PRESENCIA DE LA ÉTICA MARTIANA EN LA POLÍTICA CUBANA

Raúl Quintana Suárez

"Es criminal el divorcio entre la educación que se recibe en una época y la época"


El rico legado del pensamiento progresista cubano del siglo XIX, forjador de nuestra identidad cultural y nacional, se erigió en su decursar histórico, sobre los pilares fundamentales de la eticidad y la educación, como derecho de todo el pueblo. Personalidades como José Agustín Caballero y Rodríguez (1762-1833); Félix Varela y Morales (1788-1853); José de la Luz y Caballero (1800-1862) y el propio José Martí y Pérez (1853-1895), van a descollar entre ellos. En el tránsito entre las dos centurias se reconoce la influencia de la labor pedagógica de María Luisa Dolz y Arango (1854-1928), y Enrique José Varona (1849- 1933). Ya en la primera mitad del siglo XX desempeñan un papel significativo en la conformación de nuestro ideario educativo: Julio Antonio Mella (1903-1929), Arturo Montori (1878-1932) Rubén Martínez Villena (1899-1934) y Antonio Guiteras (1906-1935). No podemos obviar la trascendencia y aportes a ese pensamiento ético-pedagógico y político, ya avanzado el propio siglo, de figuras como: Alfredo Miguel Aguayo (1866-1948), Medardo Vitier (1886-1960), Juan Marinello Vidaurreta (1898-1977) y Raúl Roa García (1907-1982). Todo ellos ligados de una u otra forma a la labor pedagógica en su sentido más amplio, ya fuese como maestros y profesores, como promotores de la educación popular o con su propio ejemplo personal y ejecutoria política e intelectual, transformados en paradigmáticos educadores sociales.
Al momento de valorar el inapreciable legado del pensamiento progresista cubano a la Ideología de la Revolución Cubana es imposible obviar sus componentes esenciales: su defensa, bajo cualquier circunstancia o coyuntura histórica,  de nuestra identidad cultural y nacional; una profunda vocación ético-política; su hacer pedagógico, que concede el pleno derecho del pueblo al acceso a la educación y la cultura; un antiimperialismo militante, sin odios ni chovinismos; sus aportes a una filosofía nacional; su autoctonía, siempre abierta al ideario universal, pero adaptada a nuestras peculiaridades; su laicismo, basado en el respeto a todas las creencias;  la utilización de la prensa, con especial énfasis en la escrita, como instrumento de lucha ideológica; su solidaridad con otros pueblos; su vocación de paz, así como su irrestricto apego a la dignidad plena del hombre, basado en el repudio a todo tipo de discriminación por motivo de  raza, género o pensamiento.
Todo ideario educativo es condición implícita de compromiso político, adherencia a unos u otros intereses clasistas y portador de una sólida fundamentación filosófica y ético-humanista, como enseña el propio desarrollo del saber universal y la experiencia de las más significativas revoluciones sociales, con sus peculiares objetivos, métodos, estilos y utopías.
Reconocemos como ideario educativo progresista cubano al conjunto de criterios, concepciones, valoraciones, juicios y teorías acerca de para qué y a quién, qué, cómo, dónde, cuándo y con qué educar, expuestos por destacadas personalidades, en las esferas de la educación, la política y la cultura, en diferentes contextos y épocas del decursar histórico de nuestra sociedad, acorde a los intereses de las clases y sectores progresistas y a las instituciones, organizaciones y partidos políticos que los representan y que se expresan en las esferas económica, política, social e ideo-cultural, con el rol protagónico, pero no exclusivo de la escuela y el maestro y con la finalidad de la formación del hombre integral, creador, reflexivo, solidario y virtuoso (49).
