me hagan ningún daño con eso me conformo, así  liberas parte de tu angustia acumulada y retomas al deseo de ese cariño  buscado.
        Tus distintas actitudes se reducen a la insaciabilidad de búsqueda  de  afecto, la necesidad del  mismo   rosa en codicia, o la falta de toda necesidad manifiesta de afecto, en  una actitud general de codicia. Todas ellas regidas por los celos y la demencia  de amor incondicional. Has llegado a la demanda en el afán de ser amado pese a  cualquier conducta ofensiva o de buscar ese amor incondicional, el deseo de ser  amado sin reciprocidad alguna. Pero siempre buscando el modo de llamar la  atención para atraer ese afecto, o la sensibilidad al desprecio.
       El resentimiento que cargas, hace que  no  puedas  librarte de nada, como el de  resolver algún problema, ni rechazar nada;  todo te  hiere. Las personas y las cosas  te  afectaba extraordinariamente, todo lo  que sucede te deja huella, el recuerdo se convierte en una herida infectada. El  hecho mismo de que estés enfermo constituye   una especie de resentimiento.          
       Hasta el modo de actuar del otro te ocasionaba malestar, como el de  esperar a una persona por demasiado tiempo, el que te aplazaran una cita, el no  estar de acuerdo con tus opiniones, el no contestarte una llamada, era ocasión  para pensar que algo estaba en contra con tu persona, ese rechazo te ocasionaba  disturbios como el irritarte, el repudiar, lo que te volvía rencoroso,  deprimido o simplemente sufrir sin creer no conocer el motivo. El rechazo te  orillaba hacer una serie de actos que parecían ridículos, se avivaba ese  sentimiento de angustia, cayendo en un círculo vicioso que se   reducía; como volver a caer en la  angustia,  en ese buscar el cariño, o esa  demanda de amor incondicional y exclusivo necesarios. Caías en contradicción,  reaccionando de tal forma que, cuando no se cumplían tus demandas tu hostilidad  se intensificaba, pero también reprimías la misma hostilidad por el miedo a  perder el afecto, exacerbabas en la angustia, y buscabas con exageración la  seguridad. Todo era un continuo retorno a lo mismo, protegerte de la angustia  creadas y de las nuevas angustias ocasionadas. Resumiendo.           
         El miedo es tu sombra, los peligros se te “agrupan”  como esas fuerzas de la naturaleza, sientes  una hostilidad por opresión, te parece que todo es injusto, te sientes forzado  por depender de alguien, sufres frecuentemente de frustraciones. Pero eso no  termina, como eres tan supersticioso, tan creyente, no sabes que debes hacer  con los demonios que cargas, los tabúes que no comprendes. Es común en ti que  los temores los soslayes protegiéndolos a través de los tabúes, de tus ritos  que frecuentas y en las costumbre adoptadas. No queriendo quedarte sólo, te  gusta  compartir esos temores ya que no  sabes cómo quitártelos, eres igual que los que van a las cantinas, nunca van  solos no quieren ser los únicos  borrachos,  tú dependencia es tan excesiva que si no tienes la aprobación o el cariño de  quien te rodea, te vuelves tan sensible que te sientes herido y dejas de hacer  varias cosas que normalmente habitúas, como ese dejar de hablar porque te  critican; alejarte de las personas pensado que de ese modo te desquitas; traer  el pasado para argumentar, para defenderte, o para atacar; ponerte en contra de  todo; o ser hipócrita  mostrándote  demasiado amable en “ayudar”, pensando que actúas bajo compulsión, y no por ser  espontaneo. 
        Todo esto es  tú  forma de llamar la atención, pero, se  han  preguntado con quien he estado hablando,  pues con nadie, soy yo mismo. ¿O serás tú? 
     La psicología representa prácticamente la  medida de la limpieza o de la suciedad de la raza…Y cuando ni siquiera se es  limpio, ¿cómo se va a tener profundidad?
        Catalogan de  loco a ese ser que  es diferente. A que me refiero de diferente, a ese que no piensa igual que la  mayoría (costumbres, hábitos, creencias),   al que se esfuerza por ser el mejor en su especialidad (quien llega a  límites extremos de soportar por el común de la gente), aquel que no socializa  del modo en que todos lo hacen (cuando su tiempo lo ocupa en su preparación  tanto intelectual como físico), quien va más rápido que los otros, el que va  delante de los demás, el que no convive, el que no toma alcohol, ni se droga,  los que no se desvelan, los silenciosos, los cautelosos, los pacientes, los  fuertes, los estudiosos, los que no están de acuerdo contigo.
        Este ser es entendido no como enfermo psicológicamente (aunque algunos  creen que sí), sino simplemente como una forma de desviación cultural,  semejándose a cualquier hombre salvaje. Algo como un personaje enajenado sacado  de alguna novela de terror, que después es recluido en algún sanatorio  psiquiátrico.
        Por el simple hecho de no seguir ciertas reglas, por tomar las cosas por  lo que son, o a las personas por otras; el ignorar lo que sus amigos hacen y no  tomarlos en cuenta, aceptando a extraños. Por invertir los valores  establecidos, por desenmascarar ciertos actos y ponerles otra  mascara. En el no creer en nada de lo que se  dice, únicamente en lo que  se haya  vivido,    
        La percepción cultural establecida ha  englobado a esos locos porque no ven ellos que son iguales, ni actúan conforme  a los actos de la mayoría. Mientras que estos locos sólo diferencian a los  demás en la medida que no conocen la diferencia; hay algunos que  se encuentran en un extremo poco usual, ese  que reencuentra parentesco con las cosas,   similitudes dispersas, discursos más profundos, o borra en su lenguaje  la distinción de los signos. 
        Es un margen del saber que separa a los seres, los signos, las  similitudes y como para limitar su poder. El loco en ocasiones junta todos los  signos y los llena de semejanza. Estos locos oyen otro discurso, a veces sin  palabras, simplemente actos, movimientos, enlaces, esfuerzos, aquí no existe el  discurso de motivación, es el acto en su máxima expresión. Están en los  límites, en donde todo parece extraño y atractivo para ser experimentado, en  ese espacio lleno de identidades y de diferencias.                          
        Todo lo que aumenta o disminuye, ayuda a entorpecer o aumentar  el poder activo de nuestro cuerpo, a  entorpecer o aumentar el poder pensante mediante una idea de esa cosa.  Ten cuidado que tu esfuerzo no rebase el límite  de lo que “está establecido”, ya que de otro modo te van a tomar como loco.
        El esfuerzo es una sensación de placer y displacer, que aumenta la  excitación, para que esta se siga manteniendo y aumentando, es necesario de la  constancia, dejemos que está  llegue al  extremo y se viva lo que otros nunca lo van hacer, lo que jamás van a  experimentar y menos conocer.  
       Y  tú, qué clase de loco eres?
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