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IMPLEMENTACIÓN DE POLÍTICAS HABITACIONALES SIN COMPONENTES SOCIALES. EL ANÁLISIS DE UN CASO TESTIGO

Walter Fernando Brites




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3.3. Demandas vecinales y re-elaboración de las políticas. Una arena de negociaciones

En Itaembé Miní, efectivamente las demandas y movimientos que se fueron llevando a cabo, nacieron y se desarrollaron en el marco del “modelo de políticas propuestas e implementadas” en los últimos tiempos por el Instituto de Desarrollo Habitacional, en colaboración con el gobierno Municipal. Nuevas políticas de viviendas que ofrecen rígidos paquetes de soluciones habitacionales, sumado a programas de apertura urbana y relocalizaciones (deficientemente armados, pero rígidamente implementados) han disparado en alza situaciones de carencias socio-urbanas que son socialmente excluyentes y que por tanto, tales contienen la potencialidad de manifestar conflictos sociales.

El complejo habitacional de Itaembé Mini en tanto espacio de relegación y forma precaria de hábitat, fue dando lugar a una multiplicidad de reclamos y cuestionamientos por parte de sus pobladores. La falta de obras de infraestructura, servicios básicos y asistencias sociales, fueron incidiendo en la concientización y el planteamiento tanto de sus habitantes como de funcionarios acerca de las problemáticas emergentes en un conglomerado urbano de grandes dimensiones como el construido.

En este sentido, en un progresivo campo de carencias urbanas, las demandas sociales no serían, por tanto fruto de los activistas, sino de unas condiciones objetivas, creadas por un conjunto de políticas, que derivo en la implementación de rígidos sistemas de producción de viviendas construidas en espacios no articulados a la trama urbana, donde el suelo es barato y, no hay servicios e infraestructura básica. Entre los vecinos el cuestionar la existencia de una problemática concreta a nivel barrial, significa en el fondo discutir una política que bien ha generado ese problema o una política que bien potencialmente puede solucionarlo.

En general, los problemas por los que atraviesan los residentes del conjunto de barrios que conforman el complejo habitacional, son múltiples y complejos, sin embargo cada uno de ellos presentan sus especificidades y particularidades. En este sentido, examinando las diversas demandas barriales realizadas en los últimos años, por asociaciones comunitarias, comisiones vecinales, vecinos particulares, etc. de distintos sectores del asentamiento, se pueden bosquejar una serie de necesidades-demandas, que son factibles de agrupar en torno a tres grandes rubros .

1 Demandas de asistencia social básica.

2- Demandas relacionadas al mejoramiento del hábitat.

3- Demandas de servicios.

La política habitacional diseñada e implementada por el Estado, ha implicado la construcción total y efectiva de viviendas, sin componentes sociales dotando parcial y deficientemente de servicios a sus habitantes desde el momento de su radicación en la zona . Ello ha significado en el corto plazo la problematización de aspectos socio-urbanos que tienen que ver con la calidad de vida y, precisamente alrededor de este hecho se formulan las principales demandas que bosquejamos en el cuadro anterior.

Así, en el marco del primer rubro de problemáticas señaladas, la asistencia alimentaria para familias y comedores comunitarios, sumada a la falta de trabajo serían claros indicadores de la situación económica y social por la que atraviesan las familias más carenciadas del complejo habitacional (fundamentalmente población relocalizada ). En el contexto de desarraigo y pobreza, las demandas de los sectores afectados no constituyen respuestas espontáneas a las carencias domésticas, sino un intento de construcción de prácticas organizativas de auto-respuesta a la incertidumbre de sus condiciones de vidas; a la problematización y concientización de las crecientes situaciones de vulnerabilidad y pobreza a la que se ven obligados a vivir diariamente.

En este plano, las focalizadas acciones asistenciales de los programas cumplen una laboriosa tarea de contención social, paliando en parte la carencia extrema e incertidumbre reproductiva. Las expectativas de subsistencia de los habitantes del asentamiento, orientan sus estrategias en función de la participación en la trama de relaciones sociales; políticas y económicas, erigidas en el marco de los programas y proyectos localizados en el barrio, apelando instrumentalmente a las redes de ayuda institucional y para-institucional (Brites; 2001: 109).

La naturaleza y las características de este tipo de demandas en disputas posibilitan procesos no solo de fisuras y fragmentación del barrio sino de clientelización de la población más pobre. Con frecuencia la identificación de personas visualizadas como potenciales fuentes de recursos o intermediarios para el acceso a dichas fuentes: funcionarios, agentes de programas sociales o punteros políticos han incidido en la construcción de complejos procesos de auto-organización de espacios de solidaridad, a fin de generar demandas de base que superen las paliativas acciones asistenciales.

Como corolarios de esas situaciones en un primer momento todo brote de movimiento organizativo en el barrio se ha visto con frecuencia frustrado por el interés individual de maximizar el establecimiento de relaciones (asimétricas) de carácter instrumental. Sin embargo, cabe señalar que muchos pobladores por medio de su vinculación con ONG’s han asumido una acción colectiva a través de una óptica que los llevó a moverse, en primer término para asegurar la subsistencia de la población más vulnerable . Han construido comedores comunitarios para prestar atención fundamentalmente a niños y ancianos.

“A veces las situaciones de necesidades de muchas personas hacían que los vecinos cada uno medio callado por su parte pidieran favores a gente del ministerio o a los que podían dar algunas soluciones, sobre todo con la entrega de cajas Prani o leche... Lo bueno es que la gente que no podía conseguir nada a veces se arreglaba por otro lado, participando de las reuniones de la asociación civil o con las comisiones. Se trabaja más pero hambre no se pasaba” (Notas de campo).

Dentro del segundo y tercer conjunto de problemas y demandas consignadas (ver cuadro Nro 4.) aparecen una serie de necesidades relacionadas con la dimensión del habitar y con la ausencia o déficit de servicios urbanos básicos, como: agua potable, alumbrado público; áreas verdes; escuelas, centros de salud, espacios recreativos, arreglo de caminos, transporte, equipamiento comunitario, etc. El conjunto de estas necesidades y su posterior probematización fue surgiendo simultáneamente, en función del crecimiento e intensificación de la trama del complejo habitacional. En la mayoría de los casos las demandas son ante alguna dependencia del Estado. Una vez solucionados (al menos coyunturalmente) determinados problemas, las demandas se derivan hacia otras carencias barriales que comienzan a ser problematizadas. En este sentido, de forma incremental el gobierno fue materializando nuevas políticas y soluciones, en función de una relación activa con la población objeto de una política habitacional deficiente e inadecuadamente programada.

En síntesis, este conjunto de situaciones señala que la dotación de estos servicios básicos no ha sido iniciativa exclusiva del Estado sino producto de las presiones de los habitantes, de la capacidad organizativa para elevar sus demandas. En muchos casos, la viabilidad de las gestiones-demandas están relacionadas con cada coyuntura política (es decir si se trata de años de campaña electoral o no) así como el posible acceso a los canales institucionales que tengan los dirigentes barriales a través del partido de gobierno.


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