LIDERAZGO EMPRESARIAL

Pedro Manuel Zayas Agüero
Niurka Cabrera Ferreiro

3.3.2 Esfera cognitiva

El éxito en el desarrollo de una actividad es la resultante del conjunto de factores interrelacionados, cuyo producto final no es una adición de las partes integrantes; no obstante, es necesario en el estudio del hombre realizar abstracciones para poder valorar la influencia relativa en el desempeño alcanzado en el desarrollo de una actividad.
Dentro de los factores  a los que se atribuye gran importancia, y a los que se ha prestado mayor atención en la psicología, están los aspectos de la esfera cognitiva, como dimensión ejecutora en la regulación y autorregulación de la personalidad. Si bien es cierto que poseer determinado desarrollo de conocimientos y habilidades facilita el desempeño de una actividad,  se puede afirmar  que de manera aislada, sin la integración a otros factores no resulta suficiente, máxime cuando la actividad laboral no es una abstracción que basada sólo en el nivel de ejecución, sino que es una actividad social que tiene múltiples requerimientos. 
Entre los principales aspectos de carácter cognitivo que se integran en la valoración de los requerimientos de los candidatos se encuentran: la inteligencia, habilidades, aptitudes, conocimientos, e incorporamos otros indicadores como pueden ser los años de experiencia, el nivel de escolaridad y la calificación técnica, elementos que pueden aparecer de forma significativa como requisitos o generalmente integrados en determinadas competencias.
En el decursar histórico de la psicología se ha hecho énfasis en el estudio de la esfera cognitiva por el papel rector de la misma, unido a la esfera inductora de la personalidad en los niveles de ejecución que se alcancen en el desarrollo de la actividad y un reflejo de su trascendencia es el surgimiento de la psicología cognitiva.
Es obvio que no se puede restringir el estudio de la esfera cognitiva al movimiento así denominado que tiene como elemento central la concepción del ser humano como un procesador de información y el símil de la computadora, no obstante, que este paradigma ha acaparado al término de Psicología Cognitiva.
Según de Vega, M. (1984): “Los teóricos del procesamiento de información están interesados en describir y explicar la naturaleza de las representaciones mentales, así como el determinar el papel que juegan en la producción de las acciones y conductas humanas.”
Para Gardner, H., (1987) el científico que estudia la cognición considera que esta “debe ser descrita en función de símbolos, esquemas, imágenes, ideas y otras formas de representación mental.”
Por otra parte Lachman, R. y Buttfield, E. (1979) formulan que el procesamiento de la información se produce mediante: “unas pocas operaciones simbólicas relativamente básicas, tales como codificar, comparar, localizar, almacenar, pueden en último extremo, dar cuenta de la inteligencia humana y la capacidad para crear conocimientos, innovaciones y tal vez expectativas con respecto al futuro”.
En el estudio de la inteligencia en la actualidad es necesario destacar el papel que ha desempeñado el movimiento denominado psicología cognitiva, que ha hecho énfasis en la introducción de diferentes modelos de procesamiento de la información. Un ejemplo de ellos es el modelo de Norman, D. (1987) según el cual todos los sistemas cognitivos, animados o artificiales, deben tener los siguientes elementos:

Estos procesos cognitivos implican que:

