ENCUENTROS ACADÉMICOS INTERNACIONALES
organizados y realizados íntegramente a través de Internet



Oaxaca: economía, sociedad y poder. Siglo XIX
 

Olga Montes García

I. Introducción

Oaxaca es un estado de la república mexicana que se ubica en la parte sureste. Colinda con los estados de Guerrero, Puebla, Veracruz y Chiapas, así como con el Océano Pacífico. Es uno de los estados más pobres de la república mexicana, con los índices más altos en analfabetismo. Junto a esta situación está un grupo reducido de personas que controlan la economía y, por lo tanto, poseen una gran riqueza. En su interior se hablan 16 lenguas de origen mesoamericano además el español. Su población económicamente activa se ubica, básicamente, en los servicios y en el sector primario. El sector secundario es escaso. Su economía comienza a girar en torno al turismo pues posee playas de gran belleza, montañas y bosques, zonas arqueológicas y la capital del estado: la ciudad de Oaxaca es una de las más bellas de la república. Su arquitectura es colonial. Junto a esto, Oaxaca es poseedora de una gran riqueza cultural, lo que la hace atractiva para el turismo culto.
 

Este texto fue presentado como ponencia al
PRIMER ENCUENTRO INTERNACIONAL SOBRE
Historia y teoría económica
celebrado del 6 al 24 de abril de 2006

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No obstante sus riquezas naturales, Oaxaca es, repetimos, uno de los estados más pobres del país. Entender esta situación no puede hacerse sin el conocimiento de su historia económica. Se hace necesario emprender estudios de larga duración, como los que realizó Braudel para comprender las causas de su situación actual: la pobreza de una gran parte de su población, junto a la riqueza de un grupo reducido.

En esta ponencia queremos exponer la importancia del estudio de la historia económica para comprender la situación presente. En este caso nos abocamos a Oaxaca y al siglo XIX para observar cómo la independencia de México no llevó a un cambio radical porque no hubo una transformación de las estructuras económicas. Oaxaca siguió viviendo una situación colonial como la denomina George Balandier. Mostraremos la forma en que el poder económico comienza a controlar el poder político y de esta manera controla a la sociedad. También queremos mostrar la forma en que se llevó a cabo la producción.

II. Economía y sociedad en el siglo XIX
a) La élite decimonónica
Cuando se lee a los historiadores oaxaqueños especialistas en el siglo XIX, se da uno cuenta de que la sociedad oaxaqueña de ese tiempo poco se diferenciaba de la colonial. Las principales familias novohispanas conservaron sus privilegios en la Oaxaca independiente. El cambio fue que ahora los criollos sucedieron a los peninsulares en el control económico y político. La economía novohispana se basaba en el comercio de la grana cochinilla y de las mantas de algodón. Ambas, la grana y las mantas, eran producidas por los indios por medio del repartimiento. El número de los peninsulares radicados en esta provincia era escaso en 1792: 249, de ellos 169 se dedicaban al comercio. Las otras actividades fueron la alta burocracia y el alto clero. Los criollos, por su parte, a finales del siglo XVIII constituían el 37.1% de la población, escasamente un 1.97% de ellos formaba parte de la elite oaxaqueña (Sánchez Silva 1998:144)

En la etapa independiente, en Oaxaca hay una recomposición del poder económico y político. Para Sánchez Silva, si bien los criollos accedieron al poder, los peninsulares no lo perdieron. Hubo una alianza entre los dos grupos. Es cierto que un número importante de españoles abandonó México, pero, en el caso de Oaxaca, regresaron cuando la situación se calmó. Otros españoles vinieron a México por primera vez con la intención de probar fortuna, entre ellos se tiene a José Zorrilla, Manuel y Antonio Allende, personajes que se convertirán en prósperos hombres de negocios. A esta nueva oleada de sangre española se suma la llegada de otros inmigrantes de origen europeo en años posteriores. Los integrantes de esta elite eran: De acuerdo con Sánchez Silva (1998) entre 1780 y 1860 los principales comerciantes fueron: Guergué, Francisco Manero, fundador de la casa Manero, Fernando Corres, Fernández del Campo, López Ortigoza, Mimiaga,, Monterrubio, Fagoaga, Esperón Goytia, Cajiga, Güendulain, Ibáñez de Corbera, Trápaga y Larrañaga.

