EL MERCADO DE TRABAJO EN EL ÁREA METROPOLITANA DE CENTRO OCCIDENTE
BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

 

POBREZA, INSERCIÓN PRECARIA Y ECONOMÍA POPULAR EN RISARALDA

Mario Alberto Gaviria Ríos
Hedmann Alberto Sierra Sierra

 

 

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CAPITULO II. EL MERCADO DE TRABAJO EN EL ÁREA METROPOLITANA DE CENTRO OCCIDENTE

Mario Alberto Gaviria Ríos

Es necesario advertir que desde enero del 2000 las estadísticas que describen el mercado laboral de las principales áreas metropolitanas del país dejaron de ser plenamente comparables con los registros anteriores. El DANE cambió la metodología de la encuesta nacional de hogares (ENH) por la encuesta continua de hogares (ECH), incorporando cambios relacionados con los parámetros que definen las personas ocupadas, desocupadas e inactivas.

Teniendo en cuenta esta limitación en el análisis, se puede afirmar que el país y el AMCO enfrentan desde la segunda mitad de los noventa un deterioro en su mercado laboral. Esta situación ha sido especialmente grave en el AMCO debido al debilitamiento que ha sufrido la actividad cafetera, que sigue siendo un renglón fundamental en su economía, y se ha hecho manifiesta en las altas tasas de desempleo que ha enfrentado ésta entidad territorial en los últimos años.

EVOLUCIÓN Y DETERMINANTES DE LA TASA DE DESEMPLEO EN EL AMCO.

Las estadísticas sobre desempleo que reporta la encuesta de hogares del DANE muestran algunos elementos generales (ver gráfico No 1):

Las altas tasas de desempleo en el Área Metropolitana han sido persistentes en los últimos años. De manera concreta, desde 1996 estas tienden a conservar un nivel superior al 15%.

Desde finales de 1994 la tasa de desempleo del Área Metropolitana Centro Occidente ha estado por encima del promedio de dicha tasa en las 7 principales Áreas Metropolitanas del país.

Los desequilibrios en el mercado de trabajo del AMCO se ampliaron de manera especial en los dos últimos años de la década de los noventa, cuando la tasa de desempleo casi se duplicó y la población desocupada se elevó en un 56% entre los meses de junio de 1998 y 1999.

En general, los sectores económicos que generan las mayores tasas de desempleo son a la vez los que tienen el mayor número de ocupados (CIR, 2005, 37-38).

Gráfico No 1. Tasas de desempleo

En la explicación del desempleo en el Área Metropolitana y su evolución en los últimos años concurren factores de tipo coyuntural y estructural. En cuanto a lo primero cabe señalar que la recesión que enfrentó la economía local-nacional, y sus consecuencias especialmente críticas en materia de sostenibilidad del empleo y la productividad empresarial, se hicieron sentir en forma intensa en Risaralda y su Área Metropolitana, en donde confluyeron además tres grandes crisis: la del café, la fiscal y la generada por el sismo de enero de 1999.

Entre las causas estructurales se observan aspectos demográficos (relacionados con procesos migratorios, cambios en la estructura etárea y, de manera muy especial, transformaciones a nivel de género y edad en la participación de la población con edad para trabajar en el mercado laboral) y educativos, referidos a niveles insuficientes de formación en la oferta laboral.

- La migración.

En el último período ínter censal Risaralda registró un flujo migratorio neto positivo cercano a las 30.000 mil personas. Dicho flujo fue en parte el responsable de que el departamento halla observado una tasa de crecimiento poblacional superior al promedio nacional, alcanzando esta una dinámica del 3.2% anual frente al 2.7% del país, y solo comparable con la expansión de la población que tuvo Bogotá (3.24%) .

En gran medida esa población migrante se radicó en el AMCO. Según cálculos del CIR (1996), de las 85.934 personas que ingresaron al departamento en los cinco años anteriores al censo, el 76% se instaló en el Área Metropolitana. Más aún, esta zona del departamento recibió el 75% de los flujos internos, los mismos que se elevaron en número a 45.283 personas. A nivel de los municipios que la componen, Pereira recibió un total de 56.386 personas, Dosquebradas 37.395 y La Virginia 5.641.

Análisis más recientes (CIR, 2001) muestran que este fenómeno se aceleró en los últimos años del decenio de los noventa. Según la encuesta nacional de hogares de junio de 1999, el 52% de los inmigrantes llevaban viviendo menos de dos años en el AMCO. Así mismo, el 25% de estas personas tenía entre 25 y 40 años, el 20% era mayor de 40 años y el 16% de los inmigrantes eran jóvenes entre los 18 y 24 años. Según genero, el 53% de los inmigrantes eran mujeres.

En el primer trimestre de 2004 la Encuesta Continua de Hogares (DANE, 2004) registró una población total residente en Pereira de 426,7 mil personas, de las cuales 211,2 mil correspondían a población no nativa que en cierto momento de su vida se trasladó del departamento o municipio donde nació para asentarse en la capital risaraldense. Lo anterior significa que el 49,5% de la población actual de Pereira es migrante interna de toda la vida .

