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EL PALIMPSESTO DE LA CIUDAD: CIUDAD EDUCADORA

Jahir Rodríguez Rodríguez

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INTRODUCCION

"...para pensar, soñar y escribir sobre la ciudad hay que tener: el amor del poeta, la memoria del historiador, la perspectiva del filósofo, el conocimiento del científico y tener acceso al placer de lo estético...•"

JUAN ÑUÑO.

El título de EL PALIMPSESTO DE LA CIUDAD. CIUDAD EDUCADORA: UN DISCURSO PARA LA DEMOCRACIA Y LA MODERNIDAD, contiene el trabajo orientado a expresar de forma sintética una reflexión sobre la ciudad que adelantada desde una perspectiva teórica, ha venido siendo confrontada y construida en el proyecto político (1) de la Alcaldía Municipal de Armenia, el que finalmente ha sido plasmado en las cláusulas del Plan de Desarrollo 1998 - 2000: Armenia: Ciudad Educadora. Un proyecto colectivo de ciudad.

EL PALIMPSESTO. Las ideas que aquí se traducen en párrafos y capítulos, entrañan las huellas de un largo recorrido y han sido escritas con prisa, pero pensadas despacio. La etimología griega nos indica que Palim, significa retirar y Psestos, a otra parte, a otro espacio; Palimpsesto de la ciudad es eso, un largo tránsito por el mundo de las ideas de la ciudad y sus rostros, ideas reescritas muchas veces, porque no hay que olvidar que la ciudad nos viene de lejos y es el futuro, a la vez.

Y el futuro, como lo dijera Borges, es un presente eterno.

Diríase que el palimpsesto es aquel manuscrito que conserva las huellas de su escritura anterior, para volver a escribir sobre ellas. Según el Diccionario de la Real Academia Española, es un "manuscrito antiguo que conserva huellas de una escritura anterior borradas artificialmente. Tal es la ciudad, permanentes escrituras y reescrituras. Como bien cita Hannah Arendt a Berger: "...las huellas no son sólo lo que queda cuando algo ha desaparecido, sino que también pueden ser las marcas de un proyecto, de algo que va a revelarse..."(2) He ahí pues la ciudad, un proyecto colectivo que se revela desde la perspectiva de Ciudad Educadora. En idéntico sentido, Italo Calvino afirma:

"Los palimpsestos que componen estos escritos "salvajes" superponiéndose a anteriores inscripciones oficiales de todo tipo tomadas como simple superficie de apoyo, o entremezclándose debido a la intervención sucesiva de militantes de grupos, se convierten aquí precozmente en objeto de estudio con método casi paleográfico ...la ciudad es siempre transmisión de mensajes, es siempre discurso, pero una cosa es si este discurso debes interpretarlo tú, traducirlo tú en pensamientos y en palabras, y otra si estas palabras te son impuestas sin escapatoria posible".(3)

En esta línea de pensamiento, ha citado Jairo Montoya Gómez a Italo Calvino: "Hay que cuidarse de decirles _a los visitantes- que a veces ciudades diversas se suceden en un mismo suelo y bajo un mismo nombre nacen y mueren sin haberse conocido, incomunicables entre sí".(4) En esta descripción, la ciudad aparece como el territorio palimpséstico donde se marcan y remarcan sin cesar juegos intrincados de identidades y de relaciones en los cuales se reconocen los ciudadanos.

Sus espacios y lugares signan multiplicidad de referencias, que se reescriben la mayoría de las veces sobre las huellas de su propio devenir, las historias de su presente.

Y así, entre un pasado que insiste en desdibujarse y un presente que quiere resignar sus lugares, la ciudad como materialización espacio-temporal de las lógicas estéticas que configuran el tejido de relaciones entre los ahora, "hombres ciudadanos", persiste en ser el hábitat que construimos y erigimos, en el que moramos en virtud de nuestra historia y que repetimos incesantemente como ejercicio de marcaje de nuestra condición, tal como lo menciona André Leroi Gourhan: El hombre es hombre solamente en la medida en la cual él existe entre sus semejantes y lleva en el ropaje de los símbolos su razón de ser.

No sería exagerado pensar este ropaje de símbolo justamente como el tatuaje propio de nuestra condición humana, en cuyas marcas y huellas se ponen en obra las memorias de la colectividad. Sobre ello ha expresado Lyneh: "invocamos a un mundo en que podamos dejar una marca individual, al lado de las marcas de la historia.(5)

La ciudad es uno de esos registros escriturales. Como espacio organizado y habitado, responde a esa triple necesidad de crear un medio técnicamente eficaz, de conquistar y asegurar un marco de referencia para el sistema social y concretar la posibilidad y la realización de una puesta en orden del universo circulante.