La actividad económica principal fue el comercio de grana y de mantas de algodón que producían los indios. Simultáneamente se comerciaba con otros productos requeridos por la población, como el cacao, harina, telas, hilaza, o bien instrumentos de trabajo. Al reactivarse las minas, alrededor de ellas se crearon asentamientos de obreros y de los propietarios de las minas. Estos asentamientos era provistos de las mercancías por los negocios establecidos allí y que eran propiedad de españoles o criollos. Sánchez Silva plantea que los grandes comerciantes realizaban su labor tanto en el comercio a larga distancia, como al interior del estado. Comerciaban productos de Oaxaca con Guatemala, Veracruz, la ciudad de México y de estos lugares traían mercancías para vender en Oaxaca, ejemplo de esta forma de actuar de los comerciantes asentados en Oaxaca está Francisco Ibáñez de Corbera, originario de Santander, era el representante de varias firmas del puerto de Veracruz en Oaxaca a la vez que tenía inversiones en las tiendas ubicadas en los centros de población cercanos a las minas. Es decir, controlaban el comercio a gran y pequeña escala. Este último ubicado en poblaciones pequeñas de Oaxaca dejaba ganancias importantes pues posibilitaba la adquisición de la producción local.

Otra fuente de riqueza para los comerciantes fue asumir algunas de las responsabilidades del Estado pues éste no podía asumir todas las responsabilidades. Es así como los comerciantes asumen el papel de intermediarios ante las autoridades hacendarias para hacerse cargo del pago de las alcabalas, entre otros. La ganancia para los comerciantes era el control de la producción y del comercio de la región a su cargo. Su actividad también llegó a la usura. Dada la situación de conflicto entre los dos grupos: centralistas federalistas convertidos luego en conservadores liberales respectivamente, el Estado no contaba con recursos. La guerra y la administración los necesitaban, por ello pedían préstamos a la elite comercial. Esta, gustosa, lo hacía a cambio de la concesión del cobro de las alcabalas. Igualmente funcionaban como fiadores de los empleados de gobierno, costumbre colonial, cuando los funcionarios llegados de España, necesitaban comprar el cargo, los comerciantes lo financiaban para que se desempeñaran como sus representantes en las regiones. Así controlaban la producción y el mercado. Los archivos dan cuenta de esta situación. Se tiene al comerciante español Esperón que fue fiador de del subdelegado de Teposcolula en 1810. Ya en el México Independiente uno de sus hijos fue garante financiero de Joaquín Rodríguez para el puesto de administrador de rentas en Villa Alta, una región productora de grana cochinilla.

Los comerciantes diversificaron sus actividades económicas. Como ya se vio, algunos invirtieron en la deuda del gobierno, otros en apoyar a las funcionarios. Comerciantes-mineros compraban los puestos públicos pues esto les permitía controlar más la economía de la región. La iglesia católica participaba en estos negocios. Muchas veces ella financiaba a los españoles o criollos que a su vez respaldaban a otras personas o adquirían puestos burocráticos que les permitieran hacer negocios y, por lo tanto, incrementar su fortuna. Un caso que narra Sánchez Silva (1998:168) es el del español Echarri, quien con dinero de la cofradía de nuestra señora del Rosario dio la fianza para que Manuel Josef López se desempeñara como alcalde mayor en Teotitlán del Camino, Oaxaca en la época colonial. A cambio de ello se aseguraba el control económico de dicha alcaldía y de los indios como trabajadores.

La inversión en la minas fue otro rubro que acaparó la elite oaxaqueña. Por la guerra de independencia y la anarquía de los primeros años de México, los inversionistas ingleses abandonaron esta actividad. La elite oaxaqueña se benefició con este abandono, pues ella tomó en sus manos esta actividad. Para 1849 los principales mineros eran Miguel Castro , Pascual Fenochio , Benito Hampshire, Encarnación Meixueiro y Constantino Richards (Velasco 2006:91). La minería reactivó también al comercio, pues, como ya se mencionó, alrededor de esta actividad surgieron centros de población, el mercado interno comenzó a expandirse, lo que incrementó la ganancias de los comerciantes.

La actividad minera pronto vio sus frutos. Por ello en 1861 a los anteriores mineros se agregaron otros: Ignacio Mejia , Manuel Jimeno Bohórquez Varela, Felix Mariscal, Manuel Pérez, Estaban Marcos, entre otros. En 1871 – 1873 antiguos comerciantes de la grana cochinilla habían invertido sus capitales en la minería como la familia Barriga, Juan Trápaga, José Zorrilla, Juan Cobo de la Peña, Allende, familia Maqueo. A estos se agregaron Tomas Grandison, Esteban Chapital , Hinrichs y Cia, Mowartt&Grandison, Gustavo Stein, F.W. Woolrich, Howard Helton, Carlos Hamilton. Como puede observarse, varios de los mineros más importantes son extanjeros: ingleses, escoceses, españoles o bien descendientes de españoles.

