EDAD MODERNA PORTUGAL
BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

 

MANUAL PRÁCTICO DE LA HISTORIA DEL COMERCIO

Álvaro de la Helguera y García

 

 

 

 

 

 

4. PORTUGAL

Estando el reino lusitano en la extremidad occidental de Europa, con templado clima, fértil suelo, dilatada costa, buenos puertos y atrevidos marinos, reunía circunstancias propicias para ser una potencia comercial y marítima de primer orden; pero si bien sus descubrimientos geográficos y sus empresas ultramarinas le proporcionaron una importante adquisición colonial y un comercio floreciente, su brillo fué pasajero, porque su desacertada política y su viciosa administración le enajenaron prematuramente el fruto de sus expediciones y conquistas.

Excitada la imaginación meridional de los portugueses por la preponderancia de la dominación territorial de los españoles, por el amor a la aventura y por el afán a lo desconocido, sintieron de modo irresistible la idea de lanzarse en aquel inmenso y misterioso mar, cuyas aguas bañaban las playas y bahías de su extenso litoral, emprendiendo por el mismo largos y peligrosos viajes de exploración en busca de sucesos imprevistos y de países ignotos; así es que bien pronto las maderas extraídas de los frondosos bosques de las márgenes del Tajo se emplearon en los activos trabajos de los astilleros de Lisboa para la construcción de numerosos bajeles, galeones, carabelas y carracas.

Álvarez Cabral, corriendo una fuerte tempestad en su viaje a Italia, fué arrastrado hacia el Oeste y tocó en el Brasil; y Vasco de Gama, costeando el África, dobló el cabo de las Tormentas y descubrió el rumbo de la India. Seguidamente, Almeida, Alburquerque y otros marinos fueron extendiendo sus exploraciones por el Oriente y el Occidente, consiguiendo abordar a Zanguebar en 1500; a Madagascar en 1502; a Mozambique, en 1503; a Ceilán en 1506; a Malaca en 1509; a la Sonda en 1512; a las Molucas en 1513; a la China en 1516 y al Japón en el año 1542.

Usando del derecho del más fuerte, que era la práctica corriente de las naciones europeas de aquel tiempo, tomaron los navegantes lusitanos posesión de los países descubiertos y los conservaron en su poder mientras pudieron defenderlos, con cuyo procedimiento se vio en breve tiempo Portu gal dueño de numerosas e importantes colonias posesiones, entre las que figuraban: el Brasil América meridional; las Molucas, en la Oceanía dental; Mozambique, Soffala, Monomotapa, C Melinda y Socotora, en el África Oriental; y todo tenían repartidas por el Asia: a Macao China, Malaca en la IndoChina, Ceilán en el de las Indias, Mascate en la Arabia Feliz, Goa el Indostán, Cochín y Cananor en la costa de Malabar, Negapatán y Meliapur en el litoral de Coromandel, Ormuz y Bahrein en el Golfo Pérsico sacando de todos estos países numerosos e impor-' tantes productos con los que cargaban sus naves y hacían grandes transacciones, figurando principalmente entre ellos los metales, las pedrerías, las especias, los tejidos, las drogas, los mariscos, las perlas, los caballos, las sedas, los algodones, las pieles, los perfumes, las ceras, los aceites, las goma. las frutas, las esteras, los vinos, las armas, la sal el salitre, el alumbre, el trigo, el arroz, el tabaco, e añil, el opio, el almizcle, el alcanfor, el marfil, el ébano, el sándalo, las maderas de construcción, los leños tintoriales y otros diversos artículos.

El régimen político y administrativo de este imperio colonial es poco conocido, porque el gobierno de Lisboa lo envolvía en el misterio a causa del recelo que le inspiraban las naciones extranjeras; pero se sabe que el Jefe superior civil y militar era el Virrey de la India, con residencia en Goa, en cuya capital existían también: para la administración de las rentas, un Intendente; para el mando de las fuerzas navales, un almirante; para la dirección de los asuntos religiosos, un arzobispo; para el acuerdo de las medidas importantes, un Consejo de Estado, y para la decisión de los asuntos jurídicos, un Tribunal de justicia.

El territorio se dividía en varios departamentos, que dependían de la capital y se dirigían por sus correspondientes gobernadores, subintendentes, escuadrillas, obispos y tribunales; siendo los más importantes los de Mozambique, Ormuz, Malaca y Sonda.

Respecto a los territorios donde los portugueses sólo ejercían una autoridad indirecta, como feudales de los indígenas, su política consistía en celebrar tratados con los príncipes, en virtud de los cuales los portugueses se obligaban a proporcionar a los indios las mercancías que necesitasen, mediante sumas convencionales; a comprarles los productos del país por precios determinados; a defender con la flota las costas de sus respectivos países, y a limpiar el mar de los piratas mahometanos. En cambio, los indios se comprometían a no vender ciertas mercancías más que a los portugueses, a no recibir en sus estados a los enemigos de Portugal, a no traficar con los extranjeros sin consentimiento del virrey y a no navegar por los mares sin su especial permiso.

Todas las mercancías de las colonias portuguesas de Oriente y Occidente eran conducidas a Lisboa, cuya ciudad adquirió por ello grande esplendor, pues llegó a ser el más importante depósito europeo de géneros ultramarinos, al que acudían los comerciantes de España, Inglaterra, Holanda, Italia, Noruega y otras naciones para hacer allí sus aprovisionamientos respectivos; pudiéndose decir que el comercio y la navegación de Portugal en el siglo XVI fué tan activo y considerable que excede a todo elogio, porque bajo la vigilancia de la Casa de Indias establecida en Lisboa, abasteció todos los mercados de Europa de los artículos originarios de sus territorios en América, Asia, África y Oceanía.

La prosperidad mercantil de Portugal fué de importancia grande, pero de duración corta; porque su incorporación a la corona de España y su mala administración colonial determinaron su ruina.

En el Brasil, el descubrimiento de las minas de oro y de los criaderos de diamantes produjo tal vértigo a los habitantes que, pensando realizar pronto y fácil su fortuna, abandonaron los cultivos y empobrecieron el país; a lo que contribuyeron también las pérdidas de dominio con la anexión a España, las desmembraciones de territorio en la guerra con Holanda, las incautaciones por el rey de las tierras de los nobles y los monopolios del comercio conferidos a dos compañías.

En la India, el régimen adoptado para limitar el poder de los virreyes y la subsiguiente administración que engendró, plagada de corrupciones, fué debilitando la dominación portuguesa hasta destruirla, pues dio lugar a que los altos funcionarios coloniales consideraran sus puestos como un beneficio trienal, donde sólo aspiraban a enriquecerse por todos los medios, empleando para ello un sistema de avaricias y opresiones, abusos y falsedades grandes y concupiscencias tan odioso a indígenas y extranjeros, que cansados de soportarle sacudieron el yugo y arrebataron el dominio. Asimismo contribuyó a consumar el aniquilamiento de la marina, de la industria y del comercio de Portugal, en la última etapa de este período histórico, la prolongada lucha que sostuvo con el reino de España, el desastroso tratado que celebró con el inglés Methuen y la funesta administración que tuvo con el marqués de Pombal.

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