BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

LOS MEDIOS Y LA AUDIENCIA EN LA SOCIEDAD GLOBALIZADA

Amaro La Rosa Pinedo




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El significado de la identidad nacional

Ahora bien, es en un entorno globalizado donde los actores sociales desarrollan cotidianamente diversidad de acciones; y en él donde se configura la identidad social en general y la identidad nacional en particular

¿Cuál es la connotación de la expresión identidad nacional?

Para responder a la pregunta formulada plantearemos una definición basada en las características de la identidad nacional, que son las siguientes:

1. Identificación con los patrones culturales propios: Esto implica percibir como suyas las diversas expresiones y manifestaciones culturales que se han ido integrando en el decurso histórico de la sociedad en la cual nos desarrollamos, pasando a forman parte de aquellas que categorizamos como «nuestras« para diferenciarlas de las “ajenas” que pertenecen a quienes no comparten nuestra cultura.

Los actores sociales se identifican con los productos culturales propios y con manifestaciones culturales tales como la lengua, la música, la danza e inclusive la alimentación. Con respecto a esta última, es frecuente que una de las primeras acciones de quien retorna a su país de origen luego de algunos años, sea ir en búsqueda de alguno de “sus platos típicos”: Cebiche en el Perú, tacos en México, arepas en Venezuela. feijoada en Brasil, etc.

La circunstancia de reconocer a cierta cultura por alguno de sus rasgos o sus monumentos históricos conduce a que eventualmente una sola imagen nos remita a esa realidad. En esta medida tendremos entre otras las siguientes: Torre Eiffel = Francia, Machu Picchu = Perú, Cristo del Corcovado = Brasil, Pirámides = Egipto, Estatua de la Libertad = Estados Unidos, Taj Mahal = India, etc.

2. Sentido de pertenencia a un sujeto colectivo: Vale decir, que nos percibamos como parte de un conglomerado de individuos que teniendo características en común (“nosotros”) se diferencian de los demás que no pertenecen al mismo conjunto (“los otros”).

En tanto involucra el criterio de nación, ello no supone necesariamente la convivencia en un territorio definido, delimitado por fronteras; pero sí el estar integrados en ese conglomerado de individuos que se reconocen por « su « nacionalidad en la que identifican como « los nuestros « a otras personas con quienes comparten elementos comunes tales como valores, normas, criterios, patrones de crianza, modalidades de interacción, idioma, etc. Pensemos por ejemplo en los gitanos quienes pese a no haber coexistido jamás en un territorio común, sino ser característicamente nómades que se establecen de manera más o menos temporal en diversos puntos del planeta, se sienten sin embargo parte de un mismo ente colectivo que los agrupa, con una serie de rasgos comunes, que en todo caso los diferencian de las personas que viven en su mismo país de nacimiento o residencia.

3. Espíritu de cuerpo: O sea defensa corporativa de los suyos ante los demás. Esto puede ponerse en evidencia ante situaciones de diversa índole, tal como podemos testimoniarlo en el caso de nuestro país. En la década pasada, frente a la toma de la Residencia del Embajador del Japón, personas de diversos sectores sociales y políticos con diferentes criterios ideológicos, depusieron por el momento sus rivalidades o críticas para expresar su acuerdo con las decisiones que sobre el particular adoptase el Gobierno peruano.

4. Identificación con su grupo de pertenencia: Es menester explicar previamente dos conceptos: Grupo de pertenencia que alude al conjunto de individuos en el cual se integra el individuo y grupo de referencia que más bien indica el conglomerado con el cual se identifica, del cual admite influencia.

La persona identificada con “lo suyo” toma como grupo de referencia aquel en el cual se incluye. Esto es, admite de manera conciente la influencia que éste puede producir sobre su comportamiento, sus normas, valores y en general sobre todas las manifestaciones de su cultura.

Aunque ha ocupado un lugar central en los trabajos de teóricos clásicos como Weber, Durkheim y Marx, en los años 60 y 70 tuvo particular relevancia la discusión acerca de la alienación, considerada como el enajenamiento de sí mismo. En términos de la temática que estamos analizando, consistiría en identificarse con un grupo de referencia ajeno al suyo. Así el individuo estaría habitualmente más interesado en parecerse a “los otros” que en reforzar aquellas características que lo identifiquen con “lo suyo” y lo integren a “los suyos”.

La construcción de la identidad se relaciona necesariamente con los estímulos del contexto en el cual se encuentra el individuo, los que incluyen necesariamente a otros seres humanos que condicionan representaciones. La identidad se hace efectiva en vinculación con dos variables básicas: La cultura y la comunidad. En cualquier cultura se mantiene en vigencia un sistema de percepción y representación de la realidad, del mundo en general, que es reforzado por las representaciones de sí mismo, involucrando esto el funcionamiento de códigos culturales que proporcionan un marco de referencia para la vida en comunidad en la medida que orientan las formas de comportamiento social (Abarzúa, 1993). Por cuanto la comunicación es una actividad inherente al ser humano, la identidad colectiva se configura, permanece y evoluciona en relación con un flujo suficiente de información.