Algunos comerciantes – mineros invirtieron en la agricultura. Sin embargo ésta no floreció como en otras regiones de México. La orografía dificultó la creación de grandes haciendas. Más bien fueron adquisiciones que daban status y prestigio al dueño, aunque también los llevaron a la ruina. Esto se desprende del constante cambio de propietario de las haciendas durante el siglo XIX . De acuerdo con los datos disponibles, en 1858 los comerciantes propietarios de fincas rurales eran: Santaella, Esperón, Fernández del Campo, Cházari, Mantecón, del Toro, Banuet, de la Portilla, de la Cajiga Vasconcelos, Fagoaga, Varela, Guegué, Mimiaga y Monterrubio. De estas personas, destaca el caso de José Joaquín Gurgué por la acumulación de bienes inmuebles que hizo durante el siglo XIX. , algunas de sus adquisiciones causaron conflictos con los pueblos indios. Estos argumentaban que las tierras adquiridas por Guergué y socios eran propiedades comunales. En 1868 los principales hacendados oaxaqueños eran Miguel Castro, Ignacio Mejía, Sra. Roldan, Agustín Aguirre (vicónsul español), Gabriel Esperón , Ramón de la Cajiga, Manuel Mejía, Manuel Jimeno Bohórquez Varela, Guillermo Duncan, Manuel Saénz Pardo, José María Fagoaga.
Un acontecimiento económico ocurrido aproximadamente en la séptima década el siglo XIX, obligaría a las autoridades a llevar a cabo, en la región de la costa, la desamortización de los bienes comunales: se trataba del cultivo del café, cuya demanda en los mercados internacionales hizo que surgiera una gran cantidad de fincas cafetaleras en los terrenos comunales de los chatinos .


Con el cultivo del café se pretendió recobrar la economía surgida a raíz del auge de la grana cochinilla. Por ello, a partir de 1880 comenzaron a surgir numerosas fincas: Jamaica propiedad de la familia Rojas, la Aurora, de capital estadounidense, El Jordán, Sinaí, Virginia, Morelos, Iturbide (Reina 1990:486) Es así como comienzan a sonar apellidos extraños en la región de Pochutla como eran: Hoffman, Stuken y Andersen, Rosing Bross y Leo Von Brandestein. En Juquila la finca La India Ruber Co. LTD de Londres, tenía diecisiete mil hectáreas para el cultivo del café, hule y cacao (Chassen 1986:67)

En 1883 la Secretaría de Fomento, Colonización, Industria y Comercio llevó a cabo un estudio sobre el Istmo de Tehuantepec con el fin de conocer la factibilidad del establecimiento de colonias agrícolas para inmigrantes (Reina 1995:38). Finalmente esta región recibió un fuerte apoyo del gobierno federal a través de la construcción de la vía del ferrocarril interoceánico. Con esto se logró la dinamización económica del Istmo y la llegada de un número importante de personas extranjeras. Leticia Reina (1995) plantea que en estos años se dio una transformación de la estructura social de la región istmeña debido a las políticas gubernamentales. Hubo un cambio en la tenencia de la tierra y en el uso de los recursos, la producción agrícola se diversificó al estar destinada al mercado externo y, sobre todo, al estar controlada por las haciendas y empresas agrícolas recién surgidas. Esto llevó a un desplazamiento de la mano de obra indígena y a la falta de granos básicos para alimentar a la población asalariada que aumentó por la construcción del ferrocarril.

Durante el Porfiriato, Oaxaca vivió un desarrollo económico importante, en especial en las regiones de la Cañada, la Costa, el Istmo y los Valles Centrales. Regiones como la Sierra Juárez, parte de la Mixteca, de los mismos Valles Centrales y de la Sierra Sur continuaron con sus formas tradicionales de producir. Por ello, en las regiones de desarrollo económico, arribó un número importante de inmigrantes extranjeros, ya sea como administradores de las empresas o como socios de las mismas, es decir, trajeron consigo un capital para invertirlo en Oaxaca. Al Istmo llegaron ingleses , estadounidenses, franceses, italianos, alemanes, chinos y turcos. Estos dos últimos grupos en calidad de trabajadores o bien de comerciantes. En cambio, los otros grupos ocupaban las más altas posiciones políticas y económicas dentro de las empresas. Su presencia nutrió la vida social, económica y política del Istmo de Tehuantepec.

En Oaxaca, el auge económico que se vivió durante el Porfiriato, producto de la inversión extranjera, significó un cambio en la vida de las ciudades. En 1882 la capital del estado contaba con alumbrado público, se iniciaba la construcción de las vías del ferrocarril de Tehuantepec, posteriormente se inauguró la sucursal del Banco Nacional de México y, como dice Esparza, con él, créditos a la industria y al campo y lo más importante, la vía del ferrocarril que uniría a Oaxaca con Tehuacán, con esto llegaron a Oaxaca las fábricas de cervezas, cigarros, vidrio, jabón (1988:278). El origen del capital de estas fábricas no se conoce.

