EDAD CONTEMPORÁNEA FRANCIA
BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

 

MANUAL PRÁCTICO DE LA HISTORIA DEL COMERCIO

Álvaro de la Helguera y García

 

 

 

 

 

 

4. FRANCIA

La nación francesa, que desde hace muchos años venía figurando en el mundo como potencia de primer orden, entró poderosa en el período histórico de la Edad Contemporánea.

La revolución formidable que se desarrolló en el seno de este país conmovió tan profundamente el estado político del continente europeo y regeneró tan radicalmente el carácter económico del mundo civilizado, que por su resonancia y trascendencia fué el suceso más adecuado y racional para señalar el comienzo de la nueva Era.

Dicha revolución, de índole eminentemente reformista, al proclamar solemnemente los principios de la libertad y de la igualdad ante la ley, de todos los ciudadanos, cambió por completo la faz de los antiguos organismos, que durante tantos siglos habían atropellado los derechos de los débiles, y en la noche del 4 de agosto de 1789 dejó sacrificados para siempre todos los seculares privilegios que a la sazón existían.

Como consecuencia lógica del nuevo estado de cosas traído por las novísimas ideas reformistas de los revolucionarios, los privilegios señoriales que mantenían la vinculación de bienes fueron derogados; los fueros eclesiásticos, que impedían la desamortización de las propiedades, quedaron abolidos; los reglamentos gremiales que entorpecían el progreso de la industria, se suprimieron; las trabas aduaneras que dificultaban el desenvolvimiento de las transacciones, se extirparon; la adopción del sistema métrico decimal que tan necesario era para unificar las pesas y medidas, se acordó; la fundación del gran libro de la Deuda que tan conveniente era para extender las operaciones y garantías del crédito, se decretó; la institución de la soberanía nacional que tan encarnada está en el régimen moral y material de los pueblos, se difundió; y en fin, se realizaron otras importantes transformaciones que son ahora base de las energías económicas y jurídicas de los estados modernos.

Sin embargo, las nuevas teorías encontraron a la vez entusiastas admiradores y ardientes adversarios, siendo reclutados principalmente los primeros en el pueblo y los segundos en la nobleza, pero como los últimos se unieron contra la revolución al ver amenazados sus privilegios, y como el sentimiento aristocrático estaba muy arraigado en las monarquías europeas, consiguieron con sus conspiraciones que Francia fuera invadida por tropas extranjeras coligadas, y que se viera sacudida al mismo tiempo por insurrecciones intestinas persistentes.

La Convención hizo frente a todos y logró vencerlos con sus soldados improvisados, pero las instituciones económicas soportaron las consecuencias de estas luchas, pues muchas fábricas importantes quedaron cerradas, todos los tratados de comercio fueron denunciados, las prohibiciones aduaneras se exageraron, las tasas de los salarios se establecieron y las emisiones fiduciarias de asignados se realizaron en límites excesivos, ocasionando este conjunto de sucesos un malestar general que revistió proporciones verdaderamente enormes.

En tiempos del Directorio, del Consulado y del Imperio continuó el período de las guerras, con las cuales iba quedándose Francia empobrecida. El alma de la coalición extranjera era Inglaterra, y deseando Napoleón perjudicarla en sus intereses materiales, dirigió contra ella diversas medidas restrictoras, que en la práctica resultaron insuficientes; entonces decidió arruinarla, prohibiendo absolutamente su comercio en todos los países ocupados por los ejércitos franceses, decretando al efecto el bloqueo continental; pero como los pueblos no podían pasarse sin los productos británicos, se desarrolló un considerable contrabando que apelaba a todos los medios e hizo impotentes los deseos napoleónicos, siendo preciso en ciertos momentos remediar las necesidades de la Hacienda concediendo licencias para hacer la importación de mercancías inglesas mediante el adeudo de un derecho arancelario equivalente al tanto por ciento de su valor.

Las disposiciones prohibicionistas del bloqueo continental mantenido en la mayor parte de las naciones de Europa, así como las medidas de represalias tomadas por Inglaterra y los Estados Unidos, si bien no dieron completamente el resultado que sus autores perseguían, es evidente que causaron pérdidas inmensas al comercio europeo en general y al británico en particular, constituyendo además un atentado al derecho de gentes y un retroceso al tiempo de los bárbaros.

A. despecho de estas guerras y bloqueos se inauguraron en la Francia reformista algunas instituciones que habían de dar en el porvenir excelentes resultados; tales fueron, entre otras, la creación de las Exposiciones Industriales, la instalación de las Cámaras de Comercio, la fundación de la Bolsa de París, el establecimiento de la Banca de Francia y la promulgación del primer Código de Comercio.

Cuando Napoleón fue conducido prisionero al solitario islote de Santa Elena, donde acabó sus días, y el Congreso de Viena reconstituyó a su gusto las antiguas monarquías, renació la calma general en Europa y comenzó una nueva era en el orden económico. Entonces la mayoría de los estados establecieron tarifas aduaneras proteccionistas, que por su exageración resultaban casi prohibitivas y dificultaban las transacciones internacionales a consecuencia de lo cual se elevó el precio de las mercancías en proporciones enormes y se promovió una violenta crisis que derrumbó muchas bancas; pero la necesidad de remediar tantos males y la celeridad conquistada en los transportes fu+ operando una significativa reacción en las tasas arancelarias de diferentes artículos y estrechando paulatinamente las relaciones comerciales de los pueblos.