"Lugar antropológico" denomina Marc Augé (6) a esta construcción concreta y simbólica del espacio que no podría por sí sola dar cuenta de las vicisitudes y de las contradicciones de la vida social, pero a la cual se refieren todos aquellos a quienes ella les asigna un lugar por modesto o humilde que sea. Y como lugar antropológico, la ciudad es una inmensa escritura palimpséstica, lo cual nos permite enunciar al menos dos consecuencias básicas para nuestro caso; en primer lugar, no hay significaciones originarias que instauradas desde el momento de su realización, doten y legitimen ya de sentido a los monumentos de la ciudad y que en el devenir imperioso de la misma se vayan perdiendo lentamente. Las marcas visibles del espacio ciudadano no cargan una significación primaria que poco a poco se fuesen borrando. Verdaderas huellas caligráficas, esos lugares y espacios reinscriben sobre su superficie el ejercicio de nuevas significaciones: hasta el punto que cada elemento de la ciudad se constituye a partir de la huella de los demás elementos-huellas que la configuran.

En segundo lugar, el "vaciado de sentido" de la ciudad no es el efecto perverso del mundo contemporáneo. No asistimos hoy a la pérdida de unos valores referenciales que daban razón de ser a una "ciudad soñada", experiencia por lo demás repetida cuando se "desplaza" hacia atrás la mirada para intentar comprender un presente, en esa eterna búsqueda de un "punto de partida deseado".

Asistimos más bien a otra forma de leer, si se quiere, las marcas citadinas, justamente porque sobre esas marcas se han escrito otros procesos de semantización que nos colocan por lo contrario ante la exigencia de analizar esos procesos de desterritorialización que ella nos presenta hoy y describir en sus líneas e intersecciones, en sus recorridos y en sus rutas, en sus interacciones, encrucijadas y centros, la polivalencia de las ciudades imaginadas(7).

Advertimos hoy una ciudad fragmentada en miles de "citas" y de reenvíos que conviven en sus espacios haciendo de la ciudad una auténtica obra de collage: los espacios de la política, de la convivencia y del conflicto, de la comunicación, del hábitat, de la educación. En suma, el espacio de la individualización misma se mezcla e hibridan en una polisemia tal que la comprensión de ella, como un único "lugar antropológico", cada vez parece disolverse de manera irremediable.

Es ese "orden de lo imaginario", el que está cruzado en sus marcas visibles por una gama de memorias que luchan incesantemente y desde sus más variadas instancias por definir y delimitar sus espacios. Y es ese orden de lo imaginario el que sujeta hoy nuestra condición humana fragmentada cuya comprensión es tarea de una antropología del presente. "Ya no hay análisis social que pueda prescindir de los individuos, ni análisis de los individuos que pueda ignorar los espacios por donde ellos transitan", sostiene Marc Augé en el epílogo de su texto.(8)

En este orden de ideas, Ciudad Educadora debe transmitir la presencia de la escritura, la potencialidad de su uso diverso y continuo, no la falta de sus manifestaciones efectivas. La ciudad educadora ideal es aquella sobre la cual planea un polvillo de escritura que no se sedimenta ni se calcifica. Pero que reaparece, tal como en el portentoso recuerdo de Oriana Fallaci: "El más bello monumento a la dignidad humana es el que vi sobre una colina del Peloponeso, junto con mi compañero Alejandro Panágulis, el día en que me llevó a conocer a unos cuantos miembros de la resistencia.

Era el verano del 73 y Papadópulos estaba todavía en el poder. No era una estatua ni tampoco una bandera, sino tres letras OXI, que en griego significa NO. Hombres sedientos de libertad la habían escrito entre los árboles durante la ocupación nazifascitasta y, durante 30 años, aquel NO había estado allí, sin desteñirse con la lluvia o el sol. Después los Coroneles lo hicieron borrar con una capa de cal. Pero enseguida, casi por sortilegio, la lluvia y el sol disolvieron la cal. Así que día tras día, el NO reaparecía, terco, desesperado, indeleble."(9)

Así como la ciudad, los cuerpos también forman parte del espacio, constituyen paisajes y escenarios y, en sí mismos, son un volumen, una espacialidad que aparece desgastándose en el tiempo. Sobre los cuerpos se encuentra el estigma de los hechos pasados, de él nacen los deseos, los desfallecimientos y los errores; en él se entrelazan pero también en él se desatan, entran en lucha, se borran unos a otros y continúan su inagotable conflicto... como lo describe Foucault: "el cuerpo es una superficie de descripción de los sucesos, lugar de disociación del yo, volumen en perpetuo derrumbamiento".(10)