La minería repuntó en este periodo. Las reservas mineras más importantes se hallaban en los distritos de Ocotlán, Tlacolula, Yautepec, Ejutla, Miahuatlán, Ixtlán, Juquila. En estas zonas, en donde predominaba la población indígena, se encontraban compañías de origen estadounidense como "The American Consolidated Mining and Milling Co. (Peñoles), Klin & Bye (Ocotlán), La Mexnati Mining Co., la Pittsburgh-Oaxaca Mining Co. (Zimatlán y Nochixtlán). El capital inglés estaba activo en Oaxaca, por ejemplo en la Rosario (Taviche), Syndiate Ltd Rickards Hnos. (Totolapan) y la Sierra Juárez Exploration Co. Ltd (Sierra Juárez-Ixtlán). Los inversionistas oaxaqueños importantes eran varios: los hermanos Mimiaga en Ocotlán, Juan Baigts (francés radicado en Oaxaca), en las minas de Natividad de la Sierra Juárez" (Chassen 1990:59). En Tlacolula se ubicó la Magdalena Smelting & Mining Co. dedicada a la explotación de las minas de plomo con oro y plata y a la fundición de los metales. Su capacidad, de acuerdo con Chassen, era de cincuenta toneladas diarias. Sus dueños eran Lloyd Hamer y Co. y Henry Catlin Co., éste último banquero de Nueva York. Con esto se iniciaba en Oaxaca la presencia del capital estadounidense.

Ante este auge económico, nuevas oleadas de inversionistas extranjeros llegaron a Oaxaca. Se trataba de estadounidenses y alemanes, los primeros relacionados con la minería, como fue el caso de Carlos Hamilton , Myron Walker, Frank Leconard, Harold Elton, Guillermo Trinker; los segundos, con el comercio y la producción de café, básicamente. Ante este auge, la Oaxaca Smelting & Refening Co. inició la construcción de una fundidora en las afueras de la ciudad. Se tenía programado que fuera la más moderna del país. Entre sus socios se encontraba Carlos Hamilton, oriundo de San Francisco California.

Por lo que se refiere a la moderna empresa agrícola, en Tuxtepec, región habitada por chinantecos, los españoles y cubanos invirtieron en la producción de tabaco; en menor medida lo hicieron los estadounidenses y franceses. Así se tiene que la finca "Cerro Mojarra", de nueve mil hectáreas ubicada en Soyaltepec pertenecía a Cerro Mojara Plantation Co. Palmer y Pinkan tenían dos fincas en Usila en donde cultivaban café, tabaco, maíz. La finca Mano Marquéz era propiedad de Chillian Exploration Co. y en ella explotaban el hule. Henry Catlin también cultivaba el hule en la hacienda Santa Rosa en Ojitlán (Chassen 1986:66), entre otras propiedades.

Este auge minero y agrícola llevó al florecimiento del comercio, actividad que desarrollaron españoles y franceses tanto en la ciudad de Oaxaca como en los centros urbanos cercanos a las minas. En Ocotlán en 1895 se estableció el almacén "Díaz Hermanos" en donde se vendían los artículos requeridos por los hogares de los mineros y agricultores que incluían desde abarrotes hasta instrumentos musicales y religiosos. En Oaxaca, los franceses tenían una sucursal de la tienda "La ciudad de México", en donde vendían artículos importados de Alemania, Francia, Inglaterra y de los Estados Unidos de América. Se encontraba también la ferretería "El Gallo", propiedad de A. Philippe y Cía. Además existían varias compañías dedicadas a la compra venta de productos agrícolas y mineros con el fin de exportarlos, entre ellos estaba la casa Seckbacg y Cia., que se estableció en 1894 en Oaxaca y en Ocotlán de Morelos en 1901 (Chassen 1990:62)

Por lo que respecta a la industria, en Oaxaca funcionaban tres fábricas textiles: la fábrica de San José Etla, perteneciente a los hijos de Trápaga, la de Vistahermosa de José Zorrilla y la de Ixtlán, de capital inglés. La fábrica de San José fue propiedad de los españoles Juan Saénz Trápaga y José Zorrilla. El origen de la fortuna de ambos propietarios viene de la usura y del comercio. Acapararon bienes inmuebles a la sombra de las Leyes de Reforma y de la desgracia de las personas que apoyaron al Imperio de Maximiliano, lo que refleja que supieron tejer bien sus alianzas con los grupos de poder político. Ambas familias establecieron sus alianzas por la vía del matrimonio. José Zorrilla es vicónsul de España en Oaxaca. La fábrica de hilados de Vistahermosa, ubicada muy cerca de la fábrica San José fue fundada en 1873 por José Zorrilla Saenz Trápaga , Juan Sáenz e integrantes de la familia Cajiga. La tercera fábrica instalada en Oaxaca en este periodo es la Xia, en Ixtlán. Fue fundada por Tomás Grandison, escoses, y por Santiago Mowatt.

b) Economía y política en Oaxaca.


