BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

MIGRACIÓN INTERNACIONAL Y POLÍTICAS MIGRATORIAS

Julieta Nicolao




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IV. LA MIGRACIÓN LIMÍTROFE CONTEMPORÁNEA

El período que a continuación se examina, que comprende desde mediados de la década de 1970 hasta 2001, no está caracterizada por un reforzamiento de los factores de atracción de Argentina como país receptor de inmigrantes; por el contrario, éstos experimentan un notorio debilitamiento en relación a períodos históricos anteriores, en los cuales, como ha sido explicado, la demanda de mano de obra en el país fue determinante para el arribo de población extranjera.

Durante las décadas indicadas, el último golpe militar y sus prácticas represivas, las políticas económicas de corte neoliberal 1976-1983/1989-1999, y sus repercusiones en el estancamiento de las actividades productivas, el incremento de la desocupación y la caída de los salarios de los trabajadores, entre otros, determinan profundas modificaciones en la dinámica migratoria argentina, tales como el surgimiento de saldos migratorios negativos y, principalmente, el cambio de la composición de la migración externa que pasa a ser predominantemente limítrofe. No sólo continúa el arribo de extranjeros de esta procedencia sino que se convierte en estos años, en la fuente de inmigración más importante para el país.

Ahora bien, en correspondencia con el comportamiento de la economía argentina, se fragmentará el análisis de esta etapa en dos subperíodos, uno que abarca desde mediados de los años 1970 hasta 1989/90 y otro que va desde esos años hasta el 2001. El criterio utilizado para esta división temporal, responde al modelo desarrollado por Guillermo Vitelli, quien advierte que durante los primeros quince años (1975-1990) se produce la mayor declinación de la economía argentina contemporánea, evidenciado en siete resultados, entre otros las regresiones de los ingresos de los trabajadores, la caída en los ritmos de inversión, la profunda desindustrialización producto de la destrucción de la industria manufacturera, y la desquiciante inflación que desembocó en las dos hiperinflaciones de finales de los 80’, y en una paradoja, que fue la nueva expansión agro-exportadora. Para Vitelli esos resultados y la propia paradoja no sólo caracterizan la evolución de la Argentina contemporánea, sino que además condensan los rasgos centrales de la declinación (Vitelli; 1999).

El segundo subperíodo, por tanto, abarca desde 1989/1990 hasta 2001, y comprende los años de la profunda reforma neoliberal llevada adelante durante el gobierno del Dr. Carlos S. Menem, la consolidación del modelo económico gestado en los años previos, la instauración de la convertibilidad, así como las transformaciones en el mercado laboral, el crecimiento de la desocupación, y la posterior declinación que llevó a la crisis de tal modelo en 2001.

Vale advertir, por otro lado, que en este análisis se han incluido como cuestiones centrales los aspectos políticos y sociales internos, como así también cuestiones vinculadas a los rasgos centrales de la política externa de la Argentina durante el período, incluyendo además la influencia de los

acontecimientos externos más importantes en relación a su impacto en el país y sobre todo, en el comportamiento de las migraciones.

IV. 1. PERÍODO 1975-1989/1990

Los primeros años de la década del 70’ marcaron en el plano internacional el fin de la edad de oro de la economía capitalista (Hobsbawm; 1994). La crisis monetaria y económica de finales de los años 60’ y, principalmente, la espectacular alza de los precios del petróleo de principios de los 70’, provocaron un gran desequilibrio internacional, poniendo de manifiesto el carácter cada vez más interdependiente y transnacional de la economía mundial. Como consecuencia de la crisis energética, la segunda mitad del decenio se caracterizó por una gran liquidez en los mercados financieros mundiales, derivada del abultado déficit en la cuenta corriente norteamericana y los saldos comerciales positivos de los Estados de la Organización de Países Exportadores de Petróleo . Como éstos no eran absorbidos productivamente dada la reducción de las tasas de inversión y el bajo crecimiento del producto y la demanda, la banca internacional se apresuró a ofrecer a los países en desarrollo, especialmente latinoamericanos, amplios préstamos con bajas tasas de interés (Rapoport; 2000).

La reestructuración capitalista posterior a la crisis implicó el abandono generalizado de políticas anticíclicas de corte keynesiano y su reemplazo por una nueva política económica de corte neoliberal, así como también el abandono del Estado de Bienestar (el Estado dejó de ser un interventor en la economía y en las políticas sociales).