En el panorama del estudio de las capacidades pueden distinguirse  la existencia de cuatro tendencias principales:  factorialista,  en la cual prima el análisis estadístico matemático de los  factores, que revelan fuentes de diferencias individuales, una de las orientaciones principales en el estudio de este objeto y que aún conserva adeptos; la  conductista y neoconductista  que enfatiza en los resultados y en los aspectos y modificaciones observables, haciendo abstracción de los procesos y tratando al hombre como caja negra;  cognitivista, que explica la actividad cognitiva centrada en los mecanismos y procesos mentales internos, y el enfoque materialista dialéctico, que concibe las capacidades a partir del desarrollo  de la actividad en la cual se expresa la relación dialéctica de lo biológico y lo social, de lo interno y lo externo.
Debe destacarse, que las formulaciones de los autores que estudiaron la inteligencia  sobre la base  del análisis factorial, dominaron los enfoques en el estudio de la esfera cognitiva hasta los años 60, salvo las formulaciones de otro orden como las de J. Piaget,  para el cual la “función de la inteligencia es la construcción de estructuras cognoscitivas que se corresponden con la realidad y permiten al hombre su conocimiento” y cuya expresión final del desarrollo de la inteligencia es la adquisición por parte del individuo, de un conjunto de operaciones lógico-matemáticas que como instrumento intelectual le permite el conocimiento de la realidad”, y L. Vigotsky, de quien podemos destacar sus estudios realizados sobre el pensamiento y el lenguaje, y sus formulaciones sobre el papel de la actividad, la mediación, la ley de la doble formación, la ley del desarrollo y la zona de desarrollo próximo y el enfoque histórico cultural impactan el panorama actual de la psicología.
Dentro de la esfera cognitiva se ha prestado especial atención al estudio de las capacidades y en particular al estudio de la inteligencia. Múltiples son las definiciones y enfoques alrededor de la inteligencia. Según Mayer, R. (1986) las principales tendencias en el estudio de la inteligencia la definen como: capacidad de aprendizaje, manipulación, procesamiento y representación de símbolos, capacidad de adaptarse a situaciones nuevas y capacidad para solucionar problemas.
Entre los estudiosos contemporáneos de la inteligencia se encuentra Sternberg, R. (1985) quien plantea que las diferencias individuales dependen fundamentalmente de la eficiencia de la codificación y comparación de procesos y señala que una teoría comprensiva de la inteligencia debe contemplar una gran cantidad de procesos componentes, y que estos deben estar relacionados  no sólo con la inteligencia académica, sino también con la inteligencia práctica. Para este autor los componentes que explican la inteligencia pueden organizarse en 4 clústers:

Stemberg, R. (1985) elaboró un modelo de clasificación de los componentes de los procesos operativos en la solución de problemas el cual esta conformado por los elementos siguientes:

Otro representante de la denominada psicología cognitiva, cuyas teorías han alcanzado gran difusión es Gardner, H. (1993); sobre la base de las operaciones cognitivas implicadas, la aparición de prodigios, casos de daños psicofisiológicos, las manifestaciones en diferentes tipos de cultura y el posible curso de evolución del desarrollo plantea la existencia de siete tipos de inteligencia: lingüística, lógica-matemática, espacial, musical, kinestésica, intrapersonal e interpersonal.
De interés resulta la clasificación que hace Maker, J. (1982) de las habilidades sobre la base de la teoría de J. Guilford, y describe las principales manifestaciones que caracterizan la existencia de cada uno de los talentos por él planteados, entre los que señala: talento creativo, talento de toma de decisiones, talento de planificación, talento predictivo  y talento comunicativo.
 Es importante en el estudio de las capacidades, conocer su estructura a los efectos de poder determinar los niveles de incidencia, ya sea relativamente de forma directa, de procesos independientes, o integrado en configuraciones a un nivel superior de tipo operacional. Consideramos que es necesario abordar el estudio de las capacidades desde un enfoque funcional, y sistémico configuracional desde el punto de vista estructural.
Partimos en el análisis de la estructura de las capacidades,  que distingue un subsistema nuclear o procesal, conformado por los diferentes procesos psicológicos de orden cognitivo, tales como: percepción, atención, memoria, pensamiento y lenguaje, y que sirven de base al subsistema  operacional en el cual se integran diferentes procesos en habilidades y hábitos, que expresan el accionar del sujeto en el desarrollo de las diferentes actividades.
En relación con los procesos cognoscitivos y el estudio de su participación en la construcción del conocimiento del sujeto, es importante precisar los indicadores a partir de los cuales se expresan los mismos, como es el caso del pensamiento, el cual reviste cualidades generalizadoras al impactar la proyección del ser humano, y constituirse los procesos lógicos en habilidades generales que integran la inteligencia, los que participan también en el desarrollo y en la manifestación de diferentes capacidades específicas tales como el análisis, la síntesis, la comparación, la abstracción y la generalización; asimismo la existencia de cualidades que lo caracterizan, como son: independencia, fluidez, flexibilidad, originalidad, nivel de elaboración, profundidad, consecutividad, productividad y economía de recursos, rapidez.
Pese a la evidente interrelación existente entre los términos capacidades, inteligencia, habilidades y aptitudes, consideramos que existen elementos diferenciales que aconsejan su distinción.
Las capacidades constituyen elementos de la esfera ejecutora en las que se expresan a un alto nivel la integridad de lo cognitivo y lo afectivo en la personalidad. Son el sistema de procesos, unidades psicológicas, formaciones y síntesis integrados que expresan las facultades del hombre para desarrollar con éxito una actividad determinada. Podemos distinguir dentro de las capacidades la existencia de una capacidad general a la que generalmente se denomina  inteligencia, y capacidades específicas vinculadas al desarrollo de determinadas actividades.
Existen múltiples definiciones de inteligencia. Consideramos esta como la capacidad intelectual general, que no sólo refleja las potencialidades de la ejecución en la esfera  académica, sino que permea las acciones del ser humano en la diversidad de actividades que desarrolla en el transcurso de su vida  y que se caracteriza por  la capacidad de solución de problemas expresado en la posibilidad de identificar problemas, analizar, valorar e interpretar sus causas, generar soluciones potenciales y  elegir las más adecuadas, planear, organizar e implementar su solución así como controlar y adecuar su actuación sobre la base de la retroalimentación recibida; todo ello con el uso adecuado de recursos de diferente índole.
Existe una estrecha interrelación entre capacidades, habilidades, conocimientos y hábitos.
Existen muchas clasificaciones de las habilidades, pero resulta interesante la subdivisión que realizan Fitts, P, y  Posner, M. (1968) cuando valoran las experiencias desarrolladas por W. Bryan,  y  M. Harter,  en 1899, sobre el desarrollo de habilidades en el aprendizaje de la transmisión y recepción telegráfica, en la cual se produce la necesidad del empleo de habilidades perceptivomotoras y lingüísticas.

