BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

DIVERSIDAD CULTURAL IDENTIDADES Y TERRITORIO

Héctor Ruíz Rueda y otros




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Sistema de producción en los “açaizais”

Las formas actuales de producción de los “açaizais” son similares a los “modelos” explicados por Oliveira Filho . Caracterizando las formas de explotación, en el período del auge de la extracción del caucho, el “seringal caboclo” se destacaba por la pluralidad de especies en las áreas explotadas y el uso de fuerza de trabajo familiar de origen local relacionándose con el comercio exterior a través de intermediarios y patrones locales. Por el contrario, en el “seringal do apogeu” la lógica del funcionamiento era dominada por el carácter empresarial (OLIVEIRA FILHO, 1979). La comparación entre diferentes formas de exploración de los “açaizais” permite distinguir las principales características del funcionamiento de cada modelo de explotación en las cuencas de los ríos Gurupá y Arari.

En estos “açaizais” existen dos modelos de explotación: 1) modelo familiar en que la explotación es realizada por el propietario del “açaizal”, 2) modelo practicado por terratenientes en el que la extracción se lleva a cabo por arrendamiento de la propiedad (TELES RODRIGUES, 2008). En el primer caso, la unidad de explotación es familiar, el área es pequeña y la forma de explotación implica diversificación de las actividades productivas como otras formas de extracción vegetal, producción agrícola, cría de animales y pesca. En este modelo, durante la época de cosecha, los miembros de la familia recolectan los frutos de “açaí”. Para las labores de limpieza del “açaizal” cuentan con la ayuda de parientes próximos haciendo lo que llaman intercambio de día.

Entendemos que el funcionamiento de este modelo familiar se aproxima del abordaje de Morgan cuando, en su estudio de las Sociedades Primitivas, considera la unidad familiar una forma elevada de sociabilidad económica, en la que la reciprocidad (aunque Morgan no utiliza este término) implica sentimientos, recursos e intercambios, y es específico para cada unidad familiar, lo que corresponde a un “ideal económico de las sociedades primitivas” que, gracias al grado de autarquía en el que opera, se transforma en independiente.

Esta circunstancia no se observa en el funcionamiento del modelo de arrendamiento de la propiedad (cuadro 1), en el momento en que hay dependencia del mercado, de la economía externa y de las oscilaciones inherentes. La explotación por arrendamiento adquiere un carácter empresarial gracias a los contratos de “mitad” entre los dueños de los “açaizais” y los recolectores de los frutos, hombres, acompañados o no por sus familias, confinados en barracas situadas en las márgenes do los riachuelos durante el periodo de la cosecha. El dueño tiene la propiedad legal de las tierras y se exime de todo el proceso de recolección del fruto, sin dejar de recibir parte del valor acordado anticipadamente por la venta del producto.

Cuadro 1 – Formas de explotación de los “açaizais”

Modelo familiar Modelo por arrendamiento

 Unidad familiar

 Productividad en función del tamaño del área.

 Residencia dentro del área de explotación.

 Pago en efectivo de ¼ parte del precio del producto para cada ayudante en la cosecha.

 Unidad empresarial

 Desplazamiento de los recolectores para las barracas

 Contratación de mayor número de personas, incluso jóvenes.

 Pago por el sistema de “mitad”.

La economía doméstica, materializada en el modelo familiar, contradice los discursos dominantes en las interpretaciones evolucionistas, que la consideran una forma de economía débil y limitada a producción de bienes de subsistencia. Estudios de caso en el estuario amazónico muestran que el modelo familiar se mantiene a lo largo del tiempo histórico y en el contexto actual, actúa como un campo de comprensión de los modos de vida de las poblaciones tradicionales y de discusión sobre medio ambiente y sostenibilidad.

