“Es ella  tan joven como la primavera, pero nació el día que nació Eva. Tenía mil caras  que constantemente cambiaron de la juventud a la vejez, a todas las amé”.
              Existen hermosas relaciones  sentimentales que florecen constantemente, que pueden conservarse durante años.  Esto ocurre cuando las dos personas logran llevar una vida activa y renovada,  creativa y profunda, en la que descubren juntos cosas diferentes y las  comparten, además enfrentan las dificultades externas e internas, para seguir  desarrollándose. 
              E. Fromm afirma que las relaciones  sentimentales en las que ambos se disfrutan mutuamente, y que además coinciden  en valores éticos fundamentales, aunados a la admiración y aprecio recíproco;  entonces  el gusto, la alegría y el  placer por la compañía del otro, puede mantenerse por años, hasta durar toda la  vida.
              No todas las relaciones  sentimentales, tienen igual duración, algunas llegan a transformarse, a  cambiar, incluso a extinguirse, cada relación tiene diferentes evoluciones,  cambios, movimientos.
              El cambio, la evolución, el  movimiento se da no solo en el cosmos, en la naturaleza, en la sociedad, sino  también en forma individual, en las personas, en sus relaciones, en sus íntimos  sentimientos.
              Algunos psicólogos y sociólogos han  observado que muchos de los cambios en las relaciones sentimentales, incluso  hasta la ruptura de éstas, son el reflejo de los propios procesos de cambio de  las personas. Muchos de los cambios en una relación sentimental obedecen más a  los cambios biográficos, a las propias necesidades existenciales, que pasan por  una serie de modificaciones, que corresponden a diversas etapas de la vida.          
              Una persona que esté en plenitud de  la tercera edad y que repase como han sido los procesos sentimentales a lo  largo de su vida con las dos o tres personas más significativas, reconocerá que  cada caso fue diferente y dentro de cada uno de estas experiencias, sus  necesidades existenciales y sus sentimientos fueron distintos, según la época y  las circunstancias de su historia biográfica.
              Los cambios pueden darse en las  diferentes etapas de la vida, en algunos casos sucede que sobreviene un fuerte  cambio cualitativo, un movimiento brusco en las relaciones sentimentales, hasta  una ruptura, lo que ocurre nos dice Teresa Döring es que la persona que inicio  la relación ha cambiado con el tiempo y las experiencias vividas.
              El universo, la naturaleza, la  sociedad, las personas que la integran son como un organismo vivo en constante  movimiento, en constante interacción.
              El movimiento en su sentido  más amplio, concebido como el modo de  existencia, comprende todos los cambios y procesos que ocurren en el universo,  desde un simple cambio de lugar, hasta un cambio en el pensamiento o un cambio  en nuestras relaciones sentimentales, las cuales no son estáticas, fijas o  inmutables, sino que son complejos procesos, acciones, movimientos del alma.  Cambios que desde la antigüedad, los filósofos griegos supieron descubrir,  interpretando los fenómenos humanos y de la naturaleza, como procesos  históricos en devenir, en constante transformación.
              En general la filosofía griega tenía  un carácter dialéctico como nos lo indica F. Engels: “Cuando examinamos con  nuestro pensamiento la naturaleza o la historia humana, o la propia actividad  del  alma, lo primero que aparece ante  nosotros es el cuadro de un complejo infinito de conjunciones y acciones mutuas  en el que nada permanece inmóvil y sin cambio, sino todo se presenta moviéndose,  cambiando. ”.
              Tales consideraba  el agua como el principio de todo lo  existente.  Pero el agua cambia  constantemente de estado transformándose, adquiriendo consistencia.
              Anaxímenes  pensaba que todo tiene su origen en el aire,  el que se encuentra en constante movimiento.   El aire enrarecido se convierte en fuego; el aire condensado en viento,  en nubes.
              Para Heráclito el mundo es un fuego  vivo, que se enciende y se apaga, las acciones del alma las consideraba como  una de las transformaciones del fuego, el alma es “corteza ardiente”.
              Los pitagóricos consideraban que el  alma es un fragmento de éter, compuesto de vapor solar.
              Para Demócrito el alma se compone de  átomos especialmente sutiles que se distinguen por su mayor movilidad, gracias  a la cual ponen en movimiento al cuerpo. El alma es átomo de fuego.
              Epicuro piensa que el alma humana se  compone de átomos redondos especialmente móviles.
              En general para los griegos, el  movimiento, las transformaciones en la naturaleza y en los seres humanos, los  consideraban como procesos históricos en continuo desarrollo. 
              Aceptar la dialéctica del alma,  aceptar los movimientos del alma, los cambios sentimentales del otro, nos  señala R. Manrique, es un proceso difícil y complejo. Respetar los cambios,  aceptar el desarrollo, la evolución de una relación, sus modificaciones, sus  transformaciones e incluso su extinción, es parte de una educación dialéctica,  en la cual se requiere reconocer la naturaleza cambiante de los procesos en el  universo, en la historia social, cultural, así como en la historia personal.