En 1810, al momento de la Independencia había en la provincia de Antequera 596,326 habitantes. El 6% de ellos eran criollos y peninsulares, 5.2% mestizos y mulatos, 88.5% indios (Bailón 1992:130). El acceso al poder estaba reservado para los criollos y los peninsulares. Los demás grupos estaban al margen. Los trabajadores urbanos podían ser designados como electores en el primer nivel, pero no en el segundo por los requisitos exigidos. Sola las personas que poseían rentas altas lograban tomar parte en la política local. Fue así como la oligarquía colonial acaparó los puestos más importantes, ejemplo de lo anterior es Miguel Iturribarría quien desempeñó los cargos de administrador de correos en 1820, gobernador interino entre 1828 y 1829, diputado en 1826 y 1848, colaborador de Antonio de León entre 1841 -1844, Presidente de la Cámara de Diputados en 1848 y gobernador en 1853 (Hamnett 1990:63). El siguiente cuadro informa sobre esta situación.

Cuadro No. 1
Relación de comerciantes – gobernadores en Oaxaca
1823 - 1876

Nombre Periodo
José María Murguía y Galardi 1823 – 1824
Ramón Ramírez de Aguilar 1828, 1829-30, 1833-34
Miguel Ignacio Iturribarría 1828-1829
José López Ortigoza 1830-33, 1834, 1834-36, 1837-38, 1839-1841,1846
Manuel Ximeno Bohórquez Varela 1834
Antonio de León 1834, 1841-43, 1844, 1844-45
Ignacio de Gotilla 183637, 1838-39
José Domingo Ibáñez de Corbera 1844
Luis Fernández del Campo 1844, 1844-46, 1846 y 1853
Manuel López Ortigoza 1846
José Joaquín Guergué 1847
Ignacio Mejía 1852 – 53
Manuel Iturribarría 1853
José María Díaz Ordaz 1857-58, 1859-60
Miguel Castro 1858-59, 1867, 1872-74
Ramón Cajiga 1869-1863
Juan María Santaella 1865, 1866
José María Fagoaga 1865
José Esperón 1874-1876
Fuente: Cuadro No. 16 de Sánchez Silva (1998:192)


Este cuadro informa sobre el control político que los comerciantes tenían en Oaxaca. Así a las fortunas acumuladas por el control de la producción, se sumaban no solo los ingresos devengados en el ejercicio del poder público, sino la realización de negocios al amparo de la función pública. El contar con información confidencial proporcionaba más poder a las elites. Ahora bien, al observar con detenimiento los nombres de los gobernadores, es notorio que muchos de ellos, como Ibáñez de Corbera, provienen de la época colonial. Esto habla de una continuidad en el poder de unas cuantas familias. Otros tienen sus orígenes en el siglo XIX, dentro del comercio y algunos aprovechan la situación turbulenta para adquirir poder político.

Un caso ilustrativo de la relación que se dio entre la política y la economía en la época de Juárez es el de Gabriel Esperón, español, militar realista que retornó a España después de la independencia de México. Esperón monopolizaba la producción de azúcar en la Mixteca. Sus hijos José y Esteban, fundaron la casa comercial “Esperón Hermanos” con sucursales en Puebla y Oaxaca (Velasco 2006:9). Al regresar a México Esperón, contaba con la fortuna de sus hijos. Se dedicó a monopolizar, nuevamente, el azúcar de la mixteca oaxaqueña e incluso denuncia la existencia de las minas de plata “San Esteban” y el “Dulce Nombre de Jesús” ubicadas, la primera en Totolapan, distrito de Tlacolula y la segunda en Santa Catarina Lachatao, distrito de Ixtlán. En 1856, al amparo de las Leyes de Reforma adquirió la hacienda de Montoya a la orden de los agustinos. Por su parte su hijo Esteban, en 1842 fue nombrado presidente de los comerciantes de Oaxaca. José Esperón, el otro hijo, estudió Leyes y junto con el apoyo de su hermano, logró ascender políticamente fue miembro del cuerpo legislativo del Congreso Provincial en 1823, integrante del Congreso Constituyente en 1825, diputado al primer congreso constituyente en 1826, secretario de gobierno en 1842, y de 1860 a 1863, tesorero de Gobierno del estado en 1844, vicepresidente del Congreso local en 1857 y gobernador del estado de 1874 – 1876.

