José María Amenós Vidal y otros
Esta página muestra parte del texto pero sin formato.
Puede bajarse el libro completo en PDF comprimido ZIP
(48 páginas, 211 kb) pulsando aquí
En Sudáfrica, también el descubrimiento de ricos yacimientos de oro y diamantes, hizo cambiar la actitud comprometida de respetar la independencia del Transvaal y el estado libre de Orange, lo que dió origen a nuevos enfrentamientos con los ingleses.
La primera guerra anglo-bóer se desarrolló entre el 16 de diciembre de 1880 y el 23 de marzo de 1881, y la segunda entre el 11 de octubre de 1899 y el 31 de mayo de 1902, y dieron como resultado la extinción de las dos repúblicas independientes que los últimos habían fundado.
La eclosión de la segunda guerra anglo-bóer tiene su inicio con los acuerdos de asistencia militar mutua entre las repúblicas bóers de 1889, cuyo periodo de máxima actividad se sitúa entre 1899-1902 en el laager (carreteras de bueyes), y que impuso finalmente la unidad colonial inglesa a los afrikaners.
En total, la guerra costó unas 75.000 vidas: 22.000 soldados británicos (de los cuales 7.792 causaron baja en batalla y el resto por enfermedad), entre 6.000 y 7.000 soldados y 20.000 a 28.000 civiles de los bóer, y alrededor de 20.000 africanos negros.
Cabe recordar que los ingleses inauguraron en esta guerra los “campos de concentración” - estos habían sido concebidos originalmente para los refugiados cuyas granjas habían sido destruidas durante las batallas, y el término "campo de concentración" no tenía el significado negativo actual, puesto que no era más que un campo donde se concentraban los refugiados-; comprendieron 45 campos de tiendas para los internados bóer y 64 para los africanos negros, que albergaban fundamentalmente a ancianos, mujeres y niños, ya que de los aproximadamente 28.000 bóer prisioneros de guerra, 25.630 fueron enviados a campos en el extranjero. Las condiciones en los campos eran insalubres, y las raciones de comida escasas; en el caso de las mujeres e hijos de los combatientes, las raciones eran aún más pequeñas. La dieta insuficiente y las condiciones higiénicas inadecuadas provocaron la aparición de enfermedades contagiosas endémicas como sarampión, tifus y disentería; todo ello, unido a la escasez de instalaciones médicas, provocó un gran número de muertes, como indica un informe posterior a la guerra en el que se concluía que 27.927 bóer (de los cuales 22.074 eran niños menores de 16 años) y 14.155 africanos negros murieron de hambre, enfermedades y penalidades.
En total, aproximadamente un 25 % de los bóer y un 12 % de los africanos presos murieron, aunque investigaciones recientes indican que el número de fallecimientos de africanos negros se subestimó, y que en realidad podría haber estado cerca de los 20.000.