              Teresa Döring hace énfasis en la  importancia de asumir una actitud dialéctica en una relación sentimental,  aceptar el cambio según la época y las circunstancias biográficas, el cambio  puede darse en las diferentes etapas de la vida.
              Muchos psicólogos afirman que los  cambios en las relaciones sentimentales se producen en los diferentes momentos  de nuestras transformaciones de vida.
              Los cambios en la historia de la vida  pueden darse por factores  sociales, económicos,  políticos, culturales, demográficos,  que  influyen en los cambios a nivel   individual nos señala Teresa Döring.   En una sociedad cambiante de gran movilidad con complejos y variados  sistemas de comunicación, una persona puede experimentar cambios importantes en  el curso de su edad adulta, sobre todo cambios en sus ideas sobre las  relaciones sentimentales, las cuales pueden modificarse  considerablemente.
              No se puede pensar en una idea de  inmovilidad de la personalidad como si fuera una estructura fija, estática, sin  cambios, por lo que T. Döring señala que es prácticamente imposible que quienes  integran una relación continúen siendo los mismos al paso de los años. “Tal  proceso de aceptación del cambio en los otros, podrá darse solo si somos capaces  de reconocer y aceptar el cambio en nosotros mismos.  Aceptarnos y aceptar al otro en su continuo  devenir y transformación biográfica”.
  Viejos y nuevos inquisidores e  inquisidoras: una  vez más culpas, penas  y castigos, para los movimientos del alma.
              En una relación dialéctica se  requiere la aceptación, el respeto al derecho de cada quien, a probables cambios,  transformaciones y movimientos del alma que puedan surgir en los integrantes de  una relación. Ya que de lo contrario se pueden crear ambientes inquisitoriales,  como lo refiere la psicoterapeuta Perla Ortiz Monasterio, en su texto “La  pareja y sus mitos”, en la que nos hace partícipe de su experiencia recogida  entre las diversas personas que han acudido a su consulta.
              “He palpado el ambiente opresivo, el  clima sofocante que las personas experimentan al tener que sentir siempre lo  mismo uno por el otro. Esa opresión que produce el acoso, la vigilancia, el  compromiso permanente de los sentimientos.
              He constatado el clima asfixiante,  que agobia a muchos al estar juntos, ya que los miembros de la pareja se ven  obligados a sostener o a fingir los mismos sentimientos de forma permanente por  años, por décadas, por toda la vida como si fueran estáticos, inmóviles,  perpetuos.”  No se toleran cambios, si  esto sucede, una vez más, viejos y nuevos inquisidores e inquisidoras, aplican  penas, culpas y castigos a los movimientos del alma, a los cambios  sentimentales.
              Teresa Döring, señala que el intento  permanente de controlar y de vigilar los sentimientos del otro, motivados por  la inseguridad, las carencias y el miedo, significa detener el desarrollo de  ambos integrantes, al empeñar los esfuerzos en la prolongación de formas de  vida, de relaciones que ya no hacen crecer, que incluso son en detrimento de la  salud y que requiere de vitales cambios.
              Alan Watts, en su libro “El juego de  la vida”, dice que en una relación sentimental, la gente en vez de jurarse amor  perpetuo, en vez de decirse siempre te amaré, dirá: “Siempre te diré la verdad  y no pretenderé que mis sentimientos hacia ti sean otros de lo que son”.  Si se cuenta con una educación  dialéctica  no se tendría que ocultar los cambios de los  sentimientos, ya que no habría un inquisidor o inquisidora adentro de cada alma  de los integrantes de una relación y no habría culpas, penas, castigos, sino  respeto a la libertad,  evolución,  cambio, transformación.
   Educar para   las relaciones sentimentales dialécticas 
              En una relación   dialéctica se acepta la propia auto evolución  natural, el respeto por la historia natural de una relación sentimental vivida  plenamente, por el tiempo que esta dure, ya sean meses, años o toda la vida; en  vez de una pretendida duración artificial, estática, impuesta desde afuera.
              Entrar en una relación sentimental  con una actitud dialéctica es como si se nos invitara a una exploración  dinámica, abierta que mire al presente, en donde se interactúan con personas  dinámicas sin angustiarse por los posibles cambios en el futuro.
              El filósofo Julián  Marías, nos dice que es fundamental en la  educación,  aprender a reconocer que las  relaciones sentimentales, al  igual que  la vida humana, no están dadas y que en el acontecer, en su devenir histórico  se les va descubriendo y construyendo. La vida sentimental es una compleja  realidad intrínsecamente histórica, es decir que en la historia y solo en ella  se hace.  Por esto solo se pueden  comprender las relaciones humanas, mediante la articulación del acontecer  histórico, en las estructuras cambiantes, que se llenan de contenido  biográfico.
              La historia de una relación  sentimental, no es una realidad ya dada y existente, sino que es un proceso de  construcción, exploración, ensayo, intento, fracaso, rectificación, vuelta a  empezar de otra manera.  Es un permanente  proceso de transformación, evolución, cambio, movimiento, que requiere de una  gran creatividad, de comprensión, generosidad y sabiduría, requisitos  indispensables en una vital relación sentimental dialéctica.
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