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TEORÍA AUSTRIACA Y EL PROBLEMA DEL CICLO ECONÓMICO

Nicolas Cachanosky

 

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LA LEY DE SAY

“What a country wants to make it richer is never consumption, but production. Where there is the latter, we may be sure that there is no want of the former. To produce, implies that the producer desires to consume; why else should he give himself useless labor? He may not wish to consume what he himself produces, but his motive for producing and selling is the desire to buy. Therefore, if the producers generally produce and sell more and more, they certainly also buy more and more.”

John Stuart Mill

Los economistas clásicos se ganaron un lugar muy prestigioso en la historia del pensamiento económico debido a sus aportes a la doctrina económica, entre los cuales la Ley de Say puede considerarse uno de los más importantes, ya que es uno de los pilares básicos de toda la teoría económica. Como ya vimos, los efectos de una expansión monetaria a través del crédito tiene como resultado una situación económica inferior a la que se hubiese llegado sin la misma. Sin embargo, para poder defender las políticas expansivas alegando que en realidad lo que se hace es fomentar el crecimiento económico, es necesario, de una manera u otra, implícita o explícitamente pasar por alto o contradecir la Ley de Say.

Uno de los errores más recurrentes, es creer que esta expansión monetaria genera un incremento de la demanda agregada, lo cual no es posible dado que no ha aumentado la productividad, y la única manera de tener el poder de demandar algo es poder ofrecer algo a cambio. Durante una expansión monetaria, los individuos demandan la misma cantidad de bienes existentes sin un aumento de la oferta, motivo por el cual la demanda total o agregada se mantiene igual. Económicamente hablando, la demanda agregado no se ha alterado cuantitativamente, aunque sea fácil confundirse mirando los precios nominales o un par de curvas sobre un eje cartesiano.

Dado que ignorar la Ley de Say es un error recurrente incluso dentro de la economía formal o de la mainstream y, que deja la puerta abierta a la adopción de políticas expansivas, veremos que la Ley de Say es tan válida hoy como lo era en su momento, ya que la misma tiene un carácter axiomático en lugar de práctico.

En la época de los clásicos, la economía aún no era una ciencia o disciplina independiente, sino que se comenzaron a desarrollar las primeras respuestas sólidas y consistentes analíticamente sobre ciertas ideas del comportamiento del mercado. Tanto en la época de los clásicos como en nuestros días, cuando comienza a ser evidente algún tipo de recesión o disminución de la actividad económica, se suele argumentar que la misma se debe a una escasez de dinero y liquidez, como si el dinero fuese el lubricante de una máquina y los individuos pistones de la misma que necesitan realizas transacciones aceitosas, o bien a una sobreproducción por parte de los empresarios y productores que necesariamente debe culminar en una crisis económica.

Si Adam Smith se dedicó, entre otras cosas, a refutar el primero de los argumentos, Say se dedicó a hacer lo mismo con el segundo.

Mientras algún bien o servicio sea un bien económico, el mismo no será absolutamente abundante y por lo tanto existirán necesidades que el mismo pueda seguir satisfaciendo. Todavía habrá individuos que estarán dispuestos a dar algo a cambio o renunciar a otra posibilidad por este bien, es decir pagar un precio por el mismo y por lo tanto financiar los costos de producción necesarios para obtener dicho bien. Esto también quiere decir que estas personas preferirían poder disfrutar en mayor cantidad de este bien del que actualmente pueden hacerlo. Por lo tanto, en lo que respecta a los bienes económicos, nunca puede haber sobreproducción, ya que siempre habrá necesidades marginales que el bien pueda satisfacer.

