El ultrasalinismo se refiere a la consecución del programa económico implementado por Carlos Salinas de Gortaria durante su administración (1988 – 1994), cuyos lineamientos en realidad no son propios sino aquellos impuestos por la Reserva Federal estadounidense, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.
Las reformas neoliberales son dictadas desde el exterior a las administraciones de Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón Hinojosa. Si bien el primero de estos presidentes echa a andar las reformas económicas, es Zedillo quien implementa las reformas políticas a favor de fortalecer la democracia cristiana, y que culminan con el arribo del PAN a Los Pinos.
La encomienda desde Vicente Fox Quezada es la privatización del sector salud, ampliar la apertura económica, privatización de las paraestatales en materia energética, reforma fiscal y la reforma laboral. En esto la reciente extinción de la empresa de Luz y Fuerza del Centro obedece a la resistencia beligerante de su sindicato (el SME), quien era un pilar fuerte de la izquierda mexicana, como el principal opositor a las privatizaciones del sector energético.
Este es el llamado neoliberalismo social, que más allá del económico basado en apertura económica, menos regulaciones y desmantelamiento del aparato de gobierno, así como del neoliberalismo político que lleva al PAN al poder federal, trata de reformar la legislación laboral en México a favor de la flexibilidad laboral como del nuevo sindicalismo democrático, así como reformas las leyes orgánicas del ISSSTE y del IMSS, cuestión que le pega directamente a los derechos y prestaciones laborales de los trabajadores del país y que, por otra parte, es el principal pilar del corporativismo estatal armado por el PRI desde tiempos del PNR con Plutarco Elías Calles en 1929.
Las reformas desde luego van en razón de los intereses de la gran empresa mexicana como extranjera. Así se plantea el fundamento de un esquema de producción flexible basado en la sobre explotación y el saqueo por parte de las empresas transnacionales, especialmente las estadounidenses.
La plutocracia al momento ha logrado desmantelar el estado social, agenciarse el patrimonio nacional y sujetar al Estado a su servicio. Cuarenta familias controlan la economía y la política nacional, propiamente tienen el poder sobre el pueblo y gracias a ello logran retroceder la situación social de la nación a las épocas del porfirismo, es por ello que la ultrasalinismo se le nombra también neoporfirismo.
El servilismo del Estado mexicano es patente en todo momento ante la entrega del
aparato de gobierno a su servicio en materia de logística económica para sus
inversiones, en garante de sus intereses políticos en el país, pero
principalmente como una extensión más de su imperialismo en el sometimiento de
una sociedad periférica y hasta provincial de su capitalismo central.
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