¡Pobre Suiza! No Sabe de Geografía
BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

 

URUGUAY UN DESTINO INCIERTO


Jorge Otero Menéndez

 

 

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¡Pobre Suiza! No Sabe de Geografía

Examinemos rápidamente un país con el cual fue comparado reiteradamente el Uruguay en el pasado y que en la actualidad su posición internacional ha ocupado la atención mundial. Me refiero a Suiza que recientemente ingresó a las Naciones Unidas como su miembro número 190[i].

La Confederación Helvética ocupa un territorio de unos 40 mil Km2, donde viven 7.300 mil habitantes y es ocupado fundamentalmente por montañas y bosques. La extensión aprovechable no es mayor a la de nuestro departamento de Tacuarembó. Allí se crían casi dos millones de cabezas de ganado vacuno, otro tanto de porcinos y medio millón de lanares. Y se planta remolacha (no les explicaron que era muy caro el costo), trigo y papas - por cierto mucho más ricas que las mejores que estamos resignados nosotros a saborear que, dicho sea de paso, corresponde a la peor variedad de las casi dos mil que cuidaba el imperio incaico, que del Perú es originario éste maravilloso tubérculo, muchas de cuyas extraordinarias cualidades le son extrañas a todo consumidor en Uruguay, desde que las que se encuentran a disposición del pública son de muy baja calidad.

Su población, la de Suiza, que no es étnica, ni religiosa, ni lingüísticamente homogénea, goza de la mejor calidad de vida del planeta y una convivencia política de tal naturaleza que pocos saben – lo cual impresionó a don Pepe - quién es el presidente de la Confederación. Sus índices de lectura ni siquiera podríamos soñar en alcanzarlos en varias décadas, con el actual núcleo de poder, claro, y sobran fuentes de trabajo. Cada suizo, además, habla por lo menos tres idiomas – los oficiales de su país: el alemán, el francés y el italiano – y uno de alcance más general, como le explican a uno: el inglés.

Su pueblo ha dado personalidades como Paul Klee, Alberto Giacometti, Le Corbusier, en fin. O psiconalistas como Carl G. Jung. ¿Y quien no recuerda, al menos por Heidi, a Johanna Spyri?

En el año 2002, el científico suizo Kurt Wûthrich se llevó la mitad del premio Nobel de Química por “el desarrollo de la espectroscopia por resonancia magnética nuclear, para la identificación de la estructura tridimensional de las macro-moléculas en solución”. La otra mitad del premio fue compartida por un científico japonés y otro estadounidense. Y ha ofrecido héroes legendarios al mundo, de dudosa existencia pero de fuerte representatividad a quien von Schiller le dedicó un drama, Rossini una ópera y nuestro José Belloni una escultura a pedido de la colectividad helvética residente en Uruguay, con motivo del centenario de nuestra Jura de la Constitución: Guillermo Tell.

Su Producto Bruto Interno en el 2000 superó los 270 mil millones de dólares (407.000 millones de francos suizos) y su ingreso per cápita ronda los 37 mil dólares anuales (55.000 francos suizos). Su sector primario representa el 4.6% de la actividad laboral; el secundario, 26,5% de la misma, y el terciario, 68.9%. Destacándose en éste último el comercio con 16,3%, la Banca y Seguros con 5.2%, y Salud y Transporte que llegan casi al 38% de la fuerza laboral. El turismo ocupa el 5.6%, siendo un 42.7% del mismo consecuencia del turismo interno.

La inversión pública en investigación tecnológica alcanza para el período 2002-2003 a los 10 mil millones de dólares, siendo superada por la privada. Su poderosa industria farmacéutica es un ejemplo de ello.

Esta Suiza, “determinada geográficamente” o, si se quiere, con la “condicionalidad objetiva” de su mediterraneidad tiene la flota fluvial y lacustre mas importante del mundo.

Sin cacao produce de los mejores chocolates y, en su reducida extensión territorial, en la mayoría de la cual ocho meses del año es invierno, sus lácteos son de primerísima calidad.

No cuenta prácticamente con recursos naturales, pero ofrece y exporta servicios, con calidad insuperable. Es un pequeño país que ha construido una imagen de orden, seriedad y trabajo, que lo ha convertido en la caja de seguridad financiera del mundo.

En la industria textil - ya que se especializaron en su producción - trabajaron y perfeccionaron los suizos los bienes de capital correspondientes a esta actividad. Hoy día la Confederación Helvética es la tercera potencia del mundo en la misma.

Su importante industria química tiene el mismo origen: el mejoramiento de la producción textil. Todo puesto bajo protección. Nada de intemperies ridículas, ni concesión alguna a deshumanizadas ideologías, como es lo que predomina en nuestra región.

Ni hablemos de los niveles alcanzados en materia educativa en sus universidades e institutos de enseñanza técnica, los cuales son muy difícilmente superables. Y fueron concientes que era también el educativo un problema de calidad y no cantidad. Contrariamente también a lo ocurrido en nuestro país que debe contar ya con mas Universidades y centros de Altos Estudios que los propios suizos.