De otro lado esa encuesta registró igualmente que en el primer trimestre de 2004, de una población residente de 426.700 personas registradas en la encuesta de hogares, 337.6 mil de ellas vivían en la Ciudad en el año 1999 en tanto que 32 mil no habían nacido y 57.1 mil se encontraban residenciadas en otro lugar, en su mayoría en otro municipio y en menor proporción en otro país. Es decir, el 13,4% de la población residente actual de la Ciudad es migrante reciente, pues se trata de personas que hace cinco años tenían una residencia diferente a la actual.

En cuanto a las características de los migrantes recientes se estableció que (DANE, 2004): en el 19% de los casos la motivación principal fue la búsqueda de trabajo; el 56% de los migrantes son mujeres; por edad, el rango predominante de esa población está comprendido entre 25 y 55 años (48,3%), seguido por el rango entre 18 y 24 años (16,1%) y la población de cero a 9 años con (13,5%); el 38% de esos migrantes tiene educación primaria y el 42% educación secundaria.

Esa dinámica poblacional le ha significado al Área Metropolitana y los municipios que la integran un crecimiento substancial en las demandas de servicios sociales, vivienda y oportunidades de empleo. En especial si se tiene en cuenta que un porcentaje considerable de esa población migrante ha ingresado estando ya en edad de trabajar. Sin embargo, en el período reciente esa presión ha sido compensada en forma significativa por un flujo importante de población de los municipios del AMCO hacía el exterior, aunque es claro que las tasas de inmigración siguen siendo superiores a las de emigración (CIR, 2005, 8).

En términos numéricos la cifra de emigrantes al exterior es de difícil medición, debido a la gran cantidad de colombianos que viven en situación de irregularidad; sin embargo, se estima una cifra de cuatro millones de compatriotas en otros países. Se calcula igualmente que al menos un 65% de los que migraron entre los años 1998 y 2002 tuvieron como destino a España, país en el que se estima que viven unos 300 mil colombianos. Los estudios han establecido que la región con más experiencia migratoria es el Valle y en particular su parte norte, con un 32%; seguida muy de cerca por el eje cafetero con el 19% y por Bogotá con el 14% (González, 2005).

- Envejecimiento poblacional

Otro factor demográfico que ha incidido en la evolución del desempleo estructural es el envejecimiento paulatino de la población. Según el censo de 1993, el porcentaje de población con 20 años o más en los municipios del Área Metropolitana era el siguiente: en Pereira 61%, 12 puntos porcentuales más que en 1973, en Dosquebradas 59%, 13.7 puntos mayor que en 1973, y en La Virginia 56.6%, 12.7 puntos mayor que en 1973.

Los resultados del censo 1993 revelaron que en el AMCO el 57% de las mujeres y el 59% de los hombres eran menores de 30 años. La mayor proporción de población femenina se encontraba en el rango de 25 a 29 años, mientras que la población masculina tenía la mayor proporción en el rango de 10 a 14 años.

El reciente recuento de hogares del DANE en el AMCO permitió establecer que en los últimos años las mayores tasas de crecimiento poblacional se observaron en aquella población mayor de 15 años y las menores en la población infantil entre 0 y 9 años; lo cual advierte sobre un cambio en la estructura etárea de la población que puede obedecer a un fenómeno estructural o a un choque causado por los procesos migratorios que han afectado a esta zona. Lo anterior se constata al comparar las pirámides poblacionales de 1993 y el 2004 elaboradas por el DANE (gráfico 2).

En el año 2004, según datos del Recuento de Viviendas, Hogares y Unidades Económicas realizado por el DANE, los municipios del AMCO presentaban en su zona urbana una estructura poblacional en la que el 51% de las mujeres y el 55% de los hombres que habitan en las mismas son menores de 30 años. La proporción de población mayor de 60 años es del 9.7% en esas zonas urbanas.

Es claro que un aumento en la edad promedio de la población afecta las condiciones del mercado laboral al aumentar la población en edad de trabajar y, por consiguiente, el potencial de personas que pueden participar en ese mercado en calidad de oferentes de fuerza laboral.

Gráfico No 2: AMCO. Evolución de la pirámide poblacional.

- La participación laboral

Conviene observar el comportamiento del coeficiente de empleo (o tasa de ocupación -TO), que en el período analizado mantuvo una tasa promedio del 51% y sólo presentó caídas significativas en junio de 1997 y 1999. El porcentaje anterior equivale a decir que de cada 100 personas que estaban en edad de trabajar, en promedio 51 encontraron trabajo (gráfico 3).

Tal como está definido el coeficiente de empleo, la población ocupada dividida por el número de personas en edad de trabajar, su comportamiento revela que ambos indicadores laborales han estado creciendo a un ritmo similar y que el desempleo está siendo explicado en gran medida por la participación creciente de personas en el mercado.

Según la encuesta de hogares, entre 1994 y el 2004 la tasa global de participación de la fuerza laboral –TGP- (cociente entre la PEA y la población en edad de trabajar) aumentó en 7 puntos porcentuales; y los periodos de mayor desempleo coincidieron a su vez con aquellos de mayor tasa global de participación de la población en edad de trabajar (gráficos 1 y 3).

A su vez, esa participación creciente parece haber estado influida en varios momentos por los procesos migratorios referidos. Si se observa la población económicamente inactiva –PEI- se encuentra que, excepto 1997 y el primer semestre de 1998 , está no varió en número de manera significativa entre 1994 y 2000, período de gran expansión del desempleo (Gráfico 13 y anexo B). Es decir, la nueva población activa debió provenir en una proporción importante de esos flujos migratorios.

