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OCIO Y VIAJES EN LA HISTORIA: ANTIGÜEDAD Y MEDIOEVO

Mauro Beltrami




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LAS SOCIEDADES PALEOLÍTICAS

Durante el período paleolítico, en las civilizaciones habitadas por los llamados cazadores-recolectores, se obtenía lo necesario para el desarrollo social a través de la caza, la pesca y la recolección. No solo en lo que hace a la alimentación, sino también en aquello que hace a la vestimenta, la vivienda, los artefactos utilizados en ceremonias religiosas, etc. El hombre paleolítico, al recorrer permanentemente un territorio determinado, observaba la existencia de ciertos lugares adecuados para ser aprovechados, con el objeto de protegerse ante peligros o como abrigo. De este modo, el hombre, los visitaba con frecuencia y los utilizaba como vivienda temporalmente. El conocimiento de estos refugios formará parte del patrimonio cultural de cada pueblo, lo cual se irá transmitiendo de generación en generación.

André Maurois señala, respecto a los habitantes primitivos del valle del Vézère, que “las grutas, tan numerosas como conejeras a orillas de un bosque, formaron antaño algo así como una ciudad prehistórica”. Sin embargo, independientemente de la opinión de Maurois, no pueden aplicarse ni los conceptos de sedentarismo, ni -aún menos- los de ciudad, a los primitivos refugios paleolíticos.

En el seno de estas sociedades nómadas, no pueden hallarse viajes que ingresen en el análisis turístico; pues este análisis, en todo caso, recién toma sentido cuando el hombre se transforma en sedentario. El viaje turístico-preturístico requiere de la existencia de un lugar de residencia habitual, es decir, necesita del sedentarismo para que se produzca. La circularidad se produce tras la vuelta a la sociedad (o comunidad) emisora. Y hasta la revolución neolítica -y la aparición de las nuevas formas de producción-, no puede realizarse un análisis de éste tipo.

Obviamente, el hombre paleolítico cambiaba de lugar, viajaba, migraba. Era nómada. La búsqueda de satisfacción de sus necesidades lo llevaba a cambiar de lugar, a moverse. Este primer comportamiento se manifiesta también en los viajes de tipo turístico; pues podemos considerar que el turismo es una forma de migración momentánea y periódica. Así, las sociedades paleolíticas entraban en un contacto cultural con otras sociedades distintas, existiendo la posibilidad de que se haya practicado el comercio con ciertas limitaciones. El cambio de lugar de residencia, permitía que el hombre se encontrase con individuos de similar naturaleza. Krotz refiere que el encuentro entre miembros de un grupo humano con miembros de otro grupo trajo como consecuencia la aparición de un problema cognitivo. A partir de la reflexión, debía aclararse si aquellos seres vivientes no pertenecientes al grupo propio presentaban características propias de la naturaleza humana, diferenciándolos tanto de los seres infrahumanos (algún tipo de animal especial) como de seres suprahumanos (espíritus, demonios y dioses). El paso decisivo de esta reflexión tenía lugar cuando, a pesar de las diferencias notorias entre grupos, se reconocía como iguales al otro grupo.

También se manifestaba una separación temporal, al igual que en cualquier comunidad, entre los tiempos de producción y entre los tiempos no dedicados a ello. Claro que es muy temprano aún para poder hablar de ocio en las sociedades paleolíticas, o mejor dicho, de una conciencia del ocio y utilización del tiempo libre, tal como se concibe actualmente. Sin embargo, el antropólogo E. Krotz menciona que en esta sociedad nómada existía gran parte del tiempo que no se utilizaba para el trabajo, y puede ser considerada como la primera “sociedad de abundancia”:

“... se evidencia que esos cazadores y recolectores tenían, por así decirlo, “libre” la mayor parte de sus días para otras cosas (aunque, desde luego, no se daba una separación como la que existe en el presente, entre tiempo de trabajo y tiempo libre)”.

El nomadismo paleolítico y los investigadores en turismo

El austríaco Joseph Stradner –uno de los primeros investigadores en turismo, desde fines del siglo XIX-, creyó observar que la costumbre del viaje encuentra sus orígenes en el antiguo nomadismo; así, la propensión a viajar sería, precisamente, la supervivencia de una antigua costumbre trasmitida a través de sucesivas generaciones de ancestros nómadas. Stradner afirmó textualmente que el viaje “puede que sea una herencia de tiempos lejanos, cuando nuestros ancestros erraban como nómadas”. La permanencia de determinadas disposiciones que permanecen en el psiquismo humano durante generaciones, como medio para explicar los viajes, es retomada por Kurt Krapf. Krapf considera que el hombre lleva en sí mismo fuerzas motrices que determinaron, ya durante la prehistoria, hechos y gestas humanas, considerando que hechos como la elección y la consumición de bienes están profundamente influenciados por ellas. De este modo, se encuentra un origen irracional del turismo. Algunos otros investigadores, como Noval , opusieron a la teoría de la permanencia del nomadismo en el espíritu humano, afirmando que el hombre es sedentario por naturaleza y que “el deseo del hombre de viajar del hombre responde (…) al impulso de satisfacer una necesidad imperiosa más que a una costumbre adquirida en el pasado remoto. El papel de la necesidad papel de la necesidad cambia y seguirá cambiando al cambiar las condiciones en el mundo”. Tanto Stradner como Norval coinciden en que se viaja para satisfacer una necesidad; pero Norval se opone a que la explicación psíquica de esa necesidad, necesariamente sea la permanencia de una costumbre adquirida en la prehistoria nómada.


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