En América Latina ya desde los años 60’ las estrategias de industrialización por sustitución de importaciones evidenciaban signos de agotamiento. Las demandas de los trabajadores por mayores salarios y mejores prestaciones eran respondidas por los gobiernos por medio de la expansión fiscal, y el incremento de la inflación, lo cual iría provocando profundos déficit fiscales y, con ello, el retiro del apoyo de la clase empresarial a tal modelo. El desequilibrio internacional causado en 1973 por el aumento de los precios del petróleo, vino a dar el golpe final a las estrategias de crecimiento hacia adentro, inaugurando una nueva etapa en la región que, en correspondencia con las tendencias mundiales, se basó en la adopción de políticas ortodoxas neoliberales, el fin del intervencionismo del Estado en la economía, apertura comercial, incentivo a la inversión extranjera directa y al arribo de tecnología, entre otras. Fueron los golpes militares y sus prácticas represivas quienes abrieron la puerta a las políticas neoliberales en el cono sur latinoamericano.

En Argentina, fue el año 1976 el que marcó el fin del modelo de desarrollo basado en la ISI. El proyecto económico instaurado por el Proceso de Reorganización Nacional (PRN), cuyo mayor exponente fue el entonces Ministro de Economía José Alfredo Martínez de Hoz, se orientó a una economía de especulación financiera y libre mercado que implicó eliminación de barreras arancelarias, desregulación, reforma cambiaria, elevación de las tasas de interés, etc., medidas que echaron por tierra cualquier posibilidad de desarrollo endógeno y que sentaron el precedente de lo que sería la intensa reforma neoliberal de los años del menemismo.

Concretamente, el nuevo programa económico se asentó en dos ejes: por un lado, en la apertura de la economía que significó la apertura del mercado interno a la competencia externa, favoreciendo el ingreso de productos importados de todo el mundo; y por otro, en la liberalización de los mercados financieros, para lo cual se puso en marcha una reforma que permitió la instalación de cualquier entidad bancaria del mundo en nuestro país, y la liberalización de las tasas de interés que llegaron a ser más altas que las tasas de interés mundiales. El resultado fue un incremento extraordinario de la especulación y como corolario, un duro golpe para las actividades productivas, iniciando el progresivo debilitamiento y destrucción de la industria manufacturera en el país.

Con el objetivo de frenar la inflación que azotaba la economía, los dirigentes del Proceso congelaron los salarios de los trabajadores, que experimentaron una brutal caída superior al 30%, eliminaron el sistema de control de precios, incrementaron el tipo de cambio, prohibieron las protestas sociales e intervinieron los sindicatos .

El modelo económico tuvo como principales beneficiarios a los grandes grupos económicos nacionales y al sector financiero internacional que, junto al sector de los exportadores tradicionales dieron forma a la nueva alianza que sustentó a los militares en el poder; y perjudicó especialmente a las pequeñas y medianas empresas de capital nacional orientadas al mercado interno, a las cuales les fue imposible sobrevivir en el nuevo contexto en el que les tocó desenvolverse.

Tal modelo, pudo sostenerse los primeros años gracias a la represión y violencia sistemática que aplicaron los militares eliminando cualquier fuerza social que se opusiera, al apoyo de los grandes grupos económicos y a un contexto externo favorable en el cual existía una gran disponibilidad de capital. Pero la especulación financiera contrastaba con el comportamiento del aparato productivo, especialmente el industrial, el cual sufrió una caída en picada en los niveles de productividad, una disminución de la mano de obra ocupada y el cierre de numerosas plantas. Cuando en 1981 quebró la frecuentemente denominada “burbuja” financiera con el aumento de las tasas de interés de Estados Unidos, todos los capitales se dirigieron hacia allí, aumentando el tamaño de la deuda externa de nuestro país (al igual que la del resto de los países latinoamericanos) y provocando el derrumbamiento del plan económico del gobierno de facto. Luego vendría en 1982 la declaración de moratoria de México, desatando la crisis generalizada de la deuda en la región .