Como evidencia de ello, el Área Metropolitana presentó un alto porcentaje de población ocupada que provenía de otras regiones. Al inicio del presente decenio el 52.4% de esa población era originaria del departamento de Risaralda y el 47.6% restante provenía de otros departamentos del país, especialmente Caldas, El Valle, Quindío, Antioquia y Santafé de Bogotá (CIR, 2001) .

Gráfico No 3. AMCO, Indicadores de participación laboral

Esa composición según origen de la población ocupada sólo era comparable con la de la capital del país, donde el 46.2% de las personas ocupadas eran de Cundinamarca, y Villavicencio, donde el 50.9% de las personas ocupadas procedían del mismo departamento, y contrastaba con casos como los de las Áreas Metropolitanas del Valle de Aburra (89.5%) y Manizales - Villa María (82.6%).

Solo en el período reciente la reducción en la tasa global de participación de la población en edad de trabajar ha estado acompañada de un aumento significativo en la población económicamente inactiva (gráfico 3).

De otro lado, aunque en los noventa la participación de la población en edad de trabajar del AMCO en el mercado laboral tendió a superar los promedios del resto de áreas metropolitanas del país, el comportamiento descendente de los últimos años en esa participación ha significado que hoy la tasa global de participación esté por debajo del promedio de las 13 principales áreas metropolitanas del país (Gráfico 4).

Las causas de esa reducción están por explorarse, pero es posible pensar que en la explicación concurren dos fenómenos importantes. De un lado, está el desempleo oculto que aparece por el desanimo en que incurren los trabajadores cuando aumenta el tiempo de cesantía, fenómeno presente en el mercado laboral del AMCO . De otro lado, está la superación de la depresión económica de finales del decenio, lo cual propició la reducción en la incursión de la población de 12 a 17 años en el mercado laboral (anexo D) y su regreso al sector educativo.

Gráfico No 4. Tasas globales de participación del AMCO y las 13 principales áreas metropolitanas

Finalmente, cabe anotar que la población con mayor tasa de participación en el mercado laboral es aquella que tiene estudios superiores, seguida por aquella con formación secundaria (CIR; 2005, 14). En general, se observa una clara relación directa entre el nivel de educación de la población y la tasa global de participación.

- Mercado laboral y género

En general la participación de la población masculina en edad de trabajar en el mercado de trabajo, medida a través de la tasa global de participación -TGP, es muy superior a su similar femenina. No obstante, ese indicador ha presentado una evolución creciente en las mujeres, incrementándose en 10 puntos porcentuales entre junio de 1992 y el mismo mes de 2003, momento en el cual alcanzó un nivel del 51%. En el caso de los hombres, ese indicador disminuyó en 1.7 puntos porcentuales en el mismo período y en junio de 2003 su nivel es del 74% (Gráfico 5).

Si bien esa dinámica en la participación femenina es, en parte, el reflejo de un cambio cultural en el que se abren nuevos espacios de acción para la mujer en la economía, ello es también la consecuencia de otras circunstancias sociales como el deterioro de los ingresos familiares y la expansión de la jefatura de hogar de la mujer debido al madresolterismo y la separación, entre otras .

Gráfico No 5. AMCO, indicadores del mercado laboral según género.

Esa participación vista según grupos de edad refleja elementos interesantes. En primer lugar , la inserción en el mercado laboral de jovencitas entre los 12 y 17 años (9.1%) es muy inferior al caso de los hombres (18.2%). Si se tiene en cuenta que, según la matricula global, la cobertura educativa en el departamento favorece a la población femenina en los niveles de básica primaria y secundaria (Gobernación de Risaralda, 2001), la situación anterior refleja una mayor retención de las mujeres en el sector educativo, lo cual retarda de manera positiva su incorporación al mercado de trabajo.

En general la participación femenina en edades tempranas es aún baja y es ello quizás lo que ha contribuido a que dicho grupo poblacional alcance mayores niveles de educación frente a su similar masculino. La encuesta de hogares revela que en junio de 2003 el 23.3% de la población ocupada femenina poseía algún nivel de educación superior, el 48.2% educación secundaria y el 25.8% educación primaria. En ese mismo orden, la composición de la población ocupada masculina por niveles de educación era: 18.4%, 48.9% y 29.6%.

De otro lado, y de manera coincidente con el comportamiento observado a nivel masculino, las mayores tasas de participación femenina se registran a partir de los 18 años y hasta los 55, alcanzando niveles que fluctúan alrededor del 70%. Sin embargo, esa participación se reduce en forma significativa a partir de los 55 años, cuando cae a niveles del 15% que equivalen a una tercera parte de la tasa masculina a esas edades.

Sin embargo, la mayor participación femenina en el mercado laboral no ha estado acompañada de una expansión similar en las posibilidades de empleo. Esto pues son las mujeres las que siguen soportando las mayores tasas de desempleo y ello quizás incide para que desistan de participar con mayor fuerza en el mercado laboral.

En junio de 1992 las mujeres enfrentaron una tasa de desempleo del 13.2%, mientras que esa tasa para los hombres sólo fue del 4.8%. En junio de 1998 el desempleo femenino era del 21.2% y el masculino del 12%. En el período reciente la brecha se ha reducido, dado que en el mismo mes del 2003 el desempleo en las mujeres es del 22.4% y en los hombres del 15.3%, pero sigue siendo considerablemente más amplio el desempleo femenino.

