BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales


LA DIMENSIÓN INMATERIAL DEL PAISAJE. UNA PROPUESTA DE DOCUMENTACIÓN, CARACTERIZACIÓN Y GESTIÓN DEL PATRIMONIO CULTURAL INMATERIAL

Juan Martín Dabezies Damboriarena


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FUNDAMENTACIÓN TEÓRICA.

El desarrollo del SIA estuvo basado en los planteamientos teóricos y metodológicos de la Cadena Valorativa, propuesta y manejada por el LaPa, en la cual los elementos pretéritos pasan por una serie de estados, en los cuales se les va agregando valor (interpretativo, simbólico, económico, etc) (AMADO, et al., 2002; CRIADO, 1993; 1996; 1999).

En este caso se establece una conceptualización agregada para el desarrollo de este sistema, en donde se considera que cada etapa de la cadena, constituye un estado de representación de los elementos con los cuales se trabaja. Por otra parte, lo que se representa, se denomina entidad. Según González Pérez (1999, pág. 14):

Denominaremos entidad a cualquier porción de la realidad observada cuyo grado de autocontención es suficiente como para presentar identidad propia. Estas entidades son las que pueden ser objeto de representaciones.

El concepto de representación que subyace al SIA, es de corte sausseariano, en donde, como “un proceso que genera un referente a partir de un sustrato”. Por otra parte, existen diferentes niveles de representación, con lo cual lo que es un sustrato a un nivel, puede ser un referente en otro15 (GONZÁLEZ PÉREZ, 1999, pág. 15).

La Cadena Valorativa

El patrimonio arqueológico no es algo que venga dado, se genera a partir de valoraciones realizadas a través de diferentes prácticas sociales. Si bien se trata de objetos físicos, lo que le da vida son valoraciones y prácticas sociales en el presente, o sea el patrimonio arqueológico no es nada sin la sociedad, son significantes sin significado.

Los principales agentes que se vinculan con el patrimonio arqueológico son los profesionales, el Estado (a través de textos normativos) y el conjunto social, dentro del cual podemos tratar individualmente a las empresas privadas (González Méndez, 2000).

Una metodología que conjugue las diferentes valoraciones que recaen sobre el patrimonio arqueológico debe contemplar los diferentes agentes involucrados. La metodología de la cadena valorativa pretende ordenar las diversas fases y dimensiones del proceso de valoración de los bienes arqueológicos, permitiendo así estructurar el trabajo arqueológico (GONZÁLEZ MÉNDEZ, 1999).

Para alcanzar una solución lo más intersubjetiva posible, se debe saber primero de qué se está hablando, es decir, se debe delimitar el registro para que el arqueólogo pueda decidir, en el momento que descubre un elemento, si éste merece ser recuperado como registro. Inmediatamente después, se debe intentar reconstruir el significado original de los objetos arqueológicos (o al menos acercarse lo más que se pueda). Esta es la primera valoración o interpretación, la cual debe ser realizada por los arqueólogos específicamente (GONZÁLEZ MÉNDEZ, 1999).

Esta primera etapa de la cadena valorativa es denominada valoración arqueológica. Lo que se obtiene de la misma es un modelo descriptivo-interpretativo de las entidades arqueológicas. La validez de estos modelos es siempre provisional y está sujeta a los diferentes juegos de la ciencia (CRIADO, 1996).

En segundo lugar se ubica la valoración o evaluación patrimonial. Ésta es considerada una práctica interpretativa que intenta abordar el valor actual del registro arqueológico desde un punto de vista patrimonial, para poder resolver el problema de la constitución del patrimonio arqueológico a partir del registro arqueológico (CRIADO, 1996). Es la práctica que según la valoración previa sobre un bien (valoración arqueológica), los datos disponibles sobre él y las características o demandas del contexto social que actúa sobre él, define su posición como patrimonio arqueológico (GONZÁLEZ MÉNDEZ, 1999).

La tercera fase de la cadena, es la revalorización. Según Criado (1996) consiste en la práctica que convierte el patrimonio arqueológico en bienes (cosas, productos) pasibles de entrar en el mercado, posibilitando una rentabilización sociocultural del mismo, ampliando su sentido y valor previo.

Criado (1996) diferencia dos tipos de prácticas de revalorización: la rehabilitación y la rentabilización. La rehabilitación es la acción física sobre el patrimonio arqueológico, mientras que la rentabilización es la revalorización del patrimonio arqueológico mediante una acción intangible, añadiéndole un argumento al objeto físico (CRIADO, 1996).

Todo este proceso denominado cadena valorativa es una racionalización de varias prácticas que el arqueólogo realiza (o debería realizar) inconscientemente. La virtud de esta cadena es que como tal, se trata de un encadenamiento teórico que tiene su contracara práctica que es que cada fase debe ser precedida por la anterior. Este encadenamiento a su vez tiene una serie de implicancias concretas tales como que:

permite seleccionar los bienes que integran el patrimonio arqueológico y establecer niveles de gradación

ofrece un modelo coherente e integral de gestión del patrimonio arqueológico

es un modelo amplio que permite que dentro de él puedan entrar los diferentes dominios de la arqueología

presenta una organización y equilibrio interno que permiten derivar de él una serie de principios orientadores de la práctica.


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