Entre las consecuencias del modelo aperturista, la más destacada fue la acentuada desindustrialización de la economía argentina , pero también la re-primarización y financiarización de la misma. Entre 1975 y 1983, el sector de la construcción cayó un 30% ; el industrial un 12,4%; el agropecuario y minero se expandieron en un 19% y 29%, respectivamente; y el financiero un 40% (Rapoport; 2000). Asimismo, se produjo una fuerte reducción de los ingresos de los trabajadores lo que llevó a reducir su participación en la distribución del ingreso nacional, disminuyendo su papel en el mercado interno . Por otro lado, creció el número de trabajadores por cuenta propia, síntoma de la expansión de la economía informal. Se notó especialmente la precarización de la relación salarial en los sectores de la industria y de la construcción, el incremento de los trabajadores marginales (con escasa calificación y realizando trabajos ocasionales), proliferando los vendedores ambulantes o a domicilio (Rapoport; 2000).

En materia de política exterior y en correspondencia con el modelo económico impuesto, el gobierno militar tuvo como objetivo la búsqueda de buenas relaciones con los Estados Unidos, un alto perfil y participación en América Latina y el Caribe motivadas en razones estratégicas e ideológicas, un marcado anticomunismo y nacionalismo político, y la profundización de las relaciones con el Fondo Monetario Internacional y otros organismos de crédito internacionales. Por otra parte, y en relación a los gobiernos de facto de los países limítrofes, coexistieron posturas cooperativas con coyunturas conflictivas vinculadas en gran medida a las aspiraciones territoriales de los miembros del Proceso y su comportamiento intervencionista. Pueden citarse como ejemplos el diferendo con Chile por el Canal del Beagle de 1978, la participación en el golpe de Estado en Bolivia en 1980, o el problema con Brasil por las represas del Alto Paraná (Itaipú y Corpus). Una parte importante de la agenda internacional del PRN estaba vinculada a la resolución de los problemas energéticos del país (como efecto de la crisis petrolera mundial), y en esa dirección se movieron centralmente las relaciones con Brasil, Paraguay y Uruguay, y, quizás, también en ese contexto puede entenderse, en parte, la guerra de Malvinas. (Pastor; 1996).

Los años 80’ van a significar una etapa de restricción financiera, renegociación y condicionamientos impuestos por los organismos financieros internacionales, determinando una transferencia neta de recursos desde América Latina al mundo a expensas de una larga recesión económica. En la mayoría de los países de la región se detuvo por completo el crecimiento económico durante estos años dando sentido a la denominada “década pérdida de América Latina” (Rapoport; 2000).

En nuestro país, la crisis económica se sumó a la derrota de Malvinas, la enorme inestabilidad social y la desocupación para que el gobierno militar convocara a elecciones en 1983, en las cuales triunfó ampliamente el radicalismo. El gobierno de Raúl R. Alfonsín asumió precisamente condicionado en su accionar por el profundo endeudamiento del país, la crisis social y la presión de fuerzas políticas opositoras; así como también su intento de reactivar el mercado interno y consolidar una expansión de las exportaciones se vio rápidamente frustrado por la negativa impuesta por los grandes poderes económicos consolidados en la década precedente. Lo cierto es que este gobierno no supo sustentar ninguno de los planes económicos que impulsó y tampoco obtuvo el apoyo externo pretendido .

Como sugiere Vitelli (1999), las ecuaciones regresivas que emergieron a partir de 1975, que determinaron la caída en la actividad económica y la competitividad en los mercados externos gestaron crecientes pujas por los ingresos y búsqueda permanente de recursos monetarios fuera de la esfera local, provocando endeudamiento externo y movimientos altamente inflacionarios que desembocaron en las hiperinflaciones de 1989-1990.

El acercamiento y la búsqueda de acuerdos con los países de la región se vincularon a las necesidades de fortalecer el proceso de redemocratización e incrementar el poder de negociación para el refinanciamiento de la deuda externa. Dentro de ellas, la revitalización de las relaciones argentino-brasileñas constituyó el eje central y el camino a la integración económica (Perina y Russell; 1988).

En suma, la etapa 1976-1989 fue extremadamente desfavorable, pues la evolución de la economía en cuanto a niveles de empleo y de salario real decayó profundamente. Como se verá más adelante, las transformaciones en el plano laboral, principalmente la precarización laboral y el incremento del sector informal, van a ser la clave para interpretar la inserción de los inmigrantes limítrofes en el mercado de trabajo de ahí en adelante. Situación agravada por los resultados de una política migratoria restrictiva que multiplica los inmigrantes en situación ilegal y, por ende, profundiza su inserción laboral marginal.


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