En la micro-región de Arari, el suelo de várzea favorece la abundancia de palmeras de “açaí” (Euterpe oleracea Mart) y el cultivo de plantas de ciclo corto. No obstante, cuando se pasa por los márgenes fluviales, los que se observa en los últimos años es el absoluto dominio de “açaizais”, cuyo acceso está prohibido para las familias cimarronas por determinación del terrateniente, lo que ha generado intensos conflictos. El obstáculo recae, especialmente, sobre las áreas de “açaizais” que son explotadas a través de arrendamiento, mediante subasta realizada por el terrateniente, que se auto-proclama propietario de las tierras, aunque éstas se sitúen en áreas públicas, en los denominados terrenos de marina . Sin embrago, los cimarrones están fuera de esta red de arrendamiento que se organiza en “barracas” situadas en el margen del rió Arari y para la cual son contratados principalmente trabajadores de otros municipios como Santana, Ponta de Pedras, Cachoeira do Arari y hasta de Abaetetuba (situado al sur del archipiélago).

La región de los ríos Arari-Gurupá está formada por várzea con lagos e “igapós”, campos naturales y tierra firme que presentan elevada biodiversidad, especialmente, de especies de madera y fauna terrestre y acuática. Esta diversidad determina las zonas ecológicas preservadas y constituye lo que los autores denominan “territorios socioambientales de las poblaciones tradicionales de la Amazonas”.

Las áreas de várzea del estuario amazónico están marcadas por un conjunto de condiciones físicas y biológicas que sirven como base para la diversidad de estrategias desarrolladas por sus ocupantes a lo largo de su proceso de ocupación. A pesar de que las unidades domésticas que forman parte del grupo cimarrón de Gurupá están imposibilitadas de acceder a los recursos naturales de los márgenes del río Arari, esto no les impide que continúen desarrollando sus prácticas y técnicas en áreas alejadas de su ambiente familiar, o reinventan nuevas estrategias como las plantaciones de tubérculos y hortalizas en pequeños “torrões” que se distribuyen en una pequeña franja de várzea, elaboración de piezas de artesanía con uso de lianas y, sobre todo, ejerciendo manejo de “açaizais” en los márgenes de los cursos fluviales de libre acceso.

Las várzeas al margen del igarapé Bom Jesús do Tororomba constituyen una situación social específica. Aquí el dominio de “açaizais” por la familia Lalor de Lima representa una estrategia política, además de económica y ecológica. Ésta muestra la presión exigida para hacer uso de “açaizais”, y no escasean las situaciones de conflicto y violencia. Inicialmente, la familia abrió cultivos de yuca que acabaron siendo devorados por bovinos y búfalos del terrateniente. Poco a poco, la selva se transformó en un “açaizal”, que hoy se ha convertido en objeto de deseo del terrateniente, que usa todos los medios a su alcance para evitar que esta familia explote “el açaizal hecho con sus propias manos” .

El conflicto registrado en el igarapé Bom Jesús do Tororomba, en el margen del río Arari, es mucho más intenso que en el resto del territorio reivindicado por los cimarrones. En él, cinco familias del grupo resisten, desde los años 1970, cuando ocurrió el desplazamiento forzado de la mayoría del grupo, e insisten en permanecer. Tratase de un “açaizal” en las que estas unidades sociales, aprovechando la riqueza del suelo de esta porción de la várzea, cultivaban a partir de la década de 1980 llegando a formar una extensión de 110 ha, con una producción de 5.000 “paneros” /año en 1997, segundo informe técnico emitido por la empresa de Asistencia Técnica y Extensión Rural de Estado de Pará, firmado por el técnico João Pamplona de Carvalho.

En esta localidad, el Estado es el agente que actúa con más frecuencia para coartar, por instrucciones del terrateniente, a los cimarrones. El gran propietario, aprovechándose del poder que tiene dentro del municipio, busca impedir, de diversas formas, la comercialización de los frutos y el palmito de “açaí” obtenidos durante prácticas de manejo.