Las habilidades pueden ser clasificadas según su naturaleza: intelectuales, teóricas o mentales y físicas o motoras, y consideramos necesario incluir de forma diferenciada la existencia de habilidades interpersonales; según el contenido: deportivas, laborales, docentes, profesionales y según su alcance: generales y específicas.
Resultan también de interés en la evaluación del sujeto los hábitos y los conocimientos que posee y sus potencialidades para desarrollarlos. Concebimos los hábitos como las manifestaciones que expresan la automatización de determinadas operaciones en el desarrollo de la actividad, mientras los conocimientos expresan la adquisición por parte del hombre de los aspectos teóricos y metodológicos de  la cultura socialmente elaborada en las diferentes esferas de la vida social.
Por otra parte las aptitudes son precondiciones para la adquisición de conocimientos y el desarrollo de habilidades, que permiten el desarrollo de determinadas capacidades en función de una actividad. Las aptitudes existen como potencialidades e incluyen las disposiciones anátomo-fisiológicas en su implicación y desarrollo en el medio, vinculadas a la experiencia personal; esta combinación hace presumir que una determinada persona posee las facultades para formarse y ejecutar con éxito una actividad.
Es importante no sólo valorar el estado actual,  sino también los aspectos relacionados con el desarrollo de las capacidades, y las potencialidades de aprendizaje unido al hecho de haber recibido la base orientadora de la actividad, para poder determinar realmente si el sujeto posee o no las posibilidades que garantizan el desempeño exitoso de  la actividad, en lo que adquiere particular relevancia las formulaciones de L. Vigotsky, sobre la doble formación y la zona de desarrollo próximo.
Debe destacarse el aspecto regulador y autorregulador de la esfera cognitiva como dimensión ejecutora de la personalidad, la cual es expresión de la integración de lo cognitivo y lo afectivo.