Ahora bien, ¿qué pasaba en la segunda mitad del siglo XIX a nivel político en Oaxaca? Es decir, ¿quién controlaba la esfera política en Oaxaca en la segunda mitad del siglo XIX?

La guerra de Reforma y la intervención francesa y la intervención rancesa posibilitaron el ascenso económico y político de un nuevo grupo social: los mestizos. Estos junto con los criollos gobernaron a Oaxaca durante este periodo. A excepción de Benito Juárez y Miguel Méndez, los demás gobernadores fueron de origen mestizo y criollo. Entre los gobernadores vinculados directamente con las actividades económicas están: Miguel Castro, minero y hacendado, Ramón de la Cajiga socio y familiar de los socios de la fábrica de hilados San José. José Esperón, cuya biografía ya fue reseñada, estuvo muy relacionado por lazos de parentesco con comerciantes y hacendados. Incluso al amparo de su puesto como gobernador, su hermano intentó despojar de sus tierras a la comunidad de Yucuiti con el fin de incrementar sus propiedades en la región Mixteca (Monagahn 1990).

Miguel Castro, varias veces fue gobernador del estado, se encargó de apoyar la instalación de la fábrica de hilados y tejidos en Xia, Ixtlán de Juárez. Para ello convenció a los jefes políticos de esta región para que convencieran a la población indígena de convertirse en trabajadores y para ofrecer la materia prima que necesitaba la fabrica.

Otra forma en ligar el poder económico con el político durante esta etapa de la vida de Oaxaca fue por las alianzas matrimoniales que derivaron en relaciones de parentesco. Así, Griselle Velasco, historiadora oaxaqueña, plantea que la familia Saénz Pardo, familiares de los propietarios de la fábrica de San José, eran primos de Félix Díaz y Porfirio Díaz, el primero fue gobernador del estado, el segundo, Presidente de la república, además, la esposa de Félix Díaz fue Rafaela Salomé Varela, descendiente del mayorazgo Bohórquez Varela. Lo anterior permitió que tuvieran todas las facilidades para fundar la fábrica. Incluso se logró que ellos tuvieran el monopolio del agua del pueblo de San Agustín Etla, lugar en donde se ubicaban las fábricas de San osé y Vistahermosa.También la familia Grandison, propietaria de la fábrica de Xía, se vinculó, vía el matrimonio, con la élite política del estado. Tomás Grandison Morán, nieto del fundador de la fábrica, se casó con Consuelo Bolaños Cacho, hija del Dr. Ramón Bolaños y Sabina Cacho. El hermano de Consuelo Bolaños Cacho fue gobernador de Oaxaca, ya antes, el Lic. Aurelio Bolaños había sido gobernador interino. Esta familia era integrante de la clase media alta ilustrada de Oaxaca.

A fines de siglo XIX, la elite criolla emparentada con los inversionistas extranjeros constituía el grupo económico más importante. Había establecido nexos con la clase política estatal y nacional. De este grupo salían los gobernadores. Un ejemplo claro de esta vinculación se da al momento de inaugurarse el teatro Luis Mier y Terán, construido en la administración del Lic. Emilio Pimentel. Ese día los principales palcos estaban ocupados por los mineros, comerciantes y hacendados más importantes. Las crónicas periodísticas dan cuenta de esta situación.
c) Situación de las clases subalternas



Por su parte, la situación de los indios, al igual que la de la elite, era similar o tal vez peor que la vivida durante la colonia pues mientras en esta época, la república de indias los protegía, en el siglo XIX y bajo la influencia del pensamiento liberal, al considerarse a todos los mexicanos iguales, en donde no había diferencias, se afectó al indio, pues en la realidad no eran iguales, sino desiguales. Mientras unos tenían el conocimiento, en palabras de Bourdieu, el capital económico, social y cultural, los indios carecían hasta del conocimiento de la lengua nacional. Si durante la colonia los indios se quejaron de los sacerdotes por “mal trato, demanda excesiva de contribuciones y servicios personales, tratamiento de los indios como brutos, animales y perros; azotes, faltas de pago a los que prestaban servicios en sus tierras o pastoreaban el ganado parroquial (Ibarra 1997:53), en el siglo XIX la situación no cambió. En 1856 José María Iturribarría, cura de Betaza, Villa Alta, azotó y recriminó al alcalde que no había realizado algunas tareas tal como él lo había indicado. Incluso, como lo cita Sánchez Silva, “los curas no sólo golpeaban a los funcionarios municipales que por acuerdo de los pueblos debían recolectar las obvenciones parroquiales, sino que los consignaban a trabajos prohibidos como los servicios personales (Sánchez 1998:66)