Lo que sí podría suceder, económicamente hablando, es darse el caso de sobreproducción relativa, pero no de sobreproducción “a secas” o absoluta. Que un tipo de bien o servicio sea más importante que otro, no quiere decir que más del bien en cuestión no implique mayor satisfacción para los individuos. Si los individuos desean una cierta cantidad de camisas y zapatos, y los empresarios, confundidos producen una mayor cantidad de zapatos, no hay una sobreproducción de todos los bienes y servicios del mercado. Lo que hay es una sobreproducción de zapatos a la que le corresponde una subproducción de camisas. Por lo tanto, el resultado no será una depresión en todos los sectores del mercado, el precio relativo de las remeras subirá respecto al de los zapatos, marcando diferencias en las rentabilidades dando las señales necesarias a los empresarios para que asignen parte de los recursos aplicados a la producción de zapatos a la de camisas, eliminando tanto la sobreproducción como la subproducción. El poder adquisitivo de las camisas ha subido. Si antes un par de zapatos podía intercambiarse por cuatro camisas, con la sobreproducción de zapatos ahora sólo podrá adquirir tres. El negocio de camisas es bueno comparado con el de zapatos. Ya vimos que artilugios como el acelerador y el multiplicador no pueden interpretar el fenómeno económico correctamente, la teoría de la sobreproducción tampoco puede explicar correctamente el proceso del ciclo económico ya que es imposible que se de el caso de una sobreproducción generalizada en la economía.

En última instancia, los bienes y servicios son pagados por otros bienes y servicios, motivo por el cual el único medio posible de aumentar la demanda es aumentando la productividad. El dinero, es el medio de intercambio generalmente utilizado, motivo por el cual su ratio de intercambio es generalmente observado y forma lo que conocemos como precios monetarios. El dinero es un intermediario, pero no el fin en sí del intercambio, en tal caso cumpliría el mismo rol que un bien o servicio, y lo que se tendría es un trueque de un bien por otro. Los precios monetarios permiten realizar el cálculo económico, que traduce al productor cuántos de los otros bienes y servicios puede adquirir con su propia producción. Si el productor se equivoca en su estimación de los precios futuros, los individuos pagarán por sus bienes precios que no llegan a cubrir su costo de oportunidad y sufrirá pérdidas, y sino corrige su error a tiempo será dejado de lado en el proceso productivo por no cumplir con los deseos de los individuos. Por otro lado, aquellos empresarios que aciertan sobre las discrepancias de precios futuros reciben ganancias y por lo tanto están en condiciones de expandir sus procesos productivos. Lo difícil no es vender, eso lo puede conseguir cualquier individuo bajando el precio lo suficiente, lo realmente difícil es producir lo correcto en el momento correcto con los métodos correctos.

La Ley de Say es uno de los axiomas que prácticamente demuestran y refutan por sí mismos por qué estas teorías de sobreproducción no pueden explicar el ciclo económico y porque las teorías expansivas no generan un aumento de la demanda agregada y crecimiento económico. Este mismo motivo es uno de los cuales lo puso bajo tan especiales críticas y ataques con el fin de poder sostener o recomendar políticas expansivas a la hora de tener que hacer frente a una crisis económica que esas mismas políticas habían generado.

En muchos casos, más que un intento de refutación por parte de los keynesianos y parte importante de la mainstream sobre las enseñanzas de los economistas clásicos, lo que se ve es que se decide no tomarlas en cuenta, como si no existiesen o fuesen una reliquia digna de museo. Todo lo descrito en el capítulo anterior, cuyas bases podrían rastrearse hasta las épocas de Adam Smith, no es tomado en cuenta por las teorías expansivas y de la “demanda agregada”. Estas posturas suelen escudarse en complejos sistemas matemáticos con ecuaciones en diferencia y otros artilugios, entre los cuales se encuentra elegir los supuestos adecuados para obtener los resultados deseados. Gran parte de la fundamentación de estas posturas, consiste en llamar a sus “adversarios” neoclásico u ortodoxos, como si se hubiesen quedado en el tiempo o fuesen un grupo de fanáticos. Es como si la supuesta “novedad” de la “nueva economía” fuese suficiente para aceptar su necesaria verdad. Sin embargo, la inflación y la expansión monetaria es el más viejo de los males económicos, la economía de la demanda agregada no tiene nada de nuevo, todo lo contrario. Lamentablemente, en nuestro mundo y bajo las leyes naturales que nos gobiernan, no hay forma de hacer que las piedras se transformen en pan.


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