3.3.3 Esfera afectiva

Una característica esencial de la personalidad es su integridad; no obstante, se puede identificar en su estructura, dos dimensiones: ejecutora e inductora. Hoy día es generalmente reconocido que el éxito en el desarrollo de una actividad no depende sólo de poseer determinados conocimientos y habilidades, sino que es necesario también la disposición, la orientación y el despliegue de la energía necesaria para alcanzar los objetivos propuestos.
El hombre en el desarrollo de las diferentes actividades en su implicación en el medio, no sólo conoce, sino que en esa interacción manifiesta determinadas actitudes hacia las demás personas, objetos y fenómenos,  las que a su vez inciden en la orientación de la actividad.
En esta dirección Schein, E. (1993), plantea: “Un gran número de investigadores han demostrado que un alto nivel de motivación, la tendencia a querer hacer cosas en beneficio de la organización y la necesidad de influir en otros a través de una ‘competencia interpersonal’ es pertinente para el éxito gerencial.”
Las características y rasgos personales como unidades psicológicas aisladas no determinan per se, el éxito en el desarrollo de una actividad. La personalidad es indivisa; es una conjugación de elementos cognitivos y afectivos;  por eso se ha reiterado que determinadas cualidades  adquieren influencia sobre el comportamiento, a partir de su integración funcional. Sólo desde el punto de vista de la investigación es posible abstraer determinados factores y emplear técnicas específicas para conocer el estado de los mismos. En la esfera afectiva es importante determinar las cualidades facilitadoras  para el desempeño de una actividad, y la posible presencia de alteraciones significativas de la personalidad que entorpezcan el desarrollo del proceso laboral.
Estos elementos de carácter cognitivo o afectivo se valoran a partir de determinadas síntesis integradoras  en función del desempeño, pero no es ocioso conocer el nivel en que se manifiestan estas unidades porque pueden adquirir un carácter significativo dentro de una síntesis.
Entre los principales elementos que componen la esfera afectiva, se pueden señalar: las necesidades, los motivos, los intereses, las aspiraciones, las características personales y el equilibrio emocional.
Especial relevancia en el análisis de esta esfera reviste la teoría de la actividad, al considerar al hombre como un ser activo, partiendo de la relación necesidad-motivo como elemento activador de la conducta. Es en este vínculo con las demás personas, objetos y fenómenos que se forman determinadas actitudes, a partir de las cuales se configuran toda una serie de formaciones motivacionales.
La motivación se puede definir como la formación psicológica compleja, que expresa la dimensión inductora de la personalidad, la cual  tiene una evidente función reguladora y autoreguladora,  y manifiesta la tendencia orientadora de la misma mediante las necesidades y la jerarquía de  motivos.
Las necesidades son el estado de carencia del individuo, que  lo induce a satisfacerlas en dependencia de las condiciones de su existencia, y los  motivos son los objetos, personas o procesos que responden a una u otra necesidad, y que reflejado bajo una forma u otra por el sujeto, conduce su actividad.
La motivación por el trabajo ha sido objeto de estudio de la psicología laboral desde sus inicios; así desde el surgimiento de la administración como ciencia, la misma se encuentra condicionada por la interrogante siguiente: ¿qué es lo que mueve al hombre en el desarrollo de la actividad laboral?
 Diferentes especialistas abordan los aspectos relativos a la motivación humana, Maslow, A. (1954) planteó la existencia de una pirámide de las necesidades estableciendo una jerarquía en las que ubicaba en la base las necesidades fisiológicas, le seguían en orden ascendente las necesidades de seguridad, las de pertenencia, las necesidades de estima y las de realización. Existe consenso entre los especialistas que existe una jerarquía de necesidades, pero se le critica a Maslow el prestablecer un orden cuando realmente la jerarquía de necesidades varía en las personas. Alderfer, C. (1972) agrupa las necesidades de Maslow en tres categorías básicas: necesidades de existencia, a las que vincula las necesidades fisiológicas y de seguridad; necesidades de relacionarse con otras personas, en las que incluye la necesidad de pertenencia y de estima  y las necesidades de crecimiento personal, en las que incorpora las necesidades de realización.
Por otra parte Mc Clelland, D. (1961,1976) clasifica las necesidades en: logro,  poder y  afiliación, como las principales formas de manifestación de la motivación de las personas en el trabajo, significando en el caso del logro la tendencia a alcanzar altos resultados en el desarrollo de las diferentes actividades; en la de poder como la búsqueda de posiciones de autoridad y liderazgo y en  la de afiliación se refiere a aquellas personas que orientan su actividad a partir de las relaciones interpersonales.
También son muy conocidos los trabajos de Herzberg, F. (1966) en el estudio de los factores que determinan la motivación por el trabajo, donde realiza una distinción entre factores de higiene y motivadores. Herzberg plantea que las condiciones de trabajo, el salario, la seguridad en el puesto y las relaciones humanas existentes son una manifestación de higiene laboral, cuya ausencia puede provocar insatisfacciones, pero no son elementos motivadores. Para él si representan satisfactores del trabajo el reconocimiento y el rendimiento alcanzado, la promoción y el desarrollo personal, la responsabilidad y el trabajo en sí.
La importancia del papel de la motivación humana en el desarrollo de la actividad laboral, se resalta en la clasificación hecha por D. Mc Gregor de los distintos sistemas de dirección sobre la base de la concepción de la naturaleza humana y los factores que mueven al hombre en el desarrollo de la actividad laboral, así distinguió las denominadas teorías X e Y y posteriormente W. Ouchi, incluiría la denominada teoría Z sobre la base de las experiencias del management japonés. Estas clasificaciones de las necesidades han sido objeto de investigación e introducidas en la práctica, no obstante el carácter limitado de las mismas.

