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RELACIONES DE PODER: UN ANÁLISIS CUALITATIVO A PARTIR DEL PROCESO DE ELECCIÓN DE MODALIDADES EN ESCUELAS PÚBLICAS DE RAFAELA EN EL MARCO DE LA REFORMA DE LOS '90

Gabriela Virginia Andretich


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METACAPÍTULO: DESANDAR EL CAMINO PARA ENCONTRAR NUEVOS RUMBOS EN LAS RELACIONES DE PODER EN LA ESCUELA.

1. ALGUNAS CUESTIONES CENTRALES SOBRE EL OBJETO DE ESTUDIO.

Durante la no fácil tarea de entender lo que significa el poder, circularon algunas preguntas nodales en torno a este. Muchas se fueron dilucidando en el mismo marco teórico o bien en el análisis de las entrevistas. Sin embargo, dos cuestiones siguen pendientes de respuesta, estas son, a nuestro juicio ¿el poder parte siempre de un conflicto de intereses?, ¿el poder es siempre coercitivo?

Lo desarrollado hasta aquí puede albergar ciertos elementos de respuesta que son sólo “ciertos” modos de responder, pues es verdad que el tema del poder es uno de los más intrincados de las ciencias sociales y las posibilidades de entenderlo son múltiples.

Se desarrolla primero la hipótesis de que no es necesaria la presencia de conflictos de intereses para que existan relaciones de poder y luego se aborda la problemática del poder en su carácter negativo (coercitivo) y positivo (productivo).

Siguiendo los conceptos centrales de Sociología de la Educación y aceptando la importancia del componente subjetivo, se sostiene que la producción de lo social es la resultante de la convergencia de las estrategias o de la interacción entre distintos actores, tanto individuales como colectivos; de este modo lo que se hace está siempre orientado por intereses y objetivos, pero que uno los obtenga o no, no depende de la acción de fuerzas impersonales sino de acciones de otros que también tienen propósitos bien definidos. La sociedad es un espacio donde la jerarquía y la valoración diferencial alcanzan no solamente desplazamientos verticales (el “ascenso” y el “descenso social”) sino también desplazamientos horizontales (entre distintas formas de capital). Cuando se habla de capital se incluye en él lo económico, lo cultural y también el capital social. Los sistemas de valoración en una sociedad son múltiples. (Tenti Fanfani: 2001:146/7).

Carlos Matus explica la actividad de la sociedad aludiendo a la analogía del juego, dice entonces que la dinámica del gran juego social es la distribución de poder en cada juego y entre ellos. En última instancia se trata de la competencia en el gran juego (el político) que coordinará la lógica con los otros juegos: el económico, el de la vida cotidiana, el personal, el comunicacional, el de la naturaleza, el de las macroorganizaciones, el de los valores y el de la ciencia. El juego del poder es el juego político. Esta lucha por el poder se encauza por dos vías: la competencia por la supremacía de un juego sobre los otros y la competencia por el dominio en cada juego, naturalmente el dominio reside en el control de las reglas y de los valores. Las reglas imponen la lógica del juego, los valores a su vez, imponen la aceptabilidad o no de las reglas. El poder es en este sentido la capacidad de cambiar las reglas de juego. En un plano ideal, la desigualdad de las reglas es evitable pero los siempre escasos y limitados recursos hacen que esto no sea posible en nuestro contexto, entonces la desigualdad es la ley del juego social y su dinámica está movida por el propósito de ganar o perder grados de igualdad. “…la abolición ideal de las desigualdades seria la abolición del poder…”

La idea central que se quiere destacar es que la sociedad tiene una base conflictiva más allá de las intenciones de los sujetos; los conflictos son constitutivos de la sociedad y de las instituciones. Se avanza ahora en analizar qué dicen los conceptos de poder sobre el tema de los conflictos y ver si estos son o no los generadores de las relaciones de poder.