En coherencia con el comando organizado por el terrateniente, la familia Lalor de Lima es víctima permanente de amenazas, agresiones dirigidas por la fuerza policial – que con frecuencia se adentra en el “igarapé” para detener y amenazar el jefe familiar, acusado de “destruir” el medio ambiente. Técnicos de IBAMA (Instituto Brasileiro do Meio Ambiente e dos Recursos Naturais Renováveis) y de la Secretaría de Medio Ambiente, requeridos por miembros de esta familia a cada período de manejo, una vez que la venta de productos solo pueden ser hechas bajo autorización de los referidos órganos, han negado o tardado en conceder la autorización para manejo. La trayectoria de ir y venir en busca de garantías para hacer uso del “açaizal” ha generado diversos procesos jurídicos para la familia Lalor de Lima, que en la contramano de este proceso “aprenden” los mecanismos de la legislación en relación a los derechos por la tierra, derechos humanos, derechos culturales (por el impedimento en realizar la fiesta de San Raimundo Nonato), garantías y derechos étnicos generalmente negados.

Además de esta situación, la abundancia de los “açaizais” en esta parte de los márgenes del río Arari ha atraído la presencia de ribereños de municipios vecinos, como los de Ponta de Pedras, que normalmente saquean las casas en busca de animales domésticos, y sobre todo, de frutos de “açaí”.

Las tierras de marina son propiedad del Estado Federal (União), sin embargo, el terrateniente se auto-proclama como propietario legítimo del “açaizal”. Además de esto, incumple la ley cuando realiza la subasta de arrendamiento del “açaizal”. Desde el punto de vista de la legislación laboral, el arrendador, el agente que arrenda el “açaizal”, es el responsable por mantener bien actualizado el sistema comercial local; transportista, encargado (un tipo de capataz que trabaja como vigilante de los “açaizais”), “barraquero” y “peconheiros”. Jóvenes y adultos de las familias ribereñas de diversas localidades y, en algunos casos, de los cimarrones, durante el periodo de recolecta se aloja en “barracas” construidas en los márgenes de los cursos de agua, en condiciones precarias . En este proceso de explotación, el arrendador contrata el “barraquero” y este, a su vez, contrata los recolectores de frutos. Por ejemplo, si el recolector produce diez latas, una es para el “barraquero”, y las nueve restantes las tiene que dividir a medias con el arrendador. Los accidentes de trabajo son frecuentes entre los jóvenes contratados para este servicio.

Los cimarrones del río Gurupá tienen prácticas diferenciadas de comercialización del “açaí”. Tratase de una economía doméstica que, aunque dependiente de condicionantes del mercado externo, desarrolla una “economía particular” parí pasu con este mercado. Aspectos de economía doméstica de los cimarrones de Gurupá se parece a los de Baruya, conforme observa Godelier (1981). Estas unidades produciendo “açaí”, se articulan con estructuras capitalistas, al mismo tiempo que realizan donaciones e intercambios no monetarios con este producto. Esta práctica busca mantener cierto equilibrio en los intercambios, ya que no todas las familias en el río Gurupá tienen áreas productivas o “punta de açaizal”; que representa un don, una herencia, en el plano social y cultural.

En la última cosecha de “açaí”, en el año 2009, las 220 familias censadas en la ARQUIG y constituyentes del grupo cimarrón de Gurupá tuvieron acceso a los “açaizais” de la várzea, gracias a una preliminar expedida por el Ministerio Público Federal. Éstos, se dividieron en seis sectores. Cada uno albergaba una barraca que recibía los frutos recolectados. Durante la asamblea de productores se aprobó la siguiente propuesta: cada recolector (jefe familiar) se quedaba con el 5% de la producción, 10% iba para la asociación ARQUIG y el 40% restante era depositado. Hay familias y/o personas que no consiguen subir en la copa de la palmera para recolectar los racimos de “açaí” por motivos de enfermedad o edad, en estos casos, éstas reciben una donación de paneros de “açaí”. El valor recibido proviene del 40% que é depositado por cada recolector.

