LAS FLECHAS

Objetos de inversión y de consumo

Propuesta:
Las diferencias entre bienes de consumo y bienes de inversión son totalmente arbitrarias. Todos los objetos económicos son en última instancia informaciones que sirven para producir informaciones. Por tanto, todos los bienes de consumo son a la vez bienes de producción.

Si rechazamos los conceptos de trabajo y capital como factores productivos debemos rechazar también la existencia de bienes de capital o de inversión diferenciados de los bienes de consumo. Esto implica un cambio profundo en la forma de pensar y de ver la actividad económica que tenemos todos.

Consideramos habitualmente que nuestra actividad se divide en actividad productiva y actividad consuntiva, que hay un tiempo para producir y un tiempo para consumir. En el nuevo enfoque económico que proponemos no debemos distinguir entre ambos tipos de actividades. De hecho, podemos considerar que toda actividad económica, que todo consumo, sirve para producir. Observemos y analicemos, como ejemplo, las actividades que son consideradas y medidas como consumo por los institutos estadísticos europeos. Todas ellas pueden ser consideradas necesarias para su actividad productiva.

 

Ponderaciones del Índice de Precios al Consumo en la Unión Europea (1996)

Grupos

%

Alimentación y bebidas no alcohólicas

27,5

Transporte

14,6

Vivienda

12,0

Hoteles, restaurantes y cafeterías

11,8

Vestido y calzado

11,4

Ocio y cultura

6,9

Menaje

6,5

Bebidas alcohólicas y tabaco

3,2

Comunicaciones

1,6

Medicinas

0,8

Enseñanza

0,1

Otros

4,4

Fuente INE

Los datos que aparecen en el cuadro son las ponderaciones utilizadas para estimar el índice de precios al consumo en la UE, basadas en estudios estadísticos de presupuestos familiares. En el año 1996 los europeos gastaban más del 50% de sus ingresos en alimentación, transporte y vivienda, objetos económicos imprescindibles para su actividad productiva ¿Para que utilizan su vehícuslo o el transporte público todos los días sino para ir a su puesto de trabajo? Desde el punto de vista de cualquier empresa, la alimentación de sus trabajadores es un gasto necesario para el mantenimiento de una piezas imprescindibles del aparato productivo. Cuando las empresas elaboran su contabilidad no tienen cuentas específicas para “alimentación y vestido de los trabajadores”, pero eso no significa que no estén contabilizadas, lo que ocurre es que ese coste está englobado en la cuenta de personal.

Obsérvese en el cuadro que el gasto en medicinas es del 0,8% y en enseñanza del 0,1%. Lógicamente un estudio completo del gasto de los consumidores debería incluir los gastos de los gobiernos en enseñanza y salud. En cualquier caso son gastos imprescindibles de formación y mantenimiento del capital humano y, por tanto, inversiones. Lo mismo podríamos decir de los apartados ocio y cultura, restauración e incluso bebidas alcohólicas. Los individuos que adoptan la decisión de ir a un bar a tomar unas copas y fumar tabaco consideran sin duda (aunque estén completamente equivocados) que es una necesidad que tienen para mantenerse en buen estado mental o psicológico, con capacidad activa y productiva.

Una diferencia aparentemente objetiva entre objetos o actividades de consumo y de inversión podría ser la clasificación del individuo que adopta la decisión del gasto. Podríamos así decir que las compras que hace un empresario son inversión en bienes de capital mientras que las compras que hace un trabajador son gastos de consumo. Pero tendremos que poner en duda la objetividad de esa clasificación si sopesamos la objetividad de la clasificación entre empresarios y trabajadores. Un empresario es alguien que invierte en bienes de capital con fines productivos. Todo individuo que gasta su dinero en vivienda, alimentación, enseñanza, salud o tabaco está realizando unas inversiones imprescindibles para su actividad productiva por lo que no podemos decir que no es un empresario que está invirtiendo. (Ver el epígrafe Trabajadores y empresarios)

En principio no hay ninguna razón para proponer que las compras de patatas y billetes de autobús sean clasificadas como inversión en vez de cómo consumo. Las clasificaciones son eso, clasificaciones. No es más verdadera una clasificación que otra. Pero una forma de clasificar objetos o conceptos tiende a destacar algunas características en comparación con otras. Si clasificamos el gasto de los individuos como inversiones necesarias para su actividad productiva, nos llama la atención algunos “huecos” o insuficiencias chocantes.

La enseñanza reglada, es uno de los gastos de consumo de las familias que más claramente tienen que ser consideradas inversión en capital productivo. Pero las familias tienden a distribuir sus presupuestos no con criterios de inversión, sino de consumo, con una preferencia por la obtención de utilidades a corto plazo. Por tanto, su gasto en educación tiende a ser mucho menor que lo considerado conveniente por los gobiernos. Es por eso que los gobiernos fuerzan el consumo en educación detrayendo coactivamente impuestos familiares para financiar educación gratuita.

Pero aún así, los gobiernos destinan menos del 5% a educación. Naturalmente al elaborar los presupuestos del estado se usan criterios político-electorales y parece haber poca presión y poca conciencia de la influencia de la educación sobre el sistema. Una evidente conclusión del enfoque de este documento es que si aumentaran los gastos en educación y cultura, el avance de nuestra sociedades sería mucho mayor. Avance... ¿hacia dónde? Hacia mayor educación y cultura, claro, hacia la producción de más informaciones. Estamos aquí para eso, para producir informaciones por medio de informaciones, para producir cultura y conocimientos por medio de cultura y conocimientos. (Ver el epígrafe El sistema educativo)

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