Los desequilibrios en este sentido son evidentes y resultan inexplicables si se acude a razones estructurales distintas a la inequidad de género en el acceso al mercado de trabajo: en términos relativos la población económicamente activa femenina posee mayores niveles de educación que su similar masculina y sus tasas de participación, aunque en franco crecimiento, son mucho menores.

- Participación de los jóvenes.

Durante los noventa el departamento y el AMCO observaron un proceso en el que, con cada vez mayor premura, los jóvenes se estaban viendo obligados a incorporarse al mercado laboral, abandonando su formación académica o, en el mejor de los casos, acudiendo a la alternativa que les ofrece la educación nocturna. Esto debido al estancamiento en la evolución de las condiciones de vida de la población Risaraldense (Gaviria y Sierra, 2000) y a la situación de depresión que vivió la economía nacional y regional al final del decenio, la misma que aceleró el fenómeno descrito.

Como un hecho positivo desde el punto de vista social y de calidad de vida, y que se había mencionado antes, en el período reciente esa participación ha disminuido, especialmente en el grupo de 12 a 17 años (anexo D). Sin embargo, la población joven sigue registrando las mayores tasas de desempleo en el Área Metropolitana Centro Occidente (Gráfico 6).

Según la encuesta de hogares del DANE, los grupos de edad de 15 a 19 años presentaron en junio del 2000 una tasa de desempleo del 20%, tres puntos más que en 1992. Otro grupo poblacional con alto nivel de participación laboral, el cual enfrentó un nivel de desempleo del 37% en junio del 2000, lo constituyen las personas con edades entre los 20 y 29 años (gráfico 6).

Gráfico No 6. AMCO. Tasas de desempleo por grupos de edad (%)

Una situación similar se presenta en el 2003. Aunque cambian los rangos de edad para los que se tiene información, resulta evidente que la población entre 12 y 17 años enfrenta una tasa de desempleo que supera el 40% y que es equivalente a 2.8 veces la que observa la población entre 25 y 55 años. Por su parte, las personas con edades entre 18 y 24 años sufren un desempleo del 33.5%.

Los niveles de educación de la PEA

En lo que tiene que ver con el nivel educativo de la Población Económicamente Activa (PEA), existe evidencia de una excesiva participación en el mercado de trabajo de personas con niveles insuficientes de educación y formación técnica, obligadas por el deterioro de las condiciones sociales y enfrentadas a crecientes problemas de desempleo y subempleo.

La información consignada en el gráfico 7 y el anexo 7 registran para el AMCO ésta situación. Según la misma, el 32.2% de los hombres, que en junio del 2000 conformaban la oferta de trabajo, sólo tenían estudios primarios y el 48% estudios secundarios. En el caso de las mujeres, esos porcentajes eran del 26.3% y 51.8%.

Gráfico No 7. AMCO, niveles de educación y desempleo de la PEA (%).

Para el segundo trimestre del 2003 esa estructura por nivel educativo de la fuerza de trabajo no ha sufrido modificaciones sustanciales y siguen predominado los trabajadores con formación primaria (el 29% de los hombres y el 25% de las mujeres) y secundaria (50% y 51% en forma respectiva). El cambio a destacar es el aumento de la proporción de trabajadores hombres con educación superior (18%) con lo cual iguala esa participación de las mujeres.

En coherencia con lo anterior el desempleo está bastante concentrado en las personas con estudios primarios y secundarios. En 1998 las personas con estudios primarios enfrentaban un desempleo del 25% y aquellas con estudios secundarios una tasa del 59%. En el 2003 los trabajadores con estudios secundarios mejoraron su condición al bajar la tasa de desempleo al 22%. La fuerza de trabajo con educación superior enfrenta un desempleo del 14.6% y la que tiene estudios primarios presenta un desempleo del 16.5%.

La calidad del empleo.

En el Área Metropolitana las tasas de subempleo se multiplicaron por 4 entre 1992 y el 2002, pasando de un nivel del 8% en el primer año al 35% en el segundo; es decir 107.000 plazas de trabajo presentan problemas de calidad de diversa índole. Según la encuesta de hogares de enero - marzo de 2002, el 27.4% de las personas empleadas presentan problemas relacionados con condiciones marginales de remuneración, el 17% consideran insuficiente su jornada de trabajo y 1.6% manifiesta sub utilización en su puesto de trabajo.

Es claro entonces que la principal característica del subempleo en el Área Metropolitana está relacionada con los bajos niveles de remuneración salarial. Al respecto, en el primer semestre del 2000 el 76.6% de la población empleada obtenía como remuneración a su trabajo menos de dos (2) salarios mínimos, proporción que fue ampliamente superior a los promedios nacionales en la última década.

Gráfico No 8. AMCO, tasas de subempleo

Gráfico No 9: porcentaje de personas que reciben menos de 2 salarios mínimos

De acuerdo con esto, es posible relacionar esa situación de subempleo con el predominio de actividades informales en la estructura del empleo en el AMCO. Las actividades informales en el Área Metropolitana son un fenómeno que comienza básicamente a partir de la década de los setenta y que, como en el resto de las principales zonas urbanas del país, se expande en los ochenta. En la década de los noventa mantiene esa dinámica creciente, especialmente al actuar como amortiguador de la situación de desempleo que vive la región cafetera, pasando de un nivel del 53.5% del empleo total registrado en 1994 al 61.1% en el 2000 .