En esta dirección el profesor Delgado en reciente texto ha profundizado sobre esta idea y citando a Certau destaca que el esquema de la calle, la naturaleza puramente diagramática de lo que sucede en espacio público puede asimilarse a la noción de no-lugar, tal y como lo ha perfilado hermosamente Michel de Certau. Ámbito constituido por la acción innumerable, indeterminada, en apariencia insensata, de "productores malconocidos, poetas de sus asuntos, inventores de senderos en las jaulas de la racionalidad funcionalista" (11), ajenos a las marcas de los territorios prefabricados por los que se desplazan: los transeúntes imprevisibles, los peatones elaboran, entre el lugar del que parte y el lugar al que habrán de llegar, esos no-lugares por los que se escucha susurrar el murmullo de la sociedad, rumor infinito que producen al caminar los anti-héroes anónimos que van y que vienen que circulan desbordándose o derivando por los relieves que le son impuestos.

Por los no-lugares se desparraman los paseantes, cuyos cuerpos escriben un cuerpo que no pueden leer, que nadie puede leer, en tanto se escapa de toda legibilidad. Los trazos de esas escrituras, infinitamente entrecruzadas, componen una historia múltiple de la que no hay autores, ni espectadores, hechas de fragmentos, de trayectorias y de alteraciones. Contrastando con toda representación, permanece cotidianamente, indefinidamente otra. Así, de un lado, tenemos la ciudad geométrica, geográfica, hecha de construcciones visuales, planificada, legible. Del otro, la ciudad-otra, poética, ciega y opaca, trashumante, metafórica, que mantienen con el usuario una relación parecida a la del cuerpo a cuerpo amoroso. Allí se registran prácticas microbianas, singulares y al tiempo plurales, que pululan lejos del control panóptico que proliferan muchas veces ilegítimamente, que escapan de toda disciplina, de toda clasificación, de toda jerarquización.(12) Por estas y por otras razones la ciudad es un palimpsesto.

 


1. El concepto de proyecto político es desarrollado a partir de la teoría de Sergio Boisier, el cual plantea que este debe ser capaz de convertirse en un agente de cohesión y movilización social, un proyecto cultural productor de percepción colectiva de identidad, debe ser capaz de convertir la región (ciudad) en sujeto de su propio desarrollo. En definitiva, el proyecto político busca construir política y socialmente una región (ciudad). Un mayor desarrollo conceptual de esta propuesta puede leerse en: BOISIER, Sergio. En: El difícil arte de hacer región. Peisa. Cuzco. 1992.

2. ARENDT, Hannah. ¿Qué es la política?. Citando a John Berger. Paidós. Barcelona. 1997. p. 9.

3. CALVINO, Italo. La ciudad escrita: epígrafes y grafitis. En: Rev. CAMACOL. N.47. Bogotá.1991.p 118 y ss.

4. MONTOYA GOMEZ, Jairo. Gramatología o Etnología de lo cercano: La ciudad como escritura. En: La Ciudad. Rev. Universidad del Valle No. 14. Santiago de Cali. 1996. p. 48.

5. Cfr. Citado por VELASQUEZ ARCILA, Claudia. En: Lugares para la historia. Magazín Dominical del Espectador No. 38. Santa fé de Bogotá. 1990. p 7.

6. Cfr. AUGE, Marc. Los "no lugares". Espacios del anonimato. Una antropología sobre la modernidad. Gedisa. Barcelona. 1998.

7. Cfr. MONTOYA. Op cit. El autor advierte que puede considerarse la ciudad como tránsito de memorias privadas y colectivas, diurnas y nocturnas, masculinas y femeninas, prohibidas o no, es justamente a condición de ver en ella no tanto un gran museo de "monumentos" que al fosilizar los "símbolos y valores ", crean la ilusión de una "Ciudad Primigenia", un "San Alejo de las Memorias" que convierten a la ciudad en un simulacro cuando en restituir en sus signos y en sus marcas las huellas y registros de sus escrituras palimpsésticas.

8. Cfr. AUGE. Op cit

9. FALLACI, Oriana. Entrevista con la historia. Introducción. Círculo de Lectores. Bogotá 1980. p 6.

10. FOUCAULT, Michel. Nietzche, la genealogía y la historia. Microfísica del poder. La Piqueta. Madrid. 1979. p. 14 y ss.

11. DE CERTAU, Michel. L`invention du quotidien. Arts de faire, Gallimard. París. 1990. p 1.

12. Cfr. DELGADO RUIZ, Manuel. Ciudad líquida, ciudad interrumpida. Universidad de Antioquia. Medellín. 1999. p 13 y ss.


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