Desde el punto de vista teórico y metodológico de la selección resulta útil la clasificación siguiente de las necesidades:

Es importante al estudiar la motivación del ser humano, la clasificación de los motivos. González, V. y otros (1995) proponen la siguiente:

Es vital para conocer la personalidad y  las motivaciones de una persona el determinar cuales son las principales necesidades y motivos, o sea, la configuración de la  jerarquía de estos, en función de poder valorar los principales elementos dinamizadores de su conducta.
Existen a su vez, todo un conjunto de formaciones psicológicas complejas, que expresan desde distintos ángulos la orientación del comportamiento de las personas. Dentro de las de tipo afectivo se destaca el carácter,  que tradicionalmente ha sido considerado la expresión generalizadora de la esfera afectiva, el cual integra, a partir de la jerarquía de motivos, las principales necesidades, actitudes y características personales que expresan la relación del hombre con otros hombres, objetos y fenómenos. Resulta de  interés  conocer el grado de estabilidad, plenitud, integridad y fuerza de los elementos caracterológicos.
La personalidad es un sistema de formaciones psicológicas en las que se expresa la unidad de lo cognitivo y lo afectivo y el carácter regulador y autorregulador del sujeto en el desarrollo de las diferentes actividades.
El enfoque teórico asumido proyecta las categorías y la dinámica de la personalidad sobre la base de un enfoque histórico-cultural y configuracional, donde se produce una interrelación entre los aspectos sociales, estructurales, de contenido y funcionales, lo que permite el abordaje sistémico de la relación hombre-trabajo. Este enfoque fundamenta la estructura de la personalidad sobre la base de la integración en diferentes configuraciones: las unidades psicológicas primarias, las formaciones psicológicas y las síntesis reguladores como un proceso integrador ascendente a niveles superiores de complejidad. Estos subsistemas son una expresión de la unidad de lo cognitivo y lo afectivo.  González, F. y Mitjáns, A. (1989) definen estas categorías de la forma siguiente:

Estas formulaciones, unido al análisis de los niveles de regulación de la personalidad sobre la base del nivel de conciencia con que actúa el sujeto, constituyen el eje de la concepción de la personalidad.
En el estudio de la personalidad existen un conjunto de formaciones motivacionales particulares que resultan de interés al evaluar los principales aspectos que orientan y sostienen la actuación de los sujetos en las diferentes actividades, tales como: los intereses, los que reflejan la inclinación afectiva hacia el conocimiento de diferentes esferas de la vida social; las aspiraciones, que expresan la orientación de la personalidad en el propósito de alcanzar objetivos futuros y dentro de estas los ideales,  como la concepción de un modelo de actuación del sujeto que incluye sus principales acciones futuras y las intenciones manifestadas en los planes y proyectos de acción que orientan la conducta del sujeto; la autovaloración que es la formación motivacional en su nivel regulador superior en la que el sujeto valora cualidades y las orienta en función del logro de determinados objetivos. Todo esto unido a la voluntad, como expresión de la constancia, la perseverancia, la independencia, la decisión, la fuerza y el autodominio en la orientación del sujeto para alcanzar un objetivo.
Existen también síntesis  donde se expresa al más alto nivel la integración de los aspectos cognitivos y afectivos tales como:  las convicciones que expresan la  orientación de la actividad del hombre sobre la base de sus principios y puntos de vista y son una expresión de la integridad personal; el estilo de vida, visto como el modo sistemático de actuar el hombre, en sus manifestaciones en las distintas esferas de la vida y el sentido de la vida, como la forma motivacional compleja, que expresa los niveles superiores de orientación de la jerarquía de motivos, manifiesta el objetivo supremo de la vida del sujeto y rige su orientación.
Es necesario en el estudio del sujeto conocer cuáles son sus principales necesidades, motivos y otras formaciones psicológicas, ya que revelan la orientación y la fuerza de la dirección del comportamiento, lo que tiene incidencia directa en el desarrollo de la actividad por parte del sujeto. Y aunque algunos autores  sobre la base de un enfoque positivista y una orientación empirista e instrumentalista analizan la influencia de los aspectos personológicos partiendo  de resultados de técnicas estadísticas,  y señalan la existencia de bajos niveles de correlación entre los factores de índole personológico y el éxito en el desarrollo de una actividad, es obvio que la incidencia de los factores motivacionales no se produce de forma aislada, pues  sólo con motivación no se realiza con éxito una actividad, sino que este es el resultado de la interrelación de aspectos de carácter cognitivo y afectivo.

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