Gráfico No 10: AMCO, población ocupada en el sector informal (%)

La noción de tasa natural de desempleo

Como se señaló antes, el desempleo total tiene dos componentes, uno estructural o permanente y otro cíclico o transitorio. Este último depende de la magnitud de aquellos factores variables del mercado laboral, los mismos que están íntimamente relacionados con variables de tipo macroeconómico como el comportamiento de la demanda y la dinámica del crecimiento económico de corto plazo.

El desempleo permanente depende, por su parte, de las características tecnológicas de la economía, de las referidas a las capacidades y vocaciones de su fuerza laboral, del grado de información sobre oportunidades de empleo, de los costos de traslado geográfico de la población, de los costos de búsqueda de trabajo, de las oportunidades para vivir sin trabajar (la existencia de subsidios para los desocupados) y de otros elementos que conducen a establecer niveles mínimos de salario real por debajo de los cuales diferentes miembros de la población activa se resisten a aceptar un trabajo y persisten en la búsqueda de otro.

Así, el desempleo permanente incluye las categorías de desempleo estrictamente voluntario y de búsqueda, nombrado tradicionalmente como friccional, y el asociado en lo fundamental con las incoherencias entre el perfil de los puestos vacantes y el perfil vocacional y educativo de los desocupados, conocido como desempleo estructural.

El componente friccional obedece a que en el mercado laboral se observa un nivel de tráfico bastante alto, con grandes flujos de trabajadores que buscan empleos mejores (en términos de remuneración y condiciones de desempeño). Adicionalmente, en él existe información asimétrica e imperfecta entre desempleados y empleadores, por lo cual el flujo de personas que se mueven entre empleos se hace aún más lento. Es por eso que el mercado de trabajo, a diferencia de los mercados de “subastas” como las bolsas de valores o los mercados agrícolas, nunca se vacía totalmente. Siempre hay un grado considerable de desempleo friccional, donde no todos los demandantes activos de empleo han encontrado o aceptado uno y no todos los empresarios han cubierto ya sus vacantes.

Basados en la existencia de información imperfecta, los modelos de búsqueda de trabajo (“job search”) demuestran que el desempleo de tipo friccional obedece a un proceso racional y voluntario de búsqueda de trabajo emprendido por los agentes que participan en el mercado laboral (Campbell y Stanley, 1997). En ellos se supone que el desempleado no conoce ni las calificaciones requeridas, ni el salario ofrecido por un puesto vacante específico, pero si conoce la distribución global de frecuencia (o de probabilidades) de los salarios ofrecidos según niveles de calificación. Debe entonces emprender una búsqueda al azar - lo que exige tiempo - destinada a indagar características específicas de cada puesto vacante.

Sin embargo la teoría económica reconoce que no todo el desempleo friccional es desempleo de búsqueda. Según esta, en algunos casos los trabajadores desempleados esperan voluntariamente a ser llamados de nuevo tras una suspensión temporal de empleo o hacen “cola” para conseguir un puesto de trabajo sindicado. Frente a esto último, la evidencia empírica internacional muestra en forma sistemática que los sindicatos tienden a conseguir una ventaja salarial, frente a los promedio del mercado, equivalente a (Ws - Wn)/Wnx100, donde Ws es el salario de los trabajadores sindicados y Wn es el promedio del mercado (Campbell y Stanley, 1997).

El desempleo de tipo estructural aparece cuando las características de la oferta y la demanda de trabajo no coinciden, bien sea por que la oferta no cumple con los perfiles exigidos por la demanda o porque ésta logra absorber las características que ofrece la mano de obra. La teoría económica ha identificado varios factores causantes. De un lado están las transformaciones en la estructura productiva, con lo cual algunos oficios se hacen obsoletos o se reducen las oportunidades laborales para éstos, mientras que se amplían las demandas de otras habilidades y áreas de formación. Un factor muy relacionado con el anterior, es el de la inempleabilidad asociada con el desempleo de larga duración, pues muchas de las personas que tienen largo tiempo de estar desempleadas acaban perdiendo sus cualificaciones y sus hábitos de trabajo, lo cual es más significativo en períodos de grandes reconversiones en el sector productivo.

Otro factor estructural es la carencia, por parte de los desempleados, de los niveles de formación y o capacitación necesarios para cumplir con los perfiles exigidos para cubrir las vacantes existentes. A esto se suma el desajuste geográfico, causado por la relativa inmovilidad de los trabajadores entre regiones; los cambios en la estructura demográfica de la fuerza de trabajo, debido a la mayor participación de las mujeres y los jóvenes en el mercado laboral; y las rigideces institucionales, como el poder de los sindicatos, el sistema de seguros al desempleo y la existencia de salario mínimo legal.

La tasa permanente ha sido interpretada por la teoría económica como un desempleo de equilibrio o desempleo “natural” de la economía, en un sentido como el planteado por Milton Friedman cuando se refirió a la tasa natural de desempleo como aquella tasa que se observaría gracias a un comportamiento flexible de los salarios y los precios, en ausencia de ilusión monetaria y de errores sistemáticos de previsión acerca de los niveles de precios.