En cuanto a lo económico, los indios vivían de su trabajo como campesinos, otros como jornaleros en los ranchos y trapiches pertenecientes a los criollos o a la iglesia, o bien en el comercio en pequeño. Fueron los arrieros del siglo XIX y principios del XX, cuya tarea era llevar la mercancía de un lugar a otro. Ellos eran lo que unían al Istmo con Oaxaca e incluso México, a las diferentes regiones del estado y recorrían los pueblos de las regiones.. Es decir, los pueblos indios diversificaron sus actividades estrategias de sobrevivencia ante las amenazas que enfrentaron: la voracidad de los comerciantes, hacendados, rancheros e incluso de las propias leyes: las de Reforma La existencia de las cofradías fue de gran ayuda para defender sus bienes comunitarios ante la amenaza de la desamortización.

En 1857 un 87% de la población del estado era indígena, frente a un 12% de mestizos y un 1% de africanos, solo se contaba con ciento cincuenta y seis europeos (Reina 1988:245). Los indios, no obstante ser el grupo mayoritario, tenían una situación inferior a la de los mestizos y blancos, lo cual evidencia, por un lado la presencia de diferencias étnicas y culturales y, por otro, el fracaso de la filosofía política y social en que se fundó la nueva nación: la igualdad de los habitantes de México y, por lo tanto el abandono de las demandas sociales de la Guerra de Independencia y la exclusión de los indios del proceso de transformación nacional.

En la segunda mitad del siglo XIX, la comunidad indígena se expresó en su proceso de reconstitución como sociedad local y no con respecto a los postulados de los modelos ideológicos en pugna. Ante una sociedad en lucha, los indios de Oaxaca fueron forzados a brindar su cuota para la integración de los ejércitos, en especial esto afectó a las zonas de tránsito como la Mixteca, la Cañada, la Costa y el Istmo. En el caso de la Sierra Juárez, los indios constituyeron las bases de poder de los caciques regionales aliados de Juárez y Díaz. Así, en 1876 más de tres mil zapotecos al mando de Fidencio Hernández tomaron el control del estado y nombraron gobernador a otro serrano: Francisco Meixueiro (Bailón 1992:167). Esta situación permitió a los indios mantener su estructura político religiosa y la propiedad de la tierra comunal, en tanto que sus asentamientos se ubicaban en tierras poco productivas: en las serranías.

Durante la segunda mitad del siglo XIX, la situación de algunas comunidades indígenas de Oaxaca fue afectada por la promulgación de las Leyes de Reforma, es especial por la Ley Lerdo que establecía la desamortización de los bienes eclesiásticos y de las comunidades civiles, en este caso se trataba de las tierras comunales. La Ley Lerdo pretendía, dentro de la lógica del pensamiento liberal, hacer un bien a los campesinos al convertirlos en propietarios de las parcelas que trabajaban. Para los legisladores, las tierras de las comunidades indígenas parecían "como grandes extensiones ociosas que había que privatizar" (Esparza 1988:281). El gobernador Ramón Cajiga declaró:

El Estado no se elevará ni será suficientemente rico si su vasto territorio permanece como hasta aquí sin cultivo, y no dejaremos de lamentar este mal si los terrenos que los pueblos poseen en comunidades no se reducen a propiedades particulares. (citado por Esparza 1988:281)

El testimonio anterior manifiesta el pensamiento liberal de los gobernantes en un estado mayoritariamente indígena.

Los efectos de las Leyes de Reforma, dice Leticia Reina, aparentemente no tuvo efectos en el estado de Oaxaca, sin embargo "se dio una considerable transferencia de tierra en los Valles y en la Mixteca" (1988:240), en donde los mestizos y liberales se apropiaron de los recursos naturales de las comunidades indias, con lo que se destruyó la autarquía que habían logrado al inicio del siglo XIX. Así, en las regiones en donde se asentaban las haciendas y los ranchos, la economía de las comunidades indígenas se desequilibró al serles expropiadas sus tierras, lo que obligó a los indígenas y comuneros "a trabajar para la hacienda, unos de manera temporal y otros permanente, pero muchos de ellos rentaban tierras o pagaban el derecho de surco. Se llegó a la situación de que muchas de las comunidades tuvieron que pagar por llevar su ganado a pastar a los montes o pagar por el derecho de cortar madera en los mismos" (Reina 1988:243)

La dependencia económica del indio respecto de las haciendas también se dio como resultado del endeudamiento de éstos para pagar los impuestos, diezmos , gastos ceremoniales o cualquier imprevisto, como podía ser una crisis agrícola producto de las condiciones naturales.