De hecho, ninguna potencia industrial en el mundo llegó a ser tal siguiendo las recetas desarrollistas tontas que predominan en nuestro país desde fines de la década del cincuenta, casi desde comienzos de los sesenta. Y hoy día, en esas naciones industrializadas, la defensa de su actividad y de su gente continúa siendo lo prioritario en su política exterior. Nada de mercados, madurados y crecidos a horno de impaciencia, ni de productos alimenticios básicos importados después de pasar por los “peajes” de las instancias burocráticas, con fecha de vencimiento a punto de ser cumplida.

Una economía, la nuestra no ya de balneario, sino de “sala de tránsito” de segunda clase, no frecuentable ni frecuentada parecería ser el objetivo.

Pero no es así. La ansiedad por encontrar un camino claro de desarrollo económico del país domina a todos los sectores políticos. Sin embargo, la buena fe no alivia el drama, sino la culpa. Y nadie busca individualizar culpables, afortunadamente.

En el caso de este trabajo, simplemente deseamos recordar al respecto que se necesita tanta fuerza para navegar contra la corriente, como para transitar a su favor en un rápido, si se quiere mantener la dirección de la embarcación y a salvo ella misma.

El Uruguay, es cierto, no tiene posibilidades de fijar condición alguna del comercio internacional, salvo a través del agujereado derecho internacional - lo que es muy poco decir - en el cual, por otra parte, hemos perdido mucha consideración en el escenario mundial.

Como no se puede marchar sin esfuerzo por el rumbo que nos marquen desde fuera, se debe rechazar el mirar como un termómetro de nuestra salud económica nuestra balanza de pagos – la que refiere a los ingresos y salidas de divisas, cualquiera sea su origen – y aceptar la comercial. Aquella será superavitaria en la medida no sólo que exista confianza en nuestra economía sino, además, en la de nuestros vecinos, lo cual es un imposible que pueda darse con una prolongación en el tiempo que la convierta en eficiente.

Parecería que, en lo que hace a nosotros, lo arbitrariamente designado como globalización en su definición menor pero tal vez la única clara – el libre y rápido flujo internacional de capitales y sus abruptos cambios de rumbo – se verá notoriamente afectada. No creo que exista posibilidad que nuestro país pueda mantener ese régimen – ¡del cual fuimos absurdamente pioneros! – a estar a la situación económica de Argentina y Brasil, y su futuro inmediato, sin tomar en cuenta la dependencia a las tasas establecidas por la Federal Reserve, las cuales no es de descartar que marchen a la suba, incrementándose, consecuentemente, los servicios de deudas.

¿Acaso se piensa que es menester cuidar que los suizos no compren excesivamente mercaderías en la frontera con Francia, por ejemplo, porque son éstas notoriamente más baratas? De ningún modo. Todos tienen conciencia que lo otro es lo perjudicial. El contrabando no es un mal solo porque es ilegal – esto es modificable según como actúen los lobbies – sino simplemente porque significa perjudicar a un vecino que trabaja en el mismo ramo, haciendo el mejor y más leal de sus esfuerzos, con el respaldo explícito unas veces; implícito en el respeto a las reglas de juego por parte del gobierno, en otras.

Aquí, en Uruguay, reprimir el pequeño contrabando tiene otro sentido: castigar a quien carece de poder adquisitivo para estar en el mercado formal.

Para los suizos, si terceros alcanzan precios menores no serán por eficientes sino por alguna otra cosa. Todos trabajan y toda actividad tiene una transparencia que aquí, en el Cono Sur, es ajena incluso para las actividades públicas satelitales más alejadas del poder central.

Pero ésta cultura por el trabajo nacional nace y se nutre de su política exterior que no conoce de otra atadura que el respeto por los connacionales, no con una ideología, una dudosa emoción o una liviana esperanza de acierto incierto.

Cuando la industria helvética de relojería parecía ser avasallada por la electrónica en dicho ramo, su reacción sorprendería a nuestras ilustradas elites: el sector público ayudó a la adecuación de los productores y fue mejorado hasta el trabajo sobre el cuarzo.

Claro, no se trataba de apoyar en un período breve determinada actividad en que se beneficiaba gente que era sólo amiga y poco tenía que ver con la producción – como ocurrió en nuestro país con la industria textil, donde se llega incluso a derogar precios de referencia apenas unos días a beneficio de financiadores de elecciones, mientras la industria ve caer sus últimos restos. Suiza es un país en serio. Sus elites respetan a su gente, a sus productores.

Más del 20% de los habitantes de la Confederación Helvética son extranjeros porque los nacionales no son suficientes para atender la demanda laboral del país. Mientras tanto, aquí.....

El 27 de noviembre de 2000 se firmó el Acuerdo de Libre Comercio entre México y la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA, en su sigla inglesa), integrada por Suiza, Noruega, Islandia y Liechtenstein. (Repárese la vecindad de los tres primeros miembros entre sí y la incidencia de la geografía que el acuerdo significa)

Suiza coloca actualmente el 94% de las exportaciones del EFTA en México, lo que representa, a cifras de 1999, una exportación de U$S 700 millones y las importaciones suman U$S 400 millones.