Francia consiguió por aquel tiempo poco desarrollo en su tráfico, porque si bien el gobierno de la Restauración suprimió el régimen prohibitivo inaugurado por Napoleón y adoptó en su lugar un arancel moderado que consentía el cambio internacional, pronto los intereses generales de las potencias coligadas la obligaron a promulgar una tarifa elevadamente proteccionista, cuyos derechos aumentaban de año en año para todas las mercancías y establecían el sistema de una escala móvil para los cereales, que era variable según los precios.

A despecho de las tendencias liberales del gobierno salido de la revolución de 1830, de los descubrimientos industriales que proporcionaban a los franceses excelentes productos para la exportación, de los adelantos tecnológicos que les enseñaron nuevos procedimientos en las manufacturas, del empleo creciente de las máquinas de vapor que aumentaban los productos en las fábricas, de la creación de importantes establecimientos financieros que generalizaban el crédito, de la inauguración de los caminos de hierro que aceleraban los transportes, de la apertura de líneas de vapores que abrían muchos mercados, del planteamiento de redes telegráficas que facilitaban las comunicaciones, de la reforma de los servicios postales que beneficiaban todos los organismos y del libre cambio establecido por los ingleses en 1846 que agitó la opinión de bastantes economistas, Francia no modificó su régimen eminentemente protector y con él siguió viviendo hasta que estipuló con Inglaterra el tratado comercial de 1860.

Este importantísimo tratado, que después de muy laboriosas negociaciones diplomáticas varias veces interrumpidas y otras tantas reanudadas, llegaron a concluir ambos países para beneficiar su respectivo tráfico, estableció rebajas arancelarias y señaló a la nación francesa rumbos menos rigoristas, porque en seguida celebró otros convenios con diversas naciones para disminuir los derechos de algunas mercancías y aumentar las transacciones con los pueblos contratantes; tales fueron, entre otros, los firmados con Turquía en 1861, con el Zollverein en 1862, con Italia en 1863, con Suiza en 1864, con España en 1875, con Austria en 1866 y con el Perú en 1867.

Por el nuevo régimen, la industria, el comercio, la marina y todos los organismos económicos fueron progresando tan considerablemente que hicieron de Francia una de las primeras potencias del mundo por su grandeza y esplendor; mas la candidatura de un príncipe alemán para empuñar el cetro de la monarquía española excitó su ira, y de este antagonismo político contra Alemania surgió entre ambas naciones, en el estío del año 187o, una guerra terrible, en la cual los ejércitos franceses de Napoleón III fueron vencidos por las previsiones alemanas del general Bismark, y después de una resistencia heroica y memorable, Francia, que aspiraba a ensanchar su dominación hasta la orilla izquierda del Rin, se vio obligada a capitular en Sedan, concluyendo por perder sus dos ricas provincias de la Alsacia y la Lorena, que se incorporaron a Alemania, pagando a ésta además una indemnización de guerra ascendente a la enorme cifra de cinco mil millones de francos, que dejó satisfecha antes del plazo estipulado sin quebranto de la normalidad de su vida económica.

Estos graves desastres militares trajeron a su vez los horrores de la Conamune, el destronamiento de Napoleón y la proclamación de la república en el mismo año 1870; pero Francia se repuso de su daño en poco tiempo, pues aumentó las cargas públicas, creó nuevos impuestos, reformó los aranceles aduaneros, celebró diversos tratados comerciales y logró hacer frente a la situación reconstituyendo su poder político y financiero, hasta el admirable extremo de continuar figurando por la importancia de su ejército y la entidad de su marina, entre las grandes potencias llamadas a sostener el equilibrio europeo.

Las represalias que reclamaba la exageración del bill aduanero de MacKinley y las medidas que interesaba la crisis general del comercio, decidieron a Francia, lo mismo que a las demás naciones, a operar un cambio notable en su régimen económico, y al efecto publicó en el año 1892 un arancel marcadamente proteccionista.

A Francia corresponde también la gloria de ocupar el primer puesto en la obra de la civilización contemporánea en cuanto afecta al orden legislativo, pues el espíritu innovador de sus grandes revolucionarios y el carácter reformador de sus guerras napoleónicas compenetró tan profundamente en las ideas de todos los pueblos, que ejerció una influencia decisiva en sus ulteriores organismos, sin que las decisiones de los congresistas vieneses ni las aspiraciones de los tronos restaurados pudieran ya conseguir la vuelta integral de las añejas tradiciones, que en gran parte quedaron derrumbadas para siempre.

Los esfuerzos gigantescos de la nación francesa en esta obra regeneradora merecen un tributo de admiración, pues a ella corresponde legítimamente la paternidad de los modernos códigos políticos, civiles, mercantiles y penales que regulan los actos de las naciones civilizadas, a excepción de algunas pocas.

Grupo EUMEDNET de la Universidad de Málaga Mensajes cristianos

Venta, Reparación y Liberación de Teléfonos Móviles
Enciclopedia Virtual
Economistas Diccionarios Presentaciones multimedia y vídeos Manual Economía
Biblioteca Virtual
Libros Gratis Tesis Doctorales Textos de autores clásicos y grandes economistas
Revistas
Contribuciones a la Economía, Revista Académica Virtual
Contribuciones a las Ciencias Sociales
Observatorio de la Economía Latinoamericana
Revista Caribeña de las Ciencias Sociales
Revista Atlante. Cuadernos de Educación
Otras revistas

Servicios
Publicar sus textos Tienda virtual del grupo Eumednet Congresos Académicos - Inscripción - Solicitar Actas - Organizar un Simposio Crear una revista Novedades - Suscribirse al Boletín de Novedades