Muchos autores modernos afirman que los líderes de empresas visionarias, no se desvelan buscando soluciones geniales para sus negocios, prefieren dar oportunidad a que las organizaciones respiren y sobrevivan por sí mismas. En otras palabras lo que marca el norte a seguir es la cultura de la organización. Las jefaturas ya no existen, quedaron en el pasado, se sostienen como simbolismo de tiempos remotos. Las posiciones de poder son mal vistas dentro de las instituciones, los líderes carismáticos mencionan que “vale más un personal motivado en extremo en la base que un solo genio en la cima de la organización”.
Los más recientes modelos de gestión destacan que las personas hacen la diferencia en las organizaciones. La fuerte competencia que ha ejercido Japón en el mundo occidental y su enorme capacidad para el éxito en sus organizaciones no ha hecho otra cosa que inducir a poner la mirada en sus prácticas de gestión.
Es cierto que la cultura oriental es milenaria y costaría mucho trasplantarla pero también es cierto que la confianza, el consenso y el involucramiento de las personas son factores inequívocos de éxito organizacional.
Se considera interesante por el modelo de gestión estratégica que viene implementando la Universidad Nacional, recomendar a William Ouchi (1981) citado por Chiavenato(p.495) y a su Teoría Z, para describir el esquema de gestión adoptado por los japoneses basado en los siguientes principios:
El cambiante mundo actual, la globalización, el auge de las tecnologías y sobre todo una gestión de liderazgo y administración basada en el talento humano mueven a muchas organizaciones a replantear su forma de autogestionarse, dando un mayor énfasis al factor humano, esto por considerarlo un activo fundamental de la organización y el verdadero constructor del progreso de las mismas. Es por esto que se han diseñado estrategias de liderazgo en donde se sustituye la labor de dirigir, en el más puro sentido de la palabra, por la de motivar. Al hacerlo los líderes, gerentes, directores o como se les quiera llamar pasan de ser jefes a ser “coaches”, o sea verdaderos entrenadores o guías que avanzan junto al resto del personal en pro del logro de los objetivos de las organizaciones, dejando de lado aquellas actitudes autócratas y dictatoriales de poner y quitar gente, de dirigir desde un escritorio y mediante papeles, para convertirse, junto con el resto de empleados, en colaboradores que dejan de lado las quejas y buscan soluciones aportando ideas porque se sienten valorados dentro de la organización, lo cual estimula a todo el personal de gran manera para el desarrollo de sus labores. Se trata del ejercicio de un liderazgo o coaching orientado hacia la formación y crecimiento del personal, en donde el objetivo primordial es desarrollar el potencial de todos los colaboradores, de forma ordenada, debidamente planificada y estructurada, con la finalidad de desarrollar el potencial humano, fortalecer la confianza, la autoestima de todos los miembros de la organización para un adecuado crecimiento personal.
El coaching debe convertirse, en las organizaciones, en una herramienta imprescindible de gestión permanente. La participación de un líder o coach es una acción primordial, por ser este un orientador y un facilitador de labores a ejecutar dentro de la organización, para optimizar tanto la orientación al cliente como para mejorar la calidad de los productos y/o servicios que la misma brinde.
Algunos de los beneficios del coaching, según Eslava Arnao (2005, en red) son:
Utilizando el coaching la función de dirección se convierte en un proceso guiado por el humanismo en donde, la valoración de los sujetos como personas valiosas, sus habilidades y necesidades pasa a ser la máxima por excelencia y uno de los principales, sino el más importante, recurso para el éxito organizacional. Este personal unido y basado en sus principios y valores va tras el logro de la misión, visión y los objetivos de la organización.
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