En la personalidad de José Martí, tanto en su vida, obra, como pensamiento, confluye lo más notable y avanzado de las ideas progresistas cubanas del siglo XIX, cuyos aportes le otorgan su actual vigencia. Privilegió, en su multifacético quehacer intelectual, toda una época, lo que le valió, unido a su inapreciable labor por la definitiva independencia, el honroso título de Maestro. Logró aunar voluntades y borrar recelos y prejuicios, entre los veteranos gloriosos del 68 y los "pinos nuevos", que exigían su trinchera de combate en la futura gesta armada, al igual que entre los patriotas radicados en Cuba y la emigración revolucionaria. Nunca antes, como en ese entonces, la simiente de las tradiciones pedagógicas se hizo más necesaria para la formación de una conciencia nacional.
Siempre estuvo presente en el ideario martiano, el papel insustituible de la actividad educativa, como premisa de la aspiración independentista. De ahí sus reflexiones, en prosa de incontrastable belleza, sobre los que él denominara, con toda justicia, los Padres Fundadores. No hubo aspecto esencial del ideario pedagógico cubano, cimiento y forja de nuestra identidad cultural y nacional, que no fuese abordado por él, con creatividad y hondura. Para el Apóstol crear la escuela nueva es..."...sustituir al espíritu literario de la educación con el espíritu científico..." (50), lo que extendía a las propias universidades, dado que..."...al mundo nuevo corresponde universidad nueva..."...ya que..."...es criminal el divorcio entre la educación que se recibe en una época y la época..."...pues..."...en tiempos teológicos, universidad teológica. En tiempos científicos, universidad científica" (51).
¿En qué se fundamenta la aspiración martiana acerca de la más idónea formación de nuestros niños, adolescentes y jóvenes? Para él estaba fuera de toda duda de que..."...el niño desde que puede pensar, debe pensar en todo lo que ve, debe padecer por todos los que no pueden vivir con honradez y debe trabajar porque puedan ser honrados todos los hombres y debe ser un hombre honrado" (52). De lo que se infiere cómo la ética educativa martiana, continuadora de una tradición pedagógica fraguada en la práctica escolar y en el pensamiento de altos vuelos de sus predecesores, se nutre de la sabia solidez del componente patriótico. Para quien patria es humanidad, ésta y la educación marchan juntas y juntas deben afrontar logros, riesgos y vicisitudes. En los marcos de esa concepción educativa..."...sólo un pueblo de hombres educados será un pueblo de hombres libres..."...pues..."... la educación es el único medio de salvarse de la esclavitud" (53).
Para aspirar a ese ciudadano cívicamente idóneo, surge la imperiosa obligación de vincular, como componentes esenciales del proceso educativo, al estudio y el trabajo, apreciados desde su carácter instructivo-formativo. Para Martí, la práctica laboral es pilar para situar al hombre en la realidad de su mundo, basado en el hecho de que..."... quien quiera pueblo, ha de habituar a los hombres a crear" (54), por lo que resulta perentorio de que..."...detrás de cada escuela, un taller agrícola a la lluvia y el viento, donde cada estudiante siembre un árbol" (55).
Objetivo privilegiado en el ideario martiano lo constituye el carácter necesariamente popular de la educación, a la que todo el pueblo tenga legítimo acceso, así como el vínculo indisoluble, con el respeto a sus particulares identidades, entre lo instructivo y lo educativo, dado que..."... la instrucción no es lo mismo que educación; aquella se refiere al pensamiento y ésta a los sentimientos" (56).
Para el Maestro, educar es..."...depositar en cada hombre toda la vida humana que le ha antecedido, de hacer de cada hombre, resumen del mundo viviente, hasta el día en que vive" (57). Época y contexto que le permita reflexionar y actuar con previsión atinada, sobre el mundo y sus problemáticas, lo que obliga al hombre a ubicarse..."…a nivel de su tiempo para que flote sobre él...y no dejarlo debajo de su tiempo..."...lo que significa..."...preparar al hombre para la vida" (58).