Para Klapp (1982), las sociedades y los individuos se abren y cierran normalmente ante la información y la comunicación, y ello está íntimamente relacionado con el sentimiento del “nosotros” frente a “los otros”.

¿Qué significan para Ud. el Sabbath, el Ramadán, Bakhtivedanta Swami Prabuphada, Dalai Lama, Thanksgiving Day, Brahma, el monte Kailas, la Pachamama o Jemanjá? Si la respuesta es negativa, entendamos en cualquier caso que forman parte de la identidad social de ciertos grupos sociales con los cuales probablemente tengamos una relación limitada o nula; o por lo menos no percibamos los nombres citados con la connotación que en dichos conglomerados se les otorga.

En consonancia con el criterio anotado, la interiorización de los elementos que configuran la identidad depende de los procesos siguientes:

1. Apertura: Implica la búsqueda y clasificación de la información del ambiente

2. Cierre: Respuesta de protección frente al exceso de información adversa, entendida en general como ruido social.

La apertura involucra en cuanto a la identidad, la búsqueda de información relevante, congruente con el sentimiento de “lo nuestro” a fin de reforzarla; naturalmente ello supone recibir tanto datos internos como externos al sujeto colectivo al que se pertenece. El cierre implica una referencia a los suyos y una conducta de rechazo a todo lo que no provenga de la propia identidad; categorizándose en este caso como ruido aquello que no sea congruente con la identidad percibida.

En caso extremo, apertura involucrará la aceptación indiscriminada de información (lo que afectaría notoriamente la identidad); mientras que el cierre se expresaría en actitudes de prejuicio o en conductas etnocéntricas, xenófobas, racistas o en alguna manifestación de conducta anómica. La anomia como característica de una sociedad cosmopolita fue planteada inicialmente por Émile Durkheim y desarrollada posteriormente por varios autores principalmente por Robert Merton.

Desde una perspectiva que hasta cierto punto concuerda con Klapp, entendemos que en general la identidad social se construye a partir de una serie de fuentes de información que interactúan entre sí de diversas maneras, y con las cuales entra en contacto el individuo. Intentando generalizar criterios que María Cristina Mata (1991) ha formulado para la identidad popular, serían las siguientes:

1. La experiencia cotidiana transformada en representaciones de sí mismos.

2. Las representaciones que « los otros « elaboran y expresan.

3. Las percepciones formuladas en las instituciones sociales.

4. Las que plantean las personas significativas y los líderes de opinión.

5. Los mensajes masivos.

Tomando en cuenta los criterios de Habermas, Ricardo Sol (1988), revela la existencia de una relación estrecha entre la vida cotidiana y la identidad nacional, la cual se interioriza en función de tres clases de desarrollo:

1. Desarrollo cognitivo: Que involucra el creciente reconocimiento de que se poseen patrones culturales propios, que son atributo tanto de sí mismo como de quienes percibe como “los suyos”. En otras palabras el sujeto adquiere conciencia de que pertenece a cierto conglomerado humano.

2. Desarrollo lingüístico: Que supone incorporar paulatinamente modalidades específicas de simbolización de la realidad, que van haciendo posible su ajuste cada vez más perfeccionado a las demandas de comunicación que se plantean en el contexto. Este desarrollo permite que por un lado el individuo interiorice el habla nativa y por otro que haga suyo el universo discursivo, vale decir las expresiones que están en vigencia en cierto momento de la historia de la sociedad en que se desempeña. Y no solamente ello, sino que aprenda el uso de las expresiones verbales y formas de comunicación no verbal ajustadas a situaciones específicas.

3. Desarrollo interactivo: Que significa interiorizar modalidades y patrones de interacción que le permiten relacionarse con los demás de manera ajustada a su realidad. Esto se hace efectivo en tanto se interiorizan las normas y valores tanto de la sociedad en su conjunto como del contexto inmediato en particular.

En toda sociedad operan un conjunto de paradigmas dominantes, de concepciones de la realidad que cumplen el papel de orientadores del comportamiento de los actores sociales.

 Ubicamos en esta categoría en primer lugar a las concepciones ideológicas explícitas o implícitas a partir de las cuales se conduce y cohesiona a un determinado sistema social y que se expresan en el accionar práctico de los estados y de las políticas que implementan.

 En segundo lugar, tenemos a las concepciones religiosas cuyo desempeño como orientadoras de la vida social es evidente. En algunas sociedades poseen un marcado peso, en tal medida que inclusive llega a intervenir en la propia modalidad de gobierno, donde los líderes religiosos son a la vez quienes conducen el gobierno (Vg. en la República Islámica de Irán), mientras que en algunas otras, si bien la Iglesia no conduce el estado, su rol en la sociedad y en el proceso de socialización al interior de la misma, es muy significativo.

Ahora bien, ¿qué papel jugarán estos paradigmas dominantes en el plano ideológico en cuanto a la configuración de la identidad? La visión del mundo que implican, trasmitida cotidianamente en nuestro entorno de actuación constituye parte importante del background sobre el cual se estructura la identidad. Urbano (1991) los califica como “lenguajes totalizadores”, y a su entender condicionan los rasgos fundamentales de la identidad tanto nacional como personal.


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