En otras palabras, la tasa natural de desempleo, según Friedman, es aquella consistente con las condiciones reales existentes en el mercado de trabajo . Al igual que en el modelo neoclásico, son las variaciones en el salario real - gracias a la flexibilidad de los precios y los salarios monetarios o nominales - las que permiten establecer el equilibrio (Friedman, 1993). Por lo tanto, el desempleo natural y sus variaciones son fundamentalmente de carácter voluntario, en el sentido de que los trabajadores desocupados no estarían interesados en trabajar al salario real existente.

De otro lado, esa tasa natural de desempleo (TND) corresponde al nivel de empleo de “pleno empleo”, lo cual significa que ella es inmodificable mediante política macroeconómica . En ese sentido dicha tasa ha sido asociada con el concepto de equilibrio de largo plazo y, en términos teóricos, se interpreta como el nivel de desempleo que alcanza una economía cuando el crecimiento de precios y salarios es anticipado correctamente, por lo que se constituye en un nivel de desocupación que no acelera la inflación .

A partir de esto último es claro que la TND señala el límite más bajo para el cual tiene sentido aplicar políticas macroeconómicas y, en general, estrategias de estimulo al crecimiento económico corto plazo. De esta manera, cuando la tasa de desempleo se aproxima a su nivel natural, será necesario recurrir a otros instrumentos para enfrentar esa problemática del mercado laboral. Por ejemplo, estrategias microeconómicas dirigidas a corregir imperfecciones del mercado, especialmente en lo que tiene que ver con los sistemas de información laboral y los programas de capacitación y reconversión de los desempleados, entre otros.

En ese sentido las mediciones empíricas de la TND son fundamentales para definir una estrategia coherente de lucha contra el desempleo. Es claro que la TND es concepto teórico, por lo que no es directamente observable y requiere ser estimada. Para ello no existe ningún procedimiento estándar aceptado, por lo que son normales los desacuerdos en cuanto a métodos y magnitudes.

Según Sachs y Larrain (1994), la forma más sencilla de estimación es calcular el promedio de la tasa de desempleo observada durante un período de tiempo prolongado, buscando con ello suavizar las desviaciones cíclicas del desempleo por encima y por debajo de la tasa natural. De acuerdo con estos autores, a través de este procedimiento se han logrado cálculos de la TND para la economía norteamericana muy cercanos a los obtenidos por analistas de esa región mediante otros métodos más sofisticados. Utilizando este procedimiento la TND estimada para el Área Metropolitana, entre los meses de Junio de 1983 y el 2000 , es del 12.4%.

Una alternativa que resulta ser igualmente simple consiste en seleccionar un año particular en el que se acepte que la economía alcanzó un nivel de empleo de pleno empleo y la inflación esperada fue aproximadamente igual a su nivel efectivo. En este caso, la TND sería equivalente a la tasa de desempleo observada en dicho año. Partiendo de este concepto, la misión Chenery de empleo calculó para Colombia la brecha existente entre el PIB potencial o de pleno empleo y el observado, estimando a partir de ello una TND del 8% (Henao y Rojas, 1999).

Estos dos procedimientos tienen la desventaja de suponer de manera implícita que la TND no varia en el período considerado. En realidad la tasa natural puede cambiar a lo largo del tiempo, especialmente como resultado de transformaciones demográficas en la fuerza de trabajo. Aún más, investigaciones recientes sugieren que la TND podría verse afectada por movimientos en la tasa observada, fenómeno conocido como “histéresis” en el desempleo (Sachs y Larrain, 1994). Este es un término extraído de la física y en el contexto del desempleo significa que, ante un choque transitorio que haga subir la tasa de desempleo, es posible que una vez desaparezca esa perturbación la tasa de desempleo no retorne a su nivel original, con lo cual la TND estaría variando.

Un último método de estimación planteado por Sachs y Larrain parte de la TND como aquella tasa de desempleo que no acelera la inflación (NAIRU). En este caso el procedimiento consiste en estimar una curva de Phillips aumentada con expectativas inflacionarias y determinar en forma aritmética la tasa de desempleo que corresponde a una inflación estable. Esta alternativa ha sido bastante utilizada en los diferentes trabajos que en Colombia han estado orientados a estimar la TND (Henao y Rojas, 1999).

En su proyecto de grado Marín Restrepo (2000) utilizó la curva de Phillips en dos versiones para estimar la TND. De un lado, adoptó una versión recomendada en Nuñez y Bernal (1997) en cuya ecuación la variación en la tasa de inflación se hace depender de la diferencia entre la tasa observada de desempleo y la TND, con rezagos de uno y dos períodos. Obviamente la TND es una incógnita en la ecuación, pero después de cierta transformación ella sale de la misma y queda definida por los parámetros estimados. Con esta versión se estimó una TND del 9.96% en el período 1990 - 2000.

De otro lado, utilizando la versión de curva de Phillips recomendada por Henao y Rojas, estimó la TND a través de una curva de Phillips aumentada con expectativas y un vector de variables estructurales pertinentes al mercado laboral (concretamente, el crecimiento de la población económicamente activa). La tasa estimada fue del 10.3% si se le incorpora un rezago al desempleo observado y del 9.67% si se le incorporan dos rezagos.

Dentro de las múltiples posibilidades de estimación se encuentra la técnica de series de tiempo, utilizada en sus estudios para Colombia por Núñez y Bernal (1997), Posada y González (1999) y Henao y Rojas (1999). Esta técnica se basa en el análisis exclusivo de la serie de desempleo observada, la cual se descompone en su componente estocástico (cíclico) y determinístico (tendencial). Este último es interpretado como la TND o tasa de equilibrio y el primero es su evolución cíclica. Se supone que la serie de tiempo t es el resultado de la suma de un efecto tendencial y un efecto cíclico (ecuación 1).