Resulta igualmente interesante comprobar las singulares coincidencias de José Martí y Fidel Castro, respecto al papel trascendental de la cultura y la educación como garantes de una real independencia y soberanía. Si para el primero educar es preparar al hombre para la vida, como individualidad y como ser social, para el segundo…"…el trabajo de la educación es quizás la cosa más importante que debe hacer el país"(59).
Si para Martí…"….ser cultos es la única forma de ser libres"… para Fidel Castro es válido soñar…"…con un mundo que no esté regido por una falsa monocultura, sino un mundo donde subsistan y se desarrollen todas las culturas" (60).
Por otra parte, la proyección martiana hacia una educación con estrechos vínculos entre pluma y azada, aula y taller, revive en la Cuba revolucionaria, en las múltiples formas propiciatorias del componente laboral en los diferentes niveles de enseñanza, que tiene en Fidel Castro a su principal promotor. Si para  el Apóstol…"… hombres recogerá quien siembre escuelas" (61), para Fidel Castro…"...la Revolución le ha dado una importancia extraordinaria y especial a la formación de maestros y profesores..."...dado que..."...le presta más atención a la formación de esos cuadros educacionales que a ninguna otra cosa porque la Revolución considera que en la base de todo, de todo el esfuerzo revolucionario, ha de estar la educación, y que la función más importante de la Revolución es educar y que el trabajo más hermoso y más útil que puede desempeñar cualquier ciudadano en nuestro país es enseñar. Por eso la Revolución eleva el papel del maestro, la función del maestro" (62)
Y que 20 años más tarde reiteraría en el acto de graduación del Destacamento Pedagógico "Manuel Ascunce Domenech" al valorar que..."…el educador no debe sentirse nunca satisfecho de sus conocimientos. Debe ser un autodidacta que perfeccione permanentemente su método de estudio...tiene que ser un entusiasta y dedicado trabajador de la cultura...ser maestro significa ante todo, serlo en todos los órdenes de la vida...el maestro está obligado ante todo a plantearse altos requerimientos morales " (63).
El 22 de diciembre de 1961 al intervenir en concentración masiva en la Plaza de la Revolución José Martí, en La Habana, con motivo de celebrarse la culminación de la Campaña Nacional de Alfabetización, Fidel Castro valoraba como…"… cuando se dijo que Cuba iba a liquidar el analfabetismo en el solo término de un año, aquello parecía una afirmación temeraria, aquello parecía un imposible. Nuestros enemigos posiblemente se burlaron de aquella promesa, posiblemente se rieron de aquella meta que nuestro pueblo se trazara. Parecía imposible, porque era realmente difícil cumplir en tan breve espacio de tiempo un cometido semejante. ¡Y es verdad! Aquella habría sido una tarea imposible, pero habría sido una tarea imposible para un pueblo que viviera bajo la opresión, habría sido una tarea imposible para cualquier pueblo del mundo, excepto que esa tarea se la hubiese planteado un pueblo en revolución. Solo un pueblo en revolución habría sido capaz de desplegar el esfuerzo y la energía necesarios para llevar adelante tan gigantesco propósito. No pensamos que Cuba habría sido el único pueblo del mundo capaz. ¡No! Por muy alto y elevado concepto que todos tenemos de nuestro pueblo, para nosotros todos los pueblos de cualquier rincón del mundo son, antes que nada, pueblo; y pueblo quiere decir energía, pueblo quiere decir valor, pueblo quiere decir espíritu de lucha, pueblo quiere decir inteligencia, pueblo quiere decir historia. Hace cuatro años nuestro pueblo no habría podido llevar adelante esa tarea; hace cuatro años nuestro pueblo era considerado, en todos los rincones del mundo, como un pueblo oprimido, como un pueblo dependiente, como un pueblo avasallado por el imperialismo; hace cuatro años solamente, es posible que muy pocos habrían considerado a nuestro pueblo capaz de realizar una obra semejante; hace cuatro años es posible que se hubiese juzgado a nuestro pueblo de incapaz. Y los que así hubiesen juzgado a nuestro país y a nuestro pueblo, se habrían equivocado rotundamente. Por eso nosotros creemos, y el mérito más grande que tienen los éxitos del pueblo cuando es que viene a demostrar, precisamente, que cualquier pueblo del mundo cuando rompe las cadenas que lo atan a la esclavitud, cuando rompe las cadenas que lo atan a la explotación, cuando rompe las cadenas que lo atan al coloniaje, al vasallaje, a la dependencia y al imperialismo, es capaz de realizar las más inconcebibles proezas (64).