Con este acuerdo, el EFTA se propuso corregir las desventajas surgidas para éste de lo acordado entre la Unión Europea y México.

Los productos aztecas no pagarán aranceles al ingresar a los países miembros del EFTA mientras que estos deberán abonar un 60% de la vigente, bajándose gradualmente ésta tarifa hasta llegar en el 2007 a un arancel cero.

Es de recordar, que Suiza no forma parte de la Unión Europea, y ni se le ocurre por el momento siquiera considerar dicho ingreso, pese a que han intentado explicarle que lo vecinal es lo determinante. Eso sí, mantiene relaciones comerciales con todos los países del mundo que económicamente le interesan.

Una pequeña república mediterránea, circundada por naciones que han conocido diversos conflictos bélicos y que aliadas constituyen uno de los bloque más fuertes del mundo, no han resultado datos suficiente para el imperativo geográfico que nos refieren, que debió bastar por sí solo si nos atenemos a la renovada versión criolla de la maternidad de la historia.

Asimismo, es indiscutible la descentralización política de su gobierno y lo “pesado” de su funcionamiento institucional. Y ha mantenido niveles de vida con los cuales ni sueña el bloque entero del Cono Sur que, además, no supera como debiera por su tamaño el producto bruto de ese “paisito” llamado Confederación Helvética.

Nosotros, por nuestra parte, para salir de la diminutiva condición, aligeramos la integración del Ejecutivo en 1966; centralizamos las decisiones de políticas públicas y lo sustancial de la recaudación impositiva en la misma fecha (en cualquier momento a alguien se le ocurre tercerizarla); votamos como ciudadanos sobre muy pocas cosas que hacen al quehacer del Estado y nos sometimos al determinismo geográfico, integrando el MERCOSUR en igualdad de condiciones que Argentina y Brasil – esto es, abandonando las ventajas previas obtenidas. Sin embargo, aquí estamos: luego de la euforia con que se iniciaron cada una de esas etapas llegamos – en los hechos, lo cual nunca será reconocido, en situación que ya se reiteró - a las condiciones de recibir la ayuda de la FAO[ii] para los países de menor ingreso per cápita del mundo. Y no es la primera vez que ocurre en estos años.

Si es cierto que nuestro pueblo es lo que se dice habitualmente de él, ¿de quién será entonces la culpa que nos hallemos en la situación en que nos encontramos? ¿Quien buscó y concretó la dependencia a la inestabilidad vecinal en nuestra economía? Nuestras cúpulas. Todas nuestras cúpulas. Y No es consuelo indicar que nuestros vecinos están peor. 

Podríamos citar el caso de Sudáfrica la cual ya ha realizado el ambicionado acuerdo con la Unión Europea (UE) y por el cual se le respeta incluso la elaboración de productos bajo nombres que otros terceros países tienen vedado hacerlo, como es el caso de algunas bebidas alcohólicas (el Jerez y el Oporto)[iii].

Preferimos recordar el ejemplo de Chile, por eso de la vecindad. Tal vez el error transandino ha sido no tomar las debidas precauciones respecto a las inversiones realizadas en el área. Sus pequeñas caídas en la emoción mercosuriana, empero, le costarán caro.

[i] Al convertirse en miembro de la ONU, Suiza perdió su estatuto de observador que conservó durante 54 años, hasta el 3 de marzo pasado, en que el pueblo suizo se pronunció por un 54,6% de los votos a favor de esta adhesión tras haberla rechazado en 1986 por un 75,7% de los sufragios. 

[ii] Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO, en su sigla inglesa) fue creada por iniciativa del presidente estadounidense Franklin Roosvelt manifestada en mayo de 1943. Es un organismo que funciona dentro de la órbita de las Naciones Unidas, y su sede se encuentra en Roma. 

[iii] En octubre de 1999 se firmó el acuerdo bilateral entre Sudáfrica y la Unión Europea, que regula las relaciones comerciales – en beneficio de Sudáfrica por atenderse su condición de desarrollo menor frente a Europa –, la ayuda financiera, la cooperación sociocultural, en fin. Este convenio, de tiempo indeterminado, es compatible con los otros convenios que Sudáfrica mantiene merced al Acuerdo de Cotonú, heredero de los Convenios de Lomé I, II, III y IV que la entonces comunidad firmó con los países de la ACP (África, Caribe y el Pacífico). Asimismo, Sudáfrica integra la Unión Aduanera del África Meridional (SACU) con Botswana, Lesotho, Namibia y Swazilandia con tasas de aranceles comunes aplicables a las mercaderías que ingresan a cualquiera de estos países desde fuera del área geográfica de SACU. Los bienes importados en la región pueden ser trasladados dentro de la zona sin pagar aranceles desde que lo hacen con tasas de aranceles comunes aplicables a las mercaderías que ingresan a cualquiera de estos países desde fuera del área geográfica común. Totalmente diferente a esa unión aduanera que no es, constituida en el Cono Sur.

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