Donde *t es el componente de tendencia y se interpreta como la TND y ct es el componente cíclico.

La manera más tradicional de calcular el componente tendencial es a través del ajuste de la serie de desempleo sobre una tendencia lineal, efectuando para ello una regresión simple entre el desempleo observado y el tiempo. El problema con este método es que supone un comportamiento estacionario de la tasa de desempleo, es decir, impone una tendencia determinística que no permite la ocurrencia de quiebres estructurales dentro de cada ciclo en el mercado laboral, cuando en realidad se presentan grandes cambios en factores como las tasas de participación juvenil y femenina, los niveles de educación y la productividad laboral, entre otros.

Una aplicación de un modelo estructural de series de tiempo que no supone un comportamiento estacionario de la tasa de desempleo es el filtro Hodrick - Prescott (H-P). Este filtro por el contrario busca identificar el componente estocástico de la tendencia, ajustando una serie variable en el tiempo sin necesidad de definir los puntos de quiebre estructural. Por eso este instrumento no permite determinar un valor o intervalo único sobre el cual el mercado laboral tienda a equilibrarse en el largo plazo (Henao y Rojas, p 83). En términos formales, el filtro H-P estima la tendencia *t a través de un proceso de minimización (ecuación 2).

(2)

Donde  es un factor de ponderación que controla el grado de suavización de la curva de tendencia obtenida. Un valor pequeño de  produce una serie cercana a la original (si  = 0, ambas son idénticas) y uno elevado reduce la sensibilidad de la tendencia a las fluctuaciones del desempleo observado (si  =  , la tendencia se confunde con la tasa de crecimiento promedio de la serie de desempleo) imponiéndose un comportamiento determinístico.

Es decir, el valor de  define la varianza de la estimación del desempleo tendencial y ésta cae a medida que aumenta el factor de ponderación. Los criterios de selección del valor de  son poco transparentes, pero el principal es escoger un valor que genere estimaciones cercanas a los resultados de otros métodos. Además, Hodrick y Prescott recomiendan para series trimestrales valores equivalentes a = 1600 y a  = 100 para series anuales (Henao Y Rojas, 1999).

La simplicidad es la gran virtud del filtro H-P para una aplicación generalizada en series de tiempo no estacionarias. Sin embargo muchos autores critican el método, ya que no hay estimación sino separación arbitraria entre tendencia y ciclo, sin tener en cuenta las propiedades de la serie estudiada. A pesar de sus limitaciones el filtro ha sido bastante aceptado entre los académicos como una forma sencilla e inmediata de separar los componentes tendencial y cíclico en series como el desempleo, el PIB y otras variables afectadas por las fluctuaciones macroeconómicas.

Aplicando el filtro H-P (con un parámetro suave para frecuencia semestral  = 400) a la serie de la tasa de desempleo junio de 1983 - junio de 2000, se calculó una TND promedio de 12.4% y una desviación estándar del 3.4%. Sin embargo, como se observa en el gráfico 2, esa tasa natural ha tenido una fuerte tendencia creciente en la segunda mitad de la década de los noventa.

Dado que el gráfico 11 evidencia un cambio estructural en el mercado de trabajo del Área Metropolitana a principios de los noventa, se dividió la serie en dos períodos (1983 - 1991 y 1992 - 2000) y se aplicó a cada subperíodo el filtro H-P (gráficos 12 y 13), obteniendo una TND promedio del 11% para el primero de los períodos y del 13.89% para el segundo.

Gráfico No 11. Área Metropolitana, desempleo observado y componente permanente H-P. 1983 - 2000.

Estos últimos resultados contrastan ampliamente con los obtenidos por Henao y Rojas (1999) en un ejercicio similar, con el cual quisieron verificar la existencia de un cambio estructural en el mercado laboral colombiano después de la reforma laboral de 1990, la cual habría contribuido a flexibilizar más dicho mercado. En su trabajo encontraron que la TND bajó de entre 11.2% y 11.8% en los ochenta a un rango que va de 9% a 10.2% en los noventa.

Entre las razones de la elevación observada en la TND para el Área Metropolitana Centro Occidente, están el aumento referido en las tasas de participación laboral, especialmente la de las mujeres y los jóvenes. La TND se puede considerar como el promedio de las tasas naturales de desempleo de los diferentes grupos demográficos; algunas de las cuales son mayores que otras y, por consiguiente, un cambio en las proporciones de dichos grupos en el mercado laboral afecta la tasa natural global de la economía en estudio. Y ese es el caso del AMCO, donde las tasas de desempleo de las mujeres y los jóvenes han sido más altas que el promedio .

Gráfico No 12. Área Metropolitana, desempleo observado y componente permanente H-P. 1983 - 1991.

Gráfico No 13. Área Metropolitana, desempleo observado y componente permanente H-P. 1991 - 2000.