El mismo Foucault en su definición de poder lo sostiene. “… el poder no es algo que se adquiera, arranque o comparta, algo que se conserve o que se deje escapar; el poder se ejerce a través de innumerables puntos, y en el juego de relaciones móviles y no igualitarias. Las relaciones de poder no están en posición de exterioridad respecto de otros tipos de relaciones (procesos económicos, relaciones de conocimiento, relaciones sexuales), sino que son inmanentes; constituyen los efectos inmediatos de las particiones, desigualdades y desequilibrios que se producen, y, recíprocamente son las condiciones internas de tales diferenciaciones; las relaciones de poder no se hayan en posición de superestructura, con un simple papel de prohibición o reconducción; desempeñan allí donde están, un papel directamente productor. El poder viene de abajo; es decir que no hay en el principio de las relaciones de poder, y como matriz general, una oposición binaria y global entre dominadores y dominados, reflejándose esa dualidad de arriba abajo y en grupos cada vez más restringidos, hasta las profundidades del cuerpo social. Más bien hay que suponer que las relaciones de fuerza múltiples que se forman y actúan en los aparatos de producción, las familias, los grupos restringidos y las instituciones, sirven de soporte a amplios efectos de escisión que recorren el conjunto del cuerpo social. Éstos forman entonces una línea de fuerza general que atraviesa los enfrentamientos locales y los vincula; de rechazo, por supuesto, estos últimos proceden sobre aquellos a redistribuciones, alineamientos, homogeneizaciones, arreglos de serie, establecimientos de convergencia. Las grandes dominaciones son los efectos hegemónicos sostenidos continuamente por la intensidad de todos esos enfrentamientos…”

Consideradas desde este punto de vista entonces, las relaciones de poder son, una vez instituidas en los distintos sujetos, grupos e instituciones de la sociedad, inevitables. En un mundo de escasez, particularmente los conflictos de intereses son inherentes a la naturaleza de las cosas. Así también, las relaciones de poder caracterizan la dinámica escolar; primero porque como ya se dijo existen conflictos preexistentes de intereses entre los grupos de una sociedad, y porque las escuelas mayoritariamente reflejan esos conflictos; y segundo porque tal como hemos podido analizar a partir de este trabajo de investigación, las escuelas están sustentadas políticamente de forma tal que los conflictos se crean o se exacerban aunque no siempre se expliciten y los individuos tengan conciencia de ello.

Según se presentó en la perspectiva teórica, Lukes analizó conceptos anteriores a su propuesta en los cuales primero el poder era considerado a partir de un conflicto visible ante una decisión (las decisiones entrañan un conflicto directo, es decir observable), luego consideró también la no decisión, en donde era necesario determinar si las personas o grupos aparentemente desfavorecidos por la movilización de las inclinaciones sufren agravios abiertos o encubiertos; apareciendo también en esta perspectiva el conflicto latente, que estriba en la contradicción entre los intereses de aquellos que ejercen el poder y los intereses reales de aquellos a quienes se excluyen. Lukes hace un esfuerzo de superación criticando las dos concepciones anteriores por considerar que en ambos casos el poder era ejercido ya sea para promover intereses propios o para evitar que prevalezcan intereses de otros presuponiendo que los actores sociales son siempre conscientes de cuáles son sus intereses y esto no siempre es así. Desde su punto de vista, el fracaso de la acción puede provenir desde un rechazo a hablar, desde la inhabilidad del actor para ver desde el inicio la necesidad de actuar. Este último concepto corre evidentemente la mira del conflicto explícito.

Se puede decir, entonces, provisoriamente que, la mayoría de los estudiosos del poder consideran que las relaciones de poder se basan en el conflicto, aclarando que no todo conflicto es conflicto de intereses; esto quiere decir que puede haber enfrentamientos y disputas que no generen avasallamiento de los derechos mutuos. Ellos consideran que toda relación de poder es aquella relación que, una vez dado o establecido el conflicto de intereses, se trata de ocultar, mantener o incluiso legitimar el conflicto original (Azzerboni, Harf) y el ejercicio exitoso del poder depende de la importancia relativa de los valores en conflicto en la mente del destinatario de la relación de poder.

Hay en esta perspectiva un problema ya que el conflicto o la compatibilidad de intereses no es siempre una cuestión de elección para las partes, los actores pueden o no ser conscientes de ello. Esta inconsciencia fue analizada –por lo menos de manera aparente- en los docentes entrevistados y hasta en algunos de los directivos. En esto trataron de avanzar algunas posturas como la de Lukes, sin embargo, quedan intrincados en el conflicto como base para estudiar el poder.