Un ingeniero francés que llegó al país para estudiar las condiciones del campo mexicano expresa que el campesino indígena vive:

“he visto de cerca de los indios… he vivido su vida y llorado su suerte, he conocido con indignación la barbarie de sus amos y las exacciones de toda clase que se les imponen. He visto al hombre sangrando bajo el latigazo..he dado de comer a las familia hambrientas y a punto de morir,, empujada a sus labores por el látigo del obrajero, he visto a hombres agotados, cargados de cadenas, arrastrándose al sol para acabar con su vida abajo el ojo de Dios y echados al foso como perros muertos” (citado por Velasco 2006:105)

Es decir, en Oaxaca la mano de obra indígena sirvió para enriquecer a la elite. Una elite que controlaba a Oaxaca por medio del caciquismo representado por los jefes políticos. Para esto funcionara era necesario que la población se mantuviera en la ignorancia y dependiendo económicamente del hacendado o del cacique. La situación del campesinado indígena poco cambio durante el porfiriato. En ocasiones se agudizó aún más. Tal vez los que tenían mejores condiciones de vida eran los campesinos indígenas que vivían miserablemente en su comunidad.


II. Oaxaca: una sociedad colonial que perdura.

Balandier, antropólogo francés, ha dicho que la situación colonial se caracteriza porque “la explotación económica se apoya en una forma de posesión política” (s/f). Otro estudioso del tema, Kennedy, plantea que la sociedad colonial se caracteriza por lo mediocre de los equipos industriales proporcionados, por la explotación a gran escala y el comercio import – export que se encuentra casi exclusivamente en manos de sociedades extranjeras: la distancia de la sociedad colonial y la sociedad colonizada que explica la dificultad del indígena para elevarse económicamente, la pobreza de las masas indígenas que se acentúa con la degradación de las economías tradicionales” (op. Cit. 5). En el caso de Oaxaca y con los datos que tenemos, podemos afirmar que durante el siglo XIX en Oaxaca se vivió una situación colonial, en donde una élite pequeña controlaba los recursos económicos y políticos y la gran masa de población nativa es la mano de obra barata.

Pese a la revolución mexicana que logró disminuir la desigualdad y crear una gran movilidad social, en Oaxaca se sigue viviendo una situación colonial. Los descendientes de las familias que aquí hemos retratado siguen controlado la economía, e igual que en el siglo XIX, nuevas oleadas de inmigrantes han revitalizado al grupo dominante. Es cierto las haciendas desaparecieron con la reforma agraria llevada a cabo por el Presidente Cárdenas, pero no las familias terratenientes. Al igual que al inicio del México independiente, invirtieron su riqueza en otras áreas de la economía. El grupo español controla, actualmente, la venta de materiales de construcción, la industria de la construcción, la industria restaurantera, comienza a invertir en las gasolinerías, además es dueña de bienes inmuebles. Al igual que en el siglo antepasado, sus vínculos con el poder político le ha permitido contar con información de primera mano, tener a su alcance los contratos más jugosos. Para ello ha tenido que apoyar económicamente a los candidatos a la gubernatura o a las presidencias municipales. En la actualidad una representante de este grupo encabeza la secretaría de turismo, este puesto representa el pago al apoyo que el grupo de españoles brindó al gobernador actual cuando era candidato. Es como si hubieran comprado el puesto, así como hacían los alcaldes mayores en la época colonial. Los otros grupos, como los descendientes del francés Audiffred se ubican en las altas esferas sociales y en la alta burocracia.

Por su parte la población indígena más pobre sigue siendo la mano de obra barata de las fincas cafetalera, de la industria de la construcción y del servicio doméstico. Otra opción de sobrevivencia es la migración a los Estados Unidos de México.

Y toda esta situación tiene una ideología racista que legitima la supremacía de un grupo sobre otro. Ideología que tuvo sus orígenes en la época colonial y que hasta hoy en día existe. No es el objetivo del trabajo analizarla. Solo lo mencionamos.

Concluimos este trabajo con la idea de que seguimos siendo una sociedad colonial. Al no haber roto con la estructura económica heredada de la colonia, durante estos casi dos siglos como país independiente, lo que se ha hecho es reproducirla. Para entender la situación del estado de Oaxaca como un estado pobre, casi sin desarrollo industrial, en donde los gobernantes más que eso son pequeños virreyes y en donde hay un control férreo sobre los campesinos y en especial, sobre el voto que estos emiten, es necesario conocer su historia económica. Historia en donde juegan un papel muy importante los caciques, en donde no son las instituciones las que gobiernan, sino los hombres, en donde, como diría Weber existe una dominación tradicional, no burocrática.




L

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