Para la recaudación de paneros de “açaí” se contrataron 5 embarcaciones para cada día de la semana, lo que corresponde a cinco viajes para el Puerto de Icoaraci, Belém (Pará). La recaudación del día era responsabilidad de la persona que recaudaba la producción de los frutos en las barracas y la transportaba al puerto de Icoaraci; ésta entregaba a intermediarios, que a su vez, mantenían contratos fijos con los comerciantes locales. No obstante, en este año 2010, el terrateniente que se auto-proclama propietario de las tierras entró con una demanda en la justicia con el objetivo de impedir el acceso libre de los cimarrones a los “açaizais”.

La limitación al acceso de los recursos genera un conflicto entre los cimarrones y el terrateniente, lo que “interfiere directa e indirectamente en la vida personal, familiar, comunitaria e intensifica la movilización política” (ACEVEDO MARIN, 2008). En este sentido, interesa comprender este proceso de transformación vinculado al cultivo de “açaí” que implica la dinámica del conflicto, pero también aquella provocada por el desplazamiento forzado. El grupo de familias que fue desplazado para el río Gurupá o para otra margen del río Arari busca establecer una nueva relación con el ambiente con el objetivo de superar las limitaciones de los recursos, lo que permite entender la intensificación de los monocultivos de “açaí” en los márgenes del río Gurupá.

De acuerdo con las declaraciones de los entrevistados, la práctica del cultivo de “açaizais” se intensificó a partir de la segunda mitad de la década de 1990. Los registros realizados en 2008 en los pequeños ríos que integran la cuenca del río Gurupá muestran el dominio de “açaizais” en la várzea y la aparición, en segmentos de los cursos de agua, de señales avanzados de sedimentación, sobre todo en el río principal, cuyo lecho aparece poco profundo y con una mayor anchura entre los dos márgenes. En el pasado este río era bastante estrecho. Según Manuel de Jesús Batista (conocido por Severino) “antes las copas de los árboles de las márgenes del Gurupá eran como la avenida de Presidente Vargas, se tocaban unas con los otras”.

Bourdieu (2000), en su estudio sobre los Kabila, destaca que las prácticas sociales observadas dentro de una formación social orientada para la reproducción simples de su propio fundamento, o la reproducción biológica del grupo y la producción de la cantidad de bienes necesarios a su subsistencia, es indisociable de la reproducción de relaciones sociales e ideológicas en las que (y por las que) el grupo realiza y legitima las actividades de producción. Estas pueden ser analizadas como “producto de estrategias (conscientes o inconscientes) por las que los individuos o los grupos anhelan satisfacer intereses materiales y simbólicos” (BOURDIEU, 2000, p. 164). La posesión del patrimonio material y simbólico es el medio para satisfacer estos intereses.

Un “patrimonio” es, por ejemplo, la várzea, reconocida por su diversidad biológica, fundamental, para la riqueza de la ictiofauna; y por su diversidad cultural, como la del mito de la Serpiente Grande que está presente en la memoria colectiva del grupo y traduce la modificación en el medio ambiente. No obstante, el cultivo intensivo de la palmera de “açaí” como estrategia económica altera el ciclo de la várzea y lo que representa un “modo de vida”, una cultura, en rápida transformación. Al mismo tiempo que el “açaí” insiere la economía del grupo cimarrón en el mercado externo, nuevos conflictos se establecen y se añaden con estrategias (como las matrimoniales) que marcan la organización social del grupo por generaciones, como ya fue comentado. Los cada vez más escasos espacios de vivencia y trabajo – es decir, la várzea del río Gurupá – los intereses de las unidades domésticas pueden diferenciarse y oponerse. Esta es la situación de miembros de la comunidad que no poseen áreas productivas de “açaizal”, los cuales orientan sus actividades para corte y venta de madera, que ya es escasa, lo que despierta tensiones y conflictos internos y, también, con el poblado cercano de Caracará.

Esta comunidad y su organización política, ARQUIG, especialmente, define estrategias para defender un modo de reproducción (Bourdieu, 2000), una territorialidad específica en la que la utilización de los recursos naturales mediante formas de uso común tiene una expresión de identidad que se traduce en reivindicación de un territorio perteneciente.


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