De otro lado, al parecer el proceso globalizador ha afectado el mercado laboral regional a través de una acción conjunta de factores comerciales y tecnológicos. Por un lado, dio lugar a una contracción global de la demanda de trabajo, tanto calificado, al ser reemplazado por las importaciones netas provenientes de países con mayor desarrollo tecnológico, como del no calificado, al perder mercados con la participación de economías que poseen salarios más bajos . Esa contracción se presume mayor para el trabajo no calificado pues, en alguna medida, la apertura comercial generó ciertas oportunidades de empleo calificado para la aplicación de la tecnología que se hizo disponible con la importación de algunos bienes de capital avanzados.

En forma adicional, esa globalización ha estado impulsando un proceso de recomposición de la estructura productiva regional hacía el sector terciario (se destacan la expansión del comercio, las comunicaciones y el transporte) con vínculos crecientes a actividades ligadas al comercio internacional y a los flujos de capital, pero con menor demanda relativa de trabajo no calificado.

Esa recomposición productiva ha significado la expansión de unos sectores y la contracción de otros, a la vez que el cierre de algunas empresas y la modificación o abandono de sus antiguas líneas de producción en otras, invirtiendo en proyectos de mayor desarrollo tecnológico. Esto genera una mayor movilidad de la fuerza de trabajo entre empresas y entre sectores económicos, lo cual equivale a una mayor fricción en el mercado de trabajo.

Es decir, la TND de desempleo también depende de las características de crecimiento de los diferentes sectores de la economía. Como es natural, aquellos que se están expandiendo absorben más trabajo, en tanto los que experimentan contracción reducen su fuerza de trabajo; y no es posible hacer corresponder en forma rápida las disponibilidades y necesidades, porque el trabajo no puede desplazarse de manera instantánea y sin costo de un sector a otro.

Aún más, los conocimientos y calificaciones requeridas no son fácilmente adaptables de una empresa a otra y menos de un sector a otro, por lo que el desempleado termina requiriendo más tiempo para recalificarse y/o encontrar un empleo. A esto se suma el que, en general, los trabajadores desocupados sufren un deterioro de capital humano, de modo que pueden transformarse en no contratables aún después de que haya pasado el choque original que constituyó la causa del desempleo. De esta forma es posible que haya tenido lugar algún grado de histéresis en el desempleo reciente del AMCO .

No obstante, esa tendencia ascendente en la tasa natural de desempleo del Área Metropolitana Centro Occidente, al parecer, ha cedido en los últimos años (gráfico 14). Aunque ese cambio de tendencia puede obedecer, al menos en parte, a las modificaciones incorporadas por el DANE en la nueva ECH, relacionadas con los parámetros que definen las personas ocupadas, desocupadas e inactivas, las mismas que dificultan la comparabilidad de las series antes y después de dichas modificaciones, es posible afirmar que ello esta relacionado con una mayor adaptación de la fuerza laboral a la transformación sectorial que vive la economía del AMCO, así como con el proceso migratorio hacia el exterior.

Gráfico No 14. AMCO, desempleo observado y componente permanente H-P. 1990 - 2004.

En cuanto a esto último, Garay y Rodríguez (2005) muestran que en la época reciente España aparece como el destino primordial de la emigración de los pobladores del AMCO y el 78.1% de dicha migración ha tenido lugar entre el 2000 y el 2004. De manera complementaria, el 52.5% de esas personas son mujeres y de cada 100 solo una es menor de edad; es decir, ese flujo poblacional sin duda ha contribuido a aliviar la presión de oferta sobre el mercado laboral.

Aún más, en el estudio de Garay y Rodríguez se constata que esa reducción en la presión de oferta sobre el mercado de trabajo seda por una vía indirecta. Como era de esperarse, los indicadores de participación laboral (TGP) y desempleo son ostensiblemente menores en los hogares receptores de remesas.

Mientras la TGP de la población de los hogares receptores es inferior en 10 puntos porcentuales a la población de hogares no receptores, la tasa de desempleo del primer grupo poblacional es la mitad de la que observa el segundo grupo. De esta forma resulta plausible afirmar que la probabilidad de desaliento en las personas desocupadas aumenta cuando este pertenece a un hogar receptor de remesas.

Comentarios finales

Cerca de dos terceras partes del desempleo de largo plazo en el Área Metropolitana de Centro Occidente han estado relacionadas con factores demográficos, migratorios, de histéresis y recomposición sectorial. La otra parte ha estado más vinculada con el ciclo recesivo de las economías local y nacional. Esto significa que en el corto plazo se puede aspirar a resolver, mediante estrategias de reactivación económica, un componente limitado de ese desempleo.

Un programa integral de lucha contra el desempleo en el AMCO exige considerar entonces acciones encaminadas a reducir la inequidad de género en el acceso al mercado de trabajo; fortalecer el sector educativo en los niveles secundario, técnico, tecnológico y profesional, con el doble propósito de lograr una mayor retención de la población joven en el sector educativo y una formación de la fuerza de trabajo en clara correspondencia con la reestructuración productiva que vive la economía local.

De manera adicional, a medida que se logre un mayor nivel de formación en la población joven, es posible desarrollar programas más agresivos de fomento de espíritu empresarial. Programas en los cuales es fundamental la acción concertada de los sectores público y privado y la universidad local. A nivel regional estos programas de fomento del espíritu empresarial no han tenido una dimensión importante. Es necesario que los sectores involucrados se convenzan de sus virtudes y de su capacidad para dar salida a desajustes estructurales en el mercado de trabajo. Con ellos se reduce la demanda de empleo, a la vez que se amplían las ofertas.

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