La posición de Foucault termina por desviar el tema del poder de la mirada del conflicto. Incluso hay autores que reconocen que puede haber poder sin necesidad de la existencia de conflictos entre los involucrados, tal es el caso de de Hanna Arendt que parte del concepto de poder como potencia en acto de Baruch Spinoza.

Foucault apunta más bien a hablar de asimetría, de desigualdad, de enfrentamiento de fuerzas antes que de conflictos. “El término "poder" designa los relacionamientos entre "compañeros" (y con esto no estoy pensando en juego de suma-cero, sino simplemente y por el momento permaneciendo en términos generales, en un entramado de acciones que inducen a otras acciones y que se concatenan entre sí).”

Dilucidada la primera cuestión, se pasa ahora a revisar la idea de poder coercitivo, también plasmada comúnmente en la literatura sobre el poder.

Si toda relación de poder partiera de un conflicto de suma cero, es decir, cuando las dos partes quieren poseer lo mismo, entonces siempre habría una de las partes que ganaría y la otra que perdería. Desde esta perspectiva el poder tiene un carácter manipulador y coercitivo.

Ahora bien, lo que se intenta recuperar es la noción de poder de Foucault que implica una relación de fuerzas y la idea de que el poder pone en juego las relaciones entre individuos y no que se ejerce sobre las cosas . La relación de fuerza a la que refiere este autor no implica necesariamente la violencia. En las posturas más convencionales sobre poder, la fuerza se dirige hacia objetos o sujetos que destruye o cambia mientras que en Foucault, las fuerzas tienen como objetivos otras fuerzas; de modo que la fuerza es una relación. Hay una serie de relaciones de poder que comprende acciones sobre acciones: incitar, inducir, desviar, facilitar, dificultar, ampliar, etc. El poder es una relación entre sujetos de acción y supone la libertad de los participantes. La relación es del orden de la lucha que puede ser o no antagónica, como incitación recíproca, provocación permanente. El poder está más bien en el orden de la gobernabilidad en el sentido de estructurar el campo de acción de los otros. Las fuerzas del poder se definen por su capacidad de afectar a otros que tienen la posibilidad de resistir.

El eje de esta propuesta es ver el poder en su carácter productivo y no el represivo (aunque el autor no niegue esa posibilidad). El poder es sobre todo productor de realidad, más que ideologizar, produce verdad. Produce y no sólo limita.

Foucault sostiene que se exagera con el sentido negativo que se le da al poder “ya que si el poder no tuviese por función más que reprimir, si no trabajase más que con el modo de la censura, a la manera de un superego, si no se ejerciese más que de una forma negativa, sería muy frágil. Si es fuerte es debido a que produce efectos positivos a nivel del deseo –esto comienza a saberse- y también a nivel del saber. El poder, lejos de controlar el saber, lo produce”. Se lo debe estudiar de modo ascendente, lo que lleva a verlo no como dominio homogéneo de un grupo o clase sobre otro, sino como una organización circulante similar a una red. Desde esta mirada lo que importa no es la intención, lo que los sujetos desean y por qué desean ejercer el poder porque las razones son múltiples y a veces contradictorias, sino cómo funcionan las cosas en esos procesos continuos que someten nuestros cuerpos, gobiernan nuestro gestos o conductas y que, en definitiva nos constituyen como sujetos. “Para Foucault es fundamental saber cómo se ejerce el poder en vez de buscar qué es el poder” .

Este avance en la respuesta de algunas de las discusiones centrales en torno al tema del poder dibujan un recorrido posible par pensar la cuota positiva de las relaciones de poder en la escuela.

El trabajo de investigación mostró la instauración de un estilo de poder autoritario, signado desde los niveles centrales del sistema educativo, matizado al interior de las escuelas por momentos de participación e intercambio. Ahora bien, todo lo expuesto en los capítulos de análisis fue acompañando, a la vez por la construcción de un concepto de poder con posibilidad de contrapoder, de movilización de las fuerzas instituyentes frente a lo pautado, con intención de desnaturalizar ciertos estilos de funcionamiento macro y microinsitucional.


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