Tanto  Martí como  Fidel Castro, resumen en su pensamiento, el legado educativo de su tiempo, que proclama  la concepción de que la educación tiene que ser necesariamente una tarea vinculada a la acción movilizativa de todo el pueblo, ajena a toda tendencia elitista, derecho y aporte de todos, impregnada y transmisora de virtudes, deber y derecho, nunca mera instrucción sino difusora de lo mejor de la cultura, abierta al saber universal, pero previsora en su aplicación, a las peculiaridades, intereses y necesidades de la nación en cada contexto histórico.
¿En qué se fundamenta la aspiración martiana acerca de la más idónea formación de nuestros niños, adolescentes y jóvenes? Para él estaba fuera de toda duda de que…"… la educación es como un árbol: se siembra una semilla y se abre en muchas ramas. Sea la gratitud del pueblo que se educa el árbol protector, en las tempestades y las lluvias, de los hombres que hoy les hacen tanto bien. Hombres recogerá quien siembre escuelas."  (65).  De lo que se infiere cómo la ética educativa martiana, continuadora de una tradición pedagógica fraguada en la práctica escolar y en el pensamiento de altos vuelos de sus predecesores, se nutre de la sabia solidez del componente patriótico.
El 17 de noviembre del 2005 Fidel Castro planteaba al respecto como…"…uno, incluso, entrega la vida por una noble idea, por un principio ético, por un sentido de la dignidad y el honor, aun antes de ser revolucionario, y también decenas de millones de hombres murieron en los campos de batalla en la Primera Guerra Mundial y en otras guerras, enamorados casi de un símbolo, de una bandera que la encontraron bella, un himno que escucharon emocionante, como lo fue La Marsellesa en su época revolucionaria, y después himno del imperio colonial francés.  En nombre de ese imperio colonial y de los repartos del mundo murieron en masa en las trincheras, en la Primera Guerra Mundial, millones de franceses.  Si el hombre es capaz de morir, el único ser que es consciente de entregar la vida voluntariamente, no lucha por instintos, como hay tantos animales que luchan por instinto…Pero el ser humano es el único capaz, conscientemente, de pasar por encima de todos los instintos.  El hombre es un ser lleno de instintos, de egoísmos, nace egoísta, la naturaleza le impone eso; la naturaleza le impone los instintos, la educación impone las virtudes; la naturaleza le impone cosas a través de los instintos, el instinto de supervivencia es uno de ellos, que lo pueden conducir a la infamia, mientras por otro lado la conciencia lo puede conducir a los más grandes actos de heroísmo…Nadie siguió la Revolución por culto a nadie o por simpatías personales de nadie.  Cuando un pueblo llega a la misma disposición de sacrificio que cualquiera de aquellos que con lealtad y sinceridad traten de dirigirlos y traten de conducirlos hacia un destino, eso solo es posible a través de principios, a través de ideas (66).
Tanto Martí como Fidel, su más fiel discípulo, se constituyeron en sus épocas respectivas, en soldados de las ideas más progresistas de su tiempo. Las mismas se  constituyeron en el principal baluarte y garante de las aspiraciones, intereses y necesidades del pueblo cubano a lo largo de su historia. Ello es posible por haber sido síntesis y herederos de un valioso legado de pensamiento, conservado y renovado, en el decursar de heroica lucha de nuestro